Obras de Erving Goffinan en esta biblioteca Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales La presentación de la persona en la vida cotidiana
Estigma La identidad deteriorada
Erving Goffman Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid
Biblioteca de sociología Stigma, .Notes on the Managem.ent of Spoiled ldentity, Erving Goffman
La reproducció1: total o .parcial de este libro en forma idéntica O modificada por c:ualquier 1:1ed10_ °'.ec~ico, electrónico o informático, incluyend~ fotocopia, graba~~n, d1~tahzación o cualquier sistema de almacena~ento Y recuperac1on de información, no autorizada por los editores viola derechos reservados. ' ©Todos los d~rechos de la edición en castellano reservados por Amorrortu editores S.A, Paraguay 1225, 7" piso Cl057AAS Buenos Aires www.amorrortueditores.com Amorrortu editores España S.L., C/SanAndrés, 28. 28004 Madrid Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11.723 Industria argentina. Made in Argentina ISBN-10: 950-518-016-0 ISBN-13: 978-950-518-016-5
Goffman, Erving . Estigma : la identidad deteriorada.- 1ª ed. 10ª reimp.- Buenos Aires: Amorrortu, 2006. 176 p.; 20xl2 cm.- (Biblioteca de sociología) Traducción de: Leonor Guinsberg ISBN 950-518-016-0
l. Procesos Sociales. I. Leonor Guinsberg trad II Títul CDD303 ' · ·
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I:11p~o en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda provincia de Buenos Aires, en mayo de 2006. ' Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
Prólogo
Hace ya más de una década que la literatura de psicología social se ocupa intensamente del estigma, vale decir, de la situación del individuo inhabilitado ara una lena ace ta· ción social.1 Con e t1 se agregaron provechosos estudiosclírricos,2 cuyos alcances y aplicación abarcaron categorías siempre nuevas de personas.3 Mi propósito en este ensayo 4 es revisar algunos trabajos sobre el estigma, en especial de índole popular, para ver cuál puede ser su utilidad para la sociología. Debemos emprender la tarea de deslindar el material vinculado con el estigma de otros hechos cercanos a él, mostrar cómo se puede describir este material de un modo económico, dentro de un único esquema conceptual, y clarificar el vinculo existente entre el estigma y el problema de la desviación. Esta tarea me permitirá formular y utilizar una serie espe1 Entre los más importantes se cuentan sociólogos como E. Lemert; psicólogos como K. Lewin, F. Heider, T. Dembo, R. Barker y B. Wríght. Véase especialmente B. Wright, Pbysical Disability-A Psycbology Approach (Nueva York: Harper &. Row, 1960), que me ha facilitado numerosos párrafos para citar y referencias de gran utilidad. 2 Por ejemplo, F. Macgregor y colab., Facial Deformities and Plastic Surgery, Springfield, Illinois: Charles C. Thomas, 1953. :; Por ejemplo, C. Orbach, M. Bard y A. Sutherland, «Fears and De,. fensive Adaptations to the Loss of Anal Sphincter Control», en Psychoanalytical Review, XLIV, 1957, págs. 121-175. 4 Una primera versión resumida se publicó en The Patient and· the Mental Hospital de M. Greenblatt, D. Levinson y R. Williams, Nueva York: Free Press of Glencoe, 1957, págs. 507-510. Una versi6n posterior se present6 en la Madver Lecture pronunciada en la Southern Sociological Society, Louisville, Kentucky, el 13 de abril de 1962. Para el presente trabajo colaboro el Center for the Study of Law and Soclety ( Centro para el Estudio del Derechc y la Sociedad) Universidad de California, Berkeley, con un subsidio ~· ..1 President's Committee on Juvenile Delinquency.
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cial de conceptos: aquellos que tienen que ver con fa «in• formaci6n social•, la informacl6n que el individuo transmite directamente sobre sí mismo.
Estimada Señorita Cor.azones Solitarios: Tengo dieciséis años y estoy desorientada; le agradecería que me aconsejara. Cuando pequeña estaba acostumbrada a que los chicos que vivían en la cuadra se burlaran de mí y no era tan terrible, pero ahora me gustarla terier amigos con quienes salir los sábados a la noche como las demás cbicas, pero ningún muchacho me va a invitar, porque aunque bailo muy J:>i<:11, tengo una linda figura y mi padre me compra lindos vestidos, nací sin nariz. Me siento y me observo todo el día y lloro. Tengo un gran agujero en medio de la cara que asusta a la gente y también a mi; por eso no puedo culpar a los muchachos de que no quieran invitarme a salir con ellos. Mi madre me quiere pero se pone a llorar desconsoladamente cuando me mira. ¿Qué hice yo para merecer esta terrible desgracia? Aunque hubiera hecho algo malo, nada malo hice antes de cumplir un año, y sin embargo nad así. Le pregunté a mi papá; me dijo que no sabía, pero que tal vez algo hice en el otro mundo antes de nacer, o quizá me castigaron por sus pecados. Eso no lo puedo creer porque él es un hombre muy bueno. ¿Debo suicidarme? La saluda atentamente
Desesperada
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\ Tomado de Miss Lonelyhearts, de Nathanael West, págs. 14-15. C::O. Pfright © 1962 por New D.irections. Reimpreso con autorización de New Directions, editores.
1. Estigma e identidad social
12s griegos, que aparentemente sabían mucho de medios VlSufiles, crearon el término estigma para ~t-erirr _!..§ÍitlOS corporales con los cuales se m enta a o malo y poco habitual en e · los ta . Lo os consistían en cortes o quemaduras en el cuerpo, y adver ue e un ese avo n unmal o un tra1 or -una persona corrupta, ritualmente deshonrada, aquÍen debía evitarse, especialmente en lugares públicos-. Más tarde, durante el cristianismo, se agregaron al término dos significados metafóricos: el primero hada alusión a signos corporales de la gracia divina, que tomaban la forma de brotes eruptivos en la piel; el segundo, referencia médica indirecta de esta alusión religiosa, a los signos corporales de perturbación física. En la actualidad, la palabra es ampliamente utilizada con un sentido bastante parecido al original, pero con ella se designa preferentemente al mal en sí mismo y no- a sus manifestaciones corpora-les. Además, los tipos de males que despiertan preocupación han cambiado. Los estudiosos, sin embargo, no se han esforzado demasiado por déscribir las condiciones estructurales previas del estigma, ni tampoco por proporcionar una definición del concepto en sí. Parece necesario, por consiguiente, tratar de delinear en primer término algunos supuestos y definiciones muy generales.
Concepciones preliminares .La sociedad establece los medios para categorizar a las ( personas y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los de cada una
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~( de esas catef;()rías. El merlio soci:tl establece las categorías ~ de personas que en él se pueden encontrar. El intercambio -t social rutinario en medios preestablecidos nos permite tra.r tar con «otros» previstos sin necesidad de dedicarles una ~ ~ atend6n o reflexión especial. Por consiguiente, es probable ' que al encontramos frente a un extraño las primeras a a~...., 1 riendas rios permitan prever _en 9.u_ $e.y ~ -e, cuales son sus atr1ll_utos, eLilecír, ~«i.ckntidad social» ' 'li' -para utiliiáruntérmino más adecuado que el de«status ~ :Í social», ya que en él se incluyen atributos personales, como ~ 1a «honestidad», y atributos estructurales, como la «ocu~ .; paci6n»-. ~... Apoyándonos en estas anticipaciones, las transformamos en expectativas normativas, en demandas rigurosamente presentadas. Por lo general, no somos conscientes de haber formulado esas demandas ni tampoco de su contenido hasta que surge un interrogante de índole práctica: ¿serán satisfechas de algún modo? Es entonces probablemente cuando advertimos que hemos estado concibiendo sin cesar determinados supuestos sobre d individuo que tenemos ante nosotros. Por -:2,. lo tanto, a las demandas que formulamos se las podría deno~ minar con mayor propiedad demandas enunciadas «en esen~ ~ y el carácter que atribuimos al indivfclüo debería coñs1derarse como una imputación hecha con una mirada retrospectiva en potencia -una caracterización «en esencia», una identidad social virtual-. La categoría y los atributos que, de hecho, según puede demostrarse, le pertenecen, se denominarán su identidad social_J,.eal. Mientras el extraño está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás ( dentro de la categoría de personas a la que él tiene } y lo convierte en alguien menos apetecible --en casos extremos, en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil-. De ese modo, dejamos de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibe también el nombre de defecto, falla o desventaja. Esto constitu· ye una discrepancia especial entre la identidad social virtual
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y la real. Es necesario señal~ qu~ existen ~tras discreI;>aD· das entre estos dos tipos de 1dent1dades soe1ales; por ejemplo, la que nos mueve a rec}asific.ar a un indiv!duo ubicado previamente en una categor1a socialmente prevista, para colocarlo en otra categoría diferente aunque igualmente prevista, o bien la que nos mueve a mejorar nuestra estimación del individuo. Debe advertirse también que no todos los) atributos indeseables son tema de discusión, sino únicamente aquellos que son incongruen~es con nu~stro ~st<:r<;otipo acerca de cómo debe ser determmada especie de mdividuos. El término estigma será utilizado, pues, para hacer referencia a un atributo profundamente desacreditador; ~o lo gue en realidad se necesita es un lenguaje de relaciones e atributos. a ue estigmatiza a un tipo de poseedor ptiede confirmar la normalidad de otro y, por consiguiente, no es ni honroso ni ignominioso en sí mismo. En Estados Unidos, por ejemplo, hay empleos donde las ?:rsonas sin preparación universitaria se ven obligadas a d_isu::1~lar esta carencia mientras en otros países los pocos mdivtduos que la pos~n deben mantenerla en secret~, por mi:· do a que se los señale como fracasados o margmales. Analogamente, a un muchacho de clase m~dia no le pr?<1uce ningún remordimiento que lo vean cammo a una biblioteca pública; sin· embargo, un criminal profesional escribe lo siguiente: Recuerdo que en e1 pasado y en más de una ocasión, por ejemplo, al dirigirme a una biblioteca pública cercana al lugar donde vivía miraba por encima del hombro un par de veces antes d; entrar, solo para tener la seguridad de1 que ninguno de mis conocidos anduviera por allí y me viese. Del mismo modo, un individuo que desea pelear por su patria puede ocultar un defecto físico, P?r temo; a que su pretendido status físico se vea desacreditado; tiempo después, el mismo individuo, amargado y c~n deseos de e;vadirse del ejército, puede lograr que lo itan en el hospit~ militar, donde el descubrimiento de que no posee en reab1 T. Parker y R. AHerton, Tbe Courage of His Convictions, Londres: Hutchinson & Co., 1962, pág. 109.
