Interpretación en Arqueologia Corrientes Actuales, Ian Hodder, Editorial Crítica, 1986 Nueva Arqueologia: Generalizar y enunciar leyes «La arqueología americana o es antropología o no es nada.» el estadounidense Lewis Binford1 y el británico David L. Clarke.2 Aunque la Arqueología procesual ha tenido una gran influencia en todo el mundo, su desarrollo partió de los Estados Unidos en los años 60 y 70, habiendo recibido un importante impulso por parte de muchos arqueólogos latinoamericanos y británicos. Matthew Johnson da, por otra parte, una explicación realmente convincente acerca de por qué la Nueva Arqueología tuvo menos seguidores en Europa. En primer lugar, nos aclara que en las universidades estadounidenses, la disciplina arqueológica suele asociarse a los departamentos de Antropología cultural, donde es importante la base teorética y se aprecia mucho la epistemología; en cambio, en Europa, los arqueólogos son casi todos prehistoriadores asociados a departamentos de Historia, de hecho, la mayoría de los europeos considera que no hay una ruptura clara entre Historia y Prehistoria, sino un proceso continuo y desigual, de ahí la concepción más historicista de la disciplina. En segundo lugar, los arqueólogos americanos son, en su mayoría, de ascendencia europea, y consideran los yacimientos arqueológicos como parte de pueblos ajenos, en este sentido pone un ejemplo muy ilustrativo:
I.- El problema: 1: La cultura material, está constituida de manera significativa 2: Es necesario que el individuo forme parte de la cultura material y el cambio social 3: que pese a la existencia independiente de la arqueología sus vínculos más estrechos los tenía con la historia. - Significados culturales y contexto: donde individuo activo y pasivo juegan un papel muy importante. 1: Relación entre cultura material y sociedad – como se relaciona la cultura material y sociedad2: Las causas del cambio – Que causa el cambio3: La epistemología y la inferencia – como interpretan los arqueólogos el pasadoII.- La Teoría de Sistemas: --materialista y una ley coberturaEstá basada en modelos basado en la ecología y la economía en base a relaciones- leyes predecibles. Corrientes Materialistas: aquellas que deducen o infieren los significados culturales a partir de las relaciones entre la comunidad y su medio. Corrientes idealistas en Arqueologia: Toda corriente que acepte que la existencia de cierto componente de acción humana no predecible en una base material.
Los arqueólogos procesuales defienden que toda investigación arqueológica debe partir de una idea previa que dirija toda la investigación. A partir de ella, se aplica el método científico hipotético-deductivo. Una de las principales críticas que se le hacen a la arqueología procesual es que en una excavación arqueológica no se puede partir de una única premisa inicial preconcebida, pues, cuando se abre una excavación, hay que estar preparado para cualquier cosa. En este sentido, los arqueólogos procesuales tienen mucha fe en los modelos matemáticos y, particularmente en la teoría de sistemas. De hecho, Clarke dedica varios de los capítulos de su libro principal a adaptar esta teoría, con tanto detalle que, muchos de sus colegas han quedado desconcertados ante lo que consideran una aplicación excesiva e innecesaria a causa de su exposición poco familiar y oscurantista. Por ejemplo, Clarke define la cultura humana como un sistema de subsistemas, a saber:
El subsistema social (la trama jerárquica) El subsistema religioso (las creencias y doctrinas) El subsistema psicológico (el inconsciente colectivo) El subsistema económico (las estrategias de subsistencia) y... El subsistema de cultura material (la tecnología y las herramientas)
La teoría de sistemas o teoría general de los sistemas es el estudio interdisciplinario de los sistemas en general. Su propósito es estudiar los principios aplicables a los sistemas en cualquier nivel en todos los campos de la investigación.1 III.- Arqueologia Estructuralista Códigos simbólicos y estructuras de la mente. Donde el sistema ya no es lo único que hay, también existen estructuras mentales a través de las cuales se configura el sistema. El estructuralismo proporciona un método y una teoría para el análisis del significado de la cultura material. Los arqueólogos estructuralistas se han ocupado sobre las funciones de los símbolos. La función es un aspecto importante del significado y su contenido. El estructuralismo aporta a la arqueología la idea de transformación. La cultura material no refleja relaciones sociales, sino una forma subjetiva de ver las relaciones. IV.- Arqueologia, Ideología y practicas Marxistas. Formación Social---Infraestructura (base) Fuerzas Productivas y Relaciones de Producción Medios de Producción y organización de la producción
Superestructura Político Judicial e Ideológica
