Definición de Monomanía (De mono- y manía); sust. f. 1. [Psicología] Alienación mental sobre un núcleo central predominante. 2. Preocupación desmedida por un tema. (1 y 2) [Psicología] Concepto psiquiátrico creado por J. E. D. Esquirol, que fue muy usado en la psicología de principios del siglo XIX para designar cualquier tipo de delirio parcial, ciertos trastornos neuróticos (véase neurosis) y las conductas delictivas y criminales en general. A finales del siglo XIX, el término “monomanía” quedó obsoleto. Esquirol caracterizó la monomanía como un trastorno intelectual, delirante, que se limita a un sólo objeto o a un pequeño número de ideas, y lo aisló así de la melancolía que había descrito su maestro P. Pinel. Los enfermos de monomanía, según Esquirol, razonan de un modo lógico pero a partir de premisas falsas, hasta extraer consecuencias que, aunque legítimas por deducción lógica, son infundadas en su origen y modifican sus afecciones y los actos de su voluntad. Al margen de la monomanía, los afectados por este trastorno sienten, razonan y actúan dentro de la normalidad. No obstante, la monomanía implica “ilusiones, alucinaciones, asociaciones viciosas de ideas, convicciones falsas, erróneas, extrañas, [que] constituyen la base de este delirio que yo [Esquirol] quisiera llamar monomanía intelectual”. Además de esta forma delirante de la monomanía, que como se ha visto él llama “intelectual”, Esquirol diferencia también las llamadas “monomanías afectivas”, equivalentes a las llamadas por Pinel “manías sin delirio”. Las monomanías afectivas se caracterizan por no implicar alteración sensible alguna de las funciones de comprensión, percepción, juicio o memoria, y afectar exclusivamente a las funciones afectivas, de forma que las afecciones y carácter de los sujetos afectados están “pervertidos” a pesar de que dan explicaciones muy bien razonadas que justifican el estado actual de sus sentimientos y la rareza de su conducta. Otro tipo de monomanía es la que Esquirol llama “monomanía instintiva”, en la cual se produce una perturbación de la voluntad que provoca conductas delictivas y criminales calificadas de “involuntarias, instintivas, irresistibles…”. Dentro de este último tipo de monomanía se incluye una
clase particularmente grave: la “monomanía homicida”, que en la opinión de Esquirol debería justificar desde un punto de vista médico la irresponsabilidad penal de un gran número de criminales. A partir de 1850, la teoría de la monomanía empezó a perder fuerza, en parte como consecuencia de las críticas elaboradas por J. P. Falret, hasta descartarse completamente y sustituirse su cuadro confuso por una clasificación más detallada de los principales delirios crónicos y de la neurosis obsesiva.
'Los Anormales': Curso de Foucault en el Collège de : El Monstruo. En Los Anormales curso dictado en el Collège de entre enero y marzo de 1975, Michel Foucault prolonga los análisis en torno a las relaciones entre el saber y el poder – tal como aparecerá en sus investigaciones sobre el origen y la naturaleza de la Institución psiquiatríca: poder disciplinario, poder de normalización, bio-poder. A partir de múltiples fuentes teológicas, jurídicas y médicas, Foucault enfoca el problema de esos individuos 'peligrosos' a quienes, en el siglo XIX, se denomina 'anormales'. Define sus tres figuras principales: los monstruos, que hacen referencia a las leyes de la naturaleza y las normas de la sociedad, los incorregibles, de quienes se encargan los nuevos dispositivos de domesticación del cuerpo, y los onanistas, que dan pábulo, desde el siglo XVIII, a una campaña orientada al disciplinamiento de la familia moderna. Los análisis de Foucault toman como punto de partida las pericias médico legales que aún se practicaban en la década de 1950. Esboza a continuación una arqueología del instinto y el deseo, a partir de las técnicas de la revelación en la confesión y la dirección de conciencia. Plantea de ese modo las premisas históricas y teóricas de trabajos que retomará, modificará y reelaborará en su enseñanza en el Collège de y en las obras ulteriores. Este curso representa, por lo tanto, un elemento esencial para seguir las investigaciones de Foucault en su formación, sus prolongaciones y sus desarrollos11. Trátese de la
