Limitaciones de procesamiento y selectividad atencional José María Ruiz Vargas Juan Botella Ausina Universidad Autónoma de Madrid
1. INTRODUCCION Si bien es cierto que el interés científico por la casi totalidad de los procesos mentales ha seguido, durante los últimos cien años, un curso repleto de altibajos, en el caso de la atención la historia se nos presenta especialmente accidentada. Los introspeccionistas pusieron de manifiesto, por primera vez, su importancia psicológica al Regarla a considerar como el foco central para el estudio de la conciencia. La enorme relevancia atribuida a la atención queda patente en la frase lapidaria de Titchener cuando escribe: «La doctrina de la atención es el nervio de todo el sistema psicológico, y según la juzguen los hombres, así serán ellos juzgados ante el tribunal general de la psicología» (citado en Swets y Kristofferson, 1970). No obstante, fue W. James quien colocó, de hecho, a la atención en la vanguardia del pensamiento psicológico, al dedicarle un capítulo completo de su clásica e influyente obra Principies of Psychology (1890). Sin embargo, con el cambio de siglo estos esfuerzos de estructuralistas y funcionalistas van a resultar infructuosos frente a la doctrina conductista que, al considerar a la atención como demasiado vaga, demasiado mentalista, y demasiado dependiente de la evidencia introspeccionista, la eliminarán de su objeto de estudio. Esta situación se mantendrá, aproximadamente, hasta 1950, porque, si bien los psicólogos de la gestalt reaccionaron contra el reduccionismo conductista y desarrollaron ampliamente el estudio de procesos mentales tales como la percepción o el pensamiento —aunque este último en menor grado— también prescindieron de la atención, argumentando que no la necesitaban para predecir la respuesta perceptiva al considerar que las propiedades estimulares eran suficientes. En 1949 va a surgir la primera voz autorizada en favor del rescate de la atención. En efecto, Hebb, con su obra The organization of bebavior, va a poner en evidencia, entre otras cosas, que el principio de la Estudios de Psicología
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«dominancia sensorial de la conducta» es inconsistente con el reconocimiento de la atención, a la que es necesario referirse para explicar determinados resultados experimentales. Lo que significa que «la actividad que controla la forma, rapidez, fuerza o duración de la respuesta no es únicamente la excitación inmediatamente precedente de las células receptoras. El hecho de que una respuesta no sea así controlada es difícil de explicar teóricamente; pero no es algo místico, y la "atención" no es necesariamente antropomórfica, o animista, o indefinible» (pp. 3-4). Sin embargo, el impacto de la obra de Hebb no será definitivo para devolver a la atención los atributos perdidos. A lo sumo, va a forzar a los teóricos conductistas a introducir conceptos tales como «respuesta mediadora» o «respuesta de orientación» en su intento por salvar al conductismo de sus graves limitaciones teóricas. El auténtico renacimiento del estudio científico de la atención se producirá con la aparición de la obra de Broadbent (1958) Perception and Communication, donde se considera a la atención como un componente del procesamiento humano de la información. Esta obra se convertiría, junto con los trabajos de Turing (1950) y Miller (1956), por ejemplo, en uno de los pilares sobre los que se erigió la moderna teoría cognitiva del procesamiento de la información. La idea básica de tal enfoque, importada de la ciencia de los computadores, es que el ser humano es un procesador de información con capacidad limitada. Esta «metáfora del computador» ha sido aceptada ampliamente y se ha convertido en el marco de referencia teórico dentro del que se viene desarrollando el estudio moderno de la atención. Llegado este momento, diremos que la investigación actual sobre la atención abarca numerosos tópicos; no obstante, los que han originado el mayor número de polémicas y desacuerdos son básicamente los relativos a las tres cuestiones siguientes: 1) ¿el procesador humano dispone de un depósito o reserva central de recursos limitados o de diferentes reservas?; 2) ¿los recursos atencionales son limitados o ilimitados?, y 3) ¿dónde se produce la selección de los inputs que han de pasar a la conciencia del sujeto? Con respecto al primer problema diremos, muy brevemente, que han sido muchos los investigadores que, en diferentes versiones, han adoptado la idea de una capacidad central limitada (e. g., Moray, 1967; Broadbent, 1971; Posner y Bojes, 1971; Kahneman, 1973; Norman y Bobrow, 1975). Sin embargo, diferentes trabajos muy recientes parecen estar aportando evidencia en favor de la existencia de diferentes reservas de recursos (e. g., Navon y Gopher, 1979; Gopher y Navon, 1980; Wickens, 1981). La segunda cuestión, relativa a la limitación de la capacidad, será comentada someramente en el siguiente apartado de este trabajo. El tratamiento más amplio lo recibirá el problema planteado en tercer lugar, ¿dónde se produce la limitación?, cuestión sobre la que gira, básicamente, el presente dossier. 