P. M. Martínez
Triple vida
Triple vida P. M. Martínez
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© P. M. Martínez, 2018
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universodeletras.com
Primera edición: agosto, 2018
ISBN: 9788417435233 ISBN eBook: 9788417435899
Prólogo
Después de varias semanas sin verse, llegó el día en que Cristy y Diana se volverían a encontrar para comer juntas. Cuando concluyó la reunión de trabajo a la que había asistido Diana con su jefe, las comisiones estaban claras y todo era cosa de empezar el proyecto, una labor que terminaría siendo un rotundo éxito como todo lo que Diana solía emprender. Era una mujer talentosa para los negocios y las finanzas, inteligente, muy competente y responsable dentro del trabajo pero en su vida personal la historia parecía no encajar con la imagen profesional que ella representaba de un modo tan magistral que nadie podría dudar que se trataba de una persona autorrealizada. Ese día Diana tenía que dar una conferencia importante en el Centro de Convenciones de la ciudad de Morelia, era sobre las nuevas estrategias para un exitoso desempeño en la bolsa de valores nacional, además de que aprovecharía para promover su nuevo libro sobre finanzas titulado «el lado light de la bolsa» pero antes debía acudir a la cita que tenía con su amiga de toda la vida. Despidiéndose de los empresarios y pensando en éstos compromisos, Diana salió de la sala de juntas para dirigirse a su porshe para meter su portafolio y sacar una pequeña bolsa de viaje con la que se encaminaría directamente al tocador de damas para cambiar su atuendo ya que la comida era informal y los trajes sastres no resultaban ser tan cómodos para ese tipo de situaciones. Habiéndose desembarazado de la formalidad del vestir, sacó su celular de la bolsa de mano y marcó el número de Cristy quien luego de varios tonos contestó: —Hola amiga, ¿ya estás libre? —Hola Cris, si, acabo de terminar la reunión y ya casi son las dos de la tarde, dime a dónde paso por ti para ir a comer —su voz denotaba un dejo de entusiasmo que se esforzaba por disimular. Cris había sido su amiga desde que eran pequeñas, vivían en la misma colonia en Tequisquiapan, habían asistido a las mismas escuelas, jugaban toda las tardes que podían y acudían a los mismos centros a tomar varias clases que si bien no siempre eran las mismas, también es justo mencionar que las llevaban y traían juntas de modo que resultaban ser inseparables y los únicos momentos que
dejaban de verse era durante las horas de sueño, cuando iban al baño y cuando alguna de ellas salía de vacaciones y no era posible que cargaran una con la otra de modo que tenían que asimilar el alejamiento temporal que debía de haber entre ellas y que eso significaba un extrañamiento que para ambas resultaba ser eterno. A pesar de ello, habían estudiado diferentes carreras en diferentes universidades pero siempre en la misma ciudad: Morelia de tal forma que su amistad era muy profunda, sincera y parecía haber una fusión de las dos como si se tratara de hermanas gemelas. —Te espero antes de llegar a la facultad de odontología, estacionas tu carro y nos vamos caminando ¿va? —dijo apresuradamente Cris. —¿No queda muy lejos el lugar donde comeremos? —quiso saber Diana. —No, pero te advierto que no es un restaurant de lujo, ni un lugar de comida rápida como los que acostumbras, es un lugar sencillo para gente sin dinero — advirtió muy seriamente Cris. —Bien sabes que no hay problema por eso, lo importante es la compañía, entonces te veo en unos veinte minutos ¿de acuerdo? — confirmó Diana. —Te espero afuera de odontología —contestó Cris. En el momento justo en que la conversación con Cris finalizaba y se disponía a guardar el celular en su bolsa de mano, Diana llegaba a su carro cuando una voz a su espalda la llamó tomándola por sorpresa. —Diana, ¿dónde comerás? —dijo la voz masculina de su jefe el dueño de la empresa donde ella trabajaba que involuntariamente se había retrasado al quedarse hablando con uno de los asistentes a la reunión. Es necesario mencionar que su jefe siempre había sentido cierta iración y deseo por Diana a grado tal que siempre se mantenía al acecho con la esperanza de que en algún momento ella bajara la guardia y él pudiera entrar en acción. Diana volteo y descubrió que se trataba de Ricardo Garza, así se llamaba su jefe desde hacía varios años. —Sr. Garza, es usted, no lo esperaba —dijo con un tono de sorpresa mientras Ricardo dejaba asomar su mejor sonrisa— la verdad no tengo idea porque una amiga que vive aquí me invito a comer y ya acepté, de hecho me está esperando
—contestó Diana con total seguridad y en un tono cortante como si pretendiera no dejarle abierta la puerta para que insistiera en su insinuante invitación a comer. —¡Qué lástima! Esperaba que pudiéramos comer juntos para conversar un poco sobre la reunión y algunas otras cosas que urge ajustemos para no retrasarnos en las fechas estipuladas para terminar con los proyectos a tiempo y así poder ver las ganancias esperadas al menor plazo posible — Ricardo trataba de poner un toque de misterio en sus palabras al mismo tiempo que pretendía darse a sí mismo demasiada importancia por sus conocimientos sobre la materia, aunque en realidad dejara mucho que desear en ese rubro. —Le agradezco mucho la invitación Señor pero francamente considero que la reunión concluyó en muy buenos términos y no hay mucho de qué hablar al respecto, en cuanto a los otros asuntos que usted menciona, ya estoy trabajando en ello, solo es necesario esperar un poco de tiempo para que las piezas se vayan acomodando por lo demás, no se preocupe que yo le prometo que todo saldrá bien, a menos que tenga alguna queja sobre mi trabajo en la empresa o… desconfié de mí —dijo Diana haciendo uso de su característico tono de voz sugestivo que abría la curiosidad de sus receptores con más facilidad de la que lograba imaginar —No, para nada, no tengo queja alguna sobre tu trabajo, — tuvo que reconocer Ricardo — pero estaba pensando, quizás, sería bueno que nos conociéramos mejor, digo porque así tú podrías tomar decisiones en cualquier reunión sabiendo que cuentas con mi apoyo incondicional, aunque de sobra sabes que lo tienes pero, con el tiempo podrías hacerlo pensando en que eres la dueña de la empresa — mientras decía esto, Ricardo se acercaba más a Diana hasta quedar a solo unos cuantos centímetros de ella y apoyando su brazo derecho sobre el toldo del carro de ella — ¿qué te parece la idea? Suena bien ¿no? —Muchas gracias por su buena voluntad pero no creo que sea necesario porque de hecho usted ha podido ver las decisiones que tomo y tal como lo manifiesta, tengo la firme convicción de que cuento con todo su apoyo ¿no es así? — hizo una breve pausa antes de continuar — el cual le agradezco, y en caso contrario dígamelo por favor para no tomarme atribuciones que aún no me he ganado — contestó firmemente Diana. —No, nada de eso, sabes que cuentas con mi apoyo incondicional en todo lo que
representó en el mundo empresarial pero… — iba a continuar cuando Diana lo interrumpió para decir. —Si es así, entonces no hay más que hablar, le agradezco su amable invitación, espero que tenga un buen provecho y una excelente tarde; lo veo mañana en la oficina a las 10:00 a.m., para presentarle el inicio del plan de acción para este nuevo proyecto que acaba de negociar con la empresa y en cuanto lo apruebe empezamos a trabajar en ello, pero eso ya se verá en su momento en su oficina, por lo pronto, lo dejo señor. ¡Que pase buena tarde! — y antes de que Ricardo pudiera articular una sola palabra, Diana abrió la puerta del carro, se subió en un movimiento elegantemente rápido, lo encendió y se preparó para meter la reversa —Gracias Diana, igualmente —contestó Ricardo viendo que sus esfuerzos, como siempre, habían sido inútiles, lo único que le quedo fue tocar la ventana de su auto para decir — ¡un asunto más! ¿te molestaría mucho si acaso pudiera asistir a la conferencia que darás esta tarde en el centro de convenciones?, me gustaría ir a escuchar algunas de las teorías y estrategias que sueles inventar para resolver los problemas empresariales con tanta eficiencia y efectividad — esta vez el tono de voz de Ricardo trataba de mostrar algo de interés por el tema pero no dejaba de escucharse un dejo de arrastrada frustración por este nuevo fracaso. —Me encantaría verlo por ahí aunque no creo que haya algo nuevo que descubrir, al menos no para usted. —contestó Diana con indiferencia. Ricardo Garza era un empresario con más suerte que astucia y el éxito de su empresa se debía en menor medida a su intuición para los negocios y en mayor parte a las capacidades de Diana que tanto explotaba con el único objetivo de mantenerse en la cúspide del éxito profesional, y era por esto último que toleraba los desplantes de Diana y no se atrevía a forzar la relación que había entre ellos porque de sobra conocía lo aferradamente terca que solía ser ella y donde en una de esas decidiera renunciar… y con la popularidad que disfrutaba en el mundo empresarial y financiero a nivel regional, lo menos que podía esperar era que alguna empresa de la competencia la contratará y bajo tales circunstancias lo único que le quedaría sería la ruina económica, más importante aún, sería lo moral porque entonces todos sabrían que su éxito no era precisamente suyo, hecho que su soberbia y vanidad no le permitirían reconocer. En vista de semejante situación no le quedaba más remedio que dirigir sus pasos hacia el volvo que esperaba pacientemente estacionado algunos metros más cerca de la
salida para ir a comer al restaurant «Apple» donde su secretaria le había hecho una reservación para dos personas sólo que, una vez más, como en otras tantas ocasiones, comería en compañía de cualquier otra persona que hubiera asistido a la reunión que acababa de concluir o bien, terminaría aceptando la invitación del anfitrión de la empresa donde se había celebrado la misma, cualquiera de las dos cosas que ocurriera primero le daba igual, el hecho es que no comería con Diana y punto final, lo demás era parte de la rutina. Cabe mencionar que en ambas situaciones significaba continuar hablando de negocios y francamente su estado de ánimo ya no estaba para seguir con la misma historia, su cerebro pedía un receso a gritos por lo que empezó a ver la posibilidad de ir a comer solo para más tarde decidir si realmente valía la pena asistir a la conferencia de Diana o terminar por iniciar el regreso a Querétaro donde estaba su lugar de trabajo, su residencia y donde seguramente lo estarían esperando su esposa y sus hijos. Sus pensamientos lo tenían hecho una perfecta revoltura de sentimientos y emociones, por un lado, quería ser él quien hiciera de Diana lo que quisiera y eso incluía mandarla al diablo cuándo y cómo quisiera pero a fin de cuentas era ella quien le acababa de dar la «patada» en el trasero siendo esto más que suficiente por ese día, sin embargo por otro lado, estaba la casi hipnótica atracción que sentía hacia esa mujer y la opción de estarla contemplando de frente durante la conferencia y no precisamente a su lado, tal como solía ser en la mayoría de las reuniones, lo hacían dudar entre ir o no ir a la conferencia, después de todo ella tenía razón, el tema de la conferencia no tenía secreto alguno para él puesto que en el desempeño de sus funciones dentro de la empresa, siempre tenía algo que mostrar y enseñar tanto a los demás integrantes de la empresa como a quienes asistían a las reuniones. Definitivamente esa era una decisión que debería de razonar y concluir durante la comida ya que después de terminada, habría que ejecutar la decisión tomada. Mientras todo esto pasaba por la cabeza de Ricardo, Diana manejaba en dirección al punto de reunión donde había acordado que se vería con Cristy; estaba feliz de poder tomarse un respiro del trabajo pero más aún de ver a su amiga, sin embargo, su situación personal no le permitía dejar de lado la enorme tristeza que amenazaba a cada instante su interior con seguir desgarrando su alma. Diana cargaba un problema que pertenecía a su vida personal, era una situación que la atormentaba y asfixiaba hasta lo más profundo de su ser, se trataba del inmenso dolor que le causaba el tener que vivir alejada de su hijo Anthony, de quien por cierto nadie sabía de su existencia incluso ni su propia madre, era un secreto que había sabido guardar celosamente para evitar ser
lastimada, porque además significaba un total rechazo por parte de su familia no obstante, estaba dispuesta a enfrentar al mundo entero si acaso era necesario, a cualquier persona o situación llegado el momento, lo que fuera, menos a James Scotland.
Capítulo I
Después de que Diana concluyera sus estudios en la universidad, sus calificaciones fueron lo suficientemente buenas como para graduarse con honores y al mismo tiempo conseguir la titulación por promedio, ese era el primero de los grandes éxitos que cosecharía a lo largo de su vida y la piedra en el zapato que sería la causa de su eterna depresión, porque así como todo tiene un precio, en su momento, la vida le cobro con creces ese logro. La universidad, como premio por su esfuerzo académico le consiguió una beca para estudiar en la Geneva Business School de Zuiza el posgrado de Master of Science Degree in Finance. Fue en este lugar donde, en un congreso organizado por el departamento de finanzas de ese país, conoció a James Scotland, un corredor de bolsa británico conocido en dicho medio como excelente de finanzas y miembro del club de accionistas de la bolsa de valores de Londres, además de pertenecer al equipo que se encargaba de asesorar los movimientos del Banco Internacional, todo un personaje de éxito que tenía mucho conocimiento para dar y regalar, la cúspide de la astucia a donde cualquier mujer estaría dispuesta a dar lo que fuera para poder escalar ese «Everest» recubierto de seguridad, arrogancia, lujos y dinero que hábilmente escondía su carencia de sentimientos. Desde que se conocieron visualmente, la atención de James se mantuvo lo suficientemente cerca de ella como para dar inicio con una simple amistad, misma que para Diana significaba la oportunidad de aprender mucho más de lo que la universidad podría proporcionarle, eso sin mencionar el hecho de que la estaba introduciendo en un mundo que para Diana, era desconocido pero que si abría bien los ojos, la sumergiría en el espacio justo entre el corazón y la médula, un lugar privilegiado para vivir intensamente las emociones producto de los razonamientos propios del manejo económico del mundo entero. Aceptar la invitación de James a conocerlo significaba asegurar su éxito profesional y personal, porque además era un hombre apuesto de tez blanca, sus ojos cafés claros, labios rosa tenue, delgados pero sumamente provocadores, su barba lampiña contrastaba con la abundancia de su cabello lacio y medianamente corto; sus manos finas y carnosas hacían juego con su complexión robusta sin que por ello podamos decir que estaba pasado de peso, más bien estaba en el
punto justo para lograr llamar la atención de cualquier mujer y máxime si a esto le agregamos el valor económico que en esos momentos había en cada uno de los diferentes departamentos de su cartera. James resultaba ser el cuerno de la abundancia en cuerpo y alma, por lo menos hasta ese punto, el tiempo le enseñaría a Diana que su mayor defecto era ese: carecer de un alma y un corazón. Conforme pasaban los días, la relación empezó a ser cada vez más estrecha de modo que le ayudaba proporcionándole información que pudiera ser de utilidad para desarrollar sus proyectos académicos. A través de las enseñanzas que le daba al transmitirle sus conocimientos, contribuía a que ella desarrollará sus propias estrategias financieras. Puso todos sus esfuerzos para hacer que Diana aprendiera lo más que fuera posible sobre las cuestiones de negocios y principalmente en términos financieros. James estaba impresionado con Diana y, sin darse cuenta, se enamoró de ella perdidamente de tal modo que deseaba casarse con ella, la diferencia de edades no era mayor a 6 años y en realidad eso no era importante para él sin embargo, Diana se negaba porque tenía la impresión que eso de que la chica pobre se casará con el rico y eran felices para siempre no era más que un cuento de hadas y que James solo quería jugar con ella, estaba segura que sería un hombre sumamente asediado por las mujeres y fue por ello que siempre se negó a formar un hogar al lado de él; la inseguridad que Diana tenía la llevaba a imaginar que lo estaba compartiendo con alguien más lo que le impedía aceptar la propuesta de James. No obstante ella también deseaba estar con él y fue así como al paso de los meses Diana se mudo al chalet que tenía James en Suiza. La relación llegó hasta la intimidad más profunda, ella sabía todo de él y viceversa, sus estudios y su vida social en Europa estaban siendo todo un éxito mucho más de lo que ella pudiera imaginarse, de modo que su cerebro se embriago con tantos detalles, éxitos, delicias, lujos y demás cosas que la llevaron de la mano a perder la prudencia cegando totalmente su confianza para dejar que James hiciera cuanto le viniera en gana con ella en todos los terrenos: personal, sexual, afectivo pero principalmente en lo profesional. Diana estaba encantada, no podía dejar de vivir intensamente cada segundo de su vida, todo era perfecto, mucho mejor que en un sueño, un sueño del que no quería despertar jamás. Cuando hablaba vía telefónica con su familia, les decía que estaba aprendiendo mucho, que la vida le estaba sonriendo y que su sueño se había hecho realidad, les hablaba de un hombre al que había conocido pero que no era tan importante, al menos no como en realidad lo estaba siendo, no quería que sus padres
pensaran más allá de lo que convenía. Un día llegó James de un viaje que había hecho a Londres y le informó: —Amor, ha sido una excelente semana de negocios en el Banco, me siento orgullosamente satisfecho de mi desempeño y más aún de los resultados. — su voz era entusiasta, animada. —Si tú estabas a cargo del proyecto financiero, tal como me dijiste la semana pasada, no podía ser de otra manera —contestó Diana en un tono sensualmente provocativo mientras se acercaba a él para recibirlo con un abrazo y su correspondiente beso. —Ya solo me hace falta pasar la prueba de mentor educativo —hizo una pequeña pausa para regresar el beso que ella le había dado inicialmente— necesito aplicarte una prueba que me diga qué tan buen maestro he sido contigo. —Tú dirás —dijo Diana. —Para ello te quiero dar un regalo —dijo James con un tono más indiferente. —¿De qué se trata cariño? —preguntó curiosamente Diana. —El lunes te abriré una cuenta bancaria que será independiente de las mías, la cantidad será la mínima y tú te encargarás de hacerla crecer a través de los movimientos que decidas hacer en la bolsa de valores de modo que en dos años más, cuando concluyas con tus estudios deberás de tener una cantidad más sólida. —¿De verdad?, no, no te creo, seguro que me estás bromeando, ¿por qué ibas a hacer eso? —dijo Diana tratando de contener la emoción que le había provocado la noticia. —Para nada amor, creo que ya es hora de ver qué tan bien has aprendido el juego de la bolsa — diciendo esto la tomó en sus brazos para volver a besarla suave pero muy apasionadamente. Fue en esa ocasión cuando Diana besó el paraíso sin siquiera verlo, pero ¿Quién quería verlo?, todo era hermoso, su realización académica y profesional estaba a punto de verse coronada por los deseos pasionalmente personales de James, si,
de James, del mejor ejecutivo que había en el Banco Internacional, no había nadie como él, al menos así lo creía Diana. Esa tarde tuvo la mejor experiencia en términos sexuales, había llegado al único y mejor orgasmo del mundo, estaba plena, lo único que hacía falta era su realización como madre, pero esa parte podía esperar un tiempo e incluso podía no darse jamás, aunque si llegaba a existir estaría bien que fuera al lado de James. Concluido el episodio sexual, Diana cometió el error de mencionarle a James que su realización profesional, personal y como mujer estaban completas gracias a él, que solo hacía falta un hijo para que pudiera realizarse como madre, pero que en realidad en ese momento no hacía falta. No hubo terminado de respirar cuando James la alejó de su lado y le dijo: —¿Estás loca?, ¿qué tienes en la cabeza?, ¿cómo me hablas a mí de un hijo?, entiéndelo de una buena vez y espero que te estés cuidando porque yo no puedo tener un hijo, eso arruinaría mi imagen, además es un gasto, una responsabilidad que no quiero tener y mucho menos si eso significa que deformarás tu cuerpo y renunciaremos a nuestra vida social, además de que las embarazadas se ponen horribles, ni ganas de acercarse a ellas — su tono era agresivo. Diana jamás lo había visto así. Después de haber dicho esto salió de la cama se ducho y salió sólo a tomar unos tragos. El sentimiento que albergó Diana al escucharlo la dejo desolada y más porque ella sabía que desde que habían empezado a tener relaciones sexuales se había cuidado una o dos veces pero no más lo que dejaba la puerta abierta a esa posibilidad y el saber que no contaba con el apoyo de James la hacían sentirse como una prostituta cualquiera. Fue entonces cuando alcanzó a vislumbrar el futuro que tendría si conseguía poner en práctica lo aprendido y sobre todo si James no se arrepentía de abrir esa cuenta que le había comentado y desde luego, si no lo arruinaba con un embarazo no planeado. Después de llorar un rato, salió de la cama, se ducho y calentó algo para comer rápido con la intención de acostarse antes de que James regresará, no quería volver a vivir la escena, sabía que cuando se enojaba le costaba varios días hacer a un lado el coraje, al menos así se lo habían comentado su secretario y asistente personal. Más tarde regresó James y al verla en la cama a punto de acostarse la sorprendió por la espalda dándole un muy apretado abrazo al tiempo que empezaba a besarle el cuello, deslizando la tela del camisón para tocar con sus labios sus hombros, la espalda a la vez que una de sus manos buscaba suave y sutilmente
uno de sus senos firmes al tiempo que la otra mano empezaba a acariciarle la entrepierna haciéndola sentir una vez más la mujer más deseada aunque por dentro, no podía alejar de su mente la expresión agresivamente satánica que había puesto James al mencionar la posibilidad de un hijo. Las caricias de James iban subiendo el tono de las sensaciones que estaba percibiendo de modo que se dejo llevar por el hombre tomado que estaba a su espalda quitando su ropa para volver a hacerle el amor como si fuese la última vez que lo hacía, sí eso era lo único que debía de hacer, dejarse hacer al antojo de su amante sin volver a pronunciar el tema del hijo y de ese modo podría evitarse un momento sumamente amargo al que por cierto no estaba acostumbrada y tampoco quería hacerlo; los labios de James estaban jugando con sus pechos de tal forma que Diana fue arrancada de sus pensamientos para disfrutar intensamente de aquel momento de suma intimidad con el hombre que consideraba era muy semejante a un dios que la conducía placenteramente hasta el paraíso que solo los verdaderos amantes son capaces de conocer, lo que sucediera fuera de esa habitación resultaban ser banalidades propias del mundo terrenal al que ella sentía que no pertenecía cuando estaba entre los brazos de James. La vida de Diana siguió siendo la misma durante las siguientes semanas, con trabajos, exámenes, conferencias con ponentes importantes en materia financiera, eventos sociales a los que solía acompañar a James sin que por ello descuidará el complacer a su hombre en la cama o donde a él se le antojara tomarla solo para recordarle las maravillas del paraíso que había a su lado. Todo transcurría de manera normal hasta que un día, revisando el calendario, se percató que tenía casi tres meses que no padecía las molestias propias de su periodo. En un primer instante le confortó el no tener que sufrir los terribles cólicos pero un segundo después recapacitó lo suficiente para descubrir que de hecho no había tenido ningún período en los últimos casi tres meses y eso era síntoma de…. No, había que ir a comprar una prueba de embarazo, hacer un estudio clínico, ir al médico o cualquier cosa con tal de encontrar una explicación a semejante situación. Salió inmediatamente en dirección a un hospital para solicitar una revisión general argumentando que se había estado sintiendo mareada y que padecía de la presión arterial, eso era falso pero necesitaba un pretexto para hacerse revisar y poder salir de dudas haciendo uso del seguro médico que le habían incluido con lo de la beca. El médico de guardia la atendió, le hizo una exploración y le entrego una orden firmada para la elaboración de estudios de gabinete con la intención de revisar sus niveles de colesterol, triglicéridos y, como ella le había
mencionado la ausencia de su periodo menstrual el médico ordeno de igual manera las pruebas de embarazo, había que descartar cualquier diagnóstico o síntoma que indicará la posibilidad de que la paciente pudiese estar embarazada y aunque ella lo negaba con la boca, en su interior lo anhelaba a la vez que lo temía, de cualquier manera, el doctor la mando directamente al laboratorio para sacar la cita y pudieran hacerle los estudios al día siguiente por la mañana. Hechos los estudios, volvió al consultorio del doctor para ver los resultados que arrojaban. El doctor los revisó y le hizo un ultrasonido que no había podido hacerle en la primera cita. Después de ver y analizar los resultados obtenidos en ambos estudios concluyó: —¡Felicidades señora! Esta usted embarazada. Al escuchar semejantes palabras, Diana sintió una enorme felicidad al mismo tiempo que tuvo la impresión que la tierra se abría y se la comía de un solo bocado, su rostro se puso pálido, la sangre le abandonaba el cuerpo y las fuerzas habían desaparecido de su cuerpo. El médico, al ver la reacción física de Diana corrió a su lado dando la vuelta a su escritorio para revisarle sus signos vitales y con ello corroborar que todo estaba bien. Después de algunos minutos, Diana se tranquilizó y le dijo al doctor que estaba sorprendida porque no imaginaba que pudiera darle tan buena noticia, trato de tranquilizarse lo más rápido posible, para salir del consultorio y de la clínica con la promesa de que volvería en la fecha indicada para su próxima cita de control de embarazo. En cuanto salió del hospital su cabeza empezó a girar a gran velocidad, por un lado la felicidad le quitaba el aliento y por otro estaba la expresión de James cuando le hizo saber que no estaba dispuesto a tener hijo alguno con ella. Fue entonces cuando se sintió como si hubiera sido utilizada para satisfacer las necesidades fisiológicas de un animal y no de un ser humano, aunque no podía negar que lo había disfrutado hasta más allá del hartazgo pero eso no quitaba la pregunta más importante de toda su vida ¿cómo se lo iba a decir?, de hecho ¿se lo tendría que decir?, Diana no sabía qué era lo mejor no tenía la más remota idea de lo que iba a hacer, todo era tan confuso, tan oscuro y tan difícil de vislumbrar que no acertaba con una sola idea clara en la cabeza, tan distraída iba caminado que no se percato que al atravesar una de las calles el semáforo estaba en verde cuando ella atravesaba y sin que pudiera enterarse de lo que pasaba a su alrededor, fue aventada por una camioneta que pasaba en ese momento a su lado, las personas que estaban en la orilla de la banqueta le ayudaron a levantarse para
preguntarle si estaba bien a lo que ella contestó que todo estaba bien, que estaba distraída pero que no le había pasado nada, solo había sido el susto, la impresión de la situación y unos cuantos golpes por el aventón y la caída pero nada más. Cuando reanudó su andar su mente volvió a volar hacia su hijo surgiendo de este modo una nueva preocupación al pensar que algo pudiera haberle ocurrido al pequeño, su preocupación por este nuevo suceso hizo que apresurara el paso sin darse cuenta de ello sino hasta que llegó al departamento, se dio cuenta que había estado corriendo por lo agitado de su respiración, entró a toda prisa y fue directamente al baño para ver que había pasado, empezó a explorar sus partes para ver algún rasgo de sangre, se palpó el estómago, en fin, se hizo una revisión detallada para descubrir que no había indicio alguno de daño al pequeño. Fue entonces cuando al fin las lágrimas empezaron a salir de sus ojos con desesperación y angustia, no podía evitarlo, tenía que hacerlo para desahogar tanto el susto del incidente como la sorpresa del bebé antes de que pasaran las siguientes tres semanas que era cuando James le había prometido que iría a visitarla. Durante ese tiempo, James estaría en América asesorando algunos movimientos en W. S. por lo que disponía de algún tiempo para reflexionar sobre su embarazo. Se suponía que un día antes habría partido a cumplir con esa comisión que le habían encomendado en su trabajo, lo cual le permitía sacar todo el sentimiento que llevaba dentro a sus anchas, después de esto, estando más tranquila, podría pensar con más calma qué iba a pasar con eso y cómo se lo manejaría, porque si de algo estaba segura era de que tendría que enfrentarlo, pero no sin antes haber tomado una decisión sobre el nuevo ser que se estaba gestando en su interior para poder analizar la segunda parte: informar al padre sobre la próxima llegada. Todas éstas cosas pasaban por la mente de Diana que jamás se percató que James estaba sentado en el pequeño bar que había en la sala cuándo la vio pasar a toda prisa en dirección al baño. James hubiera esperado cualquier cosa menos oír el llanto desesperado, angustiado y lleno de sentimiento que estaba escuchando en un primer momento para después de varios minutos percibir que Diana vomitaba. Decidió dejar pasar algunos instantes más pero después de veinte minutos de no ver ni saber qué era exactamente lo que estaba pasando el por qué de semejante escena y sabiendo que Diana era una mujer muy ecuánime, tranquila y que jamás se desesperaba ante nada, la curiosidad lo animó a encaminar sus pasos al baño para tocar la puerta y preguntar:
—Amor ¿está todo bien? — su tono de voz demostraba un exceso de cautela. Diana, al escuchar la voz y reconocer que era la de James, empezó a sudar en frío, su cerebro estaba más enloquecido y no acertaba a explicarse a sí misma qué carajos estaba haciendo James ahí cuando se suponía que debiera estar en Estados Unidos por lo que optó por dejar de lado el factor sorpresa para contestar: —Sí, estoy bien — su voz era angustiada. —¿De verdad?, no te escuchas nada bien, ¿por qué mejor no abres y me cuentas que pasa? Si te sientes mal podemos ir a un hospital — se ofreció amablemente James. —No —gritó Diana— es solo que tuve un… pequeño percance en la calle y me asusté mucho, es todo — su voz temblaba. —¿Qué?, sal de ahí y cuéntame qué pasó, ¿te han hecho algo?, ¿estás bien?, ¡por Dios Diana! — James estaba alarmándose con lo del «percance» aunque no se podía imaginar qué podía haberle sucedido para ponerla así, de algo si estaba seguro y era de que debía de haber sido algo bastante serio. —Tranquilo, no pasa nada, solo necesito estar sola unos momento ¿sí?, por favor — Diana suplicaba a Dios que todo se arreglará antes de que empezará la situación a explotarle en las manos. De pronto, sus esperanzas de contar con unas cuantas semanas para pensar mejor las cosas se acababan de desvanecer solo para colocarla en una situación donde su cerebro se negaba a reaccionar, sus ideas no alcanzaban a aterrizar en ningún lado, el tiempo de que disponía se agotaba de forma impresionantemente rápido, y su corazón, lejos de recuperar su ritmo normal se aceleraba cada vez más, lo único que surcó su campo mental fue la necesidad de encomendarse al creador para que la iluminará en los siguientes minutos. El respirar profundamente le ayudo a recuperar el control de su cuerpo a la vez que se tranquilizaba lo necesario para atreverse a salir del baño y enfrentar de una buena vez su actual conflicto con quien consideraba que era el hombre de su vida. Por su parte James, al escuchar la petición de Diana, decidió regresar al bar a esperar que Diana se calmara para poder investigar qué había pasado. Varios minutos después, salió Diana del baño no sin antes haberse lavado la cara y
tratando de controlar su respiración para mantener la serenidad necesaria con la finalidad de solo responder a sus preguntas sin delatar su visita al hospital. En cuanto James la vio le dirigió una mirada interrogativa que no daba espacio ni lugar a pregunta alguna, de modo que fue Diana quien empezó a decir: —Hola, pensé que estarías en W. S. —lo dijo mientras trataba de dibujar una sonrisa en sus labios. —Sí pero por cuestiones climatológicas se cancelo el vuelo, así que decidí pasar a despedirme de ti y fui a la universidad donde me dijeron que ya te habías ido, vine para acá y llevó casi dos horas esperándote y en cuanto llegas, entras corriendo sin fijarte en mi presencia y te encierras en el baño a llorar y vomitar, ¿se puede saber qué esta pasándote? —el tono inquisitorial arrinconó el cerebro de Diana que no sabía qué contestar. —Perdón… bueno… yo… Dios. Lo que paso es que tuve que ir a la librería para ver si habían llegado algunos libros que había encargado hace dos semanas y me dijeron que no… entonces venía pensando distraídamente en qué iba a hacer para encontrar la información que requiero para el examen y…. no me fije y… uff! Bueno, un auto me aventó pero la culpa fue mía porque no vi que el semáforo estaba en verde y… y… me espanté mucho. La voz de Diana era nerviosa, entrecortada y por sobre todo, no tenía la fuerza suficiente para posar sus ojos en los de James, sabía que la descubriría y tendría que decirle la verdad porque la expresión de James en la ocasión que le mencionó la posibilidad de un hijo era demoníaca, la asustaba demasiado y eso sin contar con que aún no sabía si de verdad estaba dispuesta a tener ese hijo o no. James se acercó a ella y poniendo sus dedos en la barbilla de Diana, con suavidad pero con firmeza le levantó la cara y al ver que la mirada de Diana estaba clavada en el suelo, le dijo con cierta ternura: —Diana, Diana, Diana, mi amor, no sé qué este pasando pero creo que estás exagerando porque solo tenías que llamarle a mi asistente, y tienes el teléfono, para que él se hubiera encargado de comprarte los libros que requieres y en el último de los casos, creo que el internet ayuda mucho en éstos casos, por lo que francamente no me creo eso de los libros, porque mejor no dejas de jugar y empiezas a decirme la verdad ¿dónde estabas?
—James no, por favor, no me hagas esto ¿quieres?, de verdad que estoy muy estresada, ese examen me tiene bloqueada y ya no sé lo que hago, igual y no es pretexto pero han sido tantas cosas que me tienen excesivamente cansada y si no te importa quisiera descansar un poco, por favor — al pronunciar las últimas palabras levantó su ojos para dedicarle una mirada suplicante. —De acuerdo, está bien, vamos a pensar que te creo pero, bueno olvidándonos de tu incidente y reiterándote mi apoyo incondicional, solo te pido que llames a mi asistente para darle los nombres de los libros que requieres y empecemos con mi despedida porque de hecho es a lo que vengo y no espero frialdades de tu parte, después de todo, estaré ausente tres semanas y no quiero dejar de hacerte feliz antes de irme —James trató de abrazarla y besarla apasionadamente pero Diana se lo impidió con ambas manos. —¿Qué pasa?, ¿O es que acaso no piensas despedirme como me merezco? — inquirió desconcertadamente James. —No es eso, lo que pasa es que estoy muy cansada, ya te lo he dicho, además tres semanas no es mucho tiempo, y con la rapidez con la que pasa, en menos de lo que me lo pienso ya estarás otra vez aquí — Diana empezó a alejarse de él cuando sintió la mano de James al sujetar su brazo para jalarla de regreso hacia él. —Definitivamente no, quiero pensar que todo está bien pero no sé porque te aferras a demostrarme lo contrario y no puedo jugar más a que te creo así que me vas a decir qué es exactamente lo que está pasando — esta vez la voz de James sonaba a punto de explotar mientras que su mano sujetaba el brazo de Diana de modo que empezaba a cortarle la circulación del mismo, lo cual la lastimaba visiblemente. —¡Por Dios James! Me lastimas, suéltame —dijo Diana a la vez que se esforzaba por zafarse sin lograrlo —Se acabaron las sutilezas —tronó James— si hay alguien más quiero saberlo porque ni tú ni nadie me va a ver la cara de imbécil ¡me oíste! Al verse perdida, Diana siguió forcejeando sin obtener el más mínimo éxito por lo que viendo esto, James la empujó con fuerza contra la pared con lo que al golpearse en la espalda y la cabeza cayó al suelo lo que la llevó en forma automática a poner una mano en la cabeza mientras la otra se extendía a la altura
de su vientre en actitud protectora. James, al ver hacia donde se habían dirigido ambas manos y la forma protectora de una de ellas se encendió más en su furia y lo único que le quedo a Diana fue gritarle: —No por favor James, está bien te lo voy a decir pero no me lastimes por favor — Diana estaba decidida y no podía hacer nada para evitarlo — ayer fui al hospital porque me sentía mal, me mandaron a hacer unos estudios y hoy fui a recogerlos. Me atendió el mismo doctor y… —¿Y qué?, ¿qué dijo el doctor? habla —pregunto James a gritos. —Que… que… estoy embarazada James —dijo Diana tartamudeando. —¿Qué?, ¿estás loca?, creí que ese tema ya había quedado claro, no quiero hijos, no sé cuánto llevas pero no me importa, ahorita mismo te lo sacamos, ese mocoso no va a nacer y de eso me encargo yo — cogió a Diana de un brazo y la levantó con fuerza para llevarla arrastrando hacia la puerta mientras que Diana una vez más trataba de zafarse de él. —No por favor, no, yo quiero tener ese hijo, ¿no te das cuenta?, es mi sueño hecho realidad, no quiero abortar, estoy decidida a tenerlo a costa de lo que sea y si lo vas a matar a él, tendrás que matarme a mí porque no pienso vivir sin mi bebé — había tomado fuerzas del miedo que minutos antes había tenido por lo que su voz ahora era firme, fuerte y llena de una energía que James jamás había detectado en Diana. Sorprendido James aflojó unos instantes la mano cuando ya se encontraban en la calle, solo el tiempo justo para que ella alcanzará a soltarse de sus manos y empezará a correr, él la siguió y estaba a punto de alcanzarla cuando ella atravesó la calle poco antes de que el tranvía pasara de modo que James apenas alcanzó a dar un par de pasos hacia atrás para evitar ser arrollado y pensando en que posiblemente ella estaría debajo de éste, se asomó por debajo y al no encontrarla, espero a que terminará de pasar para buscarla y al llegar a la mitad de la calle descubrió que había abordado un taxi que ya estaba en marcha. Esa fue una decepción para ambos, Diana no podía regresar al chalet ni esa noche ni en varios días más, tenía que estar segura de que James ya estaba en W. S. para poder sacar sus pertenencias, mientras tanto tenía que buscar donde pasar la noche y al día siguiente empezaría a tratar de localizar un buen lugar para mudarse porque estaba muy claro que jamás podría regresar y lo peor era que
tenía que olvidarse de la existencia de James por el resto de su vida. La desesperación y angustia amenazaban con apoderarse de ella pero la sensación que creía percibir en su vientre le daba la fuerza suficiente para rechazar la invasión de ambas cosas. Por su parte, James había regresado al chalet para tomar un whisky mientras reflexionaba ¿qué había pensado Diana?, ¿por qué lo había arruinado?, todo parecía un sueño hecho realidad, la mujer perfecta, inteligente, hermosa, culta, dispuesta y accesible a aprender cualquier cosa para ponerla en práctica, su conocimiento avanzado sobre los protocolos le daban elegancia a sus maneras cuando de relacionarse con personas de alto nivel económico, político o social se trataba… y ahora salía con sus tonterías, ¿por qué no había podido comprender que él no estaba hecho para la paternidad?... En fin, todo había concluido y solo quería asegurarse de que no le fuera a hacer un escándalo con lo del escuincle, no quería manchar su imagen, por lo que debería buscar a la persona adecuada para hacerse cargo de esa situación porque no pensaba responder por algo que ella había permitido, estaba decidido a continuar su vida haciendo a un lado esa amarga experiencia y si algo empezaba a estropear sus planes de éxito, los eliminaría porque tarde o temprano Diana iba a tener que aparecer, de sobra sabía él que ella no tenía recursos y que bien podía ponerla en ridículo, siempre y cuando él quisiera y ella se decidiera a arruinarle la vida, todavía tenía esa carta debajo de la manga. Definitivamente a su regreso se haría cargo de hacer los movimientos necesarios para anular la cuenta que le había abierto obligándola a volver a buscarlo y entonces le enseñaría que con James Scotland no se juega, le enseñaría a aprender a respetar a un hombre de su investidura sin preguntas, sin pensamientos y mucho menos sin sentimentalismos ridículos, claro eso sucedería en cuanto regresará a Londres, por el momento, tenía un vuelo que tomar, ya había perdido mucho tiempo con ese asunto y no podía ni quería perderlo más. Mientras tanto, Diana no tenía a dónde ir por lo que decidió visitar a una amiga de la universidad para contarle lo sucedido y pedirle que le permitiera quedarse en su casa mientras encontraba un lugar para vivir, el pretexto que le dio fue que había tenido una riña con James y finalmente habían cortado por lo que él la había corrido del departamento y ella había salido así, le explicó que más tarde regresaría por sus cosas en cuanto estuviera más establecida. Cuando estuvo a solas, empezó a pensar en lo que había sucedido y se dijo:
—¡Qué estúpida fui al creer que James estaría feliz al saber que podríamos llegar algún día a ser padres! Si ya me lo había advertido, ¿en qué estabas pensando Diana Castañón para habérselo dicho?— Diana no podía dejar de recordar el trato y la expresión de James.
Capítulo II
El embarazo había sido toda una tortura porque James había desaparecido de su vida, no sabía nada y por una parte era lo mejor porque solo Dios sabía lo que ese hombre sería capaz de hacerle, estaba sola en un país ajeno al suyo y no sabía cómo se lo diría a sus padres, qué haría o qué pasaría con ella y el bebé, afortunadamente la cuenta que le había abierto así como los conocimientos que le había enseñado James, los aprendió tan bien que al día siguiente cerró su participación en la bolsa de valores para solicitar la cancelación de la cuenta retirando el monto total de ésta en un cheque de caja para viajar en tren el siguiente fin de semana a Austria con objeto de abrir una cuenta bancaria en un banco local y desde ahí empezar a hacer las gestiones necesarias para ingresar a la bolsa de valores de ese país justificándolo como una práctica académica que estaba realizando para alguien más solo que su cliente deseaba guardar el anonimato razón por lo que la cuenta debería de estar a su nombre, afortunadamente llevaba consigo algunas cartas de recomendación de la universidad y de algunos de sus maestros, lo cual le dio credibilidad a su historia ante el banquero que la atendió. Diana sabía de sobra que James jamás consultaba la bolsa de valores de países que no fueran Japón, obviamente Londres y Estados Unidos, generalmente estaba tan entretenido en ello que nunca dedicaría tiempo para rastrear el dinero, lo cual le daría la ventaja de seguir incrementando el monto que seguramente necesitaría para el parto y después para mantener a su bebé. Resuelta esta situación el único problema que surgió fue la soledad, las presiones académicas principalmente por tener que mantener un promedio para conservar la beca y las molestias propias del embarazo, el abandono de James y el cuarto insalubre que había tenido que rentar para sobrevivir después de que James la había querido llevar a abortar. Diana sabía que bien podía buscar otro lugar mejor pero eso implicaba pagar una mayor cantidad y no sabía cuánto podría necesitar cuando naciera el bebé, un bebé que se había negado a abortar acorde con los deseos de James además de que sería más sencillo ocultarse de su amado porque jamás se atrevería a buscarla en un lugar tan inseguro y horrible en comparación con el lujo y la pulcritud a la que él estaba acostumbrado a vivir. Su embarazo transcurrió con algunas complicaciones debidas a sus condiciones
de vida y al estrés al que estaba sometida no obstante cuanto se llegó el momento del parto, el miedo, la desolación y la desesperación la llevaron a marcarle a James al número de su celular sin éxito alguno desviándose la llamada hacia el buzón. Diana quería tener la esperanza de que James recapacitará y la fuera a buscar, por lo que le dejo un recado que efectivamente reviso James para inmediatamente regresarle la llamada y en cuanto ella contestó, abrió la puerta a su coraje dejándole salir en el momento justo en que supo que finalmente Diana se había salido con su capricho a lo que respondió que ella debía de salir adelante con eso, él no pensaba hacer nada por ella y menos por el engendro ese así que debía de olvidarse que alguna vez había existido en su vida. Pocos días después de que llamará a James, acababa de llegar a su cuarto a toda prisa para concluir el ensayo que debería de entregar la siguiente semana y apenas lo había iniciado, esos eran sus pensamientos cuando empezó a sentir unos pequeños calambres en el estómago, se suponía que aún le faltaban tres semanas. Transcurridos unos minutos tuvo la sensación de que se estaba orinando encima de forma impresionante, agachó la cabeza solo para descubrir que no era precisamente eso, la fuente se acababa de romper, su sorpresa se confundió con el miedo cuando los calambritos dieron paso a dolores más intensos. Agarró su bolsa y sacó su celular y llamó una ambulancia, espero a que pasara un poco la contracción que la estaba doblando para cambiarse de ropa y coger una mochila donde metió algo de ropa para bebé, una vez más el dolor la hizo caer de rodillas, la intensidad crecía a cada instante, la incertidumbre y el miedo la estaban abrazando como su único apoyo y compañía en esos momentos. La ambulancia tardó en llegar más de veinte minutos que a Diana le parecieron una eternidad, estaba tirada en el suelo doblada por los dolores que además de intensos eran cada vez más frecuentes. Arrastrándose hasta la puerta se quedo a un lado a esperar que llegaran por ella. En cuanto sonaron unos golpes en la puerta, supo que se trataba de los paramédicos que debían de venir en la ambulancia. —Un momento por favor —la voz quejumbrosa de Diana dejo muy claro que no había nadie más con ella. —¿Está bien señora? —dijo una voz masculina del otro lado de la puerta— trate de respirar profundo, cálmese, todo va a estar bien, ya estamos aquí. En cuanto paso el dolor, se estiró un poco para alcanzar el picaporte y abrir, los
paramédicos, en cuanto vieron un pequeño índice de que estaba abierta la cerradura empujaron con calma a la vez que decían: —Vamos a entrar, con cuidado, trate de alejarse del campo de apertura de la puerta. Al entrar vieron que estaba tirada a un lado de la puerta, su aspecto no era nada bueno. Se le veía el rostro congestionado por el dolor, bajo ella había un charco de agua mezclado con sangre, eso no se veía nada bien, no obstante no dijeron nada, la tomaron con cuidado y la subieron a la camilla para introducirla a la ambulancia. Estando ya dentro, empezaron a revisarla y fue entonces cuando se dieron cuenta que la dilatación ya estaba a punto y el bebé parecía desesperado por nacer solo que algo no iba bien. Llamaron por radio al hospital para avisar sobre la situación de modo que cuando llegaron, ya los estaban esperando en la sala de expulsión. Diana sentía que la partían en dos, no podía gritar, solo lloraba por el dolor físico y más por el interno. Pronto concluyó esa parte al caer en la total inconsciencia. Finalmente, con mucho dolor y trabajo nació el bebé de Diana en buen estado, no obstante ella estaba teniendo hemorragias muy severas que los doctores no conseguían detener, lo cual ponía a Diana entre la vida y la muerte, era necesario extraer la matriz que se encontraba desgarrada para poder hacer el trabajo de limpieza y desde esa perspectiva ver las posibilidades de poder detener la hemorragia a través de la cauterización. Para Diana fueron minutos excesivamente lentos, libres de dolor y con una sensación de paz, de seguridad, todo estaba bien, ya no había problemas, las piezas del rompecabezas estaban en su lugar y finalmente estaba plena, realizada en todos los sentidos pero ya no importaba nada, la vida se alejaba de ella, sin prejuicio, sin pena ni gloria, en esos instantes de éxtasis se encontraba disfrutando del paraíso que los padres predicaban en los púlpitos de las iglesias cuando le pareció escuchar a lo lejos un llanto suave, lleno de ternura, no identificaba bien su procedencia pero algo le decía que lo debía de reconocer que era parte de ella misma pero no atinaba a ubicarlo, no hasta que escucho las voces de otras personas, no entendía que decían pero parecían estar muy nerviosas y bastante preocupadas. Éstas voces la hicieron pensar, reflexionar y llegar a la conclusión de que ese llanto solo podía ser de un bebé, fue entonces cuando recordó que ella acababa de dar a luz y era precisamente quien estaba llorando la ausencia temporal de su madre, y era al que estaba dejando atrás en esta vida que se alejaban de ella tan sutilmente.
Ese llanto sacudió el interior de Diana y la hizo reaccionar, no podía morir, tenía que vivir para cuidar de su bebé, porque estaba segura que su padre jamás lo reconocería y mucho menos cuidaría de él, antes lo mataba que siquiera conocerlo. No, ella tenía que luchar por vivir, por enseñarle lo mejor que el mundo tenía para él así como las mejores estrategias para conocerlo, disfrutar y conseguir todo aquello que suele producir placer, tanto lo material como lo afectivo, éstas eran cosas que solo ella podría mostrarle al pequeño porque además su familia no estaba enterada de lo del embarazo mucho menos del nacimiento de la criaturita. El llanto del recién nacido se hacía cada vez más fuerte en el interior de Diana y fue entonces cuando empezó a correr en dirección a la sombra opuesta a donde estaba ella, tenía que alcanzarla, no la podía dejar escapar porque era la única manera de poder regresar, la tenía que alcanzar e introducir en sí misma para volver a vivir, debía de existir una vez más, había alguien que la esperaba desesperadamente y su llanto se lo hacía saber a su corazón, debía esforzarse por cooperar para que todo mejorará y así adquirir un poco de esperanza en que se recuperaría, no tenía idea de lo que los doctores estuvieran haciendo pero si le quedaba muy claro que ella debía hacer más del doble de lo que ellos hicieran en ese momento, necesitaba hacerlo y en eso estaba poniendo todas sus fuerzas. Después de varios minutos, los doctores anunciaron que la hemorragia había cedido, y era hora de que pasaran a la paciente a la sala de recuperación, había perdido mucha sangre, requería una transfusión, su estado era delicado sin embargo el peligro ya había pasado, pronto empezaría a recuperarse. El bebé, por su parte, estaba en excelentes condiciones, era un varón, fuerte, grande y con facciones muy finas, las enfermeras estaban impresionadas con el recién nacido, hecho que le valió cuidados excesivos llenos de mil detalles y atenciones, su peso superaba con poco los tres kilos mientras que su estatura equivalía a los cincuenta y siete centímetros, lo que lo convertía en un pequeño enorme. La belleza del niño era cautivante, trascendía las barreras de lo físico, había algo que lo hacía diferente, como más atractivo, interesante o algo así, el hecho era que llamaba demasiado la atención de todos los que lo veían. Nadie entendía el qué o el porqué, y no fue sino hasta que Diana se recupero, que la pasaron a su habitación, en cuanto vio al pequeño se percato del enorme parecido que tenía con James, de hecho era como volver a ver el rostro de su amado, del padre de su hijo, la pregunta ahora era ¿qué iba a pasar con ambos?, sabía que concluiría con sus estudios de posgrado, no los podía dejar a la mitad, pero ¿cómo le haría después para regresar a México, concretamente, a su casa?, ¿cómo se los
presentaría a sus padres y cuál sería la reacción de éstos? Eran tantas las preguntas que se arremolinaban en su cabeza que no podía menos que tomar al pequeño entre sus brazos y tirar a la basura sus pensamientos, ya en su momento vería cómo se las arreglaba para salir adelante de esa situación y su hijo era la principal razón para ello. Después de casi una semana, la dieron de alta en el hospital y en cuanto le fue posible, se dirigió a la embajada de México en Suiza, necesitaba registrar a su pequeño, había tenido un mal presentimiento así que decidió hacer todo para asegurarse de que el pequeño siempre estaría con ella. Decidió registrarlo con el nombre de Anthony, un nombre extranjero le daría la oportunidad de decirle a sus padres que lo había encontrado en la calle con un papel en donde se indicaba el nombre, entonces lo había recogido y llevado a las autoridades pero que como nadie lo había reclamado, y ella se había encariñado con el pequeño, lo había adoptado, y esa sería la solución más sencilla al conflicto y trabajando con ganas, podría sacar adelante a su hijo, después de todo ya no necesitaba nada de James, le había dado un hijo hermoso y sería el mejor de todos los que había en este mundo. Otra gran ventaja que estaba de su parte era el hecho de que sus padres no habían concluido con la primaria y desconocían muchas cosas y trámites de adopción lo que le quitaría de encima un enorme interrogatorio estilo ministerio público, lo único que había que hacer era esforzarse por dar detalles convincentes para dar mayor énfasis a la historia y todo saldría perfectamente bien. Mientras pensaba en todo esto los trámites de registro del bebé se aplicaban, uno de los empleados ubico a Diana como la pareja de James Scotland, así que le preguntó por su relación con él a lo que ella le contestó que no había nada entre ellos y siguiendo con los procedimientos, hubo necesidad de tomarle las huellas de sus manos y pies al pequeño, lo que provoco que el empleado viera al bebé y empezara a reconocer en el niño las facciones de James. El empleado no dijo nada a Diana y le comento que había que tomarle unas fotos al pequeño para hacer el trámite del correspondiente pasaporte de modo que Diana no podía sospechar de sus verdaderas intenciones. Después de haber registrado a Anthony, Diana se dirigió al cuarto que rentaba para retomar los libros y ponerse al corriente en sus estudios, ya que lo último que necesitaba era bajar su promedio porque eso significaba que tendría problemas que aún no estaba en posición de resolver al menos no económicamente.
Por otro lado, el empleado de la embajada, se dirigió directamente a la oficina del embajador, toco la puerta y después de que escuchará una voz del interior que lo invitaba a entrar, giro el picaporte, entró en la espaciosa habitación y se acercó al escritorio del embajador, puso las fotos del pequeño sobre el escritorio de su jefe y le dijo: —¿Recuerda a la chica que el año pasado estuvo saliendo con el señor James Scotland? ¿la estudiante de finanzas que tanto lucía y presumía en las reuniones de sociedad y ejecutivos del Banco Internacional? Pues bien, acaba de venir a registrar a este bebé y a reserva de lo que usted piense, yo le veo mucho parecido a ese James que tanto le encanta humillarnos en esas fiestecitas sociales —dijo el empleado con un dejo de malicia en la voz. El embajador tomó las fotos y mientras las estudiaba detenidamente, su cabeza se enfrascaba en una serie de pensamientos que iban encaminados a hacerle pagar a James Scotland todas y cada una de las humillaciones que le había hecho pasar a título personal, sus desdenes y prepotencias estaban llegando a su fin. James siempre había sentido un enorme desprecio por las personas que ganaban menos que él y por ello se divertía recordándoles esa situación cada que podía. En el caso de Diana, había sido muy diferente y no solo por el hecho de que ella fuera mujer ya que las despreciaba lo mismo que a los hombres, pero con ella había algo diferente y era que Diana se había mantenido al alcance de sus dardos hasta que tuvo la oportunidad de demostrarle la capacidad que había en su cerebro así como las habilidades con que contaba y que podían serle de utilidad para en su momento poder convertirse en su secretaría particular sino es que en su asistente personal, por lo menos esa era la idea inicial, después las cosas cambiarían drásticamente hasta concluir en eso: un rompimiento abrupto de la relación por culpa de un bebé que sería el arma con la que muchos lo aniquilarían y ante el enorme parecido no habría lugar a dudas, finalmente James Scotland estaba al alcance de tiro de todos sus contrincantes y en este caso, del embajador de México en Suiza quien se sentía en posición de poder reclamar una buena suma por su silencio, después de todo, en esa mano, las mejores cartas las tenía él y solo hacía falta escuchar las apuestas para descubrir su juego o colocarlo debajo de sus pies en el lugar preciso donde lo había soñado miles de veces y ahora el destino disfrazado de hermana de la caridad le traía su gran presente por haberse portado tan bien aguantando a una persona tan nefasta como James, no cabía la menor duda que era su día de suerte. El fax con carácter de urgente no se hizo esperar en el escritorio de la secretaria
de James, quien después de ver la foto que acababa de llegar reconoció inmediatamente el parecido con su jefe por lo que arrancó la hoja en un movimiento rápido tratando de evitar que alguien más la viera y salió casi volando en dirección de la oficina de su jefe y sin tocar la puerta entró apresuradamente a la estancia donde se encontraba James tratando un asunto de negocios tan importante como todos los que solían pasar por sus manos. Al ver la forma en la que entró su secretaria, estuvo a punto de gritarle la despedida en la cara por semejante atrevimiento cuando ella estaba entregándole en sus manos la hoja con la imagen hacia abajo y le dijo: —Esto acaba de llegar, perdón por haber entrado así en su oficina pero creo que le interesará esto — terminado de decir esto, salió de la oficina a la misma velocidad con la que entró. James se quedó estupefacto, iba a ver el mensaje cuando descubrió la expresión curiosa de la persona con la que estaba tratando algunos asuntos de negocios previos a la irreverente entrada de su secretaria. En su afán por disimular la escena, colocó cuidadosamente la hoja sobre su escritorio asegurándose de que el mensaje permaneciera oculto a las miradas de su colega. Continuo hablando haciendo de cuenta que no había pasado nada y la conversación siguió su hilo inicial dando el tiempo necesario para que el mismo ritmo de trabajo despidiera al curioso colega dando la bienvenida a otros documentos que tenía que firmar, planteamientos e informes de proyectos financieros que debían ser revisados, clasificados y resueltos por el ejecutivo entre otras funciones que debía desempeñar como parte del puesto que ocupaba, que si bien no era el más importante porque era un empleado más en el departamento de finanzas legales del Banco Internacional, es de reconocer que se trataba de la persona que seguía las ordenes y pasos necesarios para llevar la economía de dicho banco en un equilibrio especial donde la balanza siempre estuviera a favor de los accionistas mayoritarios o en otras palabras, en los bolsillos de aquellas personas que no brillaban en los periódicos y que vivían como si no estuvieran en este mundo pero que en el fondo tanto como en la superficie, sabían que eran los dueños del mundo entero, por lo menos así se definían a sí mismos, sobretodo el presidente general. Ya para concluir con las actividades de ese día, James empezó a guardar sus documentos importantes cuando descubrió una hoja blanca sobre su escritorio y como no había nada en la hoja pensó que se trataba de una simple hoja en blanco, la cogió y cuando la arrojo al cesto para que la persona encargada del
aseo la tirará a la basura, la hoja pego en el bote cayendo irremediablemente al suelo dejando ver la imagen que hasta el momento había estado oculta a sus ojos, James hizo un movimiento con cierto cansancio, mismo que se hacía evidente en su rostro, de modo que no se percató de lo que había en la hoja. Tomó el portafolio donde guardaba su lap top y giró para encaminar sus pasos a la salida cuando le pareció ver una imagen con un texto bajo la misma, la curiosidad le hizo agacharse para recoger la hoja y revisar la información. Cuando descubrió la foto de un bebé que increíblemente tenía cierto aire familiar, no fue sino hasta que leyó el mensaje cuando recordó de golpe la escena que había armado su secretaria así como sus palabras «creo que le interesara esto» y claro que le interesaba, se había quedado congelado al leer: «Buen día Sr. Scotland: le molesto porque este pequeño acaba de ser registrado en nuestra embajada en Suiza, la mujer que lo registro se parece mucho a la chica que solía lucir en cada reunión y no sé usted pero creo que tiene unos aires muy parecidos a usted, ahora bien, me inquieta saber ¿será que acaso ha dejado de ser del primer mundo para mezclar su sangre con el tercer mundo?, y… ¿la reina madre de Inglaterra y todas sus amistades de gran mundo ya conocen la historia?, porque yo me muero por publicar la foto que para mi gusto es la del siglo puesto que el bebé es sumamente hermoso ¿no lo cree así? Seguramente sí por aquello de que no hay hijo feo para un padre y sabiendo de sus exigencias... No le quito más su tiempo, solo quiero que sepa que en mi afán de contribuir con la expansión de su popularidad, ya estoy empezando a tomar cartas en el asunto para hacer la correspondiente presentación de quien al parecer es su descendiente espero tenga un excelente día Mr. James Scotland. A sus órdenes como siempre: El embajador de México en Suiza» En ese momento recordó la última llamada de Diana semanas atrás, en la que le manifestaba su temor por la cercanía del parto y que él había ignorado. La noticia lo llevo a experimentar una serie de emociones perfectamente contradictorias entre sí pero que finalmente solo coincidían en una sola sensación: el universo entero se le había venido encima y no tenía idea del momento en que había ocurrido o concretamente dónde se hallaba cuando sucedió. De golpe estaba siendo consciente del cansancio producido por el trabajo de toda su vida de manera que por primera vez en muchos años no sentía el suelo bajo sus pies. Un hijo, no era posible, Diana había tenido un hijo de él, su imagen estaba volando directamente al fondo más profundo de los abismos, los depósitos sanitarios estaban demasiado altos para alcanzarlos. Tendría que
aceptar un hijo pobre, que seguramente estaría retrasado mental como la mayoría de los habitantes imbéciles de los países tercermundistas, las bellezas, las libertades y los lujos a los que estaba acostumbrado a disfrutar debían de incluir una niñera, pagar colegios, doctores, el tener que pensar en alguien más que no fuera él implicaba mucho problema y más con lo que se había cansado de humillar y ofender a gente que consideraba inferior y ahora él tenía que enfrentar esa responsabilidad. Por otro lado, el tener a su lado a una mujer que no era de sangre azul, de la que efectivamente había disfrutado hasta que se le había ocurrido la estupidez de embarazarse, ahora estaría gorda, fea, deforme por culpa de ese escuincle. Esa era la peor noticia que había recibido, se quedo inmóvil por un tiempo que jamás percibió, después de mucho, reaccionó, guardo la hoja que no podía dejar de ver, la metió en el portafolio de su lap y salió sin más nada, llamó al elevador y cuando estuvo en el estacionamiento no tuvo problemas para encontrar su auto, era el único que estaba estacionado en todo el edificio, caminaba como autómata, la amenaza de hacer pública esa noticia lo tenía en shock, su cabeza estaba en blanco. Subió a su carro y manejo directo a su casa sin que por ello haya tenido la menor idea de cómo fue que llegó a su habitación, se dio una ducha de agua fría y se acostó en su cama. Hasta entonces la idea empezó a cobrar forma para entrar poco a poco a su cabeza. El resto de la noche no pudo dormir, reflexionó sobre lo que debía de hacer o lo que podía hacer para salir avante de esa situación. Muchas ideas pasaron por su cabeza y al final decidió que debía de ir a ver a ese bebé solo que tendría que hacerlo bajo normas estrictas de discreción antes de que la noticia saliera a la luz, debía ar una vez más a Diana, entrevistarse con ella y el pequeño del que apenas acababa de tener noticias y que ya le había robado una noche de sueño, ¡vaya menuda situación en la que estaba metido! por el momento resultaba trascendental llamar al embajador de México en Suiza para concertar una entrevista privada para llegar a un arreglo sobre el particular antes de que la fotografía acompañada de una historia sobre el bastardo conociera la luz en toda Europa. Pasaron algunos días hasta que se llegó el fin de semana, tenía que ir a Suiza para entrevistarse con el embajador de México en ese país, por otro lado, la idea principal era encontrar a Diana con el bebé y arreglárselas para deshacerse del pequeño, sin importar que eso significara matarlo, su prioridad estaba puesta en mantener su reputación e imagen intacta, sin mancha alguna que pudiera degradarlo, aunque evidentemente que el mocoso y su estúpida madre pensarán exactamente lo opuesto a sus imperiosos deseos.
Diana, por su parte, retomó sus estudios tratando de pasar el mayor tiempo posible en su cuarto al lado del bebé y aprovechando que ya se había hecho de una muy buena reputación con los maestros de la universidad, optó por solicitar que le permitieran ausentarse de las clases presenciales para atender sus actividades académicas vía correo electrónico de manera que se le concediera pasar más tiempo con su hijo y atendiendo los manejos de la cuenta bancaria que había abierto en Austria. Todo iba bien para Diana, sus movimientos tanto en la escuela como en sus propios asuntos financieros eran realizados desde su celular y para ahorrarse un poco de dinero, mantenía apagado el aparato solo lo encendía cuando requería hacer algún movimiento, razón por la que no se había percatado de que James había estado tratando de comunicarse con ella. También había cambiado la memoria y los códigos de seguridad tanto de su computadora como de su teléfono móvil para desaparecer totalmente manteniendo el anonimato. La única forma para poder arla parecía ser a través de la embajada pero, como ya tenía un mal presentimiento, dio el domicilio del chalet de James a pesar de que ya tenía tiempo que no vivía ahí, la idea era pasar desapercibida para todo y para todos aunque al proporcionar dicho domicilio no había hecho más que empeorar la situación que traía a James dando vueltas en la cabeza desde que recibiera el fax. La entrevista con el embajador el sábado por la mañana no había dado muy buenos frutos, el funcionario parecía disfrutar de aquella situación que tanto lo avergonzaba y más con la amenaza de publicar su falta de responsabilidad al saber que desconocía al bebé a pesar del enorme parecido que había entre ambos. James estaba a punto del colapso mental cuando salió de la embajada hecho una furia, no estaba dispuesto a pagar una mensualidad de 30,000.00 libras esterlinas por el silencio del funcionario, hubiera preferido pagar esa cantidad por un eterno silencio más no por un mes, eso era extorsión, pero el golpe más fuerte lo sentía en su ego porque eso significaba que después de ser el victimario pasaba sutilmente a ser la víctima y esa posición no le resultaba nada agradable. Para colmo de males, llegado el domingo, James estaba aún más enfurecido por haber hecho un viaje para nada, Diana no aparecía por ningún lado, era como si se los hubiese tragado la tierra, no había rastros aparentes de ella, lo que empezaba a exasperarle, tenía que encontrarlos a como diera lugar y debía desaparecer a ese mocoso a la de ya, no importaba que lo tuviera que hacer él mismo pero era imperioso deshacerse de esa situación a la brevedad posible, solo que para ello requería encontrarlo primero. La frustración lo tenía vuelto loco y viendo que nada había conseguido, decidió regresar a Londres, disimular y hacer de cuentas que no había pasado nada, que ese niño no existía y se
dedicaría a negarlo, mientras tanto dejaría a uno de sus guardaespaldas en Suiza para localizar el paradero de esa mujer que ya lo había metido en problemas bastante serios para su ego y en cuanto tuviera conocimiento de ellos, ya vería cómo se las arreglaba para desaparecerlo. Paso una semana antes de que el guardaespaldas de James pudiera dar con el paradero de Diana y su hijo ya que ella no salía más que lo indispensable. La idea era cuidar al máximo de Anthony y el clima no era de mucha ayuda además de que ella misma no terminaba de adaptarse a ello, lo que le daba la desconfianza necesaria como para no querer apartarse ni un solo segundo de él. Ocurrió que en una de las salidas que tuvo que hacer Diana para entregar algunos trabajos y pasar a comprar algo de víveres, fue vista por el guardaespaldas quien a distancia la estuvo siguiendo desde que entrara a la universidad. Después de varias vueltas encontró el lugar donde Diana se hospedaba, al descubrir el domicilio de la chica, el guardaespaldas se comunicó con James —¿Señor?, ya tengo la ubicación exacta de la mujer, al parecer trae en brazos un bebé aunque no alcanzó a ver su rostro. Espero instrucciones. —Bien George, mándame la dirección en un mensaje y quédate allá. No la pierdas de vista —contestó James. —Como ordene señor —respondió George antes de que James terminara la llamada. Esto lleno de emoción a James quien hizo los arreglos necesarios para poder ir a Suiza a la brevedad posible con la mentalidad de matarlos a ambos, desde luego que él no lo haría, pero los guardaespaldas se encargarían de eso, después de todo, para eso les pagaba bastante bien, solo quería asegurarse de que moriría el bebé primero y después Diana. No quería saber nada más de ella, anhelaba acabar con los posibles problemas que acompañaban a esa mujer en caso de que quisiera hacer algo en su contra y vaya que eso ya estaba demostrado al haberse aferrado a tener ese niño, prueba de ello era lo que estaba viviendo en esos precisos momentos sin tener necesidad alguna. Mientras todo esto pasaba por la cabeza de James, Diana vivía encantada con el pequeño pero con el corazón adolorido, cada vez que veía a Tony, descubría muchos de los rasgos de James en él, no cabía la menor duda, era idéntico a él su
único y mejor recuerdo, lo peor era que no podía hacer más por tratar de mantener algún tipo de o con él, por el contrario debía de evitarlo a toda costa por aquello de que quisiese hacerle daño a su hijo. Diana no podía dejar de recordar que cuando más lo había necesitado él había desaparecido y el solo hecho de pensar en que pudo haber muerto por la hemorragia la hacía estremecer, jamás hubiera podido imaginar que un hombre pudiera tener tanto ego, mucho más que el poder disfrutar y valorar la maravilla que es el darle la vida a un ser humano como aquella criaturita que estaba entre sus brazos. Diana estaba satisfechamente feliz, maravillada, como hechizada por la magia que traía la carita expresiva de Anthony, todo giraba en torno a él y era en esos momentos cuando ella decidía y se prometía que jamás se separaría de él, haría todo lo que fuera por estar a su lado y organizaría su vida en torno a él por lo que tenía que poner su mejor empeño en aprender lo más que fuera posible para poder hacer negocios en la bolsa de valores y así lograr mantenerse a sí misma, no estaba segura de querer trabajar y desprenderse de él para cumplir con las necesidades materialmente económicas como los demás, su hijo valía mucho más de lo que cualquiera hubiera podido pagarle por lo que eso no la detendría nunca. Diana jamás se imaginaba toda la oscuridad que empezaba a formarse para un día concluir en la mayor desgracia que pudiera sucederle. Algunos días después de haber sido descubierta, de la nada y sin previo aviso, alguien toco a la puerta, Diana no tenía idea de quien pudiera ir a buscarla porque en realidad nadie la buscaba, nadie se interesaba en ella y pasaba prácticamente desapercibida, nadie sabía nada de ella bueno, al menos en la vida humana, porque dentro de la bolsa de valores de Austria, empezaba a darse a notar, realmente era buena por lo menos lo suficiente como para empezar a ver el fruto de sus esfuerzos y con ello cubrir algunas de las necesidades que el pequeño Anthony demandaba. Pero lo curioso era que alguien estaba tocando a la puerta y no tenía la más remota idea de quién podría ser. Después de varios golpes repetidos en la puerta, se decidió a abrir para sentir que la tierra la devoraba en un solo segundo de la nada y por nada, la figura de James en la puerta la hizo palidecer sobre manera y el mareo le hizo girar su cabeza sobre su cuello lo que le ayudo a perder el equilibrio momentáneamente y lo único que la salvo fue que siempre mantuvo una mano en el marco de la puerta y la otra en el picaporte de la misma. —Hola Diana, pero mira nada más en qué lugar vives, dista mucho del chalet dónde estabas instalada cuando vivías a mi lado —dijo James haciendo a un lado
a Diana con un movimiento suavemente fuerte para entrar al cuarto que rentaba. —James, ¿qué haces aquí?, ¿qué quieres? —dijo Diana con un tono alterado en la voz, resultaba evidente el nerviosismo que sentía. —Vaya que manera tienes de saludar a los amigos, después de tanto tiempo de no vernos, pero mira nada más ¡qué gorda y deforme estás, querida!, un poco de ejercicio y algunos ajustes en tu dieta no te vendrían nada mal — esta vez James hablaba con un tono de sarcasmo e ironía. —Eso en nada contesta mi pregunta ¿qué haces aquí? —dijo Diana recobrando la seguridad. —Solo vine a saludarte, supe que estabas necesitando algo de apoyo pero ahora me doy cuenta que requieres más que eso, definitivamente creo que la calle luce mejor que este… ¿cuarto? —dijo James en tono discriminatorio. —Eso es asunto mío y a ti no te incumbe. Y como podrás ver, he podido sobrevivir bastante bien sin ti. Ahora bien, ya me viste, ya me saludaste y ahora lárgate no tienes nada que hacer aquí — la voz de Diana sonaba más que agresiva, era autoritaria e imponente. Fueron precisamente las voces fuertes las que hicieron su función despertando al pequeño Anthony que dormía plácidamente en el rincón de la cama de modo que a simple vista no se alcanzaba a ver la presencia del niño. El llanto hizo que ambos voltearan en dirección hacia el lugar donde provenía el llanto y en un movimiento rápido, ambos se abalanzaron sobre la cama para descubrir al niño quien a su vez se removía para tratar de encontrar la seguridad y la paz que le habían sido robadas con las voces fuertes que habían venido a interrumpir su tranquilidad. Diana quiso coger al pequeño para alejarlo de las miradas curiosas de James pero éste fue más veloz, de manera que con un movimiento de su brazo izquierdo apartó a Diana y dirigió su mirada hacia el niño. Su expresión denotaba sorpresa, parecía no poder creer lo que estaba viendo, el parecido del niño con él era impresionante, sus facciones, el color de su cabello, sus ojos, la nariz y la boca, era como si se estuviera viendo en un espejo a sí mismo. James estaba maravillado, no pudo articular palabra alguna, no cabía duda que el niño lo había cautivado lo suficiente como para no poder dejar de verlo, se agacho y lo tomo en sus brazos, no podía evitarlo, era el primer encuentro que tenía con su
hijo, no lo podía negar y bien sabía que era suyo. Diana, al ver la reacción de James, no pudo decir nada, tenía miedo de que algo fuera a estropear el momento y terminara por soltar al niño, fijo la mirada en su antiguo amante, quería ver, estudiar y analizar lo que posiblemente pudiera estar pensando sobre Anthony, necesitaba darle un poco de tiempo y tratar de ser lo más precisa para hacer el comentario oportuno, requería contar con las herramientas esenciales para poder hablar y jugar las cartas exactas que le permitieran asegurarle el mejor futuro a su hijo, Anthony se lo merecía, debía de ser así, no podía dejar de lado que James contaba con influencias, dinero y un status que podría garantizarle una vida perfecta a Anthony y después de todo ¿qué clase de madre no pretende lo mejor para su hijo? El único problema reinante en este bello sueño era que James no lo quería y la posibilidad de hacerle algún daño era inminente lo cual alimentaba los más profundos miedos en Diana. —Pues bien, este es tu hijo, aunque no lo quieras reconocer —dijo finalmente Diana con cierto temor — pero tampoco necesita que lo hagas, basta y sobra con su madre. James se quedo callado, no podía decir nada, seguía hechizado por ese pequeño que ahora empezaba a dejar de llorar para dibujar un leve sonrisa en su rostro. La expresión de Anthony lo tenía fascinado, no atinaba con lo que debería de pensar o sentir, de repente una idea cruzo por su mente, se suponía que debía de matar a eso que estaba en sus brazos sonriéndole y que simplemente estaba amenazando su ego, su estatus social. Fue entonces cuando sintió que no podría ser testigo de la muerte de su hijo y que de hecho tampoco estaba en condiciones para dar la orden de asesinato, Diana por su parte lo miraba fijamente, no quería interrumpir la escena y recordando la agresividad con la que lo había recibido, seguramente que le empezaría a arrancar la piel antes de poder entregar el bebé al verdugo que esperaba instrucciones precisas para ejecutarlas al pie de la letra en cuando se diera la orden. La angustia que estaba viviendo Diana la ponía cada vez más tensa porque no podía alcanzar a arrebatarle al niño sin lastimarlo y era tan pequeño, tan frágil, no sabía qué hacer pero estaba a la espera del más mínimo movimiento de James que denotará la más pequeña agresión contra su hijo, en ese momento era lo único que importaba: su hijo, lo que le pasará a ella carecía de relevancia pero su hijo era otra cosa. Para James todo era tan confuso, tan lleno de palabras y en un silencio tan
abrumador que el resto de la habitación se perdía en su totalidad para solo enfocarse en lo que debía de hacer con el bebé y la posible actitud que Diana tomaría, pero lo más importante era saber ¿cómo podría dar la orden de matar a su hijo?, a su propia sangre, a su primogénito, mejor aún a la copia de sí mismo que, con la atención y estimulación necesaria, pudiera llegar a ser mucho mejor que él mismo, no estaba mal pensado, había un error en la frase, tenía que ascender el doble de lo que él mismo había ascendido, él le ayudaría a lograrlo y para ello necesitaba quedarse con el bebé pero ahora la pregunta que surgía en su cabeza era ¿quién se hará cargo de él?, James no sabía nada de bebés y además no contaba con una niñera o cosa que se le pareciera de hecho todo su personal particular estaba compuesto por hombres porque la mayoría de las mujeres solían escabullirse para terminar escondidas en su cama y eso le desagradaba sobre manera, él prefería escoger a la chica con la que se acostaría y odiaba que ellas se atrevieran a escogerlo a él por lo que siempre terminaba sacándolas de su departamento o casa a base de jalones, no importaba el clima que hiciera afuera y si ellas estaba medio vestidas o desnudas, eso era cosa que carecía de importancia, lo peor del caso era que en ocasiones ni siquiera les aventaba su ropa sino que ordenaba que la sacaran, la pusieran en la basura y cambiaran la ropa de cama sin olvidarse de desinfectar el colchón. Ante tales circunstancias, James tenía que pensar en algo y rápido, tenía que encontrar una solución pero lo que quedaba más que claro era que no podía matar al pequeño pero tampoco deseaba volver a tener algo que ver con Diana, no la quería a su lado bajo ninguna circunstancia, ya bastantes problemas le había provocado como para buscarse más, aún no olvidaba el asunto pendiente de la embajada mexicana en Zuiza. Después de haber sostenido a su hijo durante varios minutos, lo dejo sobre la cama, acaricio el rostro del bebé, dirigió una mirada a Diana y salió del cuarto sin decir palabra alguna. Cuando se encontró fuera, el viento frío le hizo sentir que al fin la vida tomaba un sentido diferente, la visión del niño lo había movido del pedestal donde se encontraba para colocarlo en una posición donde el destino le daba la oportunidad de trascender físicamente más allá de su propia vida. Regresó a su chalet, se dio un baño de agua caliente y posteriormente se acostó en la cama para reflexionar sobre la actual situación. Al día siguiente, ya tenía una decisión, definitivamente tendría que ir a hablar con Diana para pedirle que regresará al chalet a vivir ahí, tendría que pedirle perdón si era necesario, mientras tanto él regresaría a Londres y empezaría a
buscar a una persona que pudiera hacerse cargo del niño, consultaría con psicólogos, pediatras y con todo tipo de personas que fuese necesario con tal de encontrar a la mejor persona para cumplir con esa misión, estaba decidido y en cuanto la tuviera, se la mandaría a Diana para que en el momento menos esperado, la niñera desapareciera con el niño y éste fuera a parar a manos de James en Inglaterra, eso sería una forma de hacer las cosas con discreción porque no quería que el escándalo lo alcanzara, ya bastante tenía con la amenaza del embajador quien hasta el momento no había encontrado la mejor oportunidad para cumplir con sus amenazas y que él se había esforzado por ignorar pero bien sabía que esa actitud no la podría mantener por siempre y menos ahora que estaba decidido a tener a su lado a su hijo pero si podía sacar del campo visual de los curiosos a su hijo todo estaría arreglado porque así estaría mandando directamente al carajo los planes de extorsión del embajador, solo requería de un poco de tiempo y por el momento necesitaba renegociar la propuesta del diplomático y mantenerla hasta que pudiera ocultar a su hijo en Londres que por ser su lugar natal le daba la ventaja de saber cómo moverse a su favor y contaba con personas a las que podría manipular con mayor facilidad sin tener que lidiar con problemas de indiscreción lo que de sobra sabía le daba mucha mayor seguridad para cumplir con sus planes. Y ya llegado el momento, lo presentaría ante la sociedad, lo haría con los honores que ello ameritaba y cuando preguntarán por su madre, diría que ella lo abandonó, que murió en el parto o cualquier otra cosa que se le pudiera ocurrir, de eso ya se preocuparía en su momento, por ahora solo importaba tener al bebé en sus manos otra vez, así que se encamino al cuarto donde vivía Diana. Al llegar, sintió menos agresivo a James que el día anterior no obstante Diana era muy desconfiada por lo que nunca le quito la vista de encima, Anthony por su parte parecía complacido ante la presencia de su padre, se mostraba feliz a sus escasos tres meses. James estaba irreconocible, no habló nada con Diana pero no dejaba de acariciar al pequeño, jugaba con sus manitas hasta que al final lo levantó de la cama para acurrucarlo en sus fuertes brazos donde el bebé finalmente se quedo dormido. Mientras tanto, Diana siguió con sus actividades normales mientras James estuvo jugando con Anthony sin descuidar ninguno de los movimientos de James, no quería sorpresas no más de la que se estaba llevando puesto que jamás hubiera imaginado que él se pondría así. Cuando Anthony se durmió, James le pregunto finalmente: —Y ¿qué nombre le pusiste a mi hijo?
—Anthony, me gusta cómo suena —contestó Diana con cierta tranquilidad. —Me gusta el nombre —contestó cortésmente James y agregó — y tú cuéntame ¿cómo has estado?, ¿qué necesitas? —Yo estoy bien, he pasado por momentos difíciles pero ahora estoy bien gracias y no, no necesito nada —contestó Diana con un tono de autosuficiencia. —Pues no se ve, este lugar no es exactamente el mejor o el más sano para un bebé como Anthony — comentó James dando una mirada rápida al cuarto donde vivía Diana. —La apariencia no importa ¿sabes?, he aprendido que la calidad no siempre está en los lujos ni en las altas esferas sociales o económicas sino en todo aquello que sale del corazón de quienes habitan un espacio — su respuesta fue serena pero muy firme. —Entiendo, pero creo que estarían mejor instalados en mi chalet además de que no les faltaría nada fuese o no necesario claro está — sutilmente, James lanzó la idea al aire —Quizás, pero este cuarto está bien para ambos y si de recién nacido no ocupamos nada de ti ahora menos —replicó sarcásticamente Diana. —De acuerdo, sé que hice mal en haberte tratado así e incluso en haber tratado de hacerte abortar a esa hermosura pero ahora veo con más claridad la importancia de tener un hijo y me gustaría compensar en algo ese desagravio ofreciéndote mi apoyo incondicional en todos los sentidos, por favor, hazlo por Anthony —dijo James en un tono más suplicante y utilizando a Anthony para chantajearla. —Sigo y seguiré pensando que no es necesario, aquí vivimos bien sin problema alguno así que muchas gracias por el ofrecimiento pero si no te necesitamos en el momento del parto ahora, eso ya está de más — insistió Diana con cierta firmeza pero sin llegar a la grosería ni al sarcasmo. —Está bien, pero te advierto que no dejaré de insistir en que ambos vayan a vivir al chalet y estén debidamente instalados allá, después de todo no puedo permitir que mi hijo viva en semejantes condiciones pudiendo estar mucho mejor —dijo James en un tono más travieso y juguetón que amenazante pero sin dejar de darle
cierta seriedad a sus palabras. —Supongo que estás en tu derecho de hacer tu mejor esfuerzo por lograr tu objetivo sin que eso quiera decir que vaya a fructificar al modo que tú deseas, así que si quieres gastar tus esfuerzos, adelante —dijo Diana terminantemente. Estaba decidida a no aceptar nada de James, sentía que era un cambio demasiado drástico como para ser verdad y no quería dar un solo paso sin tener la seguridad de que todo estaría bien. Pasaron las semanas y tanto el tiempo como la calidad de éste empleado por James a cuidar de Anthony, al final, terminaron por convencer a Diana de la sinceridad de sus sentimientos por lo que casi al inicio del tercer año de su estancia en Suiza, termino por aceptar la idea de ir a vivir al chalet de James. Cuando Diana se cambió de domicilio, James estaba encantado, solía visitarlos con demasiada regularidad, su deseo de estar cerca de su hijo lo llevaba a deshacerse en atenciones y juegos con Anthony al tiempo que ignoraba totalmente a la madre de su hijo, todo su mundo se desbocaba en Anthony. Las amenazas al ego de James, habían sido desbaratadas con la tierna mirada de su primogénito, pero lo que no terminaba de asimilar era el hecho de que ella ya no contaba para James, simplemente se había convertido en un adorno más de su casa, por lo que Diana decidió apegarse al estudio y a los movimientos que ella veía que James hacía en la bolsa de valores con la firme convicción de que aprendería mucho de él y que debería de poner en práctica por el bien de Anthony, en menos de un año, ambos tendrían que regresar a México y entonces tendría que aplicar todos los conocimientos adquiridos hasta ese momento. Por otro lado, Diana ya había perdido la esperanza que de repente brilló en su alma por un muy corto plazo: la idea de que James le propusiera matrimonio y que finalmente se convirtieran en la pareja del siglo se alejaba cada día más al ver que ella no significaba nada para él, quería que las cosas fueran más claras pero había algo que no terminaba de agradarle aunque no podía saber ni entender de qué se trataba, solo le bastaba ver a Anthony feliz con su padre, para olvidarse de todo, lo importante era que su hijo estuviera bien y fuese tan dichoso como lo era ella cuando lo veía sonreír. Ese último año fue el mejor de los tres, las cosas marchaban a la perfección y el pequeño Anthony estaba muy encariñado con su padre porque procuraba estar el mayor tiempo posible, le compraba todo lo que él consideraba que podía necesitar su hijo, el cielo estaba despejado y lo mismo el sol que la luna
destellaban una luz cegadora en la vida de Diana, la dulzura de la miel que la vida le proporcionaba era tan grande que ya no era capaz de percibir ningún otro sabor en su existencia, la perfección había llegado a su ser en un abrir y cerrar de ojos, se sentía plena, realizada en todos los sentidos de modo que no concebía algo que pudiera opacar su realidad. Tanto se cerró Diana en su mundo que jamás pudo percatarse de la horrenda tempestad que se aproximaba a la misma velocidad que transcurría el tiempo que restaba para que ella concluyera con sus estudios y tuviera que verse en la necesidad de regresar a su país natal. Después de hablar con su familia vería la manera de hacerles saber que ella se quedaría a vivir en Inglaterra al lado de su hijo Anthony y por supuesto, de James Scotland, quien hasta ese momento parecía ser el hombre de su vida y sin importar el que la ignorará, con que hiciera feliz al pequeño Anthony era suficiente para ella. Esos eran sus planes, pero la realidad le enseñaría lo equivocada que estaba respecto a los hermosos castillos que solía construir con tanta facilidad que resultaban ser excesivamente frágiles de tal modo que cualquier cambio o modificación en el clima los podría derrumbar. Al llegar el final del ciclo escolar, Diana estaba muy atareada con su trabajo de titulación, tenía planeado presentar el examen recepcional a la brevedad posible para quitarse de angustias y poder regresar a México para ver a su familia, hablarles de James, presentarlo junto con su hijo y finalmente formalizar una relación aunque eso no fuera sinónimo de la palabra «matrimonio», pero el hecho de que las cartas quedaran abiertas sobre la mesa para responder cualquier duda o inquietud era indispensable para Diana. Cuando se llegó su graduación, todo fue felicidad, los festejos con James duraron tanto como ella tardo en anunciarle al padre de su hijo sus planes de regresar a México para arreglar los documentos de su beca además de todo lo que hasta el momento había contemplado hacer, fue entonces cuando su cielo se empezó a nublar suavemente, con sutileza y mucha delicadeza, tanta que a pesar de ello no parecía que fuera a llover, se veía como si se tratara de un simple viento que refrescaría su relación para posteriormente consolidarla, definitivamente estaba negada la posibilidad de que pudiera alcanzar a ver el eterno huracán que estaba a punto de cernirse sobre ella. —Si entiendo bien, quieres ir a México a cerrar tus trámites sobre la beca que recibiste durante todo este tiempo ¿es correcto? —preguntó James dándose cuenta que las cosas se estaban arreglando justo a su favor y al parecer no podían
ir mejor. —Sí, tengo que hacerlo, no quisiera que nos separáramos el niño y yo de ti pero es necesario hacerlo, solo serán unos días, posterior a ello puedo hacer los arreglos para regresar a Inglaterra y quizás pueda encontrar un buen trabajo allá —inquirió Diana con la esperanza de que James le propusiera que vivieran juntos. —Tienes buen promedio, tu desempeño en la cuenta que te abrí es bastante bueno, no veo que problema puedas tener, eso en cuanto al trabajo que mencionas, en relación con tu partida, me gustaría que pensaras mejor las cosas ya que según dices tu familia desconoce la existencia de Anthony y para ellos será una enorme sorpresa, agradable pero a fin de cuentas sorpresa — empezó a argumentar James antes de iniciar el ataque, pretendía ver, estudiar y analizar cautelosamente el terreno que pisaría para al final hacer que Diana le entregará al pequeño en sus brazos para jamás volver a verlo y pasado un tiempo la acusaría de abandono del menor y así obtendría la custodia de Anthony. —En eso tienes razón pero ellos deben de conocerlo, además de que estoy segura de que van a entender la situación, —hizo una pausa antes de continuar— pero bueno, eso es algo que yo deberé de arreglar así que no te preocupes por ello, el hecho es que la semana que entra me voy a México junto con Anthony por lo que no podrás verlo en un par de semanas a lo más —dijo Diana haciendo uso de un tono más determinante y decisivo. —Me parece buena la idea pero no creo que sea bueno para Anthony, ya sabes, tú necesitarás tiempo para hacer trámites, no tendrás espacio para atenderlo, no como hasta el momento y el viaje puede lastimarle los oídos, es muy pequeñito para hacer un viaje tan largo, la presión del aire, la absorción de tiempo que te robarán tus asuntos en México, terminarás cansadísima, pero en fin, la decisión es tuya —dijo James en un tono preocupado pero con cierto desinterés fingiendo que no le importaba demasiado lo que fuera a hacer pero tratando de hacerle ver que no era conveniente que su hijo realizará el viaje. —En eso tienes toda la razón pero no puedo dejar a Tony, él necesita a su madre y tendré que averiguármelas para mantenerlo a mi lado al mismo tiempo que arreglo mis asuntos, no importa que eso tome más tiempo del que tengo pensado emplear —contestó Diana en un tono que no itía réplica alguna.
