Sistema de creencias de los Tehuelches Antropología I – Trabajo práctico integrador I Profesor: Gustavo Constantino Sergio A. Vegas – 1° año de Profesorado de Historia I.E.S.
Antropología I – Sistema de creencias de los Tehuelches
TEHUELCHES – Mitos y creencias En la historia americana muchas veces se repite el mismo desenlace en el destino de los pueblos originarios, amos sin leyes de estas tierras. Ese desenlace tiene un elemento en común a las culturas americanas: la triste desaparición de esa raza. A este destino no pudieron escapar los Tehuelches o Patagones. Se extendieron desde el río Colorado hasta los canales magallánicos viviendo nómades en los campos chilenos y argentinos. En los momentos anteriores a la conquista, la cultura Tehuelche se asemejaba mucho a la de los Onas, mientras que hacia mediados del siglo XVIII estaba ya por completo transformada: sus hábitos de vida cambiaron considerablemente, aumentando su capacidad de desplazamiento e incorporando, en consecuencia, una serie de nuevos elementos culturales relacionados con los hábitos ecuestres, tales como montura, espuelas, estribos, bota de potro, etcétera; otros indirectamente relacionados con aquéllos, como por ejemplo el lazo y la lanza y, quizá también, el uso de armaduras o corazas y yelmos de cuero. De contextura grande, estatura considerable, resistentes, longevos, con tinte facial olivado oscuro, cabello negro, lacio, grueso y tupido; ojos negros, y frente baja y deprimida debido al cabello que cae sobre su frente sostenido por el uso tempranero de su característica vincha desde la niñez; pómulos salientes, nariz roma; tanto hombres como mujeres tienen el sello peculiar de todos los pueblos originarios sudamericanos: la tristeza en su semblante, lánguido, indiferente, desolado como la monotonía de la región en que se desarrollaron. Ignorados por los gobiernos, reducidos a fines del siglo XIX a grupos pequeños, explotados; perseguidos de Argentina huyendo hacia Chile y nuevamente perseguidos en el país trasandino para volver a la tierra de la que fueron propietarios por derecho natural, eran libres y terminaron siendo esclavos y por último, se extinguieron. Sin embargo, existe un pequeño legado de su cultura milenaria que ha llegado a nosotros. De esa cultura, en este trabajo se intentará rescatar su sistema de creencias.
Mito Tehuelche de la creación Como toda cultura mítica antigua, los Tehuelches poseían su propia leyenda con una visión dualista; también tenían su propio mito con su héroe y dios creador: El-lal. Según el antropólogo Ramón Lista, este nombre nos lleva a hurgar en su origen a través de su similitud con los antiguos dioses como Ea, Elhoim, o Allah.
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La mitología tehuelche se compone de tres edades del mundo que tienen como actores a “los Antiguos”, los antepasados y los descendientes. En la primera edad, según la tradición tehuelche, el dios supremo creador de todo, que siempre existió, fue Kooch, rodeado de las tinieblas que no dejaban ver a su alrededor y en absoluta soledad. Tal era su tristeza que rompió a llorar por largo tiempo, y sus lágrimas formaron el mar primero llamado Arrok, primer elemento de la naturaleza. Cuando Kooch vio que las aguas crecían cada vez más con sus lágrimas, dejó de llorar y suspiró profundamente y su aliento produjo el viento que alejó las tinieblas dejando brillar la luz. Esto le da aliento a Kooch para seguir creando los elementos que forman el mundo: al correr el velo circundante de las tinieblas con su mano, surge la chispa que origina al sol al que bautiza con el nombre de Xaleshen, padre de las nubes, pues de su tibieza con las aguas se originaron. Pero el viento, celoso, comenzó a soplar las nubes martirizándolas, y éstas