locura, la clínica o el encierro, todo ello participa de una ecología epocal que posee su lengua propia. La constitución de un campo histórico-político se enfrenta al estilo de la trascendencia. Y ya que esta trascendencia plantea la elaboración sistemática de una teorética específica, la anormalidad no es tanto la medida de un movimiento institucional (médico o jurídico) cuanto un signo indiscutible de su desborde. La primera de las figuras de lo que Foucault llama el monstruo humano es el que trasgrede la ley. El monstruo humano, vieja noción cuyo marco de referencia es la ley; pero en sentido amplio, porque no sólo se trata de las leyes jurídicas, sino también de las leyes de la naturaleza; el campo de aparición del monstruo es así un dominio jurídico biológico.12 Un juego y un deslinde nunca controlado ni demarcado del todo, entre la excepción de naturaleza y la infracción al derecho. Éstas dejan de superponerse sin dejar de actuar una con respecto a la otra. La distancia natural con respecto a la naturaleza modifica los efectos jurídicos de la transgresión y, sin embargo, no los borra por completo; no remite lisa y llanamente a la ley, pero tampoco la suspende; la entrampa y suscita efectos, desencadena mecanismos, exige instituciones parajudiciales y marginalmente médicas. Pudo estudiarse en ese sentido la evolución de la pericia médica legal en materia penal, desde el acto monstruosoproblematizado a comienzos del siglo XIX (con los casos Cornier, Léger y Papavoine) hasta la aparición de la noción de individuo peligroso a la que es imposible atribuir un sentido médico o un status jurídico, no obstante lo cual es la noción fundamental de las pericias contemporáneas13. La noción de monstruo es así –en principio– esencialmente una noción jurídica; jurídica en el sentido amplio del término, claro está, porque lo que define al monstruo es el hecho de que, en su existencia y su forma, no sólo viola el pacto cívico, sino también de las leyes de la naturaleza-. Es, en un doble registro, infracción a las leyes en su misma existencia. El campo de aparición del monstruo, por lo tanto, es un dominio al que puede calificarse de jurídico, biológico y plástico. Por otra parte, el monstruo aparece en este espacio como un
fenómeno extremo, límite, el punto de derrumbe de la ley y, al mismo tiempo, de la salud y lo natural. El monstruo es así excepcional, precisamente por su rareza, por su carácter de curiosidad de feria; lo que hace que un ser humano sea un monstruo no es sólo la excepción que representan en relación a la forma de la especie, sino el problema que plantea a las regularidades jurídicas (se trate de las leyes del matrimonio, de los cánones de bautismo o de las reglas de la sucesión). El monstruo humano combina lo imposible y lo prohibido . Así en esta genealogía de lo anormal va a hacer su aparición la figura del individuo "peligroso" –al cual es imposible darle un sentido médico o un estatuto jurídico- y que no obstante es la noción fundamental de los peritajes contemporáneos. Al plantear hoy a la medicina la pregunta en sí misma insensata: ¿es peligroso este individuo? (pregunta que contradice un derecho penal fundado en la sola condena de los actos y postula una relación de implicación mutua y de naturaleza entre enfermedad e infracción), los tribunales están prolongando –a través de transformaciones que se trata de analizarlos equívocos de los viejos monstruos seculares. Cada una a su turno, las figuras del ser a medias hombre y a medias bestia (valoradas sobre todo en la Edad Media), de las individualidades dobles (valoradas sobre todo en el Renacimiento) y de los hermafroditas (que plantearon tantos problemas en los siglos XVII y XVIII) representaron esa doble infracción; lo que hace que un monstruo humano sea monstruo no es únicamente la excepción con respecto a la forma de la especie, es el trastorno que acarrea a las regularidades jurídicas (ya se trate de las leyes del matrimonio, los cánones del bautismo o las reglas de la sucesión). El monstruo humano combina lo imposible y lo prohibido. Hay que estudiar en esta perspectiva los grandes procesos de hermafroditas en que se enfrentaron juristas y médicos, desde el caso de Rouen (principios del siglo XVII) hasta el proceso de Anne Grandjean (a mediados del siglo siguiente), y también obras como la Embryologie sacré14 de Cangiamila, publicada y traducida en el siglo XVIII.