2: LIMITACIONES DEL SISTEMA DE PROCESAMIENTO El ser humano no puede tratar todos los estímulos de su ambiente. Parece evidente, por tanto, que realice algún tipo de selección entre ellos. Este hecho básico de la vida cotidiana es uno de los ejes centrales de lo que llamamos atención. Indudablemente, hay numerosos fenómenos del Estudios de Psicología n. 7 - 1981
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comportamiento que hacen referencia a este tema: los niveles de activación, la concentración, la vigilancia, la amplitud de aprehensión, la selección ambiental, etc. Son más estos aspectos, que las grandes definiciones, los que han dirigido el trabajo experimental. Pero el hecho de partir de aspectos tan concretos ha traído consigo el incorporar ciertos sesgos a su metodología de estudio. La psicología soviética comenzó a estudiar el tema a partir del descubrimiento de Pavlov del reflejo de «¿qué es esto?» o reflejo de orientación. Su marco fundamental descansa en la distinción entre atención voluntaria e involuntaria y en considerar al reflejo de orientación como la base de la atención (Sokolov, 1963; Luna, 1979). Posteriormente, sobre todo a partir del trabajo de Razran (1961), se empezó también a trabajar en occidente sobre esta respuesta (Lynn, 1966; Bernstein, 1969; Maltzman, 1977), aunque no se han hecho grandes esfuerzos por integrarla en las corrientes modernas de investigación sobre la atención (como excepción podemos mencionar el trabajo de Glass, Holidak y Santa, 1979). Como ya hemos dicho, en la psicología occidental el verdadero punto de partida de las investigaciones y teorizaciones modernas sobre la atención fue el trabajo de Broadbent (1958). Lo más destacable de este modelo —conocido como modelo del filtro— es que incluye una fase de procesamiento (concretamente al llegar a su sistema P) en la que sólo pueden tratarse los estímulos de uno en uno; esto es, su funcionamiento es secuencial. La entrada a este sistema es un cuello de botella (bottleneck), que es el responsable de la selección ambiental. Posteriormente aparecieron otros modelos, que también proponían la existencia de un estrechamiento, pero que diferían en la localización propuesta del mismo; para unos estaba antes del análisis semántico de los estímulos mientras que para otros estaba después. Todos estos modelos defienden la existencia de una limitación que suele denominarse limitación estructural. La polémica sobre la localización del cuello de botella, basada en los fenómenos de atención selectiva, presidió los trabajos de investigación durante los arios 60 y aún se mantiene en nuestros días como veremos más adelante. Otra aproximación es la de los modelos que se refieren a una limitación inespecífica. Para éstos el sistema tiene unos recursos de los que se nutre para su funcionamiento; la única limitación reside en que tales recursos son limitados. El punto de partida de estos modelos fue el trabajo de Moray (1967), pero el más importante ha sido, sin duda, el de Kahneman (1973). Este autor explica así la diferencia entre el enfoque del cuello de botella y el de los modelos de capacidad: «En un modelo estructural, la interferencia se produce cuando a un mismo mecanismo se le exige la realización simultánea de dos operaciones incompatibles. En un modelo de capacidad, la interferencia se produce cuando las demandas de dos actividades exceden la capacidad disponible» (página 11). En otras palabras, los primeros dicen que la interferencia es específica mientras que los segundos que es inespecífica. De todas maneras, en la obra de Kahneman se ite la posibilidad de que a veces se produzcan interferencias estructurales. Los procedimientos usados para desarrollar este enfoque se basan en los fenómenos encontrados en las situaciones de atención dividida y son, según Richard (1980), fundamentalmente dos: 1) Presentar dos fuentes Estudios de Psicología n..