LA ideología es un aspecto Simbólico Los significados y símbolos culturales se utilizan en las estrategias de poder y negociación de control, pero también forman parte de esas estrategias. El análisis crítico del marxismo nos menciona la importancia del individuo autónomo del quien se han olvidado otras teorías materialistas En la Arqueologia sistémica son las reglas del sistema lo que condiciona y regula al individuo. En el estructuralismo el individuo aparece controlado por universales de la mente humana o por estructuras generales que funcionan fuera de su alcance. En la arqueología marxista son las condiciones materiales o las contradicciones estructurales las que determinan al individuo. V.- Arqueologia e Historia La arqueología tiene que ir hacia atrás para avanzar, tratar de recuperar la historia cultural y un enfoque filosófico coherente. La Nueva Arqueologia señalo a la arqueología de años anteriores de ser normativa, descriptiva, especulativa e inadecuada. Historia del interior de los hechos. Como collingwood Vi. Teorías de Alcance Medio La teoría del nivel medio o teoría de alcance intermedio en arqueología, pone en relación el comportamiento humano y los procesos naturales a los datos arqueológicos. Las investigaciones de nivel medio intentan proporcionar a la arqueología las herramientas necesarias para deducir comportamientos de determinadas sociedades del pasado a partir de los hallazgos arqueológicos. Esta teoría vino derivada de los estudios etnoarqueológicos, de arqueología experimental y de la combinación de estos datos con estudios taxonómicos. Lewis Binford, el principal defensor de esta teoría, llevó a cabo trabajos de campo etnográficos entre los esquimales Nunamiut, los navajos y los aborígenes australianos. Puso a prueba la teoría aplicando la metodología y conceptos arqueológicos para el análisis de la basura contemporánea. Binford desarrolló el concepto de la teoría de nivel medio aplicado en arqueología de la teoría sociológica de nivel medio o teorías de alcance intermedio de Robert K. Merton. La estructura que Binford desarrolló para la teoría de nivel medio tenía cuatro componentes: 1. Documentación de las relaciones causales ente las dinámicas adecuadas y la estática relevante 2. Reconocimiento de patrones señalados en los restos estáticos
3. Conclusión de las dinámicas del pasado a parir de la observación de los patrones señalados en el registro arqueológico 4. Evaluación de las conclusiones. En la opinión de Merton, “la teoría de alcance intermedio nos permite trascender el falso problema de un conflicto teórico entre lo nomotético y lo idiotético, entre lo general y lo totalmente particular, entre la teoría sociológica generalizadora y el historicismo.”5 Una teoría de alcance intermedio es una teoría capaz de explicar parcialmente una gama de diferentes fenómenos sociales, y constituye un tipo simple de teoría en el sentido de que busca dar cuenta del núcleo de la historia causal más que la historia completa. No pretenden explicar todos los fenómenos de interés sociológico y no están fundadas en reduccionismos.2 VII.- Arqueologia Contextual Marcos de Significado Leer la cultura material Todo objeto existe al mismo tiempo en muchas dimensiones significativas, la totalidad de las dimensiones relevantes de variación de cualquier objeto pude identificarse como el contexto de ese objeto y que guardan relación con este. Métodos de identificación y análisis de contextos adecuados para interpretar el significado. VII.- Arqueologia Pos procesual La arqueología postprocesual, arqueología radical o arqueología contextual es un movimiento surgido en Gran Bretaña a partir de los años 80 como reacción contra la arqueología procesual y amparado en la filosofía postmoderna. Los postprocesualistas rechazan el determinismo y la imparcialidad aséptica del procesualismo, argumentando que cada arqueólogo está fuertemente mediatizado por sus experiencias personales y por su entorno, lo que imposibilita un enfoque completamente objetivo de los problemas arqueológicos. Los postprocesualistas han señalado numerosos agujeros en las teorías procesuales, como es el caso de la debilidad en la contrastación de sus hipótesis, el abuso indiscriminado de la Teoría del Nivel Medio como herramienta universal para validar cualquier idea, el fracaso en la aplicación de la Teoría de sistemas recurriendo a parches como la «Caja negra»de Clarke,2 la falta de resultados que demuestren la supuesta superioridad de sus procedimientos (cuando no de sonados fracasos o de ideas peregrinas), el determinismo funcional, la excesiva abstracción de sus trabajos (que a menudo son meros ejercicios teóricos, basados en informaciones de segunda mano) y, sobre todo, el menosprecio del ser humano como individualidad. La Arqueología postprocesual defiende la importancia del individuo, de cada uno de sus actos personales así como la originalidad y singularidad de las culturas que forman («agency»: el libre albedrío o la heurística, opuestos al determinismo procesual: la capacidad de las personas o de las sociedades para tomar decisiones por propia iniciativa, en virtud de sus valores éticos y morales).
