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Mensaje devocional presentado el lunes de mañana, 4 de julio de 2005
T ra n sfo rm a d o s MEDIANTE SU
VJR ACIA “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).
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STE CORTO himno a la gracia de Dios puede ser uno de los resúmenes más hermosos del evangelio en el Nuevo Testamento. En un con texto que recalca los aspectos prácticos de la vida cristiana, este texto presenta un funda mento teológico sobre el cual el poder transformador de la gracia de Dios se revela en Cristo. La g racia com o un favo r inm erecid o Cuando los seres humanos nos apartamos de Dios, nos apartamos de la fuente de vida. Pero permanecemos bajo el poder y la influencia de todas las otras leyes del univer so. Las leyes que actúan en nuestra caída moral y espiri tual pueden compararse con la ley de gravedad. A menos 28
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que haya una fuerza para impedirlo, cualquier cosa que se expone a la fuerza de la gravedad cae hasta el fondo. Del mismo modo, solo el poder de la gracia puede contrarrestar la atracción descendente de una caída mo ral. El pecado, como la gravedad, nos arrastra hacia abajo; la gracia nos levanta. Después de dar una lista de instrucciones para dife rentes personas en la iglesia, Pablo recuerda que la base teológica para una vida piadosa es “la gracia de Dios”. Na da más, nada menos. Todo el plan de redención se funda sobre la gracia de Dios. En nuestro texto el adjetivo sotenos, encontrado solo aquí en el Nuevo Testamento, define la gracia como “sal vadora”. El objetivo de la gracia es traer salvación, restaui
rar a la humanidad caída a una nue va vida de comunión y amistad sin fin con Dios. La gracia de Dios, como los cielos, abarca el ancho mundo, proveyendo una oferta gratuita de salvación para toda la humanidad. Aunque la gracia de Dios se ha manifestado en todas sus acciones, solo apareció personificada en la revelación de Jesucristo (Juan l ; 17). Si Dios es la fuente de la gracia y la salvación es su objetivo, Cristo es el mayor agente de la gracia de Dios. En los cuatro evangelios, Jesús nun ca usó la palabra “gracia”. Pero siempre habló y actuó con gracia. Su persona, toda su vida, fue gracia en acción. Desde los primeros dos discípulos a quienes Jesús encontró en el valle del Jordán al comienzo de su ministerio, hasta el ladrón que murió junto a él en el Calvario, Jesús pasó su vida re velando la gracia de Dios a aquellos que lo rodeaban. El leproso, la mujer adúltera, Mateo, Zaqueo, todos fueron aceptados sin condiciones y transfor mados por su gracia. Juan y Andrés, la mujer samaritana y muchos otros, llegaron a ser misio neros de éxito, compartiendo el evan gelio con sus familiares, vecinos y ami gos ( J u a n 1:35-42). Hasta el criminal arrepentido que pendía de la cruz, sorprendido por la gracia divina, se convirtió en un canal de gracia para su compañero (Luc. 23:39-43). Tran sfo rm ados m ed ian te la g racia La gracia de Dios se presenta a menudo como una disposición divi na asombrosa que está en favor de la humanidad. Tito 2:11-14 describe la gracia como la acción de un maestro dedicado. Yo he trabajado en la educación en Europa alrededor de cuarenta años, y a menudo he deseado transformar las cir cunstancias o las vidas de mis alumnos. Como muchos educadores, he visitado el pueblo italiano de Collodi en la her mosa región de Toscana. En este pueblo
los visitantes toman fotografías de un monumento a un juguete, el famoso Pi nocho. Creado por Cario Collodi (seu dónimo de Cario Lorenzini, 18261890), es en realidad una parábola para adultos acerca del objetivo final de la educación. El cuento habla de un artesano que hizo un fino títere de madera, al cual llamó Pinocho. Soñaba que el juguete un día podría llegar a ser un muchacho verdadero. En esta histo ria el sueño se vuelve realidad.
