MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD EN AMERICA LATINA PRESENTACIÓN – ESTADO DE L DEBATE Con frecuencia se habla del “fin de la modernidad” o del comienzo de la “era posmoderna” bajo la convicción de que estamos en un momento de crisis o al menos de inflexión histórica. Para algunos, se trata del eclipse del racionalismo como forma de pensamiento, con énfasis en consideraciones de orden filosófico o científico, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XX (de Hegel a Nietzsche). Para otros la crisis se caracterizaría por la declinación de la sociedad industrial y sus formas de organización económica, social y política, dentro de un ciclo histórico originado a mediados del siglo XIX. Para otro grupo un malestar de la cultura que cierra el bucle del movimiento moderno entendido en sentido restringido –como estilo- cuyo nacimiento esta en las vanguardias de entre-guerras y cuya demolición sistemática se esta produciendo desde la década del 60. Como las mismas palabras de modernidad y posmodernidad son usadas aleatoriamente para designar fenómenos históricos de distinto nivel y de índole diferente, las discusiones tienden a tornarse difusas y confusas. En América Latina estos temas son particularmente pertinentes y su discusión inaplazable. De la claridad y agudeza de estos temas depende, en gran medida, la posibilidad de dar salida a temas difíciles como el de la identidad de la arquitectura latinoamericana o los modelos arquitectónicos y urbanos que es deseable impulsar para el futuro. La polémica inteligente y el debate critico se han convertido en instrumentos indispensables de una practica arquitectónica consiente. MODERNIDAD APROPIADA. CRISTIAN FERNANDEZ COX Este texto tiene la virtud de poner el dedo en la llaga al situarse en un nivel histórico general y rechazar de frente la noción misma de modernidad ilustrada como única alternativa de racionalidad moderna. ¿MODERNIDAD O MODERNIDADES? 1. hay dos modos distintos de ver los asuntos de la modernidad. Uno es verlos como un conjunto de respuestas históricas ya dadas. Otro es considerarlos como un conjunto de desafíos históricos pendientes. ¿Que es moderno? Dentro de las variadas respuestas que se pueden encontrar en una amplia gama de disciplinas todas tienen una cualidad en común, son siempre inferidas de alguna historicidad determinada. Y en cuanto esa historicidad, no existe correctamente la cuestión de la modernidad, sino la cuestión de las modernidades. La visión cerrada de la modernidad, parece valida para las sociedades que han vivenciado esta modernidad ilustrada, y en cierto modo ya parecen estas culminando esta experiencia; desde esa situación, pueden hacer su introspección autocritica, y desarrollar su reflexión posmoderna. Pero nuestra situación es bastante distinta. 2. para nosotros parece mas valida la modernidad como conjunto abierto de preguntas, los desafíos que nos plantearon los hechos históricos modernos siguen pendientes. El nuestro ha sido un imperativo de modernización a presión. A diferencia de las sociedades del norte, que se fueron modernizando por la endogénesis de su propia historia, según formulas por así decirlo, espontáneamente apropiadas y no copiadas. En nuestro caso la presión de modernización os llego de afuera, por el tan deseable como ineluctable potencial de propagación de lo que Alfred Weber llama las dimensiones civilizatorias del acontecer histórico. La modernidad ilustrada como bloque cerrado y culminado, no corresponde a nuestra realidad objetiva. Lo que corresponde es una noción abierta, de una modernidad pendiente. 3. negando la propia identidad de nuestro ser histórico real, estas elites recurrentemente han sido los principales agentes de nuestros intentos de modernización, a la vez que los principales agentes de la enajenación de dichas modernizaciones. En el campo político, no resulta demasiado novedoso advertir que uno de los tropiezos principales de Sudamérica en la construcción de sus modernizaciones, es que estas no se han basado en formulas inferidas de nuestras latencias reales a desarrollar sino que mas bien han sido
copias gestuales de formulas institucionales que tuvieron éxito en otras sociedades e historias. Nuestras nacientes republicas no se basaron en nuestras propias tradiciones de emancipación cuya ignorancia de facto les resto solidez social y autenticidad; sino que los hispanoamericanos prefirieron apropiarse de la filosofía política de los ses, ingleses y de los norteamericanos, pero no bastaba con adoptarlas para ser modernos: habría que adaptarlas. La ideología liberal y republicana fue una superposición histórica. No cambio a nuestras sociedades, pero si deformo las conciencias: introdujo la mala fe y la mentira en nuestra vida política. Los arquitectos en chile, a fines del siglo XVIII, expresamos con nuestro notable Neoclásico, una ilustración de prestado que en verdad no vivimos. Luego hicimos proliferar esplendidos y exóticos revivals románticos, sin haber tenido en verdad romanticismo. Y luego, importamos las gestualidades de la arquitectura moderna, antes que los hechos históricos a que ella responde (industrialización, masificación de aspiraciones…) existiesen siquiera entre nosotros, importando las soluciones, sin tener todavía los problemas. Esta arquitectura moderna antiestilística por definición en tanto se autoconsideraba respuesta a condiciones objetivas (que aquí no existían) fue tratada entre nosotros como un estilo más. Lo que señala inequívocamente que a las elites arquitectónicas no les interesaba dar respuestas a los problemas reales propios, sino más bien hacer la mimesis de las modernidades europeas y norteamericanas de entonces. Esta suerte de dicotomía entre nuestros afanes elitescos, y el proceso social real, se refleja también en nuestras artes visuales. 4. tenemos entonces que recurrentemente nuestros intentos de modernidad, en sus dimensiones no técnicas sino que humanas, han sido en cierto grado gestualidades elitescas basadas en modelos de la modernidad ilustrada, que por culturalmente ajenos han resultado de escasa penetración real en la sociedad: procesos que han sido sufridos o aprovechados, pero no propiamente vividos, por nuestro sujeto histórico real. En este sentido se habría modernizado a contrapelo del ser histórico, con escasa capacidad para desencadenar las energías creativas que el pueblo real genera, en las escasas oportunidades en las que las estructuras valóricas y formales calzan con nuestra identidad. (Ejemplificado en la opinión generalizada de que en Chile, lo que siempre funciona y con eficiencia, son las estructuras informales. Bastaría con hacer calzar las estructuras formales que funcionaron mediocremente con las informales.) ¿es posible seguir sustentando la tesis tan implícita como extendida de que nuestros fracasos de modernidad se deben a una substancial inaptitud de los pueblos sudamericanos ante las instituciones de la modernidad? ¿No será a la inversa, estos fracasos se podrían deber a la