TODO ES POSIBLE -UNA ARQUEOLOGÍA CRÍTICA: Ciencia, Ética y Política en la construcción del pasado, Víctor M.
Fernández Martínez, Ed. Crítica 2006 “Este libro está escrito para formar arqueólogos que recuperen mundos perdidos” (p. 20), para devolver a la luz comunidades casi o totalmente invisibles. La primera tarea de una arqueología crítica es “la denuncia de los elementos de la ideología dominante que actúan implícitamente dentro de sus discursos, para luego empezar la construcción de discursos alternativos contrahegemónicos” (p. 86), que permitan escuchar voces que no quedan recogidas en las narraciones sobre el pasado que registran la historia “de los blancos, de los hombres, de los occidentales, del individualismo, de la libertad, de la iniciativa privada, etc.” (p. 19). La arqueología se encuentra situada ante una segunda pérdida de la inocencia. Como otras disciplinas ligadas al terreno de la ideología y de la construcción de “verdades” dotadas de autoridad dentro de nuestras sociedades occidentales, no puede considerarse una ciencia neutral, sino un producto del contexto social e histórico de cada momento. Partiendo de estas premisas, defiende el autor, la política no sólo es necesaria, sino inevitable, desde un punto de vista epistemológico. Son precisamente los aspectos políticos de la arqueología los que se han decidido subrayar en este texto (p. 76) y es ese compromiso con la situación del presente lo que permite dotar a la arqueología de un papel esencial de carácter emancipatorio en la sociedad en la que vivimos, porque el conocimiento es un arma de transformación de la realidad (pp. 14 y 19). Una arqueología crítica. Ciencia, ética y política en la construcción del pasado, pretende ser fiel a las últimas tendencias del movimiento postmoderno en arqueología en las que se entrelazan trabajos que pueden adscribirse a las versiones más recientes de la teoría marxista, feminista y postcolonialista. Es, de hecho, como el propio Víctor Fernández nos recuerda, el primer resumen global que se publica en castellano de la influencia de estas corrientes de pensamiento en arqueología. Si dejamos a un lado obras recientemente publicadas por parte de autores como A. Hernando1, A. González-Ruibal 2 o J. VivesFerrándiz 3, los libros sobre teoría arqueológica son francamente escasos en nuestro país. Hay que remontarse a una obra anterior del propio Víctor Fernández, publicada en Madrid hace ya 17 años (Teoría y método la arqueología), para encontrar un volumen de un autor hispano de temática similar, aunque no deben olvidarse las escasas traducciones de libros esenciales para la disciplina como Interpretación en arqueología, de I. Hodder, que vio la luz en la misma colección de la editorial Crítica que hoy nos presenta la obra que comentamos. El libro se estructura en seis capítulos y una conclusión, aunque el volumen puede dividirse dos partes principales. La primera se dedica a examinar la relación entre la ciencia, la ética y la política, mientras que la segunda es un repaso de algunas corrientes de pensamiento que pueden incluirse dentro de la arqueología postprocesualista. En el primer capítulo introductorio el autor se plantea el conflicto entre verdad y valor, analizando cómo la separación entre el juicio y la religión desde el renacimiento no sólo ha liberado la ciencia de dogmas religiosos y normas morales, sino que le ha proporcionado una posición de cierta superioridad respecto a la ética.