emitieron un inmenso quejido que dieron voz al trueno o Karut. Kooch, no conforme con haber creado las aguas, el viento, las nubes y la luz, hizo brotar una isla sobre las aguas y sobre ella creó a los animales, peces, insectos y aves. Y los elementos creados, al irar la tierra, esparcieron sobre ella sus atributos: la lluvia la regó, el sol la calentó, y el viento acarició sus valles para que nacieran los pastos. Desde entonces el viento dejó de molestar a las nubes, éstas a su vez no oscurecieron más al sol que continuó brindando sus rayos para cuidar y alimentar todo lo creado. Los elementos dieron movimiento al Universo. La segunda edad es la época de El-lal, el dios joven, creador de los Tehuelches o Tzónekas. Tras una aparente tranquilidad en la tierra, aparecen los gigantes, Nosjthej y Goshg-e. El primero raptó a una nube rosa llamada Teo, a la que tuvo cautiva en una caverna tres días y tres noches. Al enterarse Kooch, le impuso al gigante como castigo que el hijo que naciera de ambos sería más poderoso que Nosjthej. Entonces el gigante furioso mata a su esposa abriéndole el vientre para devorar el feto, pero en ese momento un gran estruendo en el suelo deja al dios perplejo y se olvida del niño, que es salvado en ese momento por un roedor, Térguerr (Tucu Tucu), que coge a El-lal y lo esconde en su morada. Nosjthej, entonces, intenta atrapar nuevamente al niño, pero le es imposible ante la estrechez y oscuridad de la cueva de Térguerr: monta en cólera y sus gritos y voz de trueno retumban en los Andes; sin embargo, todo será inútil: El-lal seguirá creciendo al amparo protector de la tierra. Del vientre herido de la nube Teo brota agua cristalina, que da origen al manantial Jentre, en el que generaciones de niños Tehuelches o Tzónekas, creados por el dios El-lal,
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se han bañado desde entonces. Esto además explica los amaneceres rojizos, testigos del derramamiento de sangre de la madre de El-lal. Los primeros años de El-lal fueron vagando por el desierto; Térguerr, su roedor protector, le enseñó a comer hierbas, lo abrigó con lana de guanaco, y le enseñó los caminos de la montaña y los secretos de esa vida errante. Así, El-lal creó el arco y la flecha, y comenzó a llevar alimentos a su cueva con las armas divinas que fabricaba. Cierta mañana, El-lal es sorprendido por un puma pero toma su arco y flecha y lo hiere; el animal lanza un rugido estruendoso y otro puma acude en su ayuda. Sin embargo, El-lal ni se inmuta: sigue su camino trepando una colina, desciende a un valle, se acerca al borde de un río caudaloso y reúne trozos de leña con los que enciende por primera vez en esos campos un fuego acogedor, fuego que arrebató al Piche (armadillo), que junto a la Chingue (zorrino) y el Gato pajero eran los únicos que poseían el fuego, hasta que El-lal se los arrebató. Otra mañana, El-lal se encuentra con un cóndor en la cúspide de un cerro y le pide una pluma de sus alas para poner en su flecha. Ante el ruego constante y la continua negativa del ave, ésta despliega sus alas y remonta vuelo, pero El-lal toma su arco e hiere al cóndor que desciende bruscamente dando giros. El-lal coge al cóndor del cuello y le arranca las plumas de la cabeza y le ordena volver a la cúspide del cerro. De esta manera, El-lal, el Dios-héroe, va convirtiéndose en un joven fornido al que ningún animal se le resiste: humilla al puma, el zorro le acompaña, y el cóndor le obedece. Hasta que un día reaparece su padre, Nosjthej, y se presenta ante él. El-lal le enseña sus armas, arcos, flechas y trofeos de caza. Nosjthej sigue siendo el amo, El-lal lo obedece. Pero un día se subleva a los mandatos de su padre y se esconde en la montaña; Nosjthej lo persigue pero al alcanzarlo, la