SEMINARIO REGIONAL DE LA COSTA ATLANTICA “JUAN XXIII” AÑO LITÚRGICO CERGIO BECERRA MARTINEZ II FILOSOFÍA MAYO 18 2011
LA CINCUENTENA PASCUAL Una realidad clara en la vivencia de nuestra fe es la confusión que se ha tenido con respecto a este tiempo, sobre el significado, si es en referencia a Cristo, al Espíritu Santo, o celebración de algunos grupos, o la relación existente con la Resurrección del Señor. Haremos un intento de aclarar el significado de este tiempo y la enseñanza litúrgica y pastoral que hace la Iglesia.
Lo primero que tenemos que decir sobre este tiempo (como muchas fiestas de nuestra fe), es el influjo judío pues esta celebración de cincuenta días, que inicia el día de la Resurrección del Señor, tiene lugar en su celebración de Las Siete Semanas (en griego, Pentecostés) que era la culminación de un tiempo de acción de gracias a Dios por la primera cosecha. También esta fiesta en el contexto judío toma el sentido de renovación de la Alianza en el Sinaí, así tiene dos sentidos: memorial de la Alianza y fiesta agrícola. En tiempos de Jesús se celebraba con estos dos sentidos, pero cuando en el 70 dc destruyen el templo el sentido memorial cobra mayor atención. Pero para los cristianos esta fiesta va tomando el significado de la presencia de Cristo Resucitado. A pesar de esto la catequesis cristiana antigua comenzó a hacer alegorías estableciendo paralelos: cosecha-dones del Espíritu; Moisés-Cristo nuevo Moisés; ley-Espíritu; pero aclaramos que éstas son solo alegorías, esta fiesta tiene sentido original en el cristianismo.
Este sentido original que desarrolla el cristianismo nos lleva a decir que este tiempo se presenta como un período de alegría, ya que desde el siglo II tenemos 1
testimonios escritos en los que se deja ver cómo el día de pascua, igual que el tiempo posterior (no solo un día), eran momentos en que el “esposo estaba presente” (Lc 5,33-35), por tanto el pentecostés era la celebración continua de la presencia del Señor. Esto lo tomamos fundamentalmente del africano Tertuliano del siglo II. De esta etapa del cristianismo vemos también la conexión de aspectos del proceso de glorificación de Cristo: apariciones del Señor a los discípulos después de la resurrección, la ascensión a la gloria del Padre, la donación del Espíritu y su vuelta gloriosa al final de los tiempos. Así, pentecostés es la fiesta de la Iglesia que con gozo celebra la gloria de su Señor.
El gozo por el experimentar la gloria de Cristo invita a celebrar la imagen del Reino de los Cielos, ya que nos encontramos celebrando este tránsito pascual porque estamos, junto con Cristo, proyectándonos y tratando de vivir esa experiencia a la cual tendemos: el Reino de los cielos. Si Cristo ya nos anticipo a la gloria significa que podemos desde ya, con pentecostés, pregustar esa vivencia, así en el siglo IV Eusebio de Cesárea nos habla de “reposo”, de un “descanso”, es una experiencia mística con el Resucitado. Para Orígenes en el siglo III, pentecostés es la experiencia del cristiano que vive glorificado con Cristo y esto es una exigencia permanente, por eso el creyente va al ”cenáculo” para profundizar en la experiencia con el “logos” y participar así con esfuerzo de su gloria.
Encontrándose con Cristo el discípulo contempla que pentecostés es El gran domingo. Desde el mismo siglo II en el que autores como Atanasio de Alejandría y San Irineo (se discute una obra suya respecto a este tema) enseñan que se debe vivir un tiempo de ayuno pero llegada la pascua no se doblan rodillas, no se ayuna solo hay una solemnidad que permanece en los siguientes cincuenta días. Estos cincuenta días tienen relación con el domingo en cuanto pentecostés se convierte en nueva fiesta del día octavo, día de reposo, de descanso, pero para los cristianos esta simbología de los números marca en un mismo día, el domingo, como primero y octavo, es la vida eterna que ilógicamente se extiende durante cincuenta días que no tienen en cuenta la cronología sino que se 2
vive como si fuera el mismo día, día de gozo por la vida futura; de esto tenemos testimonios del siglo IV en san Hilario de Poitiers, San Basilio y San Isidoro de Sevilla, ellos recalcan la alegría de los cincuenta días que se reviste por prácticas de alegría y por tanto la penitencia, el ayuno son impropios de estos o este día.