—Está bien, como quieras pero si acaso te sirve de algo, Anthony se puede quedar conmigo, ya sé que estoy tan ocupado como tú pero la niñera que hasta el momento te ha ayudado a cuidar de él puede sernos de mucha utilidad, pero al final tú decides, yo solo cumplo con mi deber moral de brindarte todo mi apoyo — esta vez James sonaba como desinteresado en la decisión que Diana fuera a tomar. —Gracias por el ofrecimiento pero no creo que se haga necesario y en todo caso, ella también puede venir conmigo a México ¿cómo ves la idea? —contestó Diana después de haber reflexionado unos minutos la respuesta de James. —Como tú decidas estará bien para mí, solo te agradeceré me informes sobre tu decisión, la fecha en que partirás y regresarás así como si requieres que la niñera viaje contigo. —Claro, muchas gracias por tu comprensión. James estaba decidido a no dejar partir a Anthony, definitivamente él no saldría de su vida, aunque sí lo haría de Suiza para ir a parar a lo que sería su destino final por muchos años y eso estaba en Inglaterra o cualquier otro lugar que él considerará seguro para ocultarlo de su imprudente madre. Por su parte, Diana meditaba la propuesta de James y sabía que tenía razón pero no estaba dispuesta a abandonar al pequeño de tan solo un año de vida, el pequeño la necesitaba más que nunca y no permitiría que nada ni nadie la separará de él un solo instante y bueno, se sentía apoyada por James ya que no había insistido en que lo dejará, solo estaba pensando en la mejor manera de eficientar los trámites y regresar pronto para volver a estar unidos como si se tratase de una familia que aún no estaba formalizada por un documento que la colocará en la posición anhelada de esposa de James Scotland, pero posiblemente algún día eso sucedería, en el momento menos imaginado sucedería no tenía la total seguridad pero en el fondo de su ser sentía estar convencida de ello. Finalmente se llegó el día en que debía partir con destino a México, Anthony, la niñera y Diana viajarían en el avión particular de James, éste último las acompañaría hasta New York, donde tendría que atender algunos asuntos correspondientes a los negocios que tenía el Banco Internacional con la bolsa de valores de Estados Unidos. Cuando llegaron al aeropuerto de New York, el avión
se dirigió al hangar de los vuelos privados para revisar a groso modo las condiciones del transporte como medida de seguridad, por lo menos así lo había comentado James, no quería que nada les pasara a ninguno de los tripulantes y mucho menos a Anthony. Entre otras cosas, también cargaría combustible suficiente para alcanzar a aterrizar en el punto más cercano a la ciudad natal de Diana. Ella era originaria de la ciudad de Tequisquiapan municipio del estado de Querétaro, era un lugar tranquilo, inundado de un ambiente colonial, las tradiciones eran parte de la magia que reinaba en el interior de cada hogar así como la habilidad de manejar las artesanías que en este caso se trataba del mimbre que son varitas muy delgadas de madera que suelen ser moldeadas con cierta facilidad para formar toda clase de adornos domésticos y de cocina que conseguían dar una imagen más fresca a cualquier hogar. Esta ciudad está ubicada cerca de la cabecera estatal por lo que el aeropuerto más cercano era el de dicha ciudad lo que por ende marcaba perfectamente el destino donde realizarían la última parada. Estando en el hangar en New York, James volvió a insistir en la necesidad de que Anthony se quedara junto con la niñera para agilizar los trámites, pero esta vez, a diferencia de la anterior, el tono de su voz resultaba ser más grave, daba la impresión de no querer permitir la salida de Anthony del país en el que actualmente se encontraban por lo que Diana sintió una sacudida en su cabeza que la hizo perder el control de la conversación cuando escuchó. —Diana creo que hasta el momento he sido muy benevolente contigo, te he apoyado en todo lo que ha estado a mi alcance desde que nos conocimos, bien sabes que jamás he bloqueado tu cuenta, de hecho ni siquiera lo he intentado a pesar de haberlo pensado tantas veces después de saber que estabas embarazada. —¿A qué viene todo esto?, ¿Qué estás tratando de decirme? —preguntó Diana en un tono que delataba perfectamente que no tenía la menor idea de lo que estaba diciendo —De nuestra relación antes de que te embarazaras, ya sé que me perdí de éste lo mismo que del parto pero el caso es que después de haber sabido del nacimiento de mi hijo me dedique a buscarte hasta dar con ambos y desde que vi a Anthony, jamás me he vuelto a despegar de él y créeme que no tengo la más remota intención de hacerlo ahora así que… — su tono era autoritario, no permitía
réplica alguna. —¿Qué estás diciendo?, ¿cómo es eso de que no tienes la más remota intención de despegarte de Anthony?, ¿qué es exactamente lo que pretendes?, ¿a dónde quieres llegar con todo esto?, vamos ya, habla claro — Diana tomo con fuerza en sus brazos al pequeño Anthony, no terminaba de entender nada de lo que el monstruo en el que se acababa de convertir James decía, no quería comprender pero algo en lo más profundo de su corazón la prevenía de un peligro inminente que empezaba a cernirse sobre ella y que, desgraciadamente, ya no podía detener. —Ya que así lo quieres, empieza a despedirte de Anthony porque él se queda conmigo, para siempre y no quiero que vuelvas a tener ningún tipo de o con él, aléjate de él y de mí — su tono era autoritario, agresivo, definitivo, áspero y carente de sentimiento alguno. —¿Estás loco?, ¿de dónde sacas que lo voy a poner en tus manos y a olvidarme de él así como así?, lo tuve dentro de mí durante nueve meses, estuve a punto de morir cuando él nació y tú jamás podrás tener esa conexión que existe entre ambos, no puedes tomar una decisión de esa magnitud cuando no tienes ni la más remota idea de lo que eso significa, además está registrado a mi nombre es mío y de nadie más —dijo Diana tratando de sonar lo más resuelta posible pero la desesperación e impotencia empezaron a dejar ver sus consecuencias en la voz y en su rostro que ya estaba totalmente distorsionado así como en el resto de su cuerpo que se encontraba en shock como producto de la intensa descarga eléctrica que estaba recibiendo. —Perdón cariño, pero no estamos hablando de tu opinión y mucho menos de tu consentimiento, es un hecho que tú te largas en este avión con destino a tu famoso México que tanto adoras y te quedas refundida allí por el resto de tus días y yo me quedo con Anthony a quien le daré una mejor vida de la que ni en sueños podrías ser capaz de darle — La mirada de James despedía un fuego capaz de incendiar la ciudad entera, su voz estaba tensa, sus músculos lucían apretados, era obvio que estaba listo para el ataque y la defensa de sus caprichos de modo que Diana no tuvo más que reaccionar. —Jamás soltaré a Anthony lo oyes, es mío, yo lo tuve sola y sola me las puedo arreglar para darle lo mejor de este mundo y el amor que tú no podrás darle porque evidentemente no sabes lo que eso significa, desde el momento que
piensas en separarlo de su madre — argumentó Diana en su defensa, lo cual logro irritar más a James. —¡Basta! —gritó James en el justo momento en que entraba el capitán de vuelo para interrumpir la discusión. —Señor, el avión está listo para partir en cuanto usted lo autorice —¿Ya bajaron mi equipaje y el del niño? —preguntó severamente al capitán quien a su vez contestó. —Sí Señor, también bajamos el de la nana, tal como usted lo ordeno. —Bien — dio el último sorbo a la copa de vino que tenía en la mano derecha, se giro para depositarla en la barra que estaba en un extremo de la cabina y caminando con cierta calma hacia Diana, se acercó a ella, la tomó bruscamente por la barba y le dijo — termina de una buena vez de despedirte de mi hijo y ya sabes, no te vuelvas a acercar a él ni en recuerdos, no olvides que ni él ni yo te necesitamos más. Con cierto coraje le aventó la cara hacia atrás de modo que casi perdía el equilibrio pero sin dejar de abrasar cada vez más fuerte a Anthony quien a esas alturas había empezado a llorar. James dirigió sus pasos hacia la salida y pasando junto al capitán le dijo: —Ya sabe lo que tiene que hacer. El capitán asintió y después de que James desapareciera por la puerta, caminó hacia Diana y tomando con cierta fuerza al niño que Diana tenía en los brazos, la jaló con fuerza de modo que el cuerpo de Diana se levantó en un solo movimiento para golpearse contra uno de los muros del avión gritando y llorando al mismo tiempo, no quería ni podía soltar al hijo de sus entrañas sin embargo el capitán seguía insistiendo en arrebatarle al niño, estuvieron forcejeando unos minutos que trascenderían lo suficiente para quitarle su propia alma. Diana trataba de defenderse como podía de la brusquedad de los jalones que el capitán le daba al pequeño hasta que finalmente éste la empujo hacia atrás haciendo que Diana se golpeara en la parte trasera de la cabeza con la orilla de la barra donde minutos antes James había dejado su copa vacía y finalmente cayera inconsciente sobre el piso del avión. La reacción del capitán fue entregarle el bebé a la niñera mientras ésta corría hacia la salida al mismo tiempo que el
piloto se aseguraba de que Diana aún siguiera viva, comprobado lo anterior, la dejo tirada para correr a cerrar la puerta y posteriormente encerrarse en la cabina, minutos más tarde se haría cargo de despegar la nave que llevaría a Diana fuera del alcance de su hijo. Mientras tanto, James ya había subido a su limosina donde esperaba que finalmente entrara la niñera con Anthony en brazos para dar la orden de ser conducido a la suite presidencial que tenía reservada en la torre del hotel The Waldorf Astoria. El niño se había despertado sobresaltado por lo que lloraba con todas sus fuerzas como si tuviera plena conciencia de lo que acaba de suceder. James estaba bastante irritado por la situación, razón por la que el llanto del pequeño lo llevo a la exasperación segundos antes de tronar: —Por Dios calle a ese niño que ya me tiene harto — dirigiéndose a la nana. La niñera empezó a hacer todo lo que estaba a su alcance con tal de poder calmar al niño pero no fue sino hasta que casi llegaron al hotel cuando Anthony se calmó. Después de haberse registrado, subió a su suite y ordeno que le prepararan la tina con aceites relajantes, espuma y perfumes finos, necesitaba urgentemente despejarse, el resto de la semana tenía que atender negocios de suma importancia que requerían de toda su atención y dedicación por lo que no podía seguir con la tensión que se había apoderado de su cuerpo. Por unos instantes había pensado en ordenar que le fueran a dar un masaje pero se sentía con ganas de golpear a cualquier persona que se le pusiera enfrente incluido el masajista y poco faltaba para que rematara con su propio hijo. La escena que Diana había armado había sido por demás desagradable, nunca se hubiera imaginado que una mujer pudiera aferrarse a un hijo de esa manera, después de todo le estaba haciendo un enorme favor ya que no tendría que preocuparse por nada, él asumiría el control y ella acababa de quedar libre para meterse con quien se le viniera en gana y tener los hijos que quisiera, pero él tenía esa desventaja ya que no tenía garantía alguna de volver a tener otro hijo con tanto parecido a él, y eso no tenía precio.
Capítulo III
La forma en que le había sido arrebatado de los brazos su hijo la llevaba tatuada en la piel, en el alma en cada pequeña parte de ella, ya habían pasado ocho años y aún era como si hubiese pasado unas horas atrás. Esta situación la mantenía sumida en una total depresión y aunque sabía de los movimientos de James a través de la bolsa de valores de Inglaterra, le había resultado imposible arlo, independientemente de los medios electrónicos que empleara, los resultados eran siempre los mismos: «cuenta de correo o red inexistente, datos erróneos, redirija su búsqueda». No había dato alguno que le diera pie para empezar a buscar algún rastro que le permitiera dar con James Scotland y mucho menos con su hijo, había intentado de todo e incluso sus vacaciones solía pasarlas en Inglaterra buscando personalmente en diferentes colegios para saber donde podría estar inscrito Anthony pero no había resultados positivos, simplemente había desaparecido de la faz de la tierra. La fecha del cumpleaños de Anthony resultaba ser el peor día del año para ella ya que solía perder el control y optaba por encerrarse dentro de su oficina negando la entrada a cualquier persona que deseara hablar con ella. Generalmente solía desahogarse al mostrarse a sí misma desmoronada, deshecha, convertida en una perfecta piltrafa que el dolor había deformado de tal forma que su fisonomía humana se perdía en las oscuras aguas del pantano de la depresión que le había robado las ganas de vivir. Cuando pasaban éstos arranques, solía usar lentes oscuros y salir directo a su casa argumentando dolores de cabeza intensos, parecidos a la clásica migraña, en ocasiones se justificaba con aquello de tener que atender asuntos personales de trascendental importancia y salía sin más directo al vacío interior que encontraba su mejor espacio en la lujosa casa ubicada en Juriquilla en la ciudad de Querétaro. Esos eran los momentos más difíciles de su vida, no quería saber nada de lo que pudiera ocurrir fuera de ella en el mundo externo donde todo era superficial, carente de un verdadero sentido de vida, un mundo en el que ella se solía mover con la delicadeza y astucia de un delfín en medio del océano, de modo que su actuación le había valido la oportunidad de ocupar uno de los mejores sitios en la esfera financiera — empresarial de su estado y de su país, porque en el extranjero no era más que una simple inversionista que movía
pequeñas cantidades de acciones y jamás se arriesgaba a poner grandes cantidades en el juego que ella solía denominar como de: «todo o nada», aunque en el fondo, todo eso carecía de importancia puesto que lo que ella necesitaba para vivir no estaba a su lado y quizás nunca lograría tenerlo. Los conocimientos, capacidades, habilidades y destrezas que James le había ayudado a desarrollar en su momento le estaban siendo de suma utilidad puesto que esas eran las claves de su actual éxito y su único aliciente era obtener la mejor posición de manera que tarde o temprano pudiera encontrarse cara a cara con James para poder quitarle lo que un día le arrebato, pero para ello necesitaba enfrentarlo sin embargo lo primero era dar con él y la única manera que se le ocurría era consiguiendo una posición social, económica, profesional que estuviera al nivel del que tenía James haciéndose a la vez del poder suficiente para recuperar a Anthony, esa era la única razón que la había levantado a lo largo de ocho años que a ella le parecían ochenta lustros. Hasta el momento, Diana había conseguido cubrir algunos de los requisitos anteriores sin embargo estaban resultando ser un arma de doble filo porque tenía que ocultar esa pena que la ahogaba disimulando una cierta soberbia profesional que mantenía enterrado y bajo llave el dolor producido por la separación, que además la había sentenciado a ocultar su pasado romance, embarazo y maternidad simplemente para mantener una imagen, para evitar terminar envuelta en la locura como paciente de un hospital psiquiátrico y ni que pensar en armar un escándalo donde saliera el nombre de James Scotland porque eso significaba firmar su sentencia de muerte, porque bien sabía que él era capaz de eso y más, tanto en el plano profesional, económico, físico y material, ya que sobradamente había demostrado tener el valor de dejar simbólicamente huérfano de madre a su propio hijo, que trabajo le costaría desaparecerla a ella, de hecho ¿qué más podía esperar de un hombre que había demostrado carecer de entrañas? ¡Qué difícil le resultaba vivir cada segundo sabiendo que había sido víctima de los caprichos de James! Todas estas cosas solían pasar por la mente y el corazón de Diana mientras manejaba en dirección al punto de reunión que previamente había acordado con Cristy cuando sus ojos ubicaron a unos metros de distancia la facultad de odontología, se orillo al lado derecho y justo en esa esquina dio vuelta al mismo lado y empezó a buscar un espacio para estacionar el carro, tal como se lo había sugerido su amiga. Poco antes de recorrer la mitad de esa calle, encontró un lugar, acomodó el auto, apagó el motor, suspiró más con resignación ante su
dolor que por cansancio, le echó un vistazo a la imagen que reflejaba el espejo del retrovisor y descubrió que la imagen que mostraba, era un rostro jovial, aparentemente lleno de energía ya que sus facciones eran demasiado finas y delgadas lo que le daba la apariencia de autosuficiencia, superioridad, seguridad a lo que hacía y decía sin embargo la mirada proyectaba un abismo de soledad, un vacío carente de lágrimas, esperanzas o cualquier otra cosa que pudiera inyectarle algo de vida al cuerpo que solía moverse al ritmo que el trabajo, la sociedad y su propia familia le marcaban, olvidándose parcialmente del dolor que atravesaba su alma y su corazón a cada instante sin que existiera el menor índice de paz y sosiego. Viendo la interpretación exacta del contraste existente entre sus rasgos físicos y la profundidad que sus ojos escondían, al final, llegó el consuelo de saberse una excelente actriz ya que hasta ese momento nadie había logrado descubrir ni una pisca de todo aquello que se encontraba perfectamente oculto en el fondo de su alma. Con un nuevo suspiro, tomó su bolsa y salió del vehículo para caminar hacia la entrada principal de la facultad de odontología que daba a una importante arteria vial de la ciudad y donde se suponía que encontraría a Cristy. Unos minutos más tarde apareció Cristy con una expresión nerviosa, trataba de hallar a Diana pero sus problemas visuales y las personas que transitaban por ahí a esa hora le impedían localizarla, hasta que de pronto, sintió una mano en su cuello que la hizo brincar al mismo tiempo que volteaba pretendiendo darle un buen golpe en la cara al desconocido que la había tomado por sorpresa, fue entonces cuando descubrió que se trataba de Diana quien le había sorprendido. —Oye, tranquila, soy yo, no pasa nada —dijo Diana en un tono de voz calmadamente burlona. —No vuelvas a hacerme eso otra vez o no respondo, te lo advierto —contestó Cristy en un tono de voz alterado mientras Diana soltaba una risita traviesa — casi me matas del susto. Después de verse ambas fijamente a los ojos, se empezaron a reír un poco antes de que Diana pudiera afirmar: —Yo no te asusté, reconoce que fueron tus nervios, lo cual indica que algo estarás tramando en contra de alguien, mientras no sea yo la victima todo estará bien.
—Te equivocas, lo que pasa es que he tenido mucho trabajo, los pendientes y demás cosas me tienen vuelta loca —replicó Cristy. —¿Sabes? Casi te creo pero te conozco y seguro que algo te traes entre manos —contestó Diana con total seguridad y agregó — bueno, ese pecado ya saldrá después, por el momento dime ¿dónde y qué vamos a comer? —Conozco una cocina económica bastante sabrosa, muy limpia y no queda muy lejos de aquí así que bien podemos caminar —dijo Cristy agregando — aunque te recuerdo que no es un lugar nada parecido a los que normalmente sueles frecuentar pero estarás fuera de tu mundo un rato y podremos platicar a gusto. —Bien y ¿qué esperamos? Andando — se apresuró a decir Diana. —Bueno es que… espero que no te moleste… pero invite a un amigo del trabajo, se me hizo fácil hacerlo porque es una buena persona, muy agradable, interesante e imagine que sería una buena idea — comentó Cristy con cierta timidez —Creí que estaríamos las dos solas ¿qué pasa Cristy?, ¿es qué acaso se trata de tu novio y no hallas cómo contármelo? —preguntó Diana con extrañeza. —No, nada de eso, en realidad él se acaba de separar de su esposa y se trae una depresión impresionante y cómo él me ha apoyado mucho en el trabajo y tú estás tan sola… pensé que a ambos les sería de mucha utilidad distraerse un poco platicando ocasionalmente y… ¿acaso he hecho mal? — Cristy suavizó la voz pero su tono denotaba que no estaba dispuesta a dar marcha atrás a su plan de presentarlos. Cristy quería mucho a su amiga y siempre había tenido la idea de que le hacía falta algo de compañía y más después de que había regresado de su posgrado en Suiza. Diana había cambiado mucho se había vuelto más introvertida, no salía a divertirse ni convivía con nadie e incluso se mantenía al margen en sus relaciones familiares, se le veía como triste pero no precisamente, más bien en su mundo, un mundo en el que solo cabía ella puesto que no había alguno a esa parte para nadie y de hecho lo único que se le ocurrió fue permanecer cerca para apoyarla en todo lo que le fuera posible mientras veía como Diana se aventaba el mejor clavado que se hubiera visto en la historia del país hacia una piscina llena de compromisos laborales limitada por las paredes que estaban delineadas por los supuestos horarios que siempre eran brincados por las
necesidades que aparecían en forma inesperada pero al final terminaba cayendo sobre sus pies sin siquiera trastabillar de modo que éstas acrobacias la habían llevado a la cúspide de su propio Everest pero no por ello desaparecía la profunda tristeza y carencia de vida que sus ojos reflejaban. En el momento justo en que Diana iba a contestar, se escuchó una voz masculina que saludaba a Cristy. —Hola Cris, perdón por el retraso pero es que el coordinador de proyectos no me soltaba y ya sabes cómo se pone cuando revisa cada expediente — explicó Alfonso Fernández, quien ocupaba el puesto de elaboración de proyectos económico — agrícolas para la importación de la producción nacional en la rama de frutas y verduras del estado de Michoacán. Durante esta breve explicación se dirigió principalmente a Cristy — se pone exigentemente meticuloso — esta vez dirigió toda su atención a Diana quien lo observaba con extrañeza y enfado, era obvio que la idea no le agradaba en lo más mínimo. —No te preocupes, nos acabamos de encontrar y de hecho estábamos hablando de ti —se apresuró a contestar Cristy— por cierto te presentó a mi gran amiga Diana, él es Alfonso un excelente compañero y buen amigo. Extendiendo la mano derecha y mostrando su mejor sonrisa, Alfonso contestó cortésmente: —Encantado de conocerte Diana, Cristy habla mucho de ti. —Mucho gusto —dijo secamente Diana mientras ignoraba el comentario relacionado con Cristy. —Bien ¿nos vamos? —preguntó Cristy quien ya se había percatado que Alfonso no le quitaba la mirada de encima a Diana mientras que su amiga simplemente se había limitado a fijar su mirada en otro lado. A manera de respuesta, Diana se encogió de hombros y decidió callar, después de todo ese asunto ya estaba amarrado, con trampas o sin ellas ya estaba embarcada en una situación poco agradable pero no podía hacer nada ya que si se alejaba de ambos, tendría que comer sola y cuando eso ocurría, los recuerdos rompían las cadenas de sus sentimientos permitiéndoles salir en su máximo esplendor, lo cual significaba que se pondría mal y eso era un lujo que no podía darse, no justo unas horas antes de la conferencia en el centro de convenciones, no era factible que toda la actuación que tanto tiempo viniera desempeñando lo
fuera a echar a perder solo porque había aparecido una persona inesperada contra la cual no tenía nada pero solo deseaba estar con su amiga, comer tranquila y pensar en muchas cosas que le concedieran la oportunidad de distraer su cabeza del trabajo pero sobre todo de la imagen que llevaba impregnada: Anthony, ¿qué habría sido de él?, ¿acaso tendría conocimiento de ella?, ¿pensaría en ella?, ¿qué le habría dicho James sobre su madre?. Cristy empezó a caminar en la dirección donde se suponía que se encontraba el lugar donde comerían al tiempo que Alfonso hablaba sobre varias cosas que Diana no comprendía, era como si se tratara de un idioma diferente a la vez que las voces se escuchaban cada vez más lejanas y no fue sino hasta que Cristy sacudió el brazo de Diana cuando le decía: —Diana ¿estás bien?, en dónde andas mujer, Alfonso te ha hecho una pregunta y tú pareces no escuchar nada. —¿Eh?, ah sí, perdón, estaba distraída pensando en las ideas básicas que presentaré durante la conferencia de esta tarde, se trata más bien de pistas para dejar lo más claro posible el tema principal —dijo Diana en un tono más bien sorprendido que distraído aunque en realidad era más lo segundo que lo primero. —¿Darás una conferencia?, que interesante y ¿sobre qué se tratará? — quiso saber Alfonso. —Sobre finanzas ligeras para el mundo económico actual, nada complicado pero si muy interesante, por lo menos para aquellas personas a las que les agradan esos temas —contestó Diana con indiferencia. Minutos más tarde llegaban a la cocina económica donde comerían, Cristy buscó una mesa con lugar para tres o cuatro personas y selecciono una que estaba cerca de una ventana. Tomaron asiento y empezaron a platicar. Alfonso, tratando de mostrar interés por lo que aquella belleza hacía empezó a hacerle preguntas sobre su trabajo al tiempo que Diana solo se limitaba a contestar a sus preguntas sin ahondar mucho en los temas tratando de que su tono de voz no fuera muy cortante pero Alfonso parecía no comprender que ella no quería hablar sobre eso hasta que finalmente Diana le dijo: —No quiero ser grosera pero podríamos hablar de otra cosa, la verdad es que no me gusta hablar nada sobre mi trabajo que dicho sea de paso es confidencial además, deseo olvidarme por un momento de eso pero igual si te interesa,
puedes asistir a la conferencia que empezará a las 6:00 p.m. en el centro de convenciones y creo que es entrada libre —Sí claro, perdón no quise incomodarte —dijo Alfonso de manera cortés. —No le hagas caso Poncho ella siempre ha sido así, no le hace nada feliz hablar sobre su trabajo, prefiere hablar de otras cosas lo mismo que yo, por eso nos entendemos tan bien ¿no es así? —contestó Cristy con un poco de monotonía en la voz. —Seamos francas Cris, ambas deseamos escapar de la rutina y los pendientes del escritorio que cada una ocupamos y eso de cargar con el mueble ese a todos lados incluyendo la comida ocasiona indigestión a cualquiera —replicó Diana con cierto enfado. El resto de la comida transcurrió sin mucha importancia pero no paso desapercibido para Cristy que Alfonso no le quitaba la mirada de encima a Diana mientras que su amiga no necesitaba esmerarse demasiado para mostrarse indiferente ante los comentarios de éste. Cuando hubo terminado la comida estuvieron platicando un poco antes de que ambas decidieran que era hora de irse porque de hecho Cristy tenía que regresar a trabajar a las 4:00 p.m. y Diana debía esperar la hora justa para ir al centro de convenciones. Considerando que el lugar donde habían comido no quedaba muy lejos de la oficina de Cristy ni de su auto, decidieron caminar hasta el punto de reunión inicial. Alfonso tomaba nota de los acontecimientos y de cada palabra de Diana por lo que en cuanto llegaron al punto de separación de ambas amigas, Alfonso le dijo a Diana: —Bueno yo ya no tengo que regresar al trabajo por lo que dispongo del resto de la tarde y según mi reloj, faltan dos horas antes de que empiece tu conferencia así que estaba pensando que tal vez podríamos tomar un café y más tarde me encantaría estar en tu conferencia ¿Qué dices Diana? La propuesta de Alfonso la tomó por sorpresa porque ella estaba esperando desembarazarse precisamente de él para disfrutar un poco de la tarde y lo último que se le hubiera ocurrido era esperar que la invitara a tomar un café solo para pasar el resto de la tarde a su lado. —Te lo agradezco mucho Alfonso y de verdad me encantaría pero tengo algunas
cosas que hacer antes de la conferencia —contestó Diana en un tono que no permitía réplica alguna. Y después de dicho esto, Diana empezó a despedirse de Cristy para hacer lo propio con Alfonso. —Bien te dejo Cristy, ha sido como siempre un placer verte espero poder hacerlo la próxima vez que regrese a Morelia, cuídate mucho y no olvides llamar de vez en cuando. —Gracias Diana, y no dudes que pronto seguirás teniendo noticias mías, salúdame a tu familia, imagino que están tan bien como siempre. Si ves a mi familia coméntales que posiblemente vaya hasta el próximo mes a visitarlos ¿de acuerdo? —dijo Cristy en un tono más nostálgico por el recuerdo de sus padres a quienes no muy frecuentemente visitaba en Tequisquiapan. —Claro ya sabes linda, nos vemos y cuando vayas para allá no olvides llamar para visitarme ¿te parece? Porque además hay algunas «cuestiones técnicas» que discutir. —¿Qué clase de «técnicas»? —dijo Cristy sonriendo puesto que bien sabía a lo que se refería Diana. Ambas sonrieron haciendo caso omiso a la presencia de Alfonso a quien habían dejado de lado en su conversación y queriendo tomar parte en ello dijo. —Bueno al menos te puedo acompañar o llevar a donde quieras, no tengo problemas con ello y mi carro está ahí enfrente Las dos chicas voltearon a ver a Alfonso y hacia donde indicaba estaba su auto en forma alternativa para después volver a sonreír mientras Diana le contestaba: —Gracias pero no te preocupes que no es necesario, además yo tengo mi carro estacionado un poco más hacia allá, nos vemos — se despidió rápidamente de mano para inmediatamente salir en dirección a su vehículo sin dar pie a que la conversación se prolongará más. Alfonso hizo un movimiento que mostró su firme intención de seguir a Diana pero Cristy lo detuvo diciéndole:
—Olvídalo, si quieres llamar su atención no debes seguirla, solo déjala y quizás más tarde que temprano ella te busque a ti pero por el momento solo lograrás enojarla y tengo la total seguridad de que no querrás verla así, por lo menos yo no te lo recomiendo, por hoy ha sido suficiente ¿no crees? —Pero… es que me gustó tu amiga y quisiera conocerla un poco más no sé, igual y no la vuelvo a ver, además un momento para estar a solas frente a un café no le hace mal a nadie —dijo Alfonso en un tono más inocente. —Tienes razón no le hace mal a nadie pero en el caso de ella no es bueno forzar su paciencia porque cuando sale el energúmeno que lleva dentro… la tierra tiembla y la gente desaparece a la voz de «sálvese el que pueda y cómo pueda» así que mejor deja las cosas así ¿de acuerdo? Cristy había captado perfectamente la incomodidad de Diana y sabía que no le había resultado nada agradable la invitación que le había hecho a su amigo, lo que solo podía augurar una muy buena discusión con su amiga o un perfecto pleito si Alfonso la seguía hostigando, lo mejor era dejar ese asunto por la paz.
Capítulo IV
Después de haber arrancado a Anthony de los brazos de su madre, los constantes llantos, alergias, problemas en la alimentación del bebé y las visitas al doctor resultaron ser toda una carga para James a tal grado que llegó a pensar en la posibilidad de buscar a Diana para devolverle al niño, lo único que lo mantenía firme en la idea de quedárselo era el extraordinario parecido que tenía con él y las ambiciosas expectativas que ya se había formado sobre él después de todo sería su legado para el mundo, su máximo orgullo, él tendría la misión de hacer que todos los grandes empresarios a los que solía servir se arrodillarán ante él. Si, era su único y mejor boleto para trascender las fronteras del tiempo y la vida porque algún día tendría que morir pero dejaría un fruto lleno de sorpresas y triunfos que le darían la gloria en vida y más allá de la muerte aunque por el momento tuviera que invertir tiempo y dinero en eso, al final el ganador sería él. Pronto se cansó de todos los trabajos y cuidados que debía brindarle al pequeño así que agrego nuevas clausulas al contrato de la niñera para que se hiciera cargo de todos los detalles y solo le hiciera llegar un informe detallado de gastos, servicios y requisitos que debían de pagarse puntualmente para poder mantener a su joya con vida y de la mejor manera posible. Conforme iba pasando el tiempo, la salud de Anthony fue mejorando ya que se fue acostumbrando a vivir con la niñera como sustituta de su madre, a la que por cierto, con el paso del tiempo empezó a olvidar. James, por su parte descansó mucho cuando esto sucedió ya que las visitas al doctor se fueron alejando cada vez más y por ende, los gastos disminuyeron, por lo menos de forma parcial porque cuando el niño cumplió el tercer año de vida, dio inicio el desfile de tutores y mentores que se hicieron cargo de la educación y formación de su hijo, desde especialistas en educación hasta psicólogos infantiles, la idea era formar a un sucesor perfecto, un ser dotado de todos los dones que hicieran creer al mundo que el apocalipsis había llegado y su hijo sería el soberano del mundo entero. Anthony, desde su propia trinchera, aprovechaba todo lo que su padre le proporcionaba para crecer y desarrollarse en lo físico e intelectual y aunque desconocía los pensamientos de su padre, se entretenía descubriendo cosas
nuevas que llegaban a maravillarlo sobre manera, la curiosidad por conocer el origen de todo lo que lo rodeaba, lo hacían dejar de lado la idea de ver a su padre y mucho menos alcanzaba a comprender la importancia de la figura materna en su vida. No fue sino hasta que ingreso al colegio para cursar sus años de educación primaria cuando descubrió que había una diferencia entre «mamá» y la persona que lo llevaba a la escuela a raíz de una conversación con su amigo Albert: —Vamos a ir al zoológico el próximo sábado, le pregunté a mamá y dice que puedes venir con nosotros ¿quieres? —dijo Albert con una mezcla de indiferencia y afecto porque era el mejor y único amigo que Anthony tenía. —Tengo que preguntarle a mi papá, luego te digo —contestó Anthony. —¿Y porque no le preguntas a tú mamá ahora que venga por ti? —Porque ella no está autorizada para dar permisos, bueno eso dijo mi papá cuando me llevó al parque el mes pasado —¿Nunca te llevan al parque? — quiso saber Albert. —Sí… no, bueno solo voy cuando mi papá tiene tiempo para llevarme y generalmente no hay gente ni niños con los que pueda jugar y solo caminamos un rato y regresamos al carro para volver al encierro de la casa —contestó tranquilamente Anthony. —Si tú mamá no puede dar permisos ¿entonces qué si puede hacer tú mamá? Porque mi mamá juega conmigo y me cobija por las noches antes de darme un beso en la frente. Cuando mi papá no me deja salir a jugar con otros niños, me lleva al parque para que juegue mucho rato y cuando llegamos a casa me pide que no se lo diga a mi padre para evitar una regañada. Anthony ya no contesto nada pero al concluir con las clases salió del colegio y ya estaba Karla esperando por él, se acercó, como de costumbre, Karla tomó su mochila para darle la mano y encaminarlo al vehículo que esperaba por ambos. En cuanto llegaron, le entregó la mochila a George, el chofer, al mismo tiempo que éste les abría la puerta para que ambos entraran en la parte trasera del vehículo y posteriormente cerrar. George dio la vuelta al carro, abrió la cajuela para colocar dentro la mochila de Anthony, la cerró y subió al carro para
empezar a conducir en dirección a la casa, mientras tanto, en el interior del auto, Karla empezó a hablar: —Bien señor, ahora vamos a casa, después de la comida le recuerdo que tiene clases de natación, más tarde le espera su maestro de piano en la escuela de arte, después de la hora del café tendrá sus clases de francés y asesorías en matemáticas y lectura — hizo una breve pausa antes de continuar — y por la noche cenará en casa para más tarde ir a dormir, espero que no tenga mucha tarea y podamos empezar a hacerla mientras llegamos a su hogar señor — termino finalmente de recitar. —Karla, ¿por qué me llamas señor y no hijo? —preguntó Anthony con el seño fruncido. Karla volteo a verlo con seriedad para contestarle en un tono cortante que no aceptaba réplica alguna: —Señor, no puedo llamarlo «hijo» porque yo no soy su madre, solo soy su tutora y la encargada de su agenda, su formación física e intelectual, nada más. Anthony se quedo sin palabras, su rostro sorprendido mostraba un vacío inmenso que se abría bajo sus pies de modo que no alcanzaba a percibir nada más. El resto del día transcurrió sin novedad alguna, aparentemente. Fue justo ese día cuando observó con mayor detenimiento que tanto Karla como George le llamaban «señor», era una palabra que hasta ese momento no había sentido curiosidad por saber exactamente su significado ya que nunca se había tomado la molestia de pensar en la profundidad que dicho concepto encerraba. A partir de ahí se hizo más cuidadoso de todo lo que lo rodeaba y se percato que siempre estaba solo, la mayoría de las veces se la pasaba en diferentes escuelas estudiando muchas cosas pero que casi no disponía de tiempo para visitar o jugar con sus amigos, tenía muchos juguetes caros pero nunca jugaba con ellos salvo honrosas excepciones. Se dio cuenta que casi no veía a su padre porque siempre estaba ausente trabajando, eran pocos los momentos que convivía con él y lo más interesante, no había una mujer que lo llamará «hijo» de la misma forma que veía que otras señoras hacían con los demás niños cuando los iban a recoger al colegio o a cualquier otro lugar, ya fuera en sus clases de arte, deportes o cualquier otro lugar que observaba desde el interior del auto en sus idas y venidas a sus actividades previamente programadas.
Todo lo que estaba pasando a su alrededor le empezó a llamar la atención cada vez más, de modo que en cuanto tuvo oportunidad, entró al estudio de su padre, rodeo con calma el escritorio y recargo sus pequeños brazos en el sillón donde estaba sentado su padre manipulando la computadora mientras hablaba por teléfono. La velocidad a la que se movían las imágenes en la computadora era increíble, pasaban renglones sin que Anthony alcanzara a leer una sola palabra. Cuando su padre termino de hablar, se atrevió a preguntar: —¿Papá? —su voz era tenue. —¿Qué quieres? —contestó James secamente. —¿Podemos hablar? —Ahora no, Anthony, ¿no ves que estoy muy ocupado? La voz de James sonaba preocupada, casi molesta lo cual asustó al pequeño de seis años quien suavemente se escurrió hasta la puerta del estudio para salir lo más sigilosamente posible. Cuando se encontró fuera de la estancia, decidió caminar hacia su habitación cuando de repente tropezó con George, quien le tomo por sorpresa haciéndolo brincar del susto al tiempo que ahogaba un grito: —¿El señor, necesita algo? —preguntó George. —No George, solo quería hablar con mi padre, gracias —contestó el niño mientras trataba de reponerse del susto. Dicho esto siguió su camino en dirección a su único refugio: su habitación. El mayordomo — chofer lo notó raro, así que en cuanto pudo, fue a buscarlo a su cuarto para platicar con él, sabía que no debía de hacer eso pero al paso del tiempo le había tomado cierto cariño al pequeño, después de todo se trataba de un niño educado, de buenos modales, no hacia travesuras, obedecía todo lo que se le indicaba y jamás ocasionaba problema alguno lo cual le facilitaba sobremanera el cumplimiento puntual de sus funciones en forma exacta. Al llegar a la habitación de Anthony, toco la puerta que estaba mal cerrada al tiempo que giraba la perilla y abría un poco para dejar asomar solo un ojo. —Hola, ¿puedo pasar? —¿Quién es? —contestó Anthony girando la cabeza en dirección a la puerta que
ya se había entreabierto. —Soy George Señor —Claro pasa George —cuando éste último hubo pasado, Anthony se sentó en la cama esperando escuchar las instrucciones de lo que debía de hacer en los siguientes minutos. —Disculpe mi atrevimiento señor, pero de un tiempo a la fecha lo he visto diferente como pensativo y quisiera saber si acaso no estará enfermo —dijo George en un tono cortes tratando de hurgar en la mirada del chico para encontrar la respuesta a sus dudas. —No me pasa nada George estoy bien, ¿a dónde vamos a ir? —contestó sumisamente Anthony porque bien sabía que solo iban a buscarlo cuando su padre lo mandaba llamar, tenía que hacer algo o debía salir. —No señor nada de eso, es solo que me preocupa verlo así, y quisiera saber si podría ayudarlo en algo —contestó George mientras dibujaba una sonrisa inocente y amable a la vez. —Gracias George… lo que pasa es que me he dado cuenta de que estoy solo, no tengo amigos fuera de Albert pero a él solo lo veo en la escuela y todos tienen una mamá y yo… no conozco a la mía, ni siquiera sé si tengo una y quería platicar con papá pero siempre esta tan ocupado que… — sin poder contenerse más, la lágrimas salieron en un torrente silencioso que le impidieron continuar hablando George, sin saber qué hacer, se sentó a su lado y colocó su mano sobre su cabeza, Anthony al sentir el o de la mano del mayordomo sobre su cabello, levantó su cabecita para colocarla en el pecho de George mientras que sus bracitos trataban de rodear su costado. En ese momento el llanto del niño ya estaba siendo desgarrador, George sintió lástima del chico y solo acertó a abrazarlo mientras acariciaba su espalda en un gesto que claramente trataba de proporcionarle algún tipo de consuelo. Fueron minutos difíciles para ambos sin embargo fue el surgimiento de una gran amistad entre ambos. George se volvió el confidente y compañero de juegos de Anthony de modo que cada vez que podía, se escapaba con Anthony al parque, solían jugar a escondidas de su padre para evitar reprimendas y sobretodo porque
George sabía que James quería que su hijo solo se dedicara a crecer en lo físico y en lo intelectual, lo afectivo y los juegos propios de niños de su edad eran cosas que él consideraba tonterías que solo servían para desperdiciar el tiempo. Conforme se intensificaban los lazos de amistad entre George y Anthony, la confianza y el cariño se fusionaban de manera tan estrecha que George llegó a comprender la falta que le estaba haciendo a Anthony tener a su madre a su lado, el problema era que no tenía la menor idea de donde podría estar, desde el día en que lo había arrancado de los brazos de ésta no había sabido nada de ella, lo peor era que Anthony seguía preguntando y haciendo comentarios más frecuentes en relación con ella y él no podía decirle nada porque seguramente él querría saber más de ella y él no podría darle ningún tipo de información y eso sin contar con que James les había prohibido a todos hablar de Diana, para todos ella estaba muerta, no había existido, no existía y jamás existiría, esa había sido la consigna que había dado el señor de la casa: James Scotland. Pero por otro lado estaba la amistad y la angustia que solía ver en la mirada de Anthony, no podía seguir así, tenía que decirle algo que fuera verdad porque, aunque en varias ocasiones ya le había dicho que su madre había fallecido, sentía un enorme dolor en lo más profundo de su alma al ver el sufrimiento del niño al verse despojado de su madre, viviendo la mentira que su padre había recreado para evitar el o con su ella además, también estaban las inquietudes que su amigo le manifestaba, cosas a las que él no conseguía encontrar una respuesta adecuada porque en realidad no tenía idea de ¿por qué James se negaba a platicar con el chico para despejar sus dudas?, en varias ocasiones le había preguntado a George: —George, ¿por qué murió mi mamá?, y mi papá, ¿la extraña?, ¿por eso nunca platica conmigo?, ¿por qué siempre esta tan ocupado y nunca juega como tú conmigo? Y tú, ¿tienes mamá?, ¿cómo es?, vamos George, cuéntame. A George se le apretaba el corazón dentro del pecho cuando Anthony, su amigo empezaba a preguntar y él sabía que no había respuesta alguna para ninguna de sus preguntas porque si le contaba la verdad y James se enteraba, seguro lo despedía, aunque honestamente no le preocupaba mucho esa parte, lo angustiaba más pensar qué sería de Anthony sin él ya que por lo menos con él podía llevar un simulacro de vida normal de un niño de siete años aunque quedaba muy claro que esa no era vida para un menor.
En una ocasión cuando lo llevó al parque para que jugara con otros niños, el viento empezó a soplar con fuerza anunciando la próxima llegada del otoño mientras que el verano empezaba a despedirse. Las hojas secas caían de los árboles, el cielo estaba medio nublado y el sol se apresuraba a ocultarse antes de la cena, no cabía duda de que Escocia era una ciudad demasiado fría en su clima y en su ambiente, por lo menos para un niño. —Anthony —lo llamó George— empieza a oscurecer, será mejor que regresemos a casa. —Aún no se termina de meter el sol, solo unos minutos más por favor. —Pero pronto dejará de brillar, además, algunos chicos ya empiezan a retirarse a sus casas, ve. —Con los que yo estoy jugando todavía no se van —replicó Anthony. —No tardan en hacerlo y nosotros debemos de atravesar media ciudad para llegar a casa y si cuando llegue tu padre a casa no has terminado tu tarea, te has bañado y cenado se va a molestar mucho y puede ser que se dé cuenta de éste nuestro secreto y eso nos metería en serios problemas a ambos, tú me entiendes ¿verdad? — explicó George en un tono calmado. Ante tal fundamento Anthony no tuvo más remedio que obedecer por lo que se apresuró a despedirse con la mano de sus compañeros de juego para enseguida encaminarse hacia George quien no podía evitar mirarle fijamente, cuando se encontró delante de él se limitó a decir. —Está bien George, gracias. Cuando llegaron al auto y se encontraron dentro, George le preguntó: —Anthony, en el parque, ¿Por qué me has dado las gracias? —Porque a pesar del mal carácter de mi padre y sabiendo que puede correrte por traerme al parque a jugar, me das unos minutos y siempre estás conmigo para escucharme — Anthony volteo la cara para mirar con indiferencia a través de la ventanilla del carro — aunque me gustaría que eso lo hiciera mi padre, me agrada que seas tú mi mejor amigo.
Las palabras de Anthony causaron una enorme tristeza en lo más profundo del corazón de George y por un momento sintió que era el único habitante en el mundo del niño al que simplemente se le estaba preparando para una vida adulta que aún no llegaba y quizás nunca llegaría, por lo menos no en la forma en que el padre esperaba porque así como iban las cosas, el día menos pensado el chico terminaría con su vida en la adolescencia, ya sea por suicidio o por locura pero no creía que pudiera tener un mejor futuro ya que la infancia se la había robado su padre al saturarlo de clases y actividades que no eran otra cosa más que un distractor de juegos del señor James Scotland. Mientras conducía y pensaba todas éstas cosas se olvido que el niño venía sentado en la parte trasera del mercedes hasta que de pronto escuchó la voz de su jefe y amigo. —George, dime ¿qué sabes tú de mi mamá?, mi padre dice que murió pero nunca me dice cómo sucedió — adoptó una actitud pensativa antes de decir — ahora que lo pienso mejor, nunca me ha hablado de ella. —Lo siento Anthony, no sé nada sobre ella —respondió George. —¿Porque si somos amigos me mientes George? —preguntó inquisitivamente Anthony. —No te estoy mintiendo y déjame decirte que esa es una acusación muy seria que no debieras hacerme sin tener pruebas para ello —contestó George en su defensa. —Es que es verdad, y lo sabes, me estás mintiendo y tengo pruebas. —En serio, ¿y qué pruebas tienes? — quiso saber George. —Bueno, pues una vez me dijiste que llevabas nueve años trabajando para mi padre y que antes de que yo naciera tú eras su asistente. En otra ocasión, cuando te pregunte que hacía un asistente me contestaste que se hacía cargo de hacer, llevar, traer oficios y mensajes del jefe a donde tuviera que hacerse, ajustaba su agenda laboral y personal entre otras cosas. Después te pidió que te hicieras cargo de las cosas de la casa, de su ropa y prácticamente eras como su sombra ¿cierto? —Cierto que eso te dije —contestó George con seriedad y tranquilidad — pero eso ¿qué tiene que ver con que yo sea un mentiroso?
—Bueno pues que yo tengo siete años, por lo que tú ya trabajabas con mi padre cuando yo nací entonces eso implica que debiste de haber tenido conocimiento de mi madre, lo que fuera, solo que no sé por qué no me has querido contar nada. George se sintió descubierto y al mismo tiempo arrinconado porque no sabía que contestarle al chico así que decidió que lo mejor sería guardar silencio y el asunto quedaría arreglado, solo que no contaba con la mentalidad tan ágil que sus clases le habían desarrollado a su pequeño inquisidor. —¿Por qué no me contestas nada George?, se supone que somos amigos y entre los amigos no hay secretos, tú me lo dijiste el otro día — la voz de Anthony sonaba angustiada y exigía una respuesta. —Tienes razón Tony y te debo una disculpa pero no puedo decirte nada, lo siento, de verdad — con el corazón en la garganta, George tuvo que negarse a contestar. —¿También te lo ha prohibido mi padre? George no podía contestar nada porque no encontraba una buena excusa para negarse a hablarle sobre su madre, por primera vez desde que había decidido ser su amigo, se colocaba en los zapatos de Tony, sintiendo el dolor por la pérdida de una madre que tanta falta le estaba haciendo y que en su momento ella había sufrido mucho la separación, una separación que no entendía y que quizás aún seguiría llorando. —¿Por qué mi padre es tan malo?, ¿por qué todo está prohibido?, incluso hablarle está prohibido porque está ocupado atendiendo sus negocios, tiene que estar de viaje además, jamás asiste a las reuniones de ningún colegio y ni que decir de mis participaciones en festivales, torneos o concursos porque siempre tiene millones de cosas que hacer y tú solo te limitas a filmar las escenas para después hacerle llegar las grabaciones que seguramente no ve porque nunca me dice nada es que… ¿acaso soy tan mal niño?, realmente ¿me porto tan mal? — la voz del niño delataba su sufrimiento, mismo que le derretía el corazón a George. —No, nada de eso, eres el mejor chico que he conocido en mi vida, de hecho si yo tuviera un hijo, me encantaría que fuera como tú — trato de contestar rápidamente y en un tono muy cordial sin perder la compostura. —Entonces ¿por qué las prohibiciones y los secretos?, mis amigos del colegio
no tienen tantas reglas que cuidar ni tampoco tienen secretos con sus padres, juegan con ellos y se divierten, cosa que yo no puedo disfrutar. —Bueno Tony, eso se debe a qué sus padres no tiene el tipo de trabajo que tiene tu papá pero créeme, él te quiere mucho y yo también, es solo que él se preocupa porque tengas una formación que en el futuro te pueda llevar al éxito en tu vida adulta es todo, pero no te pongas nostálgico que en ningún momento hay una mala intención en esto — «estoy a salvo» pensó George al percatarse que la conversación sobre su madre se había desviado —Bueno sí, pero también debe de pensar que soy un niño, que necesito jugar con otros niños, convivir con él ya que no puedo convivir con mi madre y contarme sobre ella en lugar de negarse a hablar de ella, en vez de prohibirte hacerlo — contesto Tony un tanto molesto. —Quizás tengas razón pero eso tiene una explicación, tú mismo lo has dicho, tú padre no dispone de mucho tiempo para convivir contigo y por lo tanto no ha encontrado el momento más adecuado para hablarte de ella pero tengo la seguridad de que eso será en cuando lo considere conveniente —Pues eso ira a ser después de que me muera porque si no tiene tiempo para cenar conmigo, mucho menos para hablarme de mi madre, por eso George, sé que tú sabes algo sobre ella, ¿Por qué no me quieres decir nada?, aunque solo sea un poco, ándale ¿sí?, por favor — la voz de Tony era más una súplica que una petición. George no sabía que decir, su cerebro sopesaba las consecuencias de abrir la boca en ese asunto, sobretodo porque no tenía la más remota idea de la reacción que Tony tendría. Definitivamente estaba metido en un enredo del que no creía poder salir con mucha facilidad, y menos tomando en cuenta que hasta el momento no había conseguido desviar su atención a otro tema de conversación, donde no estuvieran tan involucrados los sentimientos y las emociones que se estaban manifestando con una intensidad moderada en ambos, amenazando con incrementarse en cualquier instante en el caso de Tony porque lo que era él, se sentía entre la espada y la pared, entre la fidelidad al autor del pago de sus quincenas y el diamante pulido que debía cuidar las 24 horas del día los 365 días del año. —Vamos George, cuéntame algo, ¿era bonita?, ¿cómo era?, ¿yo me parezco a
ella?, lo que sea, solo dímelo por favor George — la angustia resultaba patente en la voz del niño — de verdad, necesito saber algo de ella, no sabes cuánto me gustaría escuchar hablar de mi madre. —De verdad Tony, no me hagas esto… —Te prometo que no diré nada a nadie, así como tampoco le he dicho a nadie que sueles traerme un rato al parque y me dejas jugar con otros niños, vamos George, sabes que puedes confiar en mí, por favor, por favor Después de pensarlo unos instantes dijo: —¿De verdad prometes no decir nada a nadie? —preguntó George —Ni una sola palabra a nadie. —Está bien, te contaré, pero solo un poco —dio un respiro profundo antes de continuar—. Tú mamá era una mujer muy joven cuando tú padre la conoció, hermosa y muy inteligente, tanto como tu padre. Ella estudiaba en Suiza un posgrado en finanzas. —¿Qué es un posgrado George? —interrumpió Tony. —Es un estudio académico más especializado que te da mayor conocimiento sobre un tema en particular y en este caso tú padre ya contaba con algo de experiencia en esas cosas, de hecho ella era cinco años menor que él — el recuerdo de aquellas imágenes hicieron sonreír disimuladamente a George. «A tú padre le llamó la atención por su capacidad de aprendizaje tan rápido, su disponibilidad para profundizar y analizar cualquier tipo de información relacionada con las finanzas. En esos tiempos, tú padre estaba interesado en tener de cerca a una persona a quien enseñarle lo que él sabía, y ella era la persona adecuada para ello así que empezó a tratarla. A medida que pasaba el tiempo descubrió grandes habilidades en ella para el mundo de los negocios y las finanzas, por lo que decidió incrementar sus conocimientos y habilidades de modo que poco a poco se hicieron inseparables; ella solía acompañarlo a las reuniones y cenas de trabajo, sociales o de cualquier índole, todo era perfecto hasta que un día decidieron vivir juntos y después naciste tú, fin de la historia, eso es todo».
—¿Y qué paso después?, ¿por qué mi mamá no está con nosotros?, o es que ¿mi mamá ya no nos quiere? — su voz empezó a cambiar de un tono de interés por otro de tristeza y melancolía. —No, nada de eso Tony. Tu mamá era una mujer que entregaba el corazón sin pensar más que en amar. Y no te quepa la menor duda de que ella amaba hasta el extremo a tu papá y después que naciste tú, su mayor preocupación era tu bienestar, solía hacer hasta lo imposible para pasar el mayor tiempo disponible a tu lado, de hecho sufría cada vez que se separaba de ti para ir a la escuela. —Entonces ¿por qué no está con nosotros?, ¿por qué me abandonó? —estaba intrigado. —Hemos llegado a casa y ya no podemos seguir hablando de ello, en otra ocasión te sigo contando ¿de acuerdo? —No George, sígueme contando, necesito saber más, me tienes intrigado… no voy a poder dormir. —En otra ocasión Tony, no tarda en llegar tu papá y ambos vamos a tener problemas además, quedamos que solo te contaría un poco. —Te prometo que me daré prisa, es más no se dará cuenta que aún no he concluido con mis deberes, por favor George — Tony suplicaba desesperadamente. —No Tony… pero bueno, podemos hacer lo siguiente, nos damos prisa y en la noche cuando estés en la cama y tu papá esté en el estudio, te cuento un poco más ¿te parece la idea? —Preferiría que lo hicieras ahora —respondió Tony. —Por favor Tony — ahora era George quien suplicaba. —No se vale, eso es trampa, no puedes utilizar la misma estrategia que yo — contestó Tony un tanto molesto —Mientras funcione... además reconoce que no me has dejado otro remedio — fundamentó George en su defensa.
—¿Lo prometes? —Claro que sí, campeón. Tony se bajo del auto, entró en la casa para dirigirse directo a su habitación y dar prisa a sus deberes cuando una voz lo llamó desde la sala. —Anthony ¿dónde estaban?, te fui a buscar al colegio de idiomas y me dijeron que no estabas, al parecer terminaste pronto el examen mensual y te fuiste del colegio. —¡Papá! — Tony estaba más que sorprendido porque su padre nunca llegaba temprano y ese día lo había hecho — ¿cómo estás?, ¿a qué hora llegaste? —Te hice una pregunta y aún no me respondes —dijo secamente James al mismo tiempo que George entraba en la sala con la mochila de Tony — ¿George? —Señor, llegó temprano, ¿cenará con el señor Anthony? —¿Dónde estaban George?, fui al colegio de idiomas a buscar a mi hijo y no estaban — su voz denotaba el enojo que sentía James. —Ciertamente su hijo salió temprano y me pidió que lo llevara a dar una vuelta en el carro por el centro de la ciudad — la voz de George sonaba ecuánime, tranquila, segura en exceso — se me hizo fácil acceder a su petición, considerando que no se bajaría del auto en ningún momento, era temprano y pocas veces existe esa posibilidad, así que me tome la libertad de hacerlo, como una forma de premiar su desempeño académico — el gesto de James indicaba que estaba a punto de matarlo físicamente aunque con la mirada lo estaba terminando de despellejar vivo — pero si le molesta le prometo que no volverá a suceder señor. —Yo también lo espero, te pago para que te hagas cargo de la formación y educación de mi hijo, no para que lo pasees por las calles como si fuera un perro — era evidente que James estaba excesivamente enojado — Y que no se te olvide que quien concede «premios» al desempeño del niño soy yo: su padre — dijo James acercándose a la cara de George en actitud amenazante y continuo — la próxima vez, trata de recordar que cualquier detalle por pequeño que sea me lo tienes que avisar enseguida, debo estar enterado dónde está mi hijo, qué hace,
con quien y demás ¿me oíste? — James gritaba cada palabra como si George estuviera del otro lado de la calle. Tony estaba congelado, clavado al piso, no sabía qué hacer, sabía que George se había echado la culpa por haberlo llevado un rato al parque a petición suya y ahora su padre estaba a punto de golpear a su amigo. Nunca había visto a su padre tan enojado pero de algo si estaba seguro, no quería volverlo a ver así, estaba asustado, su mente estaba en blanco. No fue sino hasta que George lo tomó de la mano y lo llevó directamente a su habitación, lo metió y le pidió de favor que concluyera a la brevedad posible la tarea, se bañará y bajara para cenar, antes de que su padre se enfureciera más y decidiera golpearlo por desobedecer sus órdenes, Tony asintió con la cabeza sin decir palabra alguna, seguía espantado y nervioso por la escena que acababa de presenciar. Hora y media después, Tony entraba en el comedor para ocupar su lugar y esperar que su padre se desocupara. Unos minutos más tarde llegaba su padre para sentarse a su lado en la cabecera de la mesa y así empezar a cenar. Aún estaba molesto con George pero no le dijo nada, en cambio empezó a hacerle preguntas a Tony respecto a sus avances en la escuela —¿Cómo van tus clases en el colegio Tony? —Supongo que bien — la tímida voz de Tony trataba de disimular el miedo que invadía todo su ser — mis materias están aprobadas con excelencia. —Ciertamente tus calificaciones me resultan aceptables pero me gustaría saber ¿cómo te sientes en aprendizaje? —Perdón papá, pero no entiendo tu pregunta. —Me refiero a que si sientes que en verdad estás aprendiendo o solo estás repitiendo lo que dicen tus maestros en clase. —Pues… yo estudio lo más que puedo y muchas cosas si las recuerdo o las sé hacer como es el caso de matemáticas… —Bien, eso es bueno… ¿sabes?, creo que ya va siendo hora de que empecemos a estudiar un poco más… juntos, desde luego. —¿De verdad? — el pensar en pasar algún tiempo al lado de su padre le
entusiasmaba no obstante, el pasar más tiempo estudiando a su lado le aterraba —Claro que sí, hay cosas que deberías de empezar a comprender algunas cosas que te serán de mucha utilidad. —Eso es genial papá, —la voz de Tony sonaba más animada— pero dime, ¿Cuándo será eso?, ¿tendremos un horario específico para ello? —Solo necesito hacer algunos ajustes en el trabajo, me tomará algunos días definirlo y seguramente no será muy frecuente pero te prometo que buscaré el momento para ello. —¡George!, escuchaste eso, mi padre pasará más tiempo a mi lado enseñándome cosas que algún día necesitaré —la felicidad espontanea llevó a Tony a brincar de su silla al lugar que ocupaba su padre solo para abrasarlo mientras que George sonreía al ver un destello de felicidad en la mirada del niño. James, al ver la reacción de su hijo se sorprendió y por unos instantes muy breves, acarició la espalda de Tony para inmediatamente separarlo. —Basta ya Anthony, regresa a tu lugar y termina la cena —la voz de James sonó lo suficientemente seria para borrar la sensación de alegría en el rostro del niño. George había correspondido con un gesto de afecto y complicidad al comentario de Tony, para centrarse, al siguiente segundo, en terminar de servir la cena. El resto de la cena transcurrió sin mayor novedad, después de la actitud tomada por James, no había más nada que agregar, solo darse prisa con lo que cada quien estaba haciendo para desaparecer a la brevedad posible de las miradas condenatorias de su jefe. Mientras tanto, la mente de James volaba a gran velocidad pensando en que las asesorías se las daría él mismo con la intención de evaluar el trabajo que habían hecho los maestros de las diferentes disciplinas que solía estudiar su hijo, eso le daría la confianza de saber qué tan preparado estaba para ir fortaleciendo algunas otras habilidades que en el futuro serían básicas y sólo él podría enseñarle. Por otro lado, para Anthony dichas asesorías solo significaban más reglas y disciplina para Anthony, mientras que sus ratos de esparcimiento y juego con su amigo se desaparecían mucho más rápido de lo que alguna vez pudieron aparecer, pero si eso significaba pasar más tiempo al lado de su padre y así
aprender a conocerlo mejor, estaba dispuesto a hacerlo. Finalmente podrían compartir unos minutos. Esa noche subió George a acostar a Tony en la cama y cobijarlo, en esta ocasión omitió pronunciar palabra alguna. Tony comprendió la actitud de George y solo se limito a decirle: —Buenas noches George — George asintió con la cabeza y le guiño un ojo mientras esbozaba una sonrisa. Desde esa vez, James se mantenía más atento de las actividades de su hijo de modo que las tardes en el parque se hicieron menos frecuentes así como también se redujo considerablemente el tiempo que permanecían en él y no fue sino hasta el día de su cumpleaños que pudieron volver a retomar el tema de su madre, aprovechando que James había tenido que viajar a New York y, como muchas veces sucediera, no estuvo presente en el festejo a donde solo asistieron no más de cinco compañeros de las diferentes clases que tomaba, todos atendidos por George quien accedía gustosamente a complacer a los chicos en el interior de la casa de Tony con diversos juegos y la comida favorita del niño. Todo era perfecto, Tony se divertía sobre manera y el clima no era tan frío dentro de la casa porque fuera estaba nevando. Cuando hubo terminado el festejo y todos se hubieron ido, George empezó a recoger mientras Tony se acomodaba en uno de los sillones de la sala para decirle: —Gracias George, todo estuvo casi perfecto. —¿Casi perfecto? —preguntó George mientras esbozaba una enorme sonrisa — ¿a qué te refieres Tony?, fue perfecto desde mi punto de vista o ¿qué no te divertiste? —Sí, me divertí muchísimo, solo que me hace falta recibir un regalo tuyo que tenemos pendiente ¿recuerdas? —¿Un regalo pendiente?, déjame pensar… un regalo… la verdad no recuerdo, mi regalo te lo di esta mañana cuando despertaste… no tengo idea pero si me ayudas puede ser que lo recuerde. —La otra tarde que regresamos del parque y que ya había llegado mi papá me prometiste que después me seguirías hablando de mi mamá —dijo Tony.
—Ah eso, bueno sí, pero si recuerdas tu padre estaba muy enojado y ya no pudo ser posible porque de haberlo hecho nos habría molido a palos a los dos — contestó sonriendo —Pero ahora no está y no creo que vaya a regresar hoy por que se acaba de ir ayer por la noche así que ahora si me puedes contar ¿qué paso? —Bueno, pero no se te olvide que es un secreto que nadie debe de saber ¿está bien? —De acuerdo —contestó Tony mientras se acomodaba para seguir escuchando la segunda parte de la historia. —¿En qué me había quedado en esa ocasión? —quiso saber George mientras se acomodaba en el sillón al lado de Anthony. —En que mi mamá sufría cuando me dejaba para ir a la escuela y nos amaba intensamente a mi padre y a mí. «Bueno pues así era, pero antes te contaré que tú papá no quería tener hijos, estaba en contra de ello porque bien sabía él que no disponía de tiempo para atenderlos y eso ya lo puedes ver claramente, el caso es que cuando tú mamá estaba esperando tu llegada tu padre se enojo mucho con ella y se alejo un tiempo, hasta que después de varios meses se enteró que habías nacido, y cuando te vio por primera vez se enamoró de ti, se pasaba los días y las noches pensando en cómo hacer para tenerte a su lado y no descanso hasta que lo logro —dijo George sonriendo — pero no quería volver a vivir con tu mamá porque tenía miedo de que tuviera otro hijo, eso no estaba en sus planes y cómo tú eras y sigues siendo muy parecido a él decidió que se quedaría contigo y se alejaría de tu mamá — el tono de voz de George había tomado un matiz nostálgico, triste y confuso — así que cuando tu mamá concluyó con sus estudios ella tuvo que volver a su país para cubrir algunos requisitos propios de la beca que le habían proporcionado para estudiar en Suiza y fue entonces cuando tu padre la acompañó a New York en su avión para enviarla de regreso, quedándose contigo a su lado». —Y ¿qué hizo mi mamá? —preguntó muy seriamente Tony. —Ella se fue en medio de un llanto desgarrador, suplicaba e incluso luchaba por quedarse contigo pero el capitán del avión privado de tu padre la golpeo y ella
cayó al suelo desmayada, de modo que ya no pudo hacer nada por recuperarte. —¿Y qué ha sido de ella?, ¿de dónde era?, ¿no has tenido noticia de ella?, vamos George ¿qué sabes de ella? —preguntó desesperado Tony. —Esa fue la última vez que la vi, ella era de México, no recuerdo con exactitud de qué parte… de hecho, ahora que lo recuerdo, ella nunca hablaba de su familia. —Pero de verdad ¿no sabes nada de ella?, ¿no sabes si acaso me está buscando? —No, lo siento, la verdad es que no tengo la menor idea de lo que haya sido de ella, después de ese día me quedé pendiente de los asuntos de tu papá, tal como solía hacer, posteriormente me pidió que me encargara de apoyar a la niñera que te cuidaba hasta hace un par de años que se harto de ella y optó por dejarme a cargo de tu formación y educación, como bien recordarás está última parte. Y bien, eso es todo lo que puedo decirte. —¿Crees que podamos investigar algo más acerca de ella?, me gustaría tener o con ella, quizás también me este buscando y quiera volver a verme tanto como yo quiero conocerla, ¿no crees George? —Quizás Tony pero encontrar información sobre ella va a ser algo complicado. —Pero lo podemos intentar y en cuanto sepa algo me voy a ir a vivir con ella, no quiero vivir con mi padre —dijo Tony en un tono resuelto. —No digas eso Tony, no está bien, tú padre ha hecho lo que ha considerado mejor para ti —dijo George secamente. —Tal vez pero me prohíbe muchas cosas y me alejo de mi mamá eso quiere decir que no es una buena persona — el tono de Tony era molesto con un toque de decisión. —Como quieras pero él te ha dado muchas cosas que algún día vas a valorar y te serán de mucha utilidad y quién sabe, igual y con esas capacidades que él ha contribuido a que desarrolles un día puedas encontrar a tu mamá. —Tal vez tengas razón pero por el momento, quiero investigar lo más que pueda sobre mi mamá y espero que pueda contar contigo para ayudarme a encontrarla,
porque… ¿puedo contar contigo en esto como en todo lo demás verdad? —Claro que sí pero eso será más tarde ¿te parece? ahora hay que ponerse la pijama e ir a la cama ¿de acuerdo? Tony asintió con la cabeza para posteriormente dirigirse a su habitación para obedecer las instrucciones que George le había dado. Ahora no le cabía la menor duda, George era su mejor amigo y por fin tenía la oportunidad de encontrar a su mamá y no precisamente en una tumba, tal como le habían hecho creer hasta el momento. Algún día la conocería y entonces… las reglas desaparecerían, podría hacer muchas cosas que en su actual vida le estaban negadas aunque tenía varias dudas, ¿cómo sería?... Eso lo vería en su momento, después de todo no creía que las cosas fueran peor que vivir bajo las normas de su padre, igual y ella si jugaría con él, lo llevaría al parque todas las tardes y podría hacer muchas de las cosas que le estaban negadas. Tumbado en la cama y bien cobijado le dio las buenas noches a George para inmediatamente dejar volar su imaginación y así abrir las puertas de la fantasía tratando de dibujar en su mente preguntas relacionadas con ¿cómo sería su mamá físicamente?, ¿qué cosas le preguntaría o le gustaría hacer? Y otras tantas cosas que en realidad no importaban tanto, primero la tenía que encontrar, después ya se vería que procedía aunque no por eso le resultaba sencillo dejar de pensar en la idea de conocer y convivir con su madre. Fue así como poco a poco y sin darse cuenta cayó en un sueño profundo donde por primera vez en su vida respiro una buena bocanada de libertad, alejado de la angustiosa disciplina, perdido de las clases que absorbían sus ganas de vivir, las delicias que soñó esa noche solo podían ser comparables con las delicias que se relataban en los cuentos de hadas que dicho sea de paso, pocas veces había tenido la oportunidad de leer a escondidas porque su padre consideraba que eran una pérdida de tiempo.
Capítulo V
La conferencia de Diana estaba incluida en una serie de ponencias relacionadas con la economía bancaria y monetaria de los empresarios nacionales por lo que la habían incluido en la sección de finanzas sanas. Su presentación estaba programada para iniciar a las 6:00 y se esperaba concluir a las 7:00 p.m. Tal como era costumbre, Diana llegó 20 minutos antes de que iniciara, se dirigió al baño del centro de convenciones para ponerse un traje sastre con corte más moderno que le diera la apariencia de formalidad, seguridad pero sobre todo jovialidad y no tanto porque le preocuparan las cuestiones físicas sino porque le gustaba distraer la atención en su arreglo personal e intelectual antes de que los misterios que ocultaban su mirada pudieran ser descubiertos por algún curioso imprudente, de esos que nunca faltan y siempre sobran. Después de terminar con su arreglo personal se presentó con una de las edecanes del evento que estaba a cargo del registro de los asistentes para preguntar por la sala donde impartiría la conferencia y aprovechar para investigar el nombre de la persona encargada, en dicha sala, de los medios electrónicos con objeto de proporcionarle la memoria que contenía el material de la ponencia. La edecán no solo la condujo hasta la sala correspondiente sino que además la ó con uno de los organizadores que ya la estaba esperando. Después de las presentaciones con los coordinadores del evento, le indicaron dónde estaba ubicado el experto en medios, llevó su memoria y le dio las instrucciones necesarias para localizar el archivo correcto, minutos más tarde, colocaron la primera diapositiva al dar inicio con la presentación de la ponencia, toda esa parte en la cual solían mencionar su currículum completo que a ella le parecía una formalidad innecesaria pero indispensable. Su exposición fue clara, precisa y concreta de manera que se cumplió en tiempo con la presentación sin embargo, la parte relacionada con las preguntas del público se prolongo 15 minutos más de lo que se tenía contemplado, las preguntas que le formularon fueron sumamente interesantes y hubo necesidad de cortar ese espacio porque aún habían varias manos levantadas con objeto de formular sus dudas e inquietudes. Este tipo de actitudes por parte de su auditorio la emocionaban demasiado, porque significaba que una vez más había dado una
buena impresión, profesionalmente hablando, porque esa era la idea que ella tenía, por esa razón el tiempo que empleaba en preparar cada exposición resultaba ser excesivo teniendo en cuenta que la experiencia con que contaba no requería de mucho estudio, pero su afán de perfeccionar en lenguaje y novedades estratégicas, la orillaban a dedicar demasiado espacio de su vida para dejar la mejor enseñanza en cada conferencia que daba. El reloj marcaba las 8:00 p.m. cuando finalmente encendió su porsche para iniciar su regreso a casa. No tenía prisa por llegar pero sabía que era imprescindible llegar a la brevedad posible para mayor tranquilidad de sus padres que esperaban su llamada desde el teléfono de su hogar no obstante una parte de ella prefería manejar con calma para fingir que disfrutaba de un paisaje que no alcanzaba a ver por la oscuridad y combinado con la música del estéreo que nunca escuchaba, con la idea de manejar con cuidado y sin hacer tonterías para evitar accidentes que pudieran lesionar a terceras personas, todo, cualquier cosa era válida antes que llegar a su guarida para atormentarse, como cada noche solía hacer, con la idea de un hijo del que no sabía nada, de un hijo que para ella debía ser como si estuviera muerto según el concepto que James le había manejado, sin que fuera parte de la realidad o al menos esa era la idea que ella había alimentado durante todos esos años. Desde que le habían arrebatado de los brazos al pequeño Anthony no había pasado un solo día en que no escarbará en cualquier banco de datos con la finalidad de buscar a James y la única pista de que aún seguía con vida, hasta el momento, había sido en W. S., a través de sus movimientos que claramente podía ver, era como estaba perfectamente enterada de los incrementos en su fortuna, había conseguido ver los depósitos y transferencias bancarias de su cuenta a otras que pertenecían a particulares o tiendas donde había realizado compras o pagos por concepto de diferentes servicios pero ninguno estaba relacionado con una institución educativa. La mayoría de los depósitos se hacían a cuentas en Inglaterra y otras partes de Europa en menor grado pero no había pista alguna que delatará su domicilio o el más mínimo indicio de la existencia de su hijo. La explicación de esto obedecía a que esa información permanecía bloqueada con un sinfín de claves y contraseñas que hasta el momento no había conseguido descifrar e incluso había llegado a contratar los servicios de varios hackers, pero ninguno consiguió probar las delicias del éxito, razón por la que cada esfuerzo frustrado le dejaba un amargo sabor en la boca. Finalmente, un día se cansó de pagar por nada, así que decidió que lo intentaría ella sola prometiéndose a sí misma que lo encontraría, aunque fuera lo único que hiciera
en toda su vida. Todo sonaba muy retador, parecía ser una presa de una calidad inigualable, sus labios ya saboreaban el jugo de tan exquisita recompensa, solo había un problema que se interponía entre tan suculento platillo y ella: resultaba ser la maldita contraseña que tenía encapsulada la información personal de James, lo último que le dijeron era que se trataba de un código encriptado que constantemente cambiaba el orden de caracteres, no sabía cada cuando cambiaban pero al parecer era muy frecuente, podía ser cada determinado número de días, horas o tal vez… minutos. Mientras trataba de encontrar las claves o cualquier otra pista que la llevará al mismo resultado, había descubierto que también existía otra posibilidad, quizás remota e imposible de ocurrir, al menos prefería verlo de ese tamaño, pero a fin de cuentas podía ser considerada una opción más y era que James hubiera matado a su hijo. Esto último laceraba su corazón, su alma porque no quería pensar en ello, no, eso no podía ser, seguramente lo habría encargado a una familia para su formación, estaría en un lugar cualquiera, bien podía ser en un orfelinato aunque solo fuera para esconderlo de ella y del mundo, tal vez le habría pagado maestros privados o cualquier otra cosa menos pensar en que lo hubiera matado sin embargo era una opción que, aunque fuese la última, también existía, después de todo él no quería que naciera su hijo. Por otra parte, no le cabía la posibilidad de que eso pudiera ser verdad porque sería como matar a su clon, Diana no podía olvidar que era idéntico a James, le dolía pensar en que se pareciese a semejante bestia pero esa era la única esperanza que tenía para creer que Anthony estaría vivo aunque… si, seguramente le habría cambiado el nombre y por esa razón no había podido rastrearlo. Era inútil, no lograba convencerse a sí misma de dejar esa búsqueda constante por un ser al que había tenido la oportunidad de disfrutar tan poco tiempo, que seguramente ya habrían cambiado sus facciones, tal vez lo hubiera tenido cerca y no lo hubiese reconocido, ¡basta! Gritaba su cerebro cansado y confundido con tantas ideas al mismo tiempo y además aderezado con la culpa que sentía por no haber sido lo suficientemente fuerte para resistir las agresiones de que fue víctima cuando sucedió el desgarrador despojo de una parte de sus entrañas. Cada nueva idea o posibilidad de encontrar a su hijo la volvía loca de manera que pasaba las noches y los días enteros sin dormir buscando cualquier evidencia de su existencia, siempre era la misma historia y desgraciadamente el final no cambiaba jamás, su búsqueda llegaba al punto justo donde la leyenda: «Lo
sentimos, su búsqueda no ha obtenido resultados», «Lo sentimos, la información que solicita a esta dependencia carece de elementos que respondan a su solicitud», «La información solicitada no se encuentra en este banco de datos» siempre aparecía en la pantalla de la computadora. Cada vez que leía cualquiera de estas leyendas se activaba el detonador de una bomba que desencadenaba otras tantas noches de lágrimas, cubiertas de frustración mezcladas con amargura servidas en un plato de esperanzas hechas trizas donde el solo hecho de levantar la cabeza para mirar a su alrededor implicaba el ardor del ácido que corroía su piel suavemente para consumir poco a poco sus músculos, tendones, articulaciones, órganos internos dejando su alma desnuda en medio de los fríos recuerdos de aquellos días en Suiza que tanto añoraba, por haber sido la causa del nacimiento de Anthony pero al mismo tiempo odiaba por haberla separado de la mitad de su propio ser. Mientras recorría la ciudad se dedicó a pensar y repensar en su conferencia tratando de encontrar errores involuntarios, mismos que no encontró pero en algo tenía que entretener su mente antes de destapar las llagas que supuraban en su fuero interno. En cuanto entró en la autopista que la acercaría a su destino dio inicio el recuento de lo que tendría que realizar al día siguiente, mentalmente repaso los pendientes y trato de organizar sus actividades cotidianas una y mil veces, era obvio que se negaba a caer en la historia que consumía cada segundo de su vida aunque la esperanza de encontrar a su hijo la revitalizaba cada mañana. Así transcurrió el resto del viaje, pensando en el trabajo y en su familia que tanto la necesitaban mientras que la música y el paisaje pasaban desapercibidos. Después de conducir tres horas, Diana llegó a su casa en Juriquilla, aventó las llaves del carro junto con la bolsa de mano a los sillones de la sala a la vez que dejaba caer la mochila donde tenía la ropa que se había estado cambiando durante su viaje para permitirse soltar su cuerpo en el sillón más grande. Se tomo unos minutos antes de estirarse para coger el teléfono y marcar el número de sus padres en Tequisquiapan. A pesar de la distancia, el o con sus padres y hermanos solía ser constante de modo que cada vez que tenía que salir fuera de la ciudad le llamaba a sus padres para comentarles sobre su viaje y cuando regresaba, sin importar la hora, les llamaba aunque solo fuera para dejar un mensaje en el buzón de voz porque sabía que sus padres estarían esperando noticias de ella para sentir la tranquilidad de que todo iba bien.
—Bueno —se oyó una voz masculina del otro lado del teléfono. —Hola, buenas noches papá, soy Diana, solo llamó para decirte que acabo de llegar a casa y todo va bien. —Cariño, estaba con pendiente, pensé que algo malo te habría pasado, ya es un poco tarde —dijo con cierta preocupación y dulzura su padre. —Ya sé pero la conferencia se prolongo un poco, el tráfico en la carretera y los imprevistos me retrasaron pero ya me estoy reportando. —Eso me agrada, ahora descansa que debes de venir muerta ¿vendrás el próximo fin de semana? —Claro, ya sabes que no puedo dejar de ir a verlos ¿cómo está mamá?, ¿todo y todos bien? —Todo está tal y como lo dejaste el fin de semana pasado —dijo su papá en un tono más alegre —pero dime ¿cómo ha ido tu viaje? —Genial, como siempre, papá quisiera seguir hablando pero vengo muerta de cansancio, si no te importa, te cuento la próxima vez que nos veamos ¿te parece? —Sí claro cariño, que descanses linda, tú mamá te manda saludos. —Gracias, besos a los dos. Cuando termino la llamada se tomó unos minutos más antes de levantarse para vaciar la ropa de la mochila en el cesto de la ropa sucia y dirigir sus pasos hacia la ducha que tanta falta le estaba haciendo. El o del agua tibia en su columna le recordó que aún seguía viva y que, independientemente de las actividades de ese día, era necesario, indispensable volver hacer una rápida revisión en el internet para tratar de encontrar una pista que la llevara a descubrir el paradero de James, no importaba lo que fuera mientras le proporcionará una sola razón para continuar soñando con una muy feliz realidad que poco a poco se estaba convirtiendo en una ilusión, en una fantasía, si el mundo supiera esa parte de ella pensaría que se trataba de una alucinación e incluso parte de un delirio o como se le quisiese llamar pero nunca de una realidad, porque una mujer como ella no podía tener tiempo para un embarazo y mucho menos para un parto con las complicaciones que ya había sufrido. Todo parecía una eterna tortura como
las que se practicaban en la edad media en Europa, en el fondo de su alma quería creer que no se trataba de otra cosa más que de un mal sueño y que algún día despertaría con su hijo acurrucado en el regazo, el principal inconveniente era que hasta ese momento no había despertado de su pesadilla y tampoco había encontrado la manera de salir de ella. Se sentía agotada pero sabía que debía de seguir intentando hallar a James, recordaba cada lugar visitado en Inglaterra, Suiza y otros lugares en Europa que ella sabía que solía frecuentar con cualquier pretexto, según las huellas que su tarjeta de crédito y su cuenta de cheques habían dejado en cada situación, la finalidad era encontrarlo pero nada, parecía como si hubiera muerto, que ese era el deseo que mucho tiempo había albergado Diana, pero sabía que si fuera una realidad ella estaría perdida, porque no habría forma de encontrar a su hijo y de por sí ya era sumamente complicado dar con algo que la llevara a fundamentar una esperanza que la vinculará con su hijo, no se imaginaba cómo pudiera hacer si su peor demonio estuviese muerto. Después de haber reflexionado semejante situación decidió dejar de lado el deseo de muerte hacia James pero no significaba que diera gracias a Dios por su existencia. Por el momento no había nada que pudiera hacer aunque cuando encontrará a su hijo… ya vería que hacía con él, todo dependía de cómo se dieran las cosas cuando eso sucediera, pensando en que se presentará la ocasión. Cerró las llaves de la regadera, tomó aire, cogió la toalla se secó el cuerpo y dio una buena sacudida a su cabello para finalmente envolver su cabeza en la toalla y así permitir que se absorbiera el agua con mayor suavidad, abrió la puerta del cancel de la regadera, tomó otra toalla y se envolvió en ella sintiendo la suavidad y el calor de la misma, se calzó unas zapatillas secas y acojinadas que se encargarían de absorber el agua de los pies encaminándose a su vestidor. Minutos después ya estaba en su cama sentada con su pijama puesta y la laptop en el regazo. Empezó por revisar los movimientos en las diferentes bolsas de valores del mundo donde sabía que James tenía actividad y una vez más pudo constatar que había realizado algunas «jugadas» como solía llamarlas él, lo cual solo le dejo muy en claro que seguía «vivo» en el complicado mundo de las finanzas. Más por costumbre que por curiosidad, reviso una vez más en qué habían terminado sus movimientos con las acciones que su verdugo le había regalado y que no solo conservaba sino que había incrementado de manera considerable ya
que habían sido esos ingresos los que le habían permitido viajar constantemente a Europa para realizar sus investigaciones personales. Después de haber regresado a México sin su hijo, le tomo su tiempo asimilar la idea para retomar las fuerzas necesarias que la llevaran a hacer un sin número de trámites para cambiar el nombre del propietario de dichas acciones. La idea que le había surgido en esos momentos, estaba relacionada con la adquisición de recursos que le permitieran realizar la búsqueda de su pequeño y para ello resultaba indispensable contar con dinero en euros y dólares. Por esta razón, tomo la decisión de encauzar una parte de sus esfuerzos y conocimientos a continuar con la parte financiera que ya había comenzado en Zuiza, bajo un pseudónimo que encubriera su verdadera identidad, a la vez que procuraba mantenerse al margen del campo de acción de James, necesitaba pasar inadvertida, principalmente para él. Las notas y los resultados le complacían aunque no tanto la carencia de pistas de localización, sin embargo, insistía porque sabía que nada era perfecto por siempre y que tarde o temprano se iba a equivocar, se tenía que equivocar en algo y entonces él mismo se delataría lo suficiente para encontrar la respuesta que tanto había estado buscando por años enteros, tenía que ser así, no podía permanecer oculto toda la vida, era imposible, lo único que esperaba era que no transcurriera mucho tiempo para que eso sucediera, porque su paciencia la había perdido en el momento en el que le arrancaron a Anthony de sus brazos al tiempo que encontraba el agridulce olor de la desesperación, que era el remedio más efectivo para reventarle los nervios a cualquiera haciéndole perder la razón, para formar parte de la estadística de enfermos mentales que ya existía en el mundo actual. Estuvo haciendo varios intentos para darse cuenta que una vez más estaba caminando en círculos. Cerró la computadora, la coloco en la mesa de noche, apagó la luz y se acomodo en su cama esperando tener dulces sueños de victoria confiando en que se hicieran realidad. No transcurrió mucho tiempo antes de que el cansancio la venciera lo suficiente para trasladarla al mundo mitológico de morfeo, donde sus más grandes deseos se podían hacer realidad con solo dejarse llevar por la suave mano que le tendía su inconsciente para conducirla al punto de partida, donde la seguridad en sí misma era la primera condicionante y por ende los sueños parecían ser cuentos de hadas con un final feliz, aunque en su caso, aún no llegaba a esa conclusión y tal vez nunca llegaría, pero lo importante era que tenía la oportunidad de volver a contemplar a su hijo justo cómo era
cuando lo vio por última vez. Los siguientes días transcurrieron sin mayor problema, la rutina era la misma de siempre, levantarse, darse una ducha, tomar el desayuno y salir con dirección a la oficina para atender los pendientes y situaciones diversas que se presentaban a cada momento en el manejo de las finanzas de la empresa, las cuentas personales de la familia de Ricardo, que eran una parte de trascendental importancia para su jefe, de tal forma que no cabía la posibilidad de ningún error con las tarjetas de crédito de su esposa o de él, ella tenía que revisar periódicamente que el sistema estuviera funcionando de manera correcta porque si por azares del destino alguna tarjeta de crédito «no pasaba» ella tendría serios problemas. Hasta el momento no había sucedido nada parecido pero tampoco anhelaba que sucediera, y aunque no la hacían muy feliz las intenciones de Ricardo hacia ella, tampoco significaba que estaba dispuesta a poner en tela de juicio su puesto en la empresa a través de sus capacidades financieras e intelectuales, ante todo estaba su reputación como profesionista. La seriedad del trabajo y la incansable búsqueda tenía un muy drástico cambio cuando llegaba el fin de semana. Generalmente el viernes por la tarde — noche, dependiendo de la hora a la que saliera del trabajo, iba a realizar las compras de la semana para su casa y para la de sus padres. Tenía la atención de visitar a sus padres cada fin de semana porque se sentía tan sola que la compañía de su familia la hacía sentirse mejor y por un par de días parecía olvidarse de su tortura para regresar al ambiente que existía antes de irse a estudiar a Suiza. Estos momentos de relajación la hacían ir a pasar la mayor parte de los fines de semana que podía ya que algunas reuniones las programaba Ricardo en sábado y al otro lado del país de modo que no siempre podía ir, otras tenía que viajar al extranjero por cuestiones de trabajo y ese era un enorme impedimento que la ponía de malas. Cuando llegó a la casa de sus padres, se bajo del carro, abrió la puerta de la cochera, metió el carro, se volvió a bajar, cerró la puerta y condujo su auto hasta casi la mitad de la casa que se extendía en una construcción por el lado izquierdo, se detuvo, abrió la puerta que la conectaba directamente con la cocina de su madre, la saludo tan efusivamente que cualquiera diría que tenía meses sin verla. Empezó a bajar las bolsas de la despensa cuando le preguntó a su madre: —¿Y cómo has estado?
—Llevó varios días que me siento como muy desganada y cansada, fui a ver al doctor por insistencia de tu padre pero no me dijo nada nuevo, mi corazón ya está muy cansado y lo único que me recomendó fue no dejar el medicamento y que no hiciera esfuerzos, lo dijo tan fácil y sencillo como si el mero hecho de vivir no implicará por sí mismo un gran esfuerzo — explicó Ana su madre. —Bueno pero eso ya no es nuevo y también debes de poner de tu parte, toma en cuenta que yo no puedo estar aquí para ayudarte a hacer todo, tengo un trabajo que me absorbe demasiado tiempo y eso lo sabes perfectamente así que no dejes el medicamento y cada vez que te sientas mal, llama al doctor a ver que te dice ¿de acuerdo? — el tono de voz de Diana era más conciliador que dulce pero siempre tratando de hacerle sentir que era una persona muy importante para ella — por cierto, ¿dónde está mi papá? — quiso saber. —En el jardín, ya sabes lo mucho que le gusta regar las plantas y su césped de noche, a veces pienso que eso es lo que le da la vida que yo le quito con mis achaques —Supongo que es su mejor pasatiempo y por otro lado debes reconocer que te ayuda en todo lo que puede pero ya no puede hacer más. Estás son todas las bolsas, voy a saludar a mi papá y en un momento regreso para ayudarte a acomodar las cosas ¿va? —No te preocupes, yo empiezo poco a poco cariño. Diana salió de la cocina por la puerta que daba al jardín encontrando a su padre de espaldas a la habitación que ella acababa de abandonar. —Hola papá, ¿cómo estás? —aceleró el paso para alcanzarlo en breve y abrazarlo por la espalda. —Hola linda —sonrió de manera natural — estoy bien, esperando tu visita, ¿cómo va el trabajo? —Todo bien —contestó Diana con una expresión de cansancio acumulado. —Te veo cansada, deberías descansar un poco más o por lo menos dejar de trabajar tanto, después de todo no tienes ningún tipo de obligación como para que te mantengas trabajando con tanta intensidad — la voz de su padre sonaba más preocupada pero no podía dejar de sentir un inmenso placer al ver a su hija.