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de información y, dando prioridad a una de ellas, estudiar así el tratamiento que se da a la fuente no prioritaria. Esto nos permite saber cuanta capacidad queda intacta mientras se realiza sólo la tarea primaria. 2) Presentar dos fuentes de información dando igual prioridad a ambas. El objetivo en esta situación es saber en qué medida la introducción de una segunda tarea afecta a la ejecución de la primera. Sin embargo, los resultados de estos experimentos no son muy aclaratorios, dado que pueden interpretarse desde los dos puntos de vista. Cuando en una situación de doble tarea disminuye el rendimiento, los defensores de la limitación estructural argumentan que las tareas compiten por ocupar un mismo sistema de procesamiento; por su parte, los defensores de la limitación de recursos argumentan que las demandas de capacidad de las dos tareas son superiores a los recursos disponibles. En caso de que el rendimiento no disminuya, los primeros dirán que el sistema, que trabaja en serie, acepta inputs de las dos tareas alternativamente, mientras que los segundos dirán que los recursos cubren las exigencias de la situación. Este procedimiento, no obstante, ha recibido una crítica importante: el procesamiento de dos fuentes de estímulos no es igual a la suma de los procesamientos de cada tarea, sino que tiene propiedades gestálticas específicas y, por tanto, no puede extrapolarse nada de la situación de tarea única (Duncan, 1980 b). En la misma línea, Allport (1980) considera que la lógica de los modelos de capacidad es circular. Así, ante la cuestión básica, ¿cómo podemos medir las demandas de recursos de una tarea y la capacidad residual que deja intacta?, Kahneman responde que la demanda es una función de la dificultad, y la forma de medir ésta es valuar la interferencia que se produce cuando presentamos una tarea simultánea. La circularidad, pues, es obvia, y es necesaria, por tanto, una medida de las demandas que sea independiente de los índices de interferencia. Pero el tema de las medidas de atención es, a su vez, espinoso y problemático. Por ejemplo, en muchas ocasiones se han usado las medidas de memoria como índices de la atención. La lógica subyacente es clara: el nivel de memoria reflejará la cantidad de atención prestada. Sin embargo, la memoria no correlaciona necesariamente con otras medidas que reflejan con bastante transparencia la atención prestada (Lewis, 1970: Corteen y Wood, 1972; Corteen y Dunn, 1974; Allport, 1977). Una tercera aproximación al tema, procedente de las anteriores, y que apareció a mitad de los años 70, es la que distingue entre dos tipos de procesamiento: controlado y automático. Una serie de autores observaron que algunas operaciones mentales, con una gran cantidad de práctica, podían realizarse con una asignación mínima de capacidad (Posner y Snyder, 1975; Schneider y Shiffrin, 1977; Shiffrin y Schneider, 1977). En consecuencia, estas operaciones se consideran «automáticas», mientras que las que gastan mucha capacidad se consideran «controladas». Estos dos tipos de procesamiento representan los dos extremos de lo que en realidad es un continuo, aunque a veces parezca que los autores los presentan como una dicotomía (Hasher y Zacks, 1979). Cada uno de estos tipos de procesamiento tiene unas características distintas: el procesamiento automático funciona siempre igual, es irrefrenable, se produce sin que el sujeto se lo proponga y no le afecta la práctica. El procesamiento controlado exige mucha capacidad y, por tanto, interfiere con Estudios de Psicología n.. 7 - 1981
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otras actividades cognitivas, se inicia intencionadamente y se beneficia con la práctica. Aunque se ha propuesto la existencia de procesos automáticos para los que los seres humanos estamos «genéticamente» preparados (Hasher y Zacks, 1979), en general, se supone que la práctica es la que hace que una operación controlada pase a ser automática. En el modelo de Glass, Holydak y Santa (1979) se habla de rastreo (monitoring) automático para referirse al procesamiento de los inputs a los que no se está atendiendo conscientemente. Su función básica es detectar el cambio, y la mayoría de los cambios pueden agruparse en dos categorías: un cambio grande en la magnitud perceptible de un input (reacción que consideran innata) y un cambio que implique a estímulos cuyo significado es especialmente relevante (rastreo aprendido). En el momento en que se acepta la distinción entre procesamiento controlado y automático hay que replantearse necesariamente las preguntas básicas sobre las