Si bien hemos hablado de la unidad de este tiempo también es una realidad que en el proceso histórico de la Iglesia se fue dando La disolución de la cincuentena, desde el siglo IV se comienza a esbozar cómo: primero, hay una acentuación del ultimo día, esto se dio porque se le quiso dar realce al último de la cincuentena pero no para instituir una nueva fiesta sino para ver con claridad la presencia del Espíritu Santo o la Ascensión del Señor que coronaban la glorificación del Señor, es el sello. Ya las liturgias orientales destacaban esta celebración y hay un testimonio de Eusebio de Cesárea; es una lectura pneumatóligica y eclesiológica. Ahora hay dos tradiciones sobre la finalización de la cincuentena, una se identifica con la Ascensión del Señor que en la obra Lucana viene a significar la total ruptura con cualquier tipo de esclavitud; y la interpretación que se identifica con la donación del Espíritu Santo como punto de partida del nacimiento de la Iglesia y como su vocación misionera de evangelizar y sembrar el sentido escatológico de la reunión de todos los dispersos en Jerusalén. Segundo, se celebra la fiesta de la Ascensión a los cuarenta días, el Concilio de Elvira del año 300 establece que la pascua debía vivirse hasta el día cincuenta no hasta el cuarenta como ya lo estaban haciendo los hispánicos, pero esta unidad se iba perdiendo de modo que algunos después de celebrar la Ascensión del Señor regresaban a los ayunos, pues “el novio ya no estaba”. Esta interpretación toma una fundamentación historicista de los Hechos e incluso sitúa pentecostés 10 días después de la Ascensión. Esta mentalidad se desarrolló más de tal modo que hacia el siglo V en casi toda la Iglesia se celebraba la Ascensión del Señor de tal modo que rompía la unidad de la cincuentena pascual retomando los ayunos. Tercero, Pentecostés fiesta de la venida del Espíritu Santo, se separa definitivamente pentecostés como una fiesta diferente a la Pascua, pues se ha pasado de tomar el texto glorificador de Juan al histórico de Lucas en el que 3
se resalta que pentecostés tiene fecha y lugar. De este modo se ve en San León y San Agustín una enseñanza sobre pentecostés como una fiesta posterior a la Pascua que ha perdido su unidad. De esta forma pentecostés, es la fiesta del Espíritu Santo y pierde relación con la Pascua. Cuarto, las dos octavas, la octava de Pascua eran los ochos días siguientes a la Pascua en los que los neófitos iban a la Iglesia a recibir unas catequesis sobre los símbolos bautismales, las catequesis mistagógicas, San Agustín predica sobre esta octava. Después cerca del siglo VI aparece la octava de pentecostés, ocho días después de pentecostés
se sigue celebrando los acontecimientos cronológicos, se
malinterpreta la vivencia de los apóstoles y se pierde la unidad de ese misterio.
La Iglesia en su intento de rescatar el misterio de la glorificación del Señor vivido por medio de distintos acontecimientos. Esto nos lleva a analizar el “tiempo pascual” en la nueva liturgia, en la que se ha hecho un intento por devolverle la unidad a este tiempo de tal modo que se ha suprimido la octava de Pascua para mostrar que pentecostés no es más que el sello de la Pascua, es vivir el tiempo pascual como un solo día y pentecostés no es ya el ultimo día sino la sucesión de los mismos cincuenta; se retorna a la unidad: Resurrección, Ascensión, venida del Espíritu Santo. Una fundamentación bíblica debe realizarse tomando a Juan que nos muestra la gloria del Señor, mientras que Lucas en Hechos trata de hacer una catequesis. La lectura de: Hechos de los apóstoles, primera carta de Pedro, primera carta de Juan, Apocalipsis y evangelio de Juan, tratan de situarnos ante la vivencia de las primeras comunidades y de cómo la comunión con Dios nos arroja hacia el futuro, hacia la escatología, la unión definitiva con él. El tiempo Pascual retoma esa finalidad de centrarnos a la gloria de Cristo. La cincuentena pascual no es otra cosa que la celebración de la gloria del Señor, por eso es fundamental vivirla desde su unidad como aspectos de una vida que tiene desarrollo en lo terrenal pero que tiene un fin trascendental. Es la fiesta en la que el hombre descubre que tiene una gloria pero que tiene que esforzarse por alcanzar a su maestro que se fue a prepararle una morada. 4