Vestimenta Hasta fines del siglo XVI, toda la población vestía con prendas hechas de henequén. Debido a las conquistas realizadas por estas fechas se empezaban a exigir tributos a los pueblos vasallos, y una parte de éstos consistía en mantas y prendas tejidas de algodón. También se tributaba la fibra sin hilar, pues para las mujeres mexicas de todas las clases sociales, la elaboración de textiles era la tarea femenina, e incuso una obligación sagrada. Sólo las personas de rango social podían usar prendas de algodón. La gente del pueblo, conocidos también como Macehuales, se vestían con prendas hechas con henequén. Los hombres portaban el maxtlatl, formando por un pañete y una cinta larga que daba dos vueltas a la cintura y colgaba adelante o atrás. Ocasionalmente usaban un patío con el triángulo de tela en frente. Para algunos hombres éste era el único vestido; pero la mayoría se ponía una tilma, la cual era un rectángulo de tela que se anudaba por dos de sus lados cercanos y formaba una capa que colgaba sobre el dorso, un hombre o el frente de su portador. La gente común llevaba una tilma corta, hasta la cadera y conforme aumentaba la importancia de la persona, aumentaba el largo de la prenda. Los pochetas en su trabajo y los guerreros en acción usaban el xicolli, abierto o cerrado, hasta la cadera. Para las batallas a menudo se usaba el ixcahuipilli, una prenda de algodón acolchonado que resultaba muy útil para amortiguar los golpes. Sólo los sacerdotes usaban un tipo de xicolli, o huipil largo, hasta el tobillo, más bien angosto y de tela obscura, sin adornos. Las mujeres vestían con un enredo hasta los tobillos y un huipil de largo variable; algunos apenas llegaban a la cadera, otros casi cubrían el enredo. Todos los huipiles tenían un pequeño rectángulo de tela inmediatamente abajo del escote. En las festividades se ponían hasta cuatro huipiles distintos, unos más largos que otros, con el fin de que se asomaran los extremos de cada uno debajo del siguiente. El peinado con mucha frecuencia consistía en dos trenzas acomodadas alrededor de la cabeza, con los dos extremos parados enfrente como cuernitos. Las diosas aparecen representadas a veces con el torso desnudo, pero otras veces ataviadas con un quechquemitl; sin embargo, esta prenda no era utilizada por una mujer común. Habían diseños especiales para los huipiles de mujeres de clase social alta, quienes se pintaban la cara y aplicaban diversos dibujos por medio de sellos de barro. El derecho de portar prendas de determinado diseño estaba estrictamente reglamentado y se castigaba severamente al que llevaba una manta que no le correspondía. Entre los mexicas había una clase privilegiada, una especie de burocracia de alto rango, tanto civil como militar. Los dirigentes mostraban la categoría que les correspondía, usando tilmas y maxtlatl con dibujos especiales. Los nombres de las tilmas correspondían al material utilizado para su manufactura, o bien a la figura que representaban, como flores, animales, los cuatro elementos, las deidades o sus símbolos estilizados. Para la manufactura de estas prendas se utilizaban toda la gama de tejidos y bordados conocidos en el México prehispánico, además de ornatos adicionales, como coser conchas, caracoles, cascabeles, entre otros. También las joyas que portaba el individuo, iban de acuerdo a su posición social. Los adornos se fabricaban en oro, de piedras preciosas, en perlas, de ámbar, de caracoles, de pieles y de plumas. Formaban penachos y diademas, collares y pectorales, orejeras , bezotes con o sin colguijes, narigueras, ajorcas para brazos y muñecas, collares alrededor de las pantorrillas, o tobillos. El adorno exclusivo del rey eran los abanicos de flores o plumas con un tallo de oro hueco que exhalaba perfume. La vestimenta de los guerreros novatos durante la batalla era el ixcahuipilli. Algunos querían hacer méritos personales, por lo cual rechazaban el traje especial de la guerra y solo se vestían con una tilma de anudado de red, extremadamente rala; así demostraban que para ser buenos guerreros no necesitaban protección. Una vez que el soldado había mostrado su valentía se le entregaba una seria de divisas y adornos que los distinguían según su categoría. Todas estas prendas eran otorgadas por el
rey, según los méritos en la guerra y el rango o la escuela militar a la que pertenecía. La indumentaria y adornos correspondían a representaciones de animales o de deidades. Los pueblos vasallos de los mexicas tenían entre sus obligaciones la de tributar estos uniformes, los cuales parecían disfraces integrados por pantalones y chalecos con mangas y la cabeza de un animal correspondiente, de cuya boca se asomaba la cara del guerrero. Según el caso se hacían de pieles, telas o plumas. Los tocados solían ser muy sofisticados, a veces parecían edificios hechos de carrizo, los cuales sostenían plumas de colores o representaciones varias, ejecutadas con un papel de amate. Cada traje se acompañaba con un escudo cuyo diseño era hecho con plumas. Para los actos cívicos los guerreros usaban uniformes de gala, que consistían en mantas con dibujos especiales, las cuales eran obsequiadas por el rey, junto con el derecho exclusivo de portarlos, según el número de prisioneros que había hecho el guerrero. Los atavíos del rey eran los más exclusivos. Habían algunas mantas que solamente él podía usar. Su adorno distintivo era una especie de tiara en forma triangular, cubierta por un mosaico turquesa. El rey tenía una indumentaria especial para cada una de sus apariciones en público, como encabezar una fiesta, recibir a embajadores o despedir a los guerreros que iban a batalla. Para los mexicas las mantas tenían un significado más profundo que el de simples vestidos; eran un símbolo de su poder y generosidad. Cuando había que agasajar a personas importantes, siempre había telas ricas entre los presentes. Incluso a los españoles se les obsequió textiles y alhajas de parte del rey por medio de sus emisarios.