substancial inaptitud de las instituciones de la modernidad ilustrada ante nuestro sujeto histórico real, que culturalmente no proviene del cosmos ilustrado, sino que del cosmos barroco-indiano? ¿Fracasaron nuestros pueblos? Mas exacto seria decir que las ideas filosóficas y políticas que han constituido la civilización occidental moderna, han fracasado entre nosotros… 5. ¿existen entre nosotros, en estado de latencia, los gérmenes culturales que nos permitan esperar el advenimiento de una modernidad otra? Hay algunos síntomas, el fenómeno de la religiosidad popular que nos remite al sustrato cultural formado a partir del encuentro barroco-indiano ya en el siglo XVI. Esta religiosidad que ha pervivido 5 siglos, que pese a todo hoy sigue viva. Este notable y enorme fenómeno sociológico, mas grande que la cordillera de los andes, pero que nosotros no vemos o minimizamos su importancia por los tabú provenientes de nuestras elitescas categorías ilustradas. En el plano específicamente arquitectónico, en los últimos años recién estamos aprendiendo a valorizar una arquitectura moderna latinoamericana otra, entre cuyas figuras destacan como se sabe, el mexicano Barragán, el colombiano Salmona, el uruguayo Dieste y otros. El arquitecto chileno Enrique Browne que precisamente denomina esta corriente como otra arquitectura (termino sugerido por margarita waisman) establece un lúcido y pormenorizado contraste entre la arquitectura moderna triunfante entre nosotros, que el bien llama desarrollista y esta arquitectura otra. En que a diferencia de la lógica universalizante y más bien rupturista de la primera, esta otra se caracteriza por
el respeto al contexto en amplio sentido, la creación de lugares, el uso de tecnologías intermedias, la innovación a base de lo existente y tradicional. Así, podemos advertir que al menos como hipótesis, se puede sustentar que en nuestra realidad contemporánea existe en estado de latencia y de incipiente germinación, elementos objetivos que nos anuncian la posibilidad de una otra modernidad a la nuestra. Y esto, en los dos planos más relevantes a nosotros: en el plano sociológico histórico de la cultura, y en el plano específico de la arquitectura. Posmodernidad o post ilustración: 6. es necesario precisar cual ilustración esta en crisis y que esta en crisis dentro de ella. La crisis debe de ser a una modernidad con apellido, la modernidad ilustrada. Lo que dentro de ella esta en crisis son algunos valores adheridos a ella y que ella representa: valores de la ilustración. Esta en crisis el racionalismo analítico, que al tener que disectar para intelegir, es esencialmente torpe para percibir las realidades vivas holísticas. Esta en crisis el positivismo incapaz de percibir lo inconmensurable. Esta en crisis el empiricismo que solo recibe las respuestas que él mismo pre responde en las preguntas. Esta en crisis la diosa razón, que origina absolutismos ideológicos y subsecuentes totalitarismos políticos (y arquitectónicos). En crisis la aproximación soberbia y voluntarista a la realidad que ignorante e irrespetuosa del delicado y secreto orden del cosmos, genera desequilibrios en la ecología natural y la ecología humana. Hay modernidades otras que no están en crisis, las actitudes puntuales emergentes de un Barragán, un Dieste, un Salmona y otros, buscan valores que son la antimonia de los disvalores ilustrados; una modernidad apropiada a su realidad, que lejos de estar en crisis, esta en pleno proceso de emergencia. El hecho de que en todos los pasos anteriores el periodo emergente hace la critica del periodo declinante en términos negativos, pero además y principalmente en los términos positivos del vigor y capacidad de convocatoria de su propuesta. Al contrario en la post modernidad, lo que vale es la critica negativa a la modernidad ilustrada, pero que en materia de propuesta es extremadamente débil y confusa. La propuesta de la postmodernidad que es la deconstrucción es una especie de apropuesta. Deconstruir el lenguaje, los símbolos, las formas y las estructuras, desarmar una cosa para rearmar lo mismo, solo que ubicando elementos convencionales en situaciones no convencionales, para provocar la sorpresa y la ironía. La posmodernidad es una problemática inseparable de la culminación de la vivencia de la modernidad ilustrada en sociedades ya relativamente opulentas. Algo sustantivamente diferente y ajeno a los aconteceres nuestros. ¿Que vamos a hacer esta vez? ¿Vamos a tomar como propio el escepticismo y el desencanto de las sociedades opulentas del norte, y autosuponernos también postmodernos? Es mi cautelosa esperanza, de que esta vez intentemos aprender desde nuestra propia historia y para ella. Y que hagamos la crítica a nuestra modernidad ilustrada mal copiada, no desde una postmodernidad ajena, sino desde una modernidad otra emergente: una modernidad apropiada a nuestro ser histórico real, no una postmodernidad ilustrada, sino una postilustración moderna. Modernidad apropiada 7. El término de búsqueda de una modernidad apropiada intenta poner un nombre intrínseco y explicito en lo posible, a una actitud considerada deseable para abordar los desafíos planteados por los hechos históricos modernos. Podríamos hablar no de búsqueda de una arquitectura propia, sino de una arquitectura apropiada, encontrándonos con el triple significado del término. ٭Apropiada en cuanto adecuada: a la realidad de que se trate, útil a ella, a su servicio, desde ella, consistente con ella, armónica a ella. ٭Apropiada en cuanto hecha propia: vivimos en un mundo intercomunicado. Y la principal ventaja de ser subdesarrollados como nosotros es que podemos aprender de las invenciones y experiencias probadas de los que van mas adelantados. A condición precisamente de que hagamos una discriminación previa a partir
del digestor critico de nuestra identidad, y lo que convenga a nuestra realidad, sepamos adaptarlo e incorporarlo armónicamente a ella, esto es apropiarlo en el sentido de hacerlo propio. ٭Apropiada en cuanto propia: con todo hay peculiaridades nuestras bastante abundantes que son objetivamente propias, y a las que solo es posible responder con soluciones propias (problemas urbanos y habitacionales de la vivienda social, en que la experiencia norteamericana y europea occidental, posiblemente nos servirían de muy poco.) la noción de arquitectura apropiada implica y sugiere el camino de buscad primero la apropiación a la realidad y su ajustamiento, y lo demás (el genio inédito cuando sea el caso) se os dará por añadidura. Ahora bien ¿Por qué no nos quedamos en arquitectura apropiada que es lo que nos interesa? ¿Por qué decimos modernidad apropiada? ¿Cuándo llega la modernidad? ¿Será capaz esa tipología tradicional de satisfacer los nuevos requerimientos? ¿Esa tipología de casa que se construía en dos o tres años con los artesanos del lugar, será apropiada cuando hay que construir cien casas en pocos meses? Es evidente que en estos cambios cuantitativos y de velocidad ya de por si requieren cambios arquitectónicos cualitativos. El termino de modernidad apropiada en arquitectura, que no nos permite evadirnos en la nostalgia, sino que nos enfrenta cruda y verazmente, con nuestra vocación de servicio objetivo y simbólico, de nuestro aquí de ahora. 