A partir de allí se puede comprender una serie de equívocos que seguirán frecuentando el análisis y el status del hombre anormal, aun cuando éste haya rebajado y confiscado los rasgos del monstruo. En la primera fila de esos equívoco, un juego nunca controlado del todo, entre la excepción de naturaleza y la infracción al derecho. Éstas dejan de superponerse sin dejar de actuar una con respecto a la otra. La distancia natural con respecto a la naturaleza modifica los efectos jurídicos de la transgresión y, sin embargo, no los borra por completo; no remite lisa y llanamente a la ley, pero tampoco la suspende; la entrampa y suscita efectos, desencadena mecanismos, exige instituciones parajudiciales y marginalmente médicas. Pudo estudiarse en ese sentido la evolución de la pericia médica legal en materia penal, desde el acto monstruoso problematizado a comienzos del siglo XIX (con los casos Cornier, Léger y Papavoine) hasta la aparición de la noción de individuo peligroso a la que es imposible atribuir un sentido médico o un status jurídico, no obstante lo cual es la noción fundamental de las pericias contemporáneas. Al hacer hoy al médico la pregunta verdaderamente insensata: ¿este individuo es peligroso? (pregunta que contradice un derecho penal fundado en la exclusiva condena de los actos y postula una pertenencia de naturaleza entre enfermedad e infracción), los tribunales prolongan, a través de las transformaciones que se trata de analizar, los equívocos de los viejos monstruos seculares. El monstruo es la excepción por definición; el individuo a corregir es un fenómeno corriente. Tan corriente que presenta -y ésa es su primera paradoja- la característica de ser, en cierto modo, regular en su irregularidad. Por consiguiente, a partir de ahí también van a desplegarse toda una serie de equívocos. En primer lugar, esto: en la medida en que el individuo a corregir es muy frecuente, en la medida en que está inmediatamente próximo a la regla, siempre va a ser muy difícil determinarlo. Está tan exactamente en el límite de la indecidibilidad que difícilmente se podrá demostrar efectivamente que el individuo es incorregible. Primer equívoco. Otro equívoco es que, en el fondo, la persona que hay que corregir se presenta en ese carácter en la medida en que fracasaron todas las
técnicas, todos los procedimientos, todas las inversiones conocidas y familiares de domesticación mediante los cuales se pudo intentar corregirla. Lo que define al individuo a corregir, por lo tanto, es que es incorregible. Y sin embargo, paradójicamente, el incorregible, en la medida misma en que lo es, exige en torno de sí cierta cantidad de intervenciones específicas, de sobreintervenciones con respecto a las técnicas conocidas y familiares de domesticación y corrección, es decir, una nueva tecnología de recuperación, de sobrecorrección. De manera que alrededor de este individuo a corregir, vemos dibujarse una especie de juego entre la incorregibilidad y la corregibilidad. Se esboza un eje de la corregible incorregibilidad, donde más adelante, en el siglo XIX, vamos a encontrar precisamente al individuo anormal. Ese eje va a servir de soporte a todas las instituciones específicas para anormales, que se desarrollarán en el siglo XIX. Monstruo empalidecido y trivializado, el anormal de ese siglo es igualmente un incorregible, un incorregible a quien se va a poner en medio de un aparato de corrección. Ése es el segundo antepasado del anormal del siglo XIX . El monstruo es, en el fondo, la casuística necesaria que el desorden de la naturaleza exige en el derecho. Así se dirá que el monstruo el ser en quien leemos la mezcla de dos reinos, porque, por una parte, cuando podemos leer, en un único y mismo individuo, la presencia del animal y la de la especie humana, y buscamos la causa, ¿a qué se nos remite? A una infracción del derecho humano y el derecho divino, es decir, a la fornicación, en los progenitores, entre un individuo de la especie humana y un animal
