La Carretera De Cormac Mccarthy 1bm45

La carretera de Cormac McCarthy Por Roberto Azcorra Cámara Es un mundo post apocalíptico donde se ignora qué ha sucedido exactamente, pero el planeta es un lugar sin árboles vivos, calcinado, humeante, cubierto por una llovizna permanente de ceniza, nieve sucia, casas saqueadas y bandas de caníbales aterrando a los pocos sobrevivientes. El autor, conocido por la novela No es país para viejos que filmaron los hermanos Cohen y por la cual Javier Bardem se hizo merecedor al Oscar por su actuación, plantea en un marco catastrófico la odisea de un padre y su hijo que han perdido todo, salvo el uno al otro, un revólver con dos balas y un carrito de supermercado con sus pocas pertenencias. La novela, ganadora del Pulitzer en el 2007, es contada en párrafos breves, matizada apenas con los secos y repetitivos diálogos entre padre e hijo, con ciertas remembranzas de un mundo diferente al que viven (sobreviven). El niño, nacido durante la hecatombe, no conoce otro sitio más que ése, sin embargo su bondad e inocencia está ilesa gracias al padre que se consume en la desesperanza y la hambruna, pero que procura leerle y contarle historias para protegerlo de la crueldad reinante. Ningún personaje tiene nombre, tampoco lo necesitan, quizá porque ya no tiene importancia, todo ha sido reinventado de forma atroz. La carretera también es uno de los personajes de la historia, como un gran cadáver donde transitan otros a punto de serlo. McCarthy urde esta historia en dos planos, por un lado en el trayecto donde hombre y niño empujan un carrito sobre una carretera hacia el sur, buscando el océano; por el otro, en el recuerdo de un pasado distinto, menos gris, donde una esposa prefiere la muerte al sufrimiento que se avecina. El inicio de la novela es reveladora: “Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado la mano para tocar al niño que dormía a su lado. Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo. Su mano subía y bajaba al compás de la preciada respiración”. El hombre al despertar, lo primero que hace es asegurarse que su hijo sigue vivo, le ha prometido protegerlo. El niño es lo único que le importa y en su promesa también está implícita la muerte como salvación.

En la memoria del padre se revela una verdad en la advertencia de la esposa: “Debería haberme decidido hace ya tiempo. Cuando quedaban tres balas en la pistola en lugar de dos”. El hombre fue incapaz en esa ocasión y, en su trayecto sobre el maltrecho pavimento, continua cuestionándose si lo sería cuando llegase el momento. Por dentro el hombre se consume, cuestiona a Dios, su ausencia ante este mundo derruido. El autor tiene la pericia para golpear al lector, arteramente, con la ternura del hijo, como un diamante sucio en medio de un basurero. Los diálogos del hombre y el niño son la contraposición de la brutal realidad donde el padre le ha prometido no abandonarlo. A pesar de esta violencia, la novela nos muestra el cariz humano en medio del caos: “Y no nos va a pasar nada malo.” “Desde luego que no.” “Porque nosotros llevamos el fuego.” “Así es. Porque llevamos el fuego.” Este nuevo Prometeo, un niño de diez años, lleva dentro de sí el fuego protector de la humanidad. El padre, lo instruye a sobrevivir en ese nuevo mundo hostil y peligroso, pero por otro lado protege la genuina flama que porta el hijo. La carretera es angustiante, engancha al lector desde el principio, lo empuja a seguir leyendo. En un planeta habitado por unos cuantos, hambrientos y temerosos, la desconfianza es la única forma de vivir un día más. Pero el escritor, desde la bondad intacta del niño, ofrece otra opción. Cormac McCarthy, autor esquivo, alejado de los medios de comunicación, se ha caracterizado en sus novelas por reflejar, sin cortapisas, la realidad y al género humano en su violenta evolución. Esta novela, adaptada también al cine (The Road —El último camino—, 2009), se cuestiona hasta dónde aguantaríamos sin herir a nadie y sobrevivir en los despojos de un planeta destruido por sus propios habitantes. Definitivamente, La carretera, en su prosa desprovista de artificios, objetiva, encuadrada en los hechos de forma distante y esa misma distancia permite conmover al lector, nos muestra lo peor y mejor del ser humano.