La ciencia se ha encontrado ante la paradoja de que la moral específica de la disciplina implica una pretendida neutralidad moral. Los científicos aparecen ante la sociedad como individuos capaces de desvelar la verdad, considerada como una propiedad objetiva de la realidad, dejando a un lado tanto la ética como la política, que se perciben como manifestaciones sujetas a la esfera de la ideología. Distintos investigadores han demostrado que los límites entre ciencia, ética y política son mucho más difusos de lo que suele aceptarse, lo que lleva al autor a sugerir que una de las tareas más importantes de una arqueología crítica es demostrar la falsa existencia de una realidad de carácter objetivo estudiada por científicos desprovistos de cualquier sesgo ideológico. A lo largo del segundo capítulo Víctor Fernández nos propone un recorrido sobre los orígenes de la ciencia moderna, el positivismo y algunos de los dilemas morales planteados a los científicos en la actualidad, como la delimitación de las diferencias entre ciencia, pseudociencia y “racionalidades no occidentales”. Se repasan también, de forma somera, distintas fórmulas de acumulación de poder dentro del mundo científico y los métodos que emplean los investigadores para afianzar su autoridad en el contexto de una economía de bienes simbólicos (descrita por P. Bourdieu) en el que el precio económico de dichos bienes permanece oculto, sin olvidar otros aspectos, como las dificultades para generar publicaciones originales, cuando cada una de ellas debe basarse en trabajos publicados con anterioridad o la presión de publicar tanto como sea posible para acrecentar –a veces de forma artificial– la longitud de los curricula. Como contraposición, desde posiciones postmodernas se defiende que tanto la ciencia como las verdades que genera son productos construidos en el seno de sociedades concretas. El problema al que nos enfrentamos, como ya avanzó M. Foucault, no es tanto saber distinguir entre la verdad y su opuesto a través de la ciencia, sino entender cómo se genera la verdad en una sociedad y en un momento concreto y lo que la distingue de la mentira. A continuación, en el capítulo 3, se analizan distintas cuestiones que afectan a la ética en la práctica de la antropología y la arqueología, incluyendo desde los intentos de superación de las raíces coloniales de ambas disciplinas a través del compromiso con las comunidades en las cuales se trabaja, hasta la redacción de una serie códigos deontológicos en distintos países. En la segunda parte del libro se discuten de forma separada cuestiones relacionadas con la arqueología feminista, poscolonialista y marxista, si bien esta última recibe mayor atención, tanto en número de páginas como en la profundidad con la que se analizan diferentes aspectos, algo por otra parte lógico, teniendo en cuenta el compromiso del autor con la corriente postmarxista. En el capítulo 4, titulado precisamente “Arqueología y Marxismo”, Víctor Fernández reflexiona sobre las propuestas de autores tan influyentes como Gramsci, L. Althusser, S. Zizek o Laclau y critica no sólo el funcionalismo y el evolucionismo, sino también algunos aspectos de la aplicación del marxismo clásico al estudio de las sociedades del pasado, para detenerse luego en lo que se suele llamar “arqueología del capitalismo” o arqueología industrial y en las aportaciones de la arqueología marxista latinoamericana.
También el apartado dedicado a la relación entre arqueología y feminismo (capítulo 5) se inicia con una introducción sobre el pensamiento feminista contemporáneo, para derivar a continuación la discusión hacia el concepto de género aplicado en antropología y arqueología y a la influencia en estas corrientes de los debates postmodernos sobre cómo se forjan en las comunidades humanas las características atribuidas a mujeres y hombres, demostrando que en el fondo el sexo, como otras facetas de la identidad individual, son elementos que se construyen en el marco de una sociedad dada. Este apartado se cierra con una revisión de algunos ejemplos de la aplicación de las teorías feministas a la investigación sobre el pasado y al papel desempeñado por las profesionales dentro distintas instituciones relacionadas con la arqueología. Finalmente, en el capítulo 6, titulado “Arqueología, postcolonialismo y multiculturalismo”, se resumen algunos aspectos de la obra de E. Said, G. Spivak, H. Bhabha y F. Fanon, sin olvidar la influencia que tuvo en ellos el trabajo precursor de M. Foucault o J. Derrida. En las páginas siguientes se mencionan una serie de trabajos arqueológicos y etnoarqueológicos que se han enfrentado al descubrimiento del ‘otro’, sea éste un grupo nativo contemporáneo o una población del pasado. Todo ello se entremezcla con cuestiones tan importantes como la disputa entre comunidades nativas y arqueólogos por el derecho a ‘poseer’ el pasado o el estrecho vínculo que