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dad úna enfermedad aguda puede hundirlo en el oprobio.2 Un estigma es, pues, realmente, una clase especial de relación. ~tre atributo y estereotjpo. Sln embargo-;-¡iropongo
modifie:u este concepto, en parte porque existen importan-
tes atributos que resultan desacreditadores en casi toda nuestra sociedad. El término estigma y sus sinónimos ocultan una doble perspectiva: el individuo estigmatizado, ¿supone que su calidad de diferente ya es conocida o resulta evidente en el acto, o que, por el contrario, esta no es conocida por quienes lo rodean ni inmediatamente perceptible para ellos? En' el primer caso estamos frente a la situación del desacreditado, en el segundo frente a la del desacreditable. Esta es una diferencia importante, aunque es probable que un individuo estigmatizado en particular haya experimentado ambas situaciones. Comenzaré con la situación del desacreditado para continuar con la del desacreditable, pero sin establecer siempre una separación entre ambos. Se pueden mencionar tres tipos de estigmas, notoriamente diferentes. En primer lugar, las abominaciones del cuerpo -las distintas deformidades físicas-. Luego, los defectos del carácter del individuo que se perciben como falta de voluntad, pasiones tiránicas o antinaturales, creencias rígidas y falsas, deshonestidad. Todos ellos se infieren de conocidos informes sobre, por ejemplo, perturbaciones mentales, reclusiones, adicciones a las drogas, alcoholismo, homosexua• lidad, desempleo, intentos de suicidio y conductas políticas extremistas. Por último, existen los estigmas tribales de la raza, la nación y la religión, susceptibles de ser transmitidos por herencia y contaminar por igual a todos los de una familia. 8 Sin embargo, en todos estos diversos ejemplos de estigma, incluyendo aquellos que tenían en cuenta los 2 En relación con esto véase el artículo_ de M. Meltzer, «Countermanipulation through Malingering», en el libro editado por A. Biderman y H. Zimmer, The Manipulation of Human Behavior, Nueva York: John Wiley & Sons, 1961, págs. 277-304. 3 En la historia moderna, especialmente en Gran Bretafía, el status de clase baja funcionaba como un importante estigma tribal: los pecados de los padres, o al menos su ambiente, eran pagados por el niño si este crecía inadecuadamente por encima de su condición social inicial. El manejo del estigma de clase es, naturalmente un tema central en la novela inglesa. '
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griegos, se encuentran los mismos rasgos sociol6gicos: D · individuo que podía haber sido fácilmente aceptado en .µo intercambio social corriente posee un rasgo que puede UD· ponerse por la fuerza a nuestra atención y que nos lleva a alejamos de él cuando lo encontramos, anulando el llamado que nos hacen sus restantes atributos. Posee un estigma, una indeseable diferencia que no habíamos previsto. Daré el nombre de normales a todos aquellos que no se apartan negativamente de las expectativas particulares que están en discusión. Son bien conocidas las actitudes que nosotros, los normales, adoptamos hacia una persona que posee un estigma, y las medidas que tomamos respecto de ella, ya que son precisamente estas respuestas las que la benevolente acción social intenta suavizar y mejorar. Creemos, por definición, desde luego, que la ,persona que tiene un estigma no. es totalmente humana. Valiéndonos de este supuesto practtcamos diversos tipos de discriminación, mediante la cual reducimos en la práctica, aunque a menudo sin pensarlo, sus posibilidades de vida. Construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias, como, por ejemplo, la de clase social.4 En nuestro _discurso cotid~ano utilizamos como fuente de metáforas e imágenes térmmos específicamente referidos al estigma, tales como inválido, bastardo y tarado, sin acordamos, por lo gen~r~, de su significado real.5 Basándonos en, el defect? or1g1na!, ten; demos a atribuirle un elevado numero de 1mperfecc1ones y al mismo tiempo, algunos atributos deseables, pero no deseados por el interesado, a menudo de índole sobrenatu4 D. Riesman, «Some Observations Concerning Marginality», en Philon, segundo trimestre, 1951, pág. 122. 5 En un artículo de próxima aparición, T. J. Scheff presenta el caso con relación a los enfermos mentales. 6 Con referencia al ciego, véase E. Henric~ .Y L. Kriegel,. eds. Experiments in Survival, Nueva York: Assoc1at1on for ~~e Aid of. Crippled diildren (Asociación para la Ayuda de los Nmos Inválidos) 1961 págs. 152 y 186; y H. Chevigny, My Eyes Have a Cold Nos:, Nevl Haven, Conn.: Yale University Press, en rustica, 1962. pág. 201.
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ral, como, por ejemplo, el «sexto sentido», o la percepción de la naturaleza interior de las cosas: 7 Algunos vacilan en tocar o guiar a los ciegos, mientras que otros generalizan la deficiencia advertida como incapacidad total, gritándoles a los ciegos como si fueran sordos o intentando ayudarlos a incorporarse como si fueran inválidos. Quienes se enfrentan con ciegos pueden tener un gran número de creencias aferradas al estereotipo. Pueden pensar, por ejemplo, que están sujetos a un tipo único de discernimiento, suponiendo que el individuo ciego utiliza canales especiales de información, inaccesibles a los demás. 8 Además, podemos percibir su respuesta defensiva a esta situación como una expresión directa de su defecto, y considerar entonces que tanto el defecto como la respuesta son el justo castigo de algo que él, sus padres o su tribu han hecho, y que justifica, p.or lo tanto, la manera como lo tratamos. 9 Dejemos ahora al individuo normal y ocupémonos de la persona con respecto a la cual este resulta normal. Por lo general, parece cierto que los de una categoría social sustentan sólidamente un modelo de opinión que, se· gún su parecer y el de otros sujetos, no les es directamente aplicable. Así, un hombre de negocios puede exigir una conducta femenina de las mujeres o una conducta ascética de los monjes y no concebirse a sí mismo como alguien que debe llevar a cabo cualquiera de estos dos estilos de conducta. La diferencia está .entre llevar a cabo una norma, y simemente sustentarla. El problema del estigma no surge aquí mo tan solo donde existe una expectativa difundida de que uienes pertenecen a una categoría dada deben no solo poyar una norma particular sino también llevarla a cabo. ~ ambién es posible que un individuo no consiga vivir de 7 Con las palabras de una mujer ciega: «Me llamaron para avalar un perfume, presumiblemente porque siendo ciega mi sentido del olfa• to era superdiscriminativo». Véase T. Keitlen (con N. Lobsenz), Farewell to Fear, Nueva York: Avon, 1962, pág. 10. 8 A. G. Gowman, Tbe War Blind in American Social Structure, Nueva York: American Foundation for the Blind, 1957, pág. 198. 9 Para ejemplos, véase Macgregor y colab., op. cit., im.
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acuerdo con lo que efectivamente exigimos de él, y a pc~ar de ello permanezca relativamente indiferente a su fracaso; aislado por su alienación, protegido por creencias propias sobre su identidad, siente que es un ser humano perfectamente máduro y normal, y que, por el contrario, nosotros no somos del todo humanos. Lleva un estigma, pero no parece impresionado ni compungido por ello. Esta posibilidad es celebrada en relatos ejemplares sobre los menonitas, los gitanos, los pícaros desvergonzados y los judíos muy ortodoxos. Con todo, actualmente en Estados Unidos los códigos de honor separados parecen encontrarse en decadencia. El indi»iduo estigmatizado tiende a sostener las mismas creencias sobre la identidad que nosotros; este es un hecho fun. damental. La sensación de ser una «persona normal», un ser humano como cualquier otro, un individuo que, por consiguiente, merece una oportunidad justa para iniciarse en alguna actividad, puede ser uno de sus más profundos sentimientos acerca de su identidad.10 ( En realidad, cualquiera sea su manera de expresarlos, sus reclamos se basan, no en lo que él piensa que se merece todo el mundo, sino solamente aquellos que pertenecen a una selecta categoría social, dentro de la cual, sin duda, él encaja; por ejemplo, toda persona de su misma edad, sexo, profesión, etc.) Con todo, es posible que perciba, por lo general con bastante corrección, que cualesquiera que sean las declaraciones de los otros, estos no lo «aceptan» realmente ni están dispuestos a establecer un o con él en «igualdad de condidones».11 Además, las pautas que ha incorporado de la socie10 La noción de «ser humano normal» puede tener su origen en el enfoque médico de la humanidad o en la tendencia de las organizaciones burocráticas de gran escala, tales como el estado nacional, a tratar a todos los , en ciertos aspectos, como iguales. Cualquiera que sea su origen, parece suministrar la imaginería básica a través de la cual los legos crean generalmente una concepción de sí mismos. Es interesante señalar que parece haber surgido una convención en la literatura popular de tipo biográfico en la que una persona dudosa proclama su derecho a la normalidad citando como prueba el hecho de tener una 'esposa e hijos y, curiosamente, decl~ rando que ha pasado con ellos los días de Navidad y de Acción de Gracias. 11 Parker y Allerton, op. cit., págs. 110-111, presentan la opinión de un criminal sobre este rechazo.
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dad más amplia lo habilitan para mantenerse íntimamente alerta frente a lo que los demás consideran como su defecto, hecho que· lo lleva de modo inevitable, aunque solo sea esporádicamente, a aceptar que, por cierto, 'está muy lejos de ser como en realidad debería. La vergüenza se convierte en una posibilidad central, que se origina cuando el individuo percibe' uno de sus atributos como una posesión impura de la que f4.cilmente puede imaginarse exento. Es probable que la presencia inmediata de los normales refuerce esta disociación entre las autodemandas y el yo, pero, de hecho, el individuo también puede llegar ~ odiarse y denigrarse a sí mismo cuando está solo frente a un espejo: Cuando por fin me levanté ( ... ) y aprendí a caminar nuevamente, tomé un día un espejo de mano y me dirigí hacia un espejo más grande para observarme; fui solo. No quería que nadie ( ... ) se enterara de cómo me sentía al verme por primera vez. Pero no hubo ningún ruido, ningún alboroto; al contemplarme, no grité de rabia. Me sentía · simplemente paralizado. Yo no podía ser esa persona reflejada en el espejo. En mi interior me sentía una persona saludable, corriente y afortunada; ¡oh, no como la del espejo! Pero cuando volví mi rostro hacia el espejo, eran mis propios ojos los que me miraban ardientes de vergüenza ( ... ) como no lloré ni emití el menor sonido, me resultó imposible hablar de esto con alguien; á partir de entonces la confusión y el pánico provocados por mi descubrimiento quedaron encerrados en mí, e iba a tener que enfrentarlos solo durante mucho tiempo.12 Una y otra vez olvidé lo que había visto en el espejo. Aquello no podía penetrar dentro de mi mente y convertirse en parte integral de mi persona. Yo me sentía como si eso no tuviera nada que ver conmigo; era tan solo un disfraz. Pero no era el tipo de disfraz que se pone una persona voluntariamente y con el cual intenta confundir a los demás respecto de su identidad. Como en los cuentos de hadas, me habían puesto el disfraz sin mi aprobación ni mi conocimiento, y era yo mismo quien resultaba confundido respecto 12 K. B. Hatbaway, The Little Locksmith, Nueva York: CowardMcCann, 1943, pág. 41, en Wright, op. cit., pág. 157.
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de mi propia identidad. Me miraba en el espejo y me sobrecogía de horror al no reconocerme. En el lugar donde me encontraba, con ese persistente júbilo romántico que había en mí, como si fuera una persona favorecida por la suerte para quien todo era posible, veía a un extraño, una figura pequeña, lastimosa, deforme y un rostro que se llenaba de dolor y sonrojaba de vergüenza cuando clavaba la vista en él. Era solo un disfraz, pero lo llevaría puesto eternamente. Alli estaba, allí estaba, era verdadero. Cada uno de estos encuentros era como un golpe en la cabeza. Siempre me dejaba aturdido, mudo e insensible, hasta que lenta y tercamente volvía a invadirme mi persistente y robusta ilusión de bienestar y belleza personal; olvidaba la irrelevante realidad y estaba desprovisto y vulnerable otra vez.18 Podemos ya señalar el rasgo central que caracteriza la situación vital del individuo estigmatizado. Está referido a lo que a menudo, aunque vagamente, se denomina «acepta· ción». Las personas que tienen trato con él no logran brindarle el respeto y la consideración que los aspectos no contaminados de su identidad social habían hecho prever y que él había previsto recibir; se hace eco del rechazo cuando descubre que algunos de sus atributos lo justifica. ¿De qué modo la persona estigmatizada responde a esta s~tuación? En ciertos casos, le será posible intentar corregir dir~c~am7nte lo que considera el fundamento objetivo de su def1c1encra; es el caso de la persona físicamente deformada que se. somete a la cirugía plástica, del ciego que recurre al tratanuento ocular, del analfabeto que intenta una educación reparadora, del homosexual que ingresa en psicoterapia. ( Cuando dicha reparación es posible, a menudo el resultado consiste, no en la adquisición de un status plenamente normal, sino en la transformación del yo: alguien que tenía 13 Ibld., págs. 46-47. Para tratamientos generales de los sentimientos de autoaversión, véase K. Lewin, Resolving Social Conflicts, parte III, Nueva York: Harper &:. Row, 1948; A. Kardiner y L. Ovesey, The Mark, of Oppression: A Psychosocial Study of the America'? Negro, Nueva York: W. W. Norton &:. Company, 1951; y E. H. Erikson, Childhood and Society, Nueva York: W. W. Norton &:. Company, 1950 (Infancia y sociedad, Buenos Aires: Paidós, 2a. ed. ' 1966).