tierra, tras un grito estridente de El-lal, junto con el bosque y la selva levantan una barrera infranqueable que lo pone a salvo de su colérico padre. La tierra nuevamente es su benefactora y protectora. Ya la tierra fue poblada por los hombres, y un gigante, Goshg-e, devora cada noche algún que otro niño sembrando el terror. El héroe El-lal, en defensa del hombre, sale en su búsqueda, lo encuentra, pero las flechas son inservibles para eliminar al gigante. Entonces El-lal adquiere la apariencia de un tábano y penetra en las fauces y el estómago del monstruo hincándole el aguijón, provocando que el gigante se retuerza y lance gritos que el viento arrastra sobre los campos como la última amenaza del monstruo. A partir de allí, transcurre una etapa oscura donde El-lal pierde su carácter divino, toma un nuevo nombre, y comienza a utilizar herramientas, armas y aspecto clásico de los tehuelches: vincha en la frente, hacha de piedra y dardo en sus manos, para cazar guanacos y alimentar a sus compañeros. Sergio A. Vegas
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Nosjthej, que vencido había regresado a la Patagonia convertido en venerable anciano dedicado a curar a los enfermos y heridos, adiestra a un cazador infiel y lo enfrenta al héroe. Aparece entonces en el mito otro guerrero poderoso: Sintalk’n, que lucha con El-lal empapando la tierra con la sangre de los hombres; también renace el gigante Goshg-e, mas inmenso y espantoso que nunca llegando su frente a la cúspide de los cerros más altos; el sol se oscurece, el viento brama, la tierra palpita. El-lal, al no ser ya un dios, siente en su corazón las pasiones de los hombres; derrota a Sintalk’n y así recupera su omnipotencia, llegando a pedir en matrimonio a la hija del sol y de la luna. Pero éstos, al no atreverse a rechazar el pedido abiertamente, intentan engañar a El-lal sirviéndole una sierva joven vestida con las ropas de la solicitada, pero el Dioshéroe descubre el engaño y sus flechas intentan desquitarse con el sol. Disgustado, El-lal ve terminada su obra: eliminó a los monstruos de la tierra, sembró la moral en los hombres, les enseño el uso del fuego y de las herramientas y armas con que se valdrían, le dio abrigo de pieles y un lugar donde cobijarse. Hecho todo esto, se reunió con sus hermanos, los cisnes, y, convertido en ave, echó a volar con ellos en bandada hacia el este a través de los mares. Toda esta segunda edad intenta moldear y explicar el hábitat reinante de los Tehuelches, el marco geográfico de la costa y la cordillera, y explicar los movimientos migratorios a los cuales estaban acostumbrados los Tehuelches según sus actividades de subsistencia. La tercera y última edad es la de los paisanos, la etapa en que los Tehuelches no vivieron esos tiempos míticos pero que siguen latiendo en la memoria colectiva y muestran evidencias en el firmamento. Según los ancianos, sus antepasados purificados son las estrellas, en las cuales se pueden ver constelaciones como “La pata del Ñandú” que es la Cruz del Sur; “las boleadoras” que usó El-lal para cazarlo (Alfa y Beta del Centauro); “El Guanaco que huye”, y “la pupila del Carancho” que es el planeta Marte. Esta proyección de personajes mitológicos en los cielos es muy común en las sociedades de cazadoresrecolectores. Es en esta edad, de acuerdo a las enseñanzas dejadas por El-lal, cuando se fijan claramente los límites entre lo humano y lo divino, y las pautas sociales, económicas, rituales y éticas que acompañarán a los Tehuelches durante su existencia: los implementos y las técnicas de caza, el toldo patagónico como vivienda propia, los rituales del ciclo vital, el tabú del incesto, la norma de la exogamia y otras reglas como el compartir, la generosidad o la lealtad hacia el prójimo.