existe -desde los orígenes de la historia de nuestra disciplina- entre descripciones ‘esencialistas’ de pueblos de la antigüedad y nacionalismos contemporáneos. “Cómo oí decir a Umberto Eco en una entrevista”, recuerda V. Fernández, “todos confiamos en que aquello que no podemos leer esté repetido en los libros o artículos a los que sí tenemos .” (p. 40-41). Una arqueología crítica es, precisamente, además de un libro valiente y comprometido, una obra muy valiosa como elemento de difusión en nuestro país de las últimas corrientes de pensamiento en nuestro campo de estudio, aunque posiblemente se eche en falta alguna referencia a las publicaciones más recientes de autores como I. Hodder, C. Tilley, M. Rowlands o M. Shanks, por citar únicamente algunos nombres. Quizá hubiese sido deseable asimismo encontrar –especialmente en el capítulo segundo donde se estudia la interrelación entre ciencia, ética y política- alguna alusión a la hegemonía de las posturas más cercanas al positivismo en la arqueología española. No se puede negar, en cualquier caso, la contribución del autor al apasionante debate abierto sobre distintas formas de pensar la realidad que, finalmente, ha encontrado también un espacio dentro de la arqueología. El primer punto que me gustaría analizar con más detenimiento es la aclaración que el profesor Fernández hace del concepto de postmodernismo. En muchos ámbitos, y sobre todo desde los sectores más reaccionarios de la Arqueología, se ha criticado el excesivo relativismo al que lleva el postmodernismo, lo cual dejaría la investigación en un callejón sin salida. Se basaban en afirmaciones como que el postmodernismo niega la realidad. Sin embargo, lo que hace es advertir diferentes realidades para un mismo hecho dependiendo del observador y eso en sí mismo no deja de ser una realidad. Más allá, el postmodernismo crítico sitúa al observador en su contexto social (posiciones del sujeto), dotando de contenido crítico las diferentes realidades que pone de manifiesto. En definitiva, la misión fundamental del postmodernismo es poner la
nota de atención sobre todo aquello que la filosofía tradicional había obviado, en ocasiones de forma equivocada. Los capítulos dedicados a las Arqueologías Críticas hacen un repaso de su desarrollo y sus principales planteamientos. La Arqueología marxista es tal vez la que tiene un tratamiento más cuidado, con especial atención al concepto de resistencia. De ahí, la arqueología del capitalismo o la arqueología social latinoamericana, que responden a la necesidad de una arqueología que no atienda solo a las elites, a través de rasgos de resistencia en el registro material, de no centrarse sólo en los elementos de prestigio, etc. La Arqueología feminista, representa otro de los atractivos de los últimos años a través de los estudios de género. Aquí el punto fuerte es un análisis a favor de un feminismo coherente, de una arqueología del género, sin excesos, pues la esencia de una arqueología crítica pasa por darle la voz a quien no la tenía, no por quitársela a los demás. Por último, trata el Postcolonialismo y el Multiculturalismo, un tema mucho más delicado y que podría dar lugar a una ingente literatura, al entroncar con problemas tan actuales como el nacionalismo o la etnicidad. Pero antes de concluir esta reseña, me gustaría detenerme especialmente en el que es tal vez el punto débil del libro, a la vez que uno de los más interesantes. La Ética en Arqueología. No estoy en desacuerdo con nada de lo expuesto y de hecho, me parece un repaso bastante correcto de la poca ética de trabajo que nuestro colectivo ha tenido y tiene. La flaqueza de este punto está en lo que no aparece escrito. Es obvio que un arqueólogo jamás será objetivo en sus interpretaciones, desde el momento en que lo que hacemos son precisamente eso, interpretaciones. Pero la Ciencia, la Ética y la Política, nos tocan incluso antes de interpretar y tal vez de un modo mucho más peligroso. Principalmente me refiero a Ética y Política. La Arqueología ha cambiado mucho en los últimos años y una parte muy importante de ese cambio ha venido a través de los diferentes modelos de gestión patrimonial que se han venido aplicando dentro y fuera de España. Si nos centramos en nuestro país (sin ser el único caso), la “profesionalización” de la arqueología derivada de las leyes de patrimonio, ha dejado abierta una vía de debate en torno a las implicaciones económicas y políticas de la Arqueología, que van ligadas a la necesidad no sólo de esos códigos éticos que se mencionan, sino también de un control serio y una regulación de la actividad. Desde el momento en que la Arqueología se convierte en empresa entran en juego intereses económicos tanto para los arqueólogos como para quienes los tienen que “sufrir” en mayor medida, los constructores. La obligación de pagar todas las intervenciones arqueológicas que se deriven de una obra, sumado al tiempo que esa obra permanece parada, han creado un mito contra el mundo de la Arqueología por parte del sector de la construcción, que no sólo pone en peligro al patrimonio, sino que además fomenta la mala praxis de determinados individuos (arqueólogos). Esto se añade a las implicaciones políticas que muchas veces tiene y que se acentúan con cuestiones de identidad nacional en territorios donde las intervenciones de urgencia están sacando a la luz un pasado que no se corresponde con el discurso clásico nacionalista. Éstos no son los únicos problemas ni las únicas reflexiones que se pueden obtener de aquí, es tan sólo una