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un defecto particular se convierte en alguien que cuenta en su haber con el record de haber corregido un defecto particular.) Aquí debe mencionarse la tendencia ·a la «vic~~ci6n» resultante del peligro que para la persona est1gmat1, zada ;ignifica caer en m,!U}os de servidores fraudulentos que le venden los medios para corregir la elocución, aclarar el color de la piel, estirar el cuerpo, devolver la juventud ( como el caso del tratamiento a base de yema de huevo fertilizado) curar mediante la fe y obtener aplomo en la conversació~. Ya sea que se trate de una técnica práctica o de un fraude, la pesquisa, a menudo secreta, que da por resultado revela hasta qué extremos están dispuestas a llegar las ~onas estigmatizadas y, por consiguiente, lo doloroso de la situación que las conduce a tales extremos. Se puede citar un ejemplo:
cabalgar, a jugar al tenis o a pilotear un avión, o en el ciego que se convierte en un experto esquiador o escalador de montañas. 15 El aprendizaje distorsionado se puede asociar, desde luego, con la ejecución distorsionada de lo que se aprende: tal el caso de un individuo confinado a una silla de ruedas que se las ingenia para bailar con una muchacha en un salón recurriendo a cierto tipo de mímica de la danza.16 Por último, la persona que presenta una diferencia bochornosa puede romper con lo que se denomina realidad e intentar obstinadamente emplear una interpretación no convencional acerca del carácter de su idei¡i.tidad social. Es probable que el individuo estigmatizado utilice su estigma para obtener «beneficios secundarios», como una excusa por la falta de éxito que padece a causa de otras razones:
La señorita Peck [ una asistente social de Nueva York, pionera en los trabajos referentes a personas con dificultades auditivas] decía que en los primeros tiempos los curanderos y charlatanes que querían enriquecerse rápidamente veían en la Liga [para los duros ~; oído] un fructí~e:o camp<> de caza, ideal para la pro1:1oc10? de cascos :11~~nettcos, milagrosas máquinas vibratonas, t1mpanos artificrales, sopladores, inhaladores, masajeadores, aceites mágic
Durante muchos años la cicatriz, el labio leporino o la nariz deforme fueron considerados como una desventaja, y su importancia en la adaptación social y emocional abarca inconscientemente todo. Es el «gancho» en el cual el paciente ha colgado todas las inadecuaciones, todas las insatisfacciones, todas las demoras y todos los deberes desagradables de la vida social, y del cual ha terminado por depender utilizándolo no solo como un medio razonable para evadirse de la competencia sino como una forma de protegerse de la responsabilidad social. Cuando la cirugfa elimina este factor, el paciente pierde la protección emocional más o menos aceptable que le ofreda, y no tarda en descubrir, con sorpresa y desaliento, que la vida no es solo un suave navegar, incluso para aquellos que tienen caras «corrientes», sin mácula. No está prepara• do para enfrentar esta situación sin la ayuda de una «desventaja», y puede recurrir a la protecci6n de las pautas de conducta menos sencillas, aunque similares, propias de la neurastenia, la histeria de conversi6n, la hipocondría o los estados agudos 9-e ansiedad.17
El individuo estigmatizado puede también intentar corregir su condición en forma indirecta, dedicando un enorme esfuerzo personal al manejo de áreas .de actividad que J.:O? razones físicas· o incidentales se consideran, por lo co°:mn, inaccesibles para quien posea su defecto. Esto aparece e¡emplificado en el lisiado que aprende o re-aprende a nadar, a 14 F. ·wameld, Keep Listening, Nueva ~ork: The ,V~king P~, 1957 pág. 76. Véase también H. von Henug, The Crtmtnal and hu VictÍm, New Haven, Conn.: Yale University Press, 1948, pág. 101.
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1.5 Keitlen, op. cit., capítulo 12, págs. 117-129 y capítulo 14, págs. 1.37-149. Véase también Chevigny, op. cit., pigs. 8.5-86. 16 Henrich y Kriegel, op. cit., pig. 49. . 17 W. Y. Baker y L. H. Smith, «Facial Disfigurement and Personality>, en Journal of the Aw..erican Medical Arsociation, CXII, 1939,
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También puede pensar que las desgracias que ha sufrido son una secreta bendici6n, especialmente por aquello tan difundido de que el sufrimiento deja enseñanzas sobre la vida y las personas: Pero ahora, lejos ya de la experiencia del hospital, puedo evaluar lo que aprendí [ escribe una madre postrada permanentemente por la poliomielitis]. Porque no era solamente sufrir: también era aprender por medio del sufrimiento. Sé que mi conocimiento de la gente aumentó y se profundiz6, que quienes me rodean pueden contar para sus problemas con toda mi mente, mi coraz6n y mi atención. Eso no hubiera podido aprenderlo corriendo en una cancha de tenis.18 Análogamente, puede llegar a una nueva evaluación de las limitaciones de los normales, tal como lo sugiere un escler6tico múltiple: Tanto las mentes como los cuerpos sanos pueden sufrir de invalidez. El hecho de que la gente «normal» pueda moverse, ver y oír no significa que realmente vean y oigan. Pueden estar muy ciegos ante las cosas que deterioran su felicidad, muy sordos ante el pedido de afecto de los demás; cuando pienso en ellos no me siento ni más inválido ni más incapacitado. Tal vez pueda, en cierta medida, abrirles los ojos a las bellezas que nos rodean: un cálido apret6n de manos, una voz ansiosa de consuelo, una brisa primaveral, una música, un saludo amistoso. Esta gente me importa, y me agrada sentir que puedo hacer algo por ellos.19 Y un escritor ciego: Eso llevaría inmediatamente a la idea de que existe una gran cantidad de acontecimientos que pueden reducir el placer de vivir de modo mucho más efectivo que la ceguera; adoptar esta manera de pensar puede ser enteramente sana. Desde este punto de vista podemos percibir, por ejemplo,
que una deficiencia como la incapacidad de acep~. el ~or humano, que, de hecho, disminuye el placer ~e vivir casi al punto de hacerlo desaparecer, es una tragedi~ mucho mcf grave que la c~gu~ra. Pero, por lo general, quien padece ~ un mal así ni siquiera lo advierte, y no puede, en consecuen cia, sentir compasión por sí mismo.2° Y un inválido: A medida que la vida continuaba, ap~endí que exisJ~n muchísimos tipos diferentes de desventaJas, no solo .!lSl~as,, y empecé a darme cuenta de que las palabras de la runa. 10válida del párrafo anterior [palabras de amar~ra] también podrían haber sido dichas por jóvenes 1;1u1eres. que. nunca necesitaron muletas, mujeres que se sienten mferio~ Y diferentes por su fealdad, su incapacidad para tener hi1os, su impotencia para relacionarse con la gente y muchos otros motivos.21 Las reacciones de las personas normales y de las estigmatizadas que hasta aquí hemos considerado son aquellas que pueden aparecer durante períodos de tiempo P:olon~dos Y cuando no existe entre ellas un o corriente. Este libro, sin embargo, se interesa específicamente por el problema de los «os mixtos», o sea en los mom;ntos e~ que estigmatizados y no:males se ha~an en una mis~a ~S!· tuación social», vale decir, cuando existe una presenoa física inmediata de ambos, ya sea en el transcurso de u~ ~nversación o en la simple copresencia de una reuruon informal. · La misma previsión de tales os puede, naturalmente llevar a normales y estigmatizados a organizar su vida d; modo tal de evitarlos. Es probable que esto tenga consecuencias mucho mayores para el estigmatizado, por ser él quien, por lo general, debe realizar el mayor esfuerzo de adaptación:
pág. 303. Macgregor y colab., op. cit., pág. 57 y sigs., dan el ejemplo de un homb.~e que usaba de muletilla su gran nariz roja. 18 Henrich y Kriegel, op. cit., pág. 19. 19 Ibíd., pág. 35.
20 Chevigny, op. cit., pág. 154. . 21 F. Carling, And Yet We Are Hut.van, Londres: Chatto &: Wmdus, 1962, págs. 23-24. N ¡ p · 1· 22 Para una reseña véase G. W. Allport, The ature o • . TffUatce, Nueva York: Anchor Books, 1958 (La naturaleza del pre,uu:to, Buenos Aires, Eudeba, 1962.)
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Antes de su desfiguración [la amputación de la porción dis. tal de su nariz) la señora Dover, que vivía con una de sus dos hijas casadas, era una mujer independiente, cálida y amistosa, a quien le gustaba viajar, salir de compras y visitar a sus numerosos familiares. Su desfiguración, sin embargo, provocó una definida alteración de su modo de vida. Durante los dos o tres primeros años rara vez salía de la casa de su hija, y prefería permanecer en su habitación o sentarse en el patio trasero. «Estaba desconsolada --dijo----; no quedaban horizontes en mi vida».23 Carente de la saludable realimentación ( f eed-back) del intercambio social cotidiano con los demás, la persona que se aísla puede volverse desconfiada, depresiva, hostil, ansiosa y aturdida. Podemos citar la interpretación de Sullivan: Tener conciencia de la inferioridad significa que uno no puede dejar de formularse conscientemente cierto sentimiento crónico del peor tipo de inseguridad, y eso trae como consecuencia ansiedad y, tal vez, algo aún más grave, si consideramos que los celos son realmente más graves que la ansiedad. El temor a que los demás puedan faltarle el respeto a una persona por algo que esta exhibe significa que se sentirá siempre insegura en su o con otra gente· y esta inseguridad proviene no de fuentes misteriosas y 'en cierta medida desconocidas, como sucede con la mayor parte de nuestra ansiedad, sino de algo que ese individuo sabe que no puede arreglar. Ahora bien, esto representa una deficiencia casi fatal en el sistema del yo, ya que este no puede ocultar ni excluir una formulación definida: «Soy inferior. Por lo tanto, la gente me tendrá aversión y yo no me sentiré seguro con ellos» .24 Cuando normales y estigmatizados se encuentran frente a frente, especialmente cuando tratan de mantener un encuentro para dialogar juntos, tiene lugar una de las escenas primordiales de la sociología, pues, en muchos casos, son
estos los momentos en que ambas partes deberán enfrentar directamente las causas y los efectos del estigma. El individuo estigmatizado puede descubrir que se siente inseguro acerca del modo en que nosotros, los normales, vamos a identificarlo y a recibirlo.25 Podemos citar un ejemplo de un estudioso de la incapacidad física: Para la persona estigmatizada, la inseguridad relativa al status, sumada a la inseguridad laboral, prevalece sobre una gran variedad de interacciones sociales. Hasta que el o no ha sido realizado, el ciego, el enfermo, el sordo, el tullido no pueden estar nunca seguros si la actitud de la persona que acaban de conocer será de rechazo o de acepta· ción. Esta es exactamente la posición del adolescente, del negro de piel clara, de la segunda generación de inmigran· tes, de la persona con movilidad social y de la mujer que ingresa a un trabajo predominantemente masculino.29 La incertidumbre del estigmatizado surge no solo porque ignora en qué categoría será ubicado, sino también, si la ubicación lo favorece, porque sabe que en su fuero interno los demás pueden definirlo en función de su estigma: Y siempre siento lo mismo con la gente honrada: aunque sean buenos y agradables conmigo, en el fondo ven en mí nada más que a un criminal. Ya es demasiado tarde para cambiar, pero aún siento profundamente que esa es la única forma que tienen de aproximarse, y que son totalmente incapaces de aceptarme de otra manera.27
De este modo, aparece en el estigmatizado la sensación de no saber qué es lo que los demás piensan «realmente» de él.
23 Macgregor y colab., op. cit., págs. 91-?2. 24 Tomado de Clinical Studies in PJychiatry, H. S. Perry, M. L. Gawel Y M. Gibbon, eds., Nueva York: W. W. Norton & Compa.. ny, 1956, pág. 145.
25 En «The Social Psychology of Physical Disability», en Journal of Social Issues, IV, 1948, pág. 34, R. Barker sugiere que las personas estigmatizadas «viven en una frontera social y psicol6gica», enfren.. tando de continuo situaciones nuevas. Véase también Macgrcgor y colab., op. cit., pág. 87, donde se señala que quienes están más gro, seramente deformados necesitan saber con menos ambigüedad cómo van a ser recibidos en la interacción que quienes padecen una deformación menos visible. 26 Barker, op. cit., pág. 33. 27 Parker y Allerton, op. cit., plig. 111.
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2.5
Además, es probable que durante los os mixtos el individuo estigmatizado se sienta «en exhlbición»,2 debiendo llevar entonces su autoconciencia y su control sobre la impresión que produce hasta extremos y áreas de conducta que supone que los demás no alcanzan. Puede también percibir que se ha debilitado el habitual esquema que permite interpretar los acontecimientos cotidianos. Siente que sus logros menos importantes son considerados como signos de sus irables y extraordinarias aptitudes. Un criminal profesional nos da un ejemplo:
ª
Me sorprende realmente que usted lea libros como esos; no puedo cr~erlo. Pensaba más bien que leía historias espeluznante~, libros baratos con tapas sensacionalistas, cosas por el estilo. ¡Y resulta que está leyendo a Claud Cockbum , Hugh Klare, Simone de Beauvoir y Lawrence Durrell! ' El no pensaba en lo más mínimo que esto fuera una observación insultante; en realidad, creo que consideraba que había sido honesto al decirme cuán equivocado estaba. Y esa es exactamente la clase de condescendencia que usted recibe de 1~ gente honrada cuando es un criminal. «¡Qué notable! ,-dicen-. En algunos aspectos usted es exactamente igual a un ser humano». No estoy bromeando; esto me da ganas de estrangularlos.211 Una persona ciega suministra otro ejemplo: Los que antes eran sus actos más corrientes --caminar despreocupadamente por la calle, poner los guisantes en el plato, enc~der un cigarrillo-- son ahora inusitados. El ciego se convierte en una persona exc ·onal. Si lleva a cabo estos actos con tacto y seguridad ierta el mismo asombro que un mago que extrae conejos de su sombrero. 30 Al ~smo ~empo, s~ente que un ¿esliz sin importancia o una .unpropiedad accidental pueden ser interpretados como 28 Este tipo especial de conciencia de sí mismo es analizado por S. Messinger y colab. en «Llfe as Theater: Some Notes on the Dramaturgic Approach to Social Reality», en Sociometry XXV 1962
págs. 98-110.