limitaciones: ¿Tienen limitaciones ambos tipos de procesamiento? ¿Estas limitaciones son estructurales o de recursos? En general, las respuestas a estas cuestiones se han limitado a afirmar que el procesamiento automático no tiene limitaciones conocidas, mientras que el controlado sí. Podríamos decir que toda la polémica sobre las limitaciones se circunscribe, en sus nuevos planteamientos, al procesamiento controlado. No obstante, la distinción operativa entre estos dos tipos de procesamiento tampoco está muy clara. A pesar de las críticas a los modelos de capacidad, los trabajos más recientes han incorporado el concepto de «recursos». De hecho, los dos artículos que siguen a este trabajo describen modelos estructurales (especialmente el de Duncan) y, sin embargo, incluyen este concepto como argumento explicativo. Queda pues incorporado, de alguna manera, el punto de vista de los recursos (ya sean específicos o inespecíficos) y la polémica vuelve a recaer sobre las limitaciones estructurales. Johnston y Heinz (1978) repasan los modelos estructurales y proponen uno nuevo y múltiple que se adapta bastante bien a los datos experimentales. Por su parte, Ducan (1980 a) sigue la tradición de los modelos de selección tardía; su teoría también se adapta adecuadamente a los datos y, como veremos a continuación, el verdadero punto de disputa está en si todos los estímulos son analizados completamente antes de ser rechazados o aceptados por el sistema. Dado que aún no se puede llegar a una conclusión definitiva sobre este punto, trataremos a continuación de exponer con cierto detalle las principales posturas teóricas que encontrarán su complemento más actualizado en los excelentes trabajos de Johnston y Heinz (1978) y Duncan (1980 a). 3. EL LUGAR DE LA SELECTIVIDAD * Parece, según acabamos de ver, que existe cierto acuerdo, entre los estudiosos de la atención, en itir una capacidad limitada en nuestra habilidad para realizar varias tareas simultáneamente. Sin embargo, la * El contenido de este apartado es básicamente el mismo del que con idéntico título se incluye en el trabajo Atención y capacidad de procesamiento de la información, presentado por los mismos autores en la Reunión Científica «Psicología y Procesamiento de la Información»; Universidad Autónoma de Madrid, mayo, 1981. Estudios de Psicología n.• 7 - 1981
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situación es bien distinta en lo referente a la localización de esa limitación. Dado que toda la información que entra en nuestros sistemas de procesamiento no puede alcanzar la conciencia, es necesario que la información perceptual sea seleccionada antes de hacerse consciente. La cuestión planteada, pues, concierne a la fase o fases donde se produce la selección. Más exactamente, si ocurre antes o después de que haya sido analizado el contenido global de todos los canales informativos. Siguiendo a Johnston y Heinz (1978), señalaremos que las teorías de la atención han distinguido tres fases en el procesamiento perceptual: la Fase 1, que extrae las características sensoriales de los inputs; la Fase 2, que extrae las características semánticas, y la Fase 3, que introduce en la conciencia los productos de las dos fases anteriores. El desacuerdo con respecto a la fase o fases en las que se producirá la selectividad de los inputs que tendrán a la conciencia, se ha convertido en la mayor controversia entre las diferentes teorías de la atención selectiva. Esquemáticamente, éstas serían las distintas posturas al respecto: sólo en la Fase 1 (Broadbent, 1958); en las Fases 1 y 2 (Treisman, 1960, 1964; Broadbent, 1970); en las tres fases (Kahneman, 1973; Erdelvi, 1974; Johnston y Heinz, 1978); en las Fases 2 y 3 (Norman, 1961; Norman y Bobrow, 1976), y sólo en la Fase 3 (Deutsch y Deutsch, 1963; Shiffrin y Schneider, 1977; Duncan, 1980 a). Como es fácil de evidenciar, estas teorías definen un continuo de modos posibles de atención, que irían desde una selección temprana (early selection) a una selección tardía (late selection). Podemos, por tanto, distinguir tres tipos de teorías: las de selección temprana (e. g. Broadbent, 1958), las de selección tardía (e. g. Deutsch y Deutsch, 1963; Duncan, 1980 a), y las de selección múltiple (e. g. Treisman, 1960, 1964; Norman, 1968; Broadbent, 1970; Kahneman, 1973; Erdelyi, 1974; Johnston y Heinz, 1978). 