8. La modernidad apropiada no es un ismo arquitectónico, y ni siquiera es un modo estilísticamente de arquitectura; sino que es una actitud frente al hacer arquitectura; una actitud determinada y común, que de llegar a existir y propagarse puede y debe dar resultados arquitectónicos muy diferentes. La actitud común es en lo fundamental el respeto a la realidad; y los resultados arquitectónicos de esta misma actitud, son tan diversos y variados como son las distintas realidades geográficas. De modo que la proposición de búsqueda de modernidad apropiada como actitud común de los arquitectos latinoamericanos, implica por definición, la exigencia de diversidad apropiada a cada realidad, de los resultados arquitectónicos concretos. 9. la modernidad apropiada, parte por replantear los problemas y condicionantes peculiares de una realidad y momento determinados, y a partir de esta percepción conjunta, propone la forma arquitectónica. Si esta forma coincide con o no con formas tradicionales es cuestión de como hayan o no variado las circunstancias; pero no hay voluntad a priori de coincidencia. Al contrario, los neofolclorismos populistas, parten directamente de las formas del pasado y las estilizan o recombinan para modernizarlas. En este sentido el neofolclorismo populista puede resultar en una elocuente pantomima de modernidad apropiada al lugar sin que en realidad se haya intentado siquiera una arquitectura efectivamente adecuada al tiempo (moderna) ni al lugar (apropiada). 10. En la modernidad apropiada hay cuestiones de sensibilidad y expresión, que tampoco serán fáciles de resolver, después de tantas décadas de hegemonía completa de las imágenes de la modernidad ilustrada. Estas diferencias de sensibilidad entre ambas modernidades, no son traducibles a la palabra escrita: en cierto modo hay que sentirla, ya que la diferencia puede ser enorme aunque la clasificación sea la misma. (por ejemplo, la obra de Luis Barragán, tiene un indiscutible sesgo de neoplástico, pero mire usted las obras, compare con Pieter Oud, Robert Van´t Hoff; aparte de las obvias diferencias de época y cometidos, se podrá percatar que dentro de la misma descripción literal, hay unas atmosferas significativas, un mood, unas sensibilidades, enteramente diferentes, que implican almas culturales profundamente distintas.) ALGUNAS CARACTERISTICAS DE LA NUEVA ARQUITECTURA LETINOAMERICANA. ENRIQUE BROWN. EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD. América latina es una unidad geográfica e histórica. Incluye la diversidad: desde el trópico caribeño hasta la helada tierra del fuego. Históricamente tiene un importante pasado precolombino en ciertas áreas. Luego tres siglos de colonia español – portuguesa, la cual derivo en peculiares síntesis culturales. Independización
a comienzos del XIX y fascinación con los principios iluministas. Sin embargo nuestra inserción política y económica en el ámbito internacional ha sido defectuosa y, nuestra modernidad, una aspiración lograda a medias. Con diferencias, tenemos un grado de desarrollo intermedio, graves inestabilidades en nuestra evolución sociopolítica y muchísimos problemas comunes. Desde la enorme deuda externa hasta el crecimiento urbano. América latina es una. Porque américa latina es una historia y una geografía: no una esencia. Se tiende a suponer que la multitud de características que comparten nuestros países escondería una substancia última o identidad, lo cual daría cohesión a dichos rasgos. Pero esta esencia, a mi entender no existe. La búsqueda de una identidad cultural latinoamericana como algo en si, traslada el asunto a un nivel metafísico o religioso que no viene al caso. No significa esto que no sea vital reforzar los lazos culturales. Esfuerzos unitarios en lo político – económico, destinados a dar mayor presencia a América latina y mayor bienestar a su población, han tenido alcance limitado. Estos intentos son superestructurales, “de derecho”. Un movimiento unitario “de hecho” solo puede surgir de nuestras sociedades civiles. Nada nos une más que las manifestaciones culturales. Desde Barragán hasta Niemeyer, de Neruda a García Márquez… sus logros y muchos otros son preciados como propios en todos nuestros países. El compartido orgullo por su reconocimiento internacional nos reúne e identifica. No se trata de encontrar una identidad escondida, sino de aumentar la cantidad y calidad de nuestra producción cultural. Un objetivo harto mas sencillo y practico: incrementar la “colección” de caracteres compartidos. Ni los pueblos ni los arquitectos pueden escapar de las circunstancias en que les toca vivir. Asumir las condiciones de su época y lugar, y tratar de superarlas, es el problema de nuestra arquitectura. La identidad no se busca, se construye trabajando. CIERTAS PRECISIONES. Otra arquitectura: 1.porque como anticipe, quizás no sea bueno tratar de bautizar todavía un movimiento multifacético y en formación. Al decir otra el nombre queda pendiente. 2. digo “otra arquitectura” porque se trata de una distinta a aquella que se hizo en américa latina desde 1945 en adelante, y que fue muy difundida internacionalmente: la de Niemeyer en Brasil, Testa en Argentina, Duhart en Chile, Candela en México… 3. porque también es distinta a aquella que hoy se hace en otras partes del mundo, sea postmodernista, neorracionalista, “high tech”, etc… 4. por ultimo digo otra arquitectura porque ésta refleja la profunda “otredad” o alteridad cultural de américa latina dentro de la civilización occidental. Parece conveniente precisar algunos puntos de esta otra arquitectura. Lo primero tiene que ver con la distinción entre lo contemporáneo y lo moderno. Esto en relación a la arquitectura vernacular, valiosa en si, pero a veces con peligro de derivación romántica y folclóricas. Cualquier obra reciente puede utilizar métodos tradicionales adecuándose a su contexto socioeconómico, en este sentido es contemporánea, es decir, actual. Pero esto es otra cosa; la conciencia de lo moderno nació en el quatroccento, por moderno se entiende desde entonces lo “nuevo”, e implica progreso y superación de lo anterior. En la crítica e historia de nuestra arquitectura es también útil distinguir entre la línea vernacular y la nueva otra arquitectura. Ambas buscan consonancia con su ambiente físico, socioeconómico y cultural. Sin embargo, la primera tiende a encontrarse en regiones apartadas de las grandes ciudades industriales, a la inversa de la segunda. La primera enfatiza la relaboración de tipologías y sistemas constructivos locales, mientras la segunda utiliza tecnologías más complejas y busca recombinar logros plásticos universales con valores y costumbres locales. La primera es contemporánea y regionalista; la segunda es moderna y urbana.