29 Parker y A,llerton, op. cit., pág. 111. 30 Chevigny, op. cit., pág. 140.
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expresión directa de su estigmatizada calidad de individuo diferente. Los que fueron enfermos mentales temen a veces verse envueltos en una acalbrada discusi6n con la esposa o el empleador por temor a que estos interpreten ettóneamente cualquier signo de emoción. Los deficientes mentales se enfrentan con una situaci6n parecida: Sucede también que si una persona de bajo nivel intelectual se mete en algún aprieto, la dificultad se atribuye, .más o menos automáticamente, a un «defecto mental», lDlentras que si una persona de «inteligencia normal» s~ encu~tra en una dificultad parecida el hecho no se considera smtomático de nada en particular.31 Una muchacha con una pierna amputada, al recordar su experiencia en los deportes, nos brinda otros ejemplos: Cada vez que me caía se me acercaba una multitud de mujeres que cloqueaban y se lamentaban como un montón de gallinas desoladas. Era muy ~eneroso de su parte, y a la distancia les agradezco sus cuidados, pero en esos mom:ntos me sentía agraviada y sumament~ molesta por ~ intervención. Daban por sentado que nmguno de ;os riesgos habituales propios del patinar -un pal~, una piedra- se habían interpuesto entre las ruedas de mi patín. La conclusión era inevitable: yo me tenía que caer porque era una pobre e impotente inv~1a.32 • • , • Ni uno solo de ellos grito con rabia «¡La uro ese peligroso potro salvaje!» --cosa que, Di~s _lo pe;done, hab~a ~echo en realidad-. Era como si los v1e1os días del pauna¡e sobre ruedas me hicieran una horrible visita fantasmagórica. Toda la buena gente se lamentaba a coro: «¡Esa pobrecita se cayó!» SS 31 L. A. Dexter, «A Social Theory of Mental Defidency~, en American Journal of Mental Deficiency, LXII, 1918, pág. 923: Par~ otro estudio de los deficientes mentales en tanto personas est1gmat:rz<1das consúltese S. E. Perry, «Sorne Theoretical Problems. of Mental Deficiency and Their Action Implications», en Psychzatry, XVII, 1954, págs. 45-73. . 32 Balcer, Out on a Limb, Nueva York: McGraw-Hill Book Company, sin fecha, pág. 22. 33 Ibíd., pág. 73.
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~uando fijamos_ nuestra atención (por lo general nuestra el defecto de la persona estigmatizada -cuando
Vlllta) en
en suma! no se trata de una persona desacreditable sin~ desacreditada-, es posible que esta sienta que el estar presente entre los normales la expone sin resguardo alguno a ver inva<;Hda su intimidad,34 situaci6n vivida con mayor agudeza, qwzá, cuando los niños le clavan simplemente la mirada. 3t1 Esta desagradable sensación de sentirse expuesta ~uede agrava~ con las conversaciones que los extraños se sienten autonzados a entablar con él, y a través de las cuales expr~.an lo que él juzga una curiosidad morbosa sobre o le ofrecen una ayuda que no necesita ni su condiaón, 36 ~esea. Podemos agregar que existen ciertas fórmulas clásicas .rara entablar estos tipos de conversación: «Mi estimada, runa, ¿cómo consiguió su audífono?»; «Un tío abuelo mto tenía un audífono, por eso creo que conozco bien su problema»; «Yo siempre he dicho que los audífonos son excelentes y_solícitos amigos»; «Dígame, ¿cómo se las arregla para banarse con el audífono?». Lo que se infiere de estos preámbulos es que un individuo estigmatizado es una persona a la cual los extraños pueden abordar a voluntad con. tal de que sean sensibles a situaciones de esta clase. ~ab1e1;do lo 9ue e~ posibl~ q?e_ enfrente al participar de una situación s~~al mixta, el mdividuo estigmatizado puede responder ant1c1padamente con un retraimiento defensivo. Esto pued: ser ejemplificado con las palabras de un albañil de 4~ anos, tomadas de un antiguo estudio sobre la desocupacrón alemana durante la Depresión: Qué difícil Y humillante es pertenecer a la categoría de los ?es°';Upados. Cuando salgo, bajo los ojos porque me siento inferior. Cuando camino por la calle me parece que no puedo ser compa:ado con un ciudadano corriente, que todo el mundo me senala con el dedo. Instintivamente evito encontrarme con la gente. Los antiguos conocidos y amigos de 34 Este tema est~ bi;n tra.tado en R. K. White, B. A. Wright y
T. D~b?, «Studies m. Ad¡ustment to Visible Injuries: Evaluation
of Chur1os1ty by the In¡ured», en Journal of Abnormal and Soda/ P syc o1og~, XLIII, 1948, págs. 13-28. 35 Para e¡e_:rnplos véa~e Henrich y Kriegel, op. cit., pág. 184. 36 Ver Wtight, op. ctt., «The Problem of Sympathy», págs. 233-237.
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tiempos mejores han dejado de ser cordiales conmigo. Cuando nos encontramos me saludan con indiferencia. Ya no me ofrecen un cigarrillo y sus ojos parecen decir: «No te lo • 87 mereces, porque no traba1as». Una niña tullida ofrece un análisis ilustrativo: Cuando ( ... ) comencé a caminar sola por las call~s de nuestro pueblo ( ... ) advertí que toda vez que pasaba Junto a un grupo de dos o tres chicos, .estos me g~taban ( ... ) A veces, incluso, llegaban a perseguirme con gritos y burlas. N? podía soportarlo pero tampoco sabía cómo enfrentar la situación ( . . . ) . Durante algún tiempo estos encuentros calle¡eros me llenaron de un terror frío frente a todos los niños que no conocía ( ... ) Un día, advertí de pronto que hab!a llegado a tener t!~ta conciencia de mí misma y tanto miedo de todos los nmos extraños que, al igual que los animales, estos sabían. que yo estaba asustada, y hasta los más suaves y afa.bl~s se dispo: nían automáticamente a burlarse de mi retraimiento y mi temor. 88 En lugar de retraerse defensivamente, el indiyiduo esti~atizado puede intentar establecer os mixtos mediante baladronadas agresivas, pero esto puede provocar en los demás una serie de respuestas impertinentes. Se puede agregar que el individuo estigmatizado vacila a veces entr~ el retraimiento y la bravata, saltando de uno a otra, y pomendo así de manifiesto una modalidad fundamental, en la cual la interacción cara a cara puede volverse muy violenta. Considero entonces que los individuos estigmatizados -al menos aquellos «visiblemente» estigmatizados- deben tener razones especiales para sentir que las situaciones sociales mixtas tienden a una interacción incontrolablemente an37 S. Zawadski y P. Lazarsfeld, «The Psychologícal Consequences of Unemployment», en JoumtJJ of Social Psycholof!, VI, 193.5, pág. 2~9. 38 Hathaway, op. cit., págs. 1.55-15?, en. S. Richa~~, «!he Social Psychologkal Consequences of Handicappmg», traba¡o inédito presen· taclo ante 1a Convención de la Asociación Sociológica Americana, celebrada en Washington en 1962, págs. 7-8.
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siosa. De ser así, habrá entonces que sospechar que también para nosotros~ lo~ _normales, estas resultan molestas. Sentiremos q?e el ~n~1v1duo estigmatizado es demasiado agresivo demasiado t1m1do, y, en cualquiera de los dos casos, demasia~o pro~nso a leer en nuestras acciones significados que no m:enta~amos darles. Por nuestra parte, podemos sentir q?~ s1 manifestamos un i~te~és sensible y directo por su con~c1ón, nos estamos extralimitando, y que, sin embargo, si olv1d81;1os yerd~de~amen:e su defecto podemos llegar a tener con el ~xigenc1as 1m~o~1bles o despreciar, sin pensarlo, a sus C?mp8:1eros de s_ufrtm1ento. Sentimos que el individuo est~mat1zado pembe cada fuente potencial de malestar origma?9: en la i_nteracción, que sabe que también nosotros lo perc1b1mos e incluso que sabemos que él lo sabe. Ya están d.adas, p;1es, las condiciones para el eterno retorno de la cons1derac10n mutua, que la psicología social de Mead nos enseña cómo iniciar pero no cómo terminar. Dado 1? que el. individuo estigmatizado y nosotros, los normal~s,. mtroduc1mos en las situaciones sociales mixtas, resulta facd compr_ender que no todo marche sobre ruedas. Es pro~~ble que mtentemos continuar como si en realidad ese mdiv1duo correspondiera por entero a una de las clases de ~rsonas que nos son naturalmente accesibles en la situación, ya sea que eso signifique tratarlo como a alguien mejor de lo que creemos ~ue. es o como a alguien peor de lo que pensamos que es. S1 nmguna de estas conductas es posible, entonces podemos tratar de .actuar como si fuera una «nopersona», y no existiera como individuo digno de una atenci?n ritual. Ese individuo, a su vez, probablemente continue con estas estrategias, al menos al principio. Por consiguiente, la atención se aleja en forma furtiva de sus blancos obligatorios, y aparece la conciencia del yo y ~
º.
Sea ~ue se reaccione abiertamente y sin tacto ante la desventaJa como tal o, lo que es más común, que no se la 39 Para. un enfoque general, .véase E. Goffman, «Alienation from lnteraction», en Human Relat:ons, X, 1957, págs. 47-60.
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mencione en forma explícita, la condición básica de intensili· car y acotar la conciencia que de ella se tiene hace que la interacción se articule demasiado exclusivamente en función de ella. Esto, tal como lo describen mis informantes, 1'a por lo general acompañado por uno o más de los habituales síntomas propios de la incomodidad y la falta de soltura: las referencias cautelosas, las palabras corrientes de la vida cotidiana repentinamente convertidas en tabú, la mirada que se clava en otra parte, la ligereza artificial, la locuacidad 40 compulsiva, la solemnidad torpe. Es probable que en las situaciones sociales en las que interviene un individuo cuyo estigma conocemos o percibimos, empleemos categorizaciones inadecuadas, y que tanto nosotros como él nos sintamos molestos. Existen, por supuesto, frecuentes cambios significativos a partir de esta situación inicial. Y, como la persona estigmatizada tiene más oportunidades que nosotros de enfrentarse con estas situaciones, es probable que las maneje con mayor pericia.
El igual y el sabio Se sugirió al comienzo que podía existir una discrepancia entre la identidad virtual y la real de un individuo. Cuando es conocida o manifiesta, esta discrepancia daña su identidad social; lo aísla de la sociedad y de sí mismo, de modo que pasa por ser una persona desacreditada frente a un mundo que no lo acepta. En ciertos éasos, como en el del individuo que nació sin nariz, puede descubrir a lo largo de su vida que es el único de su especie, y que todo el mundo está en contra de él. Casi siempre, sin embargo, advertirá que existe gente sensible dispuesta a adoptar su punto de vista en el mundo y a compartir con él el sentimiento de que es humano y «esencialmente» normal, a pes.ar de las apariencias y de sus propias dudas. Hay que considerar, en este último caso, dos categorías. 40 F. Davis, «Deviance Disavowal: 'The Management of Strained Interaeti.on by the Visibly Handicapped», en Social Problems, IX, 1961, p4g.123. Véase también White, Wright y Dembo,_op. cit., págs. 26-27 .
El primer grupo de personas benévolas es, por supuesto, el q?e comparte su e~t:1gma. Conocedoras por experiencia prop1a. de lo que se siente al poseer ese estigma en particular ~as de esas personas pueden enseñarle las mañas deÍ oficro Y ofrecerle un círculo de lamentos en el cual refugiarse en busca del apoyo moral o del placer de sentirse en su elemento, a sus anchas, aceptado como alguien que es r:almente .igual a cualquier otra persona normal. Se puede citar un e1emplo extraído de un estudio sobre analfabetos:
La existencia de un sistema de valores distinto vigente entre est~s personas se pone de manifiesto en el carácter comunit~o de la co~ducta de los analfabetos cuando actúan entre s1. No s?lo deJan de ser entonces individuos inexpresivos y confundidos ( como frecuentemente ocurre en la sociedad global), para convertirse en personas expresivas e inteligentes ,de~tro de su propio grupo, sino que, además, se expresan a s1 mismos en términos institucionales. Comparten un uni~e~so de respuestas; dan forma y reconocen símbolos de prestlgto. 'j de deshonra_; evalúan las situaciones relevantes en fun~1on de s':s propias normas y en su propio idioma, y en su~ :nterrelac10nes mutuas renuncian a la máscara del ajuste exigido por las circunstancias. 41 Otro ejemplo de quienes tienen dificultades en la audición: Recuerdo qué tranquilizador era en la escuela Nitchie estar con gente que. itía la existencia de deficiencias auditivas. A~10ra quiero conocer gente que acepte la existencia de aud1fonos. ¡Cu~to me ~staría poder ajustar el control del volumen. de m1 tra~sm1.sor sin tener que preocuparme porque alguien m~ esta mttando! Poder dejar de pensar durant: un ;ato ~1 se ve e! cordón detrás de mi cuello. luJo, seria decirle a alguien, a los gritos, « ¡Santo Dios, mt bateria está descargada!». 42
O?é
Entre sus i~ales, el individuo estigmatizado puede utilizar su desventaJa como base para organizar su vida, pero para 41 H. Freeman Y G. Kasenbaum «The Illiterate in America», en Social F(!rces, XXXIV, 1956, pág: 374. 42 Warfaeld, op. cit., pág. 60.
