Fetichismo 655z14

PRÁCTICAS SEXUALES JUVENILES

EL FETICHISMO SEXUAL EN LOS UNIVERSITARIOS Lilia Helena Fernández Pérez1 y Krizia Paulina Hernández Pimentel2

RESUMEN En el presente trabajo se presenta la investigación realizada dentro de un grupo focal sobre el fetichismo y su inherencia única a la sexualidad humana, el objetivo principal es demostrar que el fetichismo es una práctica muy común la cual por vergüenza o miedo es poco comentada o reconocida por quienes la practican a personas con gustos sexuales diferentes, de igual manera se pretende demostrar que hay una carencia de educación sexual ya que varias de las integrantes tenían un fetiche o alguna inclinación de tipo fetichista y no lo sabían. PALABRAS CLAVE: Fetiche, fetichismo, sexualidad.

ABSTRACT The present work presents an investigation realized within a focal group about fetishism and how its unique and inherent to the human sexuality, the main target is to proof that fetishism is a very common practice, which because of shame or fear is not very spoken of or recognized by those whom practice it with other people with different sexual tastes, in the same way it pretends to proof