Otro punto sobre el cual es conveniente insistir es sobre la tensión entre el espíritu de la época y el espíritu del lugar, dialéctica que permea toda la evolución de nuestra arquitectura contemporánea. Acontecer histórico en tres dimensiones (aunque inseparables en el hecho concreto): el proceso social, la dimensión civilizatoria y la dimensión cultural. Esta última se refiere al mundo metalógico de vivencias, valores y símbolos que cada pueblo ha sedimentado históricamente. “espíritu físico y cultural del lugar”. Pero ciertos problemas de interpretación pueden surgir con las otras dos esferas del quehacer histórico. El proceso social se refiere al desarrollo estructural de las formas socioeconómicas y políticas, a los ciclos y fechas mas importantes… se trata de la evolución social concreta de cada pueblo, con sus logros y frustraciones. La dimensión civilizatoria por su parte, tiene que ver con el cosmos racional de intención practica. Incluye las ideas, la ciencia, las técnicas, hasta los objetos. Tiende de por si a la universalidad. Su difusión depende de la capacidad para absorberlasque tienen los pueblos. La propagación de este cosmos de ideas crea un espíritu epocal que trasciende fronteras. Incorpora, las distintas percepciones o evaluaciones intelectuales que los pueblos hacen de su propio proceso social. Aquí es donde podrían surgir ciertas confusiones. Por ejemplo, si se contrasta la actitud emprendedora de los de las economías premodernas e informales latinoamericanas versus el desencanto postmoderno europeo. Ahí se esta hablando primeramente de dicho proceso social: la condición de pre y post industrial. Además ánimo y desencanto tienen el mismo referente: el desarrollo económico y social, deseado en un caso y logrado en otro. El espíritu civilizatorio de la época incluye la percepción y los debates sobre los diferentes procesos sociales. Aunque en condiciones muy dispares en cuanto a desarrollo socioeconómico y político, los pobres de américa latina viven el mismo 1989 que los europeos. A diferencia de los procesos históricos sociales, el tiempo civilizatorio no es relativo, es universal. El espíritu de la época habla de ello. Nuestra arquitectura debería tratarse de una arquitectura efectivamente moderna, y no solo contemporánea o actual. Realmente nueva y otra. Distinta no solo a la neovernacular, sino también a la arquitectura del desarrollo de Niemeyer y otros. Esto sin desmerecer el valor de estas líneas. Que sea a su vez diferente a las frivolidades postmodernistas y otras arquitecturas de otras partes del globo. Además debería tender al mejoramiento del proceso social de nuestros pueblos. También debería ser apropiada en cuanto que los haga propios, al recombinarlos creativamente con las peculiares condiciones físicas y culturales de nuestros países. Es decir, que ofrezca nuevas síntesis arquitectónicas entre el espíritu de la época y el espíritu del lugar. ALGUNAS CARACTERISTICAS DE LA NUEVA ARQUITECTURA LATINOAMERICANA. La nueva arquitectura latinoamericana no es un Estilo. Es un movimiento, una manera de ver y hacer arquitectura. Claro que de un modo simplista se podría afirmar que se insinúan dos plásticas: la arquitectura en color de Barragán, Legorreta y otros… y la arquitectura en ladrillo de Dieste, Salmona… pero asimilar esto a dos estilos seria desconocer la diversidad geográfica, climática y cultural que incluye América latina, y por lo mismo, la variedad de respuestas arquitectónicas que esto debería provocar. Además hablar de un estilo anularía las legitimas búsquedas de los arquitectos por encontrar su “forma personal” de expresión. Durante el eclecticismo decimónico todo el énfasis se centro en la batalla de los estilos o el lenguaje visual. El significado profundo de la arquitectura y su comunicación con la sociedad se centraba ahí. Frente a esto, el movimiento moderno reacciono inicialmente en forma aparentemente radical. En 1932, con la exposición de Russel Hichcock y Johnson en el MOMA de New York, que se convierte en estilo internacional. Como tal se establecían las reglas formales y por lo mismo un lenguaje. Esto dejo fuera a importantes contribuidores modernos, como los expresionistas. Dicho estilo duro bien poco, hasta los inicios de la segunda guerra mundial. De ahí en adelante la cuestión del estilo y del lenguaje visual volvieron a acentuarse en los lideres internacionales, la arquitectura corriente adquirió una anodina uniformidad.