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lograrlo deberá resignarse a vivir en un mundo incompleto. En él podrá exponer en toda su plenitud el triste relato que da cuenta de la posesión del estigma. Las explicaciones que dan los deficientes mentales acerca de su ingreso a la institución correspondiente proporcionan un ejemplo: 1) Me enredé con una pandilla. Una noche estábamos robando en una estación de servicio y la policía me agarró. Yo no pertenezco a este lugar. 2) Mire, yo no debería estar aquí. Soy epiléptico, no tengo nada que ver con esta gente. 3 ) Mis padres me odian y me encerraron aquí. 4) Dicen que estoy loco. No estoy loco, pero aunque lo estuviera mi lugar no está aquí, con estos infradotados. 43
Por otra parte, puede descubrir que los relatos de sus compañeros de infortunio lo aburren, y que ti.,do lo que implique centrarse en la d~scripdón de arrocidudes, en la superioridad del grupo, en historias de embusteros, en síntesis, en el «problema», es uno de los mayor.es castigos por tener un estigma. Por detrás de esta focalización del problema hay, por cierto, una perspectiva no demasiado diferente de la de los normales, por cuanto está especializada en un sector: Todos parecemos propensos a identificar a las personas cuyas características nos resultan importantes o consideramos de importancia general. Si se le pregunta a alguien quién era Franklin D. Roosevelt, responderá probablemente que fue el trigésimo segundo presidente de Estados Unidos, y no un hombre atacado por la poliomielitis, aunque, por cierto, muchos mencionarán su enfermedad como una información suplementaria, juzgando interesante el hecho de que se las hubiera arreglado para abrirse camino hasta la Casa Blanca a pesar de su desventaja. El inválido, sin embargo, pensa43 R. Edgerton y G. Sabagh, «From Mortífication to Aggrandizement: Changíng Self-Concepts in the Careers of the Mentally Retarded», en Psycbiatry, XXV, 1962, pág. 268. Para comentarios adicionales sobre relatos tristes véase E. Goffman, «The Moral Career of the Mental Patíent», en Psycbiatry, XXII, 1959, págs. 133-134 ( «La carrera moral del paciente mental», en Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Buenos Aíres, Amorrortu editores, 1970, págs. 133-172).
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rá probablemente en la poliomielitis del señor Roosevelt apenas oiga mencionar su nombre. 44
~ ~ estudio sociológico de las personas esiigmatizadas, el lllteres se centra, por lo general, en el tipo de vida colectiva, cuando esta existe, que llevan aquellos que pertenecen a una categoría particular. Es evidente que en ellos se encuentra un catálogo bastante completo de tipos de formaciones y funciones grupales. Hay personas que poseen defectos del lenguaje cuya peculiaridad desalienta aparentemente cualquier intento de formación grupal. 45 En el límite del deseo de unirse están los que fueron enfermos mentales -solo un número relativamente escaso de ellos está por lo general, dispuesto a apoyar a los clubes de salud m~ntal a pesar de los rótulos inocuos que permiten que sus mi:m. bros se agrupen bajo una envoltura común-. 46 Existen t~Ir?bién clubes de ayuda mutua para los divorciados, los vteJ?s, los ob:sos, los físicamente impedidos, 41 los que pa~ec1er~m una ileostomía o una colostomía. 48 Hay clubes res1denc1ales para ex alcohólicos y ex adictos subvencionados por contribuciones voluntarias de diverso grado. Existen a~ociaciones nacionales, tal como la AA (Alcohólicos Anómmos), que proveen a sus de una doctrina completa Y hasta de un modo de vida. A menudo, estas asocia-
dones son la culminación de años de esfuerzos llevados a cabo por personas y grupos situados en diversas posiciones, y constituyen objetos de estudio ejemplares en tanto movimientos socíales.49 Existen redes de ayuda mutua formadas por ex presidiarios de un mismo reformatorio o de una misma cárcel, tal como la sociedad tácita de evadidos del establecimiento penal francés de la Guayana sa, que se supone existe en América del Sur; 50 existen también organizaciones más tradicionales: redes de individuos que se conocen ( o que están indirectamente relacionados), a las cuales parecen pertenecer algunos criminales y homosexuales. Hay también medios urbanos que poseen un núcleo de instituciones auxiliares que proporcionan una base territorial a prostitutas, drogadictos, homosexuales, alcohólicos y otros grupos ignominiosos. Estos establecimientos son, según los casos, compartidos por diferentes clases de proscriptos. Por último, en la ciudad existen comunidades residenciales cabalmente desarrolladas -étnicas, raciales o religiosas- que cuentan con una elevada concentración de personas tribalmente estigmatizadas ( a diferencia de muchas otras formaciones grupales existentes entre los estigmatizados ) , en las cuales la unidad básica de organización es la familia, no el individuo. Aquí existe, por supuesto, una confusión conceptual muy común. El término «categoría» es perfectamente abstracto y puede ser aplicado a cualquier conjunto, en este caso a personas que poseen un estigma particular. Gran parte de los que se incluyen dentro de una determinada categoría de estigma bien pueden referirse a la totalidad de los con el término «grupo» o un equivalente, tal como «nosotros» o «nuestra gente». Del mismo modo, quienes
44 Carling, op. cit., págs. 18-19. 45 E. Lemert, Social Pathology, Nueva York: McGraw-Hill Book Company, 1951, pág. 151. 46 Un. ex~men general lo proporciona H. Wechsler, «The Expatient Organ12at1on: A Survey», en Journal of Social Issues, XVI, 19CO, págs. 47-53. Algunos de los rótulos son: Recuperación Inc., Búsqueda, Club 103, .Fundación Casa de la Fuente, Club de la Confraternidad San Francisco, Club del Centro. Para el estudio de uno de dichos clubes véase D. Landy y S. Singer, «The Social Organization and Culture of a Club for Former Mental Patients» en Human Relations :X:I:V, _1961, págs. 31-41. Véase también M. B. 'Palmer, «Social Reha'. b~1tat1on for Mental Patients», en Mental Hygiene, XLII, 1958 NLU~ ) 47 Véase Barker, op. cit., págs. 158-159. 48 D. R. White! «Yo tengo una ileostomía ( ... ) desearía no tenerla. Pero he ~prendido a aceptar!~ y a llevar una vida normal y plena», en American Journal of Nurszng, LXI, 1961, págs. 52: «En este momento existen cll!bel! de ileostomizados y colostomizados en dieciséis estados y en el d1str1:o de Columbia, así como también en Australia CanaJá, Inglaterra y Africa del Sur». '
49 Warfield, op. cit., en las págs. 135-136 describe una celebración llevada a cabo en el· año 1950 en Nueva York por el movimiento de las personas con dificultades auditivas, en la cual estaban presentes todas las sucesivas generaciones de dirigentes así como también los representantes de cada una de las organizaciones originalmente separadas. De este modo se pudo obtener una recapitulación completa de la historia del movimiento. Para comentarios sobre la historia inter• nacional del mismo, véase K. W. Hodgson, The Deaf and their Problems, Nueva York: Philosophical Library, 1954, pág. 352. 50 Dato comunicado por F. Poli, Gentlemen Convicts, Londres: Rupert Hart-Davis, 1960.
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están afuera de la categoría pueden designar a los que están dentro de ella en términos grupales. Sin embargo, es muy común en esos casos que el conjunto de todos los no constituya un único grupo en el sentido estricto, ya que no poseen ni una capacidad para la acción colectiva ni una pauta estable y totalizadora de interacción mutua. Lo que sí sabemos es que los integrantes de una categoría particular de estigma tienden a reunirse en pequeños grupos sociales, cuyos derivan de la misma categoría; estos grupos están, a su vez, sujetos a organizaciones que los engloban· en mayor o menor medida. También se observa que cuando un miembro de una determinada categoría entra en o con otro, ambos pueden estar dispuestos a modificar su trato mutuo por creer que tanto el uno como el_ otro pertenecen al mismo «grupo». Además, en tanto miembro de una categoría, un individuo puede tener una mayor probabilidad de entrar en o con cualquier otro miembro e, incluso, como resultado de ello, de establecer una relación con él. De esto se desprende que una categoría puede funcionar para favorecer entre sus el establecimiento de relaciones y formaciones grupales, lo cual no significa, sin embargo, qu.e la totalidad de sus integrantes constituya un , grupo -sutileza conceptual que, en lo sucesivo, no siempre observaremos en este ensayo-. Sea que las personas que poseen un estigma particular for. men o no la base de reclutamiento. para una comunidad que está ecológicamente consolidada de cierto modo, es probable que subvencionen agentes y agencias que las representen. ( Es interesante señalar que no tenemos una palabra para. de:ignar con. exactitud a los componentes, adherentes, partidarios, entusiastas, subordinados o defensores de dichos representantes.) ~os de una categoría pueden disponer, por eJemplo, de una oficina o de una antecámara desde la cual P:omue~en sus casos ant~ el gobierno o ante la prensa; la diferencia la establece el individuo que ponen al frente de la misma: una persona igual a ellos, un «nativo» que está realmente al tanto de las cosas -como ocurre en el caso de los :ordos, los ciegos, los alcohólicos y los judíos-, o bien alguien que pertenece al otro bando, como hacen los ex
presidiarios o los deficientes mental~s. 51 (Los grupos de acción que están al servido de una m1s1?a catego~a de pet• sonas estigmatizadas pue?en a "."eces discrepar hg«:ramen~ entre sí. esta discrepancia refleia a menudo. la diferencra ue exi;te entre una dirección a cargo de n~tlvos y otra en ianos de normales.) Una labor característica de estos. representantes es la de con_vencer al públic;> para qu~ a~lique un rótulo social más flexible a la categoria en cuestión. Obrando de acuerdo con esta creencia, la plana .~ayor de 1 Liga [Liga Neoyorquina para Personas con Difacul!ades Audición] convino en utilizar únicame!1:~ expres1on«:s tales como persona con dificultades de ~1;111c1on, con_ ª?dición disminuida o con pérdida de la audicion, y en ehmmar la palabra sordo de sus conversaciones, de su cor:espondencia y otros escritos de sus enseñanzas y de sus discursos en público. El procedimiento dio res1;1l.tado. Nueva York, en general, empezó gradual;111~nte a 1;1t1hzar .el nuevo yoc!~ulario. Una apreciación obJetiva se iba abriendo camino.
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Otra de sus tareas habituales es la de aparecer COJ?O «~ra-) dores» ante diversas audiencias de normales .Y est~gdatizados· presentan el caso en nombre de los estigmatiza os Y, cua::ido son ellos mismos nativos de ese grupo, se ofrecen orno modelo vívido de una realización plenamente normal; ~on héroes de la adaptación, merecedores. d: ;ecompensas públicas por haber demostrado que un mdividuo de esa especie puede ser una buena person~. . . Muchas veces, quienes tienen un estigma particular.p~trocinan algún tipo de publicación que expresa sentimientos compartidos, consolidando y estabilizando en el lect~r la sensación de la existencia real de «su» grupo Y de ~u Vln°;· ladón con él. En estas publiéaciones se ~orn~.ula la 1deolo~1! de los -sus quejas, sus aspira~iones, su JX;ht1ca-. Se publican los nombres de los. amigos. f enemigos ue el «grupo» conoce y se adjunta la 10formac1on que ~onflrma la bondad o la maldad de estas personas. Se editan 51 Por eíemplo, en Chev~gny, op. cit., capítulo 5, se presenta la situación referente a los ciegos. 52 Warfield, op. cit., pág. 78.