—Sí ya sé, me lo has dicho muchas veces pero siento que si disminuyera mi ritmo de trabajo me moriría más pronto porque ya me acostumbre a vivir así, además para eso vengo a ver a mis «viejitos», ellos me relajan masajeando mi alma con su cariño — mientras decía esto trataba de cambiar la expresión de su rostro aunque la mirada seguía siendo la misma — me encantaría seguir discutiendo este punto pero tengo que ir a ayudar a mamá con las cosas de la despensa y la comida, por cierto ¿hay algo en particular que te gustaría comer? — a estas alturas ya había cambiado su expresión de cansancio por una enorme sonrisa que difícilmente podría borrarla. —Cualquier cosa que decida tu mamá estará bien para mí, lo más importante es tenerte en casa, con eso basta y sobra. No importa que se le pase de azúcar el arroz con leche o que se le quemen las enfrijoladas, mientras estés aquí todo sabrá bien y se solucionará mejor aún. —No exageres papá, yo no pretendo comerme un arroz con leche empalagoso y mucho menos una cena quemada o con ese «dorado especial» que mi madre presume cada que se quema algo — soltó una risa espontanea que contagio a su padre. Diana regreso a la cocina para encontrar que su madre ya había terminado de sacar las cosas de las bolsas así que empezó por guardar lo que correspondía a la despensa, las frutas y verduras las dejo al final mientras su mamá empezaba a preparar la cena. Todo era tan diferente cuando regresaba a la casa de sus padres. Sus hermanos casi no frecuentaban a sus padres porque vivían en otros lugares y «no tenían tiempo para ellos». En el caso de Diana, las cosas diferían. La sensación de estar completa y de que el tiempo jamás había pasado seguía estando en el aire de modo que por un par de días tenía la impresión de seguir siendo la chica universitaria que regresaba a casa cada fin de semana después de una semana de arduo estudio en la escuela. Las actividades, las pláticas y ocurrencias de sus padres resultaban ser las mejores armas ante las cuáles se rendía como una buena hija noble, humilde y sencilla. Todo eran sonrisas, debates, peleas por tonterías que se olvidaban en cuestión de minutos, paz y tranquilidad en medio de un ambiente alejado de las complicaciones de la vida adulta y laboral, pero principalmente lograba olvidarse un poco de sus cadenas, solo el tiempo suficiente como para recargar las baterías que le permitieran seguir adelante con su búsqueda y compromisos adquiridos, fueran de trabajo o personales, éstos
últimos no eran muy frecuentes ni comunes en su existencia. Aunque se esforzará, no podía negar que los mejores momentos que había pasado al lado de un hombre habían sido al lado de James, el hombre de quien se había enamorado y a quien él había enseñado a odiar con toda su alma. Por las noches, durante su estancia en la casa paterna, solía hurgar de pasada en la computadora algún detalle que le diera pie para refrescar su alma solo que hasta eso resultaba ser muy distinto porque tenía la sensación de que se trataba de un trabajo escolar, una tarea o algo por el estilo y aunque no era impersonal su interés, no lo sentía con la misma trascendencia que cuando estaba en Querétaro sola, en casa, sin nada más que distrajera la atención de sus objetivos reales, sin alguien con quien compartir su dolor y lo peor era que nunca había mencionado su situación con sus padres y seguramente jamás lo haría, porque ellos tenían la idea de un matrimonio convencional, donde existía un padre, una madre y después de varios meses se supone que vendrían los hijos, y si bien ella era el orgullo de los suyos, no quería arruinarlo con una historia donde ella era la madre soltera que no tenía a su hijo a su lado porque había fracasado por segunda vez, la primera había sido en el momento en que había entrado en la cama de James sin antes haber firmado un acta de matrimonio, tal y cómo sus padres le habían inculcado que debería de ser. La edad de sus padres era avanzada y ambos tenían cansado el corazón, tal como lo había expresado el cardiólogo, y una noticia como aquella pudiera ocasionarles una enorme decepción, tristeza o quién podía saber, hasta un problema mayor de salud que fuera la causa de la muerte de cualquiera de ellos y eso podía traer a su vez como consecuencia, la muerte del padre que hubiera sobrevivido. Eran muchas las cosas que había que pensar antes de cometer la imprudencia de abrir la boca con tanta facilidad y de semejante tamaño. Diana nunca podría soportar el peso de tan graves consecuencias porque sabía que seguramente las habría pero eso no era lo que importaba, en esos momentos, en los que se encontraba bajo la protección de sus padres, sentía que todo lo podía hacer sin importar las dificultades o los obstáculos que tuviera que enfrentar, ella saldría adelante por su hijo, por sus padres y finalmente por ella misma. Sí, eso era lo que en realidad debería de importar, ese era el sentido de su vida y no había necesidad de pensar en más nada. Por otro lado, Diana se mostraba comprensiva, aceptaba cualquier detalle que se presentará como interferencia a los planes que solía hacer con sus padres, no había necesidad de tantas precisiones, todo era improvisado, acorde como se
presentaran las circunstancias. Su vida al lado de sus padres era imprevisible, solo procuraba recordar los horarios y las medicinas que cada uno debería de tomar para tener el control de la situación, no existía la perfección ni las estrecheces de su mundo laboral, un mundo dónde no había lugar para los errores, todo tenía que estar en tiempo y forma o de lo contrario… se suscitarían conflictos económicos importantes, por lo que siempre estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario y en la forma que se requiriera para evitar el fracaso, la frustración, el golpe final que le diría que era hora de renunciar, pero eso era un lujo que ella no se podía dar porque tenía que demostrarse a sí misma que al menos para eso si servía, que podía ser medianamente competente puesto que no se consideraba brillante a pesar de que muchos se lo repetían infinidad de veces, pero ella no se lo creía. Tenía la firme convicción de que hacía lo mínimo indispensable para que las cosas salieran simplemente bien y nada más, su mejor esfuerzo estaba puesto en su papel de madre derrotada, fracasada porque no había sido capaz de retener a su hijo a su lado. Era increíble poder ver a una mujer y concebirla con tres personalidades diferentes habitando en un mismo espacio sin complicarse, sin dar la menor pista o impresión de que cualquiera de las otras dos pudiera salir a flote en el momento menos adecuado y con la peor de las reacciones. Independientemente de las circunstancias, eso jamás había sucedido y se esforzaba porque nunca se presentará una ocasión en la que esto pudiera surgir sin previo aviso. Diana no había pensado que siquiera pudiera existir la posibilidad de que una de las tres personalidades apareciera en el mundo donde habitaba alguna otra, no concebía la idea porque tenía la seguridad de poder controlar las tres personas que vivían en ella. Pero eso no era razón para que no reconociera que la más fuerte de sus personalidades se inclinaba por su papel de madre sumergida en un enorme océano de amargura, embravecido por la decepción en medio de la tormenta de depresión que no conocía fin, un lugar en cuyo espacio no había lugar para la palabra «descanso», no había sol ni luna, las estrellas podían brillar cuanto quisiesen pero Diana estaba condenada a jamás verlas ni conocer el más mínimo resplandor de éstas. Ese era su mundo, indescriptible, pero a fin de cuentas muy suyo.
Capítulo VI
Terry se encontraba en la sala de juntas del Banco Internacional presidiendo una importante reunión que definiría sus próximas ganancias, quienes estaban presentes eran los accionistas que trabajaban con él, unos más importantes que otros, pero a fin de cuentas todos tenían acciones invertidas en beneficio propio, bajo la bandera de la bolsa de valores de L… y de las labores «altruistas» que solían llevarse a cabo como parte de las funciones del mismo banco, siempre a favor de los más necesitados, aunque en realidad eso estaba perfectamente ligado a los intereses personales de cada uno de ellos y de forma más discreta pero no por eso menos trascendental, los requerimientos de Terry Greychester. —¿Qué piensas hacer para unificar las cuentas corrientes de los más grandes empresarios de cada país?, ¿pedirles que sean altruistas y se unan a una causa que no tiene más objetivos que favorecernos a nosotros mismos?, ¿crees que va a funcionar así como así? — cuestionaba Max Carrier uno de los accionistas minoritarios del banco mundial. —Desde luego que no —dijo secamente Terry Greychester, accionista mayoritario del banco internacional y dirigente de las bolsas de valores más importantes a nivel mundial — pero podemos hacer uso de alguna estrategia para acorralarlos y hacer que terminen haciendo lo que nosotros queremos, después de todo, para eso tenemos el poder ¿o no? —De eso no me cabe la menor duda pero no creo que vaya a ser tan sencillo como lo planteas —replicó Carrier. —Bueno de ser así, ¿Qué sugieres Terry? — quiso saber Adams. Uno más de los tantos accionistas del banco internacional. En ese momento, la discusión estaba tomando un matiz muy diferente: se estaba decidiendo el destino financiero del mundo entero. En esa reunión se encontraban los accionistas más importantes del banco internacional, algunos tenían más valores que otros pero a fin de cuentas todos contaban y eran tomados en cuenta solo para que Terry pudiera observar y medir las capacidades intelectuales, económicas pero por sobre todo, las voluntades para definir
quienes estaban a su favor y quienes en contra. Este último punto resultaba ser esencial para Terry puesto que como líder y dueño de más de la mitad de las acciones de la bolsa de valores de Londres, Japón y W. S., debía mantenerse informado hasta de los detalles más insignificantes, además de ser el mejor cliente del banco internacional y responsable de lo que ocurría en ambas instituciones, requería medir el terreno que pisaba antes de dar el siguiente paso para evitar pérdidas y traiciones. Ya había experimentado algunas pero ninguna había sido significativa porque en cada una de ellas había terminado por demostrar su superioridad al mismo tiempo que enseñaba a su oponente que jamás debería de retarlo o contradecirlo, que él estaba para mandar y el mundo entero estaba para obedecer sus deseos sin cuestionar nada, pero principalmente sin cometer ningún tipo de error, ya que eso podía pasar desapercibido para cualquiera menos para Terry y en caso de ser así, el único remedio que conocería el incauto sería la eterna miseria para sí mismo y para sus familiares más cercanos de modo que jamás tendría a ningún tipo de banco mucho menos pensar hacer el más mínimo movimiento bancario por miedo a ser localizado, habría que abandonar sus propiedades con la ropa necesaria para sobrevivir y hacer más allá de lo imposible para desaparecer del radar de Terry antes de empezar a sufrir humillaciones más torturantes psicológicamente hablando. En tales circunstancias lo único que quedaba era volverse loco o suicidarse. Cualquier cosa que afectara el más mínimo interés de Terry, y más aún cuando se trataba de cuestiones económicas o materiales, no conocía la piedad, las ganancias mayores tenían que ser suyas, lo que los demás alcanzaran no era de su incumbencia pero si algo salía mal, se encargaba de hacer los movimientos necesarios para llevar a la quiebra a sus opositores a la vez que hacía llegar un volante informativo a todos lados y medios para anunciar el fracaso intelectual, moral y personal de dicha persona con el único objetivo de que jamás pudiera encontrar trabajo alguno en nada ni de nada. —¿Alguien tiene una idea u opción respecto a lo que podemos hacer para incrementar las ganancias de este negocio? —pregunto Terry en un tono sarcástico. El silencio que se había formado resultaba ser insostenible, como siempre — ¿es que nadie va a decir nada? —Quizás si incrementáramos el costo de algunos servicios y obtuviéramos un poco de apoyo para que esas ganancias consiguieran tener un cierto valor en W.
S… pudiera ser una opción —contestó con falsa modestia Stevenson que era dueño de una de las empresas más poderosas a nivel mundial en el ramo automotriz. —¿Qué pretendes con eso Stevenson?, ¿qué acabemos con la gente que se encarga de la liquidez de nuestros bolsillos? Esto es una locura —dijo Adams en un tono de voz que denotaba demasiada tensión. —Creo que esta reunión se está prolongando demasiado. Así que, díganme caballeros, concretamente ¿qué sugieren? —pregunto Terry en tono más autoritario. —Hay una posibilidad… me gustaría saber ¿qué pasaría si un día apareciera en los principales diarios el anuncio de modificaciones en las políticas internas para el manejo de acciones en cualquiera de las bolsas de valores del mundo dependientes, desde luego, de la nuestra? — propuso James Scotland el asistente general de la bolsa de valores de L. e inversionista del Banco Internacional. —¿Cuál sería la finalidad Scotland? — quiso saber Carrier. —Muchas empresas nacionales e internacionales pudieran interesarse en ingresar y empezar a jugar, algo así como cuando alguien va por primera vez a un casino, empieza a jugar si ve ganancias, por pocas que sean, se despierta la serpiente de la ambición de manera que poco a poco va apostando más hasta que llega al punto en que ya no se puede detener y es justo cuando se cierran las puertas para perderlo todo de modo que la casa siempre gana y a los visitantes pues… les toca perder — al hablar solía ser muy serio pero al ver que contaba con la atención de todos los presentes y principalmente de Terry, la emoción iba inundando cada palabra de un sentimiento que se desbordaba dejándole un sabor en la boca a paraíso —Eso sería rebajar nuestra dignidad al tener el más mínimo roce financiero con personas que se consideran millonarias cuando jamás en su vida han probado un verdadero caviar noruego, considero una degradación para los de nuestra clase —replicó Stevenson con cierta molestia. Las murmuraciones empezaron a sonar por toda la sala de reuniones, cada cual exponía sus puntos de vista a quien se encontrará más próximo a ellos y que además quisieran escucharlos. Terry por su cuenta reflexionaba detenidamente la idea de James. No le parecía tan descabellada aunque para eso se requería
tiempo, mismo que no estaba dispuesto a desperdiciar en jueguitos infantiles de casino, en cuanto a lo de las diferencias económico — sociales, le tenían sin cuidado, después de todo no pensaba comer ni dormir con ellos, lo único que le interesaba era la cuestión económica, las ganancias que podría exprimir de esa estrategia. Fue entonces cuando dio un fuerte golpe en la mesa y dijo con un grito: —A callar todos. Inmediatamente todos voltearon a ver a Terry al mismo tiempo que cerraban la boca, algunos tenían el ceño fruncido y otros señalaban con el dedo índice de la mano derecha, el secretario general estaba anotando los últimos comentarios que habían hecho algunos de los accionistas. Sin importar lo que cada quien hiciera, dijera o pensara, al sonido de la voz de Terry el ambiente cambiaba de manera tangible, el tiempo parecía congelarse, la escena de acción se detenía, el aire dejaba de circular mientras las miradas de todos los asistentes se dirigían a la presencia que se imponía con el mero hecho de estar presente y al que todos temían por obvias razones. —Me importan un bledo lo que están hablando, quiero acciones concretas y voluntarios para tomar la responsabilidad de las decisiones que estamos por tomar, así que… — extendió un brazo para indicar que la palabra estaba sobre la mesa y quien quisiera tomarla, debía de saber perfectamente lo que iba a decir — ¿nadie?, bien, la idea de James no es tan mala solo que para ello se requeriría tiempo, todos estaremos de acuerdo en ello — la expresión facial de los accionistas denotaban un total acuerdo — el problema mi querido James es que la paciencia no es una de mis mejores virtudes, por lo que me gustaría saber ¿de qué manera lo podemos ajustar un poco más? Y esa es justo la tarea para todos, y permítanme decirles que tienen dos horas para hacerme llegar un plan por escrito e impreso con las estrategias detalladas a mi oficina de lo contrario, señores, tendré que ser yo quien tome las decisiones necesarias que ustedes tendrán que aceptar junto con mis condiciones y sin comentarios o murmuraciones en los teatros, cenas privadas o familiares, pasillos e incluso en sus sueños porque les advierto que estoy cansado de tener que cuidar esa clase de estupideces que suelen proferir con tanta frecuencia y que además no creo tener porque tolerar ni eso ni sus supuestos halagos para quedar bien conmigo. Así que bueno, a trabajar con sus propuestas. — se levanto de su asiento y salió seguido de su asistente que llevaba la computadora, folders y oficios de su jefe.
Después de que Terry saliera de la sala, algunos se quedaron consternados, otros preocupados y unos más se mostraron indiferentes diciendo. —Vale, de todos modos siempre termina haciendo lo que se le pega su regalada gana pues que lo haga, no pienso ponerme al alcance de tiro, prefiero ponerme de su lado —dijo uno de los accionistas minoritarios. —¿Es que no les importa que se quede con las ganancias totales? —preguntó Carrier. —¿La verdad? Sí, desde luego ¡por Dios!, pero considerando que con Terry la batalla significa conformarse con las sobras o arriesgarse a perder hasta la ropa que traigo puesta quedándole a deber hasta mi alma y la de mi familia completa… viendo el tablero de ese tamaño y teniendo que elegir, me quedo con las sobras sin mayor problema —contestó Adams. Diciendo esto, empezaron a salir los accionistas. James se acercó a Carrier para comentar. —Vamos, no seas tan ambicioso, después de todo, puede ser que las sobras que nos queden no sean tan malas, digo, de ganar algo a seguir viviendo con los «intereses» que hasta el momento nos generan nuestras acciones y participaciones… — el tono de voz de James había adquirido un matiz de superioridad como consecuencia de haber estado bajo la mirada de Terry, aunque solo hubieran sido unos cuantos segundos. —Vete al diablo James —contestó Carrier enfadado. Mientras tanto, Terry estaba en su oficina del edificio del banco internacional. Construcción que estaba destinada a albergar los movimientos más importantes de dicho banco así como de la bolsa de valores de Londres en los pisos inferiores, mientras que en los intermedios se encontraban algunas oficinas destinadas a los accionistas mayoritarios donde también estaba la sala de sus corredores de bolsa con los respectivos cubículos para cada uno de ellos. En el caso de Terry, recordando que él era el dueño del edificio, contaba con dos pisos completos para él en la parte superior del inmueble donde contaba con una oficina completa con recepción, sala de espera, salón de juntas y desde luego un pent house medianamente lujoso donde podía subir a descansar en cualquier momento y que en realidad solía ocupar en ciertas temporadas donde el trabajo en la bolsa de valores y el banco internacional requerían su presencia más allá de
las 8 horas laborales reglamentarias, esto solo para evitar pérdidas o molestos «inconvenientes». La idea de perfección en cuestión de negocios era un punto trascendental en la vida de Terry por lo que las palabras «errores y olvidos» no existían en su vocabulario. Esta era la mayor y más importante exigencia que su personal debía de cuidar, no había espacio para intrigas, comentarios e incluso para pensamientos, cada quien debía de hacer lo que le correspondía sin preguntas, sin órdenes de nadie más que de él, sin percances, todo debía estar en tiempo y forma como si ya estuviera escrito en la agenda de cada uno de sus muy contados trabajadores, de tal manera que cuando requería algo, por simple que fuera debía de haber alguien que satisfaciera su necesidad en el mismo instante en que ésta surgía. Por lo anterior, la idea de James Scotland lo había dejado pensando muy seriamente, quizás no era la solución perfecta, había que hacerle algunas modificaciones, pero debía reconocer que había resultado ser una excelente base sobre la cual podría partir para el desarrollo de una buena estrategia y… quien podía adivinarlo, tal vez lograría descubrir algún joven talento que consiguiera darle un giro más interesante al reto que representaba la bolsa de valores, sin descartar que el juego de poderes dentro del banco internacional requería de algún nuevo miembro que consiguiera cimbrar a todos esos accionistas que se habían dedicado a obedecer sus órdenes sin replicar ni pensar, estaba cansado de que lo trataran como a un niño mimado al que le tienen que cumplir todos sus deseos para que no se enoje haciendo de su vida algo más que una rutina aburrida y él necesitaba, además de cultura, fiestas y reuniones, algo que lo llevara a explotar al máximo sus capacidades intelectuales. Esto último había sido la razón para plantear la necesidad de mayores riquezas para su bolsillo, quería ver hasta donde eran capaces de moverse por sí mismas las piezas del ajedrez, aunque sospechaba que no irían demasiado lejos. Debía reconocer que James había dado una muestra de cerebro, era un zorro en cuestiones de movimientos financieros pero había algo que no le terminaba de agradar en él, sentía que no era una persona de fiar, veía un brillo muy especial en sus ojos que hacían excelente juego con su sonrisa torcida, gestos que normalmente se presentaban en su rostro cuando el aire soplaba a su favor y nunca en caso diferente o contrario. Por otro lado, James era una carta que podía manejar, con un poco de astucia, de manera similar al comodín, de eso estaba perfectamente seguro, el único inconveniente estaba en analizar para encontrar el mejor momento y lugar adecuados para jugar esa carta que bien podría ser un éxito más o un simple error pero por aquello de las desagradables sorpresas, era
necesario tener vigilado muy de cerca a semejante personaje que no había dado muestra, hasta entonces, de poner su capacidad intelectual a su entera disposición, lo que lo llevaba a pensar en que seguramente tendría un as debajo de la manga, o en este caso, detrás de ese agraciado rostro. Habría que pensar muy bien esa carta, pero eso lo dejaría para otra ocasión, la prioridad en esos instantes era ver la manera de perfeccionar el plan original de James para atraer a más inversionistas que se convirtieran en accionistas de bolsas de valores e incluso de negocios en el banco internacional, de modo que dejaran jugosas ganancias. El plazo de tiempo se cumplió, entró su secretaría en silencio, como siempre, y depositó en su escritorio algunos folders que contenían las propuestas que algunos inversionistas habían realizado, en cuanto los colocó en su escritorio se retiro sin pronunciar palabra. Terry tomó los folders y empezó a revisar la información con descuido mientras su mirada se clavaba en la pantalla del ordenador que marcaba los indicadores de los movimientos en las bolsas de valores más importantes del mundo. Su mirada no se posaba en ninguna de las palabras o renglones de los oficios que estaban hojeando sus manos. En realidad no le interesaban las propuestas, sabía que estarían todas en torno a la propuesta de James gracias a la inclinación que había mostrado en la reunión pero nada original podía salir de esos cerebros mecanizados. Un poco más tarde empezaron a cerrarse algunas bolsas de valores y dio inicio el balance de las pérdidas y ganancias obtenidas en las acciones que personalmente manejaba de manera que a final de cuentas, algunas bolsas bajaban y otras subían acorde con las necesidades de sus intereses personales en los negocios de sus socios que eran los que se encargaban de «trabajar» materialmente, lo que en su momento serían sus ganancias en papel o mejor dicho en número en sus cuentas bancarias. Después de haber calculado sus ganancias, decidió que se tomaría el resto de la tarde para pasear por el parque antes de regresar a su casa para escuchar las superficialidades que solía hablar su esposa a la vez que las mezclaba con las quejas relacionadas con la vida de sus hijos. Todas esas cosas le resultaban banalidades porque había dejado de amar a su esposa hacía ya algún tiempo, cuando la descubrió en su cama con su amante, eso jamás lo olvidaría, ella había sido la única que lo había derrotado pero debía reconocer que su físico era perfecto y no resultaba ser tan mala presentación social, además, no quería dejar sin madre a sus hijos, después de todo, ¿Quién más podría hacerse cargo de ellos a un precio relativamente bajo? Entre otras cosas, ya no podía confiar en ninguna mujer y le quedaba muy claro que en ciertas
ocasiones se requería de una, aunque solo fuera para lucirla en sus reuniones sociales, en sus salidas al teatro, la ópera y cualquier otro tipo de función donde debía presentarse acompañado así que si bien no la había perdonado, si había limitado algunas cosas como por ejemplo, le había cancelado sus tarjetas de crédito, le había retirado su auto personal a cambio le había asignado un chofer que lo mantenía informado a gracias a una constante vigilancia de los lugares a donde iba a través del GPS, los tiempos para salir estaban siendo reportados a cada segundo, las llaves de la casa ya no estaban más en su poder, lo cual la tenía limitada en todos los sentidos y prácticamente Terry tomaba las decisiones de todo lo que ella podía vestir o lucir, decir, sentir, hacer o pensar. La traición le había costado muy cara porque él la había hecho prisionera de su propia perdición, no la había corrido pero si había encontrado la manera de hacerle la vida insufrible, vivía en una cárcel donde no había tregua ni salida. La tarde transcurrió sin problemas, comió en compañía de su familia y la conversación, como siempre, giro en torno a sus hijos, era como si Margaret su esposa no existiera. Más tarde por la noche, estando solo en su habitación, Terry pensó muy seriamente la propuesta de James y decidió qué era lo que iba a hacer, lo primero sería citar a reunión para el día siguiente a las 4:00 p.m., a los accionistas de la bolsa de Londres para indicarles qué iba a pasar. La decisión estaba tomada y no había más que pensar, el problema estaba resuelto, pero lo primero que haría al llegar a la oficina sería estudiar un poco más la persona que resultaba ser James Scotland, después de todo no sabía nada de él y que después de tantas reuniones hubiera sobresalido hasta ese día no le brincaba en la cabeza como una simple coincidencia porque como principio de cuentas, no creía que existieran las coincidencias, en segundo lugar, estaba la inquietud ¿qué ganaba con haber hecho esa propuesta?, es obvio que tendría una ganancia que seguramente no había contemplado, pero, ¿cuál era esa ganancia? O de ¿cuánto estábamos hablando?, a la postre podía tratarse de un traidor más que pudiera haber analizado sus puntos fuertes y los débiles y en el momento menos pensado le podría «cortar el cuello», porque esa opción no la podía dejar de lado puesto que sabía que esa intención la deberían de tener más de uno, y no desconocía que muchos soñaban con verlo arruinado, aunque tenía muy claro que no harían muchas cosas a favor el resto de los accionistas sin él al mando. Había muchas divisiones, de hecho todos querían el control total, pero los detenía el saber que no figuraban para una posición de semejante magnitud gracias a las absurdas ideas que los llevaban a cometer errores en sus propios negocios, y que dicho sea de paso, Terry aprovechaba cada tropiezo para lucrar con esas caídas, era como un leve cobro por sacarlos de aprietos agregando un interés de eterno
agradecimiento y temor a desaparecer de la vista de su gran protector. Esa era la clave del éxito desde su muy particular perspectiva: hacerse indispensable para algunas cosas y personas. Volviendo a sus razonamientos, no entendía ni podía describir el qué o el por qué pero había algo en James que no lo terminaba de convencer, tenía que tener cuidado y vigilarlo demasiado cerca… tal vez estaría bien que lo llamará a trabajar cerca de él en su oficina, solo para conocerlo un poco más y mejor… quizá era el momento de hacer caso a la frase que dicta « a los amigos hay que tenerlos cerca, pero a los enemigos, siempre hay que tenerlos al lado derecho de ser posible». Después de haber meditado está situación mientras concluía con su coñac dejo la copa en la mesa del centro de la habitación, se quito la bata y se recostó pensando en que hacía mucho que no disfrutaba de una buena mujer, habría que contratar a alguien porque lo que era a su esposa no la pensaba volver a tocar en su vida. Posterior a encontrarla con su amante, había dejado de compartir la cama con ella y no quería tocarla ni por error porque tenía la firme convicción de que lo podía contaminar. Al día siguiente en la reunión anunció: —Buenas tardes señores, la decisión está tomada, saldrá una convocatoria e invitación directa a las empresas mejor colocadas en el mercado que cuenten con una solvencia mínima basada en el terreno donde esté construida la empresa que cada uno maneje, la idea será proponerles un interés a favor de ellos a cambio de un seguro de pérdidas materiales. Dicho seguro será acorde con las acciones que se inviertan y en la medida en que se den los movimientos, éstos generarán una ganancia a los dueños, el concepto aquí es: confianza — la voz de Terry sonaba como siempre, segura, autoritaria, implacable, solía invitar al silencio y la aceptación de sus propuestas — esto hará que se abran las puertas a la ambición de los gobernantes donde se encuentren viviendo nuestros nuevos accionistas y es en ese justo momento en que organizaremos una reunión con dichos presidentes con la finalidad de exigirles un mayor pago de impuestos a los empresarios y es aquí donde quedarán nuestras ganancias señores. —Perdón Terry, pero no veo claramente ¿qué ganamos con que los presidentes exijan mayores impuestos a los empresarios que serán nuestros «accionistas»? —inquirió Carrier. —Simple Max, los inversionistas van a querer incrementar su inversión para
poder pagar el incremento de los impuestos al tiempo que elevan sus ganancias y es cuando cerramos las puertas pidiendo una garantía más sólida del préstamo que daremos para que continúen con el juego de la bolsa. Ellos no se podrán negar a seguir jugando porque ya habrán disfrutado de los beneficios del juego y sus propias ambiciones no se los permitirán, mientras que por otro lado, los presidentes ganan un porcentaje que bien podría ser el correspondiente «pago por adelantado» de los impuestos generados por nuestras transacciones. Finalmente, cuando no tengan con qué pagar la deuda adquirida con nosotros a través de la bolsa de valores, no habrá más opciones que embargar las empresas, mismas que pondremos a la venta entre los interesados en ellas. Así extenderemos los dominios de quienes contribuyamos a esta causa enriqueciendo más sus bolsillos a través de nuevas inversiones que se estarán pagando poco a poco antes de pasar a sus manos — la voz de Terry era relajada, tranquila pero reflejaba un trasfondo que no se alcanzaba a ver a simple vista. —Todo eso suena perfecto y de antemano gracias por pensar en nosotros pero me queda una duda, si me permites… ¿qué ganas tú en todo esto?, porque no me pareció escuchar que estuvieras interesado en alguna empresa, ni en lo particular ni en lo general — quiso saber Adams. —Excelente observación Adams, y de hecho efectivamente no estoy interesado en ninguna empresa, independientemente del rubro o giro de ésta, mis ganancias están y seguirán estando en un escritorio, con papeles y números, pero jamás en un espacio donde haya necesidad de lidiar con más personas de las indispensables, no definitivamente eso no es para mí, y me da gusto que me conozcas tan bien. Si ustedes ganan más, tendrán mayores y mejores recursos, entonces… — Terry no termino la frase pero su voz dejaban muy en claro que sus movimientos posteriores serían golpes secos, acertados, seguros y principalmente con la intensidad acorde a cada una de las próximas víctimas. Después de escuchar esta propuesta y ver las intenciones de Terry al desnudo, se hizo un silencio total. El tiempo parecía haberse detenido los instantes necesarios para que James saliera al rescate de la situación. —Es la estrategia perfecta, seguro que todos saldremos ganando lo suficiente como para retribuirle lo justo a nuestro Principal — su voz era seria tratando de ocultar su acostumbrada lambisconería. Aunque eso no significaba que su cerebro se hubiera ido a descansar a casa.
—¿Alguien más apoya mi estrategia? —preguntó Terry sin dejar de observar la actitud de James evaluando cada una de sus palabras. Transcurrieron varios minutos antes de que alguien se atreviera a abrir la boca. —De sobra conocemos tus métodos Terry y todo parecía ser demasiado bueno para ser verdad así que solo me queda una inquietud ¿cuáles son nuestras oportunidades de ganar algo para nosotros mismos y para nuestras familias?, En caso de que ésta exista claro está… me gustaría tener conocimiento de ¿cuánto tiempo tendremos para ello? — comentó Stevenson con un tono de voz ecuánime —Como siempre formulas las preguntas más ecuánimemente claves mi querido Stevenson —contestó Terry con sarcasmo — efectivamente que cada uno tendrá la oportunidad de incrementar y reinvertir sus ganancias, de hecho todos sabemos que nunca me he metido en la forma en que cada uno maneja sus propias finanzas. Todos nos encargamos de la invitación como el consejo internacional monetario que somos, posteriormente me hago cargo de las ganancias de los interesados en donde todos los que estén de acuerdo en esto, darán a ganar una parte de las jugosas ganancias que generalmente obtienen del movimiento de la bolsa de valores. En su momento yo me hago cargo de presionar con el pago de la deuda que tienen las diferentes naciones de los empresarios que decidan entrar en el juego de mi ruleta personal. Esperamos la respuesta de los gobernantes y yo me encargo de repartir el botín o de la subasta de las empresas endeudadas, cómo lo quieran ver, el caso es que, en función de los porcentajes invertidos por parte de cada uno de ustedes, se hará el reparto final. A partir de ahí contarán con un plazo de tiempo exactamente igual al que aplicó en la inversión de sus recursos. Posterior a ello… ya se verá qué sucede. —¿Y cuáles son las garantías que tenemos de que así será?, me refiero al tiempo para hacer algo en relación con ello — se intereso por saber Carrier. —Solo considera que al ser dueño de empresas en otros países, estarás recibiendo ganancias constantes durante todo el año independientemente de lo que ocurra económica y financieramente hablando —respondió Terry con cierta superioridad en la voz. —Perdón, pero conociéndote Terry no dudaría en que después quisieras cobrar los «préstamos» con intereses exagerados y eso de «independientemente de lo
que ocurra económica y financieramente hablando» no se suena muy conveniente para quienes vamos a invertir nuestros recursos en este proyecto — comentó Adams —Adams, me ofende sobremanera tu comentario y se me hace de muy mal gusto, considerando que estoy pensando en el bienestar de ustedes mismos y de sus respectivas familias —dijo Terry con un tono de fingida bondad. —El altruismo no es precisamente algo que te caracterice —dijo sarcásticamente Carrier. —Como sea —contestó Terry en forma cortante — esa es la propuesta y si alguien cree que la puede mejorar, adelante, lo escuchamos, en caso contrario, es hora de votar. —Me declaro a favor de la propuesta de Terry — se apresuró a decir James — creo que es la mejor opción. La respuesta inmediata de James no sorprendió en lo más mínimo a Terry sin embargo no dejo de llamarle la atención ¿por qué se mostraba tan a favor de su propuesta?, ¿qué ganaba él con todo eso?, después de todo, los accionistas tenían toda la razón, él ya había pensado cobrar «el favor» a mensualidades muy cargadas de intereses porque al rematar las empresas, quienes hubieran invertido, tendrían que dividirse el botín y era en ese punto en el que podían insertarse algunos conflictos que le darían el tiempo y las condiciones necesarias para poder entrar en acción con sus estrategias de desprestigio donde la demanda pública se encontrará en medio de un mar de confusiones, donde se pudieran hundir más de una expectativa de sus homólogos y justamente sería el momento de llegar a exigir el pago de «ciertos beneficios» recibidos por los antiguos dueños y eso sin mencionar los intereses generados por ello. Tarde o temprano ese dinero regresaría a sus manos, aunque originalmente no haya salido en su totalidad de las suyas sino de sus accionistas, al menos en un porcentaje mayor. La idea era ganar invirtiendo un porcentaje mínimo necesario restándole importancia a lo que pasara con sus accionistas.
Capítulo VII
La curiosidad e inquietud de Anthony empezaron a hacer ruido en la cabeza del niño. El pensar que había tenido una madre pero que no la conocía ni sabía nada, la duda de saber si acaso ella lo estuviera buscando con las mismas ganas con las que él quería encontrarla, su anhelo de estar cerca de su madre le mantenía el cerebro absorbido lo suficiente como para no poder concentrarse en sus estudios con la facilidad de antes, sin embargo, tenía que dar su mejor esfuerzo para obtener los mismos resultados en sus cursos para evitar que su padre se diera cuenta y empezaran los regaños, castigos, además se lo había prometido a George, quien había pasado de ser su chofer y guardaespaldas para convertirse en su mejor amigo, y hasta el momento lo había apoyado tanto que sentía que no podía defraudarlo, eso sin contar con que ambos sabían que su gran amigo se estaba jugando el empleo. Ah! Si su padre supiera lo que en realidad estaba sucediendo… Por su parte, George, se la vivía ansioso, angustiado por la posición que había tomado en el interior de la casa del señor Scotland. Por un lado estaban las exigencias que su jefe le imponía conforme iba creciendo Anthony, mismas que requerían de más tiempo para disminuir lo poco que le quedaba al niño para sí mismo. Los talleres y cursos en que solía estar inscrito su amigo abarcaban casi todo el tiempo extra clase de modo que si tenía que estudiar para un examen o cualquier otra cosa de la escuela, debería de ser en el auto durante el viaje de una institución a otra, en el caso de las tareas, siempre las tenía que hacer por la noche antes o después de la cena, dependiendo de la hora en que llegará a casa y por otro lado estaban las necesidades de su mejor amigo, mismas que justificadamente eran tan validas como las de su jefe, sólo que las de su amigo tenían mejores razones en materia de lo afectivo mientras que en el caso del señor Scotland solo se basaban en cuestiones intelectuales y materiales que dicho sea de paso le estaban robando su infancia, su inocencia, el gusto por el juego para convertirse en un ser que debía «relajarse» en las clases de artes, idiomas, natación y otros deportes sin descartar las asesorías en matemáticas, oratoria, literatura, historia y redacción, la única ventaja, si es que así se le podía llamar, era que su horario estaba lo suficientemente organizado para alcanzar a cumplir con todas esas actividades de manera semanal. El mayor problema que
había con todo esto era que Anthony llegaba casi muerto a dormir e incluso en alguna ocasión, George tuvo que obligarlo a cenar a pesar de haberle llevado la cena a su habitación, cosa que si el señor Scotland se hubiera enterado, seguro habría tomado cartas en el asunto, tan firmes como normalmente acostumbraba tomar. En el fondo George sufría con el pequeño Anthony. Sabía que la madre de su amigo le estaba haciendo mucha falta porque de estar ella presente, seguramente se hubiera opuesto a toda esa logística adulta en la que James había sumido a su propio hijo robándole totalmente la vida. Los espacios para jugar no eran nada comunes, todo parecía indicar que al padre le urgía que el niño creciera pero el punto más interesante era que prácticamente nunca salía con su hijo a ningún lado, ni siquiera en carro. Tiempo atrás si había salido, en contadas ocasiones pero el caso era que había salido a caminar por el parque no más de 20 minutos presionando a que el pequeño siguiera el ritmo del padre que no era propio para el pequeño, además de que lo había hecho a horas en las que no había personas en el parque, era como si no quisiera que el mundo supiera que tenía un hijo, no creía que se pudiera avergonzar de su hijo puesto que era un chico bien educado, no hacía travesuras, buen estudiante y físicamente era hermoso para sus 8 años. Definitivamente George no conseguía entender a James a grado tal que en más de una ocasión se había preguntado sí él mismo se entendía, no encontraba sentido al haber arrebatado de los brazos de Diana a un bebé al que no le pensaba dedicar atención, amor, cuidado o el más mínimo interés sino que por el contrario, lo iba a utilizar como una máquina de aprendizaje, a forzar a dejar de ser un niño para convertirse en un adulto maduro siendo que su desarrollo requería de vivir como lo que era: un niño sano que aún no conocía lo que significaba el «estrés» pero por el capricho de un hombre aparentemente «maduro», se empezaba a familiarizar con dicha palabra. Por las noches, George solía ir a ver al niño dormido en su habitación antes de hacer lo mismo, no cabía duda de que se había estado encariñando demasiado con el chico y cuando dio inicio con la amistad entre ambos el aprecio se había convertido en amor y por ello no podía defraudarlo, tenía que hacer algo por encontrar una pista, lo que fuera pero que le diera un indicador de buenas noticias para él, pero principalmente para Anthony, debía encontrar un punto de o con Diana después de todo él la había conocido, podría reconocerla en cualquier lugar que la viera, el detalle era dar con algo que lo llevara a ella.
Lo primero había sido empezar por recordar todo lo que en su momento había conocido de ella: para empezar, sabía que era Mexicana, había estudiado una maestría en finanzas y según algunos comentarios que había hecho James durante la relación que existió entre ellos fue que era bastante buena, tanto como para abrirle una cuenta bancaria para que pudiera demostrar el aprendizaje obtenido de él, cuenta que por cierto jamás había cerrado James y lo más seguro era que ni siquiera se acordará de su existencia, albergaba esperanzas de que ni siquiera recordara a Diana y bueno, viendo las cosas como estaban, lo mejor era que ni siquiera tuviera en consideración que Anthony había tenido una madre que solo Dios sabía si aún vivía o… no mejor no pensaba en ello, debía ser más positivo si quería encontrar algo. Otra pista sobre ella estaba en el vuelo que la había regresado a México, se suponía que la llevaría a un aeropuerto cercano a su lugar de residencia, el problema era que no podía recordar exactamente el lugar dónde la habría dejado, él lo desconocía porque en ese momento era el guardaespaldas de James y él se había quedado en New York. Tenía la opción de buscar al piloto privado en turno para preguntarle el lugar exacto de aterrizaje en donde había dejado a Diana, podría incluso preguntarle qué había pasado después de que ella se fuera en ese avión, seguramente obtendría mucha información que en ese momento le sería de mucha utilidad, solo había una complicación, el piloto siempre había sido un incondicional de James y no le cabía la menor duda de que hablaría con su jefe para contarle que él estaba investigando ciertas cosas en relación con la madre de Anthony, lo que despertaría sospechas que bien podían hacer que se enfureciera el empleado de la bolsa de valores, cosa que no costaba mucho lograr y fácilmente lo podría correr o desaparecer, lo que dejaría indefenso al niño, y no podía permitir que eso sucediera, costara lo que costara debía mantenerse cerca del chico, después de todo él no tenía a nadie y Tony tampoco, aunque su padre estuviese vivo, era como si nunca lo hubiera estado. Vaya lío en el que el destino lo había colocado, como si él fuera Dios para poder adivinar, definir y resolver las cuestiones de la vida de quienes se encontraban a su alrededor. La angustia de Anthony se proyectaba en las inquietudes que el mismo George solía vivir en carne propia y por ende tenía que esforzarse cada día más para poder obtener información sobre Diana, la seguridad de que lo lograría no dejaba espacio a las dudas, ni siquiera para las inquietudes más insignificantes, el problema estaba en que tampoco tenía manera de garantizar el éxito en esta misión. Si hubiera algo que le indicará un camino a seguir las cosas serían mucho más sencillas pero lo único que tenía era el impulso que salía de su
corazón: el deseo de proteger a Anthony. Al principio de sus investigaciones, después de ir a dormir a Anthony, George solía dirigir sus pasos a la computadora de su habitación para empezar a investigar en eventos internacionales y los que se llevaban a cabo en México, para revisar las ponencias y el nombre de los conferencistas, dedicaba un tiempo para encontrar las claves que le permitieran tener al registro de participantes pero la respuesta solía ser la misma en cada ocasión: el nombre de Diana figuraba en la mayoría de las listas, siempre con diferentes apellidos y haciendo una relación entre un montón de listas que revisaba, solían repetirse los apellidos de esas «Dianas» y esa resultaba ser otra enorme frustración porque no recordaba el apellido de la madre del chico, hasta que finalmente reaccionó, investigó y logró acceder a la base de datos de la Geneve Business School, donde vagamente recordaba que había estudiado el posgrado la única mujer que James había amado de verdad, porque después de esa relación, se había lanzado del trampolín más alto hacia las aguas laborales que lo apasionaban sobremanera y que tantas veces le habían enseñado que había menos riesgos de sufrir daños afectivo — emocionales, en ese mundo donde solía moverse como pez en agua clara, limpia y recién aseada la «pecera» que en el de las relaciones interpersonales de carácter heterosexual, después de todo ya había aprendido que las consecuencias de una aventura podía llevar a incrementar sus gastos, robar su tiempo de descanso o esparcimiento y disminuir el espacio físico del interior de su casa, de su vida personal a la vez que implicaba cuidar de manera más obsesiva cada detalle de su imagen, había invertido tanto en ella que no estaba dispuesto a tirarla a la basura solo por el placer de una «aventura más» como la que había vivido al lado de Diana. En los registros de la universidad Zuiza, había buscado la generación de egresados para posteriormente dar una ojeada a la nacionalidad de quienes estuvieron en ese posgrado. El esfuerzo fue recompensado con el nombre completo de Diana, con esos datos volvió a revisar la lista de ponentes que habían dado alguna conferencia sobre temas relacionados con las finanzas. Hasta el momento había tenido demasiada suerte como para que continuara en esa misma sintonía, por lo que la frustración se reflejo en su rostro al darse cuenta que ninguno de los apellidos coincidía con el que estaba anotado en la lista de los egresados del posgrado de finanzas en la generación de Diana. Contrastó la base de datos una y mil veces para darse cuenta que solo aparecía, en la lista de la universidad, el primer apellido, el segundo no figuraba, mientras que en la lista de ponentes en México, solo aparecía la inicial del primer apellido mientras
que el segundo estaba escrito sin abreviatura alguna. —¡Vaya chisme se aventaban en cada país con eso de los apellidos! — pensó George — ¿por qué no podían ponerse de acuerdo para utilizar el mismo formato? Posterior a ello, se había dedicado a buscar incluso en las redes sociales pero seguía sin encontrar muchos rastros, por lo menos los que había encontrado no habían sido muy reveladores. Lo anterior lo llevó a pensar que posiblemente estaría trabajando para una empresa en donde realizara movimientos financieros aunque no quería creérselo por lo imposible que pudiera ser el dar con ella. Después de un tiempo de constante búsqueda, se convenció de que no había manera de ar con ella, no correos electrónicos, no direcciones de redes sociales, páginas web o cualquier cosa por el estilo, aunado a esto surgió otra pequeña dificultad, las posibilidades de que hubiera encontrado trabajo en una empresa se extendía de una ciudad «X» hasta el resto del país y eso sin contar con la misma bolsa de valores de México, los bancos y otras instituciones donde se llevaban a cabo actividades financieras a pequeño y gran nivel, dependiendo de los recursos de los accionistas y participantes de la misma. ¡Vaya situación en la que estaba sumergido!, lo peor del caso era que no tenía conciencia de en qué momento se había puesto justo debajo del ojo del huracán, o mejor dicho entre la carne y el muy hambriento tigre que amenazaba con devorarlo al él o a Tony, y francamente no sabía qué decisión tomar, lo que si le quedaba muy en claro era que debía moverse con rapidez, suavidad, destreza pero sobre todo, con el silencio y la astucia de una serpiente, todo con tal de que James no se enterará de nada ¡en menudo lío estaba metido! Pasados varios meses de frustraciones continuas, George se dio por vencido y decidió buscar a un amigo suyo, un hacker que solía jugar con las redes de los políticos y artistas de todo el mundo solo para descargar sus traumas de no haber concluido la carrera de sistemas computacionales. Su nombre era Peter, había ingresado a la universidad en la carrera de sistemas, era un estudiante brillante por naturaleza porque en las clases el desorden, la indisciplina y las parrandas lo definían perfectamente porque a eso se había dedicado no obstante, en sus exámenes siempre obtenía las mejores calificaciones de su grupo, de manera muy especial, en las materias de programación demostraba ser un verdadero genio. Sus problemas académicos empezaron cuando uno de sus maestros se vanaglorio de ser el número uno a nivel mundial en programación y descubriendo a Peter con todas sus habilidades y capacidades lo visualizo como
un enemigo a vencer lo que lo llevo a humillarlo y denigrarlo poniendo en evidencia todos los defectos habidos y por haber en este mundo como una forma de mostrar su supuesta superioridad. Semejante actitud racista provoco en Peter el deseo de mostrar el 100% de sus potencialidades lo que lo llevo a reprobar solo por el gusto del profesor al mismo tiempo que el aula se convertía en un campo de batalla en plena acción. Para variar, los resultados habían sido la expulsión, por haber reprobado sin causa comprobable, indisciplina, agresiones verbales e incluso físicas al profesor, la escuela no tuvo más remedio que invitarlo, amablemente, a desalojar el espacio que ocupaba en la universidad. Lo anterior no hizo más que prender la hoguera de la inquisición en el interior de Peter y no había hecho otra cosa más que hackear claves y contraseñas de personas importantes de la universidad para encontrar información que manchara de tinta china oscura la imagen de sus profesores pero no de todos, sino solo de aquellos que lo habían agredido, porque no había sido el único en fastidiarle la vida, otros más lo hicieron, no tan abiertamente pero igual dieron su mejor esfuerzo por ver a Peter fuera de la universidad en el menor tiempo posible. Cuando concluyó su «venganza» vio destruidos a sus agresores, feliz por ello descubrió que ya estaba acostumbrado a ese tipo de actividades y fue cuando se decidió por buscar un trabajo con el que se pudiera mantener de manera legal pero ilegalmente. Buscaba información para quien pagara por ella, o solo para encontrar algo en contra del sistema, sacarlo a la luz y así informar a quienes ignoraban los enjuagues políticos y económicos de su país. Un día, al levantarse de la cama, George tomo la decisión ir a buscar a su amigo, necesitaba encontrar a la mamá de Anthony y la mejor opción que veía frente a su nariz era el gran Peter así que decidió que después de dejar al chico en la escuela no estaría de más darse una vuelta por los barrios bajos para buscar a su camarada, sí, seguro que él si la localizaba ¡cómo no se le había ocurrido antes! De haber sido así a esas alturas ya estaría en pláticas con ella para que finalmente pudiera reunirse con Anthony, bueno, eso pensando en que ella también quisiera conocer a su adorable chico. Aunque eso era algo por lo que se preocuparía después, lo importante era arla como primer paso, lo demás se resolvería en su momento. —Buenos días Anthony, vamos, date prisa que vamos a llegar tarde al colegio — dijo George para despertar y meterle velocidad al niño. —¿Tan pronto?, tengo mucho sueño George —contestó Anthony arrastrando la
voz como negándose a salir de su vida de sueños plácidos donde se encontraba la mayor parte de él disfrutando de los que la vida o mejor dicho de lo que su padre le había negado hasta el momento. —Tu padre ya se despertó, así que despierta antes de que venga y empiecen los gritos — advirtió George — es muy temprano para eso ¿no crees? —Lo mismo da, siempre grita por una u otra razón —contestó el niño con toda la pereza de que era posible solo para volverse a acomodar —Mira, necesito que te levantes pronto para llevarte a la escuela porque tengo unos asuntos que arreglar con un amigo ¿sí? —Ahmmmm! ¿de qué se trata George? —Cuestiones personales, vamos, date prisa por favor. —¿Estás en problemas? — esta vez Tony abrió los ojos por completo, el hecho de pensar que su único y mejor amigo estuviera metido en líos le espantaba el sueño a gran velocidad. —No, no se trata de eso —contestó a la brevedad George — pero apresúrate ¿quieres? —Entonces ¿de qué se trata George? — se hizo una pausa — vamos, somos amigos y sabes que puedes confiar en mí o ¿es que acaso no confías en mí? —Sí, si confío, bueno te cuento en breve. Necesito buscar a un amigo para que me ayude a ar con tu mamá, o que de menos me consiga algo de información sobre ella, así que me urge salir lo más rápido posible. Las palabras mágicas habían sonado en la boca de George de la manera más esperanzadora posible, su voz había sonado como campanas celestiales en los oídos de Anthony de modo que un segundo después el niño ya estaba incorporado en su cama. —¿Ya sabes algo de ella George? —No aún nada, pero tengo un amigo que seguro encuentra algo pero necesito tiempo para buscarlo y hablar con él así que por favor, no hables tan alto no vaya
a ser que tú padre nos escuche y terminemos en graves problemas los dos así que apresúrate para alcanzar a arreglar ese asunto ¿quieres? —Solo si prometes decirme lo que tu amigo te diga sobre mi madre —Claro que sí, solo que por el momento necesito que te des prisa y no menciones nada de esto a nadie —dijo George un tanto nervioso. Tony no dijo más, hizo un movimiento ágil para apartar las sábanas y el cobertor con la intención de liberar las piernas que le permitirían dirigir sus pasos a la regadera cuando su padre entró en la habitación preguntando: —¿Se puede saber de qué tanto hablan ustedes dos? — la mirada de James veía a George y a su hijo de manera alternativa. —Solo estaba despertando a Anthony recordándole que se si no se da prisa llegaremos tarde al colegio, ya sabe usted que el tráfico no es el mejor amigo de la puntualidad señor —contestó apresuradamente George mientras ayudaba al niño a ponerse el calzado de baño. —¿Anthony? —inquirió James mirando fijamente a su hijo. —Es que siento mucho sueño pero George insiste en que debo de ir al colegio, ¿podría ir mañana y quedarme solo hoy a descansar un poco más papá? — la voz inocente del niño contrastaba con la fuerza autoritaria de la voz de su padre. —Desde luego que no, no estoy invirtiendo una fortuna en tu educación con los mejores maestros que tiene este país para que tú me salgas con que te quieres quedar a descansar cuando ni siquiera te has cansado, eso es una incongruencia, te metes a la regadera y en quince minutos te quiero ver en el comedor sin pretexto alguno, de lo contrario estarás metido en problemas muy serios jovencito ¿me entendiste? — la voz de James retumbaba en la habitación Sin siquiera darse cuenta, su padre lo había tomado del brazo fuertemente mientras lo arrastraba a la regadera, para aventarlo y abrir la llave del agua fría, al o con la piel del chico hizo que éste gritará. —Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh! —Te callas y te das prisa — corto James dando un fuerte portazo
George miraba la escena sintiendo unas enormes ganas de estrellar su puño en la cara de James, solo que se trataba del padre del chico, y ante todo era su jefe. Cuando paso a su lado optó por mirar hacia otro lado con la intención de evitar soplar sobre la furia que se había despertado en su patrón. Enseguida fue a la regadera para ver al chico y lo encontró llorando bajo la ducha con la pijama aún puesta, se agacho y empezó a ayudarle a quitársela para bañarlo lo más rápido posible mientras el niño se dejaba hacer sin mostrar la más mínima cooperación. —Vamos Anthony, trata de ser fuerte, pronto encontraremos a tu madre, solo necesito que te des prisa, no quiero que tú padre vuelva y empeoren las cosas. Ya no contestó nada el niño, solo alzó sus bracitos para rodear el cuello de George. No había mucho que hacer pero tenía que infundirle fuerzas, ánimo pero sobre todo, poner todo su empeño en encontrar a esa mujer, investigarla, conocerla lo suficiente para poder decidir si podía entregarle al pequeño bultito frágil que le había robado el corazón y el alma. Tenía que hacer algo para sacar a ese niño de ahí, lo que fuera pero sin poner en riesgo su seguridad y sabía que si escapaba con él James los encontraría y… mejor no pensaba en las consecuencias, por el momento había que darse prisa antes de que se empezara a desesperar al padre de su pequeño amigo. George se apresuró a bañar y vestir a Anthony de modo que el niño entró al comedor en el momento justo en el que James reclamaba. —George se puede saber ¿Dónde estabas?, deberías de estar aquí sirviéndome el desayuno, después de todo se te paga muy bien por hacerte cargo de mi hijo, de la casa y yo no veo que cumplas cabalmente con tus funciones de manera eficiente. —Lo siento señor, estaba recogiendo la habitación y el baño de Anthony pero enseguida le traigo el desayuno —dijo George con cierta ironía y coraje mezclados tratando de disimular para evitar más confrontaciones. —En días como este creo que fue un error haber despedido a Karla, ella sería de mucha ayuda pero en fin, sus funciones no solían justificar ni la mitad del salario que percibía además eso de tener días libres era un perfecto lío — la voz de James era prepotente y por demás arrogante. Anthony oía sin escuchar, no prestaba atención a la conversación, estaba ensimismado con sus sentimientos de dolor, tristeza, se sentía tan solo e
impotente porque no podía quedarse acurrucado en los fuertes brazos de George, por lo menos no mientras su padre estuviera en casa pero en cuanto subieran al auto, todo iba a cambiar, encontraría consuelo en su gran amigo, lo importante era salir de ahí cuanto antes así que tomo asiento en silencio con la cabeza baja, espero a que George le sirviera el desayuno, empezó a tomarlo apresuradamente sin pronunciar palabra manteniendo en su mente la idea de que pronto encontraría a su madre y aunque no la conocía, no la concebía tan agresiva como su padre así que su consuelo estaba en algún día no muy lejano, irse a vivir con ella. —Lo siento Anthony, sé que no lo comprendes y no espero que lo hagas pero en esta vida debes de ser responsable en todo lo que hagas para poder llegar a ser una persona tan importante como tú padre, de lo contrario terminarás siendo nada ni nadie como todos aquellos que sirven a los que tienen el poder —dijo James más tranquilamente a su hijo sin siquiera voltear a mirarlo de modo que jamás se percató que el niño ni siquiera lo escuchaba a causa del esfuerzo que estaba haciendo para no llorar porque bien sabía que eso solía enfurecer enormemente a James. Anthony no respondió, se limito a tomar su desayuno, levantarse para lavar sus dientes, coger su mochila y sentarse cerca de la puerta a esperar a que George hubiera terminado de preparar su lunch y el que él mismo tomaría mientras conducía. George cogió la lonchera de Anthony y detrás de ella colocó una bolsa de papel donde había colocado un par de emparedados con un jugo de tal forma que no se viera lo que llevaba, debía de ser discreto ya que en caso contrario, su jefe empezaría a cuestionar la razón por la que llevaba ese lunch adicional; independientemente a la explicación que pudiera darle, James siempre contestaría que, después de dejar a Tony en el colegio, se suponía que él regresaría a casa para hacerse cargo de las labores domésticas, razón por la que no se justificaba el otro lunch, que para ser honestos, tenía sentido esa lógica, lo que no debería de saber, era que atendería un «asunto especial» fuera de casa. James salió junto con el resto de los habitantes de la casa, la diferencia era que el ejecutivo conduciría en línea recta a su oficina para ver iniciar sus esfuerzos laborales al mismo tiempo que George conducía en sentido contrario con destino al colegio de Anthony quien iba sentado en la parte trasera del auto. En cuanto recorrieron dos calles, el niño se pasó al asiento del copiloto, miró fijamente a George antes de pasar su cabecita por debajo de su brazo y acomodarse en su pecho para bañar la camisa del chofer con sus lágrimas.
El custodio de Anthony no podía acostumbrarse a sentir cómo se le rompía el alma cada vez que hacía eso el niño, lo peor era que cada vez resultaba ser más común que la escena se repitiera en casa pero esta era la primera ocasión que sucedía fuera de ella. El chofer no pudo más que soltar la palanca de velocidades para abrazar al chico mientras acariciaba su brazo débil, lastimado por el apretón y jaloneo de la mañana. Cuando llegaron al colegio, antes de que el custodio de Anthony se bajara y le abriera la puerta del auto, volteo y le dijo: —Todo va a estar bien Tony, te lo prometo, pronto acabara esta situación, solo trata de ser paciente y más obediente cuando tu padre esté cerca ¿está bien? —¿Por qué me odia mi padre George?, ¿qué fue lo que le hice? O ¿en qué lo molesté? —pregunto el niño con una mirada infestada de tristeza y dolor. —No, no pienses eso, lo que pasa es que tiene muchas preocupaciones en su trabajo y por eso no te tiene paciencia pero eso se va a acabar algún día — quiso suavizar la situación pero no cabía duda de que ambos pensaban exactamente lo mismo — anda ahora vamos, que tienes que entrar al colegio, estudiar mucho y ser tan buen chico como hasta ahora. —¿Soy un niño malo George? —Nada de eso, eres el mejor chico que he visto en toda mi vida, pero no debemos dar pretexto para que los problemas lleguen a inquietarnos, mientras estemos juntos todo saldrá bien y nos fortaleceremos lo suficiente para superar lo que sea ¿de acuerdo? —¿Juntos en todo? —preguntó Anthony —Juntos hasta la muerte —contestó George mientras dejaba ver la más tierna sonrisa. —Nunca me abandones George — abrazó impulsivamente el niño al chofer mientras hablaba. —Nunca, te lo prometo — George, a pesar de ser un hombre corpulento, musculoso y serio en demasía, no pudo evitar sentir que el corazón se le desbarataba una vez más ante semejante situación. Unos minutos más tarde, bajo el chofer del carro, dio la vuelta, sacó la mochila y
lonchera de la cajuela del vehículo y dirigió sus pasos a la puerta del lado del copiloto, la abrió, se agacho, seco las últimas señas de lágrimas que quedaban en la cara del niño, le dio un beso rápido en la frente y lo ayudo a bajar. Inmediatamente lo tomo de la mano y se dirigió con él a la entrada del edificio para entregarle sus cosas y ver como se alejaba por las escaleras mientras trataba de tomar los pedazos de músculo cardíaco que el niño se llevaba consigo y los que estaban regados por todas partes, la idea era tomarlos y ver cómo iba a juntarlos para volver a ensamblar su corazón, un corazón que nunca estaría completo, al menos no mientras ese niño, a quien empezaba a considerar como suyo, sufriera tanto. Al salir de la entrada del colegio se dirigió al carro, se subió, encendió el motor, empezó a conducir y se dirigió al domicilio de su amigo con más decisión que nunca, el coraje combinado con el sentimiento que tenía atravesado en el pecho colocaban una enorme determinación y urgencia de encontrar a la madre de Anthony. Finalmente llegó al barrio correcto, las calles estaban sucias, había basura por todas partes, una deteriorada cancha de basket ball bardeada con tela de alambre le indicaba que no faltaba mucho para llegar a la casa donde residía Peter. Unas cuadras más, giros en algunas calles y cuando menos se lo imagino, estaba situado justo frente a la casa deteriorada y medio derruida de la persona que buscaba. Esa casa prácticamente no tenía dueño, vivían más personas que junto con su amigo la habían ocupado sin previo aviso ni autorización de nadie, los verdaderos dueños habían sido desalojados algunos años atrás con lujo de violencia y las autoridades no habían hecho más que sacar a los vándalos pero para ese entonces, la familia estaba bastante asustada que decidió marcharse sin hacer arreglo alguno. Pasadas algunas semanas empezaron a llegar diferentes personas a habitarla así como así, uno de ellos había sido su amigo. La convivencia entre los habitantes no estaba exenta de problemas pero habían encontrado la manera de sobrevivir juntos y de defender lo que consideraban irónicamente era su territorio. Al llegar al domicilio estacionó el auto, se bajo y se encaminó hacia la puerta de entrada, iba a tocar cuando uno de los habitantes salía, le miró de arriba abajo y cerró la puerta tras él de modo desafiante a la vez que preguntaba: —¿A quién buscas? —¿Está Peter en casa? —pregunto George a su vez, después de unos instantes y al ver que no respondía a su pregunta agregó — soy un viejo amigo.
A manera de respuesta, se cruzó de brazos mirándolo con desconfianza. El tipo era delgado, lleno de nervios por todos lados y con las venas saltadas de tal modo que George no sabía si se debía al ejercicio, al oficio de ratero o bien al socorrido por aquellos lugares, habito de uso y abuso de drogas de todo tipo, lo que si le quedaba muy claro eran dos aspectos, el primero que no era bienvenido y por tanto representaba bastante bien el papel de perfecto desconocido en esa casa y lo segundo, el tiempo transcurría y si no hacía algo rápido existía la posibilidad de que los problemas surgieran. Acorde con la forma de pensar de George, a cada segundo se inclinaba más a pensar que sucedería lo segundo pero fue en ese momento que decidió gritar: —PETERRR, ¿estás en casa?, soy tu viejo amigo George que necesita verte El tipo que se encontraba en la puerta estaba a punto de iniciar la pelea cuando una cabeza sin peinar y con los ojos hinchados y lagañosos se asomo por una ventana ¡grave error! Porque mientras George levantaba la cabeza para ver quién se dejaba ver, el tipo le estrello el puño en el pómulo izquierdo poniendo un poco de color oscuro en el ojo del chofer quién retrocedió unos pasos para equilibrarse y ubicarse antes de atacar a su oponente. Unos instantes después, el pleito estaba tomando forma cuando una voz autoritaria se escucho por encima de los golpes: —Basta ya Zur, déjalo, es un amigo al que estaba esperando — se trataba de Peter que al ver que no obtenía el éxito esperado con su grito siguió diciendo — que lo dejes te digo — empezó a arrojar latas vacías de cerveza — que yo no me meto con tus visitas. Una de las latas le aterrizó a Zur en la cabeza, lo que le llevó a maldecir mientras dejaba de seguir la pelea. George había tenido más suerte ya que al sentir que venía la lata de cerveza, alcanzó a esquivarla de modo que ésta fue a estrellarse en la acera sin hacerle daño alguno. En cuanto se detuvo su contrincante, se alejo en medio de una letanía de amenazas, George respiro profundo antes de volver a levantar la cabeza para ver la de Peter. —¿Quién demonios era ese tipo? —Hola hermano, ah! Ese es Zur, — al ver la cara de molestia y estupefacción de George por el apodo le explicó — le decimos así porque es zurdo y viene del sur de Inglaterra. Pero basta ya de explicaciones y sube de una buena vez antes de que despiertes al resto de los habitantes de esta casa y entonces sí que vas a saber
lo que es tener problemas en serio. —¿Cómo llegó a tu habitación? —Tú entra, en la primera puerta de la derecha das vuelta y a mano izquierda está la escalera para subir, yo te espero en la puerta, date prisa. George siguió las instrucciones de Peter, al entrar a la casa, se veía un total desaseo del hogar, la oscuridad del clima hacia que el interior de la casa resultará más tétrico que acogedor, después de unos minutos se acostumbró a la carencia de luz, encontró la escalera a la brevedad posible y después de subir con cuidado pero deprisa, en la parte superior encontró a su amigo. Le dio un abrazo a la vez que le preguntaba. —Hermano ¿qué haces aquí?, ¿cuánto tiempo sin verte? —sígueme por aquí. —Gracias. Ya dentro de la habitación de Peter, George quiso saber. —Oye que Inglaterra no está un poco lejos de este lugar, digo por lo de tu «amigo» —Hey, no te equivoques, Zur no es mi amigo, vivimos en la misma casa pero no hay ningún tipo de o con él, como no sea a través de los puños —dijo burlonamente Peter. —Pues con la pinta y el carácter que se carga no me resulta difícil imaginar que esa situación se repita con los demás inquilinos de este muladar —dijo George. —Bueno pues eso no es raro, vivimos juntos perfectos desconocidos pero tenemos reglas, ya sabes, lo básico para la convivencia es el respeto a las visitas y objetos personales de cada quien aunque no siempre funcionen las reglas porque no falta quien se las brinque pero bueno, al menos tengo un lugar donde vivir sin necesidad de pagar renta —¿Y los gastos de la casa? —Esos no los hacemos, la luz la tomamos prestada del alumbrado público o de cualquiera de las casas vecinas, los mismo el agua, el gas lo dividimos, un mes le
toca a uno y al siguiente otro, el caso es que nos toca poner unos tres o cuatro tanques al año, no esta tan mal el negocio pero eso no quita que surjan los problemas, supongo que es lo normal de las relaciones humanas. —Ya veo —dijo George — aún así no me gustaría vivir siempre así. —Pero bueno, dime, a qué debo el gusto de tu visita, hace mucho que no venías por acá —dijo con despreocupación George mientras le ofrecía una lata de cerveza y le indicaba el espacio que había estado limpiando para que pudiera sentarse en la cama. —Gracias. Bien pude habértelo comentado vía internet o vernos en algún otro lugar pero la verdad es que esto es muy importante para mí y de estricta confidencialidad, nadie debe de saber que estoy aquí ni mucho menos una sola palabra de lo que voy a pedirte, ¿de acuerdo? —¿Tan serio es el asunto? —inquirió Peter. —Solo prométemelo ¿sí? — insistió George. —Está bien, te lo prometo pero de hecho ya sabes que cuentas conmigo. —Bien, gracias. Mira necesito encontrar a una mujer lo más pronto posible, ya estuve buscando en varios sitos en internet pero no consigo encontrarla — la voz de George denotaba la urgencia que sentía. —Vale, porque no te calmas un poco y me explicas de qué se trata y ya te digo que se puede hacer ¿va? — el tono de voz de Peter era más tranquilizador y a esas alturas de la conversación no solo estaba totalmente despierto sino interesado en la actitud de su amigo, considerando que jamás lo había visto perder la ecuanimidad. —Está bien — respiro profundamente con la intención de tranquilizarse un poco antes de empezar a explicarle a su amigo la situación — esta mujer, hace muchos años fue la amante de mi jefe James Scotland, tuvo un hijo que James le arrancó de los brazos cuando aún era un bebé, el caso es que el chico ahora tiene ocho años y nunca ha visto a su madre y… —Y ahora la quiere conocer y tú te has ofrecido a jugar al detective para encontrarla — lo interrumpió Peter.
—No precisamente y sí. Lo que pasa es que la vida del niño al lado de su padre está llegando a límites en donde el pequeño ya no vive, simplemente sobrevive por no sé qué razones pero poco falta para que deje de hacerlo… y lo digo en serio. —¿Tan grave esta el asunto? —James lo trata como si fuese un adulto, lo tiene saturado de clases además de las que lleva en el colegio, no hay tiempo para jugar, imposible que vaya como todos los chicos de su edad al parque a jugar con ellos; la disciplina es estricta y no se debe de romper bajo ninguna circunstancia, en fin, es demasiado para un niño. —Ya veo, pero dime ¿no es más fácil demandarlo?, me refiero al tal James, puede ser por violencia psicológica o algo así ¿no? —Ya lo he pensado miles de veces pero James tiene amigos poderosos, él mismo tiene cierto poder y lo más seguro es que termine perdiendo el trabajo y por ende, me separé de Anthony, así se llama el niño — la voz de George sonaba triste. —Bueno y a todo esto, ¿qué papel juega la madre del niño? — Peter se mostraba interesado en saber el desenlace de la historia. —La idea es encontrar a la madre, arla tal vez, ¿por qué no?, conocerla y averiguar si está interesada en su hijo, analizar las opciones y finalmente decidir qué es lo mejor para Tony —¿Lo entregarías a su madre? —preguntó Peter. —Si Tony así lo desea y demuestra ser una buena opción, ¿por qué no? —dijo George. —¿Y si no?, no quiero desanimarte pero así como puede estar viva puede no estarlo. Además falta que ella quiera aceptar al chico, después de todo también cabe la posibilidad de que se haya casado y tenga ya una nueva familia. ¿Ya pensaste en eso? —Sí, muchas veces pero la desesperación de ver el trato que recibe, la constante tristeza de su mirada y la rutina tan absorbente que vive… me parte el alma no
puedo permitir que siga así. —Bien, supongamos que todo va bien, que encontramos a su madre, que lo acepta y que Tony es feliz a su lado, ¿qué va a pasar contigo?, porque si de verdad tiene el poder que dices que tiene tu jefe, no creo que le haga mucha gracia tu acción. —Eso no…— quiso decir algo George pero Peter no se lo permitió. —No, no me digas nada. Mira, eres una buena persona, pacífica pero fuerte, responsable y con un corazón enorme pero déjame decirte que el premio nobel de la paz no se gana de esa manera —dijo Peter mientras caminaba de un lado a otro de la habitación. —En cuanto a ti, —dijo George después de unos minutos de silencio— no te preocupes que nadie sabrá que estás en esto y por mí, no sé que voy a hacer después de que todo esto concluya, igual y encuentro trabajo en otro lado, igual y muero, no sé, no tengo la más remota idea de lo que va a pasar pero si hay algo que estoy decidido a hacer es encontrar a esa mujer, aunque sea lo único y último que haga en mi vida. Estoy decidido — la seguridad, firmeza y convicción del tono de voz de George, no dejaba lugar a ninguna duda. —¿No hay más opciones? —preguntó Peter. —Ninguna —respondió George — ¿me ayudas? Peter se lo pensó unos minutos antes de fijar sus ojos negros en los de George y descubrió su propio reflejo, mismo que no pudo reconocer a simple vista, estaba más delgado y su apariencia le hacía verse varios años más grande de lo que en realidad era. Los músculos que antes estaban simulados por una complexión media, ahora casi habían desaparecido, su cabello desmarañado le recordó que hacía meses que estaba necesitando un buen corte. En pocas palabras, su reflejo no coincidía con la capacidad que habitaba en el interior de su cerebro. No obstante lo anterior, empezó a hurgar en el interior de George y descubrió que realmente estaba preocupado por el chico, que había un sentimiento muy fuerte hacia el pequeño, en esos momentos se le hizo un nudo en la garganta y no pudo más que responder. —Está bien, te ayudo, solo que necesito más información y un poco de tiempo.
—Claro hermano, lo que quieras, — le extendió un sobre con algunas libras esterlinas — esto es solo por aceptar ayudarme y tu discreción, cuando tengas información de o, te daré otro igual y cuando me entreviste con ella vendrá el tercer sobre ¿está bien? —Claro, pero no hay necesidad de esto, sabes que me gusta fastidiar la vida a los demás, pero igual se te agradece — repuso Peter al abrir el sobre y ver una cantidad suficiente. —Bien, dentro también vienen unos datos sobre ella y mi número, no me llames, solo mándame un mensaje y yo me comunicó contigo, para evitar sospechas y no arriesgarnos demasiado, tú comprendes ¿no? —dijo George apresuradamente. —Claro, no te preocupes, en cuanto tenga algo te informo. —Bien, gracias. Ahora te dejo, tengo varias cosas que hacer y el tiempo vuela Ya en la puerta se despidieron, George subió al auto, y se fue, dejando a Peter pensando muy seriamente en el nuevo trabajo que le acababa de surgir.
Capítulo VIII
La noticia de que se reducirían los montos para poder participar en la bolsa de valores nacional no resulto ser muy novedosa para Ricardo porque de hecho su empresa ya estaba dentro de las actividades propias, sin embargo, el que se le diera la oportunidad de ingresar a W. S., era otra historia muy diferente, sonaba muy tentadora la idea y de ser por él, se hubiera inscrito en el mismo instante en que se transmitió el comunicado vía internet pero una vocecilla interna le decía que era menester consultarlo con Diana, ya que así como se hacía cargo de los manejos financieros de la empresa en la bolsa nacional, debería de ser ella quien se responsabilizara por las acciones que se aplicaran en el extranjero así que no se lo pensó dos veces en llamar a su secretaría desde el teléfono de su oficina. A penas escuchó la voz de su secretaria dijo: —Dígale a Diana que venga a mi oficina enseguida, es urgente. —Sí señor —contestó Alicia del otro lado de la línea —Ah! Alicia, en cuanto llegué que pase a mi oficina sin previo anuncio. —Como usted diga señor. Minutos más tarde, Diana tocaba a la puerta de su jefe —Pase —contestó Ricardo con un aire de indiferencia. Abrió la puerta e ingreso a la oficina de su jefe, cerrando la puerta detrás de ella para inmediatamente preguntar. —¿Me mando llamar señor Garza? —Sí pero ya te he dicho que dejemos las formalidades cuando estemos solos, me incomoda tanta formalidad viniendo de ti. Diana hizo caso omiso de su comentario. Ella prefería la formalidad y más estando a solas con su jefe porque no quería que se mal interpretaran las cosas, además de que tenía la idea de que el tratarlo con mayor familiaridad podría dar
paso a la confianza básica para iniciar un tipo de relación nada profesional y si más íntima que era justo lo que pretendía que no pasará, razón por la que ella insistía en hacer caso omiso de esos comentarios y siempre lo trataba con la formalidad que la ocasión lo requería y más cuando estaban en una reunión con otras personas, su trato resultaba ser menos frío pero sin dejar de ser serio y acorde con los cánones que marcan las diferencias de puesto y condición laboral en una empresa respetable. Por lo anterior solo se limitó a preguntar. —¿Qué ocupa señor? —Lo primero sería que dejarás la formalidad para otra ocasión pero es evidente que eso no sucederá hoy ¿verdad? — su voz estaba cargada de sarcasmo pero el asunto que traía atravesado en la cabeza superaba esa diferencia entre ambos, al menos en esa ocasión, por lo que continuó — acaba de llegar un comunicado de la bolsa de valores mexicana, en donde se ofrece a los inversionistas una disminución de recursos económicos como requisito de participación tanto en W. S. como en la bolsa de Londres. —Suena sospechoso… igual lo puedo verificar y ver la manera de evitar sorpresas desagradables en la bolsa mexicana, si le parece bien señor — repuso Diana con cierta calma, porque esa no le resultaba una noticia muy interesante pero con tal de no entrar en confrontaciones de relevancia con Ricardo, prefería aparentar interés por detalles tan triviales como el que le estaba presentando —Eso no me preocupa en lo más mínimo porque hasta el momento lo has manejado de la mejor manera y dudo que eso vaya a cambiar, solo espero que no te vayas a confiar demasiado — Ricardo hizo una breve pausa antes de continuar — en realidad me refiero a la forma en que se manejaran los nuevos «integrantes» de la actividad bursátil, la idea es ganar y no perder, aunque eso está más que claro desde que te contraté —Perdón, pero entonces no entiendo la razón por la que me pidió que viniera con tanta urgencia —contestó Diana. —La parte que me interesa que hablemos es la relacionada con la disminución de ingresos y efectivos para poder participar en W. S. — Ricardo hizo una pausa para sopesar la reacción de Diana — verás, creo que la empresa está creciendo lo suficiente como para expandirnos en el mercado de valores y de este modo incrementar las ganancias de la empresa en un periodo de tiempo más corto,
¿qué piensas Diana? —Hummm, suena interesante, sí, pero ¿cuáles serían las desventajas de invertir en la bolsa de valores de un país extranjero? — su voz reflejaba sus dudas pero antes de que Ricardo pudiera decir algo empezó a explicar — es decir, ¿qué ganan los accionistas que simplemente no tienen empresas que respalden su participación en la bolsa sino que solo se amparan en sus propiedades y recursos económicos como tales? Porque me imagino que algo tendríamos que dejar como garantía en caso de que en lugar de ganancias tuviéramos pérdidas, porque en cuestión de finanzas no siempre son ganancias las que se reflejan en los bolsillos de quienes invierten una sola moneda. La inquietud de Diana tomo por sorpresa a Ricardo quien se repuso en breve y defendió su postura diciendo. —Vamos Diana eso no son más que fantasías tuyas, de donde sacas que hay personas carentes de empresas que trabajan acciones en la bolsa de valores, cuando de hecho eso es un requisito indispensable jaja, por Dios Diana, despierta y ubícate —Sí, perdón seguramente me están haciendo falta unas muy buenas vacaciones — Diana no podía evitar el sarcasmo producido por el comentario de Ricardo — mire seguramente estoy mal en muchas cosas pero mi experiencia en esa clase de bolsas y más aún en los movimientos que se efectúan al interior están arreglados conforme a un determinado grupo que se encarga de dominar esa parte del «mundo financiero», qué usted lo ignore, desconozca o prefiera verlo así no significa que no exista, pero de igual manera, si tuviera la amabilidad de hacerme llegar la dirección de la página donde está la notificación que le llegó, la revisó y en cuanto tenga una opinión más fundamentada en una investigación a fondo sobre el particular se la hago llegar ¿le parece bien? —Siempre y cuando esa opinión este sobre mi escritorio en una hora, no le veo mayor problema. —¿Una hora? —dijo Diana sorprendida. —Una hora, no más, así que supongo que ya deberías de estar investigando ¿no? — la voz de Ricardo sonó desconocida para Diana, autoritaria y prepotente a la vez, era un tono de voz que hasta el momento solo le había escuchado cuando se refería a otros compañeros de trabajo pero no precisamente a ella.
—Cómo usted diga señor — no había más que decir y sí mucho que hacer, por lo que una fracción de segundo después de contestar dio media vuelta para salir a toda prisa con dirección a su oficina. Llegó casi corriendo, el tiempo estaba corriendo y necesitaba investigar a fondo. Primero, había que verificar que no se tratará de la broma de un hacker cualquiera, después tendría que hacer la confirmación de la información vía telefónica con alguno de sus compañeros de la maestría que vivieran en Estados Unidos o en Europa, lo más importante era corroborar los datos, posteriormente sería prudente revisar los requisitos y toda palabra que estuviera en ese comunicado, sin importar el tamaño de la letra, para tratar de descifrar cualquier pequeña trampa o truco que estuviera escrito entre líneas y que más tarde pudiera traerle algunas complicaciones en su actividad laboral. Así se mantuvo frente a la computadora durante varios minutos con la mirada fija en la pantalla; hizo varias llamadas y después de poco más de media hora descubrió que al parecer todo estaba en orden y que efectivamente se estaba abriendo la posibilidad de ingresar a las actividades de W. S. a toda persona que estuviera interesa en ella, siempre y cuando existiera una empresa que sirviera de aval para cubrir cualquier inconveniente y al mismo tiempo para justificar tanto su participación como actividad económico — financiera en el interior del país de procedencia ante las autoridades correspondientes. Todo ello eran palabras más, palabras menos pero al final parecía que todo estaba en orden, es decir que no había encontrado irregularidades, y los riesgos que alcanzaba a vislumbrar eran los mismos que en cualquier otra situación financiera: incrementar las ganancias de la empresa o perder hasta la camisa, y esto último era para lo que le pagaban, para evitar que sucediera. Antes de que se hubiera cumplido el plazo que le concediera su jefe, Diana dirigió sus pasos hacia la oficina del señor Garza. Al llegar le pidió a su secretaria que la anunciará, a lo que ella le contestó: —Esta ocupado con una persona, si quieres, en cuanto se desocupe te llamo — Alicia era una secretaria muy eficiente pero además simpatizaba mucho con Diana porque cuando salían tarde y coincidían en ello, casi siempre la llevaba de regreso a casa y ese tipo de detalles no eran nada comunes entre los empleados de la empresa por lo que había llegado a tomarle cierto aprecio a Diana. —Muchas gracias Alice —dijo Diana tal como le solía decir de cariño — pero
temo que tendré que esperar, la información que me solicito es muy urgente, por lo menos para él y ya sabes cómo se pone cuando las cosas no están en tiempo y forma. —¿Estás segura?, digo porque no creo que tengas problemas con el señor Garza, todos sabemos que está muy interesado en ti y no creo que unos minutos marquen una diferencia muy grande ¿o sí? — quiso saber Alicia. —Eso pudiera pensarse pero a mí me preocupa tanta precipitación de parte del señor pero creo que él piensa diferente y no hay más que atender a los requerimientos del jefe si queremos conservar el trabajo ¿qué no? —dijo Diana tratando de controlar las dudas que le habían empezado a brincar en la cabeza desde que Ricardo le hubiera mencionado lo del famoso comunicado. La historia del comunicado ya estaba empezando a darle ciertas molestias a Diana porque se veía muy fácil y sencillo, sonaba como si de repente alguien llegará, se acercará a la persona más humilde del mundo y le regalara un cheque por varios millones de pesos así sin más, solo por caridad, eso era irreal, imposible, jamás sucedería porque nadie daba nada a cambio de nada o simplemente por espíritu altruista, eso no resultaba muy normal en los tiempos actuales. Por estas razones, Diana no podía creer que las cosas se presentaran como si se tratara de un bufete donde podía servirse todo lo que quisiera por el módico precio de un salario mínimo, máximo dos. Definitivamente, tenía que fijar más su vista para poder profundizar en las aguas profundas de las inversiones millonarias que eso implicaba, porque bien sabía de las ambiciones de Ricardo y si tenía algo más que claro era que, en la medida en que viera más dinero en sus cuentas bancarias, mucho más pediría y exigiría, después de todo no se le olvidaba que los juegos de azar habían sido su pasión cuando lo conoció, pero si dejo de frecuentar esos lugares, fue porque su empresa había estado a punto de quebrar y ella lo había ayudado sobremanera, sobre todo en lo tocante a lo istrativo de modo que se había salvado de la ruina, desde entonces había ciertas restricciones que le impedían volver a sus actividades lúdicas, una de ellas era la desconfianza que sentía por sus empleados y más de aquellos que tenían algún tipo de relación con los efectivos por miedo a sufrir un desfalco o robo, le había dedicado las 24 horas del día a cuidar de su empresa descuidando sus hobbies e incluso a su propia familia. Unos minutos estuvo esperando Diana cuando de pronto se abrió la puerta y salió el contador acompañado del , ambos estaban bajo las órdenes
de Diana quien al verlos se pregunto ¿qué estarían haciendo ese par en la oficina de Ricardo?, hubiera querido dedicar más tiempo a esos pensamientos cuando escucho la voz del jefe solicitando la presencia de Diana frente a él. No dio tiempo a que Alicia le informara de los deseos de su jefe, simplemente avanzó con paso decidido y veloz; al traspasar el marco de la puerta de la oficina, cerró la puerta, se acercó a uno de los sillones que estaban frente al escritorio de Ricardo y dijo: —Bien, aquí tiene un informe escrito — tal como sabía que requería su jefe, colocó un folder con toda la información recabada durante la última hora — en relación con el comunicado, al parecer no hay mayor problema con ello, es posible ingresar en el juego de las grandes ligas financieras — la voz de Diana era segura —Excelente, entonces vamos a ingresar, necesito que hagas los trámites necesarios para empezar a trabajar en ese asunto a la brevedad posible, ya me urgen unos cuantos ingresos adicionales para pasar un fin de semana en Cancún, hace mucho que no tomo el sol. — la voz de Ricardo sonaba muy arrogante. —Como ordene señor, solo me queda una inquietud, ¿con cuánto quiere que empecemos nuestra participación? —No sé, ¿qué piensas?, ¿crees que el equivalente a veinte millones de pesos estaría bien?, digo para empezar e ir viendo cómo van las cosas, porque desde luego que los números deberán de incrementarse, todo acorde con las ganancias y los efectos que veamos en este asunto, no pretendo poner en riesgo esta empresa que tanto trabajo me ha costado levantar, mantener e ir incrementando su potencial. —Desde luego señor Ricardo —dijo Diana como quien estaba esperando escuchar ese tipo de cosas como si ella no supiera el pasado de la empresa. —Por cierto, te veo algo pálida, creo que deberíamos ir juntos a Cancún para tomar el sol y discutir con mucha más calma esto de las inversiones en la bolsa de Estados Unidos — la expresión de Diana debió mostrarle una negativa en redondo porque se apresuró a decir — porque este tema aún no lo concluimos, hay muchas cosas, detalles que discutir pero ahora no puedo seguir hablando contigo al respecto porque tengo varios pendientes, además de que para ese entonces ya habremos obtenido los primeros de muchos beneficios económicos
que espero recibir y entonces podremos hacer una evaluación más objetiva y no tanto basada en expectativas fugaces, como ocurre en estos momentos. — su voz parecía no aceptar réplica alguna. —Haré lo que pueda por cuidar los detalles de cada centavo invertido en este nuevo proyecto financiero, de eso no le quepa la menor duda, así que usted no se preocupe por eso y esperemos que pronto pueda disfrutar de su fin de semana mientras yo me encargo de iniciar y dar seguimiento a las inversiones nacionales y extranjeras —dijo Diana con cierta inquietud disimulada. Ricardo insistía en ignorar cada tentativa de negativa de parte de Diana por lo que contestó con un tono de voz mezclado entre sensual y prepotente: —Bien entonces le pediré a Alicia que haga una reservación de hotel para dos personas y le diga al piloto que programe nuestro viaje a Cancún para dentro de una semana ¿de acuerdo? —Creo que es muy precipitado hablar de un viaje cuando ni siquiera tenemos en nuestras manos la licencia de ingreso a W. S., pero en cuanto las tenga le informo así como de los movimientos que se vayan realizando para que esté enterado y entonces se pueda programar su viaje, a menos que quiera hacerlo el próximo fin de semana independientemente de que se empiecen a reflejar las ventajas económicas de la inversión. — Diana estaba siendo demasiado directa, lo que conseguía excitar sobre manera a Ricardo. —Diana, —Ricardo dio la vuelta al escritorio para colocarse justo detrás de ella mientras ponía sus manos en los hombros de Diana empezando a masajearlos — estás muy tensa, deberías de relajarte un poco, después de todo no creo que sea mucha la diferencia de actividades en la bolsa de valores de México que en la de Estados Unidos así que no exageres ¿quieres? Y mejor dime lo que quiero escuchar. Diana se volteo para darle la cara a Ricardo al mismo tiempo que provocaba que él alejará sus manos de sus hombros solo unos centímetros, le dirigió una mirada excesivamente seria antes de contestarle: —Perdón pero no tengo la más remota idea de lo que quiere escuchar, lo que me queda más que claro — se levantó del sillón tomó su carpeta de notas e hizo ademan de quererse retirar — es que tengo mucho trabajo acá de este lado del país como para pensar en playas y cosas por el estilo, además soy intolerante al
sol y me desagradan profundamente los climas húmedos y salados por la brisa marina así que si me lo permite, me retiro a dar inicio con este nuevo proyecto. Permiso. Diana salió a toda prisa sin dar tiempo para que Ricardo pudiera contestar nada. Era obvio que una vez más lo habían dejado con las ganas de escuchar una palabra acompañada de una frase que le diera la más mínima esperanza de algo que desde el inicio parecía estar destinado al más rotundo fracaso. Definitivamente esa mujer parecía estar dedicada a incrementar lo que originalmente había sido un simple deseo para convertirse en una fantasía erótica irrealizable, una locura que solo podría ser concebida en el interior de su cabeza, en sus sueños o en cualquier otro lugar del mundo infinito, menos en su realidad tangible, irónico, frustrante pero a fin de cuentas muy real, más de lo que él quisiera. Al llegar a su oficina, Diana dio inicio con los trámites necesarios para darse de alta en el sistema de W. S., sabía que los requisitos debían de cubrirse en un cierto tiempo razonable de cinco días hábiles y en dos más estaría recibiendo la notificación de aceptación o rechazo. Sus inquietudes y dudas sobre las facilidades que se estaban presentando en las bolsas de valores donde trabajaría las acciones de la empresa, le dejaban un mar de preguntas que solo podrían resolverse con la marcha, lo que si debía hacer era cuidar cada paso que diera para evitar sorpresas, tenía que poner más atención a sus movimientos aunque… igual y pudiera obtener un beneficio adicional, sabía que James trabajaba para el Banco Internacional como asesor, ejecutor y encargado de hacer los movimientos de la bolsa de valores de Londres a favor de sus accionistas, que por cierto ella no conocía. Recordaba haber asistido a reuniones con él cuando estaba en pleno apogeo esa relación pero no recordaba haber conocido a ninguno que representará el papel de algún accionista, inversionista o persona relacionada con el banco, seguramente más de uno pertenecería a ese selecto grupo financiero no obstante, jamás le había presentado a nadie con un mote que lo vinculará directamente a funciones que tuvieran algo que ver con semejantes instituciones económicas. Al pensar en lo anterior, su cabeza empezó a dar una y mil vueltas; pudiera ser que en uno de tantos movimientos pudiera encontrar alguna actividad que delatara la mano de James en ello, lo que la podría acercar más a su paradero y por ende al de su hijo, no obstante esa sería la señal de que debía de extremar precauciones porque seguramente no estarían trabajando de manera honrada,
después de todo si había aprendido algo de James era que no podía confiar en ese hombre ni en el resto de los de su especie. Se sacudió la cabellera tratando de alejar de este modo tantas ideas que circulaban en su mente, lo importante en ese momento era concentrarse en su trabajo, más tarde, por la noche, dedicaría más tiempo a pensar en su amado Anthony.