Hacia la década de los 60 se produjo un cierto vuelco; arquitectura como sistema. La nocion de una arquitectura abierta e indeterminada aminoro la preocupación por la expresión formal. En todo caso hacia los 70 la contenida preocupación por el lenguaje visual exploto violentamente con el postmodernismo: aquellos signos como las metáforas o las alusiones históricas retomaron un rol fundamental como claves de contenido social de las obras. Sin duda esta abrumadora concentración en la percepción óptica fue incentivada por la profusión de revistas y derivo en un auge de la expresión grafica. La arquitectura no es solo un arte visual, sino mucho mas que eso, un continente de visa, un arte vivencial. La arquitectura no solo comunica, se habita. Su contenido esencial incluye la percepción visual, sea estática o en movimiento. Pero también absorbe las variaciones perceptivas que afectan a los demás sentidos; olores, frio o calor, sequedad o humedad, suavidad o aspereza, ruido o silencio… incorpora a la vez los elementos y los ciclos naturales. Si bien el trabajo con muchos de estos elementos no es reducible a la mera expresión grafica, gran parte de la poesía, la magia y la sorpresa de la nueva arquitectura latinoamericana busca surgir de estas experiencias vivenciales globales. La relación arquitectura y artes plásticas fue muy enfatizada a comienzos del movimiento moderno, desde el bauhaus al neoplasticismo. Conviene retomarla. Pero a su vez es positivo que en américa latina se empiecen a intentar conexiones con artes no visuales, arquitectura y poesía, o arquitectura y música. Además la arquitectura latinoamericana tiende a mostrar otros rasgos comunes: 1. ni exclusiones ni extremos, la nueva arquitectura se apoya básicamente en la sociedad civil y no en el estado ni en la gran empresa privada. Lo que sostiene nuestros países es su sociedad civil, con sus lazos informales. 2. en su esfuerzo por mejorar la condición socio económica de nuestros países, la nueva arquitectura no trata de sobrepasar sus condiciones materiales, pero tampoco se estanca. Con disparidades por países, existen rasgos comunes: escasez de capitales, abundante mano de obra, desarrollo industrial intermedio… predomina el uso de materiales no importados y de tecnologías intermedias populares en la región, como el ladrillo, la albañilería reforzada o el hormigón estucado y pintado. Estas tecnologías se utilizan económicamente pero con ánimo innovativo. 3. en términos plásticos, esta otra arquitectura latinoamericana reinterpreta libremente logros plásticos universales, cubistas, neoplasticistas, expresionistas u otros posteriores, con valores y costumbres de uso latinoamericanos. Se trata de conceptos tan arraigados como aquellos de privacidad familiar (expresado en muros y patios), presencia de la naturaleza, participación de los s, gusto por el color, amor por la vida al aire libre. De este modo se retoma creativamente la noción de carácter. Esta se deduce del programa y de los valores, símbolos y costumbres antes señalados. La nueva arquitectura evidencia su lógica constructiva, prescindiendo de la decoración agregada. Resulta mas táctil que visual. Se trata de obras mas para habitarlas y recorrerlas que para fotografiarlas. 4. la nueva arquitectura no puede eludir problemas masivos como aquel de la vivienda social. Hay tareas pendientes, repensar el concepto de espacio mínimo par la vivienda popular, o encontrar modos de cooperar en la gigantesca autoconstrucción informal de nuestras ciudades. 5. el asunto de la calidad es, de todas maneras, central. La nueva arquitectura latinoamericana va más allá de la mera construcción. Aspira al arte. Pretende llenar las necesidades psíquicas de nuestras sociedades. Porque la arquitectura sin emoción se alimenta de la decoración. Esto incluye la sorpresa, el trabajo de la luz, de las texturas, del color y también aquellos aspectos no visuales mencionados con anterioridad. Barragán, casa Gilardi. 6.la nueva arquitectura se adapta y refuerza el espíritu físico del lugar. La naturaleza, indómita o domesticada, es parte intrínseca de la arquitectura y no un residuo paisajístico. Trata también de acomodarse lo más naturalmente posible a los factores climáticos, incluyendo desde la conservación
energética hasta la sombra vegetal. La integración con la naturaleza y el clima realza las fluctuaciones vitales: el día y la noche, los cambios de estaciones. 7. la mayor parte de esta nueva arquitectura se encuentra en zonas urbanas. Cada obra, por pequeña que sea, coopera a hacer ciudad. Cuando se trata de áreas con rasgos históricamente definidos, se trata de realzarlos. Otra situación es que la obra se emplace en informales centros o periferias. Se trata allí de crear lugares donde no los hay. Todo lo anterior supone como requisito básico, estar abiertos a las ideas, logros plásticos y tecnologías externas a la región. Supone no aislarse de la aventura común de la humanidad. Aceptando las influencias externas para adaptarlas críticamente y no adoptarlas sumisamente. No se trata de hacer arquitectura latinoamericana. Se trata de hacer arquitectura moderna desde nuestra condición latinoamericana. IDENTIDAD NACIONAL. CARACTERIZACION ARQUITECONICA. CARLOS EDUARDO COMAS. La expresión arquitectónica de identidad nacional ha sido una preocupación constante de arquitectos latinoamericanos en la pasada década. Las estrategias de un proyecto que se ponga a su servicio son dos y no parecen haber perdido aun ni su validez conceptual ni su relevancia operacional. La primera estrategia consiste en la repetición de soluciones arquitectónicas consideradas emblemáticas del país, en función de sus tipicidades y/o de sus generalidades: elementos materiales y/o esquemas compositivos abstractos, ya sea tomados a-estilísticamente, ya sea encuadrados dentro de las normas que configuran un estilo o una variante estilística específica. Nuestros movimientos neocoloniales también convirtieron en premisa la ecuación estilo histórico – nación. Incluso, lucio costa, rompiendo con su versión brasileña, continuará asignado un valor paradigmático a la arquitectura de Minas Gerais del siglo XVIII que reclamaba para los nativos las riquezas extraídas del suelo patrio. En la memoria de 1936 sobre el proyecto de la ciudad universitaria de Rio de Janeiro, Costa afirmaba que las características internacionales del estilo estilo moderno corbusierano podrían co-existir con rasgos locales manifiestos bajo la forma de particularidades de planta, elevaciones, materiales y detalles. El brutalismo paulista de la década del 60 prefirió insistir en el parentesco espiritual que poseía con las banderas de un siglo anterior mas rudo, que había domesticado el sertón en la búsqueda de una riqueza que era entonces mas una hipótesis que un hecho. Una placa mal terminada de concreto armado fue entonces defendida como elemento representativo del país, con el mismo vigor que los colombianos defienden hoy los muros de ladrillo a la vista. La segunda estrategia consiste en la reiteración de atributos que se consideran distintivos del temperamento, paisaje, clima o modo de vida nacional teniendo como telón de fondo las capacidades técnicas y los recursos naturales disponibles. Se trata en este caso de poder hacer uso tanto de ornamentaciones y decoraciones figurativas como de procedimientos analógicos abstractos. El art deco brasileño no evito impregnarse de motivos marajoares. La exuberancia y extroversión plástica de la producción de Costa y Niemeyer entre 1936 y 1957, reflejan interpretaciones contemporáneas del hombre y el paisaje brasileño. La primera estrategia enfatiza precedentes arquitectónicos y se puede llamar “sustantiva”. La segunda, “adjetiva”, enfatiza los condicionantes del proyecto. Ambas se fundan en la memoria y apoyan una rememoración que unifica. Aunque privilegian, sin duda, la continuidad y las constantes formales de la práctica arquitectónica, no son, sin embargo, necesariamente inhibidoras de la innovación. El “revivalismo” no excluyo la combinación novedosa ni la adaptación de elementos y motivos tradicionales; el eclecticismo hizo de la hibridación un principio definitorio. Beaux arts disocio la composición de la materialización y abrió así el camino para la rememoración fragmentaria, ambigua, subversiva, abstracta y alusiva que le Corbusier exploraba y que se volvió la especialidad de Lucio y Oscar desde el proyecto del ministerio de educación en Río. Desde que la caracterización de la nación se plantea como problema arquitectónico, la multiplicidad y