muestra de hasta dónde llega la importancia de una Arqueología Crítica. Para terminar, me gustaría hacer un último apunte. Publicar es hacer algo público. Algo que en el caso de la Arqueología ya es público antes incluso de que lo conozcamos. Así, la propiedad intelectual de los resultados puede demandarla el arqueólogo, pero los resultados son de todos y por tanto el arqueólogo está obligado a hacerlos públicos con la mayor brevedad y el mayor rigor posible. Hoy esto se materializa en forma de una memoria que se debe entregar a la istración, pero sigue faltando un paso fundamental, la sociedad. Y sin entrar en más debates, no puedo menos que recomendar la lectura de éste libro a todo aquel que le guste la Teoría y en definitiva a todo aquel que le guste la Arqueología. Ayuda a pensar y a ser consciente de muchas de nuestras carencias.
Poscolonialismo El poscolonialismo, también conocido como teoría poscolonial, trata de un conjunto de teorías que lidian con el legado de la colonización española y portuguesa desde el siglo XVI hasta el XIX, o con la británica y sa durante el siglo XIX. Como teoría literaria, o postura crítica, trata la literatura producida en países que fueron o son aún colonias de otros países. También analiza los efectos del conocimiento producido en los países colonizadores sobre los países colonizados, o sus habitantes. La teoría poscolonial formó parte de las herramientas críticas de los años 1980. Esta trata muchos aspectos de las sociedades que han sufrido el colonialismo: el dilema de constituir una identidad nacional al despertar del yugo colonial, la manera en la que los escritores de países colonizados intentan articularse e incluso celebrar sus identidades culturales y reclamarlas a los colonizadores, los modos en que el conocimiento de los países colonizadores ha coadyuvado a elaborar una determinada subjetividad en los colonizadores (la perpetuación de las imágenes de los colonizados como seres inferiores), pero también el modo en que ese conocimiento ha generado también revueltas anticoloniales. Multiculturalismo es un término polisémico que está sujeto a diversos espacios y a veces contradictorias interpretaciones. En su sentido meramente descriptivo designa la coexistencia de diferentes culturas en una misma entidad política territorial, pero puede tener un sentido prescriptivo o normativo y designar diferentes políticas. El posmarxismo explora en las distintas interpretaciones de la tradición marxista; se propone una teoría de lo social como constituido discursivamente, lo que no significaría una reducción idealista de lo social y material al lenguaje o al pensamiento. Se considera a su teoría realista y materialista, y en cierta relación de continuidad y superación respecto del materialismo histórico de Karl Marx, con el que se propone la existencia independiente del hombre, de "un mundo exterior al pensamiento". Pero, también con Marx y gran parte de la filosofía contemporánea, rechazan todo dualismo o "esencialismo" que implique la incomunicación entre hombre y mundo, sujeto y objeto, discurso y realidad. El posmarxismo es, sin embargo, una revisión del pensamiento marxista y no su actualización. De hecho, en algunos aspectos corre en una dirección opuesta como, por ejemplo, la superposición de lo político frente a la importancia que tuvo lo científico para gran parte del marxismo clásico. La críticas a esta corriente, que tiene entre sus mayores representantes a Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, está justamente en la desconexión con áreas centrales de lo que fue el marxismo clásico. Algunas de estas son:
Renuncia a la idea de totalidad, presente en el marxismo estructural
Fin de la superposición del conflicto de clases sobre otros conflictos. Se atiende así a las luchas de género, étnicas, culturales, etc.
Promoción de la apertura de las sociedades civiles y defensa de la teoría democrática como valor universal.
Con la crítica a la ideología, también se promueve el valor de la multitud. Algunos identifican gran parte de estas tesis con la deconstrucción de Jacques Derrida. Significa un enlace con las transformaciones múltiples que afectan a la llamada sociedad posmoderna y cuyo aspecto más visible es la globalización y la sociedad del riesgo.