3.1. Teorías de selección temprana La tesis planteada por Broadbent (1958) de que la limitación física del sistema de procesamiento humano era la responsable directa de la naturaleza selectiva de la atención, dio pie para que, inmediatamente, surgiera la siguiente cuestión, ¿dónde está el cuello de botella? Broadbent describió dos sistemas de análisis perceptual: un sistema S (preatencional o preperceptivo), que funciona en paralelo y que extrae las características físicas de los estímulos, como pueden ser el color en la visión y la voz en la audición, y un sistema P (atencional, perceptivo), de capacidad limitada, que analiza el significado. Broadbent propuso que la selección entre los canales está basada totalmente en las propiedades físicas de la información sensorial y que el significado es extraído en un procesamiento ulterior solamente de las señales que fueron seleccionadas. Es decir, el cuello de botella está en el sistema perceptivo o sistema P. La evidencia experimental para este modelo se encuentra en un experimento de escucha dicótica que realizó el propio Broadbent en 1954. Se presentaban a los sujetos tres pares de dígitos. De cada par, un ítem era escuchado por un oído y simultáneamente otro ítem por el otro, según una tasa de dos ítems por segundo en cada oído. El hallazgo básico, según este autor, fue que si los seis ítems eran reproducidos Estudios de Psicología o.* 7 - 1981
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correctamente, entonces en la mayoría de los casos los tres ítems de un oído eran reproducidos antes que los tres ítems del otro. Esto significaba que debía de haber una fase temprana (el sistema S) en la que era posible el procesamiento simultáneo de los dos canales, y que dicha fase era seguida por otra (el sistema P) en la que sólo era posible un procesamiento secuencial. Moray (1960) también informó de resultados similares, utilizando dos voces diferentes como canales en lugar de dos oídos. Sperling (1960), con experimentos visuales, también aportó evidencia en favor de una selección temprana en base a las características físicas exclusivamente, al comprobar que utilizando categorías alfanuméricas no se producía una superioridad del informe parcial sobre el informe total; superioridad que sí ocurría siempre que la información que había que recordar fuese la relativa a las características físicas del input. 3.2.
Teorías de selección tardía
La teoría de Broadbent (1958) parecía adecuada para las clases de estímulos definidos físicamente, pero ¿cómo explicaría que los estímulos semánticamente relevantes del canal no atendido capturan la atención y se hacen conscientes? He aquí algunos de los ejemplos que hicieron que Deutsch y Deutsch (1963) supusieran que «la selección del lenguaje buscado del no buscado puede ejecutarse sobre la base de características altamente complejas» (p. 81). Peters (1954) encontró que si el contenido de un mensaje no atendido era similar al del atendido se producía más interferencia que si no lo era. Moray (1959) comprobó que si en el canal ignorado se introducía el nombre del sujeto, éste cambiaba su atención a aquel canal. Treisman (1960), en otro experimento de sombreado, cambió los mensajes de un oído a otro hacia la mitad de la prueba y encontró que los sujetos tendían a repetir las palabras del oído erróneo contiguas al momento del cambio. Según Deutsch y Deutsdi, éstos son algunos de los ejemplos que muestran que, con anterioridad a la aceptación de un mensaje y el rechazo del otro, es analizado el contenido de ambos. Su teoría postula, por tanto, que todos los estímulos entrantes son completamente analizados, tanto a nivel de sus características físicas como semánticas. Es después de este análisis cuando los estímulos más importantes serán seleccionados para recibir atención y entrar en la conciencia. El intento más reciente en favor de esta teoría ha sido el de Duncan (1980 a). Este distingue dos niveles de representación perceptiva y un sistema intermedio de capacidad limitada que selecciona el percepto formado en el primer nivel que ha de pasar al segundo. En el primer nivel son totalmente identificados todos los estímulos, tanto a nivel de características físicas como de significado. Ahora bien, ninguna información extraída allí «puede servir todavía como base para una respuesta» (p. 284), puesto que no ha alcanzado aún la conciencia del sujeto. El segundo nivel —la conciencia— es el que convierte el percepto del primer nivel en percepción comunicable. La teoría desarrollada por Duncan se basa claramente en la idea de una selección tardía. Para apoyarla empíricamente recurre a la literatura, y a experimentos propios, sobre «búsqueda de objetivos» (target Estudios de Psicología a.* 7-1981