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Origen común de las tradiciones religiosas Existen ciertos investigadores que intentan colocar en el mismo árbol genealógico a culturas como los Tehuelches y los Yaganes o los Tobas y los Araucanos. Pero si bien es cierto que comparten rasgos físicos a primera vista, también comparten algunos usos y costumbres. Hay dos orígenes y procedencias de los indígenas sudamericanos: algunos representan lo autóctono y otros a los llegados por invasiones o inmigraciones. De los Tehuelches, es muy probable que deriven del cruzamiento de agrupaciones autóctonas con invasores provenientes de Bolivia. Al no existir, entonces, un origen común en los pueblos sudamericanos, tampoco deben tener puntos compartidos en sus ideas religiosas. Los hombres, al no poder explicar los fenómenos de la naturaleza, los revisten con los atributos de fábulas, leyendas o mitos, tomados de esos diversos cruzamientos raciales. El mito de El-lal intenta explicar el origen del Tehuelche y representa la lucha guerrera entre los pueblos autóctonos y los invasores, con un pensamiento religioso que fue evolucionando con el tiempo. Esta religión Tehuelche es muy elemental; se limita a explicar el dominio del hombre sobre la tierra, el mar y el cielo, y que forman parte de la eterna lucha de dos deidades comunes a todas las culturas: el Espíritu del bien y el Espíritu del mal, denominado Kerónkeken, Huendáunke, Maipe o Arhjchen, encarnado en la noche, en el viento que sopla en la Patagonia, en el monstruo que hiere la cuna de los recién nacidos, o en forma de un potro salvaje veloz como el relámpago.
Creencias Tehuelches Desde su nacimiento, los Tehuelches son ayudados en su lucha constante contra el mal por el Espíritu del bien. El Espíritu maligno es el causante de la enfermedad y la muerte: cuando el médico de la tribu fracasa en su intento de salvarle la vida al enfermo, los parientes de éste sacrifican una yegua, extraen su corazón y, giran alrededor del moribundo animal ante la gritería de los demás que están alrededor en forma de círculo. La carne del caballo es consumida en un festín popular donde quedan todos satisfechos, y la cabeza del animal sacrificado, con su cola y pezuñas son amarrados a un palo pintado de ocre blanco y varios hombres a caballo son los encargados de llevar esos restos a algún cerro inmediato, terminando así la ceremonia. Entonces, si el enfermo no muere, es que el sacrificio ha sido agradable al Espíritu maligno. Otro ritual de sanación, ante un enfermo, es la formación de un círculo de jinetes alrededor del toldo del moribundo, y con una gritería, comienzan a girar en una ceremonia llamada “espantar al diablo”.
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En cuanto a supersticiones, el Tehuelche cree en la hechicería (“shoik’n‖) y aborrece a los “brujos”, pues estos son agentes del Espíritu del mal y se debe estar prevenido contra ellos: si se recorta el cabello, arroja al fuego las mechas, lo mismo si corta sus uñas, pues esto puede servir de vehículo para la hechicería. Los fenómenos astronómicos como los eclipses son una mala señal: indican muerte, hambre y crudos inviernos. Lo mismo ocurre con la aparición fortuita de un reptil, o el aullido de un perro; son todos signos de desgracia. Los Tehuelches creían en la resurrección de los muertos, enterraban los cuerpos en actitud fetal y, como los egipcios, los rodeaban de objetos que pudiera necesitar el difunto al renacer.