Capítulo IX
James no estaba del todo convencido de sus ganancias producto del nuevo plan estratégico de Terry, sabía que no podía negarse o interponerse en su plan porque eso significaba poner en una bandeja de oro su propia cabeza y lo más seguro era que no viviría para comentar las razones que justifiquen su negativa, por otro lado, existía una posibilidad de poder ganar más o de mantener las ganancias durante más tiempo, solo tenía que hacer inversiones en diferentes rubros al mismo tiempo de modo que sus cuentas reflejaran un endeudamiento impresionante para así demostrar que no era buen candidato para comprar algunas de las empresas que próximamente pasarían a manos de Terry porque en caso contrario tendría que invertir y pagar la deuda que adquirieran sus dueños originales y los intereses que podía cobrar no los quería ni imaginar. Si bien el tener su propia o propias empresas no estaría mal sin embargo, eso significaba que había que estar haciendo inversiones constantes para elevar la productividad de la misma antes que mantenerla o dejarla caer lo cual era el equivalente a encerrarse a cuidar todo el tiempo a sus empleados y por ende, descuidaría sus movimientos personales en la bolsa, lo que resultaba muy conveniente para Terry porque en ese caso él daría inicio con el proceso de despojo de acciones gracias a la «improvisada» baja del valor de cada una de ellas sin importar cuál sea la empresa que las respaldara puesto que ni siquiera alcanzaría a darse cuenta de en qué momento las habría perdido todas. Al final solo le quedaba reconocer que Terry era un perfecto erudito en finanzas, que difícilmente habría alguien que pudiera ganarle en ese terreno y por desgracia, parecía ser el campo que más ventajas reportaba o mejor dicho que movía al mundo entero, no en balde existían problemas políticos que reclamaban extensiones de tierra, concesiones libres de impuestos, solicitudes de explotación de recursos naturales en los países que contaban con ellos y toda una serie de conflictos que tenían como objetivo general y más importante, obtener las mayores ganancias para quien gozará tener el honor de sentarse en el precioso trono del poder y curiosamente era el sitio que ocupaba Terry. James no perdía la esperanza de llegar a sentarse en ese trono, no importaba que no fuera de oro incrustado de piedras preciosas, para él era suficiente con tener todo el poder y los beneficios que éste solía proporcionar a quien ocupará ese
lugar. En definitiva, la ambición de James no conocía límites inferiores y los superiores resultaban estar muy por encima de sus recursos y capacidades lo que representaba todo un reto para su habilidad intelectual, aunque siempre estaría el plan «B», en caso de que él no alcanzará a cubrir ese capricho, estaba Anthony, sí, tenía un sucesor, este estaba destinado a ocupar ese trono, de eso no cabía duda alguna, para ello él se estaba haciendo cargo de su formación y educación. La tensión que representaba la propuesta puesta en marcha lo tenían un tanto preocupado, no precisamente por el inicio sino por el final, sabía que Terry estaría como siempre, pendiente de cada movimiento que realizará a favor del banco y en sus cuentas personales. Es importante mencionar que Terry se hacía cargo de mover sus propias piezas en el ajedrez financiero porque no confiaba en nadie, tenía la firme convicción de que en el momento menos pensado, seguramente alguien lo traicionaría. Esta mentalidad estaba fundamentada en la forma en que solía trabajar con sus socios en la bolsa y en el modo en que funcionaban las cosas en el interior del Banco. Esta era una de las razones por las que James se sentía bastante incómodo cuando iba a trabajar, tenía que cuidar los intereses e ingresos de los accionistas sin perjudicar a Terry dándole todas las ventajas porque era justamente ese hombre quien le dictaba las instrucciones sobre los movimientos que habría que realizar, los tiempos y las formas de manera general, a favor de los inversionistas, eso sin pensar en la mirada constante posada en cada uno de los movimientos que se hacían, todos debían girar en torno a las estrategias que solía implementar para su propio beneficio. Contadas ocasiones le concedía la libertad de actuación a James y esta situación ya llevaba siete años, lo que empezaba a cansarlo. Está era la verdadera razón por la que siempre estuviera de malas y le urgiera tanto que pasara el tiempo para que Anthony creciera y se hiciera cargo de cumplir con las funciones de su puesto en el Banco y él pudiera dedicarse a disfrutar de hacer su trabajo tomando sus propias decisiones, viviendo tal y como se lo fuera dictando el día a día, todo había sido perfecto en su vida profesional incluso su relación con Diana, sino hubiera sido por ese embarazo que cambio su vida, sus anhelos, ambiciones y como si esto fuese poco, Terry lo había llamado para trabajar como su «asistente financiero» que más bien se mostraba como un corredor de bolsa más, aunque haciendo honor a la verdad, en realidad no era más que el «lame botas de Terry», el criado favorito en la oficina, pero a fin de cuentas sirviente. Sonaba patético pero desgraciadamente era la verdad así que no había más que aceptarla, aunque no todo solía ser tan malo, analizando las ventajas, también tenía sus detalles, gracias a los movimientos
que contemplaba con mayor facilidad y minuciosidad, se había quitado de muchos errores lo que lo había llevado a incrementar sus recursos económicos a tal grado que la vida que disfrutaba no correspondía con nada al salario que percibía. Tenía una casa en Escocia con fachada sencilla pero el interior derrochaba elegancia a más no poder, su hijo asistía a los mejores colegios y podía darse el lujo de pagar maestros privados en instituciones importantes de modo que solo se dedicaban a fomentar el desarrollo de sus habilidades para explotar lo mejor que había en Tony. De igual manera aún conservaba el chalet que en su momento había compartido con Diana solo que lo había remodelado en su totalidad, en Londres tenía un piso completo para vivir él solo, los espacios pequeños lo alteraban demasiado, eso sin mencionar los departamentos que tenía en Japón, Brasil y Nueva York. Tenía varios vehículos distribuidos en sus propiedades porque no pretendía rentar un solo vehículo al que pudiera subirse teniendo la posibilidad de conducir el suyo propio sin mayor problema ya que los otros podían tener defectos mecánicos y sufrir un accidente por lo que consideraba su mejor opción contar con uno propio a donde fuera. También le había alcanzado para cambiar su avión sencillo por uno de lujo, su guarda ropa estaba diseñado por expertos en el tema de la moda, su calzado era exclusivo, en fin tenía muchos lujos al alcance de su mano de manera que no necesitaba nada, todo lo tenía con solo abrir la boca o estirar la mano. Nunca se esforzaba por nada, podía pagar a un asistente que se hiciera cargo de sus cosas personales además de contar con otra persona que se dedicaba a educar y formar a Tony. Su hijo era otro tema importante, que de no ser porque estaba idéntico a él, jamás se hubiera hecho cargo del niño. Con el paso del tiempo mejoraron sus expectativas en relación con el chico pero si algo lo hacía feliz era ver cómo se formaba un verdadero campeón, uno de las grandes ligas, un millonario nato con el poder de tomar las decisiones más acertadas, la corona de la sabiduría y la belleza de su padre, ahh!, era el ser humano más perfecto que podía existir en la tierra, que si bien no dejaba de pensar que no había necesidad de estar en semejante situación también debía reconocer que eso era lo mejor que había podido darle Diana quien por cierto había desaparecido de la faz de la tierra lo que indicaba que no estaba tan interesada en su hijo, lo que la convertía en la peor madre que pudiera existir en todo el planeta, claro que él había tomado sus precauciones para evitar que algún eslabón suelto diera pie a un encuentro fortuito, por aquello de las dudas. Finalmente todo había salido perfecto porque esa parte de su vida estaba cerrada, solo tenía que ocuparse de continuar con su trabajo moviendo sus propias piezas dependiendo de la forma en que Terry moviera las suyas y de este modo, ganar cada día más dinero del que podía
gastar en un mes. En ocasiones no sabía exactamente que sentía por Tony, lo mismo le quería que lo aborrecía, todo dependía del humor en el que se encontrara y los comentarios que hiciera el niño o que le informaran que había hecho o dicho el pequeño, el caso es que así como lo hacía reír, que no solía ser muy común que sucediera, lo exasperaba, pero hasta el momento jamás se había sentido triste o culpable por retenerlo a su lado. Cuando le había preguntado por su madre durante sus años de preescolar, simplemente había ignorado la pregunta porque no tenía tiempo para contestar y había un sinfín de cosas mucho más importantes para James que contestar a esa preguntar que carecía de lugar en su vida, ¿por qué los niños tenían que preguntar eso solo por no ver a su madre en casa? Nunca entendería la importancia de esa pregunta. Él había tenido a sus padres durante su infancia pero su madre sufrió un accidente llamado cáncer y cuando tenía solo tenía siete años, su mamá tuvo que ser internada, después de varios días en el hospital finalmente murió, recordaba haberla extrañado mucho y aún solía hacerlo pero eso lo adjudicaba al hecho de haberla conocido y convivido con ella pero Tony ni siquiera la recordaba, era muy pequeño cuando se deshizo de ella así que no había razón para pensar en que pudiera extrañar a un ser que jamás estuvo a su lado, por lo menos no hasta poco después del primer año de vida. En fin, lo bueno había sido que ya se le había pasado eso de preguntar por su madre y ahora ya no la mencionaba. Lo que si colapsaba sus pensamientos y lo hacía sentir viejo a sus 42 años era darse cuenta que tenía un hijo. Un concepto que jamás había concebido en su mente y sin darse cuenta lo había engendrado sin intención, una mujer lo había engañado con la idea de que tomaba anticonceptivos para que al final la verdad saliera a relucir en un descendiente, tal como su padre había hecho con él, tenía planeado embutirlo en una espesa vida de disciplina, normas y reglas que llegado a la juventud, le darían la llave mágica para entrar al mundo de los ganadores, a un planeta que estaba destinado a someterse bajo su poder, influencia y grandes capacidades desarrolladas a lo largo de su corta existencia, desde luego, con toda la experiencia que su padre le brindaría, con sus sabios consejos, justo lo que le había estado haciendo falta desde que su padre falleciera de un ataque al corazón un día después de su graduación, había sido una lástima que no hubiera alcanzado a sobrevivir para ver su examen recepcional, seguramente se hubiera sentido sumamente orgulloso de James pero eso no fue posible. Desde entonces había tenido que resignarse a vivir solo, puesto que además había sido hijo único. Poco tiempo después de nacer James le habían
diagnosticado a su madre cáncer cervico — uterino, enfermedad que la llevó a la muerte. Los tratamientos hacían que le presentarán a su padre muchas esperanzas de vida no obstante, las recaídas, los cuidados excesivos y la dieta especial hicieron mella en la economía familiar, por lo que su padre se vio forzado a enviarlo a realizar todos sus estudios en escuelas públicas y posterior a la muerte de su madre, tuvieron que cambiar de casa porque ya era insostenible la cantidad de deudas que su padre había adquirido con la idea de salvar la vida de su mujer sin importar mucho la existencia de James, de hecho fue hasta que concluyó la mudanza y el tiempo de duelo por la pérdida de su madre que, poco a poco su padre decidió dedicar toda su energía a cuidar y formar a James lo mejor posible. Una de las razones obedecía a que su hijo era idéntico a su esposa solo que el carácter lo había heredado de él lo que lo convertía en una persona terca, obstinada, seca, fría en lo intelectual pero carente de afectos, es decir que no resultaba común que demostrara sus sentimientos, bueno eso en el caso de que los tuviera porque jamás se dejaban ver. La falta de sus padres y más aún el abandono que había sufrido por parte de ambos para atender las cuestiones de salud de su madre, hicieron que James desarrollara una sensación de soledad así como una tendencia a la depresión que más adelante, en la adolescencia se revertiría el proceso convirtiéndose en una persona más «cerebral» que sensible y por ello el trato que tenía con las demás personas denotaba el complejo de inferioridad que dominaba su mente, su corazón y todo su ser sin miramiento alguno y seguramente eso explicaba el hecho de que con su propio hijo no tuviera tanto o, que hubiera decidido enfrascarlo en una vida que no correspondía a la edad que tenía el pequeño y consciente o inconscientemente le estaba amargando la existencia aunque él no lo veía de esta manera, el reto era formar una máquina de hacer dinero, un ser del que nadie se pudiera burlar y que por el contrario las personas lo buscarán para aprender de él, para servirle, para darle parte de las ganancias que él mismo estaría financiando con su capacidad intelectual así como con el manejo que hiciera de las acciones de su padre y las personales, porque esperaba que empezara su carrera desde abajo, es decir, que se hiciera de sus propias acciones, no estaba dispuesto a ver cómo su hijo se convertía en su sombra, eso mismo había sucedido entre él y su padre mientras duraba la tortura de su madre, siempre escondido detrás de la puerta esperando la oportunidad de estar unos minutos con una madre que no podía darle las mismas atenciones que al resto de sus compañeros, la sombra que debía de esperar las instrucciones de su padre para ejecutarlas antes de que se molestará y empezarán las agresiones físicas y psicológicas, la sombra que mientras su cuerpo crecía y se desarrollaba, ésta se
hacía cada vez más pequeña e insignificante para evitar cualquier situación complicada con su padre. La vida de James Scotland había sido demasiado complicada y llena de obstáculos, a diferencia de su hijo, él no había contado con nadie que pudiera acompañarlo en su constante caminar por la vida, no recordaba haber tenido amigo alguno de verdad solo recordaba lágrimas, dolor, castigos, golpes, pero al final, cuando concluyó con sus estudios y vio cómo se extinguía la vida de su padre, solo pudo expresarle su agradecimiento de una manera cortante pero muy objetiva. Le hizo saber lo mucho que había sufrido y cuánto odio había albergado por haberlo dejado abandonado a su suerte cuando más lo había necesitado, por otro lado le agradecía esos malos tratos porque tenía pleno conocimiento de que eso le había fortalecido por dentro, la convicción de triunfar y el coraje de hacerlo para tener lo que nunca antes había tenido lo estaban impulsando a hacer lo que su padre no había logrado y esperaba conseguirlo pronto para ir a restregárselo en la cara, no importaba si estuviera vivo o ya hubiera muerto, desde el fondo de su alma, en silencio se lo había prometido tantas veces y justo a la mitad de su ceremonia de graduación volvía a recordar su promesa, misma que jamás se olvidaría de cumplir. Sobre esta temática trató la conversación que mantuvo con su padre en el taxi que lo llevaba de regreso a casa después de haber asistido a la ceremonia de graduación. Horas más tarde encontró que su padre lloraba amargamente en su habitación y respiraba con mucha dificultad, había ido a cobijarlo para poder salir a festejar con algunos compañeros a un bar. La expresión de su padre le llamó la atención, éste solo levanto la cara para mirarle fijamente a los ojos y pedirle perdón por todos los errores que había cometido en su papel como padre, las palabras se habían atragantado en su garganta, según recordaba James, instantes después se descubrió llamando una ambulancia para decir que su padre estaba mal, ya no reaccionaba, su respiración era casi nula, su pulso se debilitaba a cada segundo que pasaba, el tiempo se lentificaba y la maldita ambulancia no llegaba, la desesperación hizo presa del interior de James. Es justo reconocer que varios años antes de que perdiera a su progenitor la relación padre — hijo se había establecido como tal, aunque hubiera sido demasiado exigente y estricta pero a fin de cuentas se había establecido, por lo menos lo suficiente como para poder hablarle sobre todas esas cosas que albergaba en lo más profundo de su corazón y ahora, que finalmente se empezaban a conectar emocionalmente, su padre estaba a punto de irse de su
vida, cuando había muchas cosas más que hablar, detalles que recordar y comprender el por qué se habían dado de esa manera Dios le quitaba lo único que tenía. Era demasiado tarde, la ambulancia llegó y los paramédicos entraron directamente a la habitación donde yacía su padre, le revisaron los signos vitales, ordenaron que subieran a toda velocidad el cuerpo inerte de su padre a la camilla para subirlo al vehículo y darle algunas descargas eléctricas en el corazón con la intención de «resucitarlo» pero todo había sido inútil, su padre se había ido para siempre, al concluir con la misión de haber pagado los estudios de su único hijo con la miserable pensión que recibía, finalmente se iba satisfecho. En esos momentos solo le quedaba a James preguntarse ¿cómo iba a sobrevivir?, y ni para que pensar en la titulación. Definitivamente nunca la había tenido sencilla. La parte más desafortunada era que todas esas frustraciones no tratadas psicológicamente había causado estragos en la personalidad de éste y esas eran las razones por las cuales su conducta era así; cualquiera que hubiera tenido la oportunidad de conocer los esfuerzos que había tenido que realizar para llegar hasta donde estaba, comprendería con mucha facilidad el por qué, pero desgraciadamente nadie conocía su historia y no tenían porque saberla, era lo mejor, de lo contrario estaría totalmente vulnerable a todo y a todos, eso lo sabía cualquier persona que se gozará de hacer uso de sus capacidades mentales, aunque fuera en la parte más mínima. Todos estos recuerdos hacían que la nostalgia se apoderara de James haciendo que se perdiera en el mundo interior de sus propios fantasmas que no le permitía descanso alguno, solían pasar las horas enteras sin que se diera cuenta del transcurrir del tiempo y cuando se percataba de ello, era el tiempo preciso de volver a las actividades cotidianas que le llevaban de descansar en la contemplación de sus ilusiones pasadas al mundo real en el que actualmente habitaba, gracias a la varonil voz de Terry que interrumpía sus recuerdos e ideas con las instrucciones que tenía que cumplir plenamente con el objetivo de siempre coartar sus estrategias antes de llevarlas a cabo, por una u otra razón, comúnmente todo se iba a la basura de manera más rápida de lo que había tardado en concebirlas pero ya nada podía hacer, por el momento, Terry tenía el poder, estaba sentado en el trono y él debía de bailar como un arlequín, el mejor que hubiera existido en todos los tiempos, al menos si quería conservar su puesto y seguir teniendo la oportunidad de ganar, aprender de la experiencia y los sesos de su superior, que después de todo le ahorraba noches de insomnio por las presiones económicas del mundo, él solo tenía que limitarse a seguir instrucciones, el único inconveniente era que cuando había que culpar a alguien,
él era el blanco perfecto, cuando había que resolver dudas, inquietudes y problemas originados de las perdidas en algunas inversiones, tenía que ser él quien diera la cara, solo en casos extremos, Terry solía colocarse detrás de James sin decir palabra alguna, y con eso quedaba más que claro que todo tenía que ver con las decisiones de Terry y por tanto, se hacía el más impresionante de los silencios. Esa sensación lo excitaba hasta la cúspide de las emociones, era un placer difícil de describir, contar con el respaldo de ese tipo que había aprendido a odiar y a irar al mismo tiempo le daba la seguridad de que nadie podría decirle nada jamás en la vida y al mismo tiempo le proporcionaba cierto grado o nivel de poder para realizar algunas «transacciones personales» que no necesariamente tendrían que venir de la mano de su mentor sino de la suya propia y eso le agradaba mucho más. Era de las pocas o muchas ventajas que tenía el formar parte de los colaboradores, empleados o sirvientes de Terry, el nombre no importaba en lo mínimo, lo interesante estaba en cómo se jugaban las cartas en cada juego y de qué manera hacer uso de la mano que descansaba sobre su hombro para obtener el éxito de sus intereses, desde el más insignificante hasta el más ambicioso, todo era cuestión de tiempo, paciencia y mucho servilismo para llegar a la cúspide de sus sueños. Esta era básicamente la única razón por la que no quería alejarse de Terry, sabía lo mucho que le convenía seguir así, después de todo, gracias a ello se encontraba en el lugar actual, la impunidad de la que gozaba le daba la seguridad que siempre había tratado de encontrar en algún adulto desde que nació y posterior a tantos años de búsqueda alguien, un ser superior lo había rescatado poniendo a Terry justo frente a él para darle un par de razones para tomarlo a su servicio, solo había tenido que mostrarle que contaba con las capacidades para ser su secretario particular, la convocatoria se enfocaba a ese puesto y él lo necesitaba para pagar el financiamiento que le había concedido la universidad para titularse. Sabía que era bueno pero tenía muy claro que debía de esforzarse más si acaso quería llegar a trabajar para una persona más reconocida en el mundo social e intelectual, eso lo podría obtener gracias a que trabajaría en el Banco Internacional. En ese tiempo no tenía la más remota idea de quién era Terry, solo albergaba la esperanza de que, quizás, más adelante, lo pudiera recomendar con una personalidad importante, si es que decidía que ya no quería que trabajará para él, en ese entonces había sido un verdadero estúpido porque el hombre poderoso que estaba buscando para trabajar a su lado era justamente quien lo estaba tomando a prueba. Pasadas algunas semanas, se le dieron un par de contratos antes de tomarlo como corredor de bolsa personal. A raíz de ahí, la vida le había cambiado totalmente a James. Había terminado por enterarse que
no había necesidad de buscar a nadie más, que la oportunidad de su vida estaba al lado de Terry. Desde entonces todo había ido mejorando en muchos sentidos y por necesidad de continuar su aprendizaje en la práctica, no podía irse en esos momentos, había que madurar un poco más el plan de incrementar y asegurar su vida en lo material y económico, después tendría tiempo para planificar su retirada de ese mundo generalizado para formar el suyo propio. Actualmente solo requería adiestrar en todo tipo de trucos, jugadas y maniobras a su hijo para disfrutar el final de sus días en santa paz, viajando, disfrutando de la mujeres que ganaran la pelea por compartir su cama solo por una noche porque no quería volver a cometer el error de engendrar un hijo más, igual y con el tiempo… quien sabe… tal vez la vasectomía no fuera una solución tan descabellada a su situación, después de todo era una manera de asegurarse de que ninguna vividora lo pudiera atrapar con la idea de un hijo. Habría que pensar muy seriamente en eso, pero tendría que ser después, por el momento no tenía tiempo para ello, había muchas cosas por delante que debía resolver a la voz de «todo listo… Terry, todo en orden señor Scotland».
Capítulo X
George le había dado un papel a Peter el día de su visita, en el solo estaba escrito el nombre de la mujer que debía de buscar sin apellidos y el nombre de una universidad en Suiza así como el mes y año en el que había concluido sus estudios pero nada más, no había algún otro dato que pudiera ayudar, lo que implicaba una búsqueda más detallada, eso sonaba a «reto», justo lo que tanto le agradaba a Peter. Empezó a revisar la página de la universidad y descubrió que contaba, como todas la escuelas prestigiosas del viejo continente, con claves específicas para poder ingresar a las bases de datos de sus estudiantes, personal que laboraba ahí y demás información considerada relevante. Eso requería encontrar el nombre del encargado del departamento de control escolar, seguro que esa persona tendría incuestionable a todo tipo de detalles de sus alumnos, independientemente del grado que estuviera estudiando cada uno, ese personaje sería clave para encontrar la información que requería así que ya en la página de la universidad ingreso a la sección de «directorio», ahí encontró lo que buscaba. Posteriormente, dio inicio con la búsqueda de la dirección interna del plantel, descubrió que manejaban un sistema interno privado que estaba conectado con una página pública pero no por eso el resultaría sencillo. El trabajo de dar con los algoritmos que conformaban las características del sistema interno no le tomaron más allá de unas cuantas horas. De ahí en adelante las cosas se facilitaban en parte y se complicaban en otros momentos. Lo que desde el principio pensaba que sería complicado sería el encontrar la combinación de la «caja fuerte», la contraseña del director de control escolar pero al parecer debía de tratarse de un personaje nada complejo porque en esta ocasión, a diferencia de otras, no había tenido la necesidad de utilizar el «rastreador automático». Se trataba de un programa que había diseñado para casos como ese, simplemente lo activaba en el recuadro de clave y automáticamente se rastreaban los caracteres correspondientes, después hacía lo mismo en el recuadro de contraseña y solo era cuestión de esperar. En algunos casos ese rastreo había sido cosa de varios días, la información de los gobiernos, bancos y empresas importantes, solían tener una gran cantidad de candados o contraseñas que cambiaban constantemente sus combinaciones cada dos o tres
días, lo que le podía tomar un poco de tiempo porque los signos siempre eran los mismos, solo cambiaban sus posiciones y solo en el caso del Banco Internacional, las claves se modificaban todos los días, tanto el orden como las letras y números empleados, de hecho resultaba casi milagrosamente ingresar a la cuenta de cualquiera de los accionista pero nada comparado con el mayor de ellos, Peter no lo conocía pero sus «llaves mágicas» variaban cada hora de forma automática, y el sistema que seleccionaba la nueva combinación se confundía con tanta facilidad que muchas veces había llevado a infinidad de computadoras a perder el disco duro y a explotar sus propios sistemas por infecciones de una buena cantidad de virus diferentes y agresivos. Por esta razón nadie se había atrevido a tomar ese «reto» en sus manos, e incluso Peter sentía un gran respeto por el cerebro que había diseñado semejante laberinto electrónico y al igual que muchos otros hackers alrededor del mundo, no tenía planes de asomar las narices en ese individuo, además de que el GPS que manejaba el sistema personal del tipo había resultado ser más eficiente que las esposas que le colocaban a Houdini en las manos, tanto que hubiera ridiculizado e impresionado con mucho al mismo escapista. El caso era que ya había conseguido los datos del encargado del control escolar y estaba dentro del sistema universitario, solo necesitaba revisar los archivos de los expedientes electrónicos de sus alumnos graduados en el año en que la tal Diana lo había hecho. La lista no era muy extensa pero aparecían tres Dianas, buscó por áreas de conocimiento y… bingo, ahí estaba, Diana Castañón, revisó su expediente, al parecer se trataba de un cerebro con patas en cuestiones financieras, sus referencias académicas hablaban bastante bien de ella, la foto para nada ofendía la vista de Peter no obstante, la curiosidad de saber en qué momento se había involucrado con un simple corredor de bolsa le había llamado la atención porque no daba la apariencia de necesitar de un tipo como el tal James Scotland, pero bueno, tenía que recordar que las mujeres podían ser muy parecidas a una patada en el trasero como parejas, un hueso de durazno atorado en la garganta en cosa de trabajo y más como jefas de departamento, ni que decir si eran tus superiores, pero el asunto cambiaba cuando estaban en la cama, podían ser unas perfectas fieras o la personificación de la corte celestial en el momento justo en que el éxtasis del placer te transportaba a una dimensión muy diferente a la que actualmente habitabas y no por eso podía decir que conseguía entender en lo mínimo a una sola de ellas, siempre tan impredecibles y complicadas. Esa opinión tenía Peter de las mujeres y por eso la idea de compartir su cama
más de un mes con la misma chica le producía alergia severa, aunque reconocía que no podía vivir sin un espécimen de esa naturaleza por más de cinco días seguidos y para ese problema solo había dos soluciones posibles, ir de fiesta en fiesta o pasear por las calles viendo y seleccionando a su próxima víctima. En varias ocasiones había tratado de alejarse de ese tipo de situaciones enfrascándose en trabajos que requerían su total atención pero tarde o temprano caía en el mismo vicio, y si algo había aprendido era que las chicas se habían convertido en una necesidad parecida al hambre, podía darse el lujo de «comer ese platillo» de vez en cuando pero era imposible no hacerlo de por vida. La chica que aparecía en foto le resultaba guapa pero había algo que la hacía más interesante, no podía decir de qué se trataba, no obstante le había llamado fuertemente la atención por lo que la curiosidad de saber más de ella no tardo en encontrar un espacio en su mente, razón que llevó a investigar qué había pasado con ella después que concluyera su posgrado. Acorde con lo que George le había comentado, se suponía que había regresado a su país de origen y según el expediente escolar se trataba de México. Una persona con la preparación de esa Diana no podía pasar tan inadvertida en un país tercermundista, no se trataba de racismo pero hasta el momento los latinoamericanos no habían destacado precisamente por ser los mejores en el manejo de las acciones de la bolsa de valores en ningún lado porque de lo contrario, ya habrían encontrado la manera de hacer más dinero, sacar a sus respectivas naciones de sus problemas financieros con el Banco Internacional y hacer otro tanto para llevar una vida diseñada solo para los dioses, que era justamente como se consideraban los gobernantes de esas naciones. Resultaba ser una lástima que países con tanto potencial se limitaran a vivir de las limosnas que los grandes inversionistas extranjeros quisieran aventarles, si al menos tuvieran un líder político con una mano en el corazón y otra en el cerebro, las cosas pintarían en tonalidades muy diferentes y seguramente cambiarían muchas de las situaciones que debían de vivir. Pero lo importante no eran los estilos de vida de los latinos, lo que representaba una ganancia económica para Peter era investigar más a fondo sobre las actividades y el paradero de la tal Diana. Se encontraba tan concentrado siguiendo sus corazonadas y tratando de aclarar sus pistas que al sonar el teléfono por primera vez no se percato de ello, fue hasta el quinto tono que escuchó el leve sonido de su celular, contestó con calma.
—¿Qué pasa y quien habla?— su voz sonaba ausente. —Soy George, —contestó una voz nerviosa— tu amigo, ya sé que apenas hace un par de semanas que nos vimos para platicar y no he tenido noticias tuyas, no sé si podamos vernos en algún café para recordar los buenos tiempos de escuela. —Sí, ya sé de que hablas, pero dame un poco de tiempo, ahora estoy muy ocupado trabajando, ya sabes amigo, de algo tengo que vivir, pero tal vez mañana en el bar que está a dos cuadras de la iglesia X ¿está bien? —Claro, por supuesto ¿en la mañana te acomoda? —dijo George con la esperanza de que aceptará ya que se le facilitaba acudir a la cita mientras Tony estaba en la escuela y su jefe se entretenía en el trabajo, aunque… a esa hora el bar se encontraba cerrado… bueno eso no importaba, después de todo no iban a tomar, solo esperaba recibir noticias sobre las investigaciones que hubiera realizado su amigo. —Creo que una cerveza en la noche me caería mucho mejor ¿qué dices? —Se me complica un poco por lo del trabajo pero igual, te mando un mensaje para confirmar la hora —Solo no te tardes mucho en mandarlo —dijo Peter que no podía despegar los ojos de la computadora —¿Qué dices?, yo soy el más interesado en verte — trato de hacer que su voz sonara amigable —Sí, como no, mira que tuvieron que pasar casi ocho años para poder descubrir que todavía seguías engrosando las listas de habitantes de este planeta, en fin, solo no te tardes porque creo que te encantará escuchar algunas nuevas anécdotas personales. —¿Realmente son buenas? —George debía de reconocer que lo tenía bastante ansioso la espera pero las nuevas palabras de su amigo lo inquietaron aún más. —Uhmmm, después de escucharlas tú me dirás, te dejo porque como ya te dije, estoy trabajando y me estás interrumpiendo mis labores y ya sabes que el trabajo es sagrado para quienes dependemos de él para sobrevivir.
—Espera, espera un segundo, si son tan buenas tus historias, ¿Por qué no nos vemos hoy a las 11:00 en el bar de Jhonny´s? —Eso mejora la propuesta, si me tardo un poco no te preocupes ni te desesperes ¿de acuerdo?, cuídate — terminando de decir esto, Peter colgó el teléfono dejando bastante inquieto a George. Mientras tanto George, después de colgar el teléfono se puso a pensar en cómo se las arreglaría para salir por la noche sin que se diera cuenta su jefe o en su defecto, cuál sería el pretexto para conseguir el permiso, no iba ser muy sencillo lograrlo pero tenía que hacerlo. La razón por la que Peter había cortado la comunicación con su amigo era porque no solo había encontrado una lista de empresas que tenían invertida una buena cantidad de dinero en acciones en la bolsa de México sino que estaba terminando de descifrar el código de ingreso al registro de las empresas y la relación con los corredores de bolsa que se encargaban de llevar a cabo las funciones de manejar e incrementar las ganancias de sus empleadores y en esa lista tenía que aparecer Diana como responsable de tales funciones en alguna de ellas, así debía de ser porque en los registros aduanales no aparecía ninguna Diana Castañón que estuviera registrada con domicilio en el extranjero y sí estaba registrado su título de maestría en ese país, lo que lo llevó a pensar que seguramente estaría ejerciendo su profesión ahí, de no ser así ¿por qué tomarse la molestia de registrarlo en ese país si tenía planes de vivir en otro?. La fecha de expedición de su cédula profesional o permiso para ejercer su maestría era ocho meses después de haberse graduado, lo que significaba que de algún modo le permitía ganar puntos a su deducción, ahora bien, considerando su currículum, debía de estar trabajando para una empresa, dudaba mucho que fuera una empleada más de algún banco que ofreciera sus servicios financieros a sus clientes, era como denigrar y ofender su capacidad. Peter había estado investigando todas las referencias existentes en los sistemas electrónicos de México cualquier indicio de propiedad, cuentas bancarias, tarjetas o credenciales de lo que fuera, así se tratará de supermercados todo podía ser de mucha utilidad tomando en cuenta que podía vivir en cualquier lugar, que incluso podían coincidir su nombre y apellidos con los de alguien más, debía de cerrar su círculo de pistas así que fue cuando decidió buscar en la bolsa de México para revisar los antecedentes de quienes cubrieran el perfil de la mujer que estaba buscando. Por ese lado encontró los rastros de dos personas con casi
los mismos datos, el problema surgió cuando, después de escarbar en cada uno de los archivos se percató de que no había fotografía alguna que pudiera darle la seguridad de que se tratará de la misma persona así que decidió iniciar con otra línea de investigación y esa sería a través de las credenciales de identificación. Debía de haberla sacado o actualizado dependiendo del lugar donde se encontraba viviendo; es justo mencionar que ya había revisado toda la información contenida en su pasaporte pero no creía que fuera verdadera, después de todo ella podía cambiar de domicilio con la misma facilidad con la que uno desecha las cervezas ingeridas en un bar cualquiera y lo que debía de obtener requería de cierta precisión, tal como los trabajos que solía hacer para cualquier persona, además no podía negar que los antecedentes de esa mujer habían despertado cierta curiosidad en él, quizás ya estaba empezando a personalizar la búsqueda pero no, no era precisamente ese el momento de detenerse a pensar en ello así que mejor tomaba nota mental de lo que le interesaba y cerraba su computadora para salir en dirección al punto de reunión, el tiempo había volado sin que se hubiera percatado de ello, definitivamente las computadoras y más aún los sistemas eran lo suyo, no en balde hasta ese instante de su vida le habían dado lo que quería para sobrevivir lo mejor que le pareciese. Cuando Peter llegó al bar vio a unos tipos que tenían la pinta de policías y eso no eran muy buenas noticias que digamos, casi en automático repaso mentalmente la conversación que había sostenido esa mañana con George y efectivamente todo había sido en clave para evitar que alguien pudiera rastrear o encontrar la manera de localizarlo, no podía olvidar que su cabeza tenía un valor trascendental para las autoridades locales y nacionales. En el último año había bajado información de los archivos de la policía e instituciones de gobierno con la intención de abrir las puertas de una investigación social sobre los fraudes y actos de corrupción aplicados en diferentes zonas, de tal forma la había armado que le había costado una muy fuerte cantidad de dinero a la gente importante sobre la que había encendido no una vela sino todos los reflectores de la ciudad entera. Mientras que por otro lado, había hecho los arreglos necesarios para sacar de la cárcel a ciertos individuos mal vivientes o que pertenecían a bandas de delincuentes de menor importancia pero que habían sido lo suficientemente buenos como para llamar la atención del crimen organizado del país, lo que lo convertía en uno de los hombres más buscados de la región. ¡Vaya, qué cosas!, finalmente Peter se había hecho famoso, aunque no precisamente por contribuir a mejorar la sociedad actual. El caso es que para él no resultaba muy sencillo hablar con la libertad que cualquier ciudadano pudiera hacerlo, debía de cuidar mucho sus salidas, conversaciones pero básicamente debía cuidar con quien
hablaba. Estaba tomando todas las precauciones cuando de pronto, al final del bar vislumbro una mesa en un rincón, solo había una persona en esa mesa y parecía algo nerviosa así que acertó en pensar que se trataba de su amigo porque si bien veía la silueta, no podía distinguir las facciones del ocupante, la escasa luz y el excesivo humo mezclado de tantos olores producían efectos psicodélicos que dificultaban la identificación de un ser humano bajo tales circunstancias, todo era borroso, lleno de manchas de colores y formas, de cualquier forma él ya estaba acostumbrado a ese tipo de percepciones porque solía frecuentar lugares como ese con cierta regularidad para abrir o cerrar algún negocio, sino es que para cobrar por sus excelentes servicios y aprovechar para tomar unas cervezas antes de regresar a su hogar. Segundos después estaba pasando frente a la mesa de George y solo alcanzó a decirle lo más discretamente posible: —George, vamos, sígueme —la voz de Peter sonaba grave y poco audible porque no había dejado de caminar — date prisa, nos siguen. —Peter, ¿qué pasa?, ¿por qué…? —Muévete — gruño Peter siguiendo el mismo ritmo que el transitar de las demás personas le permitían. Pasaron unos minutos tortuosos por la cantidad de personas que había en el lugar a esa hora, parecía ser la «hora pico» de sexta ronda de bebidas en todo el lugar, agregado a eso las pocas luces y los colores de éstas dificultaban más la visión, por ende la curiosa huida de semejante infierno no resultó ser muy sencilla. Cuando se encontraron fuera del lugar, Peter se limito a caminar con cierta tranquilidad en una dirección que de entrada George desconocía, entre los nervios y la tensión de la espera, el volcán que había dentro de ese musculoso cuerpo amenazaba con hacer erupción a la menor provocación posible, lo único que ayudaba a mantener el control y evitar organizar una fiesta de puños era que no quería perder de vista a Peter. Lo importante era la información que, según la llamada de esa mañana resultaría muy reveladora para el logro de los objetivos propuestos, lo que le daba fuerzas para contener sus emociones y aunque los asuntos religiosos no eran su fuerte, ya había empezado a rezar para encontrar a la madre de Tony y así dar por terminada la tortura del niño que de alguna
manera ya había asumido como propia sin serlo. Estuvieron caminando por casi media hora por calles, callejones, atravesaron una plaza mientras George se mantenía cerca de Peter, a unos cuantos pasos de distancia pero no a su lado, no era prudente que eso sucediera, por el bien de ambos, finalmente Peter se detuvo en una parada de camiones, tomo asiento en la banca y volteo en dirección de donde se suponía que debía venir el transporte público, solo que a esa hora no iba a pasar bajo ninguna circunstancia y menos porque se trataba de la zona etiquetada por las autoridades, como una de las de mayor peligro para transitar durante el día, por la noche era como si un suicida cualquiera quisiera encontrar a alguien que le hiciera el favor de quitar la vida que él mismo no se atrevería a hacer. George se sentó en el otro extremo de la banca y se limito a agachar la cabeza para disimular mientras preguntaba: —Y bien, ¿qué has encontrado? —Te va a gustar la idea, — hizo una pausa y algunos gestos faciales, fingiendo desagrado — la chica que buscas está en México, no tengo muy ubicado el lugar donde reside pero al parecer es en el centro de ese país. —Eres un maldito desgraciado, sabía que lo harías — la voz de George sonaba entusiasmada — ¿qué más encontraste? —Trabaja para una empresa de transportes de carga pesada, ya sabes esos que llevan mercancías para importación y exportación de contenedores, ellos no hacen esa clase de trabajos, solo fabrican los vehículos y los venden en toda la región, en una buena parte dentro y fuera del país… — Peter le estaba explicando cuando George lo interrumpió. —Bueno sí, pero eso no me interesa, ¿qué más encontraste de ella? —No, espera que si te interesa —aclaró Peter— ella es la estrella de la compañía — hizo una pausa para encender un cigarrillo — según parece es la encargada de mover las acciones de la empresa en la bolsa de valores de su país y… resumiendo las cosas… posiblemente la tengas en frente en el momento menos pensado. —¿Qué? —George estaba sorprendido— ¿de qué hablas?, acaso… no la habrás ado aún ¿verdad?
—Hace algunas semanas salió un comunicado donde se anunciaba la apertura de las puertas a inversionistas extranjeros en bolsas de valores importantes a nivel mundial como W. S., la bolsa de Londres, la de Japón y el resto de los países de primer mundo. El caso es que la chica que buscas, esa tal Diana, no es cualquier cosa, al parecer está haciendo un muy buen papel en ese rubro y actualmente están por darle las claves para iniciar actividades en Estados Unidos y no me extrañaría que en breve estuviera de visita por el Banco Internacional. —¿Tú crees que la empresa donde labora esté en posición de poder invertir acá en Europa?, quiero decir ¿tiene esa capacidad económica? — quiso saber George. —Francamente no, ni siquiera tomando en cuenta las modificaciones que hicieron los inversionistas del Banco Internacional pero si se va a desempeñar con los gringuitos tal y como lo hace en el mercado Mexicano, no me cabe la menor duda de que llamará la atención de más de un empresario, y si ella también está tratando de localizar a tu jefe para vengarse, o encontrar al chico… y a menos que todo ese currículum sea mera apariencia o no le interese su hijo… creo que esta es su mejor oportunidad para hacerlo y si no la toma puede ser que no la vuelva a ver en su vida porque esos juegos de dinero son además de riesgosos muy caprichosos. —Genial Peter, esas son más que excelentes noticias, gracias, te debo una. —No creo porque espero una pequeña compensación por ello —dijo Peter mientras estiraba la mano al ras de la banca hasta el centro. —Claro, no te preocupes —George estiro de la misma manera la mano izquierda y dejo una bolsa de papel cerca de la mano de Peter quien al sentir el o con el papel se dio prisa por cogerlo y alzarlo. —¿Cuando me tendrás más información? —preguntó George. —Dame un poco más de tiempo, yo me comunico contigo en unos días más, solo déjame localizar su residencia, hace rato ya casi la encontraba pero perdí mucho tiempo buscando en todo el país y no sabes amigo, hay más de una Diana Castañón en ese territorio de locos, pero ya tengo la idea de donde seguir buscando, cuídate. Peter ya se había ido cuando George volteo para darle las gracias, se quedo
sentado un rato más y decidió que debería de buscar en los comunicados de la bolsa de valores para confirmar algo de la información que Peter le acababa de dar, solo para empezar a medir si acaso era posible un encuentro a corto plazo y de paso dar una revisada a las listas de empresas que formaban parte de los movimientos de la bolsa en Londres, eso lo tendría que hacer en breve, aprovechando algunos espacios de tiempo entre las clases de Tony. A pesar de las buenas noticias, debía pensar en un nuevo detalle que acababa de surgir y que se llamaba James quien por cierto había salido esa tarde de viaje, no tenía idea de a dónde ni cuánto tiempo se tardaría, de hecho tenía tiempo que no le avisaba de nada por lo que desconocía sus actividades. No podía explicar con certeza el por qué nunca le comentaba a donde viajaba o el tiempo que estaría fuera de casa pero intuía que su relación con Tony estaría involucrada en esa determinación de su jefe pero bueno, por el momento debía dejar eso para después, lo que en realidad urgía era encontrar el camino de regreso al carro porque tantas vueltas lo habían desubicado, además de rezar a Dios porque el auto estuviera ileso y en el mismo sitio donde lo había dejado al llegar al bar, para subirse y regresar a casa antes de que James apareciera por arte de magia, como siempre solía hacer para sorprenderlo o que Tony despertara a causa de una pesadilla, que si bien le había comentado que saldría a investigar algunas cosas no le había querido explicar qué clase de cosas, solo para no ilusionarlo con detalles sobre su madre sin tener la total seguridad de ello. No quería forjarle falsas esperanzas, ya había sufrido demasiado como para jugar con eso una vez más.
Capítulo XI
Durante casi toda la semana Diana se había dedicado a reunir toda la información necesaria, impresa y digitalizada para poder dar de alta la empresa de Ricardo en W. S., a la brevedad posible sin embargo los registros no resultaron ser tan rápidos como su jefe hubiera querido y por el contrario, a Diana le hubiese encantado que se tomaran más días porque todavía requería hacer la revisión de algunos detalles para entender cómo se habían estado moviendo las cosas en el extranjero y evitar que la tomaran por sorpresa con algún detalle que llevará a la ruina a la empresa para la que trabajaba. Básicamente quería estar segura de que conocía las bases, requisitos y jugadas posibles para no perder nada de ser posible mientras analizaba las opciones de hacer algunos trucos que le había aprendido en su momento a James, después de todo había llegado el momento de demostrar sus habilidades y capacidades en las grandes ligas, que si bien ya las tenía por demás probadas en sus propias cuentas, no era lo mismo que aventurarse con acciones de otra persona en donde se juegan los ingresos que podían afectar a más personas de las que hubiera querido. El caso era que hasta el momento había podido salir adelante con lo suyo de muy buena manera y si hacemos honor a la verdad, es menester reconocer que tenía pérdidas en su ejercicio personal, pero nada serio o grave no obstante, ahora era diferente porque ni Ricardo ni el resto de los empleados de la empresa comprenderían media letra de la explicación que les diera así que para evitar malos ratos y muchos problemas, lo mejor era revisar todo con minuciosidad y empezar con calma, moviendo solo la menor cantidad de acciones y abrir una cuenta bancaria conectada directamente con las acciones para que en cuanto se juntará cierta cantidad en el «juego de valores», automáticamente se depositará ahí un porcentaje de las ganancias para no comprometer más allá de lo conveniente la cuenta, más adelante, quizás cada semana o cada dos, podría hacer las transferencias bancarias que se le permitiesen a una segunda cuenta a nombre de otra persona ajena a la empresa, tenía que encontrar a una persona honrada que no fuera ella, por aquello de las dudas y malos entendidos, la idea era mantener lo más alejadas posibles, las ganancias de los movimientos bancarios para que en caso de quiebra por un mal manejo de las acciones, ya
existiría un recurso que podría ser de mucha utilidad en esos casos, que esperaba no fuese necesario utilizar pero resultaba una buena opción tenerla y no necesitarla a no tenerla y necesitarla con urgencia. El único problema que le brincaba en la cabeza era cómo haría para convencer a su jefe de contar con ambas cuentas, que de sobra está recordar que limitaría el número de acciones que «jugarían», lo que de igual manera reduciría las posibilidades de incrementar los ingresos como producto de la actividad financiera y esa idea no le iba a agradar a Ricardo que se moría por invertir lo más que pudiera para obtener mayores ganancias, definitivamente su ambición superaba con mucho su ignorancia y ni que decir de su raciocinio, Diana duda mucho que alguna vez hubiera existido, estaba firmemente convencida de que esa palabra jamás había aparecido en el cerebro de su jefe, en fin, lo mejor era callarse su opinión al respecto y empezar a devanarse los sesos para planear cómo llevaría a cabo su estrategia sin que nadie se diera cuenta o bueno, al menos no Ricardo o alguna persona que pudiera comunicarle sus manejos, por lo menos no hasta que los necesite ya que en caso contrario… no se quería ni imaginar el problemón en el que se estaba metiendo por querer asegurar de alguna manera los recursos obtenidos de esa actividad. Al finalizar la semana, agradecida por concluir con una jornada más de trabajo, había cambiado la dirección de todos los días para ir directamente al hogar de sus padres, sabía que si se daba un poco de prisa, posiblemente llegaría a la hora de la cena, necesitaba escaparse a su refugio para descansar su cerebro, distraerse con las simples diferencias entre sus padres así como las sabias palabras que solían decirle cuando la veían mal. La salvación del peligro laboral solo podía tener un refugio en medio de la tormenta y esa cueva estaba a poco más de una hora de camino fuera de la ciudad, considerando que a esa hora ya debía de haber algo de tráfico, después de todo se trataba de un fin de semana y muchos, al igual que ella, buscaban la forma de desaparecer de las responsabilidades asfixiantes de sus respectivas actividades que les permitían llevar un cierto estilo de vida pero en el caso de Diana, ese famoso comunicado emitido por las bolsas de valores más importantes del mundo, la tenían vuelta loca. Sus presentimientos no la habían engañado hasta el momento y desde que leyera el comunicado no había encontrado la paz de su mente e incluso ya había transcurrido semana y media que por cierto no había podido conciliar el sueño de la misma manera, estaba durmiendo bastante mal porque a la vez que desconfiaba de las verdaderas intenciones de quienes estuvieran atrás de semejante convocatoria, también debía de reconocer que la vida le estaba dando
una oportunidad de abrir más sus sentidos para captar el más mínimo respiro de James, lo que significaría una esperanza de encontrar y volver a ver a su hijo. Ahh!, su hijo, por fin, después de casi ocho años sentía que estaba más cerca de lo que jamás había estado hasta el momento. La sensación de estar tan cerca de lograr un sueño tan deseado, la ponía sumamente nerviosa y no la dejaba pensar bien, por lo menos no como debería y eso estaba resultando muy molesto porque era un obstáculo que no podía saltar tan fácil como los otros que la vida profesional le había colocado para ser sorteados con la sencillez con la que un recién nacido se toma un biberón después de tres horas sin alimento. Por primera vez no sabía cómo controlar sus nervios a causa de su hijo y por otro lado, sabía lo que tenía que hacer, estaba perfectamente segura de que era lo mejor, el detalle radicaba en que no existían ideas que le ayudaran a encontrar la mejor solución para hacer sus manejos a su antojo. Sí al menos su jefe decidiera irse de vacaciones a Europa o Asia por los próximos seis o siete meses, ella estaría feliz de poder actuar a su antojo, con la libertad con la que un tiburón se mueve, tanto en las profundidades como en la superficie del océano, la idea del tiburón debía ser la de satisfacer sus necesidades cuándo y cómo mejor le pareciese, lo mismo que Diana, el detalle estaba en que Ricardo no pretendía dejarla hacer eso bajo ninguna circunstancia, por el contrario, hasta el último segundo que ella había permanecido en la empresa, su lugar y posición había cambiado de su oficina al lugar exacto que ocupaba la sombra de Diana, no la había dejado descansar con ese asunto, a cada rato llamaba para preguntar sobre los avances en el registro, que si ya estaba la documentación completa, que si ya la había enviado, que cuando llegaba el acuse de recibo de la información, que si la carta de aceptación… e infinidad de cosas que ya la tenían harta. Por esa razón no se había pensado un solo segundo en salir de su oficina sin voltear y dirigir sus pasos al hogar de sus padres, el lugar justo en el que no tendría que lidiar con preguntas fuera de las que ya habían encontrado una excelente suite en su cabeza, con esas bastaba y sobraba como para todavía tener que sufrir con las de los demás o mejor dicho, con las del ignorante de su jefe. A esas alturas del partido, Diana se preguntaba ¿cómo había conseguido Ricardo estar a cargo de semejante empresa?, no era tonto seguramente, pero en los últimos días se había empecinado en hacerle creer eso y vaya que lo estaba logrando a pulso, ¡si señor!, lo peor era que se estaba convirtiendo en un obsesivo mayor que pretendía asfixiarla con las presiones del trabajo. Ahh!, suspiró tratando de aliviar la presión que torturaba sus neuronas, en cuanto llegará a su nido, le quitaría la pila a su celular, porque ya lo traía apagado, solo
para asegurarse de evitar las llamadas de algún incauto fastidioso y dejaría en el auto su computadora personal, por lo menos hasta que su cuerpo le indicará que ya había descansado lo suficiente para poder volver a activarse con los pendientes y solo le pedía a Dios que eso ocurriera hasta el lunes por la mañana. En cuanto llegó a casa, el trato con sus padres le hizo recordar que era una pequeña ignorante que debía de someterse a las normas de sus mayores, que debía de ayudarles en las actividades del hogar pero sobretodo, se enfrasco en las pequeñas discusiones de sus progenitores, los olvidos de parte de alguno de ellos en relación con las obligaciones que a cada uno le correspondían, las diferencias en cuanto a lo que podían o no comer y que por cierto no aceptaban de muy buen grado y toda una serie de quejas en relación con el comportamiento de uno y otro, lograron sacarla de sus pensamientos laborales, incluyendo su anhelo de encontrar a su hijo. Todo el ambiente se llenaba con la esencia de un espacio lleno de comunicación, confianza y amor, las cosas cambiaban de color, olor y demás. La vida de Diana sufrió la transformación de siempre, las levantadas un poco más tarde, el ir a la iglesia con sus padres por la mañana, ayudar en la cocina con el desayuno, la visita al mercado porque no había alcanzado a hacer ninguna compra, lo había olvidado por completo, pero su madre ya se lo recodaba con regaños por el tiempo que perderían en ello y eso sin mencionar que su padre la echaría de menos por no ayudarle con el jardín, como normalmente solía hacerlo, así que debía de darse prisa para atender las necesidades y chantajes de sus padres. Generalmente era la que más paciencia tenía para con ellos, pero no por eso la actividad resultaba ser menos agotadora, se trataba de un tipo de desgaste que fácilmente se podía reponer con unas cuantas horas de sueño, a diferencia de sus tensiones laborales y personales, que últimamente la acompañaban a dormir, si es que podía; sus presiones habituales resultaban ser muy celosas porque jamás se le separaban y más en los últimos días. De cualquier manera, Diana estaba tratando de disfrutar al máximo de esos días de fin de semana porque no estaba segura de que pudiera regresar pronto, tenía el presentimiento de que cada vez se distanciaría más de esos momentos de total relajación, diversión y aventuras con sus queridos viejitos que tanto amaba. En ocasiones solía pensar en que la vida podía haberse detenido para evitar tantos líos en su historia personal, pero eso era solo un sueño, porque todo tiene un principio y un final de modo que durante ese lapso debía de haber un periodo de proceso y justamente ahí se ubicaba ella, lo que nadie se había tomado la
molestia de explicarle, había sido la complejidad que encerraba el viaje de la vida en donde habría muchas satisfacciones, detalles que la llenarían de orgullo pero también existirían problemas que harían su existencia cada vez más difícil de sobrellevar y que solo la fuerza de encontrar todo aquello que un día habría perdido la llevaría a levantarse cada día de la cama con la esperanza de alejar su dolor a cada paso, el recuerdo de la situación que reinaba en el hogar paterno le clavaban una estaca en el corazón por la espalda ya que no podía olvidarlos ni dejarlos a su suerte, bien sabía que nadie de sus hermanas o hermanos moverían un solo dedo para apoyar a sus progenitores, mucho menos a ella y esa resultaba ser la fuerza que la arrancaba de las garras de la depresión en la que desde hacía muchos años se habría abandonado, pero no podía dejarse caer totalmente, había personas que dependían de ella además, debía de luchar por encontrar a su hijo y verlo, aunque solo fuera una vez más. Todo esto le cargaba la pila cuando sentía que la vida se le agotaba y que no tenía más alientos para continuar con su camino. Definitivamente, su lado indefenso salía en todo su esplendor estando en casa, necesitaba que la protegieran y la tratarán con a la niña que en el fondo solía ser, pero que fuera de ahí no debía mostrarse de este modo porque entonces el mundo se la comería de un solo bocado sin embargo, se encontraba a salvo en su casa, en su habitación, en su cama bajo el cobijo de unos padres que siempre estarían pendientes de cualquier grito en caso de pesadillas o cualquier miedo nocturno, el problema básico que solía tener era que sus miedos tenían una raíz muy profunda en su interior y no en el exterior, la ventaja radicaba en que solo ella lo sabía y por ende, estaría segura de cualquier persona o hecho que la quisiera dañar, al menos mientras tuviera la opción de regresar a la casa de su infancia.
Capítulo XII
Normalmente Terry exigía un informe semanal de las actividades que se llevaban a cabo en el Banco, la idea era estar pendiente de que no se le escapará detalle alguno. Solía ser muy minucioso con lo que al trabajo se refería, no podía perder de vista que el consorcio que representaba era familiar y que sus hermanos mayores y menores se verían afectados. Nunca le había agradado la idea de ser quien dirigiera los ingresos de las empresas familiares pero no le había quedado más remedio, él había mostrado mayor y mejor capacidad para los negocios, además de que jamás se había interesado por invertir en una empresa, físicamente hablando, prefería vivir de las rentas que le proporcionaban sus manejos en la bolsa de valores, le resultaba menos comprometedor y más gratificante. El problema había empezado cuando sus hermanos, se habían visto envueltos en problemas económicos en el momento justo en el que Terry empezaba a ver los resultados de sus esfuerzos durante la universidad, la necesidad de estar más pendiente de sus abuelos paternos, los constantes regaños de su padre por estar siempre en el momento y lugar menos apropiados en relación con todo lo que acontecía en casa y, por mala suerte, el verdadero culpable había aplicado la graciosa huida, lo que lo dejaba como el responsable de la mayor parte de las travesuras de sus hermanos, que dicho sea de paso, tenían como mejor virtud, el arte de saber escurrirse del lugar de los hechos sin ser vistos por nadie. Esto había sido la causa de que decidiera viajar a Inglaterra a vivir con sus abuelos paternos para realizar sus estudios universitarios en Oxford y empezar una nueva vida, aunque en realidad no tenía ni idea de la magnitud de lo que llegaría a hacer el destino con él. En esos tiempos, su abuelo Robert le había dedicado mucho tiempo gracias a las recomendaciones que su padre le hiciera. Al principio prometía ser toda una pesadilla, pero con el paso del tiempo resulto ser toda una aventura en la que su abuelo le enseñaba a sobrevivir en la jungla de los negocios, le indicaba como manejarse en el mundo de las acciones mostrándole la facilidad con la que podía vivir sin necesidad de tener que trabajar para alguien más y sin cargar con la responsabilidad de una empresa que le limitaría sus espacios para dedicarse tiempo a sí mismo. Todo era tan fascinante que pronto se acostumbro a ello y
con el patrocinio de su abuelo, empezó a hacer sus primeros intentos en la bolsa de valores. Inicialmente había tenido pérdidas, no muy fuertes pero que se veían reflejadas en las ganancias que Terry recibía y por ende en las restricciones económicas que tendría que pasar hasta que pudiera hacerse de mayores recursos. Así fue como Terry perfeccionó lo que en la universidad estaba aprendiendo. En poco tiempo se hizo de una pequeña fortuna que sus hermanos aprovecharon al involucrarlo en sus negocios a manera de socio y aunque esto le resultaba incomodo, porque significaba sacrificar sus diversiones por cuidar su dinero mezclado con el de sus hermanos, no encontraba la mejor manera de abandonarlos a su suerte. Que enfadoso le había parecido eso de hacerle al tutor de sus hermanos, por lo menos hasta que encontró la manera de incrementar sus ganancias y reunir a sus hermanos para informarles de su separación como «socio» de sus negocios: —Esto no puede seguir así, a mis 27 años me siento como si fuera responsable de los negocios que mi padre les compró y yo, que no tuve esa suerte debo continuar pagando sus estupideces, no se me hace justo y no estoy dispuesto a pagar por ello — su voz era determinante. —No seas exagerado —dijo Michael, el penúltimo de sus hermanos, agregando — no es para tanto, además debemos reconocer que él único que tiene los recursos para ello eres tú, en caso contrario de verdad, ¿crees que te incluíamos en nuestros negocios? —Eso no me lo tienen que decir, salta a vista que ninguno de ustedes tiene la más remota idea de cómo se cultiva la habilidad para la economía, claro, como no se trate de gastarlo porque en eso, se pulen mejor que el oro y la plata — contestó Terry con sarcasmo. —Suficiente. ¿Cuál es exactamente la razón por la que nos has reunido? —dijo Nick, el mayor de los ocho hermanos varones, incluyendo a Terry. —Quiero que hagamos un consorcio. —¿Un consorcio? —pregunto Anthony, su hermano gemelo — ¿de qué hablas Terry? —De que yo voy a invertir en sus empresas acorde con mis decisiones y
recursos, a cambio de ello, quiero un porcentaje de las ganancias equivalente a mis aportaciones, será como si yo fuera un accionista más. —¿Me lo explicas con un poco de mayor detalle? —pregunto Jordan, el más chico de sus hermanos. —Verás, tú dividirás los activos, el dinero que tienes invertido en tus negocios, yo te facilitaré una cierta cantidad, a cambio de ello, me concederás una cantidad de acciones proporcional al dinero que te facilite, de modo que al incrementarse tus ganancias, elevarás el costo de mis acciones, mismas que yo podré vender a quien quiera y cuando así lo decida — la calma con la que contestó Terry dio el tiempo justo para que los rostros de sus hermanos mostraran sus respectivos desacuerdos. —Entonces, ¿será como si trabajara para ti? — confirmó Jordan. —Veo que empezamos a entendernos, caballeros —contestó sagazmente Terry. —¿Y si no aceptáramos alguno de nosotros? — quiso saber Mark el segundo de sus hermanos. —Entonces no hay dinero para quien no quiera compartir sus ganancias con su querido hermanito, así de simple. —¿Puedo saber el por qué de tu determinación? —preguntó Jonathan, el hermano que seguía de Terry en la escala de mayor a menor. —Porque ya me canse de estar cuidando mi dinero, que dicho sea de paso, me piden para ayudarlos en sus negocios y después no prestan atención en lo que hacen y si pierden o ganan lo mismo les da porque tienen quien les ayude a solventar los siguientes gastos y la pregunta es ¿yo que gano con esto?, simplemente veo pérdidas en lo material, en lo económico, no tengo un estilo de vida aceptable, cualquiera diría que solo trabajo para mantener a una punta de holgazanes que no tienen la más remota idea de lo que cuesta juntar las cantidades que regularmente me piden prestado para regresarlo sabrá Dios cuando, porque hasta el momento todavía no veo mi dinero de regreso y finalmente no encuentro por ningún lugar un solo beneficio para mí en todo esto, así que si quieren, firmamos. —¿Qué pasaría en el caso de que no pudiéramos cubrir con las necesidades de la
empresa? O en caso de tener que vernos en la penosa necesidad de declararnos en quiebra — quiso saber Mark. —En ese caso, solo hay una opción: embargar la empresa y ponerla a mi nombre. —Pero tú nunca has estado interesado en tener una empresa propia —dijo Nick con cierta ventaja en la voz. —Tienes razón, de hecho el primer paso sería embargar, poner la empresa a mi nombre, hacerle los arreglos que se hagan necesarios y ya en orden todo en la empresa, la subastaría para venderla al mejor postor —contestó Terry con la mayor tranquilidad La reacción de sus hermanos no fue muy alentadora pero bien sabían que no tenían más opciones así que después de varias semanas decidieron aceptar, más a regañadientes que de voluntad pero no quedaban más opciones. Si decidían pedir créditos a los bancos sabían que tendrían que dejar hipotecada la casa o la empresa misma lo que les quitaría el sueño, la tranquilidad y la vida misma así que preferían hacer negocios con Terry, después de todo podían tener la certeza de que los podría esperar o en el caso de que perdieran la empresa completa, buscaría la manera de conseguirles un medio de subsistencia, al menos esa era la idea que todos albergaban en su corazón no obstante preferían no formular esa pregunta a su querido hermano. Esta situación ahogaba a los hermanos de Terry en una gran frustración pero no por eso dejaba de ser una garantía de sobrevivencia. En vista de la firma del consorcio, se hicieron los cálculos necesarios para ir viendo los porcentajes que cada quien le debía dar a Terry, incluyendo a los más chicos de sus hermanos. Originalmente, su padre les había facilitado los recursos necesarios para iniciar sus propios negocios, a todos excepto a Terry, la idea era que sus hijos se hicieran independientes de pagar sus gastos por no decir que cada quien se las tendría que arreglar como mejor pudiera para poder cumplir con los lujos a los que estaban acostumbrados. Generalmente, el señor Greychester solía asesorar a sus hijos no obstante, hasta el momento no habían tenido el éxito de Terry, definitivamente debía de reconocer que éste último tenia madera de empresario; cuando se entero sobre lo de la formación del consorcio familiar, se sorprendió mucho porque jamás
hubiera imaginado que su hijo pudiera tener las agallas para pensar algo así, que además le reportaría grandes ganancias sin hacer absolutamente nada y eso le daría la seguridad que necesitaba para poder independizarse en la bolsa de valores es decir, no tendría que depender de su abuelo, porque tenía la total seguridad de que su padre estaba detrás de cada decisión que Terry tomaba ¡ vaya idea!, solo el tiempo le demostraría hasta donde había estado subestimando a quien consideraba el más rebelde de sus hijos. No cabía duda de que Robert su padre, había hecho un mejor trabajo con Terry de lo que él mismo había tratado de lograr con el resto de sus hijos. Por su parte, Terry había comentado su idea con su abuelo quien había aprobado con mucho esa propuesta, estaba realmente orgulloso de él aunque este paso le dejaba muy en claro que el proceso de independización de él se había iniciado, pero bueno, ya sabía que tarde o temprano eso sucedería y el momento parecía haber llegado así que no había más que felicitarlo y recordarle que siempre iba a contar con él porque jamás dejaría de estar a su lado por lo que quisiera hablar con él, eso nunca iba a cambiar porque él, Robert Greychester se lo prometió: — Incluso después de la muerte, me quedaré con la tranquilidad de que te enseñe todo lo mejor de mí en el mundo de los negocios, lo que tú quieras hacer con esos conocimientos, dependen de ti el aprovecharlos y emplearlos o tirarlos a la basura, tal como tu propio padre Bryan había hecho hacía muchos años atrás por creer que eran anticuados y fuera de contexto — la voz de Robert, el abuelo de Terry estaba llena de orgullo. Terry siempre recordaría con detalle todas y cada una de las conversaciones que había tenido con sus abuelos paternos, después de todo y haciendo a un lado la edad de éstos, habían resultado ser mejores mentores que sus propios padres, quizás porque ellos estaban dedicados en cuerpo y alma las 24 horas del día con él y sus padres debían estar pendientes de 8 hijos, todos tan diferentes, ¡vaya lío! Ese tiempo que había pasado al lado de sus abuelos paternos lo había marcado profundamente, ya que esa era una de las razones por las que el matrimonio no le atraía en lo mínimo, tener amantes, vivir por temporadas con una o con otra no significaban nada pero eso de vivir con una sola mujer el resto de sus días, era una idea que no existía en su diccionario personal y en cuanto al tema de los hijos, francamente no tenía tiempo para ello, no estaba dispuesto a renunciar a sus aficiones, viajes y placeres que se le presentaban con cierta frecuencia, de modo que siempre tenía la preocupación de cuidar el no estar regando hijos por el mundo.
Después de unos meses, conoció a una chica con la que estuvo viviendo más de tres años y finalmente se había casado, tenía dos hijas a las que su madre cuidaba porque él no quería responsabilidades. Su mujer se había obsesionado con la idea de ser madre, por tanto él cumplía en lo material y económico, en cualquier otro campo de la educación lo hacía pero siempre y cuando no existiera una obligación fría y tenaz que le robara la tranquilidad de la que disfrutaba. A esas alturas del partido, se daba cuenta de lo mucho que había cambiado su vida. Era dueño del 65% de las empresas totales de sus hermanos, en la bolsa de valores, poco a poco había logrado colocarse como uno de los mejores y mayores accionistas del presente, no tenía más compromisos ni nada más con que responder que con el efectivo de sus cuentas que no eran nada despreciables. Desde luego que no se había olvidado de asegurar el futuro de su esposa y el de sus hijas en caso de muerte por lo que ya había dejado varios fideicomisos que amparaban los estudios superiores de sus hijas, independientemente de que viviera o muriera, en relación con su esposa, mientras viviera, se haría cargo de istrarle el dinero que le brindaba como pago por cuidar de sus hijas y cuando él muriera, ella podría recibir una cantidad menor que le permitiría vivir con cierta modestia pero sin lujos, el concepto era que no disfrutará en brazos de otro lo que tanto trabajo le había costado tener, en caso de que ella decidiera vivir con alguien más, perdería automáticamente ese recurso que jamás se le devolvería así que le convenía permanecer siempre fiel a él. Esta decisión la había tomado el día que descubrió que lo engañaba. No había querido divorciarse porque sabía que no podría hacerse cargo de las niñas, seguía muy corto de tiempo para atenderlas. En alguna ocasión le paso por la cabeza que en caso de que él falleciera, no le dejaría nada, todo sería para sus hijas que por cierto se parecían más a él que a ella pero el caso es que ella le había demostrado tener demasiado cuidado en la educación de sus hijas y ya bastante era con que no tuviera a efectivo alguno, todo lo pagaba el chofer o el guardaespaldas pero ella no traía nada. Es importante mencionar que cada centavo que se gastaba era supervisado y comprobado por Terry en persona. Finalmente, después de tantas cosas que habían pasado en su vida, Terry se sentía más que nada comprometido con los consejos de su abuelo de modo que estaba inmerso en el trabajo tal cual. Se dedicaba cada día con mayor entusiasmo. Actualmente, el nuevo proyecto le estaba dando resultados muy buenos porque en los informes generales de cada semana, se podía observar que había muchos
interesados en ser parte de los accionistas de las bolsas de valores más importantes del mundo lo que prometía mejoras en los ingresos y por ende, en sus bolsillos. Hasta ese momento solo le preocupaba no perder de vista a cada uno de los nuevos integrantes así como investigar sus historiales para no arriesgarse a aceptar a personas fraudulentas, eso sería una perfecta imprudencia que no podía permitirse, dadas las circunstancias, él estaba justamente ahí para hacer el fraude a sus inversionistas no para sufrirlo. Solía pensar que, todo cerebro que se digne de ser utilizado debía de dar pruebas de ello a través de una visión que le diera a cualquier detalle por pequeño que fuera e incluso, podría descubrir nuevos talentos para sustituir a sus actuales corredores de bolsa, igual y también podía ser una posibilidad de mejorar y actualizar sus conocimientos y estrategias en el mundo financiero en el que se movía, esas eran algunas de las posibilidades que no podía negársele jamás en la vida a nadie y mucho menos a sí mismo, el aprendizaje siempre traería beneficios, sino a corto, tal vez a mediano o largo plazo, pero siempre sería de utilidad. Todo estaba saliendo justo como lo había planeado, con la novedad de la noticia muchos se habían aventurado a llenar la solicitud y a enviar los documentos solicitados para la realización de los trámites necesarios, lo que todos tenían en común eran unas enormes ansias de participar y presumir que dejaban de ser del montón de empresarios para entrar en la elite de los ganadores ¡qué absurdo razonamiento! Pero en fin, había que ver la facilidad con la que los seres humanos solemos ser tan predecibles bajo ciertas circunstancias, principalmente cuando hablamos de status o ego personal, todos quieren ser el número uno sin pensar en lo que eso puede significar o a dónde los puede llevar aunque si había alguien que tenía la total certeza de esto último era Terry y por supuesto, James Scotland que era el ejecutor del señor Terence Greychester. No cabía la menor duda de que el enemigo número uno de cada persona estaba ubicado exactamente en su interior. El miedo a conocerse a sí mismo solía llevar a los seres humanos a crear un vacío existencial que generaba la necesidad de llenarlo con algo y ese «algo» eran las cuestiones materiales, solo había que mostrárselas para que se comportaran como primitivos seres que solo son capaces de moverse por mero instinto, sin hacer el menor intento de utilizar el raciocinio. Muchas veces se lo había dicho su abuelo, «a quienes presumen de pertenecer a la raza humana, solo tienes que observarlos un poco, con detenimiento y mucha calma, sin presiones, el tiempo que se haga necesario para descubrir cuáles son los puntos que tienen en común, cuáles son sus carencias, ambiciones, deseos, anhelos, pero por sobretodo, sus más grandes sueños, eso te
dará una ventaja sobre tu oponente y es el hecho de saber lo que él mismo sabe pero que en realidad prefiere ignorar». Esas palabras de su sabio abuelo solía recordarlas a cada paso que daba, de hecho esa era la causa por la que disfrutaba de ir a caminar y pasear observando a toda persona que se cruzara en su camino, muchas veces lo trataban como si se tratara de «nadie» en especial o de un mendigo cualquiera porque su atuendo dejaba mucho que desear y difícilmente se le pudiera relacionar con el banco internacional, no obstante era su mejor disfraz para descubrir lo que requería en cada ocasión y ni que negar que esas fugas a la realidad del común denominador resultaban ser muy inspiradoras pero no por ello pensaba dejar de cuidar sus intereses en asuntos en los que ya había invertido, tiempo, dinero y un poco de esfuerzo. Su talento era innato, aunque no por ello dejaba de considerar la posibilidad de incrementarlo y no perder el entrenamiento que su abuelo le había dejado como su legado más trascendental, porque nada de lo material o económico había terminado en las manos de ningún familiar. Después de su muerte, se leyó el testamento donde todas sus propiedades las dejaba a diferentes centros de beneficio social y solo dejaba lo mejor de sus conocimientos, experiencias, talentos desarrollados, aplicaciones, técnicas de entrenamiento y demás cuestiones que había considerado importantes, a su único heredero por elección personal, todo eso y más era para Terry, quien había disfrutado de todo ello durante los últimos años de vida de su abuelo, una persona a la que siempre echaría de menos pero que no pensaba decepcionar, no importando dónde estuviera, dejando de lado cualquier tipo de creencia religiosa, en ese momento había carecido de importancia, lo esencial era que estaba convencido de haber recibido lo mejor de su abuelo y por ende, quería conservarlo hasta el final y para ello, tendría que seguir todos y cada uno de sus consejos, que hasta ese momento no le habían fallado y dudaba que llegaran a convertirse algún día en un estorbo porque cada nueva experiencia o negocio le convencían de la trascendencia de cada uno de ellos en forma casi automática, normalmente captaba cuál era la «fórmula» que aplicaría en cada problema o situación, lo que le daba mucha más seguridad de la que ya por naturaleza le había sido dada. Pasaron las semanas con sus respectivas actividades, todo iba bastante bien, sus nuevos proyectos funcionaban en la justa medida en que Terry había planeado, los manejos de los últimos integrantes de la lista de ingreso a W. S., la bolsa de Japón y de Londres era revisada a profundidad por sus asistentes para después hacerle llegar un informe de cada miembro que se inscribía y que era aceptado, así había estado funcionando sin mayor problema. James era el encargado de
revisar la información que otros le pasaban, debía elaborar el informe cada semana y entregárselo a Terry en la mano o en su defecto, dejarlo sobre su escritorio para cuando éste llegará pudiera revisar todo lo que pasaba a su alrededor. Los informes se estaban multiplicando conforme avanzaban los días y James ya no hallaba la puerta para darse un pequeño descanso, incluso estaba empezando a descuidar, en parte, sus propios negocios en la bolsa de Londres que era donde tenía participación directa. Las horas del día y la noche transcurrían sin prestar mucha atención a las necesidades personales de James, si seguía así se volvería loco un día de tantos pero eso le tenía sin cuidado a Terry que cada vez se hacía más exigente con la calidad de los informes. Al principio decidió dar prioridad a los países capitalistas de primer mundo para hacer las revisiones de los nuevos inversionistas y dejo para el final a los del tercer mundo, James consideraba que los países bajos no merecían tanto su atención, grave error desde el punto de vista de Terry, quien concedía mayor relevancia a éstos últimos porque sabía que más rápido caerían en sus manos, esos eran los casos que más le interesaban y por ende, no tardo mucho en darse cuenta de ese pequeño detalle que James estaba pasando por alto. En primera instancia, había pensado en llamarle la atención a su subordinado gravemente, pero después cambio de parecer al recordar lo ambicioso que solía ser y los reveses que podía darle con el paso del tiempo así que optó por dejar que James perdiera su tiempo y distrajera su atención en nimiedades para ser él personalmente quien le diera el valor que en realidad merecían sus nuevas víctimas. Estuvo observando varias empresas y casi todas coincidían en tomar ciertas precauciones al inicio de sus actividades financieras, asunto que cambiaba poco a poco, conforme se iban viendo las ganancias. Las cuentas que registraban esas ventajas en acciones se convertían en un juego de casino porque todos querían y de hecho invertían cada vez más haciendo caso omiso de las precauciones que originalmente habían tomado, estaban descartando toda posibilidad de revisar los frenos para evitar una inminente y desgraciada caída en picada de los esfuerzos de toda una vida y en algunos casos, de varias generaciones, de familias entregadas al trabajo y que irremediablemente estaban destinadas a concluir con sus industrias para permitirles el libre tránsito a manos de extranjeros «expertos» en negocios.
Se encontraba Terry muy ocupado revisando unos informes escritos que James le había dejado sobre su escritorio, que por un momento, dejo de prestar tanta atención a lo que el monitor de la computadora estaba mostrando. Unos minutos más tarde, su mirada se fijo en el monitor de manera refleja, había algo que no parecía funcionar del todo bien, las ganancias de una empresa dedicada a la construcción de camiones tortón, como solían llamarle en México a ese tipo de vehículos diseñados para transportar contenedores con mercancías de importación y exportación, se incrementaban al ritmo que el del resto de los inversionistas pero las ganancias que se debían de depositar en una cuenta a nombre de dicha empresa llegaban a la misma velocidad a la que desaparecían y eso no estaba tan acorde con las ideas que previamente había planeado, debía de mantener ese efectivo en la cuenta para comprar más acciones de otras empresas que, ficticiamente, estarían ganando puntos a la vez que bajaba el costo de la compra de acciones que unas horas más tarde subirían su valor para que el día menos pensado se desplomaran dejando a sus accionistas en la quiebra. Desde el principio esa había sido la idea, los inversionistas tenían que verse en la necesidad de pedir apoyo a sus gobernantes para evitar la quiebra y sería ese el punto en el que él haría negocios de manera directa con quienes estuvieran «necesitados» brindando el dinero que requerían para continuar con el juego, volverían a ganar, se «engolosinarían» para definitivamente arrebatarles toda la empresa por falta de liquidez pero el caso que tenía frente a sus ojos, en pantalla, parecía no pensar igual. El dinero estaba ingresando a una cuenta que en segundos, después de llegar a un cierto tope de ganancias, se activaba en automático un algoritmo en el sistema haciendo una transferencia bancaria a otra cuenta que estaba restringida y que no tenía un directo para saber quién o a dónde se estaba dirigiendo ese recurso. Eso no estaba nada bien porque si alguien lograba descubrir el truco que esa empresa estaba utilizando y analizando un poco la disminución de los riesgos de inversión — resultados, podía pensársela más de dos veces o imitar la estrategia, en cualquiera de ambos casos su juego estaría destinado a morir. Definitivamente, esa imagen lo mantenía clavado en su sillón sin poder hacer absolutamente nada, las preguntas se abultaban en su cabeza ¿quién era el incauto que estaba teniendo el atrevimiento de asegurarse las ganancias sin comprometer su inversión?, ¿cómo había descubierto el juego que llevaba debajo de la manga?, ¿por qué seguía jugando si no tenía la total certeza de que todo fuera «limpio»? y mejor aún ¿quién o quiénes eran sus asesores?, debía de informarse sobre ello pero nadie tenía que saberlo, eso lo tenía que hacer solo, en
secreto, no era bueno levantar sospechas sobre quien pudiera resultar un enemigo digno de su capacidad intelectual. Tomo algunas notas sobre los manejos que la pantalla le estaba reflejando, los informes de James dejaron de ser importantes, se dedicó a revisar cada uno de los movimientos, empezó a rastrear la empresa, investigo quiénes era sus asesores financieros, sus corredores de bolsa, los responsables de hacer y programar lo que aparecía frente a sus ojos. Recabar todos estos datos no parecía ser tan complejo de obtener sin embargo, conforme empezó su investigación, se dio cuenta que esa persona realmente sabía lo que estaba haciendo porque había claves, contraseñas y un sinfín de trampas cibernéticas y candados como jamás se lo hubiera imaginado. Para su mayor sorpresa tuvo que aceptar que la persona que estaba detrás de ese trabajo era un genio, no conocía a ese individuo pero ya tenía curiosidad por tenerlo frente a sí, en vivo y no a través de una pantalla. Esa labor debía de ser recompensada con una muy buena paga, quizás él pudiera superar la oferta, definitivamente debía de ar a esa persona e invitarla a trabajar a su lado, evidentemente ya había pasado la prueba y con honores. Tantos años trabajando con algoritmos, claves, contraseñas, programas y demás para mantener sus finanzas lo más saludables posible y de momento, de la nada aparece alguien que lo estaba superando, insultando con total descaro su inteligencia porque cada trampa resultaba ser una broma de pésimo gusto pero no podía evitar seguir inmerso en ese asunto. Las ganancias de dicha empresa se elevaban pero no pasaban de un determinado estándar y lo peor era que seguía sin poder rastrear la cuenta final, porque esa técnica de traspasos de cuentas se repetían varias veces sin poder dar con el destinatario final. Toda esa labor era muy desgastante no obstante resultaba ser un verdadero reto digno de vivirse. Sin querer, esa empresa estaba dándole un sentido personal a la vida de Terry, sus ánimos empezaban a levantarse del aletargamiento al que había estado sometido por muchos meses al convertir todo en una rutina sencilla para él pero bastante compleja para los demás. Esa investigación le tomo varias semanas pero cuando al fin logro encontrar la clave de quien estaba a cargo de quitarle el sueño por tanto tiempo, su sorpresa fue mayor, se trataba de una mujer, una tal Diana Castañón. Su interés por saber absolutamente todo de ella se incremento de manera exponencial, sin embargo no planeaba dedicarle más tiempo del necesario así que llamó a uno de sus guardaespaldas y le delegó la responsabilidad de investigar la vida, obra y milagros de la tal Diana Castañón después de todo él se sentía agotado por la
labor que esa mujer astutamente le había puesto a hacer, aunque eso no significaba que la dejaría olvidada en un rincón del archivero, esa chica estaba dando muestras de mucho valor, inteligencia y astucia, debía tener un informe lo más completo posible sobre ella, después de todo, era totalmente relevante conocer a sus enemigos de pies a cabeza para saber qué decisión tomar, cuándo, dónde y cómo, de eso estaba completamente convencido y nadie mejor que Michael, su guardaespaldas, para esa misión envuelta en la discreción que se requería para no despertar las dudas de los demás inversionistas, que si bien sabía cómo callarlas, deseaba evitarse la molestia de hacerlo, además no resultaba muy prudente poner sobre aviso a los demás de un posible cambio, aún no concretaba de qué se trataba pero tenía la impresión de se llevaría a cabo alguno… y muy a corto plazo. A pesar de que le pidió a Michael que investigará a Diana Castañón, no podía alejar de su mente la capacidad que estaba mostrando esa mujer, la prudencia en su actuar así como la desconfianza del comunicado, que evidentemente era una realidad, todo eso le hicieron precisar que su jefe debería de estar pendiente de cada movimiento, lo que lo llevó a deducir que ambos estarían en total acuerdo, sin embargo eso no borraba el hecho de que podía ser idea de los dueños de la empresa y ella solo ejecutará las ordenes de éstos como un perrito faldero o mejor dicho, al estilo de James, de cualquier forma nada perdía con investigar al dueño o dueños de la empresa o en su defecto, a los superiores de esa chica que con tanta frescura estaba amenazando con llevar a pique sus planes, por lo menos en lo relacionado con esa empresa. Reflexionó mucho sobre esa mujer pero decidió que lo mejor era ver los resultados de la investigación, corroborarlos y viendo los resultados, en su momento ya tomaría una decisión sobre lo que haría después, con un poco de suerte esa era la persona que estaba buscando para sustituir a cualquiera de sus corredores de bolsa… James podría ser el primero, ¿por qué no?, siempre estaba de un genio horrible y su expresiva cara de amargado, no podía negar que pocas veces estaba de acuerdo con él pero que si accedía era para ver la posibilidad de obtener ciertas ventajas en sus propios movimientos, beneficios que llegaban a satisfacer sus ambiciones, y francamente ya se estaba aburriendo de él. Como posibilidad era buena, como un hecho… habría que investigar más, corroborar la información y quizás… conocerla no sonaba tan mal… tal vez, ¿por qué no? Siempre es bueno contar con una buena compañía que tenga una excelente conversación, que haga el momento interesante sin perder el atractivo del físico de la persona.
Capítulo XIII
Un invierno más había llegado y las vacaciones estaban iniciando cuando Tony cayó en las garras de la nostalgia. Su padre estaba cada vez más enojado, como si todo le saliera mal o su simple presencia le molestara sobre manera, quería hacer algo para ayudarlo a sentirse mejor pero era por demás, nunca lograba más que irritarlo más de lo que ya estaba y francamente sus energías se habían agotado, entre el colegio y las clases en los otros institutos lo habían dejado casi muerto de hecho, con grandes trabajos y esfuerzos había besado con agonía los labios del descanso ¡Bendito Dios! que a su padre se le habían pasado las fechas sin sentir porque de lo contrario lo habría inscrito en todo curso que se le hubiese puesto en frente. Tan cansado estaba Tony, que había olvidado preguntarle a George sobre la investigación que se suponía había iniciado para encontrar a su madre, él no había notado nada diferente en el actuar de su amigo sin embargo, le costaba mucho sentir que lo hubiera olvidado, considerando que George era el único al que le tenía cierto afecto, porque su padre se esforzaba cada día por olvidarse de su existencia y casi no atinaba con un espacio de tiempo para poder atenderlo. Sonaba demasiado deprimente pero la verdad era que ya casi ni lo veía, George solía decir que no significaba que hubiera dejado de quererlo, que jamás pensara eso porque era totalmente falso, su padre lo adoraba por eso se preocupaba demasiado por brindarle una educación de calidad, quería hacer de él un hombre mucho más competente que él mismo. Tony no era ningún tonto, y tenía la firme convicción de que lo hacía para hacerlo sentir menos mal pero eso en nada cambiaba su realidad y mucho menos lo que le hacía sentir cada vez que se refería a él, que por cierto no resultaba ser la mejor experiencia y sí el peor de los infiernos. Después de unos días de descanso y estando solos en casa, empezó a jugar Tony con George, hubiera querido salir al parque pero la noche anterior había nevado casi en su totalidad para dar paso a un frío helado por el viento que soplaba con fuerza congelando todo lo que se atravesara en su camino. Tony sabía que si le pedía a George que lo acompañara a dar una vuelta lo haría en el carro pero no permitiría que asomará la nariz fuera del vehículo y como estaba cansado de «vivir» la mayor parte de su vida ahí dentro prefirió quedarse a jugar un poco en
la sala e invitar a George a que lo hiciera con él en cuanto terminará con sus actividades pero parecía no terminar. Empezaba a desesperarse cuando George finalmente concluyó con unas cosas en la cocina, subió a toda prisa la escalera sin decir nada, cualquiera hubiera dicho que habían entrado a robar la casa porque su velocidad apenas le dio oportunidad a Tony de percatarse de la huida que estaba aplicando. Unos minutos más tarde, bajaba con una chamarra, un gorro, unos guantes, una bufanda y las botas para hielo de Tony. —¿Qué pasa George?, ¿por qué subiste tan deprisa? —Ven, vamos date prisa, debemos salir inmediatamente o llegaremos tarde. Tony se levantó y empezó a ayudarle a George a ponerse la ropa que le había bajado mientras le preguntaba: —¿A dónde vamos George? —Tenemos que ir a ver a un amigo, él ha estado investigado la ubicación de tú mamá. Yo he encontrado algunos datos pero no tan precisos como el domicilio o el teléfono de ella. —¿Entonces si has estado buscando su rastro?, pensé que te habrías olvidado de ese asunto, como no me habías dicho nada. —Claro que no, Tony, te lo prometí y estoy haciendo lo posible por cumplir —¿Y por qué no me habías comentado nada? — la expresión de Tony era tan fría como el clima mismo. —Porque si te decía las cosas conforme las iba descubriendo seguramente distraería tu mente de tus estudios y tu padre se habría enterado de que algo estaba mal, lo que significaría una actividad más para indagar qué estaba pasando contigo y eso en nada te ayudaría ¿cierto? —¡Vaya! Piensas en todo ¿verdad? — la expresión de Tony dejo de ser de sorpresa para dar paso a la esperanza — ¿y qué has descubierto de mi mamá?, ¿también me está buscando?, ¿me quiere conocer tanto como yo a ella?, ¿me extraña? Bueno al menos, ¿me recuerda?
—Basta, basta, son demasiadas preguntas para que te las conteste todas a la vez, dame un poco de tiempo. ¡Listo! Ya estás, vamos, en el camino te cuento. —Si no hay más remedio ¡qué le voy a hacer! Tendré que esperar unos minutos más — la voz desilusionada de Tony no tardo mucho en ser sustituida por la emoción de tener información sobre su madre. Subieron al carro, George lo encendió e inmediatamente volteo para abrochar el cinturón de seguridad de Tony, que se había sentado en el lado del copiloto, en cuanto se entero que esa parte ya la había hecho el niño sin mayor problema, que estaba sentado correctamente, como siempre y lo veía con sumo interés, su expresión triste le indicaba que se sentía bastante mal, la nostalgia mezclada con la falta de afecto habían enfriado su corazón, su mente solo esperaba cumplir su último deseo para finalmente dejarse morir, así era la expresión de su rostro, pálido, ojeroso, triste, sin esperanza alguna pero con un pequeño atisbo de entusiasmo. Abrió la puerta automática de la cochera con la certeza de que el jardinero había cumplido con sus funciones invernales de quitar la nieve de la entrada de la casa y de la cochera, metió la velocidad con la mirada aún fija en aquel rostro que le estaba desgarrando el alma, su mirada denotaba la confianza que sentía en él pero la profundidad de ésta reflejaba la agonía de la muerte interna que poco a poco estaba minando en el corazón de un niño que merecía algo más que eso, solo esperaba que la llamada de su amigo Peter fuera para darle lo que esperaba para inyectarle la vida con la aguja de la esperanza que ese tiempo se suponía traía, bueno, al menos desde el punto de vista de la religión católica. A esas alturas George empezaba a creer que existía un Dios que lo estaba ayudando a encontrar a la mujer que con lágrimas en los ojos y un puñal en el corazón había luchado por mantener a su hijo a su lado siendo en vano su esfuerzo. Arrancó el vehículo al mismo tiempo en que apartaba la mirada de aquel rostro que seguía en espera de las respuestas a las preguntas que le había formulado en la sala unos instantes antes. Salieron a la calle y giró hacia la izquierda, quería dar la impresión de que iría a la ciudad a comprar algunas cosas. Estando en camino le dijo a Tony. —Mira, ya te había comentado hace varias semanas que iba a buscar a un amigo para pedirle que me ayudara a encontrar una pista más sencilla de seguir para encontrar a tu madre ¿recuerdas?