heterogeneidad de precedentes que es posible postular como representativos de una nación, impone unos énfasis necesariamente selectivos, discriminatorios. La caracterización arquitectónica implica, pues, el conocimiento de los precedentes y por otro el de los atributos. Para tener la fuerza operativa, el juicio necesita ser compartido. La disputa entre los defensores del neocolonial, los académicos atrapados en el clasicismo fascista y los modernistas corbusianos durante la dictadura de Vargas en Brasil, se trabo también en torno a la representación de la nación. La preocupación por un conocimiento detallado de las soluciones vernaculares y eruditas que conforman una historia arquitectónica propia es por consiguiente uno de los corolarios positivos de la preocupación de la preocupación actual por la caracterización de la nación latinoamericana. La preocupación por la identidad nacional no justifica la defensa de una endogenia chauvinista o folclorista. La ignorancia no es el antídoto para el endoso y la imitación irreflexiva de la arquitectura ajena pasada o presente. Aspectos simbólicos y aspectos operacionales de la obra de arquitectura no constituyen mundos aparte, así su convergencia armoniosa no sea automática y dependa de un esfuerzo deliberado por parte del arquitecto. Por ejemplo las cajas de vidrio con peristilo que constituyen una opción típica de la Brasilia monumental, presentan hoy su pureza plástica perforada aleatoriamente por incontables aparatos de aire acondicionado. Le pretensión de expresar una transparencia istrativa como atributo de la nación se ve perjudicada por esta señal de improvisación y arbitrariedad. Brasilia ilustra la fisura que se puede introducir entre el intento de simbolización y la operacionalidad del artefacto arquitectónico; fisura tanto mas grave cuando se advierte que fue paradigma consagrado del proyecto de construcción de la ciudad brasileña a partir de la década del 60. En retrospectiva, Brasilia aparece como celebración perversa de atributos que por ser nacionales, no son menos cuestionables: megalomanía, propensión a la bravata adolecente, deslumbramiento y ostentación arribistas, tendencia al desperdicio irresponsable y predatorio. No se trata de oponerle una arquitectura de la pobreza sino reconocer que, la arquitectura latinoamericana continuara siendo en el futuro próximo, la arquitectura de una sociedad relativamente pobre en capital. La istración eficiente e imaginativa de los recursos escasos debería ser uno de los rasgos distintivos, entendiendo la economía como relación entre el costo y el beneficio y no como una reducción de la inversión inicial. La preocupación por la caracterización de la nación latinoamericana no debería hacer olvidar ni subvalorar otras dimensiones simbólicas igualmente importantes de la obra de arquitectura. Dentro del ámbito de la caracterización genérica, la teoría académica comprendía también una caracterización de la coordenada temporal distintiva en que la obra emerge. Que la tensión que surge de la representación simultanea de un espíritu de la época y de un espíritu del lugar en cuanto a nación sea fuente de densidad significativa. La caracterización de programa debe incluir una caracterización de lugar mas tangible que el lugar en cuanto nación: campo, montaña, playa, aldea, ciudad, metrópolis, barrio y tantos otros topónimos designan realidades donde se inscriben sitios y microclimas confortables directamente. Los argumentos a favor de una mayor atención al programa y al sitio en cuanto matrices simbólicas del proyecto no se limitan, con todo, al impacto directo que ejercen sobre la realización arquitectónica en cualquier parte del mundo. La preocupación por la caracterización de la nación latinoamericana no se puede disociar de la preocupación por el programa y el sitio y no solo en el plano simbólico, sino también en el operacional y además debe privilegiar el marco urbano. Se puede decir que en buena parte la preocupación actual por la caracterización de la nación latinoamericana es fruto del desencanto y de la perplejidad. Desencanto por la tecnología y el reduccionismo universalista de las soluciones típicas de la arquitectura y el urbanismo desarrollista de las décadas del 60 y del 70; conjuntos habitacionales, distritos industriales,
centros comerciales, centros istrativos, ciudades universitarias, condominios cerrados de lujo, espigones de vidrio y autopistas de concreto proliferaron entonces, hacían parte del ideario de una ciudad funcional a la Brasilia, por definición indiferente, cuando no hostil, a un contexto local menospreciado. Perplejidad por la rápida declinación de los movimientos arquitectónicos que agitaron a europa y los estados unidos en la década del 70, los nuevos figurines internacionales descontextualizados y la ciudad iluminista europea retomada como modelo de validez universal. Lo que esta en juego es la restauración de la credibilidad política y de la fuerza operativa de la profesión. NACIONALISMO Y UNIVERSALIDAD EN LA ARQUITECTURA LATINOAMERICANA. FRANCISCO LIERNUR. Creo que a grandes rasgos podríamos hacer en latinoamerica una división entre dos tipos de realidades culturales e históricas. Una, la signada por la presencia de importantes prexistencias culturales, indígenas o ibéricas. Perú, Brasil, mexico, cuba y el caribe. Otra fuertemente determinada por la presencia de corrientes migratorias, especialmente europeas, entre finales del siglo XIX y la segunda postguerra. Cono sur latinoamericano, argentina, uruguay, chile, Brasil y Venezuela. 1932, Jorge Luis Borges, “el escritor argentino y la tradición”; la idea central de Borges expone que el problema que se enuncia no existe, que es retorico. El culto del color local es relativamente reciente invento europeo (Shakespeare se hubiera extrañado mucho si alguien le hubiera exigido no ambientar su romeo y Julieta en Italia) Garin ha visto con claridad este viejo tema, el hecho de que Europa mas que descubrir ha inventado américa. Es el alma misma de Europa la que se refleja en las imágenes que los europeos se hacen de los otros pueblos y en esas imágenes se expresa asi la buena y la mala conciencia de los europeos. Extremo cuidado con que deberíamos manejar tantos ingenuos proyectos de identidad, de particularidad local. Lo que estamos haciendo es reproducir las imágenes que de nosotros antes otros han fabricado. La particular condición de la periferia. Reconocido el hecho de que el movimiento moderno es una invención historiográfica transitoria, que nunca existió una entidad de tal tipo; itiendo apenas que en los centros se produjeron una multiplicidad de expresiones diversas, artísticas, arquitectónicas, político-culturales, de gestión urbana y económica, etc… que dieron lugar a nuevas ideas y conformaciones en la edilicia del siglo XX; debemos preguntarnos por lo sucedido en cada uno de nuestros países a partir de esta constatación. Y para respuestas posibles: o se produjo un reflejo simple de todas estas manifestaciones, o bien se han producido algunos, con ciertas inflexiones, y de allí podremos encontrara rasgos de la tan buscada particularidad local, la identidad, la propia personalidad. “hemos copiado a esos centros, o hemos adoptado según nuestro contexto?” Para explicar estas diferencias es imprescindible tener en cuenta las distintas colocaciones relativas, políticas, pero también culturales y económicas en cada uno de los casos, los proyectos de hegemonía provenientes de los países centrales en disputa, las historias personales y locales, y muchas otras consideraciones de un amplio espectro de factores. Diferenciar las miradas, tanto las que provienen de los centros como las que se emiten desde cada particular condición de la periferia, es fundamental para avanzar en el conocimiento de nuestras particularidades. En este sentido la noción de la arquitectura propia puede producir una cierta perplejidad. Resulta obvio que propio es lo que esta aquí, es lo que poseemos, y es imposible, en nuestro tiempo al menos, fundar una cultura desde la nada. Apropiada no seria una arquitectura solo en relación a unas condiciones concretas dadas, sino porque se inscribe además en tal proyecto global. Civilización y barbarie.