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historias que reseñan los triunfos de los héroes de 1a asimi~ción que lograron penetrar en nuevas áreas con 1a aceptaaón de los normales. Se publican antiguos y modernos cuentos de horror que relatan hasta qué extremos pueden llegar los abusos cometidos por los normales. Bajo la forma de biografías y autobiografías se publican historias de moral ejemplar, que ilustran el código de conducta que debe observar un estigmatizado. La publicación funciona también como un tribunal donde se presentan ciertas opiniones divergentes sobre 1a manera más adecuada de manejar 1a situación de la persona estigmatizada. Si el defecto del individuo req~iere equipos especiales, es aquí donde se los publicita y analiza. Los le~tores de estas publicaciones constituyen un me1;Sdo para libros y folletos que siguen una línea similar. Es unportante subrayar que, al menos en Estados Unidos por muy J::Cque~a y maltrecha que sea una categoría particu: lar de est1gmat1zados, el punto de vista de sus g~zará probablemen.te de algún tipo de representación pública. Se puede decir entonces que, por incultos que sean, los norteamericanos estigmatizados tienden a vivir en un mundo definido literariamente; si no leen los libros referentes a las personas que se encuentran en su misma situación, por lo menos leen revistas y van al cine; y, en caso de no poder hacerlo, escuchan, entonces, a los del grupo, voceros del problema, pertenecientes a su localidad. Así, la mayoría de los estigmatizados tiene a una versión intelectualmente elaborada de sus puntos de vista. Es necesario aquí una explicación acerca de aquellos que actúan como representantes de una categoría de estigmatizados. Se trata de personas estigmatizadas que tienen, para empezar, mayores oportunidades de expresar su parecer, son un pocc más conocidas o están más relacionadas que el rest~ de sus compañeros de infortunio y que, al cabo de un tiempo, descubren que el «movimiento» les absorbe el día entero y que se han convertido en profesionales. Una persona con dificultades en la audición ejemplifica la culminación de este proceso: En 1942 estaba casi todos los días en la Liga. Los lunes cosía co1;1 _la unid~d. de la Cru; ~oja Los martes trabajaba en la oficina escribiendo a maquina, llevando el archivo y
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manejando el conmutador en caso neces~rio. Los ~ércoles por la tarde ayudaba al médico en la <:1fnica de la Liga ~ la prevención de la sordera, que funcionaba en e.1 Hospital de Ojos y Oídos de Manhattan, en una tare~ que me 9;8N· daba particularmente: se trataba de, confe~c.1on_ar 1~ historias de los niños que a causa de resfrios, otitis,. infecaones Y enfermedades infantiles --cuyos efectos poster10res eran potencialmente perjudiciales para la audición- obtenían el beneficio de los nuevos conocimientos, de las drogas de reciente aparición y de las modern~~ ;écnicas o~ológicas, todo lo cual probablemente.les perm1tma crecer sm algodones en los oídos. Los jueves por la tarde asistía a las cla~es yara adultos donde se les enseñaba a )nterpretar el movimiento de los Íabios, y después tomábamos juntos el té Y Jugábamos a las cartas. Los viernes me ocupaba del Bolettn. Los sábados preparaba cocoa y sa~dwiches d~ ,ensalada de huevos. Una vez por mes concurria a la reu~11on de Damas Auxiliares, un grupo de voluntarias orgamzado en 19~1 por fa señora Wendell Phillips y otras esposas de otologos, i~teresadas en recaudar fondos, aumentar el número. de socios y representar a la Liga socialmente. Para los chicos. de seis años organizaba la fiesta d~ _Todos los ~antos Y ayudaba a servir la cena del día de Acc1on de. Gracias de l?s v~teranos. Para Navidad redactaba el pedido de contribuciones, ayudaba a escribir la direcci_ón en los sobres y a pegar las estampillas. Colgaba las cortmas nu~vas y arregla~a la me$11 de ping-pong; acompafí.aba a los Jóvenes al baile de San Valentín y me encargaba de un puesto de venta en la Feria de Pascua.58 Se podría agregar que cu~~~o una pe_rsona co~ _un est!gma particular alcanza una posic10n ocupacional, pohtica o ~manciera elevada -su importancia depende del grupo estigmatizado en cuestión- es posible que se le confíe una nueva carrera: la de representar a su categoría. Advierte que es demasiado importante como para evitar que sus .!;ares lo presenten como ejemplo de todos ellos. (La debilidad de 53 Warfield, op. cit., págs. 73-74; véase tambi~n el capftulo 9, ~129-158, donde aparece una especie de confesión r¡lauva. a la vida profesional. La vida de un profesional amputado ~sta descripta en H. Russell, Victory in My Hands, Nueva York: Creat1ve Age Press, 1949.
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un es~a puede entonces ser medida por la forma en que un ~emb:o de esta cat:goría, por más importante que sea, consiga evitar estas presiones. L Sobre este tipo de profesionalización se suelen formulár dos obsezv:aciones. ~n primer ~ugar, convertir su estigma en una ( profesión; los líderes nativos están obligados a tratar con representantes de otras categorías, descubriendo de ese modo que rompen con el círculo cerrado de sus iguales. En lugar de ~poyarse en sus muletas, las utilizan para jugar al golf, y deJan de ser, en términos de participación social representativos de las personas que representan. 54 ' En segundo lugar, aquellos que presentan profesionalmente el punto de vista de su categoría pueden introducir ciertas parc!alidades sistemáticas en su exposición, por el simple motivo de que están demasiado implicados en el problema com? para escr!bir sobre él. Aunque cualquier categoría particular de estigma puede tener profesionales que adopten líneas diferentes _e, incluso, subvencionar publicaciones que abogan por programas distintos, existe un tácito acuerdo uniforme de que la situación del individuo que posee ese estigma peculiar es digna de atención. Sea que se ocupe seriamente del estigma o que le reste importancia, un escritor deberá definirlo como algo sobre lo cual vale la pena escribir. Este acuerdo mínimo, aun cuando no haya otros, ayuda a consolidar la creencia en el estigma como base para el autoconocimiento. En este caso, una vez más, los representantes no son representativos, pues es difícil que la representación pueda provenir de quienes no prestan atención a su estigma o son relativamente analfabetos. No pretendo sugerir con esto que los profesionales son el único recurso que tienen los estigmatizados para lograr que se advierta públicamente su situación vital; existen otros. Cada vez que alguien con un estigma particular alcanza notoriedad, ya sea porque infringe una ley, gana un premio o llega a ser el primero de su categoría, es posible que el hecho llegue a formar parte de la chismografía de 54 Desde el comienzo, esos líderes pueden ser reclutados entre los de la categoría que aspiran a dejar de vivir como sus pares Y q~e son relativamente capaces de hacerlo, dando lugar a lo que ~~ (op. cit., págs. 195-196) denomina «liderazgo desde la periferia».
una comunidad local; estos aconteci~ent?! pueden, in<;Iuso, ~ noticia en los medios de comurucacton de la soctedad más amplia. Sea como fuere, aquellos que comparten el estigma de la persona célebre se vuelven repenttnamente ~cesibles para !os normales que. los rodean en f<:rmda ~ mediata y son objeto de una lige_ra tt:1,;1sferencta e . to 0 descrédito. De este modo, su s1tuae101: Jos lleva fá?1mente a vivir en un mundo donde se publicita como heroes Y villanos a los que pertenecen a su misma categoría, Y~ que las personas que los rodean, tanto no~ales como est!gma· tizadas son quienes subrayan las relaciones que mantienen con e~ mundo, trayéndoles la noticia de que alguno de sus pares lo está pasando bien o mal. . . . . la He considerado un conjunto de 111div1duos de quienes persona estigmatizada puede esperar cierto apoyo: aque~<:s que comparten su estigma, en virtud de. lo cual son def1111dos y se definen a sí mismos ~omo sus 1gu3!<:s, El s.e;rndo po es -tomando en préstamo un térm1110 que gt:ma fuera utilizado por los homosexuales-:- el _de los «~abios», es decir, personas normales cuya situactón ei;p~daal las lleva a estar íntimamente informadas acer~a de. la V1 secreta de los individuos estigm!tizados y a _s1mpatizd ccJ.° ellos y que gozan, al mismo tiempo, de cierto gra o e acep;adón y de cortés pertenencia al clan: Las pe~so~a~ sabias son los hombres marginales ante qmenes el 1?diy1duo que tiene un defecto no necesita avergonzars.e ru eJer~ un autocontrol, porque sabe que a pesar .de su imperfecctó? será considerado como una persona corriente. ~e puede Cl· tar un ejemplo tomado del mundo de las prostitutas:
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Aunque se burle despectivamente de la respetabili':1ad, la prostituta en especial la call-girl, es sumamente sensible en la socied;d bien educada y busca refugiarse, en sus horas libres, en compañía de artistas, escritores, actores y seudointelectuales bohemios. Allí se la acepta como una personalidad marginada y no como una curiosidad.1111 Antes de adoptar el punto de vista de quienes tien~n un estigma particular, la persona normal que se converttrá en 55
J.
Stearn, Sísters of the Night, Nueva York: Popular Library,
1961, pág. 181.
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(¡
sabia deberá pasar primero por una experiencia personal de arrepentimiento, de la cual existen numerosos testimonios literarios.116 Y después que el simpatizante normal se pone a disposición de los estigmatizados, a menudo debe aguardar a que estos legalicen su condición de miembro aceptado. La persona no solo debe ofrecerse; tiene, también, que ser aceptada. A veces, por supuesto, la iniciativa para dar el último paso parece tomarla el normal; lo siguiente es un ejemplo de esto.
No sé si podré o no hacerlo, pero permítame relatar un incidente. En una oportunidad fui itido en un grµpo de muchachos negros de aproximadamente mi misma edad, con quienes solía ir a pescar. Cuando comencé a salir con ellos, en mi presencia utilizaban con cuidado el término «negro». Gradualmente, a medida que nuestras excursiones ~e hadan más frecuentes, empezaron a bromear entre ellos en mi presencia, y a llamarse unos a otros <(motudo».* El verdadero cambio residía en el empleo de la palabra «motudo» cuando bromeaban, palabra que anteriormente no podían mencionar siquiera. Un día, mientras estábamos nadando, uno de los muchachos me empujó con fingida violencia y entonces le dije: «As{ tratan los motudos». «Bastardo», me contestó con una gran sonrisa. A partir de ese momento todos podíamos usar la palabra «motudo», pero las viejas categorías habían cambiado totalmente. Jamás olvidaré, mientras viva, la sensación, que ~erimenté en el estómago después de haber utilizado la palabra «motudo» sin restricción alguna. 5' 56 N. Mailer, «The Homosexual Villain», en ments for M,y. self, Nueva York: Signet Books, 1960, págs. 200-205, presenta un modelo de confesión detallando el ciclo básico de intolerancia, experiencia esclarecedora y, finalmente, retractación del prejuicio a través de la aceptación pública. Véase también la introducción de Angu_s Wilson a Carling, op. cit., para una historia confesional de la redef1nición de los inválidos según Wilson. * El autor emplea aquí nigger, que, a diferencia de negro, tiene un carácter despreciativo e insultante. (N. del E.) 57 Ray Birdwhistell en B. Schaffner, ed., Group Processes, Transactions of the Second (1955) Conference, Nueva York: Josiah Macy Jr. Foundation, 1956, pág. 171.
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Un tipo de persona sabia es aquella cuy,a. sabidurla proviene de sus actividades en un establecimiento, que satisface taJltO las necesidades de quienes tienén un estigma particular como las medidas que la sociedad adopta respecto de estas personas. Por ejemplo, las enfermeras y lo~ terape1:ta~ pueden ser sabios: pueden llegar a tener mas conoCUDlentos sobre una determinada clase de equipo de prótesis que el paciente que debe aprender a usarlo para. minimizar su deformación. Los atentos empleados de las tiendas que venden manjares delicados son, a menudo, sabios; también lo son los correctos cantineros de los bares frecuentados por homosexuales y las mucamas de las prostitutas de Mayfai~.118• El agente de polida, debido a su trato constante con. crimmales, se puede convertir en sabio, tal co!llo lo S?gteren las palabras de un profesional: « ... el: :eal1dad, deJ~n?o a un lado a los -otros criminales, los policias son los umcos que lo aceptan a ?sted tal como es>~.59 • \ Un segundo tipo de persona sabia es aquella que se relacto· \ na con un individuo estigmatizado a través de la social; esta relación hace 9-ue en. algunos aspectos el resto de la sociedad más amplia considere a ambos como un sola persona. Por lo tanto, la esposa fiel ~el ,e;1fermo m~tal la hija del ex presidiario, el padre del mválido, el amigo ciego, la familia del verdugo,60 están ob~gad~s a compartir parte del descrédito de la persona est1gmat1zad.a con la cual los une una relación. Una respuesta a e~~e destino. es abrazarlo y vivir dentro del mundo del familiar o amigo estigmatizado. Debe agregarse que Jas personas que de este modo adquieren un grado de estigma pueden, a su vez, estar relacionadas con otras que contraen algo de la enfermedad en forma indirecta. Los problemas que enfre~tan la_s personas estigmatizadas se expanden .en oleadas de 10tens1dad decreciente. Veamos aquí un eJemplo:
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Estimada Ann Landers: . . Soy una niña de 12 años a quien se excluye de toda actIVl· 58 C. H. Rolph, ed., Women of the Streets, Loncl:-es: Secker and Warburg, 1955, págs. 78-79. 59 Parker y Allerton, op. cit., pág. 150. 60 J. Atholl, The Reluctant Hangman, Londres: John Long, Ltd., 1956, pág. 61.