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search), así como a lo que llama «disociaciones entre el informe público y otros criterios de identificación». La argumentación utilizada en favor de una selección tardía, y que ha tenido como base diferentes experimentos sobre «búsqueda de objetivos» (e. g. Moray, 1975; Ostry, Moray y Marks, 1976; Duncan, 1980 a), se apoya en el hecho de que la ejecución es mejor cuando simultáneamente se produce un «rechazo correcto concurrente» o una falsa alarma que un éxito. Esto indica que todos los inputs, «objetivos» y «no-objetivos» son totalmente identificados sin participación de la atención y que, después, los identificados como «objetivos» entrarán en competición por ocupar el sistema de capacidad limitada; de ahí que cuando coincidan dos «objetivos» la ejecución será peor que cuando se trate de un «objetivo» y de un «no-objetivo», que será rechazado. Quizás, como señalan Schneider y Shiffrin (1977), los «objetivos» arrastren de la atención hacia sí. Los «no-objetivos» nunca compiten por los procesos de capacidad limitada, por tanto, nunca reciben atención. En el apartado de las «disociaciones» Duncan recurre a experimentos sobre respuestas galvánicas de la piel condicionadas (e. g., Corteen y Wood, 1972; Von Wright, Anderson y Stenman, 1975, entre otros). Por ejemplo, Corteen y Wood asociaron, en un primer momento, nombres de determinadas ciudades americanas a un shock y, a continuación, las intercalaron en el material presentado por el canal no atendido en una prueba de escucha dicótica. Encontraron que tales nombres de ciudades producían un número significativo de respuestas autonómicas a pesar de que los sujetos no tenían conciencia de ellas. Por su parte, Von Wright et al. (1975), con un paradigma experimental similar, comprobaron que sinónimos y palabras acústicamente similares al estímulo condicionado producían respuestas galvánicas de la piel, tanto si se presentaban en el mensaje atendido como en el no atendido. Estos y otros resultados en la misma línea son aportados por Duncan para argumentar que los inputs que nunca alcanzan la conciencia pueden, no obstante, ser completamente identificados, una conclusión absolutamente consistente con las eorías de selección tardía. 3.3. Teorías de selección múltiple Sin embargo, Duncan no parece tener mucho éxito cuando trata, en ese mismo trabajo, de adecuar a una interpretación de selección tardía el hecho de que, tanto en los experimentos de sombreado como en los de informe parcial, la ejecución es más eficaz cuando se basa en características físicas. La razón es que, posiblemente, ni las teorías de selección temprana ni las de selección tardía puedan explicar por sí solas todos los fenómenos encontrados. En arios recientes, en efecto, se ha rechazado la dicotomía «selección temprana vs. selección tardía» y se ha sugerido que la selectividad puede producirse a lo largo de todo el continuo de procesamiento. En esta línea, Erdelyi (1974), tras reformular el efecto defensa-vigilancia perceptiva, en términos de procesamiento de la información, concluye que la selectividad, y por tanto la defensa perceptiva y la vigilancia perceptiva, entran en juego a través de variados mecanismos en múltiples lugares de la secuencia del procesamiento de la información. Exactamente llega a decir que «la selectividad se extiende a lo largo de todo el continuo Estudios de Psicología tt.. 7 - 1981
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cognitivo, desde el input hasta el output» (p. 12). Si esto es cierto, ¿qué factores determinan la selección o el rechazo de los estímulos? Treisman (1960, 1964) señaló que la información entrante está sujeta a sucesivos niveles de análisis, de tal manera que el nivel alcanzado por un estímulo no sólo depende de las características físicas, sino de otros sesgos (e. g., las «probabilidades de transición» de las palabras), asi como de las expectativas existentes en el sistema. Broadbent (1970) acepta las modificaciones que introduce esta autora en su teoría y sugiere que el sistema podría adoptar un modo de selección temprana (stimulus set) o un modo de selección tardía (response set). Stimulus set o filtraje es la selección de ciertos ítems sobre la base de características físicas comunes de los estímulos deseados. Response set o pigeon-holing es la selección de ciertas clases de respuesta o estados categoriales. Se trata, pues, de dos modos de selección, el primero actuaría en la Fase 1 y el segundo en la Fase 2. Esta línea de selección múltiple ha sido ampliada por Erdelyi (1974), Keren (1976) y Johnston y Heinz (1978), aunque éstos han subrayado la continuidad o multiplicidad selectiva. La idea básica es que el análisis perceptivo se realiza a todo lo largo del continuo que sea necesario, desde un procesamiento perceptivo temprano a un procesamiento perceptivo