—Claro, me dijiste eso hace como tres o cuatro meses, me prometiste platicarme lo que te hubiera dicho, pero hasta el momento no me has dicho nada. —Sí, ya sé campeón, pero es que tenía que confirmar los datos que me diera, no quería darte información no confiable o que después confirmáramos la falsedad de los datos. —¿Y entonces está confirmado lo que sabes sobre mi mamá? — la voz de Tony solicitaba conocer la verdad sobre los resultados obtenidos de la investigación. —Claro, te cuento y después me dices que piensas ¿de acuerdo? —Bien, te escucho Fue entonces cuando George empezó a contarle que su madre vivía en México, en el centro de ese país, al parecer en un lugar que no podía pronunciar muy bien pero que se denominaba Querétaro, trabajaba en una empresa dedicada a ensamblar camiones grandes para cargar contenedores, George le explicó con calma que clase de vehículos eran esos, posteriormente siguió con el relato de la información de su madre. Le dijo que ella se encargaba de hacer lo mismo que su padre, solo que la magnitud de las inversiones económicas eran mucho más bajas que las que su padre manejaba, también le hizo saber sobre la posibilidad de que pronto pudiera conocerla aunque fuera de manera virtual, no sería lo mismo pero ya era algo, después de todo podría ir conociéndola para más adelante reunirse en algún lugar, al menos esa era la idea de George pero no podía asegurarle nada, tendrían que ver en unos minutos más a su amigo y él les daría algunos datos para arla. Estás noticias le había calentado el corazón, no esperaba que su único amigo le fallara pero tenía que reconocer que eso era más de lo que había pensado, de hecho, con el silencio tan prolongado por tantas semanas, había llegado a pensar en que ya lo habría olvidado, la idea de que jamás conocería a su madre lo había convencido de tomar una actitud más conformista, creía que el momento de luchar llegaba a su fin que la vida no tendría sentido para él y por tanto el momento de dejarse caer en el abismo de las tinieblas que la vida le había deparado desde su nacimiento debían cernirse sobre él para dejar de respirar en un ambiente tan frío y hostil. No obstante, al escuchar los detalles de la información que su amigo le acababa de platicar, los ánimos, la alegría y la emoción que embargaban su interior, le hacían sentir que la vida que Dios, o
quien fuera, le estaba dando una segunda oportunidad de luchar, que el éxito de sus deseos y anhelos estaban por cumplirse en cualquier momento. No, no se podía dar por vencido, con ayuda de George lo iba a lograr y cuando llegara el tiempo en que viera a su madre frente a sí… no sabía con certeza lo que haría, lo que le diría, pero de una cosa si estaba seguro y era de que su vida cambiaría radicalmente. Llegaron al estacionamiento, George acomodó el carro, bajo de él, dio la vuelta y abrió la puerta para ayudar a Tony a bajar, al salir del aparcamiento la nieve inundaba la calle, abrigo aún más a Tony, le tomo de la mano y con paso rápido condujo al niño por entre las personas que cruzaban con su camino. Llegaron a un café y entraron a toda prisa, después de cerrar la puerta, George volteo a ver a Tony haciéndole un gesto en que le preguntaba al chico si se encontraba bien, no podía dejar de pensar en que ese momento significaba demasiado para el pequeño y seguramente los nervios le estarían mojando los guantes mientras le cosquilleaba la barriga. Tony volteo y asintió con expresión nerviosa y asustada porque jamás había entrado a un café. George giró la cabeza buscando a Peter sentado en algún lugar, sabía que se le había hecho un poco tarde por lo que esperaba que su viejo amigo ya estuviera ahí, de repente su mirada se poso en un rincón del lugar, había un tipo de espaldas con el periódico abierto, seguramente ese debía de ser su hombre. Caminó con paso moderado, sin embargo la gente que había en el interior del café dificultaba un poco el tránsito. Unos minutos más tarde sentaba a Tony en el sillón recorriéndolo para hacer espacio y poder sentarse él, su amigo bajo el periódico y descubrió el rostro de un niño que estaba como pidiendo una caridad, con ojos expresivos que denotaban necesidad de ser aliviado del dolor de una llaga amarga e insufrible que quemaba su piel. Enseguida volteo a ver a George y le pregunto: —¿Es él? —Sí, no había quien cuidará de él, pero no te preocupes, ya he hablado con él y no dirá nada a nadie sobre quién eres —¡Maldita sea!, ¿qué le hablaste de mí, George?, ¿sabes que esto me pone en peligro? — Peter sonaba molesto, era evidente que la presencia de Tony le irritaba.
— Oye, cálmate, no pasa nada, el chico no sabe nada de ti, lo único que le hable fue que tú estás apoyando con lo de la búsqueda de su madre y nada más. —Sabes que no me gusta tratar con desconocidos y este mocoso cambia las cosas. —Hey, no vuelvas a llamarlo así ¿está claro? — George sonaba muy amenazador y Tony nunca lo había escuchado hablar así, lo que empezaba a asustarlo. —Le llamó como se me antoje —replicó Peter. —Señor — Tony interrumpió la discusión de los dos amigos — no sé quién es o porque le molesta mi presencia al igual que a mi padre, pero lo único que George me dijo es que usted me puede ayudar a encontrar a mi madre, ¿de verdad lo puede hacer? — la voz inocente de Tony hizo que Peter volteara a verlo Con la mirada fija en la del niño se dejo llevar por lo que había escrito en las profundidades de la misma, y lo que encontró no fue muy alentador. Todo parecía ser un perfecto cóctel de dolor, angustia, tristeza, agonía, desesperanza y mucha falta de amor. Sin lugar a dudas, los instantes que Peter se mantuvo con la mirada fija en la del chico habían logrado el efecto que George había experimentado tantas veces sin poder evitarlo. —Está bien, dime exactamente, ¿qué es lo que te ha dicho George sobre mí pequeñín? —Me contó que usted tenía más facilidad que él para encontrar una pista sobre mi mamá y que seguramente me daría los datos necesarios para ponerme en o con ella y hoy, cuando veníamos de camino para acá me contó que ya tenía esa información y que posiblemente podría arla vía virtual, me dijo que no sería lo mismo que verla y poder tocarla pero creo que eso es mejor a no saber nada de ella o ¿qué piensa usted señor? — la voz de Tony sonaba demasiado segura para un chico de su edad. Peter se quedo mirándolo un poco más antes de ver a George a los ojos. —Te diré lo que encontré. Tu madre trabaja en una empresa en México. Al parecer es un genio en el campo de las finanzas y francamente no tengo la más remota idea de por qué sigue metida en un país del tercer mundo… su capacidad
es para que estuviera trabajando justo en Inglaterra, en el Banco Internacional, dirigiendo los movimientos financieros de este lado del mundo. —¿Y eso es bueno? — quiso saber Tony. —Más de lo que te imaginas — Peter sonrió a Tony por primera vez — el caso que nos interesa es que gracias a eso tengo la dirección de una cuenta de correo electrónico, también algunos nombres con los que está dada de alta en alguna red social pero no vale la pena que la tengas, al parecer no ingresa desde que se dio de alta en esa red. —Una mujer ocupada no tiene tiempo para eso, supongo —intervino George que hasta el momento se había mantenido en silencio. —Supongo que sí. Estuve revisando su correo y por lo que observé, lo checa varias veces al día lo que significa que si mandas un mensaje, posiblemente te responda el mismo día. Bueno pensando en que el contenido del mensaje le resulte interesante. —¿Alguna sugerencia? —preguntó George. —No sé, pero quizás si pones como título algo así como: «soy Tony y deseo encontrar a mi mamá» igual y despiertas el interés de ella lo suficiente como para que decida ponerse en o contigo, entonces puedes establecer una relación con ella. De cualquier manera, también tengo anotado su nombre de para que la busques por skype, eso puede facilitarte un poco más las cosas pero definitivamente debes de pensar en algo que llame su atención para que te contesté. —¿No sería mejor si llamó por teléfono? —preguntó Tony — lo que pasa es que yo no tengo correo electrónico ni skype. —¡Vaya con el chico!, no esperaba que lo tuvieras, de hecho se supone que George deberá de hacer eso por ti, en cuanto él haya concertado algo más fijo y formal, te puede comunicar con ella, por el momento solo tienes que esperar a que tú amigo haga el trabajo ¿está bien?, bueno, como te estaba diciendo George, la información está en este sobre, los teléfonos están anotados de igual manera pero te recomiendo que no los utilices de primera instancia, todos esos medios están monitorizados y cada llamada o mensaje que llega a su celular es rastreado.
—¿Qué? — George estaba sorprendido, todo lo que Peter le había comentado para que ahora le saliera con eso — ¿por qué? —No te alarmes, en realidad no es más que por seguridad, la empresa para la que trabaja bien que saben lo que tienen, la cuidan más que a la bandera nacional, todo medio de comunicación o transporte que utiliza esta monitorizado vía satélite. —¿Y no puedes conseguirme un espacio para hacer la llamada?, creo que sería muy importante para Tony el poder conocer la voz de su madre y… —Olvídalo, lo puedo hacer pero eso sería muy arriesgado y sobretodo no tendría sentido porque igual y no te contesta, no se te olvide que hasta el momento todos nosotros somos unos perfectos desconocidos para ella además, debemos considerar que el lugar donde reside es un país de malditos locos, no me extrañaría que no quisiera tomar la llamada de un número ajeno a los que tiene registrados en su celular. —¿De qué hablas?, por Dios Peter, mira al niño, realmente necesita ar a su madre — George empezaba a dar muestras de desesperación al ver que Peter no le permitía alcanzar el sobre que guardaba celosamente cerca de su pecho. —Cálmate, si estableces o con ella y logras hacer que se interese por platicar más acerca de su hijo, seguramente te dará pauta para tener una conversación más directa, aunque no creo que vaya a resultar tan fácil como se dice pero igual, eso dependerá de tu astucia y creatividad. —Supongamos que consigo establecer esa relación, ¿qué sigue después? —quiso saber George haciendo su mejor esfuerzo por calmarse. —Bueno, te ganas su confianza y en ese momento ella te abrirá una especie de «hueco electrónico» en el que colocará los números de teléfono que quieras darle, los pondrá como conocidos, entonces el satélite no los rastreará porque son parte del círculo de sus conocidos, esto te dará la ventaja de poder hablar por tiempo ilimitado independientemente de la hora, el único inconveniente es que la cuenta telefónica va a llegar bastante elevada, por lo que sigo recomendándote las video llamadas del skype. —De acuerdo, tú ganas, dame esa información —dijo George un poco más tranquilo.
—No, antes me lo tienen que prometer, no harán ninguna locura que comprometa esta misión de «super espías» —Vamos Perter, no seas infantil — al ver que su amigo no cedía agregó — Por Dios Peter no empieces. —No lo escucho —replicó sarcásticamente Peter. —Está bien, te lo prometo —dijo George. —Bien ahora el pequeñín —Tiene mi promesa y… — la voz se le corto a Tony, había un enorme nudo en su garganta que no le permitió terminar la frase. Sin decir nada más, Peter estiro la mano con el sobre que contenía la información, mientras que George, a su vez le entregaba otro igual, con el dinero prometido. Inmediatamente se levantaron George y Tony dispuestos a salir con dirección a casa, George solo hizo un gesto con la cabeza para despedirse de su amigo, quien respondió con otro gesto similar; cuando llegó el turno de Tony de despedirse, quiso hacer lo mismo que George y apenas había avanzado unos pasos cuando se soltó de la mano de George para regresar a donde aún se encontraba Peter sentado y lo abrazó fuertemente al mismo tiempo que sus lágrimas humedecían el abrigo de Peter, éste, sin saber qué hacer, simplemente había correspondido el gesto. George miraba la escena conmovido, definitivamente era un excelente chico, no merecía sufrir la indiferencia y la exigencia disciplinaria a la que su padre lo sometía. Peter cruzo miradas alternando con George y Tony comprendiendo, por primera vez en su vida, la trascendental importancia que tiene cuidar un niño como aquel. Cuando el reloj volvió a tomar su curso después de la breve pausa, Tony se separó de Peter, lo miro fijamente a los ojos y le dijo: —Muchas gracias señor, no sé porque no quiere que nadie sepa de usted, pero Dios siempre cuidará de usted, porque eso le pediré en mis oraciones cada noche — le dio un beso suave en la mejilla y rápidamente se apartó para coger la mano de George. Salieron del café, se dirigieron al estacionamiento, George abrió la puerta del auto para que entrara Tony, inmediatamente después, dio la vuelta al vehículo y
subió, encendió el motor en un silencio que disimulaba las emociones que amenazaban con dejar al descubierto el enorme tesoro que llevaban escrito en un trozo de papel, porque el sobre no era muy grande pero su contenido tenía un valor superior al de una mina completa de diamantes, por lo menos así lo sentía George y desde luego que Tony lo veía mucho más valioso que su amigo. Después de tanto tiempo, parecía estar más cerca de su madre de lo que hubiera podido imaginarse, ahora solo faltaba dar el siguiente paso, abrir la siguiente puerta para poder conocer a su madre. En esos momentos, mientras George daba vueltas simulando pasear con el chico en el más hermético silencio, ambos experimentaban sensaciones muy parecidas, los nervios que ambos percibían en sí mismos, no los dejaba aclarar sus ideas para decidir qué o cómo era precisamente la forma en que redactarían el mensaje con la intención de atraer la atención de Diana, aunque por otro lado quedaban muchas preguntas en el aire, ¿qué diría su madre?, ¿cómo respondería?, ¿también quisiera conocerlo u optaría por rechazarlo tal como solía hacer su padre?, ¿cómo sería?, muchas otras preguntas por ese estilo surgían a cada instante en la mente de Tony, pero la única que ambos compartían era ¿qué haría James si algún día se enterara de semejante situación?... imposible saber la respuesta con exactitud a todas las preguntas que brotaban como lava en un volcán en erupción sin embargo volvían a coincidir en el hecho de que no querían saber la respuesta a la interrogante relacionada con el señor Scotland, ambos tenían cierto respeto por lo que pudiera pasar en relación con él. El silencio se prolongo varios minutos después de que salieran del café hasta que finalmente fue Tony quien preguntó: —¿Cuándo vas a escribirle a mamá George? —No lo sé, supongo que en cuanto se nos ocurra algo que mueva su curiosidad por saber más de ti y que además nos permita ganarnos su confianza —contestó tratando de mantener a limite sus propias emociones. —Podrías escribir que Anthony Scotland está buscando a su madre — se interrumpió un momento para preguntar — ¿cómo se llama mi mamá? —Diana, su nombre completo es Diana Castañón. Por cierto, ¿cómo van tus clases de idiomas? — quiso saber George. —Ya sabes que van bien, ¿por qué lo preguntas George?
—Porque el idioma original de tu mamá es el español y creo que dentro de tus clases no figura esa lengua. —Pero me imagino que ella hablara el inglés ¿no? —Claro que lo hace, y muy bien por lo que recuerdo — sonrió George — pero creo que sería bueno que hablaras la lengua materna de ella ¿no crees? Tony volteo y miró fijamente a George con una sonrisa llena de entusiasmo y felicidad, una que creía no existía en el rostro del pequeño. —Claro que sí, eso puede agradarle lo necesario para que me acepte ¿verdad George? —De cualquier forma tengo la seguridad de que te aceptará porque eres un gran chico pero igual, habrá que empezar por conseguir un buen curso para ello a la brevedad — la satisfacción no podía encontrar escondite en el rostro serio y frío de George, era muy grande el placer de ver, quizás por primera vez, a ese cuerpecito que irradiaba tanta necesidad de amor, lleno de ilusiones, esperanzas que finalmente prometían ser una realidad tangible, como desde hacía algún tiempo venía deseando.
Capítulo XIV
Entre las indagaciones de tipo laboral, las instrucciones de Terry y el clima, lograban un efecto histérico, casi psicótico con un poco de aderezo paranoico en James. El miedo que tenía a equivocarse resultaba indescriptible, la idea de perfección en todo lo que hacía lo tensaba al extremo, para acabar de colocar la «cereza del pastel», sintetizando las investigaciones de la mayoría de empresas que estaban ingresando en las bolsas de valores de Estados Unidos, Londres y Japón, figuraban en un muy buen porcentaje los empresarios latinos, lo que significaba que su lengua era el español y que entre ellos debía de haber una excelente comunicación debido a los acuerdos, convenios interempresariales así como las mismas inversiones que había entre diferentes países por parte de los mismos, lo que llevó a pensar muy seriamente a James sobre la necesidad de aprender el español. No podía darse el lujo de desechar la idea con mucha facilidad porque bien podrían tenderle alguna jugada en la bolsa y en eso se le iba su futuro porque seguramente Terry no lo felicitaría por el descuido, ni que decir del resto de los accionistas, por lo que no había mucho que dilucidar, simplemente era menester ponerse en o con el mejor instructor de ese idioma a la brevedad posible. La idea de estudiar el español no le hacía feliz, de hecho lo odiaba desde que había ocurrido el incidente con Diana, de sobra sabía que ese idioma destacaba en la mayoría de los países tercermundistas y eso lo convertía en una lengua rebajada que no debían hablar más que los que pertenecieran al proletariado, donde por cierto no se incluía y dudaba mucho que hubiera un espacio para él. Ahora que, pensando un poco los detalles, ¿qué habría sido de Diana?, si no lo hubiera arruinado con lo del embarazo, la segura amenaza de repetir la escena del avión y si no hubiera puesto tierra de por medio, todo estaría en perfectas condiciones, porque en esos momentos requería del auxilio de una persona con las habilidades y capacidades que ella le había demostrado tener, pero no, no debía pensar más en ella, eso pertenecía al pasado, por el momento se debía de concentrar en sus funciones y en dar con alguien que le enseñará a manejar semejante idioma. Estos pensamientos mantenía a James tan sumergido en las profundidades de sus razonamientos que no se percató de la presencia de Terry a sus espaldas, quien
echaba una rápida ojeada a lo que James estaba haciendo en ese momento. Pasaron varios minutos hasta que finalmente Terry le dijo: —¿Qué se supone que es esa lista James? —Señor, — del susto, James había brincado en su asiento — perdón no me había percatado de que estaba aquí. Esta lista corresponde a las empresas que están ingresando en el mundo de las finanzas en Estados Unidos, Japón y Londres —¿Qué es exactamente lo que estás buscando?, porque esa lista no parece decir nada que no sepamos — el tono sarcástico de Terry solía lastimar en lo más profundo el ego de James quien odiaba con todo su ser ese maldito tono de voz. —Sí tiene razón, lo que estoy haciendo es una relación financiera del estado actual de cada una de ellas, para colocarlas acorde con sus ingresos en efectivo y de esta manera darme cuenta de cuál es la liquidez de cada una de ellas — al ver la expresión de Terry, inmediatamente se dio cuenta que esa explicación no era suficiente por lo que agregó — la idea es ir viendo quienes serán las primeras empresas en ser «absorbidas» por la bolsa. —Me parece buena tu estrategia pero te recuerdo que te dejo ganar tu propio salario para garantizar mis intereses y no para analizar a los demás, cosa que con solo pedir un informe financiero al banco donde tienen sus cuentas me indicarían eso en lo que estás perdiendo el tiempo. — la prepotencia de Terry no tenía limites y eso era solo una pequeña muestra del poder que ese individuo ostentaba. —Claro, no obstante lo que deseo es cuidar cada paso en sus respectivos manejos en la bolsa de valores donde se han inscrito. Conocer sus manejos, ganancias, perdidas, así como la medida en la que se dan. Mi intención es observar cómo se emocionan con las inversiones, las incrementan y en qué momento podemos entrar en acción con los préstamos que más tarde se convertirán en ganancias netas para nosotros. —¿Nosotros?, vaya, vaya, — Terry empezó a palmear el hombro de James con cierta suavidad pero con excesiva seguridad — veo que empiezas a utilizar el plural James — la aparente tranquilidad de su voz empezaba a ponerlo nervioso. —Perdón señor, no me supe explicar, en realidad me refería a los inversionistas
de la bolsa y principalmente a usted, que será el ganador final — James trataba de sonar convincente tratando de disimular su impotencia, su rabia y su frustración. —No hay necesidad de que te excuses delante de mí James, ambos sabemos que en realidad tu ambición no conoce límite alguno — su voz era tan franca como sus dedos hábiles al momento de borrar los registros de la computadora de James en solo unos segundos —Perdón pero no entiendo de qué me está hablando ni porque esta apagando mi computadora señor, aún hay mucho trabajo que hacer con esta parte — su inquietud reveló el nerviosismo que estaba surgiendo desde lo más profundo de sí mismo. —Claro que lo sabes James —Terry hizo una pausa— no es ningún secreto para mí que deseas con todo tu corazón independizarte para hacer tu propio dinero alejado de mi mirada, solo quiero recordarte que eso te va a ser muy difícil porque hasta donde la vista alcanza, directa o indirectamente, no hay edificio financiero en el mundo donde no tenga algún tipo de inversión o negociación, lo que te da la oportunidad de hacer tus propios movimientos en el fondo del infierno mismo, así que, ¿por qué no te pones tu abrigo y te tomas un par de días?, solo para desalojar esas ideas ambiciosas de tu ser — esta vez la voz de Terry decía mucho más de lo que su lengua alcanzaba a pronunciar, el tono amenazante que impregnaba cada palabra que pronunciaba, James la escuchaba más que suave y sutil. —Me encantaría hacer eso pero, y ¿si estos nuevos inversionistas nos sorprenden con alguna estratagema?, después de todo no los conocemos bien y pueden darnos una sorpresa muy desagradable, perdón que lo contradiga pero creo que le hago más falta aquí que descansando. James no deseaba descuidar los movimientos de esos latinos, sabía que solo en la oficina se podía tener a toda esa información sin ser rastreado porque desde su casa, las cosas cambiaban, el hecho de que estuviera hurgando en las finanzas ajenas estaba penalizado y los radares virtuales lo detectarían en menos de un minuto lo que lo metería en problemas legales muy serios, tanto que entorpecería los planes de Terry, por ende, los propios y de eso, ambos eran conscientes, porque resultaba evidente que Terry ya lo había descubierto, lo que no sabía era ¿desde cuándo lo sabría?, y ¿qué tanto sabría de sus ambiciones?,
¿cómo lo habría descubierto?, nunca había mencionado nada de eso a nadie, ni siquiera en sueños lo manifestaba, al menos no que él recordará. Pero ahora eso carecía de importancia, lo que debía hacer era mantenerse dentro de esa oficina el mayor tiempo posible para hacer sus cálculos sobre la liquidez o mejor dicho, sobre las ganancias que estaban esperando ser tomadas como prenda por los malos manejos de sus dueños. —James, por favor, no me decepciones cuestionando mi valiosa sugerencia. — su voz paso de la benevolencia al más estricto autoritarismo matizado de coraje contenido — dije que quiero que te vayas el resto de la semana y que regreses hasta el lunes, por la vigilancia de las actividades que se den en los próximos días, te recuerdo que no eres el único que puede hacer eso y que tampoco me resultas ser indispensable. Las palabras que acababa de pronunciar Terry lo habían congelado, a pesar de ello, trato de disimular la rabia que surgía de lo más profundo de su ser, por lo menos lo más que le era posible. —Con todo respeto señor, eso ya lo sé pero si usted me ha encomendado esta misión, imagino que…— James no alcanzó a terminar de exponer su idea cuando Terry lo interrumpió. —No quiero escuchar más tu voz, ¿sabes?, me duerme de cansancio tu voz — dijo Terry haciendo un gesto de asco al mismo tiempo que daba media vuelta en dirección a la puerta de la oficina — te veo el lunes a las 6:00 menos cuarto aquí mismo para darte las instrucciones de lo que harás — diciendo esto salió de la oficina sin cerrar la puerta. Estando fuera de la oficina de James, Terry dirigió sus pasos al cubículo que estaba al final del corto pasillo que ocupaba el centro de la sala de espera, al pasar al lado de éste volteo hacia la recepcionista que estaba a cargo del teléfono, las visitas a ese piso del edificio y atender cualquier otra ocurrencia de Terry, se dirigió a la mujer que estaba en espera de sus instrucciones para decirle: —Lisa, asegúrese de que el señor James esté fuera del edificio en cinco minutos y que no ingrese hasta el próximo lunes 20 minutos antes de las 6:00 a.m., no antes —dijo Terry mientras señalaba con el dedo índice las indicaciones en actitud amenazadora. —Sí señor, como ordene —contestó seriamente la mujer.
—Informe sobre esta mueva disposición al personal de seguridad, solo por si es necesario que le ayuden a salir al señor Scotland — como siempre, la voz de Terry sonaba segura, autoritaria pero sobre todo, no dejaba lugar a la réplica — Avíseme cuando se haya cumplido mi orden. —Como usted ordene señor Greychester. Lisa estaba desconcertada porque bien sabía que James era como su brazo derecho y si bien el señor Scotland solía tratarla de manera racista por su color y procedencia, tampoco se hubiera imaginado que un día tendría que tratarlo justo como él lo hubiese hecho con sumo placer con cualquiera de los empleados del Banco Internacional. Después de dar instrucciones y sin detenerse mucho en esto, siguió su camino hacia el fondo del pasillo que se extendía del otro lado del cubículo, al final de este se encontraba su oficina, llena de tecnología y lujosa a discreción. En el interior de la oficina había una puerta que daba a una pequeña suite no muy amplia pero si muy acogedora, Terry había previsto los días difíciles en los que seguramente no podría ir a dormir a casa o que por exceso de trabajo pudiera necesitar un espacio de tiempo para descansar sin ser molestado por nadie y sin que nadie se percatara de ello, así que una suite secreta había sido la mejor opción principalmente para vigilar las actividades de los empleados sin ser descubierto. La tecnología de punta que había en el interior de la oficina tenía la capacidad de impresionar a cualquiera desde el momento de entrar en ella. Al fondo estaba el enorme ventanal con una excelente vista al exterior, en frente de este se encontraba su escritorio de caoba no muy grande, no había más que los cajones normales de cualquier otro escritorio. En el primero del lado derecho se encontraba un control remoto que daba la impresión de ser un espejo por lo delgado y transparente, estaba hecho de grafeno, la magia radicaba en que sólo Terry podía encender el control con la identificación de sus huellas digitales, que por cierto nadie tenía conocimiento de esto, sin embargo daba la impresión de que solo apretaba botones por todos lados en una enorme pantalla touch que ocupaba toda la extensión de su escritorio. En realidad solo tenía una capa de grafeno, lo que hacía que todo funcionará con solo poner los dedos en el mismo. Todo parecía estar impregnado de la magia de la tecnología que solo él conocía. Al lado derecho del escritorio de Terry había una sala bastante cómoda, pegada a la pared y a la izquierda se encontraban una serie de escritorios movibles con
computadoras ultramodernas, con pantallas planas y teclados touch de modo que el espacio que ocupaban no era gran cosa, la puerta de entrada a su suite estaba ubicada de ese mismo lado. El equipo de control electrónico de la oficina de Terry estaba en la superficie de su escritorio, a través de ella tenía a una pantalla enorme que estaba ubicada en medio, entre la puerta de entrada y su escritorio, la forma de ésta era de una media luna que abarcaba desde el inicio de la sala hasta el final de los escritorios y por si esto no fuera suficiente, detrás de él, en el ventanal que estaba sus espaldas, había un enorme pizarrón electrónico de grafeno que igual podía hacer las funciones de pantalla o cualquier otra cosa que se le pudiera ocurrir a Terry. Ambas pantallas se guardaban en automático en la parte superior del techo y se activaban en cuanto se presionaba la función correspondiente. Un aspecto interesante era que esa oficina estaba aislada de todo tipo de radar electrónico, sus claves no eran accesibles para nadie y eso incluía al club de los hackers habidos y por haber a nivel mundial, lo que impedía que alguien pudiera acceder a lo que él estuviera haciendo o en lo que pudiera estar trabajando, mientras que él si podía acceder a cualquier tipo de información que se manejará en el edificio. Su oficina era el lugar que se suponía era el más seguro del mundo para el tipo de negociaciones que se hacía en el interior, incluso, resultaba sencillo espiar las actividades del director del Banco Internacional sin que nadie se percatara de ello. Esa había sido una de las herramientas más importantes, justo la ventana indiscreta para darse cuenta de lo que ocurría a sus espaldas y por ello conocía lo que todos pensaban de él y sus decisiones, de esa manera es que había descubierto las ambiciones de James, sus expectativas que si bien no las había expresado verbalmente, su trabajo «personal» que supuestamente hacía a favor de los demás, lo había delatado en su momento. Al entrar a su oficina Terry tuvo la sensación de que tenía mucho trabajo por delante, la lista que tenía James en la pantalla minutos antes cuando lo había sorprendido no era cualquier cosa y seguramente tendría que ver con algunos de sus próximos movimientos que hacía supuestamente a sus espaldas ¡pobre iluso imbécil! Dónde se le había ocurrido que él, Terry Greychester no se iba a enterar, tampoco era tan estúpido para confiar al 100 % en alguien que carecía de lo que a él le había sobrado toda su vida y el momento presente no era obviamente la excepción. Al empezar a revisar la información que estaba manejando James observó que las cosas estaban marchando a la perfección, buscó con detalle y corroboró el hecho de que no había llegado a sus manos el caso de la empresa de ensamble de
vehículos pesados que tanto le había interesado. Sus dudas sobre la encargada de manejar esas cuentas empezaban a despejarse. El teléfono sonó, activó el altavoz y escucho la voz de Lisa —Señor Greychester, el señor Scotland ya ha salido del edificio — confirmó —Bien, gracias. —El señor Reynolds acaba de llegar y pregunta por usted —Perfecto, hágalo pasar en diez minutos más. Reynolds, era un detective especializado en cibernética retirado de las fuerzas secretas de seguridad nacional de Inglaterra. Durante su juventud había conocido al abuelo de Terry y habían sido grandes amigos hasta la muerte de su abuelo, era más joven que su abuelo pero siempre le había parecido una persona discreta, prudente pero astuta sobremanera, nunca había podido engañarlo en nada, desde que era un niño e iba de visita lo había conocido de vista sin embargo, cuando fue a vivir con sus abuelos, tuvo la oportunidad de conocerlo a mayor profundidad. Más tarde su abuelo, aún en vida le había heredado su amistad, una de las tantas cosas de gran valor que había recibido de él. Pasados los diez minutos, Lisa acompaño al señor Reynolds a la oficina de su jefe, tocó la puerta dos veces, espero unos segundos, el tiempo justo para que Terry presionara el botón que quitaba el seguro de la puerta e inmediatamente ingreso al visitante. —Buen día Terry, ¿cómo va el trabajo? — la cortesía de Reynolds era su mejor cualidad. —No como yo quisiera pero igual, no me quejo — Terry extendió la mano para saludar a su amigo y al mismo tiempo, con la otra le indicó un asiento frente a su escritorio — cuéntame, ¿Qué me tienes?, sorpréndeme por favor. —Definitivamente creo que te hizo mucha falta vivir más tiempo con tú abuelo, solía ser más sutil para introducir el tema de conversación que nos ocuparía unas buenas horas, en cambio tú, directo a los negocios, como si la vida se te fuera en ello — la confianza que había entre ellos le permitía hablarle con la franqueza con la que se corrige a un hijo mal portado. —¿Quién ha dicho que no es así? —replicó Terry, como quien defiende un
trabajo de titulación de cualquier grado académico. —Por Dios Terry, tú no tienes necesidad de ello, sabes de sobra que puedes tener lo que quieras, solo lo tienes que pedir y ya está hecho — por fortuna la actitud correctiva de Reynolds no solía durar mucho — deberías de relajarte un poco o de lo contrario te vas a enfermar, yo sé lo que te digo — está última frase rompió la seriedad de Terry quien no pudo más que sonreír ante el comentario de su viejo amigo. —Vale, en cuanto pueda me tomo unas vacaciones ¿está bien? —Si me invitas entonces me olvido de este tema e inicio con lo que nos interesa —respondió Reynolds con tono pícaro en la voz. Ambos rieron felices y relajados unos minutos antes de que Terry contestara: —Hecho y ahora dime ¿qué tienes? —Bien, espero que no lo vayas a olvidar. Estuve investigando la empresa que me pediste, el dueño es un tal Ricardo Garza, tiene tres hermanas y por ser el único hijo varón, su padre le heredó la empresa que construyo con esfuerzo personal y un enorme apoyo por parte de su padre. El caso es que si bien no es retrasado el tipo, tampoco es un genio en materia de finanzas de hecho creo que sería un excelente si no fuera porque tiene como vicio el juego con apuestas serias, eso lo llevo casi a la quiebra hasta que apareció una chica a solicitarle empleo hace algunos años, él no estaba dispuesto a contratar a nadie, por lo de las deudas que ya tenía, pero le pareció atractiva la mujer y no pudo resistirse a una falda corta, ya sabes como suelen ser esas cosas. —Así que una falda hizo el milagro de obtener un salario para que el imbécil perdiera los calzones ¡vaya! — comentó Terry sarcásticamente — si alguna vez los hombres nos diéramos el tiempo de definir que los negocios no deben de involucrase con las hormonas. De hecho, ahora que lo pienso mejor, creo que mi abuelo tenía mucha razón cuando decía: «jamás entrevistes a una mujer para cuestiones de trabajo si usa ropa corta o muy justa, es más, ni siquiera permitas que se acerqué a tú escritorio porque si eso sucede… júralo que estás perdido», y ahora veo con claridad a qué se refería. —Tú abuelo era un sabio no conocido, de eso debes tener la total seguridad — afirmó Reynolds — aunque debo reconocer que tú no caminas tan mal en estos
terrenos, — su mirada se hizo más perspicaz — y con los consejos de tu abuelo, seguramente no pasara mucho tiempo antes de que lo superes. —Gracias, pero esa no es mi meta, me queda muy claro que él es insuperable, había tanta sabiduría en él que difícilmente podría describirla. Pero bueno, ¿investigaste algo sobre esa mujer? —Te vas a sorprender. —Antes de que me sigas contando, ¿quieres que te pida un café? —preguntó Terry. —Pensé que nunca lo dirías y tendría que pedirlo yo —respondió el detective. Terry presionó el botón que conectaba con el interfon y en cuanto escucho la voz de Lisa dijo: —Lisa tráigame dos cafés, uno de ellos con dos cucharadas de azúcar orgánica y el otro con media —Enseguida señor —contestó Lisa. —Bien, entonces me decías que me iba a sorprender, así que tú marcas la pauta. —Te importa si te lo cuento en la sala, tus sillones son más cómodos que estás sillas, aquí me siento como si estuviera a punto de ser condenado por la santa inquisición. —Adelántate un poco te alcanzó en unos minutos, solo programo la puerta para abrirse en cuanto llegué Lisa y vuelva a cerrar en cuanto salga para que nadie nos moleste, esto es más importante que cualquier otra cosa. Reynolds, se levantó para dirigirse al sofá más grande ubicándose en una de las orillas donde se estiró a sus anchas antes de acomodarse como mejor le pareció. Minutos más tarde Terry se colocaba en el otro extremo del sillón donde estaba el detective en una posición bastante cómoda. —¿Ahora si me vas a contar la otra parte de la historia? —preguntó Terry. —Pues bien, la chica ingreso en la empresa, no sé qué o cómo lo haya hecho, el
caso es que en unos meses, la empresa empezó a recuperarse a pasos agigantados, tal fue la situación que Ricardo, el dueño, la dejo a cargo de manejar toda la parte financiera de la empresa. Ella se hizo cargo de manera que él ya había tenido la intención de ingresar a W. S. en varias ocasiones, pero ella nunca lo permitió, bueno eso hasta que salió el comunicado que lleva tu firma, porque fue a tí a quién se lo ocurrió ¿no? —Me conoces bien — sonrió Terry, en esos momentos entraba Lisa con los cafés y una charolita de plata con galletas de mantequilla fina — gracias Lisa, que nadie me molesté. En cuanto Lisa hubo salido la conversación se reanudo. —Te lo dije hace un rato, eres bastante bueno en esto de las finanzas, no por nada estás dónde estás. —Pero dime ¿cómo sabes que Ricardo Garza ya había tenido la intención de ingresar a W. S.? — Terry sentía curiosidad por el dato. —No es tan difícil acceder a la base de datos de una empresa que no cuenta con los medios tecnológicos básicos necesarios para poder blindarse como tú — respondió el detective mientras daba unos pequeños sorbos a su café. —Supongo que no, ¿qué más encontraste? —Nada que seguramente no conozcas hasta ahora, al parecer ella es demasiado prudente, excesivamente diría yo, ahora con lo del comunicado seguramente habrá tenido muchas diferencias de opinión con su jefe pero a fin de cuentas ha conseguido lo que ha querido, ya sabrás, ha abierto varias cuentas bancarias para mover los ingresos de la bolsa de valores y cambiarlo lo suficiente como para mantenerlo a buen resguardo en una cuenta concentradora al final del recorrido que hace desde el momento en que se dan las ganancias hasta que llega a ésta. —Si de hecho eso ya lo había visto, por eso me llamó la atención esa empresa, pero ahora dime ¿investigaste algo sobre esa mujer?, ¿quién es?, ¿dónde aprendió a hacer eso? Algo, lo que sea — la inquietud de Terry se reflejaba claramente en su voz, sus palabras, su lenguaje corporal en general —esa mujer me tiene intrigado de verdad. —¿Intrigado o interesado? — la doble intención en el tono de voz del detective
denotaba la sospecha de un «interés especial» en esa mujer. —Intrigado —dio un sorbo a su café disfrutando su sabor— o tal vez interesado pero no en el sentido que tú te imaginas. Lo mío es mero interés profesional, hasta el momento no había encontrado alguien que se comportara de esa manera en el mundo de las finanzas mucho menos una mujer, y mira que ya sabes que no me gusta la discriminación en este tipo de situaciones, pero, no sé, hay algo que me atrae de esa mujer y lo único que encuentro o que conozco de ella, es justamente ese lado, así que mejor deja de pensar estupideces y sígueme contando. —Está bien, aunque algo me dice que esa parte te va a sorprender. Verás, la chica se llama Diana Castañón, terminó la carrera en algún lugar de México, se graduó con honores y consiguió una beca para estudiar en Suiza, ahí tuvo un excelente desempeño, hubo una temporada en la que parecía que se iba a desplomar su promedio pero retomo el rumbo y una vez más, concluyó con reconocimientos académicos por su desempeño. —Así que es todo un genio en esto... pero imagino que no todo lo aprendió en la universidad ¿o sí? — la voz inquisitiva de Terry denotaba la presencia de su intuición, misma que encontró fácil respuesta en su acompañante. —Vamos bien, estando en Suiza, hubo conferencias a las que ella debió asistir como parte de su programa académico. Ahí conoció a James Scotland, supongo que te suena el nombre — el sarcasmo utilizado en la voz del detective surtieron el efecto esperado en Terry ya que al escuchar el nombre de su empleado, de golpe se le aclararon todas las ideas —Déjame adivinar, así fue como conoció a James, éste se impresionó con ella y decidió tomarla como su pupila personal —hizo otra pausa para reflexionar un poco mejor las cosas —, ahora entiendo de dónde sacó tanta astucia y prudencia para hacer cada uno de sus movimientos, solo que debo de reconocer que es mucho más sutil para mover sus piezas y ni que decir del silencio que rodean sus pasos en terrenos tan explosivos como lo son W. S. —¿Así que crees que ya has descubierto todo?, creo que todavía te hace falta un poco de paciencia para terminar de aprender y entender el mundo en el que te mueves —¿De qué hablas? — Terry estaba intrigado.
—No sólo la conoció y le enseño lo que en ese tiempo él sabía, le abrió una pequeña cuenta independiente a la de él para que le demostrará lo que había aprendido, ella siguió la ruta y continuo con su aprendizaje a través de esa prueba que dicho sea de paso, la ha incrementado de manera impresionante, pero siempre asegurando cada centavo que entra en ella, de manera que es más lo que gana que lo que pierde. —Tal como lo ha estado haciendo hasta el momento con la empresa que representa. —Hay algo más que quizás debieras saber —dijo Reynolds con un tono de intriga. —Te escucho. —Creo que no estaría de más que de vez en cuando dieras una revisada a la vida privada de tus empleados, por lo menos los más cercanos a ti, lo digo por aquello de las dudas, intrigas o traiciones — la consejera voz de Reynolds sonaba prudente y confidencial al mismo tiempo. —En eso tienes razón y acabo de aprender esa lección, puedes estar seguro de que no volverá a suceder. —Consideraré eso como un hecho. James tuvo a esta Diana viviendo en su chalet en Suiza, con cierta frecuencia debió de frecuentarla porque al parecer tuvieron un altercado, que fue cuando ella bajo un poco sus resultados escolares. —¿De qué se trató?, bueno de hecho ¿qué tiene eso que ver con el punto central de mi interés? — de pronto Terry se sentía perdido en la conversación —Al parecer ella tuvo un hijo de James. Las palabras del detective acababan de clavar el cuerpo congelado de Terry, no daba crédito a lo que estaba escuchando. Un hijo de James no era una situación fácil de entender, viendo las ambiciones de ese hombre, un hijo significaba un gasto que seguramente él consideraría innecesario y de hecho sería un estorbo porque su ego, su vanidad y su anhelo de poder no comulgaba con la idea de un hijo, además nunca lo había visto con alguien que no fuese una modelo y hasta dónde él recordaba, el cuerpo de una mujer embarazada o posterior al parto cambiaba un poco, lo suficiente como para que James lo dejara de lado desde
mucho antes de pensar en engendrar un hijo. Por otro lado estaba el hecho de que ella era mexicana, por lo que acababa de escuchar y él mismo había investigado, un hombre tan racista como James enredándose con una tercermundista, definitivamente estaba sumamente sorprendido, aunque también habría que analizar con más calma la situación, un hijo varón de James podría ser entrenado para dar continuidad con las ambiciosas actividades del padre, lo que evidentemente significaba que no solo debía de mantener bajo control a James sino que además tendría de ir pensando en un descendiente de éste que además, hasta el momento, no tenía la más remota idea de existiera. Después de varios minutos Terry contestó. —Debo itir que efectivamente me has sorprendido. —Te lo dije. —No tengo palabras para interpretar lo que me has dicho, pero dime, ese hijo ¿es varón o para colmo de sus males resulto ser una linda y tierna niña?, ¿vive, muere?, ¿qué pasó con eso? — la curiosidad de Terry se había incrementado en un mil por ciento. —El descendiente de James nació en Suiza, un año antes de que Diana concluyera con el posgrado de tres años. En cuanto le fue posible lo registro a su nombre pero lo mejor de todo sucedió al momento de arreglarle la documentación para poder trasladarlo al concluir con sus estudios. Ella se quería asegurar de que no habría problemas por lo que el registro lo llevó a cabo en la embajada de México en Suiza. Al parecer tenía la intención de conservar a su hijo. —¿A qué te refieres con que «tenía la intención»? — el interés de Terry por la historia de Diana en relación con James lo tenía fascinado. —Los datos que aparecen sobre la chica en México hasta el momento no hacen referencia al niño, lo que me lleva a pensar que no lo tiene consigo. —Bien, supongamos que se deshizo del producto, ¿qué más tienes? — Terry se veía ansioso. —Cuando las cosas se arreglaron entre ellos, el aprovechamiento académico de ella mejoro como no te das una idea. El caso es que al finalizar ella regreso a su país de origen no obstante, no hay registro alguno de que haya llevado consigo a
ningún menor. —Pensemos que todo esto que me dices es verdad y no un invento de unos tantos bromistas que solo desean desprestigiar a James, porque de las cosas que le sobran a ese tipo, son enemigos y no los culpo, tratar con él es nefasto a menos que tú estés por encima de él en varios sentidos, tú me entiendes ¿no?, pero dime ¿cómo podemos estar seguros de que el niño de esa mujer es de James? —El empleado que atendió a Diana en la embajada, recibió y dio seguimiento a la documentación del niño tuvo que tomarle fotografías al menor para dar trámite a la solicitud que presentaba la madre, de igual manera tomo sus huellas digitales y todas esas cosas. Y como bien dices, el carácter de tu empleado no es muy socorrido por las buenas intenciones, la forma en que ha humillado a los empleados de otras naciones o instituciones siempre ha dado mucho de qué hablar así que el empleado habló con su jefe y le contó sobre sus sospechas, siendo así que se inicio la previa investigación para poder idear el plan perfecto de desacreditar al soberbio de James Scotland. —¿Los datos de reconocimiento confirmaron su paternidad?, porque no creo que de buena voluntad James haya aceptado hacer una prueba de ADN. —Definitivamente no hubo necesidad de ello. El embajador fue mucho más astuto, envió un archivo con copia de la foto y huellas de su hijo al escritorio del señor Scotland, y ya te puedes imaginar la reacción de éste, lo que dejo en claro su responsabilidad en ese asunto, y al parecer jamás podría justificar su inocencia en ese caso. —¿Y eso por qué? —El niño es idéntico a James, por cierto creo que no te lo había dicho claramente pero se trata de un varón. —¿Tienes pruebas de todo esto Reynolds?, no sé, alguna foto, datos… —Sabía que estarías interesado en este asunto pero temo decepcionarte, no he podido encontrar nada por el momento, aunque espero poder darme una vuelta por la embajada de México en Zuiza en estos días para ver si puedo conseguir una foto del registro del bebé. Se puede decir que James siempre ha vivido en Inglaterra, su afición es visitar Escocia pero todos sabemos que lo hace para
despejarse, de hecho tiene una casa exclusiva para ello sin embargo, la mayor parte del tiempo se supone que está aquí y no hay registro alguno sobre el chico. —¿Nada?, no es posible si vive debe de haber algo, supongo que va a la escuela a menos, claro, que haya muerto. —Eso pensé después de tanto buscar, pero no, no hay registro alguno de un niño vinculado con James. Terry se detuvo a pensar las cosas un poco mientras se levantaba y empezaba a caminar por su oficina, reflexionando sobre el caso del niño desaparecido. En realidad no le importaba gran cosa ese asunto, estaba más intrigado por lo que la tal Diana estaba haciendo en la bolsa de Estados Unidos, sin embargo, había algo que le llamaba mucho la atención pero no encontraba las palabras para precisarlo. Reynolds observó la actitud de Terry mirándolo con detenimiento y en total silencio, lo conocía bastante bien para saber que toda esa información resultaba ser importante para sus objetivos, aunque no alcanzaba a ver los límites de semejante enredo, lo que si tenía muy claro era que ese niño podía ser el pretexto perfecto para despedir a James, dependiendo de los planes que tuviera éste último para su hijo, y por otro lado, pudiera ser la excusa ideal para atraer la atención de Diana, manipular algunas cosas e incluso podría terminar por meterla a trabajar a su lado, aunque solo fuera para fastidiar a James, porque no era ningún secreto para él que Terry sentía una profunda aversión por su empleado y si lo seguía conservando a su lado era porque prefería tener a sus enemigos más cerca que a sus amigos. Esta última opción sonaba más acertada ya que, para que Terry mostrara interés por alguien, debía de tratarse de una persona muy especial que encajara en sus planes, y esa Diana, daba la impresión de estar hecha a la medida del rompecabezas que Terry solía armar todos los días con piezas diferentes e iguales a la vez. Lo cierto era que solo Dios y Terry sabrían lo que estaría pasando por su cabeza, pero fuere lo que fuere, tenía la impresión de que trascendería. Finalmente Reynolds rompió el silencio para preguntar: —Se puede saber en qué estas pensando Terry. —No estoy seguro, pero hay algo en todo este asunto… ¿te das cuenta?, empezamos hablando de una persona que está haciendo una serie de
movimientos astutamente en W. S., eso nos llevó a James, de ahí… ¿qué sigue?... dímelo — como pocas veces, su voz reflejaba una cierta confusión. —Ahora que lo mencionas de esa manera… tienes razón. Igual y yo tengo la culpa por investigar de más sobre esa chica — se disculpó Reynolds. —No, nada de eso — se apresuró a contestar Terry — . Esto es algo así como un presentimiento… como si todo esto me fuera a ser de utilidad, solo que no me queda muy claro de qué manera lo puede ser. —Quizás como guillotina para ajusticiar a algunos elementos que pudieran estorbar por aquí — está vez Reynolds sonaba como si estuviera enviando un mensaje con código oculto. —Si te refieres a James, desde luego se requiere algo más que un pretexto moral. —¿Y si quisieras contratarla a ella para ocupar el lugar de éste? —¿Qué te hace pensar que me gustaría tenerla cerca a ella en lugar de a James? —Bueno, la técnica y estrategia de la mujer es bastante buena, no hay huellas ni sospechas por parte de nadie sobre lo que está haciendo y en una de esas, puede ser que iguale las ganancias de cualquiera de tus accionistas y, porque no, pudiera acercarse a tus intereses sin que te enteres y… consiga ponerte a pensar un buen rato sobre sus pasos… financieros — su voz sonaba más sugestiva en esta ocasión. —Esa es justo la parte que me preocupa. Pero dejemos esto del hijo y concentrémonos en lo que nos reditúa el efectivo a corto plazo. Necesito que investigues lo más que puedas sobre esa mujer, sus intereses, expectativas, objetivos o metas en la vida, todo lo relacionado con su familia en fin, asuntos personales que puedan indicarme hacia donde está el norte en la brújula de este asunto antes de que ella nos coloque en el sur de la suya. —Me parece prudente — Reynolds dejo la taza de café en la mesa y se levanto, al acercarse a Terry para despedirse le pregunto — en relación con James, ¿qué piensas hacer? —¿Exactamente a qué te refieres? — con entrecejo fruncido, presentía que había un acertijo en todo ese asunto.
—Piénsalo bien Terry, si no ha querido mostrar a su hijo al mundo, seguramente es por algo, quizás se trate de un as debajo de la manga ahora que… si eso ha sido capaz de hacer con un hijo, ¿qué te imaginas que puedes esperar de él?, solo como medida de precaución. Las palabras de Reynolds lo habían dejado mudo de la sorpresa, ambos estaban pensando en lo mismo solo que Terry no quería aceptarlo de manera implícita y tampoco lo ubicaba como «medida de precaución», de hecho lo estaba empezando a considerar como un asunto de capital importancia y trascendencia para sus posteriores movimientos. Inmediatamente después de haber dado su opinión, Reynolds se despido de mano de Terry y salió con la tranquilidad con la que había llegado dejando al único ocupante de semejante habitación, más intrigado, confuso e inquieto de lo que lo había encontrado. Definitivamente Terry debía de pensar muy seriamente esa cuestión… y debía ser a la brevedad posible.
Capítulo XV
Después de muchas discusiones acaloradas y abusando de sus encantos, Diana había conseguido hacer que Ricardo aceptará que abriera varias cuentas bancarias para hacer los traslados de fondos en cantidades pequeñas para evitar el exceso de pago por comisiones e impuestos, evitando así el llamar mucho la atención de los demás inversionistas en la bolsa, y eso sin mencionar el aumento porcentual en relación con las garantías en materia de seguridad para que no se perdiera un solo centavo de las ganancias producidas por ese medio. El acuerdo al que habían llegado era que Diana iría a comer con su jefe los días que durará la convención anual financiera cuya sede sería en Monterrey, la idea no le hacía muy feliz que digamos, de sus meras ganas lo hubiera mandado todo al puritito infierno pero el mantenerse dentro de W. S., tarde o temprano, le permitiría encontrar las claves que estaba buscando para finalmente localizar a su hijo, aún no terminaba de entender el cómo pero tenía un muy buen presentimiento al respecto así que no podía dejar que se le fuera de las manos esa oportunidad. Llegada la fecha del evento, no tuvo más remedio que cumplir porque Ricardo se había negado a firmar cualquier documento hasta que primero se dieran los hechos que se le antojaban a su jefe, ¡qué remedio! La convención se llegó y concluyó de manera exitosa en todos los sentidos. Al parecer los nuevos comunicados de las bolsas de valores más importantes del mundo estaban en boca de todos, por lo que las conferencias resultaron «paradisiacamente» interesantes, la mayoría de los empresarios y corredores de bolsa de las demás empresas calculaban en mayor grado las ventajas en contra posición de las desventajas que cada movimiento llevaba consigo. En el caso de Diana, creía que la información que les transmitían en las conferencias y en las mesas de trabajo podían ser irrelevantes si se les tomaba de manera literal pero en su caso, tenía la firme convicción de que se trataba de algo más interesante que conseguía atraerla con la facilidad con la que un niño escoge un helado de chocolate en lugar de una ensalada mixta de vegetales. La parte trascendental para Diana consistía en conocer los diferentes puntos de vista de los demás, lo que le daba pie para tomar precauciones, decisiones, observaciones y notas relacionadas con la justificación de los razonamientos de los demás. No cabía la menor duda de que Diana se sentía como pez en el agua, su pasión
estaba cómodamente sentada en el mundo financiero. Al final había aprendido mucho y lo que prometía ser un grave problema personal: el ir a comer con su jefe resultó ser una cátedra privada sobre manejos y estrategias que le dieron la clave de sus próximas decisiones así como la confirmación de su idea sobre la necesidad de abrir varias cuentas para difuminar cualquier rastro de acciones. Por otro lado, se había cuidado de no dar pie para que Ricardo pensara que finalmente estaba ganando la campaña seductora que, desde que ingreso a la empresa de su propiedad, había iniciado, aunque… los imprevistos siempre suelen ser el delicioso café de cada mañana al despertar, y al gusto de cada comensal. Desde que llegaron a la convención, como solía ser lógico, encontraron a muchos conocidos con los que hicieron pláticas sobre los negocios y temas que ocupaban a la convención misma, el caso fue que dichas conversaciones no conocían un final por lo que a la hora de los sagrados alimentos, siempre solían tener «acompañantes» incómodos para Ricardo, pero justamente prudentes para Diana, lo que facilito el cumplimiento de su promesa hecha a su jefe de modo que en cuanto él reclamará la falta de privacidad, ella argumentaría que eso no había sido su problema, simplemente las cosas se habían dado de esa manera y por ende ella estaba disculpada de todo juicio. Durante su estancia en Monterrey las cosas le habían pintado de maravilla, sus aprendizajes, confirmaciones sobre las decisiones, sus expectativas, algunas alianzas en materia financiera le entusiasmaban lo suficiente como para quitarle el apetito. Los comentarios en general sobre su comportamiento en W. S. resultaron ser muy halagadores, Diana estaba fascinada de modo que no se percataba del correr del tiempo y entre las actividades de la convención y sus manejos vía electrónica, hicieron que su estancia en Monterrey fuera de lo más agradable. Varios días después de su regreso en su oficina en Querétaro, aún recordaba con sumo placer la experiencia vivida en esa convención, lo que más gracia le hacía era la imagen del rostro frustradamente congestionado de Ricardo al no haber podido conseguir el éxito de sus intenciones, al menos no como lo tenía contemplado, ella seguía siendo la misma, las situaciones comprometedoras que creía encontrar, se esfumaron antes de siquiera presentarse, las propuestas indecorosas que pudieran haber surgido no encontraron el momento más adecuado para ello, el romanticismo de las noches en una ciudad tan
industrializada fueron desalojadas por el cansancio del día, la caballerosidad de Ricardo había pasado desapercibida en el punto justo en que varios «alguien más» surgían al lado de Diana para hacer comentarios, sugerencias, preguntas o inquietudes sobre la conferencia previa o las expectativas sobre la actividad de las mesas de trabajo. En fin, todo había salido excelente para Diana sin embargo, Ricardo no pensaba lo mismo, la frustración se había convertido en un trauma que cada día lo obsesionaba más con la idea de poseer a su jefa de finanzas. Todo esto pasaba por la cabeza de Diana mientras sonreía con las imágenes que caminaban por su cabeza, sus funciones solían ser simples y sencillas para ella, el punto interesante y de mucho traqueteo nacía a la hora en que se abrían las puertas del sistema de W. S., porque en México las cosas no le complicaban en lo más mínimo su vida laboral, además casi todos dependían más que nunca de los resultados de otras bolsas mundiales, ni que recordar que la mayor parte estaban enfrascados en las acciones de otros lados, lo que le brindaba la confianza de saber que no pasaría nada interesante de lo que no alcanzará a percatarse. Por esta razón se podía dar el lujo de divertirse con los gratos recuerdos de la convención, mientras ordenaba algunos documentos en la papelera de su escritorio. De pronto, un sonido emitido por la computadora la hizo voltear para ver el monitor, descubrió que la alarma de la bandeja de entrada de su correo había sido la causante del ruidito, dio click en el recuadro que apareció en pantalla y encontró que un correo había llegado desde la bandeja de entrada de su página de facebook, el título del mensaje decía: «George Lancaster» lo extraño era que no reconocía ese nombre. La curiosidad la llevó a revisar cómo había llegado ese correo si no tenía a esa persona registrada entre sus os de facebook, en cuanto ingreso recibió un segundo correo de la misma persona. Instintivamente abrió la página de su correo y descubrió que ambos correos pertenecían a George Lancaster, el segundo mensaje llevaba el título de «Anthony Scotland», Diana perdió toda noción de tiempo y espacio en cuanto leyó el nombre de su hijo mientras se decía mentalmente a sí misma: «No, no puede ser, ¿cómo es posible…? ¿Quién le estaría haciendo semejante jugada?, ¿y si era verdad? después de todo, nadie sabía nada de la existencia de Anthony» — todas éstas ideas y otras muchas más pasaban por su cabeza al mismo tiempo que la imagen de su hijo pequeño en brazos se abría paso entre el
cúmulo de ideas que flotaban en su cerebro, lo único que acertó fue a decir. — ¡Dios mío, no puede ser! — su rostro derrochaba dolorosas lágrimas en un flujo adormecedoramente abundante. En cuanto se hubo recobrado un poco de la sorpresa, con mano temblorosa por la emoción, abrió el primer correo, la fracción de segundo que tardo la pantalla en cargar el mensaje le pareció una eternidad, en cuanto se completo la descarga empezó a leer el contenido que decía: « Diana Castañón, soy George Lancaster, no sé si recuerda o se interesa pero solo quiero que sepa que conozco a su hijo Anthony, me gustaría arla y charlar un poco sobre él, espero su respuesta» Diana sentía que el suelo había desaparecido de sus pies, la emoción la había invadido por completo y poco faltó para que contestará a la brevedad no obstante algo la detuvo, recordó que había otro mensaje que debía de leer primero, no podía arriesgarse a que alguien quisiera jugar con ella, aunque también debía reconocer que nadie sabía lo de su hijo, ni siquiera sus padres así que la siguiente pregunta era la obligada ¿quién era ese tal George y cómo era que sabía sobre Anthony? La duda empezó a colocarle los pies en el suelo poco a poco, lo mejor era revisar el segundo mensaje y posterior a ello debía de pensar las cosas bastante bien antes de hacer algo de lo que posiblemente pudiera arrepentirse así que abrió el siguiente correo al tiempo que se aclaraba la visión al limpiar las lágrimas, el mensaje decía: «Hola mami, soy Anthony, quiero conocerte, por favor contesta los correos. Esta cuenta es de George, mi único amigo, quien me está ayudando a encontrarte, yo no tengo correo pero es mejor porque si mi padre se entera de esto seguro que se enoja y me va a castigar, así que espero me puedas guardar el secreto, por cierto, George me ha hablado cosas lindas de ti, dice que él si te recuerda cuando estudiabas en Suiza, bueno tengo que irme porque creo que papá acaba de llegar, te quiero» Cuando Diana termino de leer el mensaje sus ojos semejaban una catarata impresionante, su rostro estaba bañado en lágrimas, no lo podía creer, después de tanto tiempo… su hijo le estaba escribiendo y al parecer no la estaba pasando muy bien al lado de James… Tenía que rastrear ese correo, antes de contestar y ver la posibilidad de tener una video llamada para corroborar la información que
le estaban dando, y en cuanto la confirmará, de ser cierto, buscaría la forma de llegar hasta donde se encontraba su hijo, debía verlo en persona, tocarlo y de ser posible, traerlo de regreso a su lado, debía hacer hasta lo imposible. Su cabeza estaba tan llena de ideas, preguntas, pensamientos, sentimientos y demás cosas que no se percató que el teléfono había estado timbrando indicando que tenía una llamada en espera que la secretaria de su jefe le estaba pasando. Por su parte, Diana había regresado a la bandeja de entrada de su correo en el momento justo en que Karla, la secretaria de su jefe, entraba en su oficina, acercándose a su escritorio para informarle: —Lic. Castañón, el señor Garza la está esperando en su oficina desde hace quince minutos, yo he tratado de comunicarme con usted pero no me ha contestado… — su voz se interrumpió cuando la vio bañada en lágrimas y agregó — ¿está usted bien licenciada? Diana seguía con la mirada perdida en una pantalla que ya había dejado de parpadear. Difícilmente hubiera podido decir cuánto tiempo llevaba así, el caso era que jamás había escuchado el teléfono, ni siquiera terminaba de comprender que estaba llorando mientras, la secretaria le cuestionaba sobre su bienestar. Hubo necesidad de que Karla la moviera para que pudiera reaccionar, en ese momento Diana se sacudió la impresión de la cabeza y le dijo: —Perdón Karla, creo que el estrés está empezando a ejercer cierta presión en mí, pero dime ¿qué pasa? —El señor Garza quiere verte en su oficina, desde hace quince minutos pero, ¿te sientes bien?, ¿quieres que te traiga algo? — Karla sonaba muy preocupada porque nunca la había visto así y las relaciones con Diana siempre habían sido serias pero cordiales, de hecho disfrutaba de su compañía y la extrañaba cuando no iba a causa de alguna salida de trabajo. —No gracias Karla, estoy bien. —¿Segura que no quieres hablar sobre eso que te ha puesto así?, sabes que puedes confiar en mí ¿verdad? En ese preciso instante se percató de que había estado llorando, rápidamente se secó las lágrimas y trató de borrar con un pañuelo los surcos húmedos que habían dejado huella en su rostro, no debía olvidar que nadie debía de saber el más mínimo detalle de su más grande secreto y mucho menos en su trabajo.
—¿Dices que el señor Ricardo desea verme en su oficina?, ¿sabes de qué se trata? — al mismo tiempo que hablaba tomaba un folder, un cuaderno de notas y un bolígrafo. —No me dijo nada, solo que le urgía verte lo más pronto posible. —¿Le has dicho que no contestaba el teléfono? —quiso saber Diana. —No, bueno no precisamente, le he dicho que estabas ocupada con una llamada en la línea. —¿De verdad?, eres genial Karla, muchas gracias, te debo una. —No tienes nada que agradecer, porque a fin de cuentas me mando buscarte para dejarte un aviso escrito sobre la urgencia —Siendo así, será mejor que me ponga en camino antes de que decida venir enseguida y descubra la verdad, gracias Karla. Diana salió con paso más lento de lo normal, por primera vez Diana parecía tambalearse a cada paso, cualquiera diría que se trataba de la altura de sus zapatos, solo que todos en la empresa sabían de su destreza para el uso de los tacones, al llegar a la puerta se sostuvo unos minutos en la puerta antes de retomar la compostura y volver a iniciar el camino con dirección a la oficina de su jefe, con el paso de siempre, aunque el alma se le estaba desvaneciendo. Al llegar a la puerta del despacho principal, tocó tres veces antes de abrir e ingresar en el interior, estando dentro pregunto: —¿Me mando llamar señor Garza? —Sí, se puede saber ¿qué significa esto? —dijo Ricardo mientras le extendía unos papeles sobre su escritorio con la mirada fija en ellos. En realidad se trataba de los resultados que se estaban dando en la bolsa de Estados Unidos, giró la cabeza para encontrarse con la mirada que tanto le atraía, solo que esta vez lucía fatal, cualquiera diría que la máscara que ocultaba el muro de Berlín había desaparecido como por arte de magia. —Diana, ¿estás bien?, ¿qué te pasa?, ¿te puedo ayudar en algo? — la voz de Ricardo se suavizo enormemente, jamás la había visto así.
—Sí, estoy bien, gracias — la voz de ella sonaba ausente, simplemente no era la misma Diana que todos conocían. —Por Dios, Diana, ¿estás bien? — Ricardo sonaba preocupado. —No lo sé, ¡ahhh! —suspiro— ¿puedo hacer algo por usted? —empezaba a recuperar un poco el control sobre sí misma —Eso no importa ahora, ¿qué pasa preciosa?, vamos dímelo, si puedo hacer algo por ti, aquí estoy — la voz de su jefe sonaba bastante tranquilizadora y preocupada al mismo tiempo. —Nada, lo siento, son solo cosas del pasado, recuerdos poco agradables, que no debieran afectarme y menos en mi horario de trabajo señor, le prometo que no vuelve a pasar. —No, no, está bien, solo quisiera ayudarte, si me lo permites… —Gracias pero en realidad no es necesario — Diana lo interrumpió — pero dígame, ¿qué ocupa?, ¿por qué me mando llamar con tanta urgencia?, ¿hay algún problema? —Bueno, en realidad no es tan importante, solo me urgía que vieras esto y me explicarás ¿qué está pasando? — Ricardo le indico con la mano izquierda las hojas que contenían algunas estadísticas sobre los movimientos que ella había realizado en W. S. el día anterior. —Permítame unos segundos… ya entiendo, se trata de los últimos movimientos realizados y según parece los resultados son alentadores aunque en mis tablas e informes los resultados superan los números que aparecen aquí… si me da unos minutos revisó y contrasto ambos datos, le hago un informe y más tarde se lo traigo impreso a su oficina — Diana observaba con detenimiento las hojas que le había dado Ricardo aunque no tenía ni la más remota idea de lo que estaba viendo, era como si de pronto no entendiera nada, como si se tratara de un idioma desconocido para ella. —Te lo agradeceré mucho aunque creo que la respuesta es más rápida de lo que te imaginas — sugirió su jefe — ¿por qué no revisas las últimas hojas?, son más interesantes, de hecho me encantaría que en cuanto las descifres me lo hagas saber, es más, me encantaría una explicación en quince minutos sobre eso pero
claro, si no te sientes bien o tienes algún otro pendiente, tal vez pueda esperar a mañana — la voz tranquilizadora de Ricardo la hizo sentir una perfecta estúpida, lo peor era que estaba en lo correcto. —No se preocupe, en cuanto lo tenga le informo. —Bien, si quieres tomarte el día, no hay problema, de verdad, solo deja congelados los movimientos de las bolsas, no quiero que nadie que no seas tú meta las narices en eso ¿está bien? — Ricardo odiaba que un empleado le fallará pero tratándose de Diana, una persona que jamás faltaba al trabajo bajo ninguna excusa, que siempre cumplía cabalmente con sus funciones y bajo tales circunstancias, no tenía mayores problemas para dejarla marchar, en realidad le preocupaba demasiado lo que pudiera estarle pasando. —No se preocupe, hoy mismo tendrá el informe que me solicita señor ¿algo más? —preguntó Diana. —No, solo era eso — Ricardo estaba consternado por la actitud de Diana. —Con su permiso, me retiro para empezar a trabajar sobre esto. Al salir de la oficina de su jefe, volvió a darle una ligera pasada al contenido de las hojas que le había dado Ricardo sin encontrar nada que consiguiera hacer que pusiera los pies en la tierra y la cabeza justo sobre el cuello, fue entonces cuando llegó a la conclusión que ese día estaba destinado a recibir una gran cantidad de sorpresas que le estaban robando el cúmulo de neuronas que habitaban en su cerebro porque seguía sin entender nada de lo que veía. Pasó rápidamente todas las hojas que tenía hasta llegar a la última, fue entonces cuando descubrió un oficio que provenía de una oficina que ella desconocía, por lo menos el nombre del remitente ya que el sello del membrete lo había visto un par de ocasiones cuando estudiaba en Suiza, mismo que correspondía al Banco Internacional. El oficio estaba dirigido a Ricardo Garza y decía:
«Estimado Señor Ricardo Garza Z.:
Por este medio nos comunicamos con usted para felicitarlo por haber ingresado al grupo de inversionistas de W. S., nos complace informarle que los últimos movimientos que ha realizado su corredor de bolsa particular ha llamado la atención de este Banco de tal forma que estamos interesados en concertar una cita con dicho empleado de la empresa que tan acertadamente dirige. La intención de esta cita es conocer más a fondo las razones que fundamentan las acciones que ha tomado así como analizar la situación e interés de parte del responsable de asistir sus actividades en este rubro, así como ver la posibilidad de que pueda ingresar como asesor particular en esta importante Institución financiera. Esperamos contar con la aprobación de su parte y la disposición del encargado de sus finanzas para presentarse en dos semanas en las oficinas del consejo general de este Banco a las 14:00 hrs, tiempo local. Sin más por el momento, nos despedimos de usted esperando un acuse de recibo a la cuenta que ha emitido este correo así como la confirmación de asistencia de su empleado (a). Confiamos en que no faltará a la cita, por salud económica. Reciba saludos cordiales.
ATTE: Terence Greychester.
Director del consejo del B. I.»
Su sorpresa no tenía precedentes, cuando estudiaba en Suiza soñaba con trabajar algún día como corredor de bolsa en un lugar importante, ese era su objetivo, pero después del nacimiento de su hijo, creía que no podía más que aspirar a un empleo simple, en cualquier empresa que no le absorbiera demasiado tiempo, tenía enormes deseos de realizarse como madre, inocentemente se aferraba a que fuera realidad pero la jugada de James le había cambiado la vida totalmente, de eso no le cabía la menor duda, sin embargo, después de ocho años, de repente aparecen dos correos que le indican que su búsqueda está por concluir,
inmediatamente le llega la invitación a una entrevista de trabajo donde le estaban ofertando una oportunidad para trabajar en lo que ella estaba convencida era la mayor institución financiera del mundo entero. Todo parecía ser un sueño, definitivamente no podía ser cierto, sonaba tan impresionantemente hermoso que no podía ser verdad, debía de ser un sueño fuera de serie, seguramente se trataba de un juego, o cualquier otra cosa pero no de un hecho real. Sus pasos se dirigieron en automático a su oficina para descansar justo en el sillón de su escritorio, su cerebro estaba trabajando a marchas forzadas, un golpe de suerte como ese no se podía ignorar ni hacer esperar a la persona que había enviado ese correo a su jefe. Casi a la par, cruzo una idea por su cabeza, si ella decidiera viajar a Londres para asistir a esa entrevista y si efectivamente decidían contratarla para trabajar ahí, las opciones de encontrar a su hijo se incrementaban, porque suponía que James seguiría trabajando justamente en Londres, como corredor de bolsa y posiblemente Anthony estaría con él. Esas y muchas más ideas rondaban por su cabeza hasta que aterrizó en un inconveniente en el que hasta el momento no había reparado, y ese eran sus padres. ¿Qué se supone que les diría?, ¿cómo se lo tomarían?, porque una cosa era vivir en Querétaro e ir a visitarlos cada fin de semana y otra muy diferente irse a vivir a Londres, ese asunto ya cambiaba la perspectiva de las cosas, porque seguramente no podría venir a visitarlos tan seguido. En relación con lo económico podría dejarles un fideicomiso que les diera el sustento que requerían para vivir como hasta el momento lo habían estado haciendo, pero la atención que ella les daba, nadie se las proporcionaría, ni siquiera sus hermanos o hermanas, no por nada habían seleccionado ciudades lejanas para buscar y encontrar trabajo. Tres de sus hermanos estaban casados viviendo en el norte del país mientras que una de sus hermanas vivía en Chiapas, la que más cerca vivía estaba en Pachuca pero ninguno de ellos estaba interesado en visitar seguido a sus padres, de hecho ella era la única que se había acomodado la responsabilidad de sus padres sin apoyo de nadie, algunos ni siquiera llamaban a sus «viejitos». Esta parte empezaba a torturarla, por un lado estaba la oportunidad de realizarse profesionalmente al mismo tiempo que terminaba de encontrar a su hijo, por el otro, estaban sus padres, grandes, enfermos y con pequeños conflictos de pareja que ella tenía que arreglar cada vez que iba a Tequisquiapan, por si esto no fuera suficiente, debía pensar en qué le iba a decir a Ricardo, no podía olvidarse que él había confiado en ella, la había apoyado en muchas ocasiones, aunque eso no dejaba de lado la serie de discusiones que se habían dado entre ellos por causa de
sus diferencias de opinión, pero eso era lo de menos, al final le había dado un empleo en el que llevaba laborando casi ocho años. No podía ser tan desagradecida como para irse sin decir nada. Aunque también existía la posibilidad de que no se interesaran tanto en ella y que tuviera que regresar al mismo lugar en el que se encontraba en ese justo momento, que no sonaba tan mal pensando en sus padres y en lo habituada que estaba al carácter de Ricardo, así como al resto de la empresa, la familiaridad con la que se movía en México en los diferentes ámbitos de su vida le daban la comodidad que solo la seguridad de saber y conocer a la perfección el terreno que pisaba y en Londres… no era que no le gustasen tanto los cambios, pero algo así, tan rápido, tan intempestivo, daba mucho que pensar de la persona que firmaba el oficio, ahora bien, la pregunta más interesante estaba en el aire: «¿Qué debía de hacer?» El tiempo transcurrió sin que se percatara de ello, como no tenía la menor idea de lo que iba a ocurrir, decidió enfrascarse en los movimientos del día, ya había avances importantes así que debía de recuperar el tiempo perdido en tantas sorpresas y si bien era cierto que no estaba al 100% su atención, también lo era el hecho de que conforme pasaban los minutos, la seguridad, el carácter, la personalidad de Diana, regresaba a su cuerpo mientras dejaba la toma de decisiones más trascendental para después. Ahhhhh!, Diana suspiró, no había nada como el estrés del trabajo mismo, la adrenalina de la compra y venta de acciones al mejor postor, el reloj en contra y las exigencias de su jefe aguijoneaban sus cálculos numéricos, liberándola de toda preocupación adicional, a fin de cuentas eso tenía una solución en fracción de minutos e incluso segundos, pero la estrategia que debía de implementar para salir de la posición en la que se encontraba a título personal, resultaba ser algo más que un simple reto, esa era la pregunta más difícil del examen que la vida le estaba haciendo. Terminado el tiempo de acción en las bolsas donde manejaba acciones para Ricardo habían cerrado, el balance y la estadística propia de la empresa, indicaban una ganancia del 1.8%, no era el resultado que su jefe esperaba pero tampoco sonaba muy desalentadora. Para Diana era perfecto, considerando que no había iniciado en tiempo y forma, ni que decir del trabajo que le costó el poder concentrarse en lo que estaba haciendo. Ese día las cosas habían sido excepcionales. Justo cuando acababa de imprimir el informe que debería entregar al señor Garza, encontró el oficio que la había desconcertado, casi lo olvidaba creyendo que se trataba de un sueño más, tomó la hoja y la volvió a leer para regresar a sus pensamientos relacionados con sus padres, con lo que
seguramente diría Ricardo en contraposición con lo que ella pretendía que ocurriera en Londres, solo que no había garantía alguna en este sentido lo que complicaba un poco las cosas. La cabeza empezaba a dolerle cuando decidió que la hora de hablar con su jefe había llegado, debía de ser muy convincente en lo que le dijera en relación con el cierre de la bolsa pero más aún con la explicación sobre el oficio que tenía entre las manos y dependiendo de lo que resultara de esa conversación, ya vería la forma de hablar con sus padres en cuanto le fuese posible. Pensando las cosas así, era como dejar al destino la última decisión, que en esos instantes parecía estar en mejor lugar que ella, solo había un detalle, seguía sin tener la menor idea de lo que iba a decir o a pasar. La incertidumbre empezó a ponerla nerviosa, respiró profundo, cerró un poco los ojos y casi enseguida, se armó de valor y se levanto de su sillón para encaminar sus pasos a la oficina de Ricardo Garza, la hora de la verdad se había llegado y no tenía más que enfrentar la situación, fuese la que fuese, debía ser tan fuerte como siempre, no se podía derrumbar con tanta facilidad, las muestras de valor en su pasado no existían ya, la prueba final estaba exactamente frente a sus ojos, detrás de la puerta a donde estaba tocando, lo único que alcanzó a hacer fue encomendarse al Creador. —Buenas tardes Señor Garza — saludo cortésmente. —¿Ya revisaste los documentos que te di en la mañana? —contestó Ricardo cortantemente. —Sí, y de hecho, hice una revisión rápida de los movimientos realizados en las últimas dos semanas. Los datos son correctos en cuanto a los movimientos, en lo relacionado con las ganancias es lo que supone la persona que realizó el informe, en realidad los resultados están por encima en un 2.2% contando los intereses recibidos en la cuenta final que asegura las ganancias obtenidas. —¿A sí? — el sarcasmo de Ricardo pretendía disimular su coraje y frustración. —Usted mismo lo puede corroborar, con los informes que le entregue en las fechas que se señalan aquí —No hay necesidad, para eso te pago y ya lo has hecho ¿no? Carajo, — explotó Ricardo — eso me importa un bledo, lo que quiero que me expliques es ¿qué demonios significa ese maldito oficio del Banco Internacional?, ¿qué fue lo que hiciste que llamó su atención? — pocas veces Diana lo había visto así, sus gritos
invadían toda la oficina — ¡contesta ya, por Dios! —No tengo la más remota idea — Diana estaba muy nerviosa pero trató de guardar la serenidad para ocultar la ebullición que estaba experimentando en su interior — estoy tan desconcertada como usted. —Entonces, ¿qué se supone que significa «por salud financiera»? —Miré no conozco a ese tal Terence Greychester para poder decirle a qué se refiere, lo que queda muy claro es que, si de verdad la carta viene del Banco Internacional, el asunto va en serio y solo Dios sabe lo que ese hombre pueda ser capaz de hacer en términos económicos que pueda afectarnos, como empresa. —Déjame ver si te entiendo, ¿me estás diciendo que esa frase puede ser una amenaza de ruina? — Ricardo se sentía ofendido — por Dios Diana, eso ya me ha quedado más que claro, no ofendas mi intelecto por favor. —Perdón pero en todo caso habría que investigar a ese hombre y en función a lo que encontremos podremos dar una respuesta a su solicitud, desde luego, anteponiendo los intereses de esta empresa — la voz de Diana sonaba muy razonable, solo que su jefe no estaba de humor para eso. —¡Excelente razonamiento!, y debo pensar que quieres que pague a alguien para que haga ese trabajo ¿no? —No hay problema, yo puedo hacer eso por la noche y mañana… —Mañana nada carajo — la interrumpió — se suponía que ya debías de haber hecho eso y traerme esa información en este instante — Ricardo hizo una pausa para tomar aire antes de continuar — ya lo hice yo — su voz se escuchaba abatida por una enorme congoja — no hay nada en el internet, toda su información aparece clasificada y se requiere de claves específicas que imagino él debe de tener. —Quizás un hacker pueda ayudar en esto — sugirió Diana. —¡Otra vez con lo mismo!, no hay necesidad. Llamé a unos os que tengo en New York y Washington, ambos me dicen que no voy a poder encontrar nada sobre Terence Greychester, ellos han escuchado algo sobre él.
—¿Y? — Diana estaba intrigada. —Es una persona muy importante en el Banco Internacional, su lugar está justo detrás del director y a la cabeza del consejo que son la parte medular de semejante institución Ricardo observó con detenimiento la expresión de Diana con la intención de encontrar algo que le diera pie para pensar en una traición por su parte pero no vislumbró nada. Diana, por su parte se sentía consternada, su rostro permanecía inmutable pero su interior se debatía en un torbellino de ideas, sentimientos, pensamientos y emociones encontradas que no le concedían la menor tregua. El silencio que se había generado en el lugar hacia que el tiempo se detuviera alrededor de ambos a la vez que la situación se hacía embarazosamente incómoda. Finalmente fue Diana quien dijo: —Por lo visto ya todo lo tiene investigado ¿no? — no tuvo respuesta alguna a su comentario — entonces, ¿qué procede? — quiso saber. —¿Qué procede?, ¿es que hay un procedimiento para esto?, o ¿es que no es evidente la respuesta? —Supongo que sí lo es, pero me interesa saber ¿qué es lo que piensa hacer? —Es que no hay nada que hacer, ese tipo te quiere allá, bajo semejante amenaza no me queda más que estar de acuerdo con su solicitud, si tú decides irte o quedarte, no cambia en nada lo que a partir de mañana será todo esto, la pregunta es: tú ¿te quieres ir a Londres? —No lo sé — la respuesta automática de Diana pareció darle esperanzas a Ricardo por unos segundos. —Me encantaría que te quedarás, pero creo que no lo puedo permitir, por lo que me dicen, tiene algo de poder ese mal nacido así que, si esta empresa ha significado algo para ti, creo que lo mejor para todos es que prepares las maletas. —¿Y si no es lo que pensamos?, es decir, ¿qué tal que en la entrevista las cosas no salen bien y finalmente no me contratan? — la necesidad de asegurarse un trabajo hizo que Diana formulará la pregunta casi sin tener conciencia de ello. —¡Ojala que así sea! ¡roguemos a Dios porque así sea!, en tales circunstancias
podrás regresar y entonces negociaremos tu regreso a la empresa, pero mientras eso sucede… — Ricardo no termino la frase, su garganta estaba amenazada por un enorme nudo de impotencia, rabia y sentimiento No sólo estaba perdiendo una asesora cualquiera, se trataba de una experta en el manejo de las finanzas, lo mejor que había podido encontrar para sacar de la eminente banca rota a la que estaba llevando a su empresa. En otro sentido, se iba la mujer que había aprendido a desear con todas sus fuerzas sin siquiera haber podido ponerle un solo dedo encima, siempre se las había arreglado para zafarse hasta de las situaciones más comprometedoras y ahora, con la sencillez de un cielo despejado, se le iba de las manos ese bombón. Diana le extendió el brazo para despedirse, las palabras finales habían sonado y no quedaba más que hablar, Ricardo ya había cedido, lo que la dejaba sin opciones, solo restaba hacer lo propio, debía hacer los arreglos necesarios para dejar sus asuntos en orden al igual que los de la empresa antes de entregar la oficina a quien Ricardo decidiera dejar a cargo de sus funciones y finalmente, debía hablar con sus padres en breve, exponerles las nuevas condiciones que la vida le ponía enfrente, solo esperaba que sus padres lo comprendieran con la suficiente madurez para poderse irse más tranquila.
Capítulo XVI
James no terminaba de comprender el por qué Terry lo había enviado a casa en momentos tan importantes para el consejo no obstante le quedaba muy claro que algo no iba tan bien como parecía. Ya había transcurrido una semana desde que regresara a su actividad normal y bajo ninguna circunstancia se había topado con Terry, en varias ocasiones trato de buscarlo para hacerle llegar el informe impreso de las actividades diarias en las bolsas de interés para su jefe y sin embargo no lo había querido recibir, no cabía la menor duda, algo no estaba funcionando de manera adecuada. No había que olvidar que Terry era todo un experto en el gourmet financiero a nivel mundial, no en balde se encontraba donde estaba. Desde que regresará a la oficina, se había dedicado a retomar la lista que de nuevos inversionistas, se enfocó en las empresas que estaban teniendo movimientos de mayor efectivo porque posiblemente esos serían los que destacarían en las garras de Terry, eso le estaba tomando su tiempo, la ventaja era que ya tenía un conocimiento completo de las empresas y del tipo de corredores de bolsa que trabajaban para cada empresa, algunos hacían uso de los que los mismos bancos del país les proporcionaban a cambio de un salario fijo, la desventaja era que ellos manejaban las cuentas de varios empresarios lo que abría la puerta a los errores, otros preferían pagar a una persona que se dedicará en exclusiva a sus propios recursos brindándoles la seguridad de que no les darían a ganar a nadie más que a los dueños de la empresa, mismos que se comprometían a dar un porcentaje mínimo de las ganancias a manera de salario por lo que si ganaba la organización que representaban, ellos mismos incrementaban sus ingresos en la misma medida. Cuando finalmente concluyó con la enorme lista empezó con los que invertían cantidades moderadas y al final analizaría las que destinaban una cantidad mínima. Así pensaba trabajar cuando de repente notó que había una empresa que estaba ganando casi todos los días, en diferente cantidad pero siempre ganaba, lo curioso era que las ganancias no se reflejaban en la cuenta que estaba dada de alta en los bancos autorizados. No es de extrañar que llamara la atención de James una situación semejante de modo que dejo la taza de café que tenía en la mano y empezó a profundizar en la información relacionada con esa empresa e
inmediatamente aparecieron los detalles de la misma, al parecer se había dado un cambio repentino, en los resultados de los últimos días había fluctuado la inversión que se había hecho en cada caso, todo parecía indicar que se habían agregado algunas variables en esa empresa. Minutos más tarde tenía en pantalla los datos generales de la empresa, estaba ubicada en la ciudad de Querétaro en México, se trataba de una organización dedicada a armar vehículos de transporte de contenedores, los ingresos que manejaba la ubicaban como una excelente candidata a ser despojada, solo que no iba a ser tan sencillo como parecía porque los estados contables de la misma indicaban unas finanzas bastante sanas, no aparecían errores en sus movimientos, estuvo revisando a detalle cada apartado del departamento contable y financiero, esa era una de las grandes ventajas de trabajar en el banco internacional, siempre se podía acceder al interior de la empresa que él quisiera, solo tenía que activar el detector de claves y ya estaba listo el sistema para ser visitado por personas ajenas sin dar señal alguna de estar asomando las narices en la parte más delicada de la empresa. James estaba sorprendido al ver la forma tan perfecta en que estaba organizada la información y ni que decir de los manejos de la empresa, definitivamente el dueño debía ser una copia de Terry al estilo mexicano, fue entonces cuando la curiosidad por saber quien estaba a cargo de ajustar todo ese caudal de información tan metódicamente perfecta, así que puso manos a la obra. Prácticamente le estuvo dedicando varias horas a ese asunto sin obtener el menor éxito, las claves de a ese apartado del sistema operativo de la empresa estaba bloqueado para todo intruso. Eso sonaba imposible, en México se suponía que no contaban con la tecnología para proteger ningún tipo de información además, los datos que con facilidad había obtenido eran más relevantes para la empresa que el ocultar información sobre uno de sus empleados, eso era absurdo, no lo podía creer. Al principio pensó que se trataba de un error al momento de activar el programa, al hacer la correspondiente revisión y corroborar que no funcionaba, buscó otras muchas formas de ingresar aunque en todas y cada una de ellas la frustración de un error que no le permitía acceder a lo que le interesaba solía repetirse en cada intento por acceder al sistema. Al final del día, James había terminado con un genio de los mil carajos, la información que deseaba seguía bloqueada y antes de dar con un punto débil en el sistema para acceder, lo único que había conseguido había sido activar la alarma del sistema que se manejaba al interior del corporativo, lo que lo obligo a dejar de intentar acceder, por lo menos durante algunos días debería de olvidarse de ese asunto, aunque… no podía negar que estaba impresionado y la curiosidad por conocer al responsable de armar ese tablero se estaba convirtiendo en una
perfecta obsesión que tarde o temprano descubriría. Durante el camino de regreso a casa y en toda la noche estuvo pensando en ello, cómo habrían conseguido bloquear el sistema, algo no iba bien eso le quedaba más que claro, en esos momentos, lo único que se le ocurría era que al día siguiente a primera hora iría a ver a Terry y, sin importar el tiempo que tuviera que esperar, no se apartaría de la puerta de la oficina de su superior hasta tener una entrevista con él, debía de informarle sobre el particular, juntos podrían encontrar la clave de ese asunto para finalmente resolverlo de la manera más conveniente a sus intereses. La idea no le hacía mucha gracia porque eso significaba poner en evidencia su ineptitud sin embargo, si más adelante sucedía algún tipo de fracaso en el proyecto, seguramente tendría muchos más problemas de los que el día le prometía tener por su falta de capacidad. Al día siguiente, cuando se dirigía a su trabajo, continuaba dándole vueltas a ese asunto hasta que por fin llegó a una conclusión sensata fundamentada en razonamientos más concretos y objetivos, en primer lugar: ese tipo de detalle no le pasarían por alto a Terry, seguro que ya lo habría observado, porque no era ningún secreto que cada palabra de los informes que recibía a diario como fruto de los trabajos y esfuerzos del día, de la semana y del mes, eran meticulosamente corroborados por él mismo. Todo mundo sabía que no confiaba en nadie que no fuera él mismo. En segundo lugar, en México, un país tercermundista no existía el tipo de tecnología infranqueable para acceder a cualquier clase de información, sin importar de qué se tratará, incluso podían leerse los pecados del más mísero habitante de ese país, hasta los sueños del presidente pasando por los anhelos del cardenal, en pocas palabras, no existía secreto alguno en ese tipo de países, lo que llevaba a James a preguntar ¿de dónde sacarían la tecnología necesaria para bloquear los datos de alguien? Y las preguntas más interesantes eran ¿Quién era esa persona?, ¿Realmente era tan importante esa persona para protegerla de ese modo?, ¿De verdad lo valía? Todas estas preguntas no hicieron más que incrementar su deseo de saber y conocer a ese individuo que contaba con un espectro de seguridad que ya quisieran los altos funcionarios o empresarios de ese país. Considerando que lo más importante solía ser la empresa, el o los dueños con sus respectivas familias y jamás habría un espacio para los empleados, James siguió este razonamiento, ¿por qué una empresa estaría interesada en ocultar la información de una persona cuando el resto de la misma se ve de forma tan transparente?, esto solo podía indicar que la persona a la que
ocultaban debía de ser muy importante para ellos, y por su actuar en las bolsas de valores en que se movía la empresa, no le cabía la menor duda de su eficiencia y eficacia. En este punto no culpaba a la empresa, por el contrario, la entendía perfectamente, pero eso no significaba que sus dudas estuvieran tan disueltas como el azúcar en el café que tenía en el porta vasos de su auto. Acotados los puntos anteriores solo cabía sintetizar los detalles para llegar a la hipótesis de que Terry ya estaba enterado y que posiblemente pudiera ser justamente él quien estaba tratando de ocultar la identidad de esa persona, y eso no resultaba ser una simple idea al azar porque Terry tenía los medios y la capacidad para bloquear una computadora o un sistema entero en cualquier lugar del mundo con solo teclear unos cuantos algoritmos que por cierto él desconocía, la programación de sistemas nunca había sido su fuerte, odiaba todo lo que no le diera directo a la información o al dinero que deseaba en el momento en que lo quería y en el lugar donde se encontrará. Partiendo de la afirmación de que todo fuera verdad, cosa que empezaba a despejar sus dudas sobre el asunto, que así fuese, entonces Terry, efectivamente, traía algo entre manos en contra de él. La deducción se debía a la seguridad que tenía de ser el brazo derecho de Terry y si precisamente se lo estaba ocultando a él, seguramente sería por algo y vaya que eso de dar sorpresas agradables no formaba parte de la personalidad de su jefe no obstante, lo contrario, la malas noticias, siempre estaban latentes en el aire alrededor de ese hombre. Pensando así y recordando la forma en que lo había invitado a tomarse varios días para después negarse a verlo… reflexionando sobre estas ideas, de pronto, todo empezaba a cobrar sentido, algo estaba tramando y si no ponía mayor atención a los detalles para adelantarse a los pasos de su superior, seguramente el próximo en vivir problemas bastante serios, sería él. Mientras James pensaba y detallaba su situación, Terry, por su parte, preparaba todo para la entrevista con Diana, misma que celebraría ese día a las 11:00 a.m., por lo que sabía, ella había llegado el día anterior y estaba perfectamente instalada en el Novotel London Greenwich, se trataba de un hotel no muy renombrado, lo que una vez más le dejaba muy claro su deseo de pasar desapercibida, no le gustaba llamar la atención, el glamor no era lo suyo, por lo que sus ambiciones no deberían de ser muy altas sin embargo, habría que indagar qué tanta importancia le daba a su hijo, que desde hacía tanto tiempo no veía, con un poco de suerte, podía ser su talón de Aquiles para manipularla a su antojo de modo que, como siempre, él saliera ganando con esa jugada.