Palabras finales Entendiendo la expresión moral y física del lugar donde el Tehuelche vivió, su nomadismo, su lenguaje rudo como los silbos del viento, su hospitalidad, su poca cultura, sus supersticiones, su manera de vestir y alimentarse, y su manera de andar, es indudable la manifestación de la naturaleza en su forma de ser: carece de toda industria, no cultiva, no cría animales, no tiene grandes manifestaciones artísticas, y desde su niñez no hace más que cazar para alimentarse y vestirse montado a caballo. No come pescado ni cerdo, considerados como inmundos, posiblemente relacionado esto al mito de El-lal. Su extinción está íntimamente ligada a las relaciones con la civilización blanca y el abandono de los gobiernos de turno y su persecución, explotación y consiguiente extinción. En cuanto a esta investigación, desde el punto de vista antropológico, se ven aplicadas las entrevistas que conforman el método de la observación participante de la corriente funcionalista, y un particularismo histórico que se deja entrever en la construcción del pasado de los tehuelches a través de sus mitos y relatos, y de los datos obtenidos de la mirada de los informantes. Como corolario de este trabajo, se transcriben algunos de esos relatos orales de descendientes Tehuelches obtenidos en los veranos de 1965 y 1967 a través de entrevistas de campo realizadas por la antropóloga Alejandra Siffredi: De cómo El-lal obtuvo el fuego: Informante: Doña Ana Montenegro de Yebes
―Se dice que sólo el Piche (armadillo), la Chingue (zorrino) y el Gato pajero tenían fuego. Eran tres que tenían fuego y eran amigos. Hacían de comer asado y churrasco con el fuego. Elal también estaba y dijo: --Me parece que siento olor a humo: ¿cómo puede ser eso? ¿De dónde viene ese olor a humo? Yo no conozco nadie que tenga fuego. Sin embargo la Chingue tenía olor a humo, y Elal dijo –Esta mujercita tiene olor a humo, eso de fuego. Ella dijo —No, si no tenemos nada, nada tenemos. Cuando hacían de comer, tapaban el
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fuego para que no se viese el humo. --No, no, nosotros no tenemos nada, nada, nada,... ¿Qué fuego vamos a tener nosotros?,-- insistía la Chingue. Entonces Elal dijo: --Yo voy a buscar, voy a ver quién es el patrón. Ellos tienen su patrón que es el ´Aan(o)´ (Piche). Elal fue a caminar y encontró al Piche haciendo fuego tapado. Le preguntó --¿Vos tenés fuego? --Yo no tengo nada. -- ¡Cómo no! ¿Por qué no me dan un poco de fuego, un poco de carboncito quemado? –No— dijo el Piche--, si no tengo nada. ¿Qué te voy a dar yo? ¡No tengo nada...!. –Vos tenés. Dame por favor. ¿No ves que la gente está comiendo carne cruda? ¡Dame, por favorcito! No había nada que hacerle, el Piche estaba empacado. Entonces Elal se enojó, le pegó una patada y lo tiró lejos. Y ahí estaba el fuego; carbón quemado de leña de calafate. Elal se llevó el fuego, dejando al Piche sin él. Se lo llevó a los demás paisanos que así pudieron comer carne asada. Y Elal dijo—Ahora estás listo, ahora no va a tener más fuego y nosotros vamos a tener. Cuando Elal le sacó el fuego al Piche, le cortó el lomo por no habérselo querido dar, por eso tiene esas rayas en el lomo. Después el Piche se fue al campo y no volvió más junto a los paisanos. La Chingue y el Gato pajero también se fueron. Ahora el Piche come peritas y la Chingue cucarachas‖. De la división del año y la duración del invierno Informante: Doña Ana Montenegro de Yebes
―La gente se había juntado para discutir cuántos meses tenía el invierno. Elal que era el patrón de todos, estaba escuchando. ¿Cómo vamos a hacer para repartir el invierno? ¿Quién quiere invierno corto y quién largo? El Ñandú quería invierno largo, de doce meses. La Liebre quería uno más corto ¿Qué vamos a comer? – Doce meses, repetía el Ñandú, --No, no (decía la Liebre). Los demás estaban escuchando, sólo ellos dos estaban fregando. Entonces el Ñandú dijo,-- Vamos a tener doce meses— tres. Elal estaba escuchando. De repente el Ñandú se enojó --¿Para qué quiere tres meses usted? – Yo quiero porque yo sé que no voy a comer nada. Así siguieron discutiendo hasta que se largaron corriendo hacia la cueva de la liebre que estaba cerca. La liebre gritó ¡Tres! Y se metió en la cueva. Entonces el Ñandú le pisó la cola y se la cortó dejándosela chiquita. La Liebre ganó: -- No importa mi cola, basta la vida mía‖. Del matrimonio, las relaciones sexuales y la muerte Informante: Doña Ana Montenegro de Yebes