tardío, para decidir si el input era el buscado o no. Esto hace que la cantidad de procesamiento venga determinada por la tarea en cuestión: a medida que el continuo de modos de atención asciende, aumenta la cantidad consumida (Johnston y Heinz, 1978). Esta linea de pensamiento es similar —aunque con diferencias conceptuales— a la señalada por Kahneman (1973). Este último propuso la existencia de un limite general en la energía disponible para ejecutar las operaciones mentales. Ahora bien, este limite no es idéntico, sino variable, para las distintas fases del procesamiento. Concretamente, Kahneman señaló que las fases tempranas del procesamiento no necesitan atención («capacidad de procesamiento» en términos de Johnston y Heinz), pero a medida que las operaciones se acercan al extremo de respuestas del sistema las demandas de atención aumentan. Johnston y Heinz (1978) realizaron cinco experimentos básicos para evaluar sus dos suposiciones básicas: que la atención requiere capacidad y que la cantidad de capacidad requerida aumenta desde los modos tempranos a los tardíos. El paradigma experimental empleado consistió en pedir a los sujetos que ejecutaran una tarea de escucha selectiva y simultáneamente una tarea subsidiaria de tiempos de reacción. Para la tarea de escucha selectiva se empleó siempre una presentación binaural, no dicótica. Esta tarea exigía a los sujetos que atendieran, bien a una única lista o a la lista de «objetivos» de dos o tres listas concurrentes. La lista de «objetivos» podía distinguirse de la lista de «no-objetivos» en la voz pero no en el significado, lo que permitiría una selección temprana, o bien en el significado pero no en la voz, lo que requeriría una selección tardía. La tarea subsidiaria de TR exigía detectar una señal luminosa y se utilizó para medir la capacidad gastada en la escucha selectiva. El razonamiento básico fue que a mayor gasto de capacidad en la tarea de escucha, menor capacidad residual disponible para rastrear la señal luminosa, lo que se manifestaría en TRs más largos. Los datos obtenidos apoyaron las dos suposiciones básicas. En efecto, comprobaron que la selección semántica consumía casi el doble de capaEstudios de Psicología n.• 7 - 1981
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cidad que la selección sensorial. Como expresamente señalan estos autores «estos hechos justifican la teoría multimodal, pero son difíciles de conciliar con las teorías unimodales» (p. 432). 4. CONCLUSIONES Quisiéramos, en primer lugar, tratar de definir el concepto de atención, dado que las posibles conclusiones alcanzadas dependerán inevitablemente de la concepción teórica adoptada. Después de revisar la amplia literatura concerniente a la atención, hemos comprobado que ésta ha sido considerada, básicamente, como un proceso mental más. Asimismo, se le ha identificado con «capacidad de procesamiento», «recursos», «arousal», «conciencia»... Esta diversidad de aproximaciones posiblemente haya sido la máxima responsable de la falta de acuerdo, sobre los dos puntos aquí tratados, entre las diferentes teorías de la atención. Con todas las reservas posibles, diremos que la atención no puede ser considerada como un proceso, en el sentido de una serie de cambios o transformaciones a lo largo de la cadena de procesamiento. Más bien, la atención debe de considerarse como aquello que posibilita que determinados datos perceptivos ingresen en la conciencia. Esto implica que atención no debe de identificarse ni con conciencia, ni tampoco con capacidad de procesamiento. La capacidad de procesamiento significaría el conjunto de energía o de recursos de que dispone el sistema cognitiyo para realizar sus funciones. Estos recursos abastecen tanto al procesamiento controlado (que necesita atención) como al procesamiento automático. Siguiendo esta línea de argumentación, podemos concluir que no es apropiado hablar de capacidad atencional limitada, sino de limitación de la capacidad de procesamiento. Por último, entendemos que las limitaciones son asimismo estructurales. Aceptamos la idea de Johnston y Heinz de que la atención como tal es un «cuello de botella»; sin embargo, dispone de tal flexibilidad que le permite actuar a lo largo del continuo de procesamiento en función de las características diferenciales de las tareas y situaciones. Las teorías que proponen un lugar único de selección —sea temprano o tardío— deben, por tanto, ser revisadas. Sería razonable pensar, no obstante, que los datos disponibles no nos permiten aún considerar definitivamente a ninguna teoría como más válida que el resto.
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