Terry se había tomado la molestia de indagar todo lo que la rodeaba. Sabía que sus padres dependían de ella en lo físico, material y espiritual, tenía conocimiento de que se trataba de una mujer muy sensible por lo que deducía que su partida debió de haber sido muy difícil pero si así lo había decidido, seguramente se debía a la cuestión relacionada con lo del hijo, que bien podía estar en medio de su corazón así que se tomo la precaución de pedirle a su chofer Albert que investigará lo que pudiera sobre la vida privada de James. La eficiencia de su chofer no lo defraudaba nunca y ese caso no fue la excepción. Albert le había informado que efectivamente existía el chico, que lo tenía viviendo en Escocia, si es que a eso se le podía llamar vida. Al parecer tenía al pequeño inscrito en todas las instituciones habidas y por haber en esa isla. El chico tomaba clases de arte, idiomas pero principalmente, asesorías en materias como matemáticas, lectura, redacción y oratoria; tenía ocho años y durante todo ese tiempo jamás había salido de vacaciones con su hijo, de hecho casi no lo veía. El chofer de James prácticamente se había convertido en niñera, amo de casa e institutriz, o mejor dicho, padre sustituto para el chico; según la foto que le había dado Albert y que dicho sea de paso, había sido tomada semana y media antes, había dejado sin palabras a Terry, después de haberla visto, no le cabía la menor duda de que se trataba del hijo de James, el parecido físico resultaba increíble, no existía rasgo que no perteneciera originalmente a James, definitivamente no había necesidad de un estudio de ADN, el niño era suyo sin más comentarios. Sonó el teléfono de su oficina, dejo que gritará unos cuantos tonos antes de contestar: —Sí Lisa. —El señor Scotland acaba de llegar —contestó la voz de Lisa. —Bien, mantenme informado de lo que hace —Sí señor, aunque hoy se le ve raro, como diferente — el tono confundido de Lisa introdujeron la duda en Terry. —¿Te dijo algo? —No, simplemente entró a su oficina pero se ve desvelado, agotado pero sobretodo, está como en su mundo. —Está bien, solo vigílalo y si tienes oportunidad, trata de investigar qué le pasa.
—Como ordene señor. —Lisa, cuando llegué la señorita Diana Castañón, asegúrese que no la vea el señor Scotland, no importa lo que tenga que hacer solo sea discreta, que ella no se percate de que la está ocultando de alguien y en cuanto pueda, me avisa para pasarla a mi oficina enseguida. —Bien señor —contestó Lisa con rapidez. —Otra cosa, que nadie se entere de la visita de la señorita Castañón a este edificio así que haga los arreglos necesarios para que nadie la vea entrar, ¿usted me entiende verdad? —Claro señor Greychester, no se preocupe. —Bien — termino la llamada. Todo estaba listo, ahora solo había que poner un distractor en la computadora de James para evitar que siguiera hurgando en donde no debía y se mantuviera entretenido el resto del día. Realizó algunos movimientos estratégicos en la bolsa de Londres que seguramente se verían reflejados en W. S., en cuanto se abrieran las puertas cibernéticas para dar inicio con la actividad habitual, tocando, de esta manera, las puertas de la total atención de James, permitiendo que su entrevista con la señorita Castañón pudiera transcurrir sin interrupción alguna. Las horas pasaron y con suma complacencia observó que James estaba angustiado con la jugada que le había preparado, los datos se movían a una velocidad vertiginosa amenazando con hacer perder una gran cantidad de efectivo a los inversionistas y si no hacía algo con la misma rapidez, estaría metido en problemas muy serios, sabía que Terry estaba a cargo de esa mala pasada, él lo podría resolver con un solo dedo pero no, no se lo pediría y mucho menos porque tenía la firme convicción de que se trataba de una prueba más, de esas que tanto divertían a su jefe, ¡vaya gusto el de su superior!, ponerlo a parir un paquete de miles de euros cuando para empezar no era mujer para parir y mucho menos estaba interesado en saber lo que se sentía eso, la experiencia metafórica que vivía ocasionalmente a causa de los «jueguitos» de su jefe le bastaban y sobraban como para aventarse una anécdota muy parecida. El reloj marcaba las 11:00 a.m., menos cuarto cuando Diana llegó al edificio del Banco Internacional, estaba maravillada por la arquitectura del lugar, el gusto
refinadamente sobrio la tenían impresionada, su sueño de entrar a ese monumento erigido al mundo capitalista no podía ser menos que un premio por sus esfuerzos. En esos momentos había olvidado por completo el asunto de su hijo que por cierto no había vuelto a arla desde hacía una semana y días, no sabía qué había pasado pero ya estaba más tranquila de saber que estaba bien. George le había comentado que el chico estaba bien, que la extrañaba mucho pero que no era factible que pudiera comunicarse con él por correo tan seguido porque tenía muchas actividades y el pobre terminaba muerto al llegar la noche, además de que lo podía distraer y esa pudiera ser una pista que su padre podría captar y sobretodo en esos momentos que estaba tan paranoico, siendo esta la principal responsable de que su carácter empeorará a cada segundo que transcurría, el problema radicaba en las consecuencias que como siempre, tendría que pagar el pequeño Tony, así que por seguridad, salud y bienestar, lo mejor era espaciar la comunicación al llegar. Habían acordado que solo le contestaría durante los fines de semana, a ella le hubiese gustado que pudieran platicar en una video llamada, deseaba verlo y corroborar que efectivamente se trataba de su hijo pero George le había comentado que no podía ser posible porque su padre estaba los fines de semana en casa y seguramente que esa comunicación no le haría muy feliz, lo que una vez más, podría traerle algunos inconvenientes a Tony y eso era exactamente lo que el chofer quería evitar así que a Diana no le había quedado más que aceptar esas condiciones en lo que terminaba por encontrar el lugar justo en el que se encontraba su hijo. Ya sabía que vivía en Escocia, pero no tenía la dirección precisa; estando en México eso resultaba importante para hacer planes vacacionales a ese lugar para buscarlo, el único detalle era el tiempo de que dispondría para encontrarlo, pero ahora, estando en Londres, las cosas eran diferentes, el tiempo era importante porque apenas podía contener las ganas de volver a verlo, su consuelo era que ya se encontraba más cerca de él de lo que jamás había estado. Lo primero sería ver cómo iba eso de la entrevista, posteriormente habría que instalarse en un apartamento, mientras se organizaba en términos laborales y después… después podría dedicarse a viajar los viernes por la tarde a Escocia para regresar los domingos por la noche, teniendo a la mano la información necesaria para ar a su hijo. El objetivo era encontrar a su hijo y en cuanto se definieran los primeros dos puntos, aplicaría la segunda parte del plan a la par que concluía la primera, y eso tenía que ver con enviarle un correo a George para informarle de su nuevo domicilio, concertaría una cita para ver a Tony y ya después vería como se las arreglaba para quitarle su hijo a James Scotland, solo esperaba que ya no trabajará ahí porque si la veía y reconocía, todo estaba perdido.
Al entrar encontró a un guardia de seguridad que inmediatamente la interrogó con la intención de saber la razón de su visita, ella saludo al tiempo que mostro el oficio en el que le solicitaba el señor Greychester que se presentará en su oficina a las 11:00 a.m., el oficial, después de llamar por radio a Lisa para confirmar la cita y recibir instrucciones de ésta, le dijo: —Al final del pasillo a mano derecha encontrará un pasillo donde se encuentran los ascensores, usted va a presionar el botón para bajar al estacionamiento, sale y camina hacia el frente unos metros adelante en línea recta encontrará empotrado un ascensor que ya la estará esperando, solo suba y espere a que el ascensor cumpla con su función, no hay necesidad de presionar ningún botón, cuando se vuelvan a abrir las puertas, entonces estará esperándola la recepcionista y secretaria particular del señor Greychester, ella le indicará el camino, ¿Todo claro señorita Castañón? —Sí, claro, gracias — en realidad no estaba tan segura, entre los nervios de la entrevista y la impresión de estar cumpliendo uno de sus sueños ya no sabía si todo era real o solo parte de su más preciado sueño estudiantil. Diana siguió las instrucciones tal como le había comprendido al oficial, le sonaba un tanto extraño el hecho de que tuviera que bajar para tomar el ascensor indicado y eso sin mencionar que no tenía que presionar ningún botón en el interior de la construcción más extraordinaria, eso solo podía significar que había más secretos y seguridad de la que pudiera haber experimentado en toda su vida. Al abrirse la puerta del elevador que la llevaría al piso donde se encontraba la oficina indicada, se topó con la figura de una joven de mediana estatura, piel oscura, bien peinada, con traje sastre un tanto ajustado, daba la impresión de una seriedad excesiva sin embargo su rostro agraciado le sonrió al tiempo que le extendía la mano. —Bienvenida señorita Castañón, el señor Greychester la recibirá en cuanto el reloj marque las 11:00 en punto, por el momento está atendiendo una llamada muy importante, pero pase por favor. —Gracias, perdón ¿su nombre es…? — quiso saber Diana. —Elizabeth, pero todos me llaman Lisa, es un placer conocerla, por aquí por favor —dijo a la vez que hacía un gesto con la mano indicando la dirección en la que debía dirigir sus pasos.
La amabilidad de la secretaría sonaba excesiva y deseaba darle las gracias por sus atenciones pero ella ya estaba en camino hacia un pasillo a mano izquierda del ascensor por el que había subido. Pasaron un módulo que hacía las veces de recepción, una puerta estaba en uno de los extremos de la amplia sala que se extendía alrededor de dicho módulo. Dieron vuelta hacia la izquierda y atravesaron la primera puerta que estaba ubicada al inicio del pasillo. —Si gusta tomar asiento, en unos minutos más la atiende el señor Terence Greychester. —Gracias, muy amable. Lisa salió de la oficina y se dirigió al módulo de recepción, tomó el auricular y marcó el número de una extensión. Después de escuchar un par de veces el timbre del teléfono se escucho la voz de Lisa diciendo: —Señor, la señorita Castañón acaba de llegar y está esperando en la oficina de la derecha saliendo de su oficina, tal como usted lo ordeno. —Excelente, faltan cinco minutos para que den las 11:00 a.m., en cuanto suene la hora exacta la pasa a mi oficina — Terry empezaba sentirse complacido, a pesar de lo que se solía hablar de los mexicanos, Diana había llegado con tiempo suficiente para cubrir el requisito de puntualidad, eso hablaba bastante bien de ella. La previsión de tiempo le daba la oportunidad de salir adelante ante cualquier imprevisto, eso era una buena referencia, esperaba que el resto siguiera con la misma perfección que hasta el momento. —Con gusto señor —contestó Lisa del otro lado de la línea. Ambos dieron por terminada la llamada. La estancia resultaba confortable, agradable a la vista en cuanto al paisaje que se vislumbraba desde ahí, el interior de la habitación lucía un tanto frío pero todos los detalles parecían ser trazados con bastante precisión, lo que reflejaba la importancia de cada función, de cada movimiento, de cada número que se manejará, en fin eso solo podía ser sinónimo de estrés excesivo, por lo que solo esperaba que en realidad valiera la pena. El mobiliario era austero, solo había lo indispensable, un escritorio, un sillón para el ejecutivo y dos sillas cómodas para los visitantes, un librero de madera y más nada, el gusto de la decoración en general se le antojaba sobria pero elegante aunque carente de toda emoción o sentimiento, seguramente sería demasiado fría. Instantes más tarde, escuchaba
que la alarma de su reloj indicaba que ya habían dado las 11:00 a.m., casi a la par del sonido, Lisa volvió a entrar en la habitación —Señorita Castañón, el señor Greychester la está esperando en su oficina. —¿En su oficina?, pensé que me atendería aquí —contestó con simplicidad. —¿Aquí?, no imposible —dijo con una sonrisa amable en los labios — está será la oficina que ocupará usted, cerca de la de él — ante la expresión de sorpresa que se reflejaba en el rostro de Diana, agregó — quiere tenerla cerca, piensa que tiene un enorme talento para las finanzas y por ello la necesita a su lado, debo decirle que muchos aspiran a ocupar este espacio, pero el señor Terence siempre dice lo mismo «aún no ha llegado la persona con la capacidad necesaria para sentarse en esa oficina», pero démonos prisa, al señor no le gusta esperar y considera la puntualidad como uno de los valores supremos más importantes en un ámbito laboral. —Bien — Diana estaba impresionada, ya tenía una oficina cuando ni siquiera había tenido la oportunidad de conocer a su nuevo jefe, considerando que efectivamente le fueran a dar el puesto. Salieron de la oficina, dieron un par de pasos a la derecha para encontrarse con una puerta más amplia, ubicada en el fondo del pasillo, justo en el centro de éste, Lisa tocó tres veces la puerta y enseguida entró para avisar sobre la presencia de Diana: —La señorita Diana Castañón señor. —Bien, que pase — Terry pronunció las palabras sin siquiera voltear a la puerta para ver a la futura nueva empleada — te encargo un café para mí, y a la señorita lo que guste tomar. —En un momento se lo traigo —contestó Lisa a la vez que volteaba para preguntar con la mirada a Diana qué deseaba tomar —Un expreso estará bien, gracias —dijo Diana, en parte estaba nerviosa y en parte se sentía intimidada por la elegancia de la oficina y el hombre que estaba detrás del escritorio, aparentemente revisaba documentos, aunque ella no veía papel alguno.
—Pasa, acércate al escritorio, en unos segundos te atenderá — le dijo Lisa en voz casi inaudible y con un tono de complicidad que hizo sentir un poco mejor a Diana. —Gracias —contestó Diana en el mismo tono. En cuanto Lisa cerró la puerta, Diana empezó a caminar en dirección al escritorio y se quedó parada detrás de los sillones que estaban entre el escritorio y ella. —¿Diana Castañón? —preguntó Terry. La voz de ese hombre sonaba muy varonil, lo que atrajo la atención de Diana en un plano más de género que de trabajo. Después de formular la pregunta, Terry levantó por primera vez la cara de la pantalla que estaba en el escritorio, su aspecto físico no lucía muy guapo, al menos no tanto como la voz sin embargo, al posar sus ojos en los de él, se dio cuenta del atractivo que encerraba su interior, su apariencia hablaba de una persona sofisticada, meticulosa, observadora, con mucho conocimiento y sabiduría. Después de unos segundos de turbación contestó. —Sí, mucho gusto señor Terence Greychester — su voz dudaba sobre si se trataba de la persona con la que se entrevistaría porque ella suponía que debía de ser mucho mayor —Un placer conocerla — la amabilidad de Terry no se dejo esperar, extendió la mano para saludarla mientras que con la otra le indicaba que tomara asiento en cualquiera de los sillones que estaban delante de ella — ¿cómo ha ido el viaje?, ¿tuvo algún inconveniente?, ¿todo bien?, yo espero que sí. —No, no hubo inconveniente alguno, todo estuvo bien, gracias —Bien — en esos momentos entraba Lisa con los cafés y un platito con galletas los colocó sobre el escritorio y paso seguido salió sin pronunciar palabra — verá Diana, sin rodeos, no me gusta perder el tiempo que bien puede ser empleado en cosas más que útiles así que, si no le importa, quisiera hablar con claridad ¿está bien para usted? —Comparto su opinión sobre el uso del tiempo señor —respondió Diana con un toque de franca seguridad en la voz.
—Excelente, creo que estamos empezando bastante bien. ¿el oficio que le hizo llegar mi secretaria a su exjefe en México, lo trae consigo? Sin decir palabra alguna, Diana extendió el sobre con el correo que le había dado Ricardo y la copia de la respuesta que se había emitido, Terry tomo el folder que contenía ambos documentos, lo abrió y confirmó rápidamente la efectividad de éstos. —Bien, la razón por la que te mande llamar es porque quería conocerte y saber si tú eras la responsable de los movimientos financieros de la empresa de armado de trailers en México. —Sí, de hecho ya tengo algún tiempo trabajando en esa empresa para el señor Ricardo Garza. —Me podrías explicar ¿en qué se basan tus movimientos en W. S.? —En realidad no es difícil de deducir, primero genero una carpeta de las empresas que tienen acciones a la venta en la bolsa, sintetizó la información de manera que tenga a la mano los datos más importantes que puedan serme de utilidad al momento de tomar decisiones, posteriormente, ingreso al sistema, buscó las acciones más económicas, observó a qué empresa corresponden, revisó los records de las últimas semanas y los datos que ya he recabado previamente, inmediatamente después decido cuántas y cuáles acciones deberé de comprar. Creo que en eso no hay secreto alguno señor. —Tienes razón, aunque por lo visto, la indagación que haces de cada empresa es a profundidad —¿Perdón?, — Diana estaba sorprendida, ¿cómo podía saber eso si apenas la acababa de conocer? — disculpe pero creo que no estoy entendiendo su afirmación. —Verás, supe que existías gracias a los movimientos que realizabas en W. S., considerando lo que me dices, veo que tu trabajo lleva una enorme carga de cuidados excesivos en cuanto a la selección de acciones, pero sobre todo, en la cantidad que inviertes en cada caso, generalmente no pasas de cierta cantidad cada día y antes de cerrar tu computadora, te aseguras de que al día siguiente siempre haya la misma cantidad de dinero para invertir… nunca más de lo que ya has establecido, si me permites decirlo así, como rango de trabajo.
Diana estaba estupefacta, no tenía ni la más remota idea de quién era ese tal Terence, pero si algo le quedaba muy en claro era que la había estado investigando muy a fondo en sus funciones laborales. Al ver la expresión de Diana, Terry preguntó: —¿Sorprendida? —Definitivamente sí, pero, ¿cómo supo todo eso? — la desconfianza de Diana no podía dejar de hacer acto de presencia ante tales detalles de su trabajo, que por cierto, parecía conocer mejor que el mismo Ricardo Garza. —No pasa nada. Mi trabajo consiste en velar por los intereses económicos de un grupo que forma parte del consejo de este banco, la idea es que ellos obtengan ganancias, el porcentaje siempre debe de ser lo mayor posible para satisfacer sus necesidades y ambiciones, que dicho sea de paso, no conocen límites. —Eso suena lógico pero dígame una cosa, si es que puedo ser directa con usted. —Creí que había quedado claro desde el principio que no me gusta perder el tiempo con rodeos innecesarios y absurdos. —Bien, ¿qué es exactamente lo que gana usted con satisfacer los caprichos económicos del consejo que dice hay en este banco? — Diana sentía cierta curiosidad. —En realidad, mis ganancias dependen de las de ellos no obstante, tengo mis propias estrategias y métodos que me permiten vivir bien sin necesidad de invertir como accionista o empresario, al menos no directa o evidentemente — al ver la duda en el rostro de Diana, aclaró un poco más la idea — es como si fuera invisible en la bolsa, no sé si me comprendes o no, pero lo relevante es que tú no estás aquí para saber sobre eso — Terry empezaba darse cuenta del cómo y el por qué James había entablado una relación con esa mujer. Físicamente era atractiva, guapa aunque no una belleza de concurso de miss universo no obstante, su cerebro inquisitivo, la sed que reflejaba por aprender hasta lo más insignificante la convertía en una mujer por demás interesante. —Si claro, disculpe la indiscreción — Diana agachó la cabeza porque la mirada inquisitiva de Terry la intimidaron hasta hacerla ruborizar. —Vamos mujer no tiene porque ruborizarse, simplemente estamos
intercambiando información que igual nos puede ser de utilidad a ambos, solo quiero decirle que no siempre es sano tener toda la información que uno quisiera, en ocasiones puede ser nociva bajo determinadas circunstancias El comentario de Terry le había sonado más a amenaza que a consejo sin embargo, algo en lo más profundo de su ser le decía que no debía de olvidar aquella frase. —Lo siento, es solo que no puedo evitar hacer preguntas que me ayuden a comprender lo que escucho o veo —contestó Diana. —No se preocupe. El caso es que ahora me gustaría saber ¿de quién fue la idea de abrir todas esas cuentas a través de las cuáles se esparcían los ingresos producidos por los movimientos que hacía de la bolsa? —Esa fue idea mía — hizo una pausa — al principio el señor Garza no había estado de acuerdo pero finalmente aceptó y sencillamente se implemento la estrategia —contestó Diana encogiendo los hombros con gesto inocente. —Sí ya veo, pero ¿por qué esa estrategia? Es decir, ¿cuál es el objetivo de la estrategia? Porque el costo de las comisiones por cada traspaso debió de haber cobrar un monto proporcional a las ganancias haciendo un enorme hueco en las mismas — Terry hizo una pausa para dejar que Diana calibrara bien la magnitud de lo que iba a responder — o ¿estoy en un error señorita Castañón? — el tono de voz de Terry mostraba un jaque mate ineludible, aunque la expresión serena de Diana le indicaba lo contrario. —En realidad no, es lo que bien pudiéramos considerar el «efecto fantasma». Le explico, la idea es abrir una pantalla en los sistemas informáticos de varios bancos, en Latinoamérica en más sencillo de lo que parece, solo hay que hacer las aperturas en forma electrónica, de modo que no son reales, al menos no como tales, después de eso solo hay que programar el sistema de la cuenta de acciones de la empresa para que al llegar a cierto monto en automático se haga el respectivo traspaso del efectivo, lo que por cierto activa una alarma doble, tanto para el banco donde se encuentra registrada el «almacén financiero» que es donde se almacenan los productos de la actividad y la otra se dirige a quien istra la cuenta. Inmediatamente después me llega el respectivo acuse de transacción satisfactoria, y es cuando empieza el juego de «corre y alcanza» porque el Banco encargado de recibir los productos de los movimientos en la
bolsa empieza a rastrear ese dinero, para ello requiere resolver una serie de algoritmos que van desde lo simple y sencillo hasta lo complejo, conforme se van cambiando los fondos de un banco a otro, de un país a otro. Ahora bien, en el punto previamente programado, se hace la transferencia en tiempo real, de modo que mientras los sistemas se divierten jugando a «policías y ladrones» justo bajo esa pantalla, se lleva a cabo una sola transferencia bancaria sin ser vista — Diana hizo una breve pausa para encontrar las palabras adecuadas — en este punto es necesario recordar que cada cuenta tiene derecho de hacer una transacción bancaria diaria por una mínima cantidad, misma que aprovecho pero además, el sistema pierde su propio control ante la supuesta fuga y rastreo de recursos, lo que facilita el realizar varias transacciones al día sin registrarse y, al no poder localizar la ubicación final de cada transacción, se consigue pasar desapercibido cualquier movimiento que se realice. —Muy ingenioso. Veo que te las arreglas bastante bien para idear los movimientos más estratégicos sin dejar huella alguna, eso te convierte en la dueña y señora de los corredores de bolsa más experimentados, te felicito. —Muchas gracias por el cumplido pero en realidad no es necesario — en su fuero interno, Diana estaba más que orgullosa de sí misma por las palabras que acababa de escuchar. —Pero ahora tengo curiosidad por saber, después de tanto ajetreo, mismo que se repite cada día, ¿cómo es que nadie se ha tomado la molestia de investigar la ruta que siguen esos fondos? Porque no creo ser el único que ha observado esta maniobra tuya. —¿Me permite hacerle una corrección antes de responder a su pregunta señor Greychester? — Diana se apresuró a preguntar. —Por supuesto. —Gracias. Haciendo honor a la verdad, esa maniobra, como usted la llama suele activarse de dos a tres veces por día, depende de los movimientos que se hagan y del tiempo que me lleve juntar la cantidad límite. En cuanto a su pregunta, el secreto está en no hacer grandes inversiones económicas para no llamar la atención y en no dejar de participar en la juerga financiera, de ese modo nadie se percata de que es lo que en realidad está pasando, después de todo, cada quien está atento a sus propios intereses y por ende no suele conceder tanta
importancia a lo que los demás hacen, mientras no los perjudiquen, claro está. Aunque, bueno… también debo reconocer que el hecho de ser mujer también tiene sus ventajas, pequeñas quizás, pero sin duda muy efectivas. —Empiezo a darme la idea de lo que quieres decir pero, si no te importa, prefiero que me lo aclares. —Cuando se es mujer y se trabaja en un mundo de hombres, generalmente se piensa que una es retrasada mental y que jamás podrá hacer nada bien, por lo menos no laboralmente hablando, lo que hace que se confíen ignorando que existo lo que me hace aún más invisible ante los ojos de los demás. —Sorprendente, sin embargo tengo entendido que tienes una muy buena reputación en esto o debo decir ¿fama? — Terry estaba impresionado y fascinado por esa mujer. —Me halaga su comentario — Diana se ruborizó ante el comentario y por ello hizo un breve silencio antes de continuar — el caso es que al momento de trabajar muchos pueden esperar y seguir cada uno de los pasos que doy y resulta ser de gran ayuda porque ellos son fieles testigos de que no hago otra cosa que continuar manipulando en la pantalla de la computadora, lo que hasta ahora solo usted y yo sabemos es que para esa clase de manejos, la tecnología suele ser un excelente auxiliar. —Definitivamente eso no me lo tienes que decir a mí que ya lo he podido observar con mis propios ojos, pero dime, ¿quién es el autor del programa que utilizas? —Es un programa que ya tiene sus años — Diana estaba pensando si decirle la verdad o no, pero ante la expresión curiosa de Terry, decidió hacerlo — de hecho lo diseñe cuando estudiaba la maestría en Zuiza hace ya ocho años aproximadamente, desde entonces lo utilizo solo para mis finanzas personales, en realidad nunca lo había empleado en mi trabajo — ante la mirada inquisidora de Terry concluyó diciendo — hasta ahora no lo había considerado esencial para el éxito de los objetivos empresariales. —Creo que la palabra sorprendente es demasiado corta para la magnitud de lo que has hecho — Terry estaba realmente impresionado por esa mujer como nunca antes lo había estado por alguien.
Al concluir la sesión, Terry hizo un balance del cómo había transcurrido la entrevista, había estudiado todos y cada uno de los gestos del lenguaje corporal de Diana y a esas alturas, ya había confirmado su decisión, tenía muy claro que no había un mejor prospecto para ocupar el puesto de su brazo derecho que la mujer que tenía justo frente a él. Se levantó del sillón, giró su cuerpo hacia la ventana que estaba a sus espaldas y miro hacia el paisaje que se extendía frente a sus ojos, lo que su interior estaba experimentando era equiparable al éxtasis completo de la autorrealización, después de mucho buscar, finalmente había encontrado a una persona que efectivamente estaba demostrando su capacidad y astucia para el mundo financiero, ya solo faltaba poner a prueba su fidelidad hacia él, pero eso solo con un poco de tiempo se daría sin ayuda de prácticamente nada. Ahora lo que tenía que hacer era empezar con su capacitación en la materia, y de eso pretendía hacerse cargo él personalmente, no cabía la posibilidad de que alguien más tocará ese cerebro, él lo había descubierto y lo pensaba cuidar en extremo, por lo menos hasta que concluyera con su aprendizaje sobre sus propias habilidades y con el tratamiento que requería para pulir los detalles de la pieza, al finalizar la etapa de preparación, ella misma podría defender sus neuronas de todo y contra todo. En cuanto a los inversionistas y los corredores del banco, no debían saber nada sobre su descubrimiento, por lo menos no hasta que llegará el momento adecuado. En cuanto a James, no debía ni siquiera de sospechar sobre la presencia de Diana, en esa parte solía ubicarse la clave de su plan. Daría instrucciones a Lisa para que se hiciera cargo de eso, y por el hospedaje, se quedaría en el apartamento que tenía justo en esa oficina, debía de dar las instrucciones necesarias para evitar que saliera y cualquier incauto pudiera tener la oportunidad o suerte de verla accidentalmente. Unos minutos más tarde, Terry regreso a su escritorio, apoyo ambas manos en el mismo y dijo con determinación: —Creo que tienes talento para las finanzas, también creo que la hora de las confesiones concluyó así que vamos a hablar de negocios. Me gustan tus estrategias, solo habría que pulir algunos detalles, hasta el momento has limpiado cada una de tus huellas con cautela y astucia no obstante el trabajo que hacemos aquí tiene una pequeña variante, la idea es que los accionistas confíen en nosotros y terminen endeudados con nosotros, posteriormente, podemos reclamar el cobro de intereses o embargar las empresas que consideremos nos puedan generar mayor utilidad. Hay varios aspectos que la mayoría da por sentado siendo que no es la mejor opción así que es necesario contar con alguien
que tenga muy buen ojo financiero para detectar esos pequeños incidentes que bien pudieran llevar a los inversionistas a la quiebra, debemos cuidar sus intereses que a fin de cuenta son los nuestros ¿está clara la idea? —Me parece más que lógico el planteamientos y no creo tener mucho problema con eso. —No hay porque preocuparse, yo mismo me encargaré de tu capacitación —dijo en voz cortante — lo primero será instalarte provisionalmente en un lugar seguro, nadie debe verte salir o entrar al edificio, debes de ser invisible incluso para las cámaras de seguridad. Así que vivirás aquí adentro, por lo menos mientras estés en condiciones de ser presentada —Perdón señor, pero ¿Eso significa que no podré salir de aquí para nada? Y ¿a qué se refiere con «condiciones de ser presentada»? — Diana no esperaba esa bomba, lo que logro bloquear en un solo segundo todas y cada una de sus neuronas, por lo que pareció no entender nada. —Definitivamente no podrás salir, al menos no hasta que termine tu entrenamiento, pases algunas pruebas y puedas estar en condiciones de ser presentada al consejo del banco y a algunos colaboradores que fungen como corredores de bolsa de aquí, la idea es que podamos pulir algunos detalles que están relacionados con los programas de seguridad que se manejan aquí, así como las estrategias, objetivos, planes y proyectos que actualmente se están aplicando y que debes de cuidar el no tocar, en algunos casos, en otros podrás tocarlos pero hasta cierto punto y no más allá, de lo contrario se puede armar una enorme explosión en una buena parte de las bolsas del mundo. —Bien ¿Y eso cuando va a ser?, solo por curiosidad — quiso saber Diana. —Unas cuantas semanas o algunos meses, no lo sé, todo dependerá de tus avances. —Siendo así, me gustaría saber cómo voy hacer para hacer las compras de comestibles, ropa y otras cosas personales que voy a necesitar — lo que Diana pretendía era encontrar la forma de poder salir para hacer sus indagaciones sobre su hijo. —Por eso no te preocupes, yo me encargaré de que nada te falte. La puerta que está ahí, —dijo señalando una puerta al fondo de la habitación en el rincón del
lado izquierdo del escritorio — conduce a mi departamento privado, por el momento ese será tu espacio, más adelante ya se verá qué otro lugar cumple con los requisitos para poder vivir en él como corresponde a tu capacidad. —¿Su departamento? — la idea no le hizo mucha gracia a Diana — perdón no quiero ser mal agradecida pero me gustaría poder escoger el lugar donde viviré — la mirada que Terry le lanzó la intimidó — lo digo porque me gustaría tener algo de privacidad. —No te preocupes, no creo que vaya a haber mucho tiempo para eso, y si te preocupa el que pueda «visitarte ahí» olvídalo, un pequeño paseo para llegar a casa no me caerá nada mal. Sin darle oportunidad alguna para contestar o reaccionar, tocó una parte del escritorio y casi enseguida entró Lisa, le dio instrucciones sobre lo que requería y el trato que esperaba que tuviera para con ella. A partir de ese momento Diana viviría ahí, sin saber por cuánto tiempo, lo que no cabía ni siquiera imaginar era el hecho de que no estuviera vigilada, por lo menos así se sentía. —Y otra cosa Lisa, mandé al chofer a recoger las pertenencias de Diana a su hotel, que liquidé la cuenta y las traiga inmediatamente. No se le olvide recordarle la palabra discreción —No señor. —Dígale a los inversionistas que no podré verlos en las próximas semanas, que estoy sumamente ocupado analizando unas estadísticas o lo que se le ocurra, pero no quiero ver a nadie. En caso de urgencia alguna, deles una cita y comprométase a confirmar pero no lo dé por hecho, en su momento ya decidiré si es conveniente o no. —Sí señor. —Puede retirarse Lisa. —Permiso. Después de que Lisa saliera, Terry hizo el acuerdo sobre las ganancias que ella obtendría, las prestaciones, ventajas y beneficios, lo más importante era que descansará porque al día siguiente darían inicio las asesorías. Diana estaba
desconcertada, no sabía que estaba pasando pero si algo entendía era que su vida estaba girando a una velocidad realmente vertiginosa.
Capítulo XVII
A pesar de la edad de Tony, George debía de reconocer que su idea de haberle enviado un mail había sido genial porque horas más tarde, le había contestado con gran interés, el único detalle que no había contemplado era la comunicación que se establecería entre ambos y considerando los cursos de verano aunado con las clases que normalmente absorbían el tiempo de Tony, le sería casi imposible poder mantener una relación virtual sin meterse en serios problemas con James. Tales circunstancias lo habían obligado a escribirle a Diana para pedirle su paciencia y que aceptará que solo le enviará Tony, algunos correos durante la semana, para su mayor fortuna ella se había mostrado muy comprensiva aceptando las condiciones. Todo parecía ser perfecto hasta que ella dejo de contestar los correos de Tony, asunto que tenía muy angustiado al niño. —¿No ha contestado mamá mi último correo George? —No Tony, pero no te pongas triste, seguro que algo se le ha presentado y por ello no ha podido hacerlo, pero ya verás, en cuanto tenga un poco de tiempo te contesta. George trataba de alentarlo sin embargo no podía comprender por qué no le contestaba. Así transcurrieron dos semanas, Tony perdía la esperanza y empezaba a creer que su madre lo había abandonado y que no quería saber nada de él. La depresión puso un pie en su corazón, el desánimo, las ganas de morir hacía que cumpliera con lo que su padre le ordenaba sin decir palabra; en cuanto a George, Tony solía obedecerle casi por inercia, el cariño que le tenía no había cambiado pero ya no sentía fuerzas para continuar con un tren de vida que le había exprimido hasta la última gota de vida. Cada día comía menos y más a fuerzas que de ganas. El problema llegó al grado de hacer pensar a George que había sido un muy grave error haber ado a la madre de Tony, las semanas pasaban y todo empeoraba a grandes pasos y él ya no sabía qué hacer para mejorar la situación, por más qué se esforzaba no conseguía ver el más mínimo cambio en la actitud del niño. Tony había dejado de llorar porque ya había agotado las lágrimas, todo estaba perdido, el alma de George sentía que su vida se consumía junto con la
del niño, por las noches solía salir a caminar para despejarse un poco, en alguna que otra ocasión había visitado a Peter su amigo para ver si acaso el pudiera haber escuchado algo que pudiera servir de consuelo pero lo único que le había dicho era: —No tengo idea de que haya sido de esa mujer, lo último que descubrí en los movimientos de la bolsa de valores fue que aparentemente desapareció. —¿Cómo puedes saber eso? —pregunto con curiosidad George. —Porque los movimientos de la empresa para la que trabaja o trabajaba no sé, han cambiado sobremanera, las cosas parecen no funcionar muy bien, por lo menos no como cuando ella estaba a cargo, además, la firma que aparece como responsable de la compra — venta de las acciones no corresponde a la de ella. —Entonces es como si se la hubiera tragado la tierra —afirmó George. —Algo así, aunque no debes de olvidar que en México la violencia llega a extremos inimaginables —hizo una pausa Peter antes de terminar— ¿si sabes no?, la ola de muertes que se ha desatado en ese lugar que parece estar maldito, igual y su hora pudo haber tocado a su fin. —Suena lógico, aunque yo no quisiera creer que es así, de hecho prefiero pensar que está teniendo algunos problemas, de cualquier índole antes que con su propio fallecimiento. —Bueno hermano, una cosa es la que quieras creer y otra muy diferente la que ocurra como parte de la realidad, y ¿Qué hay del chico?, ¿cómo se la está tomando? —Ya te lo imaginarás, cada día está más deprimido, casi no habla, se mueve como autómata, no sabes lo que me parte el alma verlo así. —No te preocupes que ya se te nota demasiado como para imaginarme nada. Después de esa conversación George había empezado a contemplar la posibilidad de que efectivamente estuviera muerta en contraposición a la pequeña esperanza que albergaba de que simplemente se hubiera olvidado de Tony, en cualquiera de ambos casos, lo mejor era no mencionarle nada a Tony, ya estaba lo suficientemente afectado como para llegar con alguna noticia más
funesta y que además no estaba comprobada. Cuando más desesperanzado se encontraba, un día como tantos otros, reviso su bandeja de entrada en su correo y sin prestar mucha atención dio una ojeada a la lista de nuevos mensajes que aparecían, no resultaba ser muy larga pero uno de ellos atrajo su atención como si se tratara de un imán, el nombre del remitente decía: «Diana Castañón», sin darse tiempo para reaccionar presionó el botón que lo abriría, quería ver qué decía y contestarle tantas cosas, sus sentimientos en esos momentos eran una mezcla entre coraje, rabia, tristeza y alegría. En cuestión de segundos, la pantalla mostraba un texto bastante largo que decía así: «George, le pido me disculpe con mi hijo por no haber escrito hasta ahora, hubiera querido comunicarme antes con Tony, no sabe la angustia que he tenido durante todo este tiempo sin embargo espero que ambos, mi hijo y usted, puedan comprenderme lo suficiente como para darme la oportunidad de conocer más a Tony. La razón tiene que ver con un cambio de trabajo, me gustaría poder explicar con detalle cómo pasaron las cosas pero se han dado a una velocidad impresionante, tanto que aún no consigo asimilar todo lo que ha pasado. El caso es que ahora ya no estoy viviendo en México, por azares del destino y Dios, ahora estoy capacitándome en Londres, aquí es donde voy a vivir, no sé por cuánto tiempo pero espero que sea lo necesario para poder ver a mi hijo. He querido correr a buscarlos, estar con Tony agradecerle personalmente lo que ha hecho por mi hijo, en fin, son muchas las cosas que me gustaría hacer, pero la más importante es recuperar a mi hijo y evitar que siga sufriendo al lado de su padre, tal como me lo ha dicho no obstante, durante mi capacitación me han prohibido salir a la calle de modo que no tengo la menor idea del movimiento normal de la ciudad ni mucho menos de cómo puedo hacer para verlos a ambos. Sin embargo, tenga la seguridad de que estoy poniendo lo mejor de mí para aprender lo más rápido posible, estudio día y noche con el objetivo de poder concluir con esta fase de mi capacitación y finalmente reunirme con Tony. Por el momento tengo que irme, dele muchos saludos, besos y abrazos de mi parte a mi adorado hijo, dígale que en cuanto pueda voy a Escocia para conocerlo, en cuanto le sea posible, le encargo me haga llegar el domicilio donde vive o algún otro donde podamos reunirnos, por el momento lo dejo, espero me puedan perdonar y aceptar seguir en o conmigo, igual yo trataré de contestar en cuanto pueda. Con mucho amor: Diana»
Después de leer varias veces el mensaje, la esperanza que sentía George se convirtió en desconfianza, podía tratarse de una de las tantas artimañas de James, a fin de cuentas, se trataba de una persona capaz de espiar a su propia madre en el interior de la sepultura, y vaya que no dudaba que así fuera. Cerró el correo, se dedicó a cumplir con sus funciones mientras pasaba por la balanza la opción de contarle a Tony sobre el correo o dejarlo así. Si lo hacía y después pasaban meses para recibir noticias de Diana, una vez más se rompería el corazón del pequeño, no podría soportar la congoja del inocente, no obstante sino lo hacía… las cosas no cambiarían, podría semblantear los deseos y la calidad de persona que decía ser Diana, igual y podría dejar que pasaran los días, las semanas y concertar la cita que ella quería yendo solamente él, vería como van las cosas y si consideraba prudente la situación, pudiera acordar alguna otra cita para que Tony la conociera, pero lo primero era asegurarse de que su niño no sufriera más, esa sería la solución, por el momento guardaría silencio y en la próxima vez que viera a Peter le pediría que buscará algún rastro de Diana en Londres, solo para confirmar que no le estuviera mintiendo. Los minutos transcurrieron, la hora de recoger a Tony en el colegio llegó, así que se dio prisa, no quería llegar tarde. Como siempre, llegó cinco minutos antes de que los chicos salieran de la escuela, así que George aprovecho para enviarle un mensaje a Peter para pedirle que hiciera una breve búsqueda de Diana en Inglaterra, si era verdad, seguramente encontraría algo, le pidió que en cuanto encontrará algo se lo hiciera saber. Apenas había enviado el mensaje cuando apareció Tony en su campo visual, se dirigía al auto, con la misma cara dolida de siempre, George bajo del carro y dio la vuelta para abrir la puerta del copiloto para que Tony entrara. Todo sucedió en el más profundo de los silencios, mismo que quemaba el alma del chofer, nunca comprendería cómo era posible que Dios, siendo tan bueno permitiera que un niño como Tony, tan bueno, noble, obediente e inteligente sufriera de esa manera. Quería hacer algo para que se animara, para que el brillo de sus ojos volviera a dejar pasar la luz del amor que había en su interior. El viaje de regreso fue en total silencio, eso ya no cambiaba bajo ninguna circunstancia, si George le preguntaba algo, contestaba con desgano pero con cierta amabilidad. En algunas ocasiones, cuando concluían con las actividades en los institutos a los que asistía, estando ya cansado, Tony optaba por recostar su cabeza en las piernas de George e inmediatamente se quedaba profundamente dormido, cada vez resultaba más común llegar a casa y tener que bajarlo en brazos para colocarlo directamente en su cama, despertarlo solía ser una misión
más que imposible, por lo que George había optado por llevar algo de comida para que la consumiera el chico mientras salían de la ciudad para dirigirse a lo que se suponía que era su hogar. James lo consideraba inaceptable y era la razón por la que regañaba y castigaba severamente a Tony, no era posible que se fuera a la cama sin comer no obstante, George creía que se debía a la depresión que había anidado en el interior del chico y el exceso de cansancio. De modo que a escondidas, ponía en práctica el plan «come en el carro». La presión de George radicaba en llegar antes que James para poder bajar a Tony, ponerle la pijama y meterlo en la cama o aunque fuera con todo y ropa, sin importar que tuviera que regresar más tarde para cambiarlo, pero James debía de encontrarlo dentro de la cama para no dar inicio con el sermón de siempre. La ventaja que había en toda esa situación era que no siempre llegaba su jefe a dormir, y vaya que todos los días rezaba porque no fuera a llegar pero como no tenía la certeza de cuando si iría y cuando no, la presión le cosquilleaba las manos sobre el volante al concluir con las actividades del niño. Habían pasado los días y Diana había vuelto a enviar correos de manera más regular a George pero la desconfianza que sentía el chofer se manifestaba a cada palabra, lo que lastimaba el corazón y el alma de Diana pero estaba dispuesta a luchar por volver a tener a su hijo entre sus brazos así que no pensaba dar marcha atrás y menos cuando era perfectamente consciente de lo cerca que estaba de lograr su mayor objetivo. James, por su parte, seguía dando mayor importancia a su trabajo antes que a su hijo y a las cosas que correspondían a la casa, confiaba demasiado en George como para perder el tiempo indagando en asuntos que, las pruebas indicaban, funcionaban como reloj suizo, de forma exacta. Entre otras cosas, las calificaciones y reportes de los institutos, hablaban bastante bien del desempeño de George, no había quejas aunque si había ciertos comentarios sobre la actitud del menor en relación a la tristeza que reflejaba pero James lo había atribuido al hecho de que casi no convivían, que estaba cansado o cualquier detalle en su alimentación porque ya lo habían llevado con el doctor para que le hiciera una revisión exhaustiva para determinar el problema de Tony y el galeno había dicho que se trataba de una depresión leve pero muy acentuada, a lo que James respondió: —Eso no es problema, el próximo descanso que tenga en el trabajo, me lo llevó a Ibiza para descansar y pasar un tiempo juntos, con eso deberá de ser suficiente.
El se refería a un fin de semana con su hijo sin embargo, ese espacio nunca llegó. Era de las tantas cosas que resultaban irrelevantes para James, lo que en esos momentos acaparaba su atención completa eran los movimientos de los accionistas, pero más aún la actitud que Terry había estado tomando. Últimamente no recibía a nadie, ni siquiera a él, ni para darle instrucciones sobre lo que quería que hiciera, todo se lo mandaba con Lisa, sin papeles de por medio, simplemente de palabra, y vaya que James siempre había desconfiado de las palabras así que tuvo que adaptarse a esa nueva modalidad. Por otro lado, descubrió que había ciertos movimientos dentro de la bolsa de Londres que llamaban su atención porque parecían diferentes, como más innovadores. De primera mano, daban la impresión de ser inofensivos, pasados algunos segundos, el panorama cambiaba sobremanera, se trataba de movimientos rápidos, fugaces, casi imperceptibles para cualquier ojo humano, semejantes movimientos no podían pasar desapercibidos ante la vista callosa de James, por lo que al investigar de donde procedían, su sorpresa fue mayor al ver que se habían realizado desde el interior del Banco Internacional. Las estrategias que empleaba esa persona eran impresionantes porque estaban generando una mayor cantidad de pérdidas a los nuevos integrantes de la bolsa haciendo que los del consejo mejoraran su seguridad en la inversión que realizaban día a día. Todo estaba tal como lo había propuesto Terry en aquella reunión. Un par de semanas después, había observado que las empresas estaban empezando a pedir prestado porque, de buenas a primeras, la bolsa marcaba porcentajes a la baja impensables, lo que hacía que el plan de Terry funcionará cada vez mejor de lo que se hubiera podido imaginar, por un momento pensó que seguramente su jefe estaría a cargo de hacer que las cosas funcionaran, después de todo, no era la primera vez que hacía eso sin embargo, había algo que llevaba la firma de alguien más, no tenía la certeza de que así fuera, lo curioso radicaba en que los porcentajes de altas y bajas parecían tener un orden en especial, era como si todo estuviera planeado con un cálculo más que matemático y si bien Terry tenía esa característica que rayaba en la perfección, en esa ocasión tenía la sensación de que alguien más estaría involucrado, la pregunta era ¿Terry estaría enterado? O bien, ¿será que Terry estaba jugando con él haciendo uso de una «nueva» mano? Ambas preguntas tenían perfecta cabida en la mente de James, la cuestión ahora radicaba en descubrir el juego que había detrás de la «inocencia» de cada movimiento. Estos solían ser el tipo de situaciones laborales que representaban un reto para
James, lo que en parte adoraba debido a que se rompía la rutina no obstante, cuando se daba cuenta de que él no llevaba el control del asunto, y peor aún, cuando ni siquiera estaba enterado del plan, perdía la cabeza con mucha facilidad porque era como jugar a ciegas, sin nada por ningún lado y eso solo podía significar que no habían amigos o compañeros en el tablero, solo enemigos a los cuales debía de atacar y vencer, solo que en este caso las cosas tomaban un matiz diferente al darse cuenta que por más que hacía, los efectos de sus acciones ni siquiera se reflejaban en un mínimo, además de que se sentía como un ciego en el interior del juego que se suponía ya tenía más que aprendido, aunque la imagen que le mostraba la computadora indicara que se trataba de un perfecto neófito en el negocio. La impresión que existía en la cabeza de James era que alguien ya conocía su juego y simplemente le estaba dando bofetadas sin parar, se sentía noqueado, sin fuerzas para continuar con la batalla, lo único que aún lo mantenía en pie era el mero orgullo. Su sensación de superioridad ante el mundo entero, le daban el trono y el cetro desde que empezaba la función hasta que terminaba, así más o menos había sido la experiencia que había vivido, hasta que a alguien se le había ocurrido la idea de hacerlo sentir un perfecto imbécil, experimentando la situación más embarazosa de su vida al saber que estaba haciendo el mayo ridículo de la historia, nadie había sobrevivido hasta el momento a sus estrategias financieras y sin embargo ahora, parecía haber desaparecido en el monitor de una computadora. Estas peripecias llevaron a James a permanecer más tiempo en Londres, por lo que poco a poco empezó a dejar de ir a su casa en Escocia. Cuando todo había empezado, solía ir todos los días sin falta, después dos veces por semana, más tarde solo los fines de semana, en los momentos actuales, ya no se sabía cuando iba a aparecer. Mientras que para James todo era tensión y fracaso, para Tony era una muestra de la carencia de afecto de parte de su padre, estaba tan acostumbrado a sus gritos, regaños, castigos e inconformidades que empezaba a extrañar la presencia de su padre a su lado. En su madre, no quería pensar, ya le había demostrado que tampoco lo quería porque así como había recibido la primera respuesta, había desaparecido, no tenía idea que le habría molestado porque no recordaba haber dicho algo malo, no había sido irrespetuoso, su ortografía había sido la adecuada, la redacción la había revisado varias veces, todo parecía haber estado en orden, pero al parecer no había sido suficiente para que su madre se dignara
responder. Por otro lado, George se sentía más libre para hacer sus actividades y poder escaparse a ver a su amigo Peter, mientras Tony estaba en el colegio. Después de que le pidiera que buscara a Diana Castañón en Londres, habían transcurrido tres días cuando le envío un mensaje para citarlo en la esquina de un bar. George acudió a la cita después de haber dejado a Tony en la escuela por la mañana, al llegar se saludaron con un gesto, fue George quien inicio la conversación. —¿Qué tienes? —Esa mujer no deja de sorprenderme. La información es cierta, ella está en Londres. —¿Entonces de verdad se está acercando a nosotros? — el gesto de asentimiento de Peter le dejo muy clara la respuesta — Bien, eso va bien, pero ¿qué hace en Inglaterra?, ¿acaso no se da cuenta que con un poco de suerte puede toparse de bruces con James?, creí que no era nada tonta pero ya veo que es lo que le sigue a estúpida. —¿Ya pensaste en la posibilidad de que ni siquiera esté enterada de lo que hace Scotland?, digo, solo por curiosidad — la mirada de George mostraba un enorme signo de interrogación. —Igual y puede ser — sopeso la hipótesis de Peter — habrá que pensar en ello, pero sobretodo rezar porque nunca suceda el encuentro fatal. —Mejor entramos al bar y nos sentamos antes de que te caigas. —¿Por qué habría de caerme? —Vamos, dentro te cuento George tomo del brazo a Peter al tiempo que le decía. —Peter, que es eso que no me has dicho y que seguramente debo de saber — la expresión de George ponía de manifiesto su nerviosismo, mismo que había aparecido unos segundos antes. —¿Seguro que quieres que te lo diga aquí?, ¿ya? —hizo una pausa para ver la
respuesta de George. —¡Dilo ya, maldita sea Peter! Me pones nervioso. —Bien, solo para confirmar algunos datos ¿va? — Peter arqueo las cejas mientras George respondía con un gesto de cabeza asintiendo — ¿dónde dices que trabaja tú jefe en Londres? —Trabaja en el Banco Internacional — tomo aire y continuo — es corredor de bolsa y trabaja para el consejo que ordena lo que se gana o pierde en la bolsa de Londres y por ende en las del resto del mundo, aunque claro, nadie sabe esto y no necesitan saberlo ¿verdad? — la mirada amenazante que le lanzó George a Peter dejo muy claro que no debía abrir la boca con esa información en la punta de la lengua. —Claro hermano, ya sabes que es mucho más lo que traigo cargando como para perderlo todo por un simple chisme como ese, ¿conoces el nombre de su superior inmediato? —No, eso nunca lo ha mencionado, pero me da la impresión de que se trata de un personaje muy pesado en su mundo, pero bueno, ¿a qué va tanta pregunta?, supongo que ya conoces todos esos datos. —Va, relájate un poco ¿quieres? — respiro profundo y dijo finalmente quiso saber — ¿Estás listo? —Habla ya de una buena vez. —Diana Castañón no te mintió, como ya te lo había dicho hace un rato, ella está en Londres, trabaja justo en la bolsa de valores, hasta hace poco fue que ingreso. —¿Y se supone que eso me debe de sorprender? — George estaba decepcionado —No, supongo que no, pero lo que si va a sorprenderte es lo que sigue — hizo una pausa para sopesar la posible reacción de George — el lugar desde el cuál realiza sus movimientos esta justo adentro del Banco Internacional. —¿Qué? — los ojos de George se abrieron como platos amenazando con salirse de sus cuencas — ¿de qué diablos me hablas?
—Te dije que deberías de sentarte antes de saberlo, en fin yo te lo advertí — después de una breve pausa continúo — Estuve rastreando una vez más su nombre, encontré un boleto de avión de hace algunas semanas atrás, no hay registro alguno de salida, entonces debía de permanecer ahí; entonces inicie una investigación en los hoteles de toda Inglaterra y encontré que se había registrado en el Novotel London Greenwich pero ese mismo día había dejado la habitación. —Bueno pero pudo haberse marchado por ferri a Francia o algún otro lugar ¿no? —Eso pensé, sin embargo no hay registro de haber abandonado el país. Entonces me di una vuelta para revisar los movimientos de la bolsa y ¿adivina qué? —Por Dios Peter déjate de juegos idiotas. —Encontré algunos trucos diferentes a los que normalmente se realizan. —¿Eso cómo lo sabes? —Pues por las estadísticas que aparecen en una de las secciones de avisos. El caso es que me llamó la atención una serie de juegos parecidos a los que estaba realizando desde México en W. S., fue entonces cuando decidí profundizar en la información y obviamente me costó muchas horas de asiento pero finalmente encontré que no hay registro de su nombre pero si un pseudónimo que indica que es un nuevo integrante. —Bueno, pensemos que se trata de ella, tienes algún otro dato, no sé, su dirección, teléfono particular o algo así. —Sabía que lo preguntarías, ¿sabes? Sueles ser muy predecible y eso no es muy bueno que digamos — George hizo un gesto que mostraba lo irrelevante del comentario — el número que aparece está codificado y no me preguntes por el código porque se trata de un algoritmo que cambia cada tres minutos y no hay manera de conseguir la clave para accesar. —¿Cómo me dices que un número de teléfono esta codificado?, ¿qué carajos significa eso? — la voz de George denotaba la angustia que emergía desde el fondo de su alma. —Te explico. Para que entren las llamadas debes de tener el código y teclearlo en el teléfono desde el que estés marcando para que pueda ingresar al teléfono
que estás llamando, como si te contestará un conmutador y tú marcarás el número de extensión de un departamento u oficina en especial, en otras palabras, está perfectamente protegido su teléfono — respiró profundo una vez más — Quién haya hecho eso, seguro que no quiere que nadie se entere de que está ahí. —Pero ¿tienes una idea del domicilio donde está ubicado ese puto teléfono? —Sí, pero no creo que te vaya a gustar nada la idea. —Dímelo ya de una maldita vez que me vas a matar de un infarto. —Ese tipo de claves requieren de una tecnología muy sofisticada y eso solo lo puedes encontrar en Japón o… dentro del mismo Banco Internacional en Londres. George termino de conmocionarse cuando escucho las últimas palabras. Eso no podía ser, una catástrofe estaba ocurriendo y él se encontraba paralizado, su cerebro no terminaba de reaccionar, Diana trabajando en el mismo edificio que James, las posibilidades de encontrarse se habían multiplicado por un sin número de veces, de hecho el porcentaje de no encuentro entre ambos resultaba ser más que remota, casi podría pensar que eso no existía como tal si no es que ya se habían encontrado. Pasados algunos minutos y con cierta calma, regreso a la conversación con Peter. —Aclárame una cosa, me estás tratando de decir que Diana trabaja en el Banco Internacional ¿cierto? —Sí, bueno, más que eso, ella vive en ese edificio. —No, no puede ser, estás equivocado, está vez te ha fallado el sistema hermano, eso no puede ser. —Mira, no sé si pueda o no ser, el caso es que el teléfono de o indica que ella está ahí las 24 horas del día. —¿Cómo puedes estar tan seguro de que está ahí metida las 24 horas del día? —Porque el sistema del banco solo tiene registrada una entrada de visitante de una mujer hace casi tres meses, poco antes, poco después, el hecho es que «ese visitante» jamás registro salida en el módulo de entrada y antes de qué lo
preguntes te lo diré. Cada persona que ingresa a ese lugar se registra a la entrada con una credencial que el mismo banco proporciona a sus empleados y clientes del mismo, para quienes resultan ser ajenos al banco, deben registrarse y entonces les proporcionan una tarjeta electrónica de visitante, esto tiene la finalidad de saber exactamente dónde se encuentra la persona, además de que esa tarjeta tiene un código que se requiere para hacer cualquier tipo de transacción o movimiento, físico o financiero, en el interior del banco. —Sorpréndeme, todo eso se supone que lo hacen por seguridad o exceso de desconfianza — el sarcasmo no era el fuerte de George, pero por primera vez en su vida agradecía el exceso de tecnología, ya que gracias a ella podía tener la certeza de saber dónde se encontraba Diana, y ni que decir de la confirmación de los datos que le había contado a medias en el correo. —De hecho es por seguridad, vamos George, reacciona y trata de hacer uso de tu sentido común, estamos hablando del Banco Internacional, la mayor institución a nivel mundial en materia de economía y ¿tú quieres que le permitan la entrada a cualquiera para que haga lo que se le venga en gana? Debes estar fuera de tus cabales. —Precisamente, ese es el punto, estamos hablando de un banco, ¿cómo es posible que haya espacio para meter los muebles necesarios para que viva una persona ahí dentro?, además de que ese ambiente es perfecto para enloquecer a cualquiera. —Cómo sea, el caso es que no pude encontrar nada, ya te dije que los sistemas están complicados hasta más allá de la muerte misma. —Está bien, por lo menos queda comprobado que no me ha mentido y hasta este punto las cosas marchan, ahora la parte interesante es ¿cómo evitar que ellos se encuentren? —Creo que no has entendido nada — la expresión de decepción de Peter ponía de manifiesto la sensación de estar hablando con un primitivo de la época de las cavernas. —Al contrario, imagínate que se encuentran en un pasillo, cuando vaya al baño, por un café, qué sé yo. —Tengo mis dudas respecto a eso.
—¿En qué te fundamentas? —preguntó George. —Simple lógica, si se hubieran encontrado ya lo sabrías porque tú jefe estaría más insoportable que nunca y posiblemente ya los hubiera cambiado de residencia, solo por el mero hecho de imaginar que pudiera estar buscando a su hijo, por otro lado, sea quien sea, si alguien está ocultando a Diana es por una razón importante, y no creo que lo esté haciendo para quienes estamos fuera del banco, sino precisamente de los que están dentro ¿no crees? —Calibrando un poco tus razones… igual y tienes razón. —Sin importar las razones, esa persona está de tu lado sin saberlo así que si yo fuera tú no me preocuparía por eso, dejaría que el tiempo hablará por sí mismo. —Tienes razón, pero lo que si tengo que hacer es arreglármelas para concertar una cita con ella para verla solo yo, después de evaluar la conveniencia de que Tony la conozca sabré qué paso dar. —Buena suerte. —Gracias, cuídate — le estiro la mano escondiendo un sobre doblado. Peter correspondió al saludo y se quedo con el sobre en la mano, mismo que escondió en cuestión de segundos. El resto del día había estado pensando en la información que Peter le había proporcionado al tiempo que se había esforzado tratando, como siempre, de animar al niño sin obtener mayor respuesta, le partía el corazón verlo así pero ni modo, no tenía alma para platicarle los nuevos descubrimientos y sobre todo, el correo que había recibido de su madre, porque en caso de resultar ser una falsa alarma, le causaría otra desilusión a Tony que bien podría terminar de matar el espíritu del pequeño.
Capítulo XVIII
En cada movimiento que hacía en la bolsa de Londres, Diana demostraba lo rápido que aprendía al mismo tiempo que dejaba salir su creatividad. El trabajo de entrenamiento resultaba ser agotador porque eran muchos los detalles que debía cuidar antes de tomar una decisión y si bien no se trataba de competencia alguna, la verdad era que el tiempo resultaba ser su mejor contrincante, puesto que todo debía de hacerse en fracciones de segundos, la velocidad que se requería superaba los cánones que hasta el momento había empleado, lo que la obligaba a pensar en la manera de sintetizar algunos pasos con afán de eficientar aún más el trabajo pero que a la vez, proporcionaran los mismos resultados exitosos o bien, los superara. La idea era llegar a ser apta para el puesto. Por su parte, Terry estaba complacido con las habilidades que su pupila proyectaba, no era necesario presionarla ya que por sí misma solía tomar en cuenta cualquier elemento, recurso o circunstancia que se le presentase, la consigna parecía ser no perder de vista ni el más pequeño o insignificante detalle involucrado porque podía resultar ser de trascendencia, lo que convertía la capacitación en un re—aprendizaje para Diana. En cuanto a Terry, lo que hasta el momento veía, lo tenía encantado, Diana aprendía con mucha rapidez, su carácter era resuelto, firme, decisivo, no titubeaba ante nada, los objetivos de su labor los tenía más que claros lo que hacía que todo se facilitará tanto para ella como para él porque no era necesario hacer muchas correcciones y mucho menos después de que hiciera algo que no le convencía del todo puesto que al final, siempre terminaba sorprendiéndolo de formas tan inesperadamente creativas que jamás se lo hubiera podido imaginar. Al paso de las semanas, Terry empezó a convencerse que ya se estaba haciendo necesario organizar la debida presentación ante el consejo, a fin de cuentas le quedaba más que claro que varios de los corredores de bolsa ya se habrían dado cuenta de la existencia de «alguien más» en el equipo y quizás ya sería justo que los presentará de manera oficial, sin embargo había un detalle en el que debía emplear más tiempo para pensar, tanto en el objetivo de la propuesta como en la forma adecuada de introducir a Diana en la posición que estaba seguro, sería la adecuada para ella. El nombre de ese «detalle» era James Scotland.
No creía que le fuera a hacer mucha gracia que su antigua amante, la madre de su hijo, estuviera un paso delante de él, sobre todo porque pensaba nombrar a Diana la ejecutiva líder del equipo, ella sería la jefa del área de finanzas del Banco, un puesto que formaba parte de cada sueño de James y ahora, gracias a una idea suya, estaba por desbancar a su ejecutivo de más de 10 años de antigüedad en ese puesto, asunto que no creía que James lo fuera a pasar por alto tan fácilmente. Y aunque de sobra sabía que ese punto lo arreglaría en su momento, no podía dejar de pensar en los preparativos para el gran evento. Todas éstas ideas eran importantes pero no por ello podía descuidar sus negocios, por lo que prefería seguir aleccionando a su pupila, por cierto que viéndola bien resultaba ser guapa, solo había que arreglarla un poco, refinar su ropa y… quizás no resultara ser tan mala compañía en una noche de ópera. Mientras Terry pensaba todas esas cosas, estaba revisando algunos de los resultados finales de la jornada de trabajo en la bolsa, mismo que estaban siendo arrojados por la pantalla de la oficina, se encontraba tan complacido que no pudo más que decir: —Genial, Diana, no dejas de sorprenderme, los resultados de la bolsa van exactamente dirigidos hacia donde quería, todo marcha a la perfección. —Gracias señor Greychester. —No me hables con tanta formalidad por favor. —Le agradezco la confianza, lo que pasa es que no estoy acostumbrada a ello. —Si lo dices por las intenciones del señor Garza sobre tus encantos femeninos, olvida eso. Lo que me interesa de ti ya lo tengo y se llama «cerebro en acción», yo soy casado, con diferencias en gustos con mi esposa pero nada de gravedad — no pensaba hablar de su relación conyugal con ella, pero sí requería ganarse su confianza — dime una cosa ¿Te gusta la ópera? —Gracias pero prefiero hablarle con la formalidad que hasta ahora, y sí me gusta la ópera, de hecho me gusta el arte en todas sus expresiones —contestó Diana suavizando un poco su expresión facial. —Bien, el próximo sábado presentarán «Carmina Burana» de Mozart en el teatro
del centro y no deseo ir solo ¿me acompañarías? —¿Y su esposa? —preguntó Diana a la defensiva. —A ella no le gusta el arte, lo considera una pérdida de tiempo, prefiere quedarse en casa o ir de compras, además solo vamos a ir al teatro no a mi casa ni a ningún otro lugar privado. —No sé — Diana dudaba de sus intenciones aunque hasta el momento no le había dado razones para pensar mal. Jamás había entrado en el departamento y el trato era meramente laboral, además no había salido y una noche no creía que fuera mucho — bueno, está bien, solo que necesitaré salir a comprar un vestido para la ocasión. —Tú no te preocupes, yo me encargo de eso — Terry cerró la pantalla de su escritorio y encaminó sus pasos hacia la puerta de salida —¿Cuándo podré salir para hacer esas compras? — la alegría inundó el corazón de Diana a tal grado que sus palabras casi no podían ocultar su verdadera intención de escapar por unas cuantas horas para verse con George, el chofer de su hijo, y tener una conversación frente a frente, de ser posible, volver a ver a Tony. —No te preocupes por eso, yo las haré por ti, hasta mañana… por cierto, me gustaría leer en mi correo un informe detallado de los avances en la bolsa desde que empezamos tu entrenamiento, ¿crees que pueda tenerlo en pantalla hoy mismo por la noche? —Yo preferiría… para mañana… — suspiró profundamente porque el tono de voz de Terry no itía réplica alguna, lo que significaba que sus esperanzas se acababan de esfumar, incluso más rápido de lo que habían aparecido — en la madrugada de mañana estará listo en la bandeja de entrada de su correo personal. —Bien — salió de la oficina dejándola en medio de un altero de trabajo virtual sobre una enorme pantalla que abarcaba la pared completa. El viernes transcurrió con la normalidad de cualquier otro día, Terry se fue a la misma hora de siempre recordándole la hora a la que regresaría su chofer por ella para ir a la ópera, le dijo que más tarde Lisa le entregaría algunas cosas para que las utilizara como mejor quisiera. Debido al trabajo que estaba realizando,
Diana no le había puesto mucha atención a ese asunto, pero cuando estaba por terminar el turno de Lisa, ésta entró en la oficina llevando consigo unas bolsas, mismas que le entrego a Diana mientras le decía: —Suerte, espero que te diviertas y consideres que esto jamás había sucedido, definitivamente lo has impresionado y vaya que no es fácil de lograr eso. —¿De qué hablas Lisa? —Nunca había sabido que el jefe invitara a alguno de los de este edificio a ningún lugar, como no se trate de los inversionistas y eso solo para hablar de negocios o estrategias de manera informal, jamás suele hacer esto. —¿Debo de tomarlo como un cumplido o como una burla? —Creo que es algo más que un cumplido, — hubo una pausa entre ellas — vamos no te la tomes tan mal, toma en cuenta que hace mucho que no sales, por no decir que hasta hoy no lo has hecho, y ahora vas a un buen lugar con un hombre bastante atractivo, un poco grande pero no me negarás que tiene lo suyo —dijo socarronamente Lisa. —Supongo que sí —sonrió Diana que ya había establecido una muy buena amistad con Lisa que era la encargada de mantener todas sus necesidades al día — pero él es casado y eso no me pinta nada bien. —No te preocupes, dudo mucho que quiera algo que interfiera en tu trabajo, por simple que esto sea, te tiene en gran estima y en mucho mayor valor así que no creo que vaya a permitir que algo te suceda, al menos no mientras te encuentres bajo su mirada vigilante y eso lo incluye a él mismo — Lisa sonreía para darle más seguridad, cosa que después de ver la expresión de su rostro al contemplar el contenido de las bolsas, no fue difícil verla reír con entusiasmo. —Eso espero porque en realidad necesito el trabajo. —Generalmente le da más importancia a lo económico que a lo demás y creo que ya comprendió que tú vales más como empleada en la bolsa que en su cama y claro que sí te dará el trabajo, solo relájate — Lisa la abrazó antes de empezar a salir de la oficina —diviértete y el lunes me cuentas que tal va eso ¿de acuerdo?
—Seguro, cuídate y tú también disfruta el fin de semana. El tiempo paso con la calma acostumbrada, la soledad del departamento de la oficina de Terry era bastante cómodo, acogedor a pesar de la austeridad que reinaba en el mobiliario, era adecuado para pasar un par de noches y no precisamente meses aunque en el caso de Diana, lo que la mantenía en cierta calma era la ilusión de poder volver a ver a su hijo en cuanto se cuajará lo del trabajo y pudiera irse a vivir a un departamento fuera de ese edificio, otra de las razones que le animaba en sus ratos de aislamiento solían ser las eternas llamadas a sus padres, de pronto daba la impresión de que se encontraba a su lado porque las quejas, los problemas y diferencias entre ellos no se dejaban esperar para ser escuchadas con lujo de detalles, como siempre que los visitaba en Tequisquiapan. En verdad le enternecían esas conversaciones, el dolor de la distancia hacía que se rompiera algo en su interior, sentía que de repente había dejado la infancia para convertirse en una adulta llena de problemas y complicaciones en su vida personal y ni que decir de lo laboral no obstante, sabía que no podía, mejor dicho no debía de llorar, eso no era propio de ella, siempre había encontrado la respuesta a cualquier situación y aquella no iba a ser precisamente la excepción así que lo único que le quedaba era justamente eso, fortalecerse con la voz de sus padres y la esperanza de un hijo que en poco tiempo recuperaría, porque después de conocerlo, no importaba lo que tuviera que hacer, lo recuperaría y viviría con él, lo más importante: jamás permitiría que la volvieran a separar de él y eso no era una afirmación, se trataba de una promesa que se venía haciendo desde el mismo día en que se lo habían arrebatado de los brazos. Los correos con George habían sido más recurrentes lo que la mantenía medio informada, porque en realidad desconocía la magnitud de lo que estaba pasando con su hijo, detalle que la inquietaba sobremanera ya que no terminaba de entender el por qué de la desconfianza de George, eso lo podía ver en el tono que utilizaba cuando le escribía, pero llegado el momento y la ocasión lo ajustaría en persona, lo primero era empalmar su situación laboral con su seguridad patrimonial para poder tener bajo buen resguardo a su hijo, lo demás, ya se arreglaría conforme se fueran presentando las cosas, por esa parte no había mucha prisa y no debía de perder el tiempo pensando en eso. Con esas ideas, se llegó la hora de prepararse para la cita con su jefe, debía verse bien, darle la mejor impresión, bajo ninguna razón debía sospechar que estaba al punto de la desesperación por independizarse para llevar a cabo sus propias
investigaciones en Escocia. Cuando estuvo lista reviso el reloj para descubrir que llevaba varios minutos de retraso, el chofer ya debería de estar en el estacionamiento, tomo su bolsa y la chalina, subió al ascensor, ya dentro, empezó a ponerse los rios que había metido en su bolsa de mano a la carrera. Al abrirse las puertas del elevador en el estacionamiento privado de Terry, estaba casi lista y Albert ya estaba esperando recargado en la puerta del auto, se puso la chalina a toda prisa y encaminó sus pasos hacia el mercedes que esperaba por ella. —Buenas noches Albert —Buenas noches señorita Castañón. Acto seguido le abrió la puerta y le ayudo a subir, la sorpresa de Diana fue mayor al descubrir que Terry ya estaba dentro, se imaginaba que después de recogerla irían por el señor Greychester. —Buenas noches Diana, casi diez minutos tarde — observó visiblemente el reloj — creí que eras más puntual… y francamente no creo que eso sea muy bueno. —Buenas noches señor, lo siento, no medí bien el tiempo — Diana no pudo evitar el ruborizarse un poco por el comentario de Terry. —Si omites el señor y lo dejas en Terry posiblemente te perdone este pequeño pero significativo error — la voz de Terry sonaba muy diferente, molesta por el retraso pero a la vez sonreía complacido. —Haré lo posible… lo prometo — titubeo un poco En esos momentos Albert subía al Mercedes Maybach para inmediatamente encender el motor y dirigirse al Royal Opera House de Londres. Durante el trayecto del viaje la conversación fue más impersonal, cosas simples, sencillas que describían los gustos generales de ambos, nada de transcendencia aunque evidentemente dejaba de manifiesto el grado de cultura de ambos tripulantes. Llegaron al teatro y Diana descubrió que Terry tenía un palco privado desde el cual se podía disfrutar de la ópera como si estuviera dentro del mismo escenario, nunca había tenido la oportunidad de estar en un lugar así, estaba fascinada, no encontraba las palabras adecuadas para describir la emoción que sentía y vaya que hacía mucho que no conseguía sentirla, por ello en más de alguna ocasión
había creído que eso había desaparecido de su esencia. Terry se comportó como un perfecto caballero mientras que ella trato de comportarse a la altura, aunque le costaba algo de trabajo, no estaba acostumbrada a tanto lujo, tanto glamor que empezaba a darle vueltas en la cabeza. Terminada la función, se dirigieron al vestíbulo del lugar donde se encontraron con personas a las que Terry conocía perfectamente y con las que se detuvo para cruzar saludos, frases y presentaciones formales con ellas donde dejaba muy en claro que su acompañante era una buena amiga y excelente colaboradora de trabajo. Diana se sentía cohibida porque su vestido rojo sangre la hacía verse bastante bien pero esas personas se veían deslumbrantes y por su apariencia, deducía que debían de ser muy importantes en la lista de ciudadanos londinenses, y a pesar de que no estaba muy interesada en saber de ellas, el destino dictaba que ya lo averiguaría pronto, más de lo que se imaginaba. Concluida la parte protocolaria, salieron, subieron al auto y Albert condujo hasta el Alain Ducasse at the Dorchester, era un restaurante muy costoso sobre todo si se solicitaba un menú especial, cosa que no podía ser de otra manera tratándose del señor Terence Greychester. El resto de la velada fue sensacional, toda una experiencia para Diana que nunca había podido darse la oportunidad de disfrutar de tales lujos, solo con James lo había experimentado, bueno no igual pero si algo similar. La cena había sido delicadamente deliciosa, la música en vivo de violines la hacían sentir como parte de un sueño de hadas, la conversación amena con Terry la tenían abstraída del resto del mundo que palpitaba a su alrededor, la privacidad del lugar que había escogido su jefe se prestaba para hablar con franqueza de cualquier tema, absolutamente todo era perfecto. En esos momentos, por primera vez pudo concentrarse en las facciones de Terry, fue cuando se percato de la belleza de sus rasgos, sus ojos cafés oscuros, grandes y rasgados, su cabello castaño claro, cara alargada, sus labios rojos bien delineados no eran muy carnosos pero tampoco demasiado delgados, lucían demasiado finos, casi perfectos, su barba siempre tan bien afeitada que solo permitía ver un color azulado donde se suponía que ésta crecía, su complexión gruesa diría que se trataba de un hombre gordo sin embargo, la estatura superior al 1.90 mts., hacía que se viera delgado, musculoso y carente de grasa. Sus manos finas, y al igual que su piel en general eran de un blanco atractivo, la elegancia de sus modales, la suavidad de su trato, Diana creía estar soñando a la vez que le pedía a Dios que no terminará la noche porque, al menos en esos momentos, todos sus problemas habían desaparecido gracias a la magia que rodeaba al hombre que tenía delante de ella.
Más tarde, cuando la cena concluyó y retornaron al auto, Terry le pidió a Albert que llevara a Diana a su departamento en el Banco. El camino de regreso fue tan agradable como el resto de la velada, puesto que la confianza en la relación de amistad parecía que finalmente se estaba preparando para ser sembrada en la maceta de los sentimientos que al parecer, ambos empezaban a compartir. Al llegar al estacionamiento del edificio del Banco Internacional, Albert bajo y abrió la puerta de Terry, dio la vuelta al carro para abrir la puerta de Diana, la ayudó a bajar, cerró la puerta y regreso a su puesto detrás del volante mientras que Terry la acompañaba al ascensor que la llevaría a su mazmorra. —Gracias Terry, ha sido una excelente noche y gracias también por la ropa, los rios y todo lo demás — Diana se sentía feliz y sonreía con una espontánea simplicidad, misma que provocaba una pequeña erupción de emociones en el interior de Terry. —No hay nada que agradecer, por el contrario, soy yo quien te da las gracias por haberme acompañado a disfrutar de tan bella puesta en escena. Debo decir que lo he disfrutado mucho — la voz suave y seductora de Terry la empezaba a poner nerviosa. —Bien, bueno, creo que será mejor que suba —dijo Diana titubeando. —Sí creo que ya es hora, solo que antes me gustaría saber si pudiéramos repetir la experiencia. —Me encantaría pero algo me dice que seguramente no habrá muchas oportunidades para ello — quería poner tierra de por medio aunque había algo que le decía que debía de aceptar — lo digo por las presiones de tiempo que el trabajo suele exigir como requisito indispensable para el logro de los objetivos planeados —Eso depende de lo que ambos decidamos sin pensar en el trabajo ¿no crees? — la seguridad de la voz de Terry la tomo por sorpresa, estaba acostumbrada a ser ella quien tuviera el mando en esos terrenos no obstante, ese hombre tenía algo que la hacía tambalear —Considerando que el jefe eres tú… creo no hay nada que pueda decir — Diana prefería justificarse antes que reconocer que ella también quería repetir la velada. —No se trata de eso, esta noche fue sensacional porque ambos decidimos que
queríamos compartirla, y no hubo necesidad de manejártelo como una orden o parte de tus funciones en el banco, ya que de ser así, lejos de disfrutar, el ambiente se hubiera viciado de una tensión insufrible y no, definitivamente no es lo que me gustaría, no con una mujer como tú. —Tienes razón y gracias por tus atenciones — Diana no pudo evitar sonrojarse ante el comentario de Terry. —Eso no tiene que hacer que se te suba el color del vestido a la cara — Terry sonrió con ternura mientras rozaba con la yema de sus dedos la mejilla de Diana — por otro lado, temo decirte que eso no resuelve mi inquietud y como veo las cosas dudo que me respondas ahora — hizo una pausa para calcular el peso de sus palabras — ¿qué te parece si te lo piensas y más adelante me respondes? —Sí, creo que será lo mejor — Diana se sintió aliviada por la nueva salida que le proporcionaba su acosador. —Aunque debo advertirte que no espero conformarme con un «no» — Terry hizo una breve pausa para contemplar el efecto que habían tenido sus palabras en el rostro de Diana — Bien, entonces te veo el lunes por la mañana — se acercó a Diana para agacharse un poco y así poder darle un tierno y suave beso en la mejilla. Diana aceptó el beso que si bien no se lo esperaba, tampoco podía decir que le había desagradado y lo único que pudo hacer fue corresponder con otro igual, le tendió la mano para despedirse sin pensar en que Terry la tomaría para llevársela a los labios y dar un último beso con la suavidad de sus labios. Concluidos los protocolos que su jefe había marcado, presionó el botón que abrió inmediatamente la puerta para que pudiera entrar, subió y segundos más tarde se cerraba la puerta para iniciar el ascenso mientras que Terry se quedaba observando cómo se terminaba el sueño del deleite artístico que había iniciado con una conversación franca, abierta, sincera y sin importancia para llegar al punto en que se sentía interesado por conocer más a su nueva corredora de bolsa en su papel de persona, de ser humano, de mujer y, por qué no, de madre de un hijo extraviado desde hacía ocho años. Dio media vuelta para encaminarse hacia el Mercedes que aguardaba a su dueño. —Es hora de regresar a casa Albert, toma la ruta que va por el centro, un relajado trayecto me vendrá bastante bien — diciendo esto, Terry subió al auto.
—Como guste, el señor —respondió Albert Mientras Albert conducía con dirección a la mansión, Terry inició la plática —¿Qué piensas de la chica Albert? —¿Se refiere a la señorita Castañón señor? — confirmo Albert. —Vamos Albert, ¿de qué otra chica más puedo estar hablando sino de ella? —Perdone usted — hizo una breve pausa antes de contestar— es muy bella señor. —No me refiero a lo físico, en general, ¿qué detectas en ella?, cualidades, defectos, qué sé yo. —Siendo honesto, creo que es muy astuta, paciente, perseverante, preparada pero no muy interesada en llegar a la cama, por lo menos no a la suya, en fin, creo que es del tipo de mujeres que difícilmente aparecen en la vida de un buen hombre como usted. —¿A qué te refieres? — la mirada de Terry estaba extraviada en el paisaje que se extendía ante sus ojos sin que eso robará la serenidad que embargaba su alma. —Bueno, se ve que es conservadora, el encierro no la ha desesperado y vaya que en una mujer eso es casi un milagro, siempre quieren estar comprando cosas en las tiendas, bebiendo en los bares, bailando en cualquier sitio que sea posible y durmiendo con el primer tipo que se les pone enfrente o en su defecto, dedican tiempo a conquistar a quien pueda pagar sus cuentas, y vaya que suelen ser algo elevadas. —Sí, supongo que en eso tienes razón —Terry sonreía al recordar su experiencia matrimonial— dímelo a mí que ya he pasado por esa situación. —El detalle es que ella aún no ha hecho nada de lo que le he mencionado, es más, no la noté tan impaciente por salir de su enclaustramiento en el que se encuentra, además, por lo que pude ver, su comportamiento ha sido un tanto discreto pero espontáneo, no sé, creo que es una buena chica. —Gracias Albert.
—No tiene porque darlas, yo solo he respondido acorde con la impresión que tengo de ella. —Pues ha sido de mucha ayuda. El resto del camino lo hicieron en silencio. Llegado el lunes, pidió a Lisa que se reuniera con él en la oficina de al lado de la suya, necesitaba darle instrucciones precisas —Buenos días señor. —Buenos días Lisa, necesito que convoques al consejo de inversionistas, a los corredores de bolsa del banco para hoy a las 4:00 p.m., en la sala de juntas y prepares un té relajante para todos, en especial para James. —Como usted ordene señor. —La hora tan esperada ha llegado así que espero que todo esté como siempre: en su punto exacto — la voz de Terry dejaba ver la confianza que tenía depositada en Lisa demostrando su buen humor sin dejar de lado la seriedad con la que normalmente solía conducirse en todo momento Dicho esto salió de la oficina y entró a la suya donde encontró que Diana ya estaba trabajando en las pantallas pegadas a la pared. —¿Qué novedades hay en las bolsas? —preguntó con la seriedad acostumbrada. —Hay nuevas solicitudes para ingresar, ya estamos revisando que los datos sean fidedignos. Por otra parte, las firmas de los préstamos de la semana ya han sido enviados y están siendo archivados electrónicamente, los impresos están sobre tu escritorio por si los quieres revisar. —¿Aún no lo has hecho tú? —Ya están revisados, es solo que no tenía conocimiento si acaso los querías revisar personalmente. —Le doy una revisada y espero no encontrar errores, ¿qué más hay? —contestó Terry mientras encaminaba sus pasos hacia el sillón de su escritorio.
—Según mis cálculos, a fines de esta semana empezaran a tener algunos problemas las plataneras independientes de Colombia, las que pertenecen a los norteamericanos están aseguradas por el gobierno de su país de origen, lo que nos coloca en la oportunidad perfecta para hacer un bloqueo a través de jugadas que los hagan flaquear, al menos por el momento, porque más tarde… la situación pudiera cambiar un poco. —¿En qué estás pensando? — Terry dejo los documentos que acababa de tomar para revisar. —Si ellos siguen ganando, la ambición los puede perder y en ese momento pudieran tomar la decisión de arriesgar un mejor porcentaje con la idea de incrementar en una menor cantidad de tiempo sus ingresos. —Pero por los convenios que tenemos con W. S. y sus inversionistas no podemos intervenir, lo que nos deja al margen de la partida. —Eso dependiendo de cómo lo veamos. —Te escucho. —El respaldo económico depende del poder detrás del gobierno, que a fin de cuentas son británicos, sin embargo, si favorecemos las ganancias de los plantíos plataneros de Colima en México, las exportación de éstas harán que los ingresos aumenten en los bolsillos de mis paisanos dejando por debajo la demanda de los colombianos, lo que por naturaleza inclinará la balanza hacia una disminución de ingresos para éstos últimos. —No suena tan mal, prosigue. —Cuando los de Colima estén seguros, podemos maniobrar con ellos, que en su momento habrán arrebatado a los norteamericanos sus mejores ganancias y con ello, la ruina o quiebra, como guste llamarlo, puede ser la consecuencia final, solo tenemos que esperar y mover las piezas a nuestro favor a la brevedad posible, aunque igual puede ser que los colombianos acudan al Banco para solicitar su apoyo y si decide aceptar, entonces las condiciones pudieran variar o bien, abrir la puerta para un endeudamiento mayor, que es lo que se pretende para en un periodo previamente establecido se pueda embargar, pero se haría en el caso de que volvieran sus ojos hacia el Banco.
—Ingenioso, implementa la idea y veremos qué pasa. —Bien, por cierto, buenos días señor. —Buenos días señora La palabra «señora» le reboto inmediatamente en la cabeza a Diana quien de manera automática giro la cabeza para encontrarse de cara con la de Terry, ante la expresión de sorpresa y emociones contenidas no tuvo más remedio que evadir la respuesta que evidentemente estaba por decir Diana, por lo que se adelantó diciendo: —Quedamos que me hablarías de tú ¿cierto? —Sí, pero se supone que ahora estamos en un plano de total formalidad, se trata del trabajo no de una cita a la ópera —No recuerdo haber hecho esa aclaración. —Perdón no creí que fuera necesario — Diana agachó la cabeza — siento mucho la exaltación. —Está bien, por cierto, acabo de convocar a reunión al consejo, creo que es hora de que te presente con ellos. —No hay problema, creo que estoy lista para eso. —¿Estás segura?, porque yo no lo creo — hizo una breve pausa para analizar el movimiento que estaba haciendo en la pantalla como parte de una estrategia más — estarán también los corredores de bolsa del banco. —Está bien —contestó Diana con cierta indiferencia. —La situación está bien, pero no estoy seguro de que lo vayas a estar tú. —¿Tan mal me ves como para no estarlo? —No creo que les vayas a agradar mucho, pretendo presentarte como la jefa de corredores de bolsa. —Eso significa exactamente que mis funciones serán…
—Que tú vigilarás los movimientos de todos y que éstos te deberán dar explicaciones de sus actividades, a partir del momento en que te presente estarás a cargo de la bolsa en este banco — la interrumpió Terry. Diana no pudo evitar echar una ojeadita a la expresión de Terry durante un par de minutos antes de volver la mirada a la pantalla y continuar con sus funciones mientras preguntaba. —¿Y quién me supervisará a mí?, necesito que me expliques con detalle cuáles serán mis funciones y la magnitud de las responsabilidades que tendré. —Eso te lo iré explicando durante la marcha, tu superior inmediato seré yo y por ende, tus movimientos no podrán escapar de mi vista así como todos y cada uno de los que realicen los corredores que estén bajo tu mando. —¿Y son muchos? —No en realidad son alrededor de quince en total, ninguno representa problema alguno, ni ellos ni los del consejo, al menos no mientras dejemos muy en claro el alcance de mi apoyo incondicional a tus decisiones. —Bien, entonces no termino de entender a qué te referías hace unos minutos cuando me decías que no estabas seguro de que fuera a superar la prueba. —Bueno es que hay algo que no te he dicho, esperaba poder decírtelo durante la cena después de la ópera pero no quise arruinar el momento. —Y supongo que me lo pensarás decir ahora — la voz de Diana sonaba más rutinaria que ansiosa, aunque no podía negar que empezaba a desesperarle la conversación. —Uno de los corredores, el más importante de ellos, es un hombre en exceso ambicioso, no me cabe la menor duda que sueña con ver mi caída para poder dominar el mundo desde este escritorio — hizo una pausa para sopesar la expresión de Diana que permanecía abstraída en la mega pantalla — seguramente lo conoces. —No creo, jamás había trabajado en este Banco al menos no físicamente —No me engañes, que hace algún tiempo lo hiciste, en menor medida pero
desde ese entonces lo has seguido haciendo, como una accionista independiente y de ahí has obtenido los ingresos que te han permitido cubrir tus necesidades más insignificantes. —Veo que me has estado investigando —dijo Diana sorprendida mientras volteaba para fijar su mirada en la de Terry. —Desde antes de hacerte venir, — el breve silencio que se hizo, reclamaba una explicación concreta — metafóricamente no podía arriesgarme a hacer venir al mismo Hittler en persona sin siquiera tener una muy clara idea de a quién iba a meter aquí ¿verdad? —El punto concreto es… — a esas alturas Diana se empezaba a sentirse atraída e irritada por las intrigas de Terry. —Te suena el nombre de James Scotland — el silencio inmediato que se hizo borró todo sonido y gravedad existente en la oficina. El solo hecho de escuchar el nombre de James, hizo que el corazón se le detuviera en seco, la respiración se congelo en sus pulmones, el suelo desapareció de sus pies, la mega pantalla que tenía a su lado, desapareció en forma automática. Diana giró la cabeza y poso su mirada en la Terry quien la observaba con detenimiento. Su rostro había palidecido y envejecido, sus ojos se nublaron, daba la impresión de que se hubiera quitado la hermosa máscara que ocultaba su verdadero rostro, deprimido, con la mirada apagada y agotada, sus mejillas dejaban ver surcos que se habían formado a causa de sus lágrimas, fue una transformación total e inimaginable para Terry. —¿Estás bien? —preguntó Terry quien no esperaba aquella reacción. Después de varios segundos, Diana pudo contestar. —No, no lo estoy y tampoco puedo verlo, no, a él no — su voz sonaba excesivamente nerviosa, como transtornada De manera simultánea, su cabeza estaba volando a gran velocidad. Se empezó a imaginar lo que haría James si la volviera a ver… seguramente volvería a escapar con su hijo y… después de tanto buscarlo, finalmente lo había encontrado, estaba a punto de volver a verlo. Solo bastaban unas cuantas semanas, tal vez días y ahora… Terry amenazaba con estropearlo todo… si James la veía tendría que volver a empezar.