En cuanto a la arquitectura moderna en este contexto, podemos distinguir, entre 3 distintas nociones: MODERNIZACION; como el proceso socioeconómico de transformaciones que ha caracterizado a la historia humana de los últimos siglos. La industrialización, la mercantilización, la urbanización y la secularización son los principales acontecimientos. MODERNIDAD; como el modo de experiencia vital que es compartido por los hombres y mujeres de nuestros días en todo el mundo. MODERNISMO; formas de conciencia de la modernidad. El fenómeno físico que es producto por excelencia de la modernización es la metrópoli. Cultura versus civilización. ¿Es esa la oposición que caracteriza a los manufactos urbanos latinoamericanos? En la metrópoli latinoamericana la oposición se produce entre “civilización” en un polo, pero no cultura, sino “barbarie” en el otro. “barbarie” que alude al sentido de los griegos: “los que están del otro lado de la frontera”, “los otros”. La metrópoli de nuestros países, nuestra forma de modernidad expresa esta fenomenal tensión entre un sector integrado a las formas, a los ritos, a los estándares, a los consumos de la civilización y otros, los otros, cuya existencia en la diferencia, cuya brutal desintegración como sujetos individuales y sociales es imprescindible para que esta modernización funcione. EL HEROISMO DE LA VIDA MODERNA. Una observación desprejuiciada de la arquitectura moderna y del modernismo en américa latina debería reconocer, al menos, dos características nada despreciables, aun en los términos de esa búsqueda de identidad tan profundamente modernos, a los que nos hemos referido antes. Una de estas características es que el modernismo ha permitido a lo largo del siglo xx instaurar una serie de criterios, signos, sintaxis, modalidades constructivas comunes a toda la región. Y ha instaurado las bases de una nueva tradición, la tradición de lo nuevo, al mejor juicio nietzcheano “quebrar y disolver un pasado, para poder vivir”. De este modo rompiendo la historia, los latinoamericanos han ido generando una historia propia, desde Lucio Costa y Oscar Niemeyer hasta Amancio Williams, desde Julio Villamajó hasta Carlos Villanueva, desde Luis Barragán hasta Dávila Carson. Esto es la tradición moderna latinoamericana. Hay también una razón mas profunda para reivindicar nuestro modernismo, críticamente; no para instalar el camino faustiano de la homogeneización absoluta, sino para desarrollar, apoyándose en su núcleo mas importante los caminos hacia el futuro. El mas importante núcleo de la modernización es el de la libertad. Allí donde los procesos de modernización se producen con retardo, tiende a invertirse la serie de los tres términos, instalándose en primer lugar un determinado tipo de modernismo. Distorsionada en relación a la totalidad de sus impulsos primigenios, la modernización se impone en forma parcial al conjunto de la sociedad, con las frustraciones que esto suele acarrear. En américa latina, fueron ciertos modernismos los que impusieron las formas de la modernización. Pese a eso las sociedades no parecen resultar incólumes, habiendo sido y siendo aún capaces de generar sus propias respuestas usando de su imaginación y del soberbio impulso libertador. En la argentina tenemos dos buenos ejemplos de esta creación coral, el tango y la casa chorizo. El tango como producto de los hombres y mujeres que la modernización separo de sus pequeños mundos, como fractura brutal de normas sociales y morales, como mezcolanza de viejos y nuevos lenguajes. Frente a las estrategias de modernización del territorio, de desintegración de tramas primarias de solidaridad, de apropiación de los centros urbanos por parte de la elite, los sectores populares produjeron una tipología arquitectónica que se adecuaba sin duda a los límites de la miseria y la opresión, pero que también supo ser empleada como herramienta de renovadas formas de solidaridad, de economías domésticas alternativas, o de reorganización de una unidad habitativa polinuclear no tradicional.