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dad social porque mi padre es un ex presidiario. Trato de ser amable y simpática con todo el mundo, pero es inútil. Mis compañeras de la escuela me han dicho que sus madres no quieren que se junten conmigo porque eso dañarla su reputaci6n. A mi padre los diarios le hicieron mala fama, y, a pesar de que ha cumplido su condena, eso nadie lo olvidará. ¿Qué puedo hacer? Me siento muy triste porque a nadie le gusta estar sola todo el tiempo. Mi madre trata de que la acompañe en sus salidas pero yo quiero estar con chicos de mi edad. Por favor, déme algún consejo. Una proscripta. 61 En general, la tendencia del estigma a difundirse desde el individuo estigmatizado hacia sus relaciones más cercanas explica por qué dichas relaciones tienden a evitarse o, en caso de existir, a no perdurar. Las personas que tienen un estigma aceptado suministran un modelo de «normalizaci6n»,62 mostrando hasta d6nde pueden llegar los normales cuando tratan a un individuo estigmatizado como si no lo fuera. (La normalización es distinta de la «normificaci6n», o sea, el esfuerzo que realiza el individuo estigmatizado para presentarse a sí mismo como una persona corriente, aunque no oculte necesariamente su defecto.) Por otra parte, puede aparecer un culto al estigmatizado cuando la respuesta estigm6fila del sabio contraataca la respuesta fóbica del normal. La persona que tiene un estigma aceptado puede, en realidad, colocar tanto al estigmatizado como al normal en una situación incómoda: al estar siempre dispuestos a cargar un peso que no es «realmente suyo» pueden arrostrar a los demás con una exce--siva moralidad; al tratar el estigma como una entidad neutral que debe ser considerada de un modo directo y sin cumplidos, exponen a si mismos y a los estigmatizados a una interpretación errónea, ya que los normales pueden vivir esa conducta como agresiva.63 61 Berkeley Daily Gazette, 12 de abril de 1961. 62 La idea proviene de C. G. Schwartz, «Perspectives en DevianceWives' Definitions of Their Husbands' Mental Illness», en Psycbiatry, XX, 1957, págs. 275-291. . 63 Para un ejemplo relativo a los ciegos véase A. Gowman, «Bhnd-
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La relación entre el estigmatizado y su aliado pue1e set difícil. La persona que tiene un defecto puede sentir que en cualquier momento es posible· un retom? a~ estado anterior, especialmente cuando las defensas dismmuyen Y la dependencia aumenta. Lo muestran las palabras de una prostituta: Bueno, yo quería ver qué pasaJ:,a si ~e a~elantaba a los acontecimientos. Le expliqué a el que s1 estabamos ca~ados y teníamos una pelea me podía abandonar. Me contesto que 64 no, pero los hombres son asÍ. Por otra parte, el individuo con un estigma acepta~o pued~ descubrir que debe soportar muchas de las pnvac1ones tl· picas del grupo que lo ite y que, aun así, no puede ~ozar de la exaltación de sí mismo, que es la defensa corr1ente frente a dicho tratamiento. Además, de una manera muy semejante a lo que le ocurre al estigmatizado con respecto a él, le resulta dudoso que en último análisis su grupo de isión lo «acepte» realmente.6 º
La carrera tnora Las personas que tienen un estigma particu!ar. tiend~ a \ pasar por las mismas expei:1endas de. ~pre?d1za¡e relattvas a su condición y por las m1smas modiftcac10nes en la concepción del yo -una «carrera moral» similar que es,. a la vez, causa y efecto dd com rom o co . na. se neta semejante de · s es ales-. ( La h1stona ~aí?ral. de una categorta de personas estigmatizadas .debe d~stmgu1rse claramente de la historia natural del est1wr;a m1smo -1~ historia de los orígenes, difusi6n y decadenc1a de la capac1· ness and the Role of the Companion», en Social Problems, IV, 1956, págs. 68-75. 64 Stearn, op. cit., pág. 99. d 65 El número de posibilidades fue cuidadosamente eY:p1ora o por C Brossard «Plaint of a Gentile Intellectual>l>, en Bros~ard, ed., Tbe S~ene Befo;e You, Nueva York, Holt, Rinehart & Winston, 1955, págs. 87-91.
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dad de un atributo para servir como estigma en una sociedad particular-; por ejemplo, el divorcio en la sociedad norteamericana de clase media alta.) Una fase de este proceso de socialización es aquella en la cual la persona estigmatizada aprende a in~rar el punto de yjsta dcuos norf:!:1ales, adquiríenao así fas creencias relativas a la identidad propias del resto de la sociedad mayor, y una idea general de lo que significa poseer un estigma particular. O t ~ es ~Lwend_e__que-pes@e UQ estigm_a patticular y -esta vez en detalle- las con~ec:;uencias-.de poseerlo, ~sincronización e interjuego de-estas dos fases iniciales dit la carrera moral crean pautas importantes, estableciendo la base del desarrollo ulterior y proporcionando un medio para distinguir entre las carreras morales accesibles a los estigmatizados. Se pueden mencionar cuatro de dic~autas. Una de las pautas involucra a los-queposeen-~ a innato son soc· liza s dentro de su desventaJosa situad n a mismo tiempo que aprenden e incorporan los estándares ante los cuales fracasan. 66 Por ejemplo, un huérfano aprende que los niños tienen, natural y normalmente, padres y, a la vez, también lo que significa no tenerlos. Después de haber pasado los primeros dieciséis años de su vida en la institución, aún puede sentir, en un momento posterior, que él, naturalmente, sabe cómo ser un padre para su hijo. Una segunda pauta deriva de la capacidad de una familia, y en menor grado de una comunidad local, de constituirse en ( cápsula de su joven miembro. Un niño c:;on un estigma congénito puede ser cuidadosamente protegido dentro de dicha cápsula mediante el control de la información. No se permite su entrada en el círculo encantado de definiciones que lo disminuyan, mientras que otras concepciones sostenidas por la sociedad mayor tienen un fácil: son aquellas que llevan a que el niño encapsulado se vea a sí mismo como un ser humano corriente, enteramente calificado, con una identidad normal en función de aspectos tan básicos como la edad y el sexo. El momento crítico en la vida del individuo protegido, cuan66 Para un examen de esta pauta véase A. R. Lindesmith y A. L. Strauss, Social Psychology, ed. rev., Nueva York: Holt Rinehart &:. Winston, 1956, págs. 180-183. '
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do el círculo familiar ya no puede seguir cobijándolo, variará según la clase social, el lugar de residencia y ~1. tipo de estigma, pero, en cada uno de estos casos, su aparición dará lugar a una experiencia moral. De este modo, a menudo se señala el ingreso a la escuela como la ocasión para el aprendizaje del estigma, experiencia que muchas veces se produce muy precipitadamente el primer día de clase y que se67manifiesta mediante insultos, burlas, ostracismo y peleas. Es interesante advertir que, cuanto mayores son las «desventajas» del niño, mayores son las probabilidades de que. sea enviado a una escuela especial para personas de su misma clase, y de que se enfrente abruptamente c~n los conceptos que el público en general tiene de él. Le dirán que dentro de su «propio» mundo se sentirá mejor; aprenderá así que lo que consideraba como su mundo no es tal y que, en cambio, lo realmente suyo es ese universo más pequeño. Debe añadirse que, cuando el esEgmatizado desde la iI:fancia logra conservar algunas ilusiones a lo largo de los primeros años escolares, 'la búsqueda de trabajo o el comienzo de las relaciones de pareja lo enfrentarán, a menudo, con el momento de la verdad. En algunos casos entrañará tan solo 1~ creciente probabilidad de una revelación incidental. Creo que la primera aprehensión verdadera de mi situaci~n y el primer dolor profundo que ello me causó se produJo de manera enteramente casual durante un día de playa con el grupo al que pertenecía en mi temprana adolescencia. Estaba acostada en la arena, y creo que los otros pensaban que dormía. Uno de los muchachos dijo: «Doménica me gusta mucho, pero jamás saldría con una chica ciega». No conozco ningún prejuicio que produzca tanto rechazo. 68 En otros casos, implica algo parecido a una sistemática exposición al peligro, tal como lo sugiere una víctima de ,parálisis cerebral: 67 Un ejemplo tomado de la experiencia de una persona ciega puede encontrarse en R. Criddle, Love is Not Blind, Nueva Yor.·: W. W. Norton & Company, 1953, pág. 21; la experiencia de una persona enana está descripta en H. Viscardi (h.), A Man's St(,lture, Nueva York: The John Day Company, 1952, págs. 13-14. 68 Henrich y Kriegel, op. cit., pág. 186.
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Salvo una excepción extremadamente dolorosa mientras es. tuve bajo el cuidado protector de la vida fam'iliar y de los p~gramas de 1a e~cuela superior, y viví sin poner en práctica lDls derecho~ de ciudadano adulto, las fuerzas de 1a sociedad fueron cordiales y ~enévolas. Fue después de haber concluido ~a escu~la superior y 1a escuela de comercio, y de haber ~ado innumerables esfuerzos como trabajador volunta. rio .e~ .Programas comunitarios, cuando me sumergí en los preiw~ios Y supers~ciones medievales del mundo de los negoc1?s· ~uscar trabajo era como pararse ante un pelotón de fusilamiento. A los patrones les disgustaba que tuviera el descaro de solicitar un empleo.69 Los qi:e en un m~mento tardío de la vida son víctimas de un es~gma, o advier~en que han sido siempre personas de~credit~bles --el primer caso no implica una reorganizacr~~ radical de la visión de su pasado; el segundo sí-, ejem. plifican una .tercera pauta de socialización. Son individuos que han. r~ado un concienzudo aprendizaje de lo normal Y. lo estigmaflZª?º mucho tiempo antes de tener que considerarse a s1 mismos como personas deficientes. Es proba~le qu~ tengan un problema especial en re-identificarse consigo mismos, Y una especial facilidad para la autocensura: Ant~s de la colostomía, cada vez que percibía un olor en el ómrubus o en el subterráneo me solía sentir sumamente ~olesto. Pensaba, q?e la g~te era horrible, que no se bañaba o que deberia 1r a1 bano antes de viajar. Acostumbraba pensar que los alimentos que ingerían eran los causantes de sus olores .. Me sentía te1:1blemente fastidiado; para mf eran persona~ Inmundas, sucias. Por supuesto, en la primera oportunidad que se me presentaba cambiaba de asiento y en caso de no poder hacerlo mostraba la repugnancia que sentía .. Por eso creo, 1;aturalmente, que 1a gente joven siente coásn :is olores lo mismo que yo sentía antes con los de-
m.
Aun cuando indudablemente hay muchos individuos que descubren recién en su vida adulta que pertenecen a un 69 Ibíd., pág. 156. 70 Orbar.h y colab., op. cit., pág. 165.