—Sí ya sé que es el padre de tu hijo — hizo una pausa antes de continuar — Anthony se llama ¿no? —Sí, pero… ¿cómo sabes eso?, ¿de dónde obtuviste la información?, ¿quién más sabe de esto? — la voz de Diana sonaba nerviosa, angustiada. —Está bien, no te preocupes, ya te dije que tenía que saber todo de ti antes de tomar la decisión de traerte — dio la vuelta al escritorio, la tomo por los hombros con cuidado para conducirla a una de las sillas que estaban frente a su escritorio — ven siéntate, trata de calmarte un poco y en un momento más hablamos sobre esto ¿te parece? — Diana asintió con la cabeza — mientras tanto, yo concluyó con lo que estabas haciendo. Se dirigió hacia la pantalla, hizo algunos ajustes en el tablero principal, que al igual que el escritorio y toda la parte tecnológica de su oficina, era touch. Revisó algunos detalles y para su mayor complacencia estaban más que en orden, todo lo manejaba bastante bien esa mujer de modo que no le resultó muy complicado poner algunas pequeñas trampitas para hacer que todo siguiera su marcha y eso incluía a los empleados del mismo banco, nadie se percataría que ambos estarían tomándose unos minutos para hablar. Mientras Terry se hacía cargo de la parte laboral, Diana trató de respirar hondo y poner un poco de orden en sus propias ideas, ¿qué clase de hombre era este tal Terry que con tanta facilidad la había investigado, llegando hasta el fondo de su vida?, ¿qué quería?, ¿cuáles eran sus verdaderas intenciones?, ¿no sería que él resultaba ser peor que James y ahora pretendía explotarla o arruinar su vida solo por mera diversión?, sus dudas no encontraban respuesta alguna a la enorme cantidad de interrogantes que estaban bombardeando su cabeza al mismo tiempo. Finalmente optó por esforzarse para conseguir tranquilizarse lo más que le fuera posible, no cabía la menor duda que necesitaba enfriar sus neuronas y controlar mejor sus sentimientos y emociones. Cuando ambos estuvieron listos y desocupados, Terry tomo asiento en la silla que estaba al lado de la de Diana. —¿Me quieres contar qué paso?, ¿cuál es la historia de tu relación con James? — la voz de Terry era suave y sonaba más a comprensión que a fiscal en pleno juicio. —Supongo que ya la habrás investigado, igual y él mismo te dio su versión — a
pesar del tono de voz de Terry, la respuesta de Diana fue cortante. De pronto se sentía interrogada por un secuestrador, lo que la lleno de una desconfianza que hasta el momento no había experimentado. —Sí, efectivamente conozco una parte de tu historia, pero no la oficial, en cuanto a James, digamos que él aún no sabe que estás aquí — hizo una pausa para medir el efecto que sus palabras ejercían en Diana — de hecho has estado oculta en este edificio por algunas razones, la más importante: precisamente evitar que James descubriera que estabas aquí. —¿Por qué?, ¿qué interés tienes en esto?, ¿qué ganas? No entiendo nada — la ansiedad de Diana le tenía bloqueado el cerebro, lo que dificultaba la comprensión de lo que estaba pasando en esos momentos. —La historia empieza cuando descubrí tus movimientos en W. S., me llamaron la atención, fue cuando concebí la idea de suplantar a James en el banco, era indispensable analizar las cualidades de quién ocuparía uno de los puestos más importantes dentro del área de corredores de bolsa así que decidí que nada perdería con investigar algunos antecedentes financieros de ti… «Así lo hice y sin pensarlo, encontré el tesoro perdido de la Atlántida. Tus habilidades me impresionaron así que un día entré en la oficina de James y le pedí que se fuera a casa, porque me entere que ya había concluido con la revisión e integración de expedientes de los nuevos integrantes de la bolsa, accionistas ansiosos de ver dinero en abundancia en un muy corto plazo y sin traba alguna. Seguir las ideas de James no suele ser asunto difícil de espiar así que deduje que iniciaría con los que estuvieran invirtiendo menores cantidades, entre ellos estaba la empresa para la que trabajabas, por ende deduje que esta investigación lo llevaría a ti en un periodo de tiempo no muy amplio, en este punto debo reconocer que James tiene mucha habilidad para esto de las finanzas. Al principio supuse que él adivinaría mis intenciones y que trataría por todos los medios posibles e imposibles hacer que fracasaras para poder deshacerse de ti, sin contar con que buscaría la manera de que no lo descubriera haciendo eso y mucho menos que te encontrará a ti así que, como una medida de precaución, opté por borrar todos los registros que había en el sistema bloqueando el a tus movimientos de modo que solo yo pudiera estar al día de lo que hacías. Debo aceptar que me llamo demasiado la atención el ver que te movías muy rápido y sutilmente dentro de la bolsa, así que decidí que te quería aquí
trabajando para el banco y haciendo equipo conmigo directamente, lo que me llevo a enviar el oficio a tú anterior jefe. Posterior a ello pensé: «Terry, no puedes traer a una perfecta desconocida, debes investigar la vida de esta persona en su totalidad» de modo que mientras James descansaba el fin de semana, enfurruñado por mi decisión, me dedique a buscar hasta los últimos secretos que hubieras ocultado en un confesionario o en tu misma almohada y fue así como me enteré de tu relación con James Scotland, lo de tú embarazo y el abandono al que te condenó, supongo que fue después de haberle informado sobre tu situación, el caso es que gracias a la actitud prepotente de James, al momento de registrar a tu hijo para arreglar los documentos que te permitirían llevar contigo al bebé, el encargado tuvo que tomar fotos que más tarde le enviaron a James por fax, solo para fastidiarle la vida y bueno, no tiene caso que te siga contando el resto puesto que tú mejor que yo conoces» —Asombroso —Diana estaba realmente sorprendida, ese hombre incluso había descubierto lo que ella jamás se hubiera imaginado y ahora lo conocía, después de tantos años— pero, exactamente ¿a dónde quieres llegar con todo esto? —la actitud de Terry no dejaba de intrigarla, daba la impresión de que estaba hablando con un protector o un padre pero ella bien sabía que no era así y seguramente tendría un as bajo la manga, solo que no lo alcanzaba a ver, dicho sea de paso, no se confiaba en lo más mínimo sin embargo le empezaba a quedar muy en claro la clase de persona que estaba resultando ser el tal Terence Greychester. —Al principio solo me interesaba tu talento, cuando llegaste aquí, en la entrevista, me convenciste de la astucia que camina, aparentemente distraída por esa cabeza, hasta que me convencí que se trataba de un talento innato y mira que no es fácil encontrar personas así — se acomodo mejor en la silla antes de continuar — y dejarte perder sería un verdadero desperdicio así que decidí que te mantendría cerca de mí y valoraría una vez más, el puesto que deberías de ocupar mientras tanto, no deberías de ser vista por nadie, para evitar sospechas y posibles traiciones en el interior del banco, que de seguro no han de faltar aunque nada de peligro, por lo menos no hasta ahora. El caso es que opté por dejarte vivir en mi pequeño apartamento aquí dentro, cerré toda visión al interior del mismo para darte mayor privacidad y al mismo tiempo para dejar fuera la posibilidad de comentarios fuera de contexto que al final pudieran descubrir mis verdaderas intenciones, que son parte esencial para el éxito de mis planes.
—Supongo que fue una jugada muy ingeniosamente astuta — Diana estaba pasando de la sorpresa a la molestia. Tenía la impresión de que ese tipo estaba acostumbrado a jugar con las personas como si se tratase de un juego de ajedrez y ella, por desgracia, era una más de las piezas en el tablero. —Necesaria diría yo. Pero bueno, ya te conté mi historia, ahora te toca. —¿Me toca qué? — vaya, al parecer este hombre no termina de sorprenderme, pensaba Diana. —Hablarme de la tuya, por supuesto — la postura de Terry dejó ver que tenía tiempo y paciencia para escuchar, cosa rara en él. —No hay mucho que agregar, ya sabes lo de mi relación con James, que se enojo demasiado al saber lo de mi embarazo y después, cuando conoció a mi hijo, simplemente se maravilló y no lo culpó, estaba precioso mi pequeño. Cuando yo debía de regresar a mi país para hacer los trámites de terminación de la beca que me había permitido estudiar en Suiza él se ofreció a llevarme en su avión privado a México haciendo una escala en New York, la excusa fue que él debía arreglar algunos negocios, se suponía que yo hablaría con mis padres e inmediatamente regresaría para casarme con él y formar una familia, ¡qué estúpida fui! Él siempre estuvo en contra de tales ideas pero yo me confié, en realidad lo amaba. El problema surgió cuando llegamos al aeropuerto de New York, el avión entró en un hangar con el pretexto de que tenía que abastecerse de combustible, yo no sospeche nada así que al llegar, él se despidió y me pidió al niño, yo me negué, forcejeamos yo estaba dispuesta a luchar para mantenerlo a mi lado pero intervino su piloto, me empujo, caí al suelo y debí golpearme la cabeza porque perdí la consciencia no sé cuánto tiempo. Cuando recobre el sentido estábamos camino a México, y ya para ese momento no pude hacer más por recuperar a mi hijo — hizo una pausa, dejo de mirar fijamente al vacío para posar la mirada llena de lágrimas en la de Terry — caí en una depresión de muerte, lo único que me hacía vivir eran mis padres, sus esfuerzos y el orgullo que sentían por mí, ellos no sabían nada así que no podía defraudarlos, razón por la que empecé a buscar empleo y volví a tomar las riendas de las acciones que James me había regalado y que por descuido estuve a punto de perder. Me juré que volvería a levantar los ingresos de esas acciones y emplearía ese dinero en buscar, encontrar y recuperar a mi hijo, aunque fuera lo último que hiciera. Por otro lado, mis padres no entendían el por qué de mi depresión, tenía que aprender a disimular, ellos no tenían porque saber nada sobre ese asunto, porque
seguro se preocuparían y se avergonzarían ya que jamás me había educado para que terminará en la cama de cualquier desconocido. Al final descubrí que en realidad nunca había aprendido a conocer a James, lo había amado, pero no conocido, tarde me percate de ese detalle que me ha costado muchos años de búsqueda intensa y un sin número de fracasos en este proyecto — volvió a desviar la mirada perdida sin ver nada en concreto. «Creo que Dios, el destino o en quien creas, juega con nosotros porque el mismo día que me entregaron el correo que le habías enviado al señor Ricardo Garza, me llegó un correo de un tipo llamado George, decía conocer a mi hijo, unos instantes después me llegó un correo donde me escribía mi hijo, no tenía la seguridad de que fueran quienes decían ser pero no tenía más cartas que jugar así que decidí jugar a que creía la procedencia y el contenido de ambos correos. Posteriormente, todo se enredo y desenredo al mismo tiempo, con mi venida a Londres, tuve que convencer a mis padres, que no fue cosa sencilla pero finalmente lo conseguí. Mi idea era, después de la entrevista, dedicarme a buscar un departamento cerca de aquí, instalarme, paso seguido, iniciar la búsqueda de mi hijo, sabía que estaba en Europa aunque no había un lugar o país concreto donde empezar, pero eso sería lo de menos, ya tenía un correo donde podía comunicarme para solicitar pistas y en breve me reuniría con mi hijo. En realidad esa fue mi única motivación para aceptar viajar hasta acá. Después de la entrevista, la noticia de que debería de estar encerrada en este edificio, tiró a la basura mis planes pero si no aceptaba tendría que hacer la búsqueda sin tener un trabajo que cubriera con las necesidades que forzosamente tendría que hacer, además de que no tenía garantías de que fuera verdad lo del correo y en caso contrario, tendría que reiniciar mi búsqueda una vez más, el único detalle que me obstaculizaría las cosas serían el tiempo y el dinero, así que no me quedaba más opción que quedarme, poner mi mejor esfuerzo para salir adelante con la capacitación para iniciar el trabajo de manera más formal y en cuanto me dieras la oportunidad de marcharme de aquí, rentaría mi propio departamento, el día menos pensado, saldría al encuentro de mi pequeño. La mayor parte de la capacitación me dejaba muerta, así que no me quedaban fuerzas para revisar mi correo por lo que hasta hace un par de semanas lo cheque y vi los mensajes que me había enviado, al parecer ya perdió la esperanza de que vaya a su lado, reanudé la comunicación con George y descubrí que viven en Escocia y es donde pienso buscar. Fuera de esto, no sé que más te pueda contar». —Muy interesante — Terry estaba sorprendido porque nunca había visto que una mujer luchará, sufriera y estuviera tan dispuesta a hacer cualquier cosa con
tal de recuperar a su hijo — dices que tú hijo está en Escocia. —Sí, al parecer, pero mira, esto es asunto mío y no pretendo involucrar a nadie, lo único que te pido es que no permitas que James me vea, no me puede ver — la voz de Diana sonaba suplicante — es lo único que te pido, a cambio… no importa lo que me pidas, solo te imploro que me ayudes a mantener mi anonimato, por favor, te lo suplico… al menos mientras recupero y me aseguro de tener a mi hijo a mi lado… después de eso… tú decides ¿te parece? Terry no contestó nada, se quedo pensando en cuántas veces hubiera querido que su madre lo hubiera buscado cada vez que se caía o se perdía en los jardines de su abuela, jamás había sucedido, siempre había tenido que llegar solo sin importar si acaso estaba herido o no y todavía tenía que cargar con la culpa de los daños que eso ocasionaba: retrasos a los compromisos sociales de sus padres, pérdidas de tiempo para hacer las tareas, sin mencionar que cada vez que se aislaba para obtener un poco de paz, sus hermanos solían hacer más de una trastada culpándole a él bajo el pretexto de que se había escondido para evitar el castigo. Siempre les habían creído más a ellos que a él. Cuando creció y empezó a tener el éxito que actualmente lo acompañaba, en un abrir y cerrar de ojos se había convertido en el mejor de los hijos, el héroe de los hermanos mayores y menores, solo porque los sacaba de sus compromisos económicos y más de una vez había rescatado a uno que otro de la quiebra total, eso era lo único que le había interesado a sus padres, que sirviera para sacar adelante a la familia sin siquiera preguntar qué sentía o pensaba de todo aquello; estando en familia, cualquier tema podía reducirse con una facilidad impresionante a una sola palabra: dinero, lo demás, eran tonterías del vulgo y su familia no pertenecía a ese inframundo de los «menesterosos», como en su casa solían llamar de forma despectiva a toda persona de escasos recursos. Más tarde, cuando se casó, cuántas veces no había visto que sus hijas eran tratadas con mayor cuidado por las niñeras que por su propia esposa, que perdía el tiempo con sus amantes antes de atender sus deberes como madre ¿qué clase de mujeres eran ellas?, en cambio, tenía delante de sí una mujer que había estado buscando a su hijo por tanto tiempo y ahora, por conveniencias económicas, estaba a punto de perder la oportunidad de recuperar a su pequeño, que además estaba suplicando clemencia a quien tenía en su poder proteger el mapa que desvelaría el tesoro que albergaba en su corazón desde la pérdida de su propio ser. Terry se había levantado de la silla en silencio, para encaminarse justo frente al ventanal que estaba detrás de su escritorio, perdido como estaba en sus
pensamientos se olvido de la presencia de Diana que lo miraba con angustia y desesperación a la vez que continuaba sus súplicas. Por primera vez, Terry no sabía qué hacer, podía ignorar las necesidades de aquella mujer y apegarse a su propios intereses, sin embargo debía de reconocer, que el culpable de todo lo que estaba pasando era justamente él, en esta ocasión él lo había propiciado, si al menos no hubiera mencionado el nombre de James, todo seguiría su curso, esa conversación no habría tenido lugar, estarían tapados los recuerdos de una mujer que hasta el momento le había demostrado fidelidad, esfuerzo, empeño, interés en su trabajo dejando de lado su salario, que por cierto aún no habían hablado sobre ello pero algo le decía que ella estaría dispuesta a trabajar solo por casa y comida. Resultaba visible la desesperación que sentía Diana, el problema no tenía nada que ver con esa parte, la cuestión medular radicaba en que, sin proponérselo, había tocado las cuerdas más sensibles de esa mujer. No tenía la más remota idea de en qué momento había sucedido, el hecho era que se estaba identificando con su dolor puesto que él mismo lo había vivido, solo que en el papel de víctima. Sin poder controlar más la combinación de sentimientos e ideas, ambas hicieron que se rindiera. Una lágrima rodo por su mejilla sin siquiera percatarse de ello, simplemente dio media vuelta ocultando su rostro, salió y cuando estaba en la puerta le dijo —Me gustará tener un informe detallado de las actividades y resultados del día a las 4:00 menos cuarto, después de que lo apruebe, asegúrate de tener en folders 15 juegos con estos datos, los del consejo querrán tener pruebas de tú capacidad para desempeñar las funciones de directora de corredores de bolsa. Antes de que Diana pudiera decir algo más, salió, cerró la puerta y un enorme abismo de angustia la engulló. No sabía qué hacer, quería escapar y encontrar a su hijo antes de la reunión, necesitaba garantías de poder encontrarlo a tiempo sin embargo, el reloj no daba tregua a nadie, seguía su camino al mismo ritmo. Acababa de enterarse de que todo el edificio estaba vigilado y el área de seguridad podría seguir sus pasos por donde se moviera, eso no importaba, solo tenía una única opción de salir y esa era la puerta de entrada de la oficina de Terry, más había un inconveniente que se llamaba James, no quería ni imaginar el hecho de salir y encontrarse de frente con él, entonces las cosas se complicarían, aunque de cualquier forma se iba a enterar de su presencia en Londres, no había mucho que perder, tenía que darse prisa y pensaba salir, en eso estaba cuando su decisión la llevó a toda velocidad a la puerta, al quererla abrir,
se dio cuenta de que estaba cerrada, busco la cerradura con la intención de tratar de abrirla con un pasador, había pasado semanas enteras ahí y jamás se le había ocurrido revisar las puertas, en ese momento la información le hubiera sido de mucha utilidad pues se topo con que las cerraduras eran digitales y estaban controladas por sistemas de bloqueo informático, lo que en su idioma se traducía en «no hay salida», la desesperación la hizo rabiar y llorar a la vez, maldijo cientos de veces a Terry aunque eso en nada cambiaba sus circunstancias, trató de llamar al escritorio de Lisa para pedirle que viniera, pero nadie le contestó, seguramente Terry le habría dado instrucciones de que no contestará el maldito teléfono. El tiempo transcurrió y finalmente se rindió, no tenía más remedio que hacer lo que le había indicado su jefe y pedirle a Dios su protección antes de que se desatara una tormenta solar sin precedentes en su vida.
Capítulo XIX
Como todos los días, la rutina de George no había cambiado en nada, despertarse, levantar a Tony, prepararlo para el colegio, hacerle el desayuno y el lonche que debería de llevar, la rutina no variaba en lo absoluto. Desde que empezará la depresión de Tony, no había nada que diferenciara un día de otro, la comida lo mismo le daba al niño y en algunas ocasiones ni siquiera tocaba el lonche que le mandaba, unas veces lo hacía para evitar los monólogos de George pero en realidad no sentía el más mínimo ánimo de nada, estaba convencido de que su vida estaba destinada a seguir instrucciones de los mayores y suponía que cuando creciera sería la misma historia porque su padre, a quien creía inmortal, estaría siempre a su lado para indicarle qué debía de hacer en cada caso, solía imaginar que le susurraría al oído lo que debía decir o sentir. Tony no entendía cuál había sido su error, más la condena estaba dictada y no tenía más opciones que cumplirla porque no había nada ni nadie que estuviera en posición de querer liberarlo de su prisión. La única parte que podía considerar con libertad para escapar de su realidad, era su mente que solía volar con mucha facilidad y frecuencia, a mundos donde no había normas, no existía la palabra error, solo estaba él para disfrutar de todo lo que había soñado, que había seres y personas que lo adoraban y extrañaban cuando tenía que irse porque era la hora de entrar al colegio o porque la siguiente clase estaba por iniciar, dependiendo de si era por la mañana o la tarde. Sin darse cuenta, cada vez pasaba más tiempo ensimismado en sus fantasías, la perfección de ese lugar le hacía sentirse menos mal más sin embargo había un cabo suelto que era lo que evitaba que se perdiera en las profundidades de su mente, ese cabo se llamaba: George. Independientemente de lo que había pasado, él siempre se había mostrado cortés, amable y hasta cariñoso porque muchas veces había sentido su presencia por las noches cuando lo cobijaban, de igual forma sentía el cariño que le tenía cuando lo abrazaba o besaba en la frente todas las noches, la forma en que curaba las heridas del cuerpo y el alma, ni que decir cuando se enfermaba, sonaba muy triste pero debía de reconocer que añoraba las noches de enfermedad porque solo bajo tales circunstancias su padre autorizaba a George a dormir en la misma habitación y casi siempre dormía en el suelo, al lado de su cama para prestar sus
atenciones cada vez que se despertaba, solía llevarlo al doctor, a la iglesia y al parque a escondidas de su padre, y también jugaba con él. No definitivamente no podía dejar a su mejor amigo, a quien consideraba su padre, algo en lo profundo de su alma le pedía que abandonara el mundo real y se dejará llevar por sus deseos pero otra parte de él le recordaba que había alguien por quien debía de continuar, igual y con el tiempo podían arreglarse las cosas, al menos como esperanza no sonaba tan mal, el problema radicaba en que la había perdido cuando su madre olvido contestar su correo. George por su parte, hacía lo más que podía para hacerlo sentir mejor, le platicaba y preguntaba cosas que sabía que le agradaban, la intención era hacerlo hablar, comunicarse, presionarlo para que expresara su sentir, sus esfuerzos seguían en pie cada día aunque al final terminará tan frustrado como el día anterior pero no importaba, la idea era evitar que se fugará de la realidad para siempre. Por otra parte, seguía pensando que no debería de comentarle que se había reestablecido la comunicación con Diana, no tenía la más remota intención de volver a correr el más mínimo riesgo que pudiera afectar aún más al chico. Lo dejo en el colegio, como todos los días, lo despidió con un fuerte abrazo, mismo que de manera automática solía corresponder Tony, en ocasiones algunas lágrimas asomaban y conseguían humedecer el saco de George, sin decir palabra lo soltaba y se alejaba corriendo en dirección a la entrada de la escuela dejando a su amigo con un nudo en el estómago. No sabía qué más podía hacer, sabía que tenía que concertar la cita con Diana y que debía de verla, pero para ello requería que ella viniera porque el tiempo no le alcanzaría para ir a buscarla hasta Londres, hablar con ella y regresar a tiempo para recoger a Tony del colegio ¡vaya lío en el que estaba metido!, no obstante sabía que se lo debía a Tony, además, bien merecido tenía todo lo mejor del mundo. Más tarde, cuando George salió de la casa para buscar a Tony en el colegio, notó que un auto con dos tripulantes lo seguía, trato de perderlo pero no lo consiguió, sus nervios estaban sumamente alterados, no sabía que esperar, la idea de que se podía tratar de un enemigo de James no sonaban tan mal. Por unos instantes le dio la impresión de haberlo perdido pero cuando llegó al colegio y estacionó el vehículo, descubrió que de igual manera había llegado el otro auto. Estuvo a punto de bajarse del carro, dirigirse al otro vehículo y enfrentar a los tipos cara a cara pero la voz de Tony lo hizo desistir. —George, ¿qué pasa? —últimamente casi no hablaba, pero en esa ocasión le
inquietó ver que su amigo se dirigía hacia otro lado — acá estoy. —Sí claro campeón, vamos ¿cómo ha ido la escuela? —Igual que siempre, creo que hoy no dormiremos, tengo mucha tarea y no creo terminarla durante el viaje de un instituto a otro — la voz triste del niño hizo que George se olvidara por unos minutos de los tipos que los observaban con detenimiento. Al dar la vuelta para subirse al carro, dio una ojeada hacia donde se suponía que había estado el otro auto pero ya había desaparecido de su campo visual. Se subió y empezó a conducir con más cautela que de costumbre, revisando constantemente los espejos retrovisores para asegurarse de que el auto no volvía a aparecer. En cuanto pudiera, le pediría a Peter que investigara ese asunto, por fortuna había alcanzado a ver la matrícula del auto. Llegaron al instituto de música donde solía tomar sus clases de piano y violín de manera alternada en la semana. En lo que Tony tomaba la clase él haría la llamada a Peter. —¿Terminaste toda la comida campeón? —preguntó George. —Solo la pasta y la carne, la ensalada ya no me cabe, me volviste a traer demasiada comida. A veces creo que se te olvida que aún soy un niño. —Sí tienes razón, pero necesito que te alimentes bien para poder aprender y tener la energía necesaria para hacer todas tus actividades —dijo George pacientemente con una cálida sonrisa en los labios, aunque no por ello disminuía su angustia por el auto que lo había seguido. —Ya lo sé, aunque no entiendo para qué, en fin, debo irme o llegaré tarde a la clase de piano. —¿Y qué hay de la ensalada? —Te la puedes comer tú, yo te comparto. —Nada de eso, yo traigo mi propia comida, esa es para ti y aún tenemos algunos minutos antes de que inicié la clase.
—No por favor George, mira te prometo que después de la clase de natación me la como ¿te parece? —¿Estás seguro?, ¿no te va a dar hambre más tarde? —Claro que no George, y si me da hambre pues te aviso y me la como. —Está bien, como siempre, sé que puedo confiar en ti ¿verdad? — al escuchar las palabras de George, Tony asintió con un gesto de cabeza y expresión seriamente triste. George bajo del carro, dio la vuelta para abrir la puerta de Tony cuando una mano se lo impidió, casi de manera refleja se volteo para ver de qué se trataba y descubrió a un hombre un poco más bajo que él con un arma apuntando directamente a su pecho. —Ni se te ocurra hacer un solo movimiento — le dijo la voz del personaje que lo había estado siguiendo. —¿Qué pasa?, ¿quién eres?, ¿qué quieres? — George estaba consternado. — Si no te importa, me gustaría ser yo quien haga las preguntas. —Tengo derecho a saber qué está pasando —respondió George al tiempo que Tony empezó a tocar el cristal de la ventana como indicándole que deseaba saber que ocurría. George le hizo una seña para que se tranquilizará. —Igual y sí pero aquí quien tiene la ventaja soy yo — diciendo esto giro la cabeza haciendo una seña para que otro hombre saludara desde el interior de un mercedes maybach negro — ¿El chico es Anthony el hijo de James Scotland? —¿Quién desea saberlo? —Solo contesta, no creo que quieras que el chico vea como se derrumba su héroe. Después de sopesar las desventajas de su situación decidió a contestar. —Sí
—Bien, entonces me lo voy a llevar a dar un paseo —No, él no puede ir a ningún lado solo. —Entonces iremos todos ¿te parece? — hizo una pausa — solo te pido que te comportes, no tengo la intención de lastimar a ninguno de los dos, esa no es la instrucción pero si me obligas… — el tipo hizo una seña con la vista para recordarle la 45 con la que lo estaba apuntando — estoy autorizado a hacer caso omiso de la instrucción con tal de llevar al niño conmigo para entregarlo sano y salvo a mi jefe, en cuanto a ti… bueno, digamos que nadie es indispensable. —De acuerdo, entiendo — George tardó varios minutos en decidirse, no tenía más opciones que ceder ante la petición de su secuestrador. Ante todo debía mantenerse al lado de Tony, pasara lo que pasara. Iba a coger las cosas que llevaba en el carro pero el tipo que no le perdía de vista al tiempo que le decía: —Deja eso, no lo van a ocupar, a donde vamos podrás encontrar lo necesario, vamos, date prisa en bajar al chico. Mientras bajaba a Tony del auto, el tipo seguía apuntando hacia George con la mayor discreción que le era posible pero sin perder la mira en el chofer del niño. —Toma mi mano y no te sueltes ¿de acuerdo? — le dijo George en voz baja al abrir la puerta en inclinarse para ayudarle a bajar. —¿Qué pasa George?, ¿quién es este señor?, ¿por qué te está apuntando con un arma? — la voz de Tony dejaba de manifiesto el miedo que sentía. —No sucede nada, vamos, yo estoy contigo y nada malo te va a pasar, te lo prometo, solo no me sueltes bajo ninguna circunstancia y haz lo que te diga ¿está bien? Tony termino de salir del vehículo, George iba a cerrar el auto pero su captor le dijo: —Será mejor que lo cierres bien y dejes las llaves dentro, no creo que las vayamos a utilizar a donde vamos, además pueden ser de utilidad para el señor Scotland, en caso de que se interese por recuperar su auto, claro está.
Sin decir nada, George cerró el auto de manera manual y aventó las llaves a los pies del asiento del conductor, inmediatamente encamino sus pasos junto con los de Tony para llegar al mercedes maybach que estaba estacionado del otro lado de la calle, subieron a los asientos de atrás del vehículo y en cuanto cerraron las puertas, se activaron los seguros digitales, lo que dejaba muy en claro que no podían escapar tan fácilmente así que optó por dejarse llevar y prestar atención en la dirección que tomaba el auto para no perder la ubicación y tener la posibilidad de diseñar un plan de escape en cuanto se presentara la ocasión o llegarán a su destino y aunque empezaba a sentir curiosidad por saber ¿porqué no les habían tapado el rostro? Prefirió guardar silencio y aprovechar esa ventaja. El tiempo transcurría a paso normal. Salieron de la ciudad y se dirigieron al muelle; el viaje se hizo más pesado por el silencio cortante que reinaba en el interior del auto, por lo que George empezó a sentirse incómodo así que opto por tratar de hacer conversación con sus captores. —Y ¿a dónde se supone que nos dirigimos? — al ver que nadie le contestaba completo la frase — si se puede saber. —No, no se puede saber. Cuando lleguemos te darás la idea. —El lugar al que nos dirigimos, ¿queda muy lejos?, ¿tienen un aproximado en tiempo para la llegada a nuestro destino?, no sé, alguna parada para estirar las piernas… —No habrá más paradas que las necesarias, el tiempo de estimación será justamente el que se requiere para llegar —contestó Albert que era quien conducía el vehículo. —Mira será mejor que dejemos muy en claro cuál es la función de cada uno, para evitar confusiones. Él — señalo al hombre que conducía — está solo para manejar y llevarnos a nuestro destino, el niño es la razón de esta misión, tú, bueno no tienes otra cosa mejor que hacer que mantener al chico tranquilo porque, para ser honestos, no estabas contemplado en el plan como un elemento esencial, lo siento, y yo, estoy para evitar que haya «inconvenientes o imprevistos desagradables», tú entiendes a qué me refiero ¿no?, así que, puestas las cartas sobre la mesa, te darás cuenta que las palabras que puedan o no decirse salen sobrando ¿alguna duda?
—No, supongo que no —contestó George Ante semejante respuesta, se le quitaron las ganas de hablar a George. Tony se sentía más asustado que nunca así que se movió de su lugar para ir a sentarse en las piernas de George. El movimiento del chico hizo que el hombre armado volteara y apuntara a la cabeza de George quién a su vez se sorprendió al ver la actitud del pequeño, casi de manera automática, abrazó a Tony contra su pecho para protegerlo. El guarura solo pudo observar la escena unos instantes antes de volver a acomodarse en su lugar y decir: —Mantenlos en la mira, cualquier cosa me avisas — le dijo al chofer. Después de un buen rato, llegaron finalmente al muelle, se formaron en la fila para abordar el ferri que comunicaba a Escocia con Inglaterra. El viaje no era muy corto pero tampoco excesivamente largo, a partir de que zarparan, en no más de un par de horas, aproximadamente, llegarían a Gran Bretaña. Había salidas a otros países pero la fila en donde estaban formados indicaba con mayor exactitud el destino que tendrían. Durante la travesía, pudieron bajarse del vehículo y subir a cubierta, había una sala protegida con grandes ventanales a lo largo del navío para los turistas y personas en general, George se sentó cerca de una de las ventanas llevando consigo a Tony a su lado, daba la impresión de ser el padre del chico que se mantenía extremadamente callado y muy pálido. —¿Estás mareado?, ¿te sientes bien?, te veo muy pálido — le preguntó George a Tony. —No, estoy bien, solo estoy asustado, ese hombre me da miedo con su arma — señalo con la vista al matón que seguía pendiente de cada movimiento de ambos y no se despegaba más allá de cinco centímetros de ellos. —Está bien, no pasa nada, verás que todo sale bien, solo trata de ignorarlo — dijo mientras lanzaba una mirada de reproche hacia el tipo que los vigilaba. —Pero yo no quiero que te maté — la mirada asustada de Tony se poso en la de George. —Tranquilo, eso no va a suceder campeón, porque yo tengo que estar a tu lado para protegerte de todo y de todos — George trataba de tranquilizar al niño aunque él mismo no estaba seguro de lo que iba a suceder y también estaba muy nervioso pero ya había quedado claro que no podía hacer ninguna estupidez que
pusiera en tela de juicio la integridad física del niño o la suya, al menos no hasta averiguar qué era exactamente lo que estaba pasando. El resto del viaje en el ferri se limito a platicar con Tony sobre la vida marina, el tipo de flora y fauna que debería de haber en el fondo de las aguas que estaban surcando, le hizo imaginar pececitos de varios colores jugando con delfines, le contó historias mágicas sobre las maravillas que se encerraban en el océano, el objetivo de George era distraer la atención de Tony en otras cosas menos drásticas de las que estaban viviendo en esos momentos, poco a poco lo fue consiguiendo de modo que el ambiente se relajó lo suficiente como para abrirle el apetito al menor. —George, tengo hambre, ¿me compras un emparedado? —Vaya, así que ahora si te dio hambre, hace unas horas no quisiste comer la ensalada y ahora deseas un emparedado — hizo una pausa mirándolo con sorpresa — ¿crees que eso es un alimento sano para un campeón como tú? —Seguramente no pero yo tengo hambre y no creo que aquí tengan nada nutritivo y delicioso como lo que preparas en casa — la mirada triste de Tony hizo que George cediera a comprar algo para el chico. —Está bien, vamos A penas se estaba levantando George, cuando de forma inmediata el guardaespaldas ya estaba a su lado de pie preguntando. —Hey, ¿a dónde creen que van tan solos eh? —El niño tiene hambre, vamos por un emparedado a la tienda, ¿quiere uno? — respondió George con evidente molestia. —No, pero los acompaño, no queremos que se nos vayan a perder ¿verdad? George no contestó nada, simplemente tomo de la mano a Tony y empezó a caminar hacia el mostrador de la tienda que estaba ubicada en el centro de la sala. —Buenas tardes, ¿le puedo servir en algo? —dijo la encargada.
—Buenas tardes, me da dos emparedados de jamón y dos botellas de agua por favor —¿Qué galletas se te antojan? —dijo George dirigiéndose a Tony. —Las de vainilla con relleno de chocolate —respondió el niño. —Bien — le contestó a Tony —, me da también una galletas de vainilla con relleno de chocolate y unos cacahuates japoneses — le dijo a la encargada. —¿Algo más? — quiso saber la señorita. —No, gracias. ¿Cuánto va a ser? —Son $ 48.32 euros. —Aquí tiene — George le extendió un billete de $ 50.00 euros. —Su cambio señor — le entrego unas monedas. —Gracias. Se alejo para volver al lugar donde habían estado. Ambos se sentaron, George abrió la bolsa y sacó un emparedado, lo destapó y se lo dio a Tony. —Toma, trata de no ensuciarte ¿si? —Gracias. ¿y el tuyo? —le pregunto mientras daba la primera mordida —Ahorita, primero vamos a abrir la botella de agua, si quieres me dices para pasártela ¿de acuerdo? El niño asintió con la cabeza para indicar su acuerdo y siguió comiendo. George destapo su emparedado e hizo lo mismo. Hasta ese momento no se había percatado del hambre que sentía, los sucesos se habían desencadenado en forma tan intempestiva que apenas se acordaba que no había almorzado nada. Cuando hubieron terminado con los emparedados, abrieron las galletas y después los cacahuates, que si bien no se habían quedado satisfechos, al menos ya no sentían hambre. Concluida la travesía, bajaron al estacionamiento, abordaron el mercedes y esperaron a que se abriera la puerta para desembarcar, la fila empezó
a avanzar y Tony sintió el cansancio del cambio de rutina sin embargo estaba ansioso por ver cómo era ese lugar al que los estaban conduciendo. Su ansiedad, en parte, se debía a que nunca había salido de Escocia, conocía el mar, el bosque y la laguna pero todos esos lugares dentro del mismo país y más en compañía de George que de su padre que siempre se la pasaba frente a una computadora sin que le prestara la más mínima atención. Para mayor sorpresa de George, cuando llegaron a su destino final, descubrió que ya era de noche cuando entraron a una propiedad enorme, y en lugar de dirigir el carro a la entrada principal, fueron directamente a la parte trasera de la mansión que tenían enfrente. Cuando el auto se detuvo los sacaron para introducirlos en lo que parecía ser una habitación de servicio porque resultaba ser no muy grande, había una cama matrimonial, una silla, una mesa, un mueble de madera que hacía las veces de un closet sin llegar a serlo, un cuarto pequeño donde había un baño completo, un teléfono y una televisión no había más, carecía de ventanas pero el color, el diseño y la iluminación hacían que el espacio resultara ser más confortable que incómodo. —Esperen aquí, en un rato más les van a traer la comida —dijo el guardaespaldas y salió de la habitación. George aprovecho para tomar el teléfono y hacer una llamada, en cuanto levantó el auricular escucho una voz femenina del otro lado de la línea que decía. —Marión a sus órdenes, ¿En qué puedo servirle? Inmediatamente colgó, era obvio que se trataba de la línea interna de la mansión por lo que no podría hacer llamadas que salieran de ahí a menos que conociera la clave para ello. Considerando su situación actual, decidió reflexionar sobre su posición frente a los recientes sucesos, lo que lo llevó a concluir que una de las cosas que estaban muy claras era que se encontraban en Londres, posiblemente no muy lejos de la ciudad, habían cerrado la puerta con un código que él desconocía, estaban incomunicados, solo le restaba probar suerte con su celular. Después de varios intentos se dio cuenta que las llamadas que entraba o salían de ese lugar eran rastreadas y vigiladas en cada palabra que se pronunciara, al menos así lo indicaba la pantalla de su celular cada vez que marcaba un número telefónico. Definitivamente ese lugar debía pertenecer a un ganster de la mafia o uno de los tantos millonarios estrafalarios que no tenían la menor idea de cómo o en qué gastar su dinero. Independientemente de todo, le intrigaba saber ¿qué
podían querer sus raptores de Tony? Aunque la respuesta era una interrogante que no alcanzaba a responder, había algo que apremiaba su cerebro con mayor intensidad y era la mejor parte de todo el entramado que estaba viviendo, el enigma a resolver se sintetizaba en una sola pregunta: ¿cómo saldrían de ahí?, respondiendo esto, habría que pensar en la siguiente incógnita obligada del problema que dicho sea de paso, se presentaba no menos compleja que la primera: ¿a dónde irían con los pocos euros que George tenía en el bolsillo del pantalón y con un limitado saldo en el celular? Porque hasta donde recordaba no había visto vecino alguno, no habían pasado por ninguna ciudad pueblo o lo que se le pareciese y por ende, los vehículos que pasaban por ahí brillaban por su ausencia. Jamás se hubiera imaginado que llegaría el día en que, por primera vez rezaría para que James fuera a dormir a casa para darse cuenta de la desaparición de Tony e iniciara la búsqueda de ambos. Casi media hora después les llevaron unos platos de comida, se veían deliciosos y el olor la hacía más apetecible todavía. Tony se acercó para oler con mayor detenimiento los platillos que tenía frente a él. George no pudo evitar hacer lo mismo sin embargo decidió que no resultaba muy prudente probar nada sin antes saber ¿quiénes era sus captores y qué deseaban de ellos?, o mejor dicho, cuál era el interés por Tony. Sus preguntas no tardaron mucho en ser contestadas: —Buenas noches caballeros —la voz sonaba fuerte, clara y muy varonil. Ambos giraron la cabeza hacia la puerta de entrada —Buenas noches —contestó Tony y después George. —¿Quién es usted y por qué nos han traído aquí? —pregunto George. —Antes de contestar a sus preguntas me gustaría confirmar si el niño es Anthony Scotland — la seguridad de ese hombre de casi dos metros se imponía de manera asombrosa. —Depende de quién se interese en saberlo —contestó George con un dejo de ironía mezclado con prudencia. —Cálmese, no pretendo hacerles ningún daño, prueba de ello es que aún siguen vivos los dos y sin daño aparente, — hizo una breve pausa — de hecho quien me interesa es el chico — se acercó más para ver el rostro de Tony — mi pregunta, insisto, es solo para confirmar lo que ya es evidente — miro con detenimiento al
niño unos instantes — es verdaderamente asombroso el parecido que tienes con tú padre —dijo finalmente Terry. —¿Qué quiere? — la desconfianza de George no dejaba de reflejarse en cada palabra que pronunciaba. Alejándose un poco de Tony sin quitarle la vista de encima pero sin dejar de vigilar los más mínimos movimientos de George de reojo, dirigió su conversación a éste último. —Mi nombre es Terence Greychester, conozco al padre del niño, James Scotland — hizo una pausa para medir las palabras que emplearía con el niño — y también a tu madre. George no pudo menos que sorprenderse al enterarse que se trataba del mismo jefe de James, eso lo sabía porque en vagamente empezaba a recordar que, en más de una ocasión había escuchado hablar de él al señor Scotland, casi siempre cuando estaba borracho, aunque no era común que se emborrachara pero en más de una ocasión lo había visto en esas, y por cierto, cuando hablaba de su jefe no solía hacerlo de la mejor manera por lo que al escuchar el nombre supo que era verdad, la apariencia de ese hombre decía mucho más de lo que cualquiera pudiera imaginar. En cuanto a conocer a Diana, después de lo que Peter le había comentado, tenía sentido, pero prefería no confiarse demasiado, lo mejor era ser prudente al máximo. Por otro lado, la expresión de Tony fue de curiosidad por lo que no pudo evitar preguntar: —¿Usted conoce a mi mamá? — la voz de Tony sonaba mucho más confiada que la de George —Sí pequeño, así es — al ver que había conseguido llamar la atención del niño siguió diciendo — de hecho ella está aquí, en Inglaterra, porque si sabes dónde estamos ¿verdad? — después de hacer una pausa continúo — De hecho, ella daría cualquier cosa por volver a verte, según me ha contado. —No, no es cierto, usted miente, mi mamá no está aquí, ella vive en México y me ha olvidado, no me quiere — sin poder contenerse más, Tony estalló en un llanto que parecía incontrolable. George se acercó cuidadosamente a Tony, se sentó a su lado en la cama, lo abrazó y empezó a acariciarle la cabeza y la espalda tratando de calmarlo.
—Veo que no le has dicho nada —dijo Terry en un tono de reproche y desaprobación — ¿no crees que tenía derecho de saber que su madre estaba mucho más cerca de lo que él mismo creía? Porque tú si lo sabías — la mirada de desaprobación que Terry le lanzó a George iba a juego con su tono de voz. La pregunta de Terry hizo que Tony levantará la cabeza para ver fijamente los ojos de George. —George, quiero volver a casa, este hombre miente, porque eso no es verdad, tú me lo habrías dicho ¿cierto?, vamos George, dile que miente, eres mi mejor amigo y yo te quiero mucho — la voz desesperada de Tony termino de partirle el alma y la vida a George porque sabía que el hombre que recién acababa de conocer decía la verdad. Después de una pausa que a Tony le pareció abismal, George contestó. —No Tony, él dice la verdad, tú mamá está aquí en Londres desde hace meses. La expresión de incertidumbre mezclada con dolor, incomprensión y decepción no se dejaron esperar en el rostros del pequeño que miraba a George con tanta fuerza y determinación que formaron un silencio impresionante alrededor de los presentes en la habitación. Finalmente fue Tony quien habló. —Pero ¿por qué no me lo habías dicho? —Sé que debí decírtelo, pero te vi tan mal que no quise lastimarte dándote falsas esperanzas así que decidí investigar primero la verdad sobre su estancia aquí — hizo una pausa — de hecho pensaba decírtelo después de que me pudiera reunir con ella para conversar y hablar de ti, necesitaba conocerla, ver cuáles eran sus intenciones para contigo, sus planes… perdóname, no quería que sufrieras más de lo que ya lo has hecho. —No quiero arruinar el momento de las confesiones —dijo con sarcasmo Terry — pero tengo cosas que hacer, solo quería darles la bienvenida y decirles que no es posible escapar de aquí, hay cámaras ocultas por todos lados, los teléfonos son para llamar al servicio doméstico y pedir lo que requieran más no es posible que salgan llamadas, y ni pensar en los celulares, la casa cuenta con radares que interceptan las llamadas — de todo eso ya se había dado cuenta George — estarán aquí como mis huéspedes sin poder salir de la habitación — Terry dio la vuelta y empezó a caminar hasta la puerta, desde ahí se volvió para decir — cuando lo decida, si es que así lo hago, podrán salir. Mientras tanto, espero que
tengan una feliz estancia. Cualquier cosa, utiliza el teléfono — antes de salir le dijo a Tony — hay una cosa que quiero que te quede muy claro niño, tu madre te ama más de lo que te imaginas y lejos de abandonarte, hasta el día de hoy no ha dejado de buscarte y créeme… se está muriendo por volverte a ver. —Si es verdad lo que dice, ¿por qué no viene a buscarme? —respondió Tony en un intento desesperado por saber más sobre su madre. —Seguramente porque no sabe que eres mi huésped Dicho esto salió de la habitación dejando a Tony sumergido en su propia confusión al mismo tiempo que George recordaba que, tal como Peter se lo dijera, el Banco Internacional contaba con un sistema de vigilancia impresionante, mismo que ese hombre seguramente habría trasladado a su propia casa por seguridad de quienes habitaban el lugar. Por otro lado, resultaba obvio que ese tipo había estado revisando los correos que Diana le había enviado así como las respuestas a los mismos sin que ella se percatará de ello, porque no le cabía en la cabeza la idea de que la madre de Tony se lo hubiera confesado, al menos no con un tipo que irradiaba una energía intimidatoria y autoritaria que no permitía respirar más allá de lo que él deseaba. De pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz del pequeño. —¿George, porque no me habías dicho lo de mi mamá y hasta donde es cierto que ella está aquí? George no tuvo más remedio que empezar a explicarle los sucesos que hasta el momento le había ocultado, por lo que empezó diciendo: —Hace una semana aproximadamente, recibí un correo de ella donde me explicaba por qué no te había contestado antes, según me explicó, fue porque se le habían presentado situaciones de trabajo que le habían absorbido demasiado tiempo no obstante, me escribía para contarme que posiblemente trabajaría con el señor que acaba de salir, pero que antes de que pudiera firmar su contrato, debía aprobar un curso de capacitación. Al inicio no tenía idea de cuánto tiempo duraría pero tenía la esperanza de poder arnos, solo que desgraciadamente no había sido posible sino hasta el momento en el que me escribía ya que no había tenido oportunidad de siquiera asomarse a la calle, ella está encerrada, como nosotros ahora. El caso es que tú mamá esperaba que su situación cambiará para poder vivir de manera independiente y así buscar la
oportunidad de reunirse conmigo en Escocia, platicar y ver la mejor manera de concertar una cita contigo lo más pronto que fuera posible. En este punto es necesario decirte que la verdad no me inspiro confianza y decidí buscar a Peter ¿te acuerdas de él? — Tony asintió con la cabeza — quería que corroborara la información y apenas me confirmo lo datos hace dos días. Mientras tanto seguimos conversando y ella quedo de avisarme cuándo podría ir a Escocia, hasta este punto iba mi relación con tú mamá. Ahora bien, pensé en comentarte todo esto, solo que la duda sobre si efectivamente todo estaría bien me atormento, y no quiero volver a ver cómo te derrumbas ante la impotencia que siento de no saber cómo ayudarte a salir de esa depresión que día a día te consume de una manera tan voraz, así que preferí callarme hasta estar totalmente seguro de las intenciones de tú mamá y sobre todo de que no saldrías lastimado una vez más. — después de darle unos minutos al chico para sopesar sus palabras, concluyó — Perdóname, supongo que no debí de haberme callado es solo que no tolero verte sufrir más… lo siento… de verdad. —¿Qué más sabes de ella? — contesto Tony con solemne seriedad —Desafortunadamente nada y al parecer el dueño de la casa sabe mucho más de ella que yo — George bajo la cabeza pensando ¿qué tanto sabría ese hombre de Diana? —Bueno, y ahora ¿qué vamos a hacer George? —Por el momento, lo único que nos queda es descansar y mañana ya pensaremos qué hacer aunque, quizás la idea de esperar no suene tan mal ¿no crees? —Supongo que tienes razón — hizo una pausa — oye George ¿crees que mi padre nos esté buscando?, es decir, ¿tú crees que ya se haya enterado que no estamos en casa? —No creo que esté enterado de nuestra ausencia, recuerda que últimamente ha llegado muy tarde a dormir y muy cansado, aunque… — se interrumpió unos instantes — puede ser que cuando llegué, si es que lo hace, se percate de la falta del carro y se pregunté por las razones por las que no este. —Seguramente te llamará al celular como suele hacer — la voz de monotonía de Tony hacia que aumentara la tensión del ambiente
—Si, seguramente hará eso — sonrió George — pero creo que lo mejor será apagarlo. —¿Qué no es mejor dejarlo encendido y esperar a que llame papá? —Pudiera ser una buena opción pero si consideramos que hay radares por todas partes en este lugar y tú padre consiguiera localizarnos, no creo que le vaya a causar mucha gracia saber que estamos en la casa del señor Greychester, y más porque no puede reclamarle tu presencia en este lugar. —¿Y por qué no si él es mi padre? —Bueno, porque el señor que nos acaba de visitar es su jefe y puede quitarle el empleo solo por hacer un reclamo en cuestiones personales, lo siento Tony, pero así suele ser el mundo de los adultos, complicado y chantajista a más no poder. En fin, nosotros no podemos resolver nada por ahora, pero que te parece si cenamos, nos bañamos, que buena falta nos hace y buscamos un canal de caricaturas en la tele antes de dormir ¿te parece? —Perfectamente de acuerdo George, — la voz de Tony sonaba un poco más animada, lo que consiguió tranquilizar un poco más a George — pero antes dime una cosa —¿Qué cosa? —¿Dormirás conmigo en la cama?, es que no quiero dormir solo —Claro que sí, por nada del mundo me separaría de ti campeón — si eres la razón por la que sigo en este empleo, quería decirle George pero no lo considero muy apropiado, solo se limito a darle una palmadita en la espalda al tiempo que Tony le respondía con un abrazo.
Capítulo XX
La noticia de la reunión del consejo se cambio para un día después de la conversación que Terry había tenido con Diana, aunque no por eso había disminuido la angustia que Diana llevaba atorada en el alma. En cuanto le llego la noticia a James casi le da un infarto, justo al inicio de la semana, después de varias semanas sin ver ni saber nada de Terry, así como el sol expande sus rayos por el cielo, así se transmitió el aviso de la reunión para ese mismo día por la tarde inmediatamente después del cierre de la bolsa, ese no era un buen augurio, seguramente algo no andaba bien, debía de haber sucedido algo o bien, por fin descubriría sus cartas ese hijo de puta que tanto exasperaba a James con sus famosos acertijos. James pasó toda la mañana pensando, tratando de adivinar las posibles causas de la reunión, hizo una revisión generalizada y otra más detallada de los últimos movimientos y no encontraba ni el error ni el acierto, las cosas marchaban igual que siempre, fuera de unos movimientos que se registraban dentro del edificio pero que no tenían firma, al menos no hasta ese momento y algo le decía en el fondo de su corazón que estaba por descubrir de que iban esas «jugaditas de niños» no obstante, debía reconocer que los resultados no tenían precedente alguno, en cualquier caso, estaba más que decidido a no permitir que lo sobajara ante nadie y mucho menos si había algún desconocido en la reunión, ya fuera en presencia o en nombre, si era o no el autor de los aciertos de los últimos meses, aunque habría que definir lo que se entendía por «aciertos» porque no todo era perfecto para la generalidad de los involucrados: los nuevos accionistas de la bolsa de valores de Estados Unidos y Londres habían tenido grandes ganancias pero ya empezaban a pagar con creces esas ganancias al verse involucrados en pérdidas que nadie hubiera podido imaginar, y menos cuando todo parecía estar a la alta, de pronto las condiciones meteorológicas, políticas, de salud y muchas más excusas habían aparecido de la nada para hacerlos perder los ahorros de mucho tiempo, las inversiones que algunos de ellos ya tenían comprometidas y que no podrían realizarse por falta de liquidez en el fondo de la bolsa. El caos se había armado en serio, algunos países ya hablaban de recesión económica, otros ya llevaban sus propuestas a sus respectivos congresos en relación con mejoras en la economía nacional, ¿de qué manera afectaba esto a la
bolsa?, ¡vaya pregunta! Definitivamente estaban ligados todos estos aspectos puesto que el pago de impuestos y la inversión que estaba destinada a la beneficencia pública para contribuir con los gastos del gobierno de las naciones, se estaba viniendo a la quiebra y al parecer no había nada que pudiera detener la catástrofe. Un día había amanecido el mundo con la noticia de las pérdidas económicas incontables que estaban sufriendo un porcentaje considerable de empresarios que no representaban más que una minoría en comparación con la población mundial sin embargo, el grueso de la población del planeta azul, dependía precisamente del éxito o fracaso de éstas personas de modo que un caos en este sentido venía a afectar las condiciones de vida de la gran mayoría de habitantes y más aún en los casos de extrema pobreza, puesto que muchos estarían a punto de perder el empleo, mientras que los apoyos sociales estarían reducidos por concepto de atrasos en el pago de impuestos, no por falta de voluntad sino por carencia económica, y bajo tales circunstancias, no solía ser muy factible que se cumpliera con los compromisos fiscales, a menos que se hiciera algo para evitar la eminente caída financiera que amenazaba a todo ser humano sobre la faz de la tierra. El panorama se veía desolador desde esta perspectiva no obstante, desde la visión del creador del proyecto, las cosas estaban saliendo más que perfectas, las empresas seguían apostando, en mayor o menor medida mientras los encargados de manejar y poner las piezas en el tablero simplemente jugaban con los números organizando estrategias que en fracciones de segundo podían cambiar, pero como unos ganaban hoy una buena suma, se emocionaban lo suficiente como para invertir más al día siguiente y así sucesivamente hasta que un día lo jugaban todo para perderlo en dos segundos. No cabía la menor duda que el juego de la bolsa de valores, era como ir de viaje a las Vegas: entras con la idea de ver cómo está el ambiente, caminas sin rumbo fijo, vas viendo la forma en que muchos celebran sus ganancias sin detenerse a pensar en lo que han invertido y que muchas veces es más lo que invierten que lo que en realidad reciben. El caso es que mientras más observaban la forma en que se daban las cosas, mayor era la tentación de ser protagonista en el juego, generalmente empiezan con unas cuantas fichas, conforme pasa el tiempo siguen apostando cada vez más, sobre todo si están ganando, y la fiesta de las apuestas no concluye hasta que el «cliente ha quedado limpio, sin una sola ficha, sin un solo centavo» ; en la bolsa solía ser la misma cosa, cuando tienes suerte le sigues, hasta el final y éste consiste en jugártelo el todo por el nada, porque siempre
habrá vigías en las líneas y sabrán el momento justo en el que se debe hacer perder a los otros para hacer ganar a la casa. Así se manejaban las cosas y no iban a cambiar solo porque se le ocurriera a alguien ser parte de la congregación religiosa de la eterna caridad, eso no iba con la mentalidad del señor Terence Greychester, así que lo mejor era jugar de su lado, el lugar adecuado para nunca perder y siempre ganar, bueno siempre y cuando él lo permitiera porque en caso contrario, se podía uno olvidar de todo lo que un día se pudo tener. Con un panorama desde esta perspectiva, el objetivo de Terry se estaba cumpliendo al pie de la letra y seguramente en la reunión se hablaría sobre el particular, eso tenía muy sin cuidado a James, la intriga que le tenía obsesionado desde hacía un par de meses atrás era, ¿quién era la persona que estaba haciendo esos movimientos tan fríamente calculados para que cada nuevo integrante empezará a perder sin control alguno y sin causar la menor sospecha? Todo era muy extraño sin embargo, aunque le doliera en su ego, debía reconocer que el cerebro que estaba detrás de semejantes artimañas realmente valía mucho más que su peso en oro. El resto de la mañana se la paso pensando y meditando sobre este tipo de situaciones y llegó a la conclusión de que, posiblemente, ya se estaba empezando a hacer viejo en el negocio o quizás necesitaría unas muy buenas vacaciones, cualquiera de las dos opciones sonaba bien, aunque se inclinaba más por lo segundo, lo primero equivalía a aceptar que ya debía retirarse y aún no lo podía hacer, tenía que esperar a que Anthony creciera, estudiará, se preparará y demostrará la capacidad suficiente para ocupar su lugar y entonces, la victoria estaría en sus manos, pero para eso todavía faltaban muchos años y por ende él debía de aguantar. Por su parte, Diana sufría una desesperación horrible, sentía como si le faltará el aire, no podía dar crédito a todo lo que estaba punto de suceder, a un paso de volver a ver a su hijo y… todo parecía irse al traste, no podía ser real, seguramente se trataba de un mal sueño, un pesadilla, alucinación o lo que fuera, pero no quería creer que fuera a ser cierto. Después de respirar profundo para tratar de calmarse, dio su mejor esfuerzo para regresar a la pantalla que estaba alrededor de la pared de la oficina de Terry, hizo algunos movimientos que consideró pertinentes y simples, lo suficiente como
para ganar un poco de tiempo y poder hacer los informes que le había encargado su jefe, la vista le ardía, entre la luz de la pantalla y las lágrimas que había derramado, le habían cansado los ojos. Aun así, trato de poner más atención, de concentrarse en lo que se suponía que debía de hacer, pasaron algunas horas hasta que finalmente lo consiguió a medias, tomo los datos importantes de sus propios informes diarios y realizó las tablas, gráficas y resúmenes que necesitaría para la reunión de esa tarde. Quería creer que, más tarde, cuando regresara Terry para verificar los datos que se presentarían ante el consejo, podría convencerlo de que le permitiera ausentarse, necesitaba hacerlo, de menos se arriesgaría a intentarlo. Las pocas horas que faltaban para la presentación pasaron sin que Diana se enterara de ello, estaba tan sumida en sus pensamientos que se olvido del reloj, le metió velocidad a la redacción e impresión de la documentación que iba a necesitar, la presentación en computadora estaba más que lista, solo faltaba dar una ojeadita para corroborar la información cuando… —¿Están listos los informes que te pedí? — la voz de Terry la hizo brincar del susto. —¡Por Dios Señor! —contestó Diana al tiempo que ponía la mano derecha sobre su corazón para tratar de reponerse. —Se puede saber ¿qué tiene eso que ver con lo que acabo de preguntar? —Nada señor, es solo que… —¿De verdad es muy difícil contestar una simple pregunta? — Terry parecía enojado en extremo, jamás le había hablado así, por el contrario, siempre le había dado la suficiente confianza para expresarse libremente, pero en esa ocasión no estaba de humor para ello. —Lo siento señor, de hecho lo estaba esperando para que los revisara antes de hacer la impresión final para los del consejo. —Bien — a esas alturas, Terry ya estaba sentado en su escritorio acomodándose para escuchar el resultado del trabajo de Diana — mándale a Lisa un original a su correo e indícale que necesitamos copias para los del consejo y los corredores de bolsa del Banco.
—Como usted ordene — abrió un tablero digital dentro de la pantalla para cumplir con las nuevas órdenes ampliando las imágenes de las gráficas, tablas y estadísticas comparativas realizadas para esquematizar la información. Le explicó brevemente los esquemas que tenía en pantalla y le hizo una breve reseña de lo que venía incluido en los resúmenes del informe que se estaba fotocopiando, Terry se mostró inexpresivo ante la exposición privada de los resultados obtenidos en los meses que llevaba en entrenamiento contrastando con los anteriores a su llegada. Los números que se reflejaban estaban debidamente respaldados por los estados de cuenta bancarios de la misma bolsa de modo que había forma de comprobar lo que estaba presentando, solo en caso de ser necesario respaldar con material «físico». Terry estaba más que complacido con el trabajo que había realizado Diana pero no podía dejar de pensar en la bomba que estaba a punto de estallarle en la cara a una mujer tan competente, ¿cómo era posible que siendo tan brillante hubiera llegado a caer en semejante hoyo?, ¿en qué momento había dejado atrás su acervo cultural, su preparación para poner los ojos en un hombre como James?, eran las preguntas que habían rondado por su cabeza más de una vez. No lo entendía y empezaba a aceptar la idea de que nunca lo entendería, sin embargo eso no significaba que no sintiera curiosidad por saber la respuesta. Cuando Diana concluyó la exposición, Terry se levantó del escritorio, miro su reloj y le dijo: —Bien, creo que no se te olvida nada, espero que durante la presentación al consejo lo hagas igual de bien que ahora — cerró el saco de su traje y se encaminó hacia la puerta — vamos, ya casi es la hora citada. Los nervios que Diana había sentido durante la mañana resultaban ser un dulce caramelo en comparación con lo que en esos momentos estaba exigiendo a enormes gritos su cuerpo. En cuanto escucho las últimas palabras de Terry, la sensación de estar clavada en el suelo le impidió mover un solo cabello. —Se puede saber ahora ¿qué esperas?, la reunión está por empezar y odio la impuntualidad, además todavía tienes que pasar con Lisa para que te dé los informes impresos que entregarás a los convocados antes de iniciar con la reunión, porque quiero que cada uno de los presentes cuente con el material necesario para poder empezar.
—Perdón señor, pero no puedo, mis pies no me responden, lo siento, usted ya conoce mis razones — Diana no pudo decir más, y agacho la cabeza —En el trabajo, concretamente, en el mundo de las finanzas, se juega con las emociones y sentimientos de mucha gente porque trabajamos con el patrimonio que algunos heredarán a sus descendientes y otros tantos no tendrán los recursos que algún día disfrutaron y por ende no habrá herencias para nadie. ¿Qué quiere decir esto?, no has estado trabajando tanto tiempo sacrificando tu propia libertad para buscar a tú hijo solo para decirme en el último instante que no puedes hacerlo. Una mujer que pertenece a una cultura machista donde carece de valor, que ha luchado por ocupar un lugar en el mundo destinado desde el principio a los hombres, una mujer que ha sabido hacerse y ocupar un espacio tan valioso para todas las de su género, hoy, no puede retractarse, no se puede intimidar por un imbécil que en su momento no supo calcular el tamaño de sus huevos ni la talla de sus senos, porque hasta ahora has demostrado tener mucho más que lo que James tiene, suponiendo que aún los tenga. Ahora que si prefieres quedarte a llorar por haber sido bendecida por Dios con semejante talento, hazlo, eres libre para hacerlo, solo recuerda este momento y en lo sucesivo, cuando tropieces en el mismo fango en el que los hombres de tú mundo te tienen, cuando te busquen más por tus encantos físicos que por lo que hay dentro de tu cabeza, no te quejes ni te lamentes, ten presente que tú decidiste, cobardemente, dejar de luchar por lo que en realidad eres, por lo que mereces, solo por el simple hecho de ser humana, de estar viva y formar parte de los millones de habitantes de este planeta. —Señor yo… lo siento, por favor, no me diga más cosas — Diana estaba llorando a raudales. —No, no me digas que lo sientes, porque en realidad no lo sientes, egoístamente crees que lo único que importa está girando alrededor de tus problemas, déjame informarte que hay mucho, mucho más, ¿o no te has dado cuenta de todo lo que has ocasionado para mí?, hay mucho por hacer, de hecho si tú quisieras podrías ajustar algunas cuentas para compensar a los débiles que están pagando por nuestros juegos financieros. Pero no, ya veo que tu decisión está tomada, ¿sabes?, es una lástima darme cuenta después de éstos meses de arduo trabajo, que me equivoque de persona, soy un estúpido, siempre debí de haber sabido que una mujer no tenía las agallas para mostrarse a la altura de este puesto. — resultaba más que evidente que Terry estaba enojado, decepcionado, lleno de impotencia, de eso Diana ya se había percatado porque desde hacía varios
minutos le estaba gritando todas y cada una de las palabras que pronunciaba. Hizo una breve pausa antes de continuar para tomar aire y calmarse un poco — Cuídate Diana, — iba a dar media vuelta para dirigirse a la puerta de la oficina, cuando regreso la cara en dirección a Diana, y sin mirarla a los ojos le dijo — otra cosa, cuando termine la reunión y regrese aquí, no quiero verte, asegúrate de llevar contigo todas tus cosas, no pretendo perder mi tiempo enviándote nada ¿oíste? Dicho esto salió de la oficina, cerró la puerta y escucho su voz decirle a Lisa —Los informes que te mando Diana los llevas y los repartes a los del consejo — volteo a dar una mirada a su oficina y continuo — que no pasen cinco minutos sin que los hayas colocado frente a cada miembro de la reunión. —Enseguida señor. Terry avanzó hacia la sala de juntas que estaba en el otro extremo del pasillo con paso más lento que de costumbre, su rostro reflejaba un sin número de ideas rondando por su cabeza, parecía distraído. Al llegar al final, abrió la puerta, entró y se dirigió a su lugar sin hacer comentario alguno. Al sentarse hizo un repaso con la mirada de los asistentes y descubrió que todos estaban ahí, James se veía ansioso, su mirada contenía una mezcla de interrogantes con acusaciones infundadas porque el presidente, el dueño de todo aquel circo era justamente él, así que no existía razón alguna para que alguien quisiera hacerle reproche o acusación alguna, entre otras cosas no pensaba permitírselo a nadie y mucho menos a ese gusano zarrapastroso de James, ya había conocido algo de su conducta y quedaba muy claro que era capaz de cualquier cosa con tal de mantener su ego en un pedestal de arena ¡vaya imbécil estaba hecho!, lo peor era que un día había confiado en él para hacerse cargo de la mejor parte de las acciones de los del consejo. Detrás de Terry, entró Lisa a la sala con un altero de folders de piel que contenían toda la información que Diana le había enviado a su correo minutos antes. Empezó a colocarlos en la mesa de trabajo de caoba, cada folder delante de cada asistente a la reunión. Terry seguía sin pronunciar palabra, estaba esperando que Lisa concluyera con su comisión para que se fuera antes de empezar, le desagradaba hablar de negocios frente a personas que ocupaban puestos inferiores al de los presentes a cada reunión. Cuando hubo concluido esa parte y finalmente Lisa salía de la oficina empezó así:
—Señores, está reunión tenía la finalidad de mostrar la simplicidad de la implementación de mi plan original de hace algunos meses y que algunos cuestionaban abiertamente — hizo una pausa para observar rápidamente la expresión de todos — si abren el folder encontrarán que hay información de la forma en que hemos estado trabajando durante… La puerta se abrió para conceder la entrada de un nuevo integrante a la reunión. Terry dirigió su mirada molesta en esa dirección, lo mismo que el resto de los asistentes, la figura delgada bajo el traje sastre que vestía dejaba muy claro que se trataba de una mujer. Diana había bajado la cara para asegurarse de poner el seguro digital de la puerta después de ella, hecho esto, levanto la cara y giró su cuerpo para quedar de frente a quienes serían sus interlocutores en los próximos minutos. Su expresión solía ser la que siempre había mostrado al mundo empresarial, fuerte, seria, preparada, experta pero por sobre todo, segura de sí misma y de lo que iba a hacer. Caminó con paso firme hasta colocarse al lado de Terry, al otro extremo de la mesa. —Siento mucho llegar tarde señor Greychester pero hubo necesidad de atender un par de situaciones de último minuto — su mirada estaba fija en lo que iba a exponer. —Está bien solo asegúrese de que no vuelva a suceder — la mirada de Terry se poso en James, que parecía indignado al ver a una mujer en aquella sala de juntas donde jamás había entrado un ejemplar de ese género más que para dejar folders, café, hacer el aseo y cosas por el estilo. Fuera de la indignación que sentía por el mero hecho de que una mujer asistiera a la reunión, James parecía no reconocer al nuevo integrante de la reunión que acababa de entrar, su actitud racista e indiferente hizo que clavara los ojos en las hojas del informe que tenía frente a él, de modo que no pudo verla de cerca cuando paso a su lado. —Antes de continuar con la presentación de la información, permítanme presentarles a la señorita Diana Castañón quién a partir de hoy será la directora del área de bolsa del Banco, por lo que espero respeto, fidelidad y obediencia para con sus decisiones puesto que será mi brazo derecho y de antemano cuenta con todo mi apoyo incondicional y bajo cualquier circunstancia. Durante alguna ausencia mía, ella estará a cargo de todo lo que se mueva desde mi escritorio, de hecho, podrá ocuparlo a su total juicio.
En cuanto James escuchó el nombre de la mujer, movió la cabeza en forma negativa, mientras pensaba: «No, no podía ser», conforme Terry hablaba sobre lo que ella sería y representaría en el Banco, su incredulidad crecía, no podía tratarse de la misma persona, ni en su más grande pesadilla lo hubiera podido concebir. Mientras todo esto pensaba, una sonrisa irónica se dibujaba en su rostro. Finalmente levantó la cara con la mirada hacia el frente para toparse con un rostro angelical, joven, terso y bien delineado, no cabía duda que Diana estaba mejor que antes, los años le habían asentado bastante bien. Volteo con suavidad para fijar la mirada en Terry que no perdía detalle de la actitud de James. Ambos ocupaban los lugares a izquierda y derecha de Terry, en el caso de Diana, tal como lo anunciará unos minutos antes, se ubicaba a su derecha. Por su parte Diana, llegó y ocupo el asiento que previamente le había reservado Terry, mientras éste último hablaba, ella tomo asiento, abrió una lap top de notas y se preparo para hacer la presentación de los informes que había preparado para la ocasión. Al ocupar su lugar no pudo evitar mirar hacia el frente para descubrir que el personaje que estaba agachado con las manos entrelazadas por encima de la mesa era James, se veía bien sin embargo resultaba evidente que los años empezaban a anunciar su próxima decadencia. Aún tenía ese atractivo que desde el principio había llamado su atención, aunque ahora ya no lo veía tan guapo como cuando lo conoció. Casi de manera automática, giro su cabeza para prestar mayor atención a las palabras de Terry, por primera vez se percato de la belleza de ese rostro, lo varonilmente atractivo que era en comparación con James, una serie de sentimientos y emociones se mezclaron en su interior para dar paso a la iración que sentía por Terry en contraposición de la lástima que empezaba a sentir por James al saber que justamente ella estaba para suplantar al padre de su hijo, que lo único que había deseado era verla en el suelo humillada y pisoteada por sus zapatos, ¡qué ironía! Ahora era ella quien venía a recordarle que hay que tener cuidado con lo que se desea porque el destino es muy caprichoso y puede conceder en nuestra persona lo que buscamos en la ajena. —A partir de hoy solo atenderé los casos que yo mismo seleccione por su importancia, el grueso de los asuntos los atenderá Diana. La razón obedece a que pienso dedicarle más tiempo a supervisar algunos negocios personales y ella ha demostrado la capacidad necesaria para asumir esta responsabilidad, tiene la experiencia necesaria para ello, espero que no surja inconveniente alguno.
La mayoría de los asistentes mostraron su conformidad con agrado por tener la oportunidad de tratar con una mujer bella en lugar de un hombre inaccesible y con el que siempre salían cediendo a sus deseos, quizás, por el hecho de ser mujer, pudiera ser más sensible o estúpida, cualquiera de las dos cosas sería de mucha utilidad para el logro de los objetivos personales de ellos, además de que lo que saliera mal, se lo podrían adjudicar a ella puesto que no conocía la forma de trabajo del Banco Internacional y de aquí a lo que se enteraba, si es que algún día lo hacía, ellos harían de las suyas. El único que no tuvo reparo alguno en hacer público su desacuerdo fue James. —Como siempre creo que ha sido una elección acertada, solo que considero que, la señorita, debiera de empezar desde el inicio en este Banco, es decir, la reputación de esta institución lleva años y poner a una persona que desconoce las formas de trabajo aquí pudieran ocasionar algunos conflictos internos e incluso estresarla en extremo, cosa que no queremos que suceda — la idea era que ella fuera su asistente y de su cuenta corría el que jamás subiera de puesto. —Te daría la razón con sumo placer si no fuera porque de hecho, ella se ha hecho cargo de la presentación de esta reunión, eso sin contar con que ya lleva tres meses bajo entrenamiento en los asuntos del banco —Solo para confirmar, la persona que la ha estado entrenando, ¿es una persona realmente capaz y confiable?, porque al menos hasta ahora no había escuchado que alguien estuviera poniendo al corriente de las actividades que aquí se desarrollan a la señorita — el tono sarcástico de James empezaba a irritar a Diana. —No sé qué tan capaz y confiable me consideres — Terry hizo una pausa para interpretar la expresión de James — porque yo personalmente me he hecho cargo de su entrenamiento — hizo otra pausa antes de continuar — pero que te parece si todos lo evaluamos para despejar cualquier duda al respecto y dejamos que sea ella quien coloque sus capacidades sobre la mesa. —Me parece justo —contestó James. —Bien. ¿Les parece si empezamos con el informe de las actividades antes y después de que mi discípula ingresara en el banco? Todos asintieron en silencio.
—Diana —hizo un ademan con la mano al tiempo que decía — por favor. —Muchas gracias Señor Greychester. Paso seguido, se levantó, apagó las luces para poder iniciar con la presentación y empezó a explicar las tablas y gráficas que aparecían en la pantalla, poniendo las que iba desocupando a un lado, posteriormente hizo lo mismo cuando empezó a hablar de las actividades que había estado realizando las semanas previas y las imágenes las colocaba en el lado opuesto a donde había puesto las anteriores, al finalizar, hizo un comparativo muy esquemático con las dos columnas, tablas y gráficas que había en la pantalla. La facilidad de palabra, su desenvoltura, la seguridad de su exposición, la claridad de la pronunciación y las imágenes que estaba presentando, tenían impresionados a los presentes. Cuando hubo concluido intervención, Diana dijo: —Bien señores, por mi parte sería todo, no sé si alguien tuviera alguna duda o quisiera que le aclarara algún detalle o situación, con gusto estoy para serviles — dicho esto, espero unos minutos de pie, al no ver respuesta alguna, encendió de nuevo las luces y se dirigió a su lugar. —Gracias Diana. Después de haber escuchado el informe del último semestre quisiera saber la opinión de ustedes sobre el manejo que se ha estado dando o sobre el desempeño de la nueva integrante del banco — Terry le dirigió una mirada de satisfacción a Diana cuando ésta se encaminaba a su lugar —La presentación coincide con los datos que durante todo este tiempo hemos estado verificando desde nuestras propias computadoras —dijo Stevenson — por mí no hay dudas al respecto. —Toda esa información, ¿está incluida en el folder que nos entregaron al inicio de esta reunión?, me gustaría analizarla con mayor detalle —dijo Carrier —Yo solo quiero felicitar a la señorita Castañón por la presentación, me pareció muy ordenada, clara y concisa, creo que si los informes nos los dieran de esta manera nos ahorraríamos mucho tiempo en diferencias de opinión —dijo Adams — Por otro lado, me gustaría saber, en caso de que más tarde surgiera alguna duda o se requiriera hablar con usted —dijo dirigiéndose a Diana — me gustaría saber ¿qué oficina ocupará y en qué horario la podremos encontrar?, ¿cuál será su extensión?, no sé, sus datos generales serán de mucha ayuda.
—Muchas gracias señor —dijo Diana — en cuanto a mi horario, será el de cualquier oficina, supongo —dijo mientras volteaba a ver a Terry para confirmar su respuesta — el lugar de mi oficina, francamente la desconozco pero en cuanto tenga el dato se lo hago llegar a la brevedad posible, así como el resto de información necesaria para poder trabajar en constante comunicación con todos. Esta vez fue Terry quien contestó. —No hay necesidad de esperar, su oficina será la que está al lado de la mía, por obvias razones claro está. En cuanto al horario de trabajo, su horario será corrido de 7:00 a 16:30 hrs., de lunes a viernes. En ese horario podrá atender sus consultas y por lo de la extensión o correo, esos datos se los hará llegar Lisa en su momento. Los murmullos no se hicieron esperar, al parecer el acuerdo estaba tomado, Diana había pasado la prueba del consejo, lo que significaba que había ganado la primera batalla, aunque estuviera perdiendo la guerra o al menos eso era lo que James quería creer. —James, me gustaría escucharte, desde que termino la presentación de Diana no has pronunciado una sola palabra, me encantaría tener tu sabio consejo sobre la mesa, ya que serás quien más o tengas con ella, por ser tú superior inmediato —dijo Terry con cierto aire de superioridad mezclado con satisfacción en el tono de voz —Lo siento, no tengo nada que expresar, los demás ya lo han dicho todo y al parecer el acuerdo es unánime, así que carece de validez lo que pueda pensar — la mezcla de coraje, indignación, amargura y frustración no podía quedarse fuera de cada palabra que decía James. —Independientemente de lo que digan los demás, me gustaría saber tu opinión, — insistió Terry— siempre has sido demasiado juicioso, además, antes de la presentación fuiste tú quien hizo varias observaciones bastante lógicas así que quisiera saber si te mantienes en la misma posición o has cambiado de parecer — Terry pretendía hacerle aventar sus más profundos pecados sobre la mesa, cosa que James estaba decidido a no hacer. —En ese sentido creo que me equivoque al juzgar a la señorita sin antes haber escuchado su presentación, imagino que debe de tener un muy buen curriculum, en hora buena, la felicito — la hipocresía con que hablaba James no tenía
semejanza con nada, aunque sus ojos irradiaban un odio mortal — y le pido disculpe mi impulsividad al manifestar prejuicios absurdos sobre su capacidad. —Muchas gracias —contestó Diana. —En cuanto a lo del curriculum de Diana, supongo que tú lo debes de conocer mejor que yo, por lo que escuché, fue pupila tuya hace algunos años ¿no? — el tono sarcástico de Terry no conocía limites, lo que dejo sin respiración tanto a James como a Diana, quien consiguió mantenerse inexpresiva como desde el inicio, simulando con mayor soltura sus emociones. —He tenido varios pupilos a lo largo de mi carrera señor, lo que me dificulta el poder recordar a cada uno de ellos, pero bueno, a fin de cuentas creo que eso ahora no es muy relevante ¿o sí? —Desde luego que no, solo que como tú lo mencionaste, creí que esa parte de sus referencias podía serte de utilidad para aprobar mi decisión sobre su nuevo cargo. —Perdón señor — James se obligaba a mirar la mesa para evitar verla a ella o a Terry, no quería evidenciar el infierno que se estaba quemando en su interior — pero aquí quien toma las decisiones es usted, ¿quién soy yo para cuestionarlas? —Creo que empezamos a entendernos finalmente, después de tantos años y solo para dejar este asunto más claro, tu opinión me da exactamente lo mismo que si muere o no una rata más en el drenaje federal. — después de lanzarle una mirada llena de prepotencia y superioridad, continúo — Bien señores, si no hay más comentarios, podemos dar por concluida la reunión de este día. Los asistentes se levantaron para acercarse a Diana y poder felicitarla por su presentación y su nuevo puesto. James por su parte se levantó y salió a toda prisa tratando de pasar inadvertido para el resto aunque para Terry eso sería perfectamente imposible. Se quedó un poco más en la sala de juntas haciendo algunos comentarios con Carrier, instantes más tarde se despidió y fue directo a su oficina, al pasar por el cubículo de recepción, le dijo a Lisa —Comunícame con Albert ahora mismo a mi celular y mantenme informado de cada paso que dé James, no importa que tengas que enviar a uno de los tipos de seguridad a seguirlo, quiero saberlo todo en el momento justo en el que pase, sin importar la hora.
—Ahora mismo le paso la llamada y le comento que el señor Scotland está bajando por el ascensor, pero ahora hago los arreglos para que se tome nota de sus indicaciones — le dijo Lisa mientras marcaba el número de seguridad del edificio para pasar las ordenes de su jefe. —Ya tienes instrucciones ¿no?, y que no se te olvide que quiero total discreción en esto, James no debe saber que está siendo vigilado. —Como ordene señor —contestó Lisa al tiempo que repetía las instrucciones de Terry a la persona que estaba al otro lado de la línea. Diana por su parte estaba tan entretenida con los comentarios de los demás asistentes que se le habían acercado y le estaban haciendo algunas preguntas, comentarios e inquietudes que no se percato del momento en el que tanto James como Terry habían salido de la habitación, de hecho tuvieron que pasar varios minutos antes de que la sala se despejara por completo, dando tiempo y espacio para que Diana recogiera la memoria de la computadora portátil que había llevado a la reunión y saliera en dirección a la oficina de Terry, esperaba encontrarlo ahí para hacerle una serie de preguntas que peleaban en el interior de su cerebro por ser las primeras en salir, para su desgracia, las cosas no resultaron ser así, Terry había abandonado la oficina. Enseguida de que Diana entró a la oficina, apareció Lisa justo detrás de ella —¿Qué tal ha ido la reunión? — la cara de expectación de Diana le indico con exactitud lo que planeaba preguntar, por lo que se le adelantó cambiando la dirección que la conversación prometía tomar — el jefe y yo pensamos que no llegabas. —Sobre la reunión, supongo que bien, los del consejo aceptaron mi puesto por unanimidad, lo que me hace pensar que todo salió bien pero ¿Por qué pensaste que no asistiría? — quiso saber Diana. —Porque cuando salió el jefe de aquí estaba muy pensativo, como preocupado y al llegar a mi módulo me pidió que llevará y repartiera los folders con la información que me habías enviado, así que deduje que no ibas a ir. —No, no pensaba ir, solo que… bueno, supongo que ya sabes que Terry tiene sus propios métodos para hacer que uno termine haciendo lo que él quiere, aunque uno no esté muy convencida de ello.
—Sí así es él — convino Lisa con una sonrisa en los labios. —Pero ¿dónde está él?, esperaba encontrarlo aquí, creí que quizás hubiera querido hablar conmigo después de la reunión — Diana estaba desconcertada ciertamente, pero no pensaba aceptar que quien tenía que hablar era ella con él y no a la inversa. —De hecho hubiera querido hacerlo supongo, pero ya sabes, siempre tiene algo que hacer, y de hecho salió a toda prisa. —Pero a dónde ha ido ¿te dijo algo?, una pista, algún detalle, algo. —No, nada solo te dejo esa hoja de papel que esta sobre el escritorio, porque me imagino que es para ti —dijo Lisa con la simplicidad que la caracterizaba. —No lo había visto, vamos a ver de qué se trata — se acercó Diana al escritorio con cierta prisa, tomo la hoja y empezó a leer la letra cursiva de Terry que decía: «Gracias por asistir a la presentación, sabía que no me decepcionarías, tienes demasiadas agallas para quedarte sometida al yugo de un hombre, por muy bueno que sea, siempre serás más grande. Estaré ausente el resto de la semana, tú estás a cargo de todo, felicidades, en cuanto concluya mis pendientes me comunico contigo, por el momento, puedes quedarte aquí, Lisa tiene instrucciones de buscarte un buen lugar para quedarte, cualquier cosas que necesites, dinero, comida o lo que sea, pídeselo a Lisa. Otra cosa, no trates de buscar a tú hijo, a éstas alturas creo que sería infructuoso hacerlo, solo dale tiempo al tiempo y las cosas se arreglarán, te lo prometo… te lo debo. Terry» Diana se quedó helada, sabía que la única carta que le quedaba se la había jugado, había obtenido el mayor número de puntos para su equipo pero aún así había perdido, de eso no cabía la menor duda pero ¿qué podía hacer ahora?, sus piernas flaquearon frágiles haciéndola caer sobre sus rodillas, estrujando la hoja de papel, no pudo contener más su dolor y una vez más, soltó el llanto desgarrador que le quemaba como ácido en el alma y el corazón. Lisa contemplaba la transformación de la Diana segura, fuerte, decidida, astuta, en la muñeca de porcelana que acababa de ser arrollada por una mamada de mamuts, aunque ya se hubieran extinguido hacía mucho tiempo, el dolor que veía en esa mujer a la que ya iraba por sus grandes cualidades en el mundo de las finanzas ahora, simplemente estaba muriendo sin remedio alguno. Lisa
quería encontrar la manera de poder ayudarla pero parecía no tener consuelo alguno, daba la impresión de ser una niña pequeña que llora al ver destruida su mejor muñeca. El mundo se estaba derrumbando bajo los pies de Diana y Lisa se sentía impotente sin siquiera saber ¿qué decía ese papel? O cuál era la razón por la que se había puesto así… como una niña… o mejor aún, como una bebé hambrienta que ha sido abandonada en el interior de un contenedor de basura. Aunque resultaba obvio que no eran las mejores noticias que uno pudiera imaginar.