6.- El individuo a corregir: El incorregible, la 'interdicción' y el 'encierro'. El individuo a corregir. Es un personaje más reciente que el monstruo. Es menos correlativo a los imperativos de la ley y de las formas canónicas de la naturaleza que a las técnicas de encauzamiento con sus exigencias propias. La aparición del 'incorregible' es
contemporánea a la puesta en práctica de las técnicas de disciplina a la que se asiste durante los siglos XVII y XVIII en el ejército, las escuelas, los talleres, e incluso, un poco más tarde, en las familias mismas. Los nuevos procedimientos de encauzamiento (dressage) del cuerpo, del comportamiento, de las aptitudes, abren el problema de aquellos que escapan a esta normatividad que ya no es la soberanía de la ley. La 'interdicción' constituía la medida judicial por la cual un individuo era, al menos parcialmente, descalificado como sujeto de derechos . Este marco jurídico y negativo será en parte colmado, en parte reemplazado, por un conjunto de técnicas y de procedimientos con los cuales se intentará encauzar (dresser) a aquellos que se resisten al encauzamiento y corregir a los incorregibles. El "encierro", aplicado a gran escala a partir del siglo XVII, puede aparecer como una especie de fórmula intermedia entre el procedimiento negativo de la interdicción judicial y los procedimientos positivos de encauzamiento (redressement). El encierro excluye de hecho y funciona fuera de la ley, pero se da como justificación la necesidad de corregir, de mejorar, de conducir al arrepentimiento, de producir el retorno de los 'buenos sentimientos'. A partir de esta forma confusa, pero históricamente decisiva, es preciso estudiar la aparición con fechas históricas precisas de las diferentes instituciones de encauzamiento y de las categorías de individuos a las cuales están dirigidas. Nacimientos técnico-institucionales de la ceguera, de los sordomudos, de los imbéciles, de los retardados, los nerviosos, los desequilibrados. Monstruo banalizado y pálido, el anormal del siglo XIX es también un descendiente de esos incorregibles que han aparecido en los márgenes de las técnicas modernas de 'encauzamiento'. El individuo a corregir es un personaje más reciente que el monstruo. Así, según Foucault, el incorregible surge luego del monstruo, tras la introducción de técnicas disciplinarias como las del ejército, las escuelas y lugares de trabajo, así como los
procesos de domesticación del cuerpo y del comportamiento. Entra el asunto de la prohibición, como método de descalificación del individuo, para luego desatarse sin medida en la práctica del encierro. Es por esta razón que no queda claro en qué momento la locura y los problemas judiciales del comportamiento forman un solo sistema a corregir. En Historia de la locura en la época clásica se trata el tema de la locura aparte del de la incorrección, pero en este caso la aparición en la escena del loco (en el sentido moderno) se da cuando los antiguos males (como la lepra) tienden a desaparecer a medida que se desarrollan formas médicas y sanitarias que tienden a mejorar el ambiente de vida en la Europa del s. XVI, reforzándose esta imagen de la locura como enfermedad mental y biológica en situaciones como la del psiquiatra Pinel, quien libera a los asilados del auspicio de parís, con el fin de hacer la vida de los locos un poco más útil para los demás. (Poniéndolos a trabajar, además le servía para estudiar sus grados de locura como cita Foucault sobre Pinel) En esta ocasión el punto de ruptura lo constituye la famosa 'liberación' del doctor Pinel a mediados del s. XVIII, pero por supuesto sobre la fastuosa escena del gran encierro de los locos en el s. XVII.
