La Novela De Costumbres t3z5o

La novela de costumbres Una de las características del arte español, especialmente en la literatura, es su tendencia al realismo, que empieza a perfilarse ya incluso en el primer texto escrito conservado de su literatura narrativa, el Cantar de Mio Cid, y se prolonga a través del elemento popular que impregna el Libro de Buen Amor, La Celestina, el Lazarillo o el mismo Don Quijote. Como uno de los elementos que constituyen este complejo rasgo, el costumbrismo empieza a desarrollarse en España sobre todo en el siglo XVII a causa de las directrices popularizantes que vienen desde el Concilio de Trento y la Contrarreforma y el cierre de fronteras culturales decretado por Felipe II. En el siglo XIX se renueve el interés por la identidad colectiva por medio del nacionalismo y el regionalismo, plasmándose en géneros a propósito como el artículo o cuadro de costumbres, cultivado en la prensa y la novela de costumbres, pero también en el teatro a través del género chico. Mientras aparece como elemento no despreciable en las novelas del realismo, el costumbrismo no realiza un análisis de esos usos y costumbres que relata y por tanto se queda en un mero retrato o reflejo sin opinión de dichas costumbres. La descripción que resulta es conocida como "cuadro de costumbres" si retrata una escena típica, o "artículo de costumbres" si describe con tono humorístico y satírico algún aspecto de la vida. La novela costumbrista debe considerarse como la hermana mayor del cuadro de costumbres. En el naturalismo destaca por sus novelas de ambientación valenciana Vicente Blasco Ibáñez. Otro género literario, el libro de viajes, cultivado tanto por autores nacionales como extranjeros, es también hijo de la curiosidad que siente la época por todo lo relacionado con las costumbres pintorescas. La mejor representante de la novela costumbrista en castellano es una mujer, Cecilia Böhl de Faber (1796-1877) que publicaba bajo el pseudónimo de ´Fernán Caballero´. Sus contemporáneos la llamaban ¨el Walter Scott español ¨ y ¨el Chateaubriand femenino¨, debido a su defensa de la ortodoxia religiosa. La primera novela por la que se hace famosa es ¨La Gaviota¨ (1849), publicada en forma de folletín en El Heraldo, revista liberal. Escribió la novela en francés por pensar que ésta era la lengua más apropiada para una novela, ya que el español era mejor lengua para la lírica y el drama, en su opinión. La acción está situada en plena guerra civil de 1836 y relata la historia del triunfo y la desgracia de una joven pueblerina dotada de una bellísima voz, que logra un éxito rotundo en los escenarios de Madrid y Sevilla y se enamora de un torero que muere en la plaza. Desde una ideología muy conservadora, la escritora planteó la oposición entre Madrid y el latifundio sevillano, favoreciendo los campesinos como defensores de la familia católica. La Gaviota es un mosaico de cuentos, coplas, tradiciones, relaciones, versos, romances, juegos, bailes, oraciones, anécdotas, chistes, cuentecillos, modismos, refranes, recopilados por la autora, y que fue entremetiendo a lo largo de la narración. En total, Cecilia Böhl de Faber escribió siete novelas (cabe mencionar Elia, Clemencia, Lágrimas) con tramas simples y dilatadas, llenas de largas descripciones y comentarios, generalmente moralizadores, ofreciéndonos una visión más bien parcial de la realidad. No es la historia en sí lo que le interesaba a Fernan Caballero, sino lo que la rodea, presentando de tal modo un reflejo de la realidad española sobre todo ante el lector extranjero. Con una observación minuciosa de la vida del campo

andaluz, nos ofreció un ensayo de la vida íntima del pueblo español y con observaciones poetizadas pintó su lenguaje, sus creencias y su tradición. La lectura de Frenán Caballero hoy tiene un valor meramente arqueológico, ayudándonos a reconstruír la primera época del realismo español. Otra escritora de muy diferente talante, que se había dado a conocer primero como poeta, pero que dio una contribución particularmente original a la novela, fue Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873). Su carácter apasionado y temperamental determinó la temática de sus tres grandes novelas, que superan los límites del costumbrismo. La novela Sab (1841) está considerada la primera novela antiesclavista. Trata la historia de un joven esclavo mulato enamorado de una mujer blanca, el tema plenamente hispanoamericano. Sab y las dos protagonistas femeninas possen una sensibilidad exepcional, son ese tipo de almas superiores con las que se identificaron los espiritus romanticos, pero los tres ocupan posiciones inferiores dentro de la sociedad que les rodea. Su siguiente novela Dos mujeres tiene claras influencias de novelas sas de George Sand. Aquí ataca frontalmente la concepción convencional del matrimonio y de tal forma resulta un preludio del tratamiento al adulterio en la novela realista posterior. Esa posición suya provocó muchas críticas del sector tradicionalista. Podemos solo desctacar el hecho de que Marcelino Menéndez Pelayo vetoá su entrada en la Real Academia de la Lengua. El autor más leído de ese período, sin duda, fue Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891) a pesar del hecho de que los críticos le dieran la espalda hasta el final de su vida. La más costumbrista de sus ficciones novelescas es El sombrero de tres picos (1874), estucturada como una comedia, e inspirada en un Romance de la molinera que un pastor le contó al autor. La idea principal reside en el amor reciproco que tienen la pareja de molineros (el tío Lucas y la Seña Frasquita) basado en la confianza y como ésta puede hacerlo fracasar o hacerlo crecer. El autor desribe como vivía entonces la gente. Más tarde publicó novelas de tesis, como El escándalo (1875), El niño de la bola (1880) y La pródiga (1882). Alarcón considera la falta de religiosidad como la causa principal de los fracasos humanos y sociales. Según él, la fabulación no se debe separar de la moralidad. En cuanto al costumbrismo, hay que mencionar también sus libros de viaje: La Alpujarra y Viajes por España con los que se despertó el interés por la geografía española, un tema de mayor importancia entre la Generación del 98. Junto a Caballero y Alarcón, como novelista costumbrista más destacado fue José María de Pereda (1833-1906). Su obra empieza con los cuadros de costumbre, Escenas montañesas y Tipos y paisajes. Se interesa por lo externo a los tipos populares. Al principio, despreció el campo, viéndolo como una vida de barbarie, pero acabo como defensor más convencido de la vida bucólica. Las novelas costumbristas que demuestran en mucho el carácter propio del autor, son: El sabor de la tierruca, Sotileza y Peñas arriba. Emilia Pardo Bazán criticó su excesivo localismo, lo que le hizo escribir Pedro Sánchez, una novela de ambientación madrileña. Cabe mencionar que con Los hombres de pro (1872) Alarcón fue el primer en cultivar la novela de tesis. La tendencia post-romántica de exaltación de lo regional y típico y cierta necesidad de diferenciación nacional, desemboca en la literatura costumbrista. Muchas de las novelas costumbristas de la época no son más que cuentos ensanchados mediante la inclusión de un extenso material descriptivo, pero constituyen un puente a lo que poseerá mayor envergadura en el país: la novela realista.