UN PROYECTO DE MODERNIDAD. MARINA WAISMAN. Durante largo tiempo se ha juzgado o apreciado nuestra realidad arquitectónica en función de otras realidades; se la ha categorizado con pautas surgidas de otras arquitecturas y de otras realidades urbanas; se ha apreciado o despreciado en tanto se acerca mas o menos a los ideales de otras arquitecturas. Esta situación se ha revertido ya, al hacerse presente en la escena de la teoría y la crítica un valioso núcleo de estudiosos que intenta mirar la arquitectura de nuestros países, tanto la del presente como la del pasado, con ojos americanos y con instrumentos propios que, al cambiar el punto de vista, puedan enfocar el objeto de análisis en el marco que le corresponde. Los temas que nos preocupan giran, en general, alrededor de ciertas antinomias que no son sino distintas caras de una tensión común: universalismo/localismo, modernidad/identidad, centro/periferia, etcétera. Por nuestra parte podríamos afirmar en términos estrictamente históricos, que nuestra américa y su arquitectura viven simultáneamente en tres tiempos históricos: el premoderno, moderno y posmoderno. El 1: puesto que vivimos en una sociedad insuficientemente tecnificada y en unos Estados istrativa y políticamente ineficientes, que afectan la posible modernidad de la producción arquitectónica de un modo directo. El 2: porque mantenemos vivas ciertas ideologías típicamente modernas, como la del progreso material, con el consiguiente culto a la alta tecnología y la adopción de modelos y procesos de diseño modernistas. El 3: ya que aceptamos el pluralismo, hacemos la crítica de la modernidad, adherimos al creciente rechazo de los modelos, y estamos tomando conciencia de la propia identidad, así como caemos en la frivolidad y el reduccionismo derivados de los efectos de la comunicación de masas. El espíritu del lugar (norberg-schulz) su definición se concentra en lo físico, pero apoyada en la teoría y la historia del lugar, pues a su juicio el lugar es intrínseco a la vida misma: la vida se realiza en el habitar, y el habitar presupone el lugar. Es la suya una actitud existencial, que rechaza la arquitectura abstracta, la arquitectura del no-lugar. Por mi parte, creo que una arquitectura de esencias, que expresa o representa lo universal y lo abstracto, puede quizá tener sentido en un medio cultural de larga tradición de pensamiento, de reflexión sobre si mismo, que le haya permitido trascender los problemas específicos llevándolos a un plano de generalización o de abstracción. Pero en un mundo como el nuestro, signado por la fragmentación, resultaría sumamente difícil intentar la definición y representación de esencias. Nuestro mundo, de complejos orígenes y confuso desarrollo, puede hallar apoyo mas solido en el acontecimiento concreto que en las ideas abstractas, porque el acontecimiento da mejor cuenta de su naturaleza (realismo mágico) y porque, además a lo largo de su historia ha sido permanente la contradicción y el desencuentro entre las ideas y las practicas. Y con esto: el regionalismo. Una periferia tiene como referencia obligada un centro, que le provee los modelos a partir de los cuales sera juzgada su producción; en tanto que una región se rige por sus propias pautas y no reconoce centro alguno al cual deba esperar modelos y juicios. Una región es una unidad cultural entre otras, ninguna de las cuales puede erigirse en modelo ni reivindicar una posición rectora. Pareciera que se asigna a la palabra región un significado rural o semirural, cuando en realidad debiera referirse a una determinada unidad cultural y ambiental que bien puede estar constituida por metrópoli. Si hay algo netamente positivo que ha derivado de la critica al modernismo producida por el pensamiento posmoderno es el derrumbe de los modelos hegemónicos, el reconocimiento de las diferencias: la diferencia ya no como distinción respecto de algo canónico, sino como cualidad en si, como un modo de reconocerse a si mismo. En ese sentido, el reconocimiento de la región como unidad cultural diferente en si misma, con cualidades y requerimientos específicos, no puede ser considerado como una actitud reaccionaria, sino como un avance hacia una nueva y más adecuada concepción de la modernidad.
Retomamos una y otra vez a la tensión entre lo universal y lo particular, entre el proceso de homogenización que domina nuestra época y la urgencia por consolidar una identidad. Los procesos de transculturación, de asimilación, de contaminación cultural, se han sucedido a lo largo de la historia humana, aunque quizá nunca se han producido en la escala, con la fuerza de penetración y con el trasfondo de relaciones ideológicas y de poder que caracterizan la situación actual. Pero por un lado, en ese proceso de homogeneización regido por el mundo occidental han pervivido las diferentes culturas que a su vez están invadiendo y contaminando los centros de dominación. Como resultado, una realidad mixta que no deja de tener repercusión en la revalorización de los márgenes que acompaña a la perdida de entidad del centro. Los latinoamericanos somos en cierto modo vanguardistas natos, porque nos dirigimos más fácilmente hacia el futuro que hacia el pasado. Estos pueblos mantienen viva la fe en el progreso, en un progreso ideologizado que nos fue inoculado junto con el virus de la modernidad. La modernidad apropiada es una de las formulas mas felices propuestas para enfrentar el conflicto entre lo universal y lo especifico, entre la marcha del mundo desarrollado y las identidades particulares. Hasta la ilustración, modernidad equivalía a la recuperación del modelo de la antigüedad clásica, pero con la aparición de la ciencia moderna el concepto cambio de contenido y se dirigió ahora a la idea de progreso, el progreso infinito del conocimiento que implicaba el avance también infinito hacia el mejoramiento social y moral. Ya en el siglo xlx, toda búsqueda de modelos culturales en la historia se abandonó, y se estableció una oposición total entre tradición y presente. Esta modernidad es la uqe se ha extendido a lo largo de nuestro propio siglo, y tiene caracteres que la distinguen claramente de las anteriores. Ante todo, la ideología del progreso estaba ahora centrada en el avance de la ciencia (aplicada) y ya no del conocimiento en si, relacionada asi con la técnica y la producción de bienes y sin conexión con el progreso moral. Otro aspecto fundamental es la elevación de lo nuevo a valor absoluto. La concepción de un mundo ordenado y medible, cuantificable, la racionalidad elevada a único instrumento de conocimiento marcan el sentido último de esta modernidad. Los movimientos arquitectónicos y artísticos encarnaron con gran claridad estos ideales. La ideología de la modernidad ha dado lugar al surgimiento de un sistema autónomo la modernización. Esta es el proceso técnico, económico y social que producido a partir de premisas de la modernidad, se ha separado de esas bases conceptuales, ya desacreditadas, adquiriendo una especie de rutina que le hace continuar con sus propias leyes en un proceso – progreso indefinido. Dada la condición histórica del concepto y que da cuenta de los profundos cambios en sus contenidos, ¿no sería ya el momento de replantear el concepto mismo, de concebir nuevos significados para él? ¿no sería el momento de definir modernidad apropiada, no solo para nuestros pueblos, sino de un modo mas general para las circunstancias de la historia contemporánea? Esta nueva modernidad tiene que señalarse nuevas metas y adoptar valores, conservando el impulso hacia el futuro que siempre la ha caracterizado, junto a la conciencia de su propia situación en la historia. Lo nuevo en si mismo, como la técnica en si misma, no pueden ya erigirse en valores supremos. Tampoco puede aceptarse la exclusión como método, ni la homogeneización como ideal: la inclusión debe predominar sobre la exclusión, la heterogeneidad sobre la homogeneidad. El saber debería ocupar su sitio junto a la pura racionalidad, el saber en toda su profunda complejidad y riqueza, para guiar a la racionalidad hacia una mejor comprensión de los anhelos humanos. El énfasis debería ponerse en los valores existenciales, antes que en la abstracción de supuestas esencias. El progreso forma parte inseparable de nuestras aspiraciones así como del concepto de modernidad. Pero el progreso debe entenderse como progreso del ser humano, progreso de la calidad de vida, de la dignidad humana, de la realización de las potencialidades humanas. En el ámbito de una modernidad semejante encontrarían natural conciliación los conflictos que nos afligen; nuestras ciudades y nuestra arquitectura podrían ser modernas sin arriesgar su identidad.