Capítulo XXI
Al concluir la reunión, James había salido con excesiva rapidez de la oficina sin mediar palabra con nadie, su expresión denotaba que había un demonio en su interior a punto de desaparecer todo lo que se le pusiera enfrente. El odio que sentía en esos momentos por Terry no tenían semejanza con nada, y Diana, ¿cómo carajos se le había ocurrido aparecer?, y más aún, a quitarle el puesto por el que había estado luchando todo ese tiempo que llevaba trabajando ahí, todo, todo se acababa de ir al demonio. Apenas era consciente de sus movimientos, salió como expulsado del elevador y corrió hacia su auto, se subió y al tiempo que encendía el motor, aventaba su lap y otros documentos que estaban en el interior del protector de la computadora, metió la reversa del vehículo a la vez que abrochaba su cinturón de seguridad. Para cuando termino de hacer todas esas cosas, el auto ya estaba al borde de la banqueta de la calle, entonces salió lo más rápido que le fue posible del alcance de las cámaras que vigilaban el edificio para dirigirse al muelle donde planeaba tomar el ferri que lo conduciría directo a casa, necesitaba urgentemente llegar, si hubiera podido tomar un helicóptero lo hubiera hecho pero no quería perder tiempo en pedir nada que pudiera ser monitoreado por Terry. James sabía que debía de seguir luchando, después de todo, la guerra aún no estaba escrita en el libro de sus fracasos, tenía que esperar a que llegará el momento adecuado para vengarse de Terry, juraba y perjuraba que lo haría sufrir hasta el cansancio, de momento lo que se le ocurrió fue acostarse con la esposa de su jefe solo para tratar de humillarlo, aunque no estaba seguro de que fuera lo mejor porque había rumores de una separación, aunque compartían la misma casa y se seguían viendo, habría que investigar más a fondo esa situación, como una opción más, pero no descartaba la posibilidad de que se le presentara alguna otra ocasión para destruir a ese infeliz, solo tendría que ser un poco más paciente, cosa que nunca se le había dado muy bien y bajo tales circunstancias ni siquiera tenía idea de lo que esa palabra pudiera significar o si acaso existiría en el vocabulario de la humanidad. Por el momento se iba a consolar fastidiando otra vez a Diana, a esa perra que tenía el don de siempre aparecer para quitarle algo, para obstaculizar sus planes personales, primero con lo del embarazo, el hijo y esas cosas, después de
algunos años aparecía para quitarle la gloria arrebatándole el puesto por el que se había esforzado tanto, la pregunta era ¿qué seguía?, algo en su interior le decía que en realidad no quería saberlo, lo mejor era ignorar esa parte, ahora por su maldita culpa, tendría que cambiar de casa a su hijo para evitar que lo encontrará e intentará quitárselo, porque seguro que estaba ahí para eso, si ya le había ocasionado problemas en el pasado quien le garantizaba que no lo iba a volver a hacer. Además, estaba bastante bien enterado de las búsquedas que había hecho esa mujer para localizarlo a él, ¡cómo se le iban a olvidar sus momentos de descanso dedicados a poner trampas y acertijos que consiguieran bloquear su «investigación» electrónica!, tantos habían sido los intentos que ella había realizado que para James se había convertido en parte de la rutina, de modo que esa actividad la solía realizar como si estuviera recreando un video juego de acertijos y laberintos sin concederle demasiada importancia, tanto que en ocasiones olvidaba el por qué lo hacía. No obstante los sucesos recién acontecidos, lo peor era que las ideas las repetía una y otra vez, en diferente forma, con otras palabras pero en esencia eran las mismas: ¡Maldita la hora en la que había regresado Diana a su vida! El trayecto de regreso a casa se le hizo más que eterno; había un tráfico horrible y entre maldiciones y puñetazos al volante, llegó justo a tiempo para tomar el último ferri del día con destino a Escocia, debía de llegar a la brevedad posible. La brisa del mar salpicaba los vidrios de las ventanas del ferri, el rítmico vaivén del barco se combinaba para hacer más torturante el viaje, sentía que estaba punto de aventar el hígado junto con la vesícula y los intestinos completos, el coraje que cargaba con tanto celo le impedía pensar de manera más objetiva y por nada del mundo se podía tranquilizar. Un par de horas más tarde, al llegar al puerto, salió desesperado, paso la caseta de cobro y se dedicó a rebasar a cuanto auto se le ponía en frente sin siquiera cerciorarse si era o no lo más adecuado. Considerando la prisa que llevaba, decidió tomarse la molestia de seleccionar carreteras alternas en lugar de pasar por algunas poblaciones para evitar el tráfico habitual, por fortuna la carretera que eligió, le permitió incrementar la velocidad a la que viajaba ya que sobre pasaba con mucho los límites establecidos, para su buena suerte, en los caminos que llevaban hasta su casa no solían circular muchas patrullas que digamos y su casa estaba fuera de la ciudad, a unos cinco kilómetros de la población más cercana, se trataba más bien de una casa de campo, la idea era evitar el o que Anthony pudiera tener con otras personas, esa era otra razón para mantenerlo ocupado en un sinfín de clases e instrucciones que consideraba le serían de utilidad para poder trascender al vivir
la vida de su hijo como si fuese la propia. Cuando llegó a la casa aún estaba excesivamente enojado de modo que a primera vista no se percato de la ausencia del carro en el que solían trasladar a su hijo a todos lados. Entró en la casa y empezó a gritar. —George, George, ¿dónde está Anthony?, necesito que empaques una maleta con sus cosas y documentos importantes del niño, y haces otra maleta para ti, los necesito a los dos en quince minutos en la cochera y no quiero esperar un solo segundo ¿me oíste? — James no recibió respuesta alguna pero no le dio importancia, supuso que estaría moviendo las manos para estar en tiempo y lugar conforme las instrucciones que le acababa de dar. Mientras tanto, James hizo una maleta sencilla, llevó consigo documentos de identificación importantes, bajo a la biblioteca, hurgó algunos cajones y recogió algunos papeles y memorias digitales, encendió la computadora y borró todos los archivos que había en el disco duro, la apagó y se dirigió a la cochera, cuando llegó ahí se percató que habían pasado poco más de veinte minutos. Esperaba encontrar a George y a su hijo, para su mayor enfurecimiento, no estaban, entre maldiciones y promesas de castigos para ambos, regreso a la casa y volvió a gritar —George, ¿qué demonios hacen que no aparecen en la cochera? No hubo respuesta a sus gritos. Empezó a buscarlos en la habitación de Tony, después reviso todas las habitaciones de la parte alta de la casa, al no encontrar nada, bajo y busco por todos lados, el resultado se repitió varias veces. Del coraje estaba pasando a la ansiedad extrema, finalmente volvió a encontrarse en la cochera y entre vociferaciones, movimientos violentos y patadas ante lo que se le ponía enfrente de su cabeza, su mirada se poso en el espacio vacío donde se suponía que debía de estar el Audi A8 que utilizaba George para llevar a todos lados a Tony, no había nada. Fue entonces cuando le cayó el veinte, habían escapado —Ese hijo de la gran puta debió de haberse llevado a mi hijo lejos de mí, sí, lo veía en su mirada, qué imbécil fui, cómo no me di cuenta ¡carajo! — decía James mientras daba patadas al aire y a todo lo que se le pusiera frente a su pie. De manera casi automática, sacó su celular para marcarle a George, después de unos segundos aparecía un mensaje de voz que indicaba que traía el celular
apagado, cosa que frustró aún más a James, lo que incremento en un 1000% su coraje. Debía de encontrar a ese par de cabrones con urgencia, decidió ir a las autoridades para dar parte a la policía sobre la desaparición de ambos así que subió al auto y al tocar la tarjeta para encenderlo se le ocurrió que esas tarjetas contenían un chip que podía ser rastreado con facilidad en caso de robo del vehículo, y el Audi contaba con uno. Sacó su Smartphone, se conecto a internet, ingreso a la página de registro de vehículos, anotó las claves del suyo y unos instantes más tarde aparecía un mapa donde le indicaba el lugar exacto donde se encontraba el carro, seguramente estarían por ahí ese par, no podían estar muy lejos del auto. Encendió el motor y salió a la misma velocidad a la que había llegado, la idea había cambiado, dadas las circunstancias se marcharían sin más pertenencias que las que llevaban puestas en esos momentos, después de todo, ellos tenían la culpa por no estar en casa a la hora que tenían que haber estado. Con esa mentalidad fue siguiendo las indicaciones del GPS del objetivo de su búsqueda. Cuando llegó a donde estaba el vehículo se percato que estaba estacionado justamente fuera del instituto de música donde Tony estudiaba, las puertas del edificio ya estaban cerradas, se bajo y reviso el interior del carro, para ver si acaso tendría la alarma y con eso llamaría la atención de George que saldría de donde estuviera escondido y así encontraría a su hijo, para su mayor sorpresa, la alarma no estaba puesta. No pudo evitar sentir más frustración en su interior, ¿dónde podían estar? Pasó una patrulla a su lado y el oficial asomó la cabeza por la ventana para preguntarle. —¿Todo bien señor? —No, oficial, este carro es mío, es en el que mi chofer traslada a mi hijo a sus clases todos los días y hoy no ha llegado a casa, lo encuentro aquí pero no están ninguno de los dos, la verdad es que temo por la vida y el bienestar de ambos. —Ahora lo ayudamos — se estacionaron y ambos oficiales bajaron para tratar de auxiliar a James. Después de revisar el vehículo por fuera, uno de los oficiales, que traía una lámpara, alumbró el interior del mismo y le pareció que algo brillaba levemente bajo el asiento. Le indicó al otro oficial la pista que había encontrado, paso
seguido y con previa autorización de James, trataron de abrir el carro pero resulto infructuoso el esfuerzo por lo que tuvieron que llamar a un cerrajero quien tardo casi una hora en llegar medio sobrio y medio ebrio. —¿Cuál es el problema mi Bob? — dirigiéndose a uno de los oficiales. —Hola Bryan, necesitamos abrir este carro, nos urge hacer algunas averiguaciones y este vehículo resulta ser la clave ¿crees que puedes hacer algo? —Pues algo, no lo sé, pero de que lo abro, hip lo abro —contestó el cerrajero. Sacó algunas herramientas planas de trabajo y con unos cuantos movimientos hábiles en la cerradura de la portezuela lo abrió sin mucho sufrir al cabo de unos minutos. —Listo — haciéndose a un lado para que los oficiales registraran el vehículo, se acercó a James y estiro la mano — son $120.00 euros. —¿Qué? — James estaba sorprendido — si solo se trataba de una simple cerradura. —Sí pero no cualquiera le abre una cerradura digital con claves personalizadas que obviamente ni usted, que supongo que es el dueño, sabe, porque en caso contrario, ya lo habría hecho usted mismo ¿no cree? Sin decir más le dio tres billetes de cincuenta euros y le dijo. —Lárgate de una buena vez antes de te demande por robo. —Gracias, hip, qué pase una buena noche. Los oficiales registraron de pies a cabeza el carro y lo que parecía brillar era el control del carro, todo lo demás parecía estar en orden, dos moldes de comida estaban vacíos, un tercero contenía una ensalada que se veía apetitosa, a su lado había una bolsa con más moldes con comida sin que se vieran señas de haber sido probada siquiera. Fuera de eso, no encontraron nada más. Los oficiales levantaron el reporte de la desaparición de ambos, y le pidieron a James que los acompañara a la central de policía para dar parte de manera formal a las autoridades y se iniciaran las labores de búsqueda.
Estando en la oficina del encargado de levantar los reportes de cosas o personas extraviadas, James tuvo la sensación de estar viviendo su propia pesadilla, por lo que se esforzó por mantenerse en una tranquilidad aparente, aunque solo fuera superficialmente; ese había sido el peor día de su vida, empezó con la ansiedad por la reunión, después el impacto sorpresa de haber vuelto a ver a Diana después de tantos años, de ahí había pasado al coraje de ver la forma tan profesional con la que estaba impresionando a los presentes en la reunión, más tarde, la frustración e impotencia de ver que le arrancaban de las manos el puesto que tanto anhelaba, el odio por la humillación que Terry le había hecho, seguido de eso, el tráfico, el eterno viaje de regreso a casa, continuando con los golpes bajos: se topaba con que ni su hijo ni su chofer aparecían por ningún lado y para finalizar el día, se encontraba en el departamento de policía de la ciudad esperando noticias de la desaparición de ambas personas. Varias horas más tarde, uno de los oficiales le dijo. —Lo mejor será que se vaya a casa y trate de descansar, los oficiales ya están buscando a su hijo pero lo más seguro es que no encuentren nada y tendremos que esperar a que abran el instituto de música, mañana por eso del medio día, para averiguar si su hijo asistió a sus clases el día de ayer o en su defecto, si notaron algo fuera de lo común. —Dígame un par de cosas oficial, ¿es usted casado?, ¿tiene hijos? —Sí señor, dos —respondió el oficial con franqueza. —Bien, supongo que los adora a ambos y no desearía que les sucediera nada malo ¿verdad? — el tono de James dejaba muy en claro hacia dónde pretendía llegar con esa conversación. —Entiendo lo que pretende decirme y créame que lo comprendo mejor de lo que se imagina pero, también necesito que tome en cuenta que así como están las cosas, ni usted ni yo podemos hacer nada, por lo menos a éstas horas de la madrugada. —No, no creo que tenga la más remota idea de lo que me está pasando.— James hizo una breve pausa para tratar de calmarse un poco — Siendo honestos, dígame oficial, ¿Usted podría ir a casa a descansar si su hijo estuviera desaparecido? — resultaba más que evidente que la impotencia mezclada con la ira que sentía James ante la incertidumbre lo tenían cegado.
—Seguramente no, pero lo mejor será que trate de hacerlo porque esto no se va a resolver antes solo porque usted se quede el resto de la noche esperando. James no dijo nada, fingió que lo pensaba y finalmente le contestó. —Tiene razón oficial, disculpe pero es que la angustia de tener noticias de mi hijo me está matando. —No se preocupe, de verdad lo entiendo y créame que yo estaría igual o peor que usted pero desgraciadamente eso en nada cambia las circunstancias que está viviendo, miré, vamos a hacer una cosa, si gusta, déjeme el número de su celular y en cuanto tengamos alguna noticia de su hijo, por simple que sea la pista que encontremos yo me encargo de avisarle y si termina mi turno, dejaré el recado para que se comuniquen con usted a la brevedad posible ¿le parece? —Es usted muy amable oficial — sacó su cartera, hurgo uno de los apartados y le entregó una tarjeta de presentación — este es mi nombre y mis teléfonos, yo trabajo en Londres pero de igual manera me mantendré en o con cierta regularidad para ver si ya encontraron algo. —Pierda cuidado, que nosotros haremos hasta lo imposible por encontrarlo. —Gracias, buenas noches — se despidió James. —Que descanse — le contestó el oficial. Al subir a su auto y empezar a conducir con rumbo a su casa pensó muy seriamente sobre el día que había tenido, al llegar a su casa, su cuerpo le reclamaba una buena ducha pero sus piernas no lograron sostenerlo más allá de la cama donde se dejo caer muerto de cansancio, momentos después empezaba a roncar. Horas más tarde se levantó, se ducho, sacó un poco de leche del refrigerador, cogió un pan y salió con rumbo a su trabajo. Mientras desayunaba, llamó al departamento de policía para preguntar si había noticia alguna, la respuesta fue negativa sin embargo se reiteró el compromiso de continuar con las indagaciones hasta dar con el paradero de su hijo y su chofer. Ligeramente menos tenso, dejo que el día siguiera su curso de manera natural, sus planes de venganza tanto para Terry como para Diana iban a tener que
esperar hasta tener nuevamente a su lado a Tony, posteriormente… ya se verían las caras. Esa semana transcurrió con los altibajos de las presiones normales de la bolsa no obstante debía reconocer que Diana estaba resolviendo bastante bien las situaciones que se le habían estando presentando. Su habilidad y capacidad dejaban muy en claro que había mejorado sus aprendizajes en la materia. Le resultaba molesto y angustiante tener que darse cuenta que, Diana contaba con un cerebro bastante revolucionado para el mundo de las finanzas, sobre todo considerando que las mujeres normalmente no tenían cabida en ese nivel de razonamiento. Al detenerse unos segundos en las muestras de gran desempeño que había dado su actual rival laboral, surgió una inquietud que, igual podría sonar descabellado aunque atinada, se empezó a preguntar si acaso no habría sido ella quien secuestrara a su hijo, muchas veces lo pensó pero el mismo número de veces desecho la idea al concluir que si hubiera sido ella, ya se hubiera largado de ahí, por temor o precaución puesto que sería una verdadera locura quedarse trabajando en el mismo sitio que la persona que más deseaba verla sufrir. Sus dudas lo habían llevado a seguirla casi al finalizar la semana, necesitaba comprobar que no estaba detrás de la desaparición de su hijo. Los resultados seguían siendo los mismos, el niño no estaba en el departamento de Diana, ella vivía sola, nadie más que ella entraba en su departamento, se acababa de mudar ahí, en realidad nadie la conocía, solo la dueña del lugar. No platicaba con nadie y tampoco estaba saliendo con nadie, de su departamento al trabajo y del trabajo a su departamento, mismo que no quedaba muy lejos del banco por lo que ni siquiera era necesario tomar ningún tipo de transporte. Por otro lado, le resultaba inquietante la actitud de Diana, no se le veía estresada o preocupada por su hijo, de hecho, hasta ese momento, había evitado hablar con él y por lo que había notado, no mencionaba nada sobre su vida personal y para colmo, se la veía tan fresca como una colegiala recién salida de la escuela, lista para vivir y disfrutar de su existencia, con la diferencia de que esa mujer no hacía más que ir a museos y en una ocasión había ido a la ópera, según la información que le habían dado algunos informantes, lo que en realidad no sabía era que, su visita a la ópera había sido con su jefe y quizás esa parte era mejor que no llegara a sus oídos. Mientras tanto en Escocia, habían estado buscando a su hijo y seguía sin aparecer, las investigaciones indicaban que no había asistido a sus clases de música ese día, uno de sus compañeros lo había visto desde la ventana con su
chofer y otro tipo, habían cruzado la calle para subirse a un auto blanco, paso seguido, habían desaparecido del campo visual del menor. Todos sus compañeros de clase extrañaban a Tony, querían saber qué había pasado con él porque siempre los ayudaba con sus deberes y solía prestarles el material que ocuparan porque casi siempre llevaba de sobra. James sentía que se volvía loco, no podía ser, una vez más, Diana debía de estar maldita, no tenía más allá de un par de semanas que había aparecido en su vida y ya había logrado poner de cabeza su mundo, el mundo que hasta entonces solía ser perfecto en toda la extensión de la palabra y con fines armoniosamente acordes a los deseos de James no obstante, ahora era un perfecto caos y lo peor era que no tenía ni la menor idea de dónde podía estar Tony. En el fondo de su ser estaba sumamente preocupado por su paradero, por instantes se le ablandaba el corazón lo suficiente como para comprender lo que Diana había pasado durante todo ese tiempo alejada de su hijo sin embargo, si lo recuperaba no permitiría que nada ni nadie lo separara de él un solo segundo, no importaba que tuviera que pagar maestros privados, lo tendría justo a su lado. Pasó el fin de semana sin mayor novedad, la ausencia de Tony ya había hecho un enorme hueco en el corazón de James, no podía negarlo más, lo echaba de menos, quería tener la sensación de que estaba en su habitación haciendo cualquier cosa, que él consideraba una pérdida de tiempo, practicando con el violín o el piano, repasando sus clases de idiomas con George, cumpliendo con sus labores académicas, viendo la tele a escondidas o simplemente leyendo libros infantiles o cuentos clásicos. El pequeño había pasado por su existencia sin vida propia, ese fin de semana reflexionó sobre la vida que hasta el momento le había dado y termino por darse cuenta que no le había dado a elegir la opción de ser un niño, le había impuesto una vida de adulto sin serlo, trataba de justificarse a sí mismo sintiendo que lo había estado haciendo por el bienestar del chico, era parte de una formación que le sería de suma utilidad en el futuro, definitivamente nunca había tenido la intención de lastimar a Tony o… ¿sí?, en esos momento ya no sabía ni entendía nada que no fuera el recuperar a su hijo a la brevedad posible, al menos ese era su deseo en esos momentos. Miles de ideas cruzaban su mente pero el caso era que el arrepentimiento no le regresaría a Tony, la vida le había brindado la oportunidad de compartir su tiempo con un ser tan increíble como lo era ese pequeño al que no había sabido entender —¡Dios! Que voy hacer sin Anthony —sin más freno se dejo llevar por sus emociones llorando con un niño la pérdida del suyo propio.
Capítulo XXII
Después que concluyera la reunión, Terry había confirmado su decisión de dejar a Diana a cargo de todo. Había dos razones para ello, una de ellas era para ponerla a prueba en cuanto al manejo de lo que esa institución representaba, la otra estaba relacionada con su hijo. De sobra había visto la importancia que el chico tenía para ella, y dadas las circunstancias, necesitaba mantener la mente de Diana ocupada antes de que se volviera loca o cayera en una depresión más seria que arruinará su descubrimiento más valioso en los últimos meses. Terry estaba convencido que el trabajo en sí tiene varias funciones, no sólo se relaciona con la adquisición del efectivo necesario que le permita al individuo cubrir sus gastos personales y los de su familia, en caso de que tenga una que dependa directamente de la persona. En el plano moral, evitaba todo tipo de pensamiento ocioso que pudiera ser perjudicial para sí mismo o para un tercero, en lo psicológico, mantenía ocupada la mente y el físico dejando al margen cualquier tipo de angustia o ansiedad ajena a la misma labor, lo que, sabiendo controlar el estrés propio del trabajo, permite conseguir un equilibrio armónico de la persona misma desde su interior. En lo social, contribuía a la colaboración y comunicación con otras personas, lo que a su vez resulta esencial para el aprendizaje del individuo y otros muchos aspectos que de igual manera resultaba ser sanos, tanto para el ser humano como para sus similares. Por ende, Terry considero que un poco de trabajo en exceso sería de mucha utilidad en esos momentos para Diana. Por otro lado, él necesitaba un tiempo para recapitular la historia de sí mismo y de los últimos acontecimientos. Sabía que había tratado con demasiada dureza a Diana cuando hablaron en su oficina minutos antes de la reunión, se justificaba pensando que había sido la única manera que se le había ocurrido para despertarla de su aletargamiento emocional, comprendía el dolor que podía estar sufriendo por la pérdida de su hijo, ya que ambos sabían perfectamente que en el momento en el que se había parado en la sala de juntas, había renunciado a volver a ver a su hijo. Reconocía que había sido demasiado egoísta al haberle dado mayor importancia a sus negocios que a la parte sentimental de ella, la había utilizado y aunque pensaba recompensarle entregándole a su hijo, aún había cosas que ajustar, lo primero, estaba al tanto del acta que James había levantado en el departamento de policía
de Escocia, también tenía pleno conocimiento de que estaban buscando al niño junto con el chofer desde la noche misma en la que James descubrió que habían desaparecido. No obstante lo anterior, tenía la firme convicción que con un pequeño soborno sería más que suficiente para zanjar ese detalle con las autoridades en Escocia aunque no creía que fuese necesario, sus hombres había realizado un trabajo tan limpio que aún no existía una pista certera que estuvieran siguiendo simplemente porque no había huellas digitales en nada, la marca del vehículo en el que habían subido a Tony estaba más que identificado como propiedad de Terry solo que también había pruebas de que el dueño había estado muy ocupado en el banco mientras que su chofer había realizado sus funciones llevando, trayendo a sus hijas al colegio, al despacho del modista que diseñaba y confeccionaba su ropa, todos esos viajes los habían realizado en ese auto y había testigos físicos de ello, lo que descartaba la posibilidad de que se tratara del mismo, por otro lado, las placas no habían sido identificadas, por lo que pudo haber sido cualquier otra persona y si a eso le agregamos que James no era una persona muy «querida» por la sociedad escocesa o británica… concluyendo con lo anterior, se puede deducir de la investigación que, técnicamente indicaba que para las autoridades, oficialmente seguían desaparecidos aunque extraoficialmente, estaban en calidad de «muertos» para el mundo. Tenía que reconocer una vez más que su chofer tenía sangre de espía, aunque no podía silenciar los «gritos» callados de James, al menos no mientras estuviera obsesionado, y por la expresión de su cara al ver a Diana, no dudaba que ya estaba en esa fase si no es que unos pasos más adelante. Debía de hacer algo pero necesitaba la ayuda de un profesional y Reynolds parecía ser la persona indicada para investigar esa situación, más tarde le llamaría para invitarlo a desayunar al siguiente día en el Fera at Claridge´s, pensaba aprovechar al máximo la semana que se tomaría y para eso requería empezar justo al siguiente día de la presentación. Mientras conducía de regreso a casa seguía meditando sobre ese asunto. Necesitaba saber más de James en su papel como padre, solo así podría encontrar el punto clave que hacía falta para poder replantear la situación y ver la mejor manera de arreglar ese asunto sin mayores complicaciones, que si bien hacían más interesante el juego, en el presente caso las cosas cambiaban porque estaba de por medio la vida de un niño y la felicidad de una madre a cambio de la desgracia de un padre, ¡vaya situación!, la pregunta del día era ¿en qué momento se había metido en semejante embrollo? Él no tenía nada que ganar ni que perder, Diana había decidido quedarse a trabajar en el banco que era lo que él deseaba, ya estaba hecho, ¿ahora qué?, porque no simplemente dejar ir al niño con el chofer en
busca de Diana o de James, ¿qué más le daba a él?, no le afectaba en lo absoluto. Esa sería una buena opción, dejar en libertad a ambos y que ellos decidan que hacer aunque, en el fondo, había algo que no terminaba de convencerlo, esa historia había jugado con las cuerdas más sensibles de su esencia, unas que nadie había tocado de esa manera y sentía que no podía hacerlo así como así, si ya había tomado una decisión, ahora debía de meditar y tomar otra, pero eso lo decidiría después de visitar a sus invitados, que según Albert ya estaban instalados en una de las habitaciones de servicio de la mansión. Su familia obviamente no debería de saber de la presencia de ellos, no por lo que pudieran decir o hacer sino porque ese asunto era personal y solo lo incluía a él no a los demás, así que como siempre, prefería mantener a su familia al margen de sus decisiones, en especial de ese caso. Independientemente de que la relación con Margaret hubiera terminado tiempo atrás, no le hacía mucha gracia el que se viera arrastrada a una situación que ni él mismo sabía en qué iba a parar, pero por simple precaución, lo mejor era que no supieran nada. Cuando llegó a la mansión, lo primero que hizo fue visitar a sus nuevos huéspedes para conocerlos y ampliar su visión sobre su siguiente paso. Su presentación no le tomo mucho tiempo sin embargo alcanzó a percatarse del gran amor que había entre ambos, el niño sentía la protección del chofer y éste no cesaba de convencerlo de que así era. Lo que más impresiono a Terry fue lo expresivo de la mirada del niño, reflejaba mucho dolor, angustia, incertidumbre, temor pero sobre todo, la fragilidad que había en su interior se proyecto desde el primer momento en que fijara sus ojos en los del niño, era obvio que por dentro estaba cayendo y buscaba desesperadamente agarrarse de algo, le urgía creer en algo, en alguien que representará para él un punto de salvación de sí mismo. Hubiera querido platicar más con el niño, pero su mirada le impedía continuar en su compañía. Sin siquiera ser conscientes de ello, tanto Diana como su hijo habían sido la pantalla blanca que sirviera para proyectarse a sí mismo desde lo más profundo de su ser, cosa que causo no solo una enorme impresión, sino que consiguió remover heridas del pasado que creía haber superado, y que en los breves instantes que estuvo frente al chico, pudo percatarse que aún sangraban por el abandono psicológico al que lo habían sometido durante una buena parte de su vida; el volver a descubrir su propia fragilidad detrás de la autoritaria inteligencia que lo había colocado en el puesto en el que actualmente se desempeñaba, le restregó en la cara el lado oscuro que todos los seres humanos suelen esconder. De pronto acababa de aprender la lección: una herida no sana hasta que alguien llega a curarla con la paciencia y el cuidado que solo el verdadero amor puede lograr.
Con los estudios, la compañía de sus abuelos hasta que ambos fallecieron y después, con el trabajo, había conseguido olvidarse de lo sólo que en realidad se sentía y estaba porque se sabía abandonado por una familia a la que solo le había interesado el dinero, la comodidad y los lujos. Después de salir de la habitación donde estaba hospedado Tony, subió al estudio, se encerró, necesitaba estar solo para pensar más a fondo, no entendía por qué pero se sentía agotado como hacía muchos años no se había sentido así. Se acercó a una mesita que estaba ubicada en un rincón de la habitación, al lado izquierdo había un escritorio de caoba cerca del ventanal de fondo que le permitía una muy relajante visión de los jardines de su hogar, si es que así se le podía llamar, él prefería considerarlo su refugio privado. En la mesita había una botella de cristal cortado llena de coñac había también unas copas limpias, tomo una y se sirvió un poco, se acercó a la ventana para contemplar el paisaje de noche, en realidad su mente estaba fuera de todo contexto real. Los recuerdos de tan malos momentos de soledad, cuando deseaba que alguien llegara a salvarlo de los peligros en que lo solían poner las travesuras de sus hermanos o en ocasiones las propias, lo habían esperado para llevarlo una y otra vez, minuto tras minuto, a la angustiante experiencia de saberse perdido y en ocasiones herido, hasta que finalmente conseguía tranquilizarse lo necesario para terminar por pensar en la mejor manera de regresar a casa con una excusa más creíble que la última que había dado y que por cierto, casi nunca le habían funcionado porque todos decían la verdad y él era el único mentiroso de la familia no importando que las cosas fueran exactamente contrarias. Las noches de fiebre por las enfermedades propias de los niños y las gripes comunes donde la única persona que se ocupaba de él era una empleada del servicio doméstico de su casa paterna, pero sus padres jamás, y mucho menos imaginar que cancelarían algún compromiso social solo por cuidar al insufrible de la familia, igual y se trataba de un chico bastante fuerte como para averiguárselas por sí mismo o en todo caso, para eso estaba la servidumbre a la que por cierto le pagaban bastante bien y si llegaba a morir, seguramente ni cuenta se darían o en su defecto, les haría un gran favor al desaparecer de sus vidas. Las niñeras solían atender las necesidades de sus hermanos porque eran agraciados, simpáticos pero no solían encariñarse con nadie, lo único que les interesaba era el salario que percibían por ello, todo, absolutamente todo estaba dominado por el maldito dinero que hacía que el mundo girara en la dirección de quien lo poseyera. Fueron estás reflexiones las que llevaron a Terry a concluir que, esas experiencias lo había llevado a la premisa más importante que era la de
que debía luchar por tener el dinero suficiente para marcar el ritmo al que todos moverían su vida con la única finalidad de atenderlo de rodillas, sino por gusto al menos lo harían por necesidad, ese había sido el motor que lo había conducido a luchar por ser el mejor en el mundo de los negocios, mientras sus hermanos disfrutaban de su edad, de los placeres de la vida, él había tenido que aprender más de lo necesario para iniciar con la batalla de abrirse paso en el mundo de los adultos aún antes de llegar a serlo en su totalidad, por eso había surgido en él la necesidad de liberarse de las cadenas que sus padres habían cerrado alrededor de sus pies, manos y cuello, se sentía asfixiado en Canadá, su lugar de nacimiento, en cambio, en Londres, bajo la tutela e instrucción de sus abuelos paternos, había aprendido muchas cosas de una manera mucho más ligera, no había presiones y siempre lo procuraban en todo incluyendo la parte afectiva, aunque jamás habían logrado hacer que su lado sentimental relacionado con su familiar nuclear volviera a surgir en su interior porque él ya había matado esa parte de su ser desde el momento en que tomara la decisión de buscar el dinero que tanto necesitaba para hacer con los demás lo que le viniera en gana. Al final de la jornada de trabajo ¿qué había obtenido?, solo recuerdos, dinero, sí mucho dinero, ahora era él quien hacía girar el mundo pero ¿dónde estaba el motor que lo movía?, tristemente ya no tenía sentido, todo lo que había soñado estaba ahora en sus manos, el poder, la posición social, el respeto y temor de las naciones, de los de la mayor institución financiera del mundo, no había la más remota posibilidad de que tuviera que pagar sus cuentas con tarjetas que se trabaran o padecieran los errores del sistema, eso no había pasado y jamás pasaría, de hecho en más de uno de los tantos establecimientos que solía visitar para hacer cualquier compra, generalmente salía sin pagar la cuenta, más tarde hacía las transferencias bancarias y el asunto quedaba cerrado. Esa era una de las formas de pagar sus cuentas cuando carecía de ganas para sacar la cartera que contenía el efectivo y la tarjeta de crédito, en otras ocasiones, era su chofer o guardaespaldas personal quien portaba su cartera y se hacía responsable por realizar el respectivo pago, todo dependía del humor en el que se encontrara, así solía cubrir los saldos que iba generando. Sin embargo, todo lo anterior carecía de importancia en esos instantes en que la mirada de dos personas lo habían tocado, no podía dejar que el niño se enfrentará a su suerte así como así, algo en lo más profundo de sus entrañas le decía que no podía permitir que su historia se repitiera, en cierto modo, con ese niño necesitaba estar seguro antes de dar un paso de esa magnitud, por otro lado estaba la madre, lo que hubiera dado por tener una madre como Diana y aún así,
no había nada en el mundo material que su madre le pidiera y no le concediera. Estaba decidido a pasar un poco más de tiempo con Tony, solo para conocerlo lo suficiente para poder tomar la mejor decisión, esa era la única respuesta que había encontrado en su cerebro convulsionado por las lágrimas de la madre y la voz del pequeño. Sin darse cuenta, dio un sorbo a su bebida mientras contemplaba la inmensidad del cielo estrellado, de pronto se percató de algo que pareció recorrer su rostro, se llevó la mano a la cara para descubrir de qué se trataba, la humedad de sus mejillas le indicaron que había derramado algunas lágrimas sin sentir, era extraño, porque hacía mucho que no lo hacía y a pesar de ello, en su interior tenía la sensación de estar liberando su propia alma de la oscuridad del castigo. Todavía se quedo un largo rato en el estudio pensando y reflexionando los detalles de la situación junto con sus propios fantasmas, posteriormente se fue a dormir, tenía una semana muy confusa por delante y debía descansar para poder manejarla de la mejor manera y como siempre, sin errores. Los días siguientes, Terry solía visitar a Tony después del desayuno y lo invitaba a recorrer con él la propiedad, desde el primer día que pasara ahí, ordeno que les trajeran ropa limpia a ambos, George se mantenía al lado de Tony al principio, pero conforme el dueño de la propiedad se ganaba su confianza, se iba quedando unos pasos atrás del niño, pero sin despegarse más allá de medio metro. Las atenciones de que estaban siendo objeto tenía impresionados a los visitantes, no obstante George trataba de encontrar la manera de corresponder a la hospitalidad del anfitrión, después de todo, él era un empleado no el hijo de la reina de Inglaterra, así que opto por seguir las instrucciones que solían darle tratando de ocasionar el menor problema posible. De este modo se fue difuminando, en parte, la idea de buscar la manera de escapar de ese lugar, a fin de cuentas, Tony parecía encantado, como si hubiera encontrado al padre que hasta el momento no había conocido y aunque George no atinaba a encontrar una sola razón lógica por la que Terry estuviera haciendo todo eso por ellos, no podía negar que la paz estaba entrando, tanto en el alma del pequeño como en la propia. Por su parte, Diana se paso la semana bastante atareada con los compromisos del banco, los movimientos de la bolsa, las inquietudes y dudas de los del consejo, las quejas de los corredores de bolsa por que James había estado cumpliendo con su horario pero no estaba haciendo las cosas como de costumbre y no se le podía hablar porque tenía un genio bastante atravesado. Los números, las estrategias, y la búsqueda de un departamento, la mudanza de sus
pertenencias a lo que se presumía sería su nuevo hogar, las compras de ropa nueva acorde con su nueva investidura y demás detalles la mantenían bastante entretenida, de modo que esa semana le fue imposible llamar a sus padres, asunto que abrió la puerta a la angustia acompañada de la ansiedad por exceso de estrés y falta de relajación. El siguiente jueves de esa semana se instalo en su nuevo hogar, estaba a unas cuantas calles del banco, debía reconocer que la ayuda de Lisa había resultado ser invaluable, de ser una recepcionista, secretaría y asistente se había convertido en una excelente amiga puesto que se había hecho cargo de conseguir varias opciones para que ella seleccionará el departamento que más le agradara sin necesidad de estar haciendo visitas físicas a toda la lista que le había preparado, de igual manera le había conseguido algunos catálogos de modelos para el diseño de su nueva ropa, calzado y rios, detalles a los que Diana no acostumbraba concederles mucho tiempo, solo una simple vista y ya estaba la decisión sobre si lo compraba o no, pero con Lisa, las cosas cambiaban bastante. Había que ver los colores y las combinaciones, que estuvieran acorde con la personalidad y facciones de Diana, la idea era verse lo mejor posible, no importando el costo de lo que fuera a comprar, después de todo, el salario que percibiría no era nada despreciable y quizás, para muchos, resultaría ser algo más que escandaloso, lo cierto era que lo merecía y nadie que tuviera conocimiento de lo que en realidad significaba la juerga financiera se lo podría negar. Cuando llegó el fin de semana, Diana sintió que la gloria se abría ante sus ojos, dormiría hasta el medio día, más tarde saldría con Lisa, que ya se había acomedido a acompañarla, para hacer las compras de la semana, cenaría algo que ella misma preparará, se tumbaría en la sala y llamaría a sus padres hasta quedarse dormida, necesitaba escuchar la voz de ambos para reconfortar su alma y tranquilizar su conciencia. El domingo saldría a caminar por la ciudad, visitaría algún museo para distraerse un poco y… rezaría porque su hijo se encontrará bien y que un ángel lo trajera a sus brazos, eso era lo único que creía podía hacer por cumplir su sueño, así quedaría ese asunto y no pensaría más en ello porque aún no podía derrumbarse aún quedaban muchas cosas por hacer y, después de todo había una esperanza, James escondería una vez más a Tony pero lo que no sabía era que ella mantenía o con George, que se suponía era amigo de Tony aunque no terminaba de entender qué papel jugaba ese hombre en la vida de su hijo, pero eso lo averiguaría después, lo primordial estaba en volver a ar con George para conocer su nueva ubicación y concertar la cita que en
su momento el tipo le había solicitado. De hecho, terminados los pendientes urgentes, volvería a insistir en ar con George, que por cierto, desde la reunión con Terry, no había tenido noticias de él, le enviaba mensajes a través del correo electrónico, que era la única forma de comunicarse con su hijo, pero al parecer la suerte le estaba dando la espalda porque no encontraba señal alguna de ninguno de los dos, cosa que empezaba a preocupar un poco a Diana y no descartaba la idea de que posiblemente James ya hubiera tomado cartas en ese negocio, si no fuera porque su estado de ánimo evidenciaba que las cosas no le estaban yendo nada bien, podría jurar que toda esa actitud se debía a cuestiones de tipo laboral, aunque su corazón le decía que seguramente algo más no estaba bien con su vida. Al no encontrar una respuesta que consiguiera satisfacerla, decidió que debería dejar pasar un poco el tiempo para que se calmaran las aguas turbulentas que Terry se había encargado de revolver, esperaría a que regresará a la oficina y ya entonces, vería de qué manera le planteaba la situación para solicitarle su apoyo en esa situación, aprovechando que él estaba al tanto de su existencia, tendría que hacer algo para obtener un beneficio de ello, pero en su momento lo vería, lo primero era cumplir con sus labores, establecerse y esperar a que su jefe hiciera acto de presencia en el edificio. Al menos esos eran sus planes y pensaba cumplirlos. En cuanto se desocupó salió de la oficina con la idea de dirigirse directo a su hogar —Nos vemos mañana Lisa, me voy, estoy rendida y me urge un buen baño antes de tomarle medidas a la cama con mi cuerpo. —Qué descanses Diana — Lisa sonrió ante el comentario de Diana — si hay algún pendiente te llamó al celular ¿está bien? —Claro que no, diles que me morí y que resucito el próximo lunes por la mañana — la rapidez mezclada con el susto de la propuesta hicieron reír aún más a Lisa. —Veo que a pesar del cansancio no pierdes tu buen humor —contestó Lisa. —Supongo que es la inercia pero debo itir que el susto que me acabas de dar no es para menos —contestó Diana a su vez. —Cuídate, si necesitas algo tienes mi número —dijo Lisa en tono alegre pero muy cortés — mañana te llamó antes de ir a tu departamento para no interrumpir
tu descanso y si cambias de parecer, me puedes mandar la lista de lo que ocupas y yo te lo llevo por la tarde ¿de acuerdo? —Gracias por todo Lisa, no sé qué haría sin ti. —Seguramente arriesgarte a salir a la selva para explorar sus alrededores — comentó Lisa con una sonrisa amable. —Que descanses Lisa. —Igual Diana. Diana se fue a cumplir los planes que le había revelado a Lisa y no fue sino hasta el sábado después de las 10:00 de la mañana que la despertó el teléfono, con los ojos aún cerrados contestó. —Bueno, ¿quién habla? —Buenos días, por tu voz intuyo que aún seguías dormida ¿me equívoco? — la voz inconfundible de Terry la despertó en una sola fracción de segundo. —Señor Greychester, perdón, pero es que estaba muy cansada y considerando que es sábado y se supone que no trabajo… — Diana dejo inconclusa su respuesta. — Está bien, no te preocupes, de cualquier forma solo llamaba para preguntar ¿qué tal ha ido la semana en el banco? —Supongo que bien, con mucho trabajo pero creo que no tan mal — hizo una pausa para reflexionar su respuesta — aunque igual, cuando vaya podrá evaluar con mayor objetividad la respuestas que por sí misma debe de dar el trabajo realizado. —Difícilmente te podría contrariar en algo en lo que ambos estamos de acuerdo, pero bueno, eso lo veremos cuando vaya. Por el momento, he estado dedicando el tiempo necesario para dar una revisada a vista de águila a tus movimientos y debo decirte que me siento muy complacido, pero ya en su momento haremos una evaluación más detallada en la oficina. Las palabras «cuando vaya» no le sonaron muy alentadoras a Diana por lo que se
atrevió a preguntar. —¿Cuándo vaya?, ¿a qué se refiere?, quiero decir, tenía entendido que a partir del próximo lunes se presentaría en su oficina. —Sí a partir del lunes me reincorporo a la actividad solo que tengo una reunión muy importante en Japón el martes así que el lunes me voy de viaje, a mi regreso espero pasar a New York a revisar algunas opiniones y balances de los últimos movimientos en los que les hemos dado ciertas ventajas para obtener sus propias ganancias, espero que eso pueda ser posible a finales de esta semana y la que entra daré una breve gira por los países escandinavos haciendo una escala más en Suiza justo a tiempo para hacerme la revisión médica de rutina, siempre es bueno saber que nuestro organismo funciona a la perfección ¿no crees? —Sí claro — Diana se sentía decepcionada pero más aún estaba sumamente asustada, el terror que la estaba poseyendo no tenía precedentes — ¿en cuánto tiempo estima usted que estará de regreso en su oficina? —El martes próximo desde luego —contestó Terry con suma rapidez —Pero, ¿no acaba de decir que estará en Japón? —Diana se sentía confundida. —Me preguntas por mi oficina — Terry parecía sonreír, a pesar de que no era común que lo hiciera — y yo te contestó la verdad, lo que ya deberías de saber es que dispongo de muchas oficinas alrededor del mundo, acorde con los países que con mayor frecuencia suelo visitar. Ahora que si lo que deseas saber es ¿Cuándo regreso al Banco Internacional?... yo calculo que en tres semanas estaré en posición de tener una repuesta más aproximada a la realidad, habrá que ver cuáles son las sorpresas con las que me encontraré en el extranjero, además de las sugerencias del doctor, y éstas últimas no se discuten, cuando la salud está en juego, no es prudente tirar a la basura las recomendaciones de un profesional en el área ¿no lo crees así? —Tiene razón, mientras tanto… se supone que ¿yo estaré a cargo de todo? —Esa es justamente la razón por la que te llamó, para avisarte de mi agenda y comentarte que si en el trabajo algo se complica lo suficiente como para que no tengas idea de cómo resolverlo, dile a Lisa que me localice y en cuanto pueda me comunico ¿está bien?
—Supongo que sí. Espero que tenga buen viaje, que vaya bien tanto en lo laboral como con su revisión médica y que regrese antes de lo que tiene planeado. —Gracias. Cuídate Con esas palabras dieron por terminada la conversación. Si bien era cierto que Terry tendría que salir, también lo era el hecho de que no pensaba hacerlo solo, había dos invitados más en la maleta de pendientes, desde luego que no había necesidad de informarle sobre el particular a nadie y mucho menos a Diana. El desayuno que tenía planeado compartir con Reynolds se paso a la hora del almuerzo, porque el veterano prefería hacerlo en casa al lado de su esposa, por lo que al medio día se reunió en el restaurante que Terry ya había elegido. Como siempre, Terry ya había llegado cuando apareció el detective. —Veo que en casa te quieren cada día menos —dijo animadamente Reynolds al acercarse a Terry para saludarlo — buen día Terry. —Buen día, ya sabes que no me resulta muy fácil que digamos evadir mis responsabilidades, simplemente no es lo mío — haciendo una indicación con la mano le dijo — toma asiento. El mesero que estaba atendiendo a Terry llegó para ofrecerle la carta mientras le ofrecía un poco de café. Reynolds aceptó con un gesto a la vez que regresaba la carta al mesero —Gracias, no es necesario, tomaré solo unos hot cakes Al recibir la orden, el mesero se retiro de inmediato. —Y bien, ¿qué nuevas tareas me tienes?, porque supongo que no se trata de un almuerzo social ¿o sí? —dijo con franqueza Reynolds. —Como siempre tienes razón aunque es difícil negar que tomar el almuerzo contigo es un verdadero placer. —Gracias, pero ya dime, ¿qué necesitas? —Cuando investigaste a Diana Castañón, la nueva encargada del área financiera del Banco, me contaste que tenía un hijo con James Scotland y que éste lo tenía
bajo su custodia ¿cierto? —Cierto —añadió— imagino que deseas saber más sobre el asunto. —De hecho sí, me interesa saber el estilo de vida que lleva el niño a su lado, no sé, escuelas, actividades que comparten juntos, cosas de ese estilo. —En realidad no convive con el muchacho, todo su tiempo lo dedica al trabajo, el chofer es quien se encarga de toda la maraña de cosas que rodean el cuidado del niño, aunque imagino que eso ya lo sabías. —¿Qué te hace pensar que ya lo sabía? —inquirió Terry. —Vamos Terry, no me subestimes, estoy retirado pero no soy ningún imbécil, o ¿acaso crees que no sé que el niño desapareció el lunes pasado, justo cuando anunciaste como tú «brazo derecho» en el banco a Diana Castañón? —¿Y eso qué tiene que ver con que yo deba saber eso? —Por Dios Terry, te conozco muchacho, los hechos llevan tu sello, imposible que no estés detrás de todo este asunto. —Por lo visto es imposible mentir o jugar contigo — declaró Terry satisfecho de poder contar con una persona de su competencia a su lado — y sí, el niño junto con el chofer están en casa, aunque se supone que nadie más lo sabe tu entiendes ¿verdad? —No te preocupes, yo no sé nada más sobre el particular. —Gracias, el punto aquí es que no sé qué hacer con él, por lo que he visto, la vida al lado de James no ha sido muy fructífera, por lo menos no en lo emocional, al lado de su madre, no me imagino cómo pudiera ser su vida, debo reconocer que estoy confundido. —¿Porque no le preguntas al chico con quien quiere vivir? —dijo secamente Reynolds. —Ya lo hice pero no tiene la menor idea de cómo sería su vida al lado de su madre y yo no quisiera equivocarme.
—Pues piénsalo bien, porque al lado de James le espera una rutina asfixiante, no entiendo cómo sigue vivo el niño. —¿Por qué lo dices? —Imagínate, clases de piano, violín, idiomas, tiene asesorías en matemáticas y oratoria, natación, artes marciales, juega fut ball, hockey y en sus vacaciones invernales práctica el esquí y el patinaje sobre hielo, además de las clases normales que cualquier niño toma en el colegio —Eso es una locura Reynolds, imposible que haga todo eso un chico de apenas ocho años, está vez creo que exageras. —¿En serio?, ¿por qué no se lo preguntas a él? —¿De verdad? — Terry estaba más que sorprendido. —Así es, tú dirás dónde le conviene estar al pequeño, pensando en la variable «adaptación» —Sí te refieres a que esté acostumbrado a todo ello, me parece insólito que alguien de esa edad se pueda adaptar a una rutina de ese nivel, ni un universitario alcanzaría a abarcar todo ello —dijo Terry con indiferencia. —Y aún no te he dicho lo mejor, sus calificaciones en la mayor parte de esas actividades son excelentes, tiene reconocimientos por su desempeño. En los deportes su nivel está un poco debajo de los demás sin embargo no es nada decepcionante su desenvolvimiento — hizo un gesto que indicaba que estaba reflexionando sobre algún punto en especial antes de decir — me preguntó ¿qué tan bueno será para jugar ajedrez? —Termina ya con esto, yo no hice todo eso a la vez y de solo imaginármelo siento que la cabeza me empieza a dar vueltas. —Bien, entonces creo que ya tienes una decisión bien fundamentada ¿no? —Como siempre, conversar contigo me abre el cerebro más de lo que aparento. Muchas gracias por tu orientación. —Supongo que mi misión ha concluido antes de haber empezado
—No, aún no, ¿podrías hacerte cargo de supervisar a un abogado que lleve el caso de Anthony Scotland? —¿Qué es exactamente lo que harás? —Pienso demandar a James, los cargos estarán relacionados con la calidad de vida que Tony lleva al lado de su padre, solo que no quiero que mi nombre aparezca bajo ninguna circunstancia — hizo una breve pausa antes de continuar — no me quiero ver involucrado directamente en esto. —Déjame adivinar, pretendes que la señorita Castañón reciba la custodia del menor. —Y quién sino —replicó Terry — a menos que tengas una mejor opción, claro está. —No, supongo que no, solo dame algunos recursos, tiempo y todo estará listo para que Diana Castañón obtenga la custodia de su hijo, si es que para ese entonces no se te ocurre otra cosa. —Por Dios Reynolds, ¿qué otra cosa se me podría ocurrir que no fuera eso? — el tono ligeramente molesto de Terry denotaba cierta falsedad en sus palabras, mismas que su interlocutor no pudo pasar por alto. —No lo sé — hizo una pausa para medir el efecto que sus palabras podrían causar en Terry — quizás decidas adoptarlo — al ver la expresión de sorpresa que había ocasionado su comentario, se apresuró a contestar — en fin, no me hagas caso, solo estaba divagando. —Vamos a hacer de cuentas que jamás lo has mencionado, no me gustaría disgustarme contigo, aunque… siendo honestos, no me desagradaría en lo absoluto, pero lo más sano para el chico es que regrese al lado de su madre, necesitan convivir más… además no creo que Diana vaya a hacer un mal papel en ese sentido. —Entonces, ¿quieres que haga los arreglos necesarios para que la custodia completa del niño pase a manos de tu «brazo derecho»? —Algo así — Terry reflexionó unos minutos sopesando las consecuencias de la acción que planeaba emprender — ¿podría ser posible que el nombre de Diana
no apareciera?, como empleada del Banco no me haría mucha gracia que se divulgaran conflictos entre los empleados de confianza de la bolsa. —¡Vaya! Definitivamente hoy has amanecido más exigente que de costumbre —Va en serio Reynolds, sabes que para este tipo de trabajo no suelo confiar en nadie, por eso acudo a un verdadero profesional ¿qué dices? —Solo bromeaba hombre, no digas más, es un hecho que siempre podrás contar conmigo incondicionalmente, lo mismo que hizo tu abuelo en su momento. — Te lo agradezco mucho, ¿cuánto tiempo necesitas? —¿En cuánto lo quieres? —El lunes salgo de viaje y regreso en tres semanas aproximadamente. ¿crees que en ese tiempo ya pudiera estar resuelto ese asunto? —Por supuesto, solo déjame hablar con mis os en Escocia para ver los detalles del caso e inmediatamente o con tu abogado para que haga los trámites necesarios, espero que en la semana se puedan ver los avances. —Bien, entonces te encargo esto. No olvides mantenerme al tanto de lo que acontece. —Pierde cuidado que así será — al ver que su interlocutor se encontraba de mejor humor, se atrevió a preguntar — ¿puedo preguntarte algo? —Por supuesto, lo que quieras —respondió Terry. —¿Por qué tanto interés por el bienestar del chico? — la expresión de sorpresa de Terry provocó que Reynolds explicará — perdón, pero es que hasta el momento no había conocido tu lado sentimental, ni siquiera dirigido hacia tus propias hijas y ni que decir de tu esposa. —No, está bien, es solo que me pillaste por sorpresa, ¿sabes?, esa pregunta me la he estado haciendo desde que lo vi — dio un espacio de tiempo para traer a la memoria la expresión de Tony el día que lo conoció —, es un chico que tiene la capacidad de tocar las fibras más sensibles de cualquier ser humano, sus ojos demuestran ternura, necesidad de amor, a la vez que deja ver una profunda
tristeza que marca el camino de esa depresión que tiene la habilidad de hacer perder el ánimo de continuar viviendo en este mundo a cualquiera, sin embargo hay mucha fortaleza para seguir adelante, sin un rumbo fijo… no sé Reynolds, ese niño es una historia diferente… tal vez en el fondo me siento identificado con él… solo tal vez, pero a ciencia cierta no logro definirlo con precisión. A partir de la respuesta de Terry, la conversación se centró en los lugares y objetivos de viaje, le contó que pretendía llevar consigo al niño, insistía en que había algo en él que le atraía, no sabía que era, lo cierto era que efectivamente mostraba mucha capacidad, aprendía muy rápido sin necesidad de explicar mucho, en ocasiones ni siquiera lo requería.
Capítulo XXIII
Recién había iniciado la semana, cuando una cascada de sucesos desencadenaron una impresionante avalancha alrededor de Diana. Empezando porque Terry estaría a punto de salir del aeropuerto internacional de Londres, desde luego que ella desconocía a los personajes que lo acompañarían en su gira de trabajo, aunque eso no restaba el significado que tenía una segunda semana a cargo del negocio, lo que la inquietaba sobremanera, en parte porque sentía que eso de los asuntos en Asia y América no eran más que pretextos para mantenerla en la posición de prueba y por otro lado, no podía negar que el miedo a equivocarse le despertaba unas enormes ganas de salir corriendo del edificio y tomar el primer vuelo de regreso a casa. De sobra tenía conocimiento del estrecho margen de error del que disponía, pero lo que más le preocupaba eran las consecuencias de la más mínima equivocación al momento de interpretar las cifras o de mover un solo centavo hacia uno u otro lado. Casi a la par de las reflexiones de Diana, llegó un abogado a la recepción del edificio solicitando hablar con el señor Scotland, el guardia de seguridad le indico un escritorio que era donde se encontraba el gerente de la zona de atención al público. Cuando el abogado llegó al lugar señalado, se presento diciendo: —Buenos días, soy el abogado Paul Curtis, traigo un oficio para el seños James Scotland —hizo una breve pausa antes de continuar— debo entregárselo personalmente, si no le molesta. —Buenos días señor Curtis, puedo saber de qué se trata su asunto con el señor Scotland. —Son cuestiones personales, solo que, debido a la urgencia me he tomado la libertad de venir a buscarlo a su trabajo, porque según entiendo aquí labora ¿no es así? —Sí, así es, pero no puedo permitirle la entrada al interior del edificio sin una orden judicial y sin saber el asunto que va a tratar con él. Perdón pero es parte del protocolo del banco.
—Entiendo, si me permite — abrió su portafolio de piel y extrajo un folder de gamuza, de donde sacó un oficio que correspondía a la orden judicial que solicitaba el gerente — espero que esto sea suficiente, por cierto, el asunto que voy a tratar con el señor Scotland está relacionado con su hijo — al escuchar las últimas palabras del abogado, el gerente no pudo evitar la expresión de sorpresa que se formo con suma rapidez en su rostro. —Tome asiento, voy a consultar su disponibilidad para recibirlo — dicho esto cogió el teléfono y marcó unos números, después de varios tonos, alguien debió haber contestado porque él empezó a hablar. —Buen día Lisa, te molesto porque se encuentra conmigo el abogado Paul Curtis, trae un asunto de suma importancia para el señor Scotland, me podrías decir si está en su oficina y si acaso pudiera atenderlo — tras una breve pausa para escuchar lo que su interlocutora le decía, colgó el auricular para dirigirse al abogado. —Si tuviera la amabilidad de seguirme por favor. Curtis se levantó de su asiento y siguió al encargado hasta el elevador, quien presiono el botón que llamaba al ascensor, en cuanto se abrió la puerta, le dio instrucciones sobre cómo llegar a la recepción de los corredores del banco. El abogado se quedo en el marco del elevador y se volvió para decirle: —Quizás no esté de más que envié a un par de elementos de seguridad conmigo, solo por aquello de que pudiera requerir de sus servicios. —No creo que se haga necesario, entiendo que es solo una visita de negocios ¿no? —replicó el gerente. —Desde luego, pero mi experiencia como abogado me dicta que los negocios que suelo tratar no siempre son del agrado de las personas a las que debo visitar con carácter de urgente… como en este caso, usted entiende ¿verdad? —Lo siento señor, pero no estoy autorizado para ordenar que los elementos de seguridad abandonen sus puestos para atender a los requisitos de un abogado que solo viene a entrevistarse con uno de los corredores del banco. —Está bien, como guste, solo hágame un favor, pídale a Dios que no tenga que ser necesaria la presencia de sus elementos — dicho esto, termino de entrar en el
elevador y presionó el botón que le había indicado su interlocutor. Cuando se terminaron de cerrar las puertas del elevador, sacó su celular para comunicarle a Reynolds el breve altercado que había tenido con el gerente del primer piso y que no había accedido a permitirle algunos elementos de seguridad mientras que una patrulla con un par de oficiales locales que lo habían acompañado para cumplir con las funciones de ese día, estaban en la banqueta del banco gracias a que estaba prohibida la entrada de hombres armados, a menos que se activara cualquiera de las alarmas del banco, por lo que tuvo que aceptar que se quedaran fuera, más a regañadientes que de buena voluntad. —No te preocupes Curtis, yo me encargo de que los «chicos buenos» puedan alcanzarte en la oficina de James, cualquier otro detalle, no tardes tanto en informarme —respondió Reynolds desde el otro lado de la línea. Cuando terminó la llamada, se empezaba a abrir nuevamente la puerta del segundo elevador dando paso a un centro de recepciones donde una hermosa mujer estaba esperando por él. —¿Abogado Curtis? —preguntó la mujer con amabilidad al tiempo que sonaba el teléfono de la recepción. —Buenos días, sí busco la oficina del señor James Scotland. —Me permite unos segundos para tomar la llamada, gracias —dijo Lisa con natural educación. —Claro —Lisa ya estaba contestando cuando él termino la frase— no hay problema, yo puedo esperar unos minutos más — los nervios empezaban a hacer de las suyas en su cuerpo y lo que más deseaba era dar por zanjado ese asunto que se presumía sumamente delicado, más por el personaje de quien se trataba que por el lugar mismo, eso sin descartar el motivo de su visita. —¿Oficina central del Banco Internacional, sección financiera? —dijo Lisa con soltura. —Buenos días Lisa, soy Reynolds. —Buenos días señor Reynolds, el señor Greychester no se encuentra aquí pero, ¿puedo hacer algo por usted?
—Sí, ¿podría girar la orden de permitir el a los elementos policiacos que se encuentran en la puerta del banco? —Perdón señor pero no está permitido hacer eso, a menos que el señor Greychester lo autorice —respondió Lisa con franqueza. —Eso ya lo sé Lisa y también Terry, de hecho esto es parte de lo que él mismo me pidió que hiciera así que, ¿tendrías la gentileza de hacer lo que te pido? — su voz sonaba amable con un trasfondo de desesperación. —Si el señor Greychester me autoriza… —Solo hazlo de una maldita vez antes de que interrumpamos el vuelo del señor solo para llamarte y darte la puta autorización El tono grosero, prepotente pero sobretodo alterado de Reynolds a quien hasta el momento no le había conocido el más mínimo arranque de esa naturaleza, le hizo sentir que era trascendental hacer lo que le exigía a la brevedad posible. —De acuerdo, como ordene señor, ¿algo más que pueda hacer por usted? — contestó Lisa con la frialdad de la humillación recibida. —Oye, lo siento no debí de hablarte así pero el tiempo es esencial en esta parte de la operación — de pronto, la duda había asomado a la cabeza de Reynolds, ¿y si Terry no le había comentado nada a Lisa?, debía saberlo en ese instante antes de que lo echara todo a perder — ¿el señor Greychester te giro alguna instrucción sobre el señor Scotland o sobre Diana Castañón? —No se preocupe señor, en cuanto a eso estoy al corriente —Entonces muévete ya — después de decir esto colgó el celular. ¡Mujeres!, cuando quieren suelen ser una maravilla conjugando los más bellos atributos de la naturaleza misma para hacer de ellas una excelente compañía en momentos específicos de la vida de un hombre, pero otras ocasiones… se transforman en una verdadera pesadilla donde el mundo se puede ir al carajo y ellas no son capaces más que de exigir protocolos estúpidos que solo sirven para provocar el nacimientos de los más sinceros deseos de matarlas en el menor tiempo posible, o al menos eso pensaba Reynolds cuando recibió un mensaje de Curtis diciendo que Lisa ya había ordenado el a los guardias.
Al siguiente segundo de que concluyó su conversación con Reynolds, Lisa marcó unos números, esperó a que contestaran del otro lado de la línea e indicó: —Buen día Jeff, ¿podrías permitirle la entrada a los policías que están fuera del banco? Y si no es mucha molestia, ¿les podrías indicar cómo llegar hasta mi cubículo? —hubo un breve silencio y después— son órdenes del señor Greychester gracias. Inmediatamente se levanto y salió del cubículo para dirigirse a Curtis. —Por aquí por favor. Curtis la siguió contemplando la figura que estaba enfundada en el traje sastre, no se veía nada mal, tal vez más tarde tuviera la oportunidad de invitarla a salir. Al llegar a una puerta, ella se detuvo, toco la puerta tres veces y espero hasta escuchar una voz masculina que le indicaba que podía pasar. Lisa abrió la puerta y anunció: —El abogado Paul Curtis esta aquí y desea hablar con usted, señor Scotland —¿Y se puede saber porque no me lo indicaste por teléfono?, ¿no ves que estás interrumpiendo mis labores? — contesto James en un tono por demás molesto. —Perdón señor, pero el licenciado me dijo que se trataba de un asunto urgente —Bueno, pues dile que espere a que se cierre la bolsa y entonces, si no estoy muy cansado, lo atenderé, por ahora necesito privacidad — la prepotencia de James se filtraba por cada uno de los poros de su cuerpo de modo que el abogado no necesitó ingresar a la oficina para percatarse de la clase de persona que se trataba el tal James Scotland. Lisa iba a contestar algo cuando Curtis le toco el hombro para llamar su atención, ella volteo de manera instintiva y él le indicó con el dedo índice que debía guardar silencio y retirarse, con señas le informó que él se haría cargo de todo, al ver la seguridad de ese hombre, Lisa giro sobre sus talones y regreso a su cubículo. Mientras tanto, Curtis entró silenciosamente en la habitación y cerró la puerta, se acercó al escritorio de James que aún no se había percatado de su presencia, tan abstraído estaba en la pantalla que se extendía en una de las paredes de la oficina mientras que el monitor de una computadora portátil parpadeaba sobre su escritorio.
—Buenos días, ¿James Scotland? — al escuchar la voz del desconocido, James dirigió su mirada hacia él. —¿Quién es usted?, ¿qué hace aquí?, ¿quién le permitió entrar a mi oficina? — el enojo que desprendía su tono de voz no ocultaba en lo mínimo la furia que surgía desde lo más profundo de su ser. —Perdón, creo que no estamos empezando bien, soy Paul Curtis, abogado — extendió la mano a modo de saludo, mismo que no fue correspondido por James —Aún no ha contestado las otras preguntas —dijo cortantemente. —¿Me puedo sentar? — al ver que James no contestaba nada, optó por sentarse. Abrió su portafolio y volvió a sacar el folder de gamuza, extrajo unas hojas de papel y se las extendió a James sobre el escritorio. —¿Qué es esto? —replicó James. —¿No que quería saber qué hago aquí? — se encogió de hombros antes de continuar — pues véalo con sus propios ojos — contesto Curtis con la mayor tranquilidad que le fue posible. Al ver las hojas y tomarlas entre sus manos de mala gana, empezó a leer. En un segundo su rostro se contrajo en un gesto de sorpresa, estaba más pálido que el pan crudo y un instante después, pasaba a un rojo furia, resultaba evidente que la noticia no le hacía la menor gracia. Se trataba de un oficio en el que se demandaba a James Scotland. Por su parte, Lisa tenía instrucciones muy precisas sobre las atenciones que debería brindarle a quien ejercía las funciones de «brazo derecho del señor Greychester», principalmente consistían en que Diana no debía de tener conocimiento sobre ese asunto bajo ninguna circunstancia, así se lo había informado Terry: —«En la semana que me encuentre de viaje habrá algunos asuntos que deberá de atender personalmente James, asegúrate de que así sea pero por sobretodo, Diana no debe enterarse de nada que distraiga su atención del trabajo, los negocios del señor Scotland son personales y por ende, no tiene porque involucrase a ningún miembro importante del personal de esta institución, ¿queda claro Lisa?»
—Sí señor, como usted ordene — había contestado» Ahora bien, que si por azares del destino escuchara algo sobre el particular, suponía que debía decirle que se trataba de asuntos personales, después de todo eso había dicho el jefe ¿o no? En base a estas indicaciones, Lisa decidió vigilar, desde su cubículo, la puerta de la oficina de James alternando con la puerta de la oficina de Diana. Por su parte, al concluir con la lectura del documento, James reparo en un detalle, la firma de la demanda correspondía a un apoderado legal. La sorpresa de James no podía negarse, sin dar oportunidad de que el abogado reaccionará, salió disparado de su oficina para dirigirse a la de Diana, sin previo aviso, entró y cerró la puerta de golpe, se acercó a su escritorio y le aventó los documentos en la cara a Diana mientras empezaba a gritar. —Así que quieres a Anthony, y por eso lo has secuestrado — la expresión agresiva hacían juego con los gritos de James, mismos que tomaron a Diana distraída — pues déjame decirte que eso no va a ser posible, no sé donde lo tienes pero con esto pienso contrademandarte por haberlo sustraído de sus actividades, por haberlo… James fue interrumpido al entrar en acción dos del personal de policía a la oficina para coger a James por la espalda tomándole por los brazos, mientras que Lisa corría a recoger los documentos que le había aventado a la cara a Diana. —¿Qué está pasando? — quiso saber Diana volteando a ver la escena que se estaba suscitando del otro lado de su escritorio. —Nada Diana, el señor Scotland ya tiene que salir a arreglar algunos asuntos personales —contestó Lisa a toda prisa. —Posiblemente no vaya a regresar en varios días —dijo el abogado que había entregado los documentos a James y que en ese momento estaba juntando los documentos que Lisa le extendía en perfecto desorden. —¿Por qué?, ¿qué sucede?, suéltenlo —gritó Diana. —No se preocupe, todo está bajo control, llévenselo por favor —dijo el abogado
Salieron los oficiales llevando consigo a James quien no dejaba de gritar improperios y amenazas. Por su parte, Lisa se quedo parada asegurándose de que la oficina quedaba en santa paz, después de ello dijo. —Olvídate de este incidente, todo está bien, ya estás a salvo —Gracias, pero sigo sin entender ¿qué pasó?, ¿de qué se supone que estoy a salvo?, ¿cuál es el problema? —dijo Diana. —Nada que deba de quitarte el sueño, te dejo para que sigas trabajando, y perdón por la interrupción La secretaria salió a toda prisa para evitar el tener que dar explicaciones de una situación que ella misma no terminaba de entender además, tenía la sensación de que posiblemente el abogado estaría esperando por ella para darle alguna instrucción. Cuando llegó a su módulo encontró todo intacto, no había nadie en la sala de espera y tampoco había recado alguno, se tranquilizó al corroborar que no había novedad alguna y que al parecer nadie se había enterado de la situación, por fin podría respirar profundo y con mayor tranquilidad al ver que la tormenta había pasado. Los siguientes días fueron una tortura para James, por agresión verbal a la encargada del área de finanzas del Banco Internacional lo habían detenido ese día, aunque la verdadera razón por la que lo fueron a buscar era por el caso de violencia verbal, exclusión de un ambiente social sano y daño psicológico hacia el menor que se presumía ser su hijo, esos cargos fueron los que consiguieron llevarlo ante un juez encargado de los derechos de los menores donde se dio seguimiento a su situación de forma vertiginosa de tal manera que James no alcanzaba a comprender con exactitud qué o cómo se estaban dando las cosas, lo que sí le quedaba más que claro era que, al parecer, el objetivo primordial de todo ese teatro era condenarlo al encierro por una larga temporada. Para su mayor desgracia, su sospecha se estaba materializando lo suficiente como para ver que la resolución que emitió el juez fue justamente esa, solo hicieron falta dos semanas para se diera el fallo en su contra y lo condenaran a pasar 15 años bajo la sombra, a esto se agregó el cargo de haber sustraído al menor en contra de la voluntad de su madre a la edad de 1 año, el juez le condeno a pasar 35 años en una prisión de alta seguridad, lo que dio un total de 50 años en prisión. Por otro lado, James se aferraba a encontrar la manera de hacer algo que lo
exonerara sin embargo, no pudo comprobar su inocencia de los cargos que se le imputaban, todas las pruebas, declaraciones de los institutos y el colegio a los que solía asistir Tony atestiguaron con los documentos de inscripción y colegiaturas la veracidad de las actividades cotidianas de Tony, además agregaron que no conocían a James físicamente, por lo que no lograban identificarlo como el padre del menor, reconocían que los pagos los realizaba por mediación de los bancos con los que trabajaba cada institución pero quien se hacía cargo de llevar, recoger, comprar el material necesario y demás cosas relacionadas con Tony era el chofer, quien también solía asistir a las entregas de calificaciones y otros eventos, eso sin contar con que había declarado muerta a «su esposa» mostrando un acta de defunción falsa acompañado de la documentación reglamentaria del menor, misma que se presento en su juicio para dar veracidad a las declaraciones de los testigos del ritmo de vida que llevaba Tony. Por todo lo anterior, no existía posibilidad alguna de que su «difunta esposa» se pudiera presentar para hacerse cargo del chico ni tampoco que pudiera declarar a favor de él porque sabía que eso jamás lo haría y porque el juez desconocía el paradero de la verdadera madre del chico. Todas estas pruebas hicieron que James se hundiera más en el fango de sus propios errores. Finalmente fue trasladado a un centro penitenciario de Londres. Diana sólo recibió una llamada del abogado Curtis donde se le informaba que James Scotland no volvería a trabajar en mucho tiempo, las razones, sencillamente no se las quisieron dar, solo le notificaban, ya que en cuanto llegara de su viaje el señor Greychester se le entregaría únicamente a él, un informe completo y detallado sobre el particular. Dadas las circunstancias de ese nivel, no le quedaba a Diana más que aceptar y repartir las funciones de James con el resto de los corredores, adoptando ella misma algunas de estas, el trabajo no se podía detener, confiaba en que Terry tomarían la decisión de buscar a alguien que ocupara su lugar, por el momento, habría que cumplir con las metas propuestas, ya después se vería, al menos en lo laboral porque en su búsqueda constante por encontrar a su hijo, insistiría en tratar de localizar la ubicación de George para continuar con sus negociaciones maternales. Para Terry, lo mismo que para todos, los días trascurrieron a toda prisa, su viaje fue un éxito para él y para Anthony que estaba fascinado con todo lo que veía, había aprendido a confiar en Terry casi lo mismo que en George de igual forma que éste último hacia su supuesto captor. Las relaciones habían empezado de forma muy seria para terminar siendo mucho mejor de lo que se imaginaba. La tranquilidad y la paz que había en el corazón de Tony y por consiguiente, de
George, no tenían comparación con nada de lo que hubieran vivido en el pasado, la alegría se reflejaba en sus rostros. Las semanas de viaje llegaron a su fin cuando llegaron al aeropuerto de Londres, regresaron a la mansión de Terry hospedándose en la misma habitación que anteriormente ya habían ocupado. —George, no vayan a instalarse, solo saca lo necesario, pronto habrán de cambiarse al domicilio en donde vivirán… esto no es más que meramente provisional, siempre ha sido así. —Como diga señor —contestó con cortesía George aunque no podía evitar tener una sensación de desconcierto puesto que ya se habían acostumbrado a vivir cerca de ese hombre. —Yo no me quiero ir, me gusta estar contigo —dijo Tony dirigiéndose a Terry. —A mí también me encanta estar cerca de ti pequeñín, pero creo que ya es hora de que vivas con quien corresponde — Terry se agacho para estar a la altura del niño mientras hablaba. —¿Y con quien me corresponde vivir? —Con tus padres —respondió Terry con un dejo de ternura en la voz, cosa que en su vida había expresado —Mi papá no me quiere y a mi mamá no la conozco — la voz de Tony reflejaba una profunda tristeza, misma que durante el viaje había quedado atrás. —Tú papá, por lo que sé, no puede hacerse cargo de ti, al menos no por ahora, más tarde podrás visitarlo, si así lo quieres. Por el momento, creo que es hora de que vivas con tu madre. —¿Crees que quiera que viva con ella? —No, no lo creo, estoy totalmente seguro de que ella estará encantada de vivir contigo y no dudo que se vuelva loca de felicidad al saber que así será —¿De verdad?, ¿tú también lo piensas así George? —respondió Tony con la esperanza de finalmente conocer a su madre.
—Si el señor Greychester te lo está diciendo, seguro que es verdad —contestó George con una sonrisa en los labios. —Confía un poco más en mí — pidió Terry. —¿Y cuándo voy a conocer a mi mamá? — quiso saber Tony. —Hoy es jueves, ¿te parece bien el próximo sábado? —Sí — el grito de Tony reflejaba la alegría y la emoción que esa noticia le había causado. —Bien ahora solo debes descansar y reponerte para que el sábado, tu madre te vea bien ¿de acuerdo? —Sí —contestó Tony mientras asentía fuertemente con la cabeza. —Ya escuchaste George, no me gustan los errores, quiero que Tony esté arreglado para la cena del sábado, iremos a un lugar muy elegante y ahí realizaremos la presentación. Ten las cosas listas porque seguramente Diana querrá que vaya ese mismo día a vivir con ella. —Por supuesto señor… muchas gracias, no tiene idea de lo mucho que significa para mí todo lo que ha hecho por Tony y de paso por mí. Cualquier cosa que ocupe, no dude en hacérmelo saber… lo que sea, estoy en eterna deuda con usted — George estaba profundamente agradecido, finalmente se reunirían madre e hijo. —Muchas gracias Terry —dijo Tony mientras abrazaba a Terry, mojando con sus lágrimas la solapa del traje italiano que usaba su anfitrión. —Señor Greychester Tony, es la forma correcta de dirigirte a un hombre que como él, ha hecho tanto por ti — corrigió George. —No George, Terry está bien… para los amigos… y para ti también — Terry estaba profundamente conmovido por la forma en que el chico se estaba mostrando en su esencia más profunda. Después de la ebullición de sentimientos y emociones, Terry se retiró a su habitación decidido a descansar, al siguiente día pensaba ir al banco para revisar
los asuntos resueltos y los pendientes durante su ausencia, además tendría que hablar con Diana. Aún no sabía si revelarle sus planes o solo darle la sorpresa. Lo mismo que en muchas ocasiones, ya lo decidiría en su momento. Al día siguiente, Terry llegó al banco, saludó como de costumbre y se dirigió a Lisa para decirle: —Avísale a Diana que estoy de regreso, que ponga un muy buen acertijo en la bolsa y que me busque en mi oficina en cuanto pueda, dile que quiero ver los informes por día y por semana, los quiero impresos, los electrónicos los he estado revisando conforme han llegado a mi correo. También te encargo mi café por favor. —Enseguida, es un gusto tenerlo de regreso señor, ya lo extrañaba. Bienvenido. —Gracias Lisa, date prisa con mi café. —Trabajando en eso —dijo Lisa mientras sonreía. Cuarenta y cinco minutos más tarde, entraba Diana con los informes impresos que cada día había estado acumulando para cuándo llegará el jefe. —Buenos días señor Greychester, bienvenido, ¿cómo ha ido su viaje? —dijo Diana como parte de la amabilidad y cortesía que consideraba debía tener para con su jefe. —Buenos días Diana. Todo bien, ¿qué me tienes? —contestó Terry un tanto cortante para evitar profundizar en los detalles del viaje, ya en su momento hablaría algunas cosas que seguramente ella necesitaría conocer, lo demás, simplemente era personal que en su caso equivalía a «privado y restringido» —Aquí están los informes impresos sobre los movimientos de la bolsa en forma general, los que están debajo están más detallados —dijo Diana mostrando las primeras hojas que estaban dentro del folder que había colocado frente a Terry — en está otra carpeta están los asuntos que llegaron a mi escritorio, el proceso que siguieron así como la resolución de cada uno, están separados por persona, ya que quien los llevó me los entregó por «paquete», ordenados por fecha. —Bien, ¿algo más que debas decirme? —preguntó Terry.
—Sí señor, el señor James Scotland, ha dejado de trabajar aquí, las razones las ignoro, solo me llegó un aviso por escrito de parte de la firma de abogados del banco donde me notificaban de su ausencia permanente. —¿Te dieron alguna explicación para ello? —No señor, solo me dijeron que en su momento ellos le rendirían cuentas sobre el asunto a usted — hizo un momento para reflexionar antes de continuar — ¿desea que les avise de su regreso para que le presenten el correspondiente informe? —Solo dile a Lisa que lo arregle. Por lo demás, las cosas parecen perfectas, así que doy por sentado que todo está en orden. —Espero que así lo encuentre —contestó Diana con cierta satisfacción —Pasando a otro tema, necesito que me acompañes a cenar el próximo sábado. —¿Y su esposa irá también señor? — quiso saber Diana —No, por cierto, ¿no se suponía que habíamos eliminado eso de «señor»? — atajo bruscamente Terry. —Sí perdón es solo que considero que la formalidad no debe de perderse nunca y menos el respeto por los superiores — Diana no pudo evitar ruborizarse —¡Sandeces!, deja eso para otro idiota, si ya habíamos quedado en algo solo cúmplelo, no veo la falta de respeto solo por no seguir el protocolo de la formalidad. —Lo siento Terry, no vuelve a suceder. —Eso suena mejor. Hablábamos sobre la cena del próximo sábado, pasa mi chofer por ti a las 6:30 p.m., está vez procura ser más puntual, detesto tener que esperar. —Trataré de ser puntual, pero ¿y su esposa? —Eso es asunto mío cosa que a ti no te incumbe. Puedes retirarte — el tono cortante de Terry dio por terminado el informe de actividades.
—Claro, permiso —dijo Diana esbozando una leve pero fingida sonrisa. El resto del día no hubo mayores novedades, fuera de la llegada del jefe, nada más paso. Diana dio gracias a Dios por el solo hecho de pensar en que tendría un fin de semana para insistir en el correo de George, que al parecer tenía semanas que no lo consultaba, también llamaría a sus padres, esa parte no podía dejar de hacerla de manera religiosa porque además, necesitaba un poco de ternura, aunque fuera por teléfono pero así debía de ser, ya que hasta el momento ese resultaba ser su único aliciente, la esperanza y razón de seguir luchando por vivir cada día, eso y la ilusión de algún día encontrar a su hijo. Desde que había llegado a Inglaterra, había hecho un espacio para continuar hablando con sus padres, que siempre preguntaban cuándo volvería, situación que entristecía sobre manera a Diana porque ni ella misma tenía una respuesta para ello, quería renunciar para ir a su lado y regresar a la rutina que había estado llevando hasta que se fue a Londres, sin embargo la idea de Anthony la retenía en el mismo sitio donde se encontraba, no podía marcharse ahora que sentía que estaba más cerca que nunca de su pequeño… un pequeño que solo Dios sabría qué situación habría estado pasado durante todo ese tiempo, incluyendo el presente. Ah! ¿Dónde estaría su ángel? Sin saber cómo, el sábado se materializó en la vida de Diana, sus actividades propias de semejante día las cubrió con excesiva rapidez porque sentía la urgente necesidad de comunicarse con sus padres y mientras hablaba con ellos, buscaba en la bandeja de entrada de su correo personal si acaso George le había contestado alguno de los tantos mensajes que le había hecho llegar, para su mala suerte no parecía haber nada, trato de investigar en algunas otras páginas solo que no encontraba señal alguna de ese hombre. En lo más profundo de su ser se sentía descorazonada y quería llorar amargamente pero la voz de sus padres en el otro lado de la línea se lo impedían. Las discusiones y quejas comunes a ellos, la distancia, los «te extraño» y «te amo cariño» hacían que su alma se desvaneciera al tiempo que un enorme nudo se trenzaba cada vez más fuerte en su garganta. Con lágrimas en los ojos y tratando de respirar profundamente, conseguía contestar esperando poder disimular la profundidad de su dolor, a pesar de ello, el éxito en esa empresa no aparecía porque sus padres le preguntaron: —Querida, ¿estás llorando? —No, bueno sí. Lo que pasa es que… los extraño mucho y… quisiera estar a su
lado… que me abracen muy fuerte y… — Diana no pudo más que soltar unos sollozos al tiempo que ahogaba el caudal que amenazaba con explotar en su interior para manifestarse en su exterior. —Cariño, no te preocupes, en cuanto puedas, renuncias y te regresas acá, nosotros te queremos mucho y las cosas no son las mismas desde que te fuiste. —dijo su madre con la voz comprensiva que solía escuchar cuando sus tareas de la escuela primaria no quedaban como debiera. —Sí, claro —contestó Diana entre sollozos ahogados. —Yo pienso que no hay más que hablar, ahora mismo tomas el primer vuelo de regreso a casa y asunto arreglado —dijo su padre con gran determinación en la voz. Diana no podía explicarles las razones que en realidad la retenían en Londres, solo se limito a decirles que en cuanto encontrara a un sustituto para ocupar su puesto en el Banco, ella no perdería más tiempo y regresaría lo más pronto posible. Sus padres se mostraron un tanto decepcionados porque no lograban consolarla, ni siquiera a ellos mismos, la verdad resultaba ser muy cruel no obstante, ya le habían puesto demasiada sal a la herida así que lo mejor era concluir con la conversación: —Me tengo que ir, pero en cuanto pueda me regreso, verán que cuando menos se lo piensen, estaré entrando a la casa con las compras del super para la semana ¿está bien? —dijo Diana tratando de convencerse de que así sería, aunque ella sabía perfectamente que eso no sucedería, por lo menos no a corto plazo. —Claro cariño, tú no te preocupes, nosotros estamos bien, lo que nos dejaste para sobrevivir con los gastos de la casa es más que suficiente, solo queremos que estés bien y que puedas volver pronto, preciosa —dijo su padre. —Cuídate mucho hija y no olvides llamar más seguido y volver ya —dijo su madre en un tono de voz dulce pero autoritario lleno del enorme amor que le profesaba. —Los quiero. Cuídense — se despidió Diana más a fuerzas que de ganas ya que en caso contrario, se le haría tarde para arreglarse y estar lista para la cena con su jefe.
El reloj indicaba las 6:00 menos cuarto de la tarde, era tiempo de salir. Tony lucía un excelente traje, George de igual manera usaba un traje más sencillo, sin chaleco y sin los detalles que le daban un lujo impresionante al de Tony, pero eso no importaba. Con las maletas listas, salieron con dirección al vehículo que los esperaba, el mismo en el que había llegado ahí la primera vez. Terry, por su parte, decidió manejar él mismo su ferrari gris Oxford, ambos salieron a la vez, siendo que éste último encabezaba la marcha. Cuando llegaron a la ciudad se separaron, George y Tony esperarían en el restaurante mientras Terry recogía a Diana. Los tres personajes estaba sumamente nerviosos, la emoción les recorría cada célula de su cuerpo. Ya en el restaurante, George le indicó a la persona de la entrada que había una reservación para cuatro personas a nombre de Terence Greychester, inmediatamente los condujeron a una mesa que estaba ubicada en un rincón privado del lugar. Ambos tomaron asiento y esperaron con los nervios a flor de piel. —Oye George, ¿crees que realmente va a venir Terry con mi mamá? —A ciencia cierta no lo sé pero, si el señor Greychester te lo prometió, seguramente vendrá. —Y ¿crees que le dé gusto verme? —Absolutamente estoy seguro de que así será Tony. —¿Me podrías describir a mi mamá? — al ver la cara de nerviosismo de George decidió darle sus razones para hacerle semejante pregunta — es que tengo curiosidad de saber cómo será, o si ella estará tan emocionada como yo con este encuentro. —Solo te puedo decir que es muy hermosa y no dudo que se esté muriendo por conocerte campeón. —¿George? —¿Sí? —Estoy muy nervioso.
—No te preocupes, todo va a salir bien… si te sirve de consuelo, yo también estoy muy nervioso pero debemos confiar y ser más pacientes, además no pienso dejarte solo bajo ninguna circunstancia ¿me oíste? —Gracias George — dicho esto, tomo de la mano a su gran amigo. Terry, por su parte, se dirigió al departamento de Diana, estacionó el carro y la llamó a su celular. —Ya voy para allá, estoy bajando por el ascensor —dijo Diana al contestar el teléfono. —No tardes — fue la respuesta de Terry antes de colgar. Mientras ella llegaba a la entrada del edificio, Terry se bajo del auto, dio la vuelta y se recargó a esperar a que llegará la dama. Unos instantes más, aparecía Diana, se veía impresionantemente hermosa, el vestido verde olivo de noche le sentaba bastante bien. —Hola, te ves muy hermosa — Terry no pudo evitar hacer el comentario mientras le tomaba la mano para saludarla y se inclinaba para besar suavemente su mejilla tersa. Definitivamente estaba impresionado sobre manera. —Gracias, buenas tardes Terry —contestó Diana ruborizándose un poco ante el comentario de su jefe. —¿Lista para cenar? —la voz de Terry sonaba suavemente seductora —Supongo que sí —dijo Diana con un dejo de confusión en la voz, porque se suponía que irían a cenar ¿o no? —Desde luego, en eso habíamos quedado, por cierto, tengo una sorpresa para ti —¿De verdad? —inquirió Diana. —Sí, y tengo la ligera sospecha que no te lo esperas pero seguro que te agrada — la seguridad de Terry no podía dejar de evidenciarse en su tono de voz y la sonrisa cautivadora que asomaba a su rostro mientras la miraba extasiado. —Qué amable de tu parte pero creo que no hay necesidad de ello, de verdad —
de pronto se sentía confundida, tenía una corazonada, no sabía si era bueno o malo, pero lo cierto era que la empezaba a inquietar lo suficiente como para ponerse nerviosa. —¿No sientes curiosidad de saber de qué se trata? —No suelo ser muy curiosa en ese sentido, más bien me llama la atención el que tengas una sorpresa para mí —contestó Diana esforzándose por disimular la ansiedad que empezaba a sentir. —Vamos se hace tarde, en el camino te cuento un poco más —dijo Terry mientras le abría la puerta del carro y la ayudaba a subir. Estando dentro del auto, Diana le preguntó. —¿Y Albert?, ¿qué ha pasado con él?, ¿creí que sería él quien vendría por mí? —Tenía ganas de manejar, además él tenía otras ocupaciones. —Bien, pero aún no me has dicho ¿por qué tienes una sorpresa para mí? — Diana estaba intrigada por el detalle de Terry. —Esperaba que preguntarás más por la sorpresa que por mis razones — respondió Terry complacido. —No, me interesan más tus intereses que la sorpresa en sí. —¿Estás segura?, porque si supieras de que se trata apuesto a que no lo estarías —dijo Terry juguetonamente. —Me intrigas aún más, es decir, independientemente de lo que se traté, no encuentro una razón por la que te tomes tantas atenciones conmigo, como el mero hecho de prepararme una sorpresa. —¿Y por qué no? — quiso saber Terry. —Bueno, si consideramos que los intereses de las personas generalmente suelen reflejar sus intenciones y contigo no tengo la más remota idea de lo que quieres de mí, por lo menos no de manera concreta.
—Suena muy materialista tú hipótesis, — Terry hizo una breve pausa para reflexionar antes de continuar — igual y no está tan alejada de la realidad —En mi realidad es más que comprobable —contestó Diana. —Ya, ¿Y eso te causa algún problema? —No, es solo que me gusta saber qué terreno piso con cada persona, es todo — el disimulado nerviosismo de Diana no paso desapercibido para su interlocutor. —Si es todo, siento decirte que tendrás que quedarte con la curiosidad — hizo una pausa antes de continuar — tal vez algún día te lo diga, por el momento es mejor dejar las cosas así. —Dime algo Terry ¿Hay alguien en este mundo que te pueda entender? —¿Por qué lo preguntas? —Primero metes la curiosidad en mi cabeza paso seguido me dejas la duda y al final no entiendo sobre qué estamos hablando o de qué se trata este juego. —Francamente esperaba que, como todas las mujeres que hay en este mundo, te interesaras por saber cuál es la sorpresa y no precisamente en mis razones para dártela. Debo itir que aún no dejas de sorprenderme — al ver que no había respuesta alguna de parte de Diana continuo — si te sirve de consuelo, pronto sabrás de qué se trata. Dicho lo anterior, ambos guardaron silencio. Mientras Diana se devanaba el cerebro por comprender qué era lo que trataba de decirle su jefe, Terry se sentía cada vez más atraído por esa mujer, definitivamente había llegado demasiado tarde a su vida aunque… pensándolo bien, por algo había llegado en ese justo momento a su vida. Era digno de reconocer que le había cambiado totalmente la existencia rutinaria a ese hombre dedicado a los negocios, las finanzas y todo lo material en tanto que ella, a su manera y sin siquiera saberlo, le estaba enseñando a conocer el otro lado de la moneda: la parte profunda de la esencia humana, el lugar donde residen las emociones y los sentimientos más nobles de las personas. Minutos más tarde, llegaron al restaurante, bajaron del vehículo y al llegar a la recepción, el encargado lo reconoció en una fracción de segundo, se acercó a la
pareja que iban caminando juntos, ella iba tomada del brazo que Terry le había ofrecido. —Buenas tardes señor Greychester, señorita, pasen por favor —dijo el maitre. —Buenas tardes, gracias —dijo amablemente Diana. —Buenas tardes Luigi, tengo invitados a mi mesa —dijo Terry con seriedad — ¿me podrías decir si ya llegaron? —¡Oh sí!, de hecho ya los están esperando —dijo el encargado mientras los conducía — por aquí por favor. Diana se dirigió a Terry para preguntarle en voz baja: —¿Cenaremos con alguien más? — se encontraba más desconcertada aún. —Tranquila, todo va bien —respondió Terry en un susurro dando unas ligeras palmaditas en el dorso de la mano de Diana mientras ambos seguían al maitre. Faltando unos pasos para llegar a la mesa, Terry dijo. —Luigi, Gracias por acompañarnos a la mesa, el resto del camino lo haremos solos. —Sí claro, como guste señor Greychester, cualquier cosa que ocupe por favor — dicho esto, se retiro de inmediato sin esperar ninguna orden — permiso. —¡Qué falta de cortesía la tuya!, el pobre hombre está tratando de hacer su trabajo y tú no lo dejas — le reprochó Diana. —Está parte del camino la debemos de hacer solos, la pregunta ahora es ¿estás preparada? —Sí, supongo que sí — Diana no entendía absolutamente nada no obstante decidió continuar con el juego de Terry, después de todo, no se consideraba con los elementos necesarios para hacer lo contrario puesto que se trataba de su jefe, además se veía increíblemente atractivo —Bien, pues vamos.
Reanudaron la marcha que habían detenido por decisión de Terry. Casi al llegar a una mesa, Diana descubrió que había un hombre que fijo su mirada en ella en cuanto apareció en su campo visual, había también un niño sentado correctamente a su lado, solo alcanzaba a ver su cabeza porque éste último estaba de espaldas a la dirección por la que venían. Cuando se detuvieron en esa mesa Terry la tomo de la mano y le dijo. —Te presento a mis invitados a cenar, seguro que son de tú agrado, porque de hecho ellos son mi sorpresa de esta noche y espero que disfrutaras de su compañía — señalando al hombre con la mano le dijo — el señor se llama George Fullan y el niño es… Anthony Scotland — dirigiéndose al menor le dijo — Tony ella es Diana Castañón, tu madre. Diana se quedo clavada en el suelo y muda por la impresión, al ver que Tony volteaba a verla, reconoció sus ojitos, no lo podía creer, era él, su hijo, los ojos se le llenaron de lágrimas, se llevó las manos a la boca, no lo podía creer, lo único que pudo hacer fue voltear a ver a Terry, a George y a Anthony de manera alternativa durante algunos instantes, hasta que finalmente se acercó al niño, se agachó y lo abrazo con todas sus fuerzas, siendo plenamente correspondida por el pequeño quien solo pudo decir una palabra mientras Diana salía de su asombro: —¡Mamá! George no pudo evitar las lágrimas que rodaban por su rostro al ver la felicidad de aquel encuentro, Terry por su parte se sentía sumamente conmovido, jamás hubiera imaginado que pudiese existir semejante felicidad a un costo tan bajo. Algo en lo más profundo de su ser rasgo las cadenas que lo habían abandonado en la más profunda de las mazmorras de su infancia. Jamás olvidaría ese momento, aunque él no fuese Tony, acababa de recibir la mejor lección de toda su vida.
Índice
Prólogo 7 Capítulo I 13 Capítulo II 27 Capítulo III 57 Capítulo IV 67 Capítulo V 87 Capítulo VI 101 Capítulo VII 115 Capítulo VIII 135 Capítulo IX 145 Capítulo X 157 Capítulo XI 169 Capítulo XII 175 Capítulo XIII 191 Capítulo XIV 203 Capítulo XV 221 Capítulo XVI 237 Capítulo XVII 259
Capítulo XVIII 273 Capítulo XIX 299 Capítulo XX 317 Capítulo XXI 335 Capítulo XXII 347 Capítulo XXIII 365