7.- Relaciones entre arte, locura y psiquiatría. El Outsider Art : Pinel, Esquirol y Prinzhorn. Desde el inicio de la psiquiatría clínica en la época de Pinel, se han desarrollado intentos empíricos para definir la psicosis y su correlato esencial, el delirio15. El estudio sistemático del delirio se inicia, en nuestra cultura, en 1800, con Pinel y Esquirol16. En los primeros decenios del siglo XX se va a producir un aumento considerable del interés por muy diversas formas artísticas (el arte de los niños, el arte psicótico, el arte de los pueblos primitivos)entendidas como marginales; esta preocupación por conocer aspectos hasta entonces casi desdeñados se debe enmarcar en la evolución global de la
sociedad europea: pensemos en elementos como los graves acontecimientos políticos, el desarrollo de las ciencias o los avances de la antropología y la psiquiatría17. Estas circunstancias van a encontrar un punto de inflexión muy importante en el estallido, en 1914 , de la Primera Guerra Mundial. El shock provocado por este drama colectivo y la angustia que desencadena transforman, bruscamente, la sensibilidad europea; la locura deviene total y universal . Es en este contexto donde el doctor Walter Mongenthaler expresó la idea según la cual la enfermedad mental (en la medida que destruye ciertas estructuras inhibidoras de la personalidad) puede favorecer la eclosión de fuerzas expresivas habitualmente rechazadas. Paralelamente, y maravillado por la obra de un enfermo psicótico llamado Adolf Wölfli decide consagrarle una monografía que se publica en 192218. Ese mismo año Hans 19 20 Prinzhorn escribió Expresiones de la locura , libro que tendría una gran repercusión entre los surrealistas y dadaístas, y que se sustenta en el estudio de más de cinco mil obras artísticas recogidas en diferentes manicomios de Alemania y Suiza.
Adolfo Vásquez Rocca PhD. Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, mención Filosofía Contemporánea y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. Profesor de la Escuela de Periodismo, Profesor Adjunto Escuela de Psicología y de la Facultad de Arquitectura UNAB Santiago. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Consejo Editorial Internacional de Revista Praxis – Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional UNA, Costa Rica. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande
do Sul, Brasil y del Cuerpo Editorial de Sophia –Revista de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador–. –Secretario Ejecutivo de Revista Philosophica PUCV. – Asesor Consultivo de Enfocarte –Revista de Arte y Literatura– Cataluña / Gijón, Asturias, España. –Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Reflexiones Marginales' –Revista de la Facultad de Filosofía y Letras UNAM. –Miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) con sede en Bruselas, Bélgica. Director deRevista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo Theoria – Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008. Invitado especial a la International Conference de la Trienal de Arquitectura de Lisboa | Lisbon Architecture Triennale
2011
BIBLIOGRAFÍA - FOUCAULT, Michel, La arqueología del saber, Ed. Siglo XXI - FOUCAULT, Michel, Tecnologías del yo, Ed. Paidós - FOUCAULT, Michel, Entre filosofía y literatura, Ed. Paidós - FOUCAULT, Michel, Estrategias de poder, Ed. Paidós - FOUCAULT, Michel, Estética, Ética y Hermenéutica, Ed. Paidós - FOUCAULT, Michel y DELEUZE, Gilles, Theatrum Philosophicum & Repetición y diferencia, Ed. Anagrama - FOUCAULT, Michel, Historia da Locura en la Edad Clásica , SP: Perspectiva, 1978. - FOUCAULT, Michel, Nacimiento de la Clínica, SP: Forense, 1963. - FOUCAULT, Michel, La Verdad y las Formas Jurídicas , RJ: PUC/RJ, Depto de Letras. - FOUCAULT, Michel, Historia de la Sexualidad; La Voluntad de Saber , Vol. I, RJ: Graal, 1977 - FOUCAULT, Michel, Historia de la Sexualidad 'El Uso de los Placeres' , Vol. II RJ: Graal, 1984 - FOUCAULT, Michel, Vigilar y Castigar , RJ: Vozes - FOUCAULT, Michel, Resumen de los Cursos Del Colegio de Francia (1970-1982). - FOUCAULT, Michel, Theatrum philosophicum: Critique 282 (1970) 888.
Fecha de recepción: mayo de 2011
Fecha de aceptación junio de 2011
1Este Artículo forma parte del Proyecto de Investigación N° DI-08-11/JM – UNAB Desarrollado por el Dr. Adolfo Vásquez Rocc