El evangelio cumple las aspiraciones más elevadas de las mejores éticas de este mundo. Pero, contrariamente a las filosofías mundanas que buscan dentro de uno mismo el poder; la ética del evangelio busca el poder en Dios. Aunque esto es una ficción, los me jores educadores sueñan con ser hace dores de milagros. ¿Recuerdan la his toria de Anne Sullivan, sobre quien fue hecha la película The Miracle Worker [La hacedora de un milagro]? Esta his toria famosa cuenta la experiencia nota ble de una joven maestra que ayudó a una niña ciega, sorda y muda, salvaje, llamada Helen Keller, a ser una pensa dora altamente educada, un modelo pa ra millones. ¡Qué milagro asombroso! Nuestro texto dice que la gracia nos enseña cómo vivir. La teología de la gracia es una teología del cambio. Pero no en una forma mágica, inde
pendiente de nosotros mismos. El ver bo paideuo usado aquí significa “entre nar, instruir, educar”. Si la ley tenía la función pedagógica de conducirnos a Cristo (Gál. 3:24), la gracia va mucho más allá, porque produce uná nueva creación, transformándonos interior mente por la renovación de nuestras mentes (Rom. 12:2). Esta tarea transformadora de la gracia produce una ruptura decisiva con el pasado. La gracia hace de una vida convertida una vida liberada. La gracia no solo nos enseña a renunciar al mal; nos da el poder para vivir vic toriosamente. Tres adverbios describen la acción transformadora positiva de la gracia en tres dimensiones de nuestra exitencia: (1) sophronos (sobriamente), gracia obrando hacia adentro, hacia una re lación correcta con uno mismo; (2) dikaios (justamente), gracia obrando hacia fuera, hacia una relación correc ta con otros; y (3) eusebos (piadosa mente), gracia obrando hacia arriba, hacia una relación correcta con Dios. Estos tres cambios producidos por la gracia incluyen las tres virtudes más altamente apreciadas en la educación griega (dominio propio, justicia y pie dad). El evangelio cumple las aspi raciones más elevadas de las mejores éticas de este mundo. Pero, contraria mente a las filosofías mundanas que buscan dentro de uno mismo el poder, la ética del evangelio busca el poder en Dios. M irar hacia el fu tu ro La tercera acción de la gracia es elevar nuestros corazones para un glorioso futuro. “La bienaventurada esperanza y la manifestación de la gloria” (BC) en nuestro texto son dos sujetos bajo un solo artículo porque se refieren al mis mo evento contemplado desde dos lados. Para los creyentes la segunda venida de Cristo es la consumación de nuestra esperanza (1 Tim. 1:1). Pa ra Cristo mismo esta aparición tan
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esperada marca la culminación de su misión salvífica. La acción transformadora de la gra cia abarca aquí un proceso que va de la gracia a la gloria, de la redención a la santificación, del pasado (vers. 12) al futuro (vers. 13). La frase “quien se dio a sí mismo por nosotros” alude al sacri ficio y el ministerio de Cristo (Heb. 9: 11-14), expresando tanto representa ción como solidaridad. Se mencionan tres acciones prin cipales del ministerio de Cristo en nuestro favor: “redimirnos” de todo mal, “purificarnos” del pecado, y ca pacitarnos y motivarnos para buenas obras. Los resultados del pacto de la humanidad con Dios, desde el éxodo hasta el fin de los tiempos, son siem pre los mismos: redención, purifica ción y constitución de una nueva so ciedad con Dios (Eze. 37:23). Las palabras “redimirnos de toda iniquidad” hacen explícito que el efec to de la gracia no es meramente li beración de la penalidad del pecado,
sino también de su poder y conse cuencias. “Purificar” indica que el blanco de la gracia es la restauración espiritual de los creyentes a la semejanza de Dios, a su amistad y a su servicio. Dios libera a su pueblo del pecado a fin de que él pueda ser su Dios (Éxo. 6:6). La gracia salvadora y que justifica condu ce a la gracia que santifica. La gracia de Dios es el fundamento de toda san tificación. La verdadera conversión incluye el discipulado. El resultado esperado es un “pue blo propio”, peculiar (periousios), “ce loso de buenas obras”. El pueblo re manente de Dios es un pueblo consa grado al Señor, que combina la vigi lancia con las obras. La bienaventura da esperanza los hace velar mientras trabajan hasta que venga el Señor. En realidad, es la gracia divina ex presada en todas nuestras relaciones humanas la que será el testimonio más efectivo de la iglesia en favor del pro pósito salvador del carácter de Dios.
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La misión central de Jesús era dis pensar gracia. La misión central de la iglesia es dispensar gracia. La teología y la ética van juntas. Una compren sión correcta de la voluntad de Dios produce una obediencia coherente a sus mandamientos. Hay una conexión inseparable entre convicción y con ducta, entre fe y hechos, entre creen cia y comportamiento. Los resultados de la caída — peca do, culpa, condenación, temor, ira y una multitud de emociones negati vas, “egocéntricas”— destruyen la belleza con la que fuimos creados y que debíamos exhibir. Pero el poder transformador de la gracia de Dios nos hace finalmente el pueblo mara villoso para lo cual Dios nos creó. Mediante Cristo, transformados por su gracia, nuestro fu turo es brillante. >
Roberto Badenas es director de Educación de la División Euroafricana.