―Este cuento es del mismo tiempo del cuento de la Liebre y el Ñandú. En ese entonces todos los animales eran personas: el Lobo y la Loba marinos, todos los pájaros. Lo llamaron a Elal, que era su patrón, para terminar de arreglar las cosas de esta tierra. Estaban todos reunidos. –Ya está todo terminado, quédense tranquilos, acuéstense y no hagan ningún bochinche que mañana temprano voy a venir a arreglar todo. –Bueno, está bien, --dijeron todos. --El que haga algo va a salir mal--dijo Elal. –No, yo, no,-- decían los demás --¿Qué cosa voy a hacer yo? ¿Qué mal iban a hacer si el hombre no conocía a la mujer? Quedó todo tranquilo y a la tardecita se fueron todos a dormir. El hombre pícaro fue el Lobo, que cuando vio que no había nadie, gateó a la Loba. A la mañana siguiente murieron los dos. Antes no pasaban esas cosas. La gente andaba igual que los chicos. La mujer no se juntaba con el hombre. Andaban como amigos, así nomás, sin ninguna otra cosa. Cuando a la mañana siguiente la gente preguntó --¿Qué pasó? ¿Quién murió? El
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Lobo, ¿dónde está? Lobo hizo eso y por eso murió hasta el día de hoy. Elal dijo—Murió porque hizo la picardía, no debía haberla hecho hasta que se terminara todo. Al pasar eso, todo quedó como es ahora: todo se arregló y la gente se casa entre sí, pero nadie hace picardía antes de casarse‖. Relato que remite al Génesis de la Biblia y el Diluvio Universal Informante: Doña Ana Montenegro de Yebes
―Anteriormente los hombres eran gigantes malvados, matadores de hombres, malvados eran ellos; mataron todos los hombres: el Guanaco, el Ñandú, el Cóndor, ellos mataban hombres. El dios Sol estaba muy enojado y envió aguas profundas. El mar, los manantiales y los ríos subieron; las aguas se levantaron, toda la tierra quedó cubierta y todos ellos murieron. Zorro fue el único que se salvó. El dios Sol envió al Carancho a la tierra para observarla, Carancho no regresó ni se fue para arriba, mucho pasto se comió. Sol envió la Paloma y ella llevó pasto hacia arriba. La tierra se había secado‖. Reivindicación de sus derechos desde la perspectiva de un Tehuelche Informante: Don Rufino Ibáñez
―Elal es el que hizo todo, fue el que nos hizo a nosotros y nos dijo cómo teníamos que ser nosotros, los Indios. Los indios debíamos ser como Elal que es una cosa mucho más grandes que todas las cosas, como un dios, así teníamos que ser todos los demás seres. Nosotros parece que éramos, teníamos la forma de animales. Entonces el verdadero indio estaba en la costa de un mar. Ahí se armó la pelea entre el indio y el otro ser. En aquel entonces, cuando vino Elal, los que pertenecíamos al mar éramos nosotros y los que pertenecían a la tierra eran los Lobos (marinos de hoy). Entonces Elal les dijo: -- Bueno, ustedes todos para allá porque están todos borrachos. Usted sabe que el Lobo marino está siempre como borracho y el grito de él parece el de un hombre. Entonces, así dice el cuento de los paisanos, que nosotros antes éramos los Lobos y los Lobos eran los Indios. Y porque Elal los encontró borrachos los echó al agua. Y ahí éramos nosotros los indios. Parece que es cosa muy cierta, después de esto usted comprende que siempre al indio donde lo han conocido lo han tildado de borracho, lo fuera o no. Le dicen que él no tiene otra educación más que la botella. Los han perseguido, los han explotado, mucha gente de acá que hoy es rica los ha engañado y les ha enseñado ese vicio, ellos no lo fabricaron.‖
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Bibliografía LISTA RAMÓN, “Los indios Tehuelches, una raza que desaparece”, Patagonia Sur Ediciones, 1° edición, 2006.
Páginas web visitadas http://camusuaike.com/pdfs/EspiritualidadTehuelche.pdf, texto de SIFFREDI ALEJANDRA, “Los mundos de arriba y los mundos de abajo‖, Espiritualidad Tehuelche meridional: recomponiendo las astillas de la memoria. http://mitologia-pagana.blogspot.com/2007/09/mito-tehuelche-de-la-creacin-delmundo.html
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