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po tribal de estigmatizados o que sus padres poseen un ecto moral contagioso, el caso más habitual es el de los impedimentos físicos que «irrumpen» tardíamente en la vida: Pero de pronto, me desperté una mañana y descubrí que no podía mantenerme de pie. Tenía polio; la poliomielitis era simplemente eso. Me sentía como un niño muy pequeño a quien se arroja a un enorme pozo negro; de lo único que estaba seguro era de que no iba a poder salir de él sin ayuda. Aparentemente, la edu_cación, las cl~s~ y las e~sefianzas de mis padres, que recibí durante vemticuatro anos, no hicieron de mí una persona capaz de ayudarse a sí misma. Yo era un ser como cualquier otro -normal, peleador, alegre, lleno de proyectos-, y, de golpe, pasó algo. Pasó algo, y me convertí en un extraño. Un extraño, más ante mí 'mismo que ante los demás. Ni siquiera mis sueños me conocían. No sabían lo que podían dejarme hacer -y cuando soñaba que iba a bailes o a fiestas había, sin cesar, una extraña condición o limitación, siempre la misma, de la cual no se hablaba ni se la mencionaba-. Tuve de pronto el enorme conflicto mental y emocional de una mujer que lleva una doble vida. Era algo irreal que me llenaba de confusión, pero no podía dejar de prestarle atención. 71 En estos casos, los médicos son los más indicados para informar en particular al enfermo sobre su situación futura. Una cuarta parte está representada por aquellas personas socializadas inicialmente en una comunidad alienada, ya sea dentro o fuera de los límites geográficos de la sociedad normal, que deben luego aprender ui:a segunda mane:ª .de ser: aquella que quienes las rodean sienten como la umca real y válida. Debemos agregar que cuando un individuo adquiere tardíamente un yo nuevo, estigmatizado, las dificultades que experimenta para entablar nuevas relaciones pueden extenderse en forma lenta a sus vínculos anteriores. Aquellos con los que se vincula después de adquirir el esti.gma pueden verlo simplemente como una persona que tiene. un
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feéto; quienes lo conocen desde antes están ligados a una co~epci6n ~ lo. que fue alguna vez, y pueden, por consiguiente, sent:1tse mcapaces de brindarle, sea un trato natural sea una total aceptación familiar: '
~ tarea [como un escritor ciego que entrevista a futuros clientes de su pr~cfocci~n literaria] consistía en hacer que los hombres a quienes iba a ver se sintieran a sus anchas -lo opuesto a la situación habitual-. Curiosamente me res~taba más fácil hacerlo con hombres que no habí; conocrdo antes. Eso se debía, tal vez, a que con los extraños no había una cantidad de recuerdos que ocultar antes de pasar a l~~ negocios; no se producía, entonces, la dolorosa comparacron con el presente. 72 Prescindi~do. ~e la pa:1ta general ilustrada por la carrera moral del mdivtduo estigmatizado, es especialmente interesante abordar la fase de experiencia durante la cual aprende que es portador de un estigma, porque es probable que e;1 ese. momento establezca una nueva relación con otros estigmatizados. En algunos casos, el único o que el individuo tiene con sus pares es fugaz, pero lo suficientemente significativo como para mostrarle que existen otros iguales a él: Cuando Tommy llegó por primera vez a la clínica había allí otros ~os muchachitos, a cada uno de los cuales le faltaba congénitamente una oreja. Al verlos, Tommy llevó en forma lenta la. mano derecha hacia su propia oreja defectuosa Y, con los OJos muy abiertos, dirigiéndose a su padre le dijo: «Hay otro chico con una oreja igual a la mía».1ª
En el ;aso de un individuo cuya desventaja física data de poco ttempo atrást sus compañeros de infortunio, más expei:tos que. él en e! !llanejo del defecto, suelen hacerle una ~erte ~pec1al de visitas para darle la bienvenida al club e lllstrwrlo sobre la manera de arreglárselas física y psíquicamente: 72 Chevigny, op. cit., pág. 136.
73 Macgregor y colab., op. cit., págs. 19-20.
realidad, la primera vez que t??1é conciencia de la ~stencia de meca~smos ~e adaptacro~, fue al coml?arar a .~ compañeros ttuos, pacientes tambien del Hospital de Ojos y Oídos. Tenían por costumbre visitarme cu~do yo ··estaba en la cama, y llegué a conocerlos bastante b1~. Hacía siete años que los dos eran ciegos. Tenían aproxunada':mente la misma edad -un poco más de treinta años-- Y ambos habían estudiado en la universidad.74
En los múltiples casos en que la es~ig1:13t~~ci6n d~I _indi:7iduo se asocia con su ingreso a una mstitucion de vigilancia, ya sea una cárcel un sanatorio o un asilo para huérfanos, gran parte de lo que aprende acerca de su estigma le será transmitido a lo largo de estrechos y prolongados os con aquellos que se encuentran en el .proceso de transformarse en sus compañeros de infortunio. Como ya se sugirió, cuando el individuo compren~e por primera vez a quiénes debe ~ora acep:ar co~o sus iguales suele sentir, cuando menos, cierta amb1vaie1:oa: es
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otra podía ofr el ruido de los píes que se arrastraban, , las voces acalladas, el golpeteo de los bastones. Aquí estaba el mundo seguro y segregado de los que no veían: un mundo completamente diferente -me afirmaba la asistente socialdel que yo acababa de dejar ... Esperaban que yo integrara este mundo. Que abandonara mi profesión y me ganara la vida haciendo trapos de piso. La Casa de la Luz se iba a sentír muy feliz de enseñarme a hacer ese trabajo. Estaba destinada a pasar el resto de mi vida haciendo trapos de piso con otros ciegos, comiendo con otros ciegos y bailando con otros ciegos. A medida que esta imagen crecía en mi mente, el miedo me producía náuseas. Jamás me había encontrado con una segregación tan destructiva.711 Dada la ambivalencia que crea en el individuo la pertenencia a su categoría estigmatizada, es lógico que aparezcan oscilaciones en el apoyo, en las identificaciones y en la participación que tiene entre sus pares. Existen «ciclos de afiliación» mediante los cuales llega a aceptar las oportunidades especiales para una participación endogrupal, o rechazarlas después de haberlas aceptado previamente.76 Sus -creencias sobre la naturaleza de su grupo de pertenencia y la naturaleza de los normales sufrirán oscilaciones correspondientes. Por ejemplo, la adolescencia ( y el grupo de pares de la escuela secundaria) puede traer una marcada declinación de la identificación con el grupo de pertenencia y un notorio aumento de la identificación con los normales.77 Las fases posteriores de la carrera moral del individuo 75 Keitlen, op. cit., págs. 37-38. Linduska, op. cit., págs. 159-165, describe las primeras vicisitudes de la identificación con los otros lisiados de un paciente poliomielítico hospitalizado. J. W. Johnson The Autobiography of an Ex-Coloured Man, ed. rev., Nueva York' Hill and Wang, American Century Series, 1960, págs. 22-23, ofr~ el relato novelesco de una reidentífkación racial. 76 Se puede hallar un enunciado general en dos artículos de E. C. Hughes, «Social Change and Status Protest», en Phylon, primer trimestre, 1949, págs. 58-65, y «Cycles and Turning Points» en Men and Their Work, Nueva York, Free Press of Glencoe, 1958. 77 M. Yarrow, «Personality Development and Minority Group híp», en M. Sklare, The Jews, Nueva York: Free Press of Glencoe, 1960, págs. 468-470.
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habrán de encontrarse en estos cambios de participación y creencia. Las relaciones del individuo estigmatizado con la comunidad informal y con las organizaciones formales a las que pertenece por su estigma son, pues, decisivas. Estas relaciones señalarán, por ejemplo, una gran distancia entre aquellos cuya diferencia apenas los provee de un nuevo «nosotros» y aquellos que, como los de un grupo minoritario, se encuentran formando parte de una comunidad bien organizada con una tradición establecida: una comunidad que formula apreciables reclamos de lealtad e ingresos, definiendo al miembro como a alguien que debe enorgullecerse de su enfermedad y no buscar una mejoría. En cualquier caso, trátese o no de un grupo estigmatizado establecido, es en gran parte con relación a este grupo de pertenencia que es posible examinar la historia natural y la carrera moral del individuo. Al revisar su propia carrera moral, el individuo estigmatizado puede escoger y elaborar retrospectivamente las experiencias que le permiten explicar el origen de las creen~ias y de las prácticas que ahora tiene con respecto a sus iguales y a los normales. Un acontecimiento vital puede, así, tener un doble significado en la carrera moral, primero como causa objetiva inmediata de una crisis verdadera, y luego ( esto es más fácil de demostrar) como medio para explicar una posición corrientemente adoptada. Para este último propósito a menudo se elige la experiencia del individuo recientemente estigmatizado que comprende que los veteranos del grupo se parecen bastante a los seres humanos corrientes: [Habla una muchacha joven que se estaba dando a una vida inmoral y que debía encontrarse por primera vez con su madama.] Cuando di vuelta la esquina de la calle Cuatro mis fuerzas volvieron a traicionarme; estaba a punto de batirme en retirada, cuando salió Mamie de un restaurante d~ enfrent; y me s!ludó afectuosamente. El portero, que vmo a abrirnos al 01r nuestro llamado, dijo que la señorita Laura estaba en su cuarto, y nos indicó el camino. Me encontré ante una mujer bien parecida y de mediana edad que nada tenía que ver con la horrible criatura que había
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imaginado. Me dio la bienvenida con voz suave y educada. Todo en ella hablaba con tanta elocuencia de sus potencialidades para la maternidad que instintivamente busqué a los niños que hubieran debido estar prendidos de sus polleras.78 Otro ejemplo lo proporciona un homosexual refiriéndose a su cambio: Me encontré con un hombre que había sido compañero mío en la escuela ( ... ) Era, desde luego, homosexual, y dio por supuesto que yo también lo era. Me sentía sorprendido y bastante impresionado. No coincidía en lo más mínimo con la idea popular que se tiene de un homosexual; era un individuo bien plantado, viril y pulcramente vestido. Esto era algo nuevo para mí. Aunque estaba perfectamente preparado para itir la existencia del amor entre hombres, siempre sentí una ligera repugnancia por los homosexuales manifiestos que había conocido, a causa de su vanidad, sus maneras afectadas y su cháchara interminable. Comprendí entonces que ellos constituían solo una pequeña parte del mundo de los homosexuales, si bien la más notoria ( ... ) 79 Un lisiado suministra una afirmación semejante: Si yo tuviera que elegir el conjunto de experiencias que me convencieran finalmente de la importancia de este problema ( el de la imagen de sí mismo) y de que debía librar mis propias batallas de identificación, haría referencia a los acontecimientos que me llevaron a comprender profundamente que a los lisiados se los puede identificar con otras características que no coinciden con su desventaja física. Me di cuenta que los lisiados podían ser, al igual que el resto de la gente, bien parecidos, encantadores, perversos, amorosos, estúpidos y brillantes, y descubrí que podía odiarlos o amarlos a pesar de su deficiencia. 80
Se puede agregar que al reflexionar sobre el momento en que descubre que los que poseen su estigma son seres humanos como los demás, el estigmatizado puede llegar a tolerar que los amigos que tenía antes del estigma consideren inhumanos a los que para ese entonces él aprendió a ver como personas tan cabales como él mismo. Así es cómo una joven, al repasar su experiencia en un circo, advierte, en primer lugar, que aprendió que sus compañeros de trabajo no son monstruos y, en segundo lugar, que los amigos que tenía antes de ingresar al circo temían que viajara en un ómnibus junto con otros de la compañía. 81 Otro momento crítico -retrospectiva, si no originalmente considerado-- es la experiencia de aislamiento e inhabilitación, que coincide a menudo con un período de hospitalización, que se revela posteriormente como el momento en que el individuo tenía la posibilidad de pensar en su problema, de aprender acerca de sí mismo, de adaptarse a su situación y de llegar a una nueva comprensión de lo que es importante y merece buscarse en la vida. Hay que agregar que no solo las experiencias personales son las únicas en ser consideradas retrospectivamente como momentos decisivos, sino que también pueden utilizarse en este sentido algunas de segunda mano. Por ejemplo, la lectura de la literatura relacionada con el grupo puede proporcionar por sí misma una experiencia sentida como reorganizadora: No pienso que sea demasiado presuntuoso decir que La cabaña del tío T om muestra un panorama perfecto y verídico de la esclavitud; como quiera que sea, me abrió los ojos sobre qué y quién era yo y cómo me veían en mi país; me dio, de hecho, una orientación. 82
78 Madeleine, An Autobiography, Nueva York: Pyramid Books 1961, págs. 36-37. , 79 P. Wildeblood, Against the Law, Nueva York: Julian Messner, 1959, págs. 23-24. 80 Carling, op. cit., pág. 21.
81 C. Clausen, I Love You Honey But the Season's Over, Nueva York: Holt, Rinehart & Winston, 1961, pág. 217. 82 Johnson, op. cit., pág. 42. La novela de Johnson, como otras de su clase, ejemplifica cabalmente la creación de un mito al organizar en forma literaria muchas de las cruciales experiencias morales y de las crisis a las que están sujetos, retrospectivamente, los que pertenecen a una categoría de estigmatizados.
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cada una de ellas es simplemente un área a la cual debemos aplicar diversas perspectivas, y que es probable que el desarrollo de cualquiera de estas perspectivas analíticas col» rentes no provenga de quienes circunscriben su interés ex-
Indice
clusivamente a una única área esencial.
7
11
l. Estigma e identidad social
11 31 4.5
Concepciones preliminares El igual y el sabio La carrera moral
.56
2. Control de la información e identidad personal
.56 .57
83 91 111 122
El desacreditado y el desacreditable La información social La visibilidad La identidad personal La biografía Los otros como biógrafos El encubrimiento Las técnicas de control de la informaci6n El enmascaramiento
126
3. Alienación grupal e identidad del yo
127 129 13 3 136 145
La ambivalencia Las presentaciones profesionales Alienaciones endogrupales Alienaciones exogrupales La política de la identidad
63
67 79
170
Prólogo
171
148
4. El yo y el otro
148
152 157
Divergencias y normas El desviado normal Estigma y realidad
162
5. Las divergencias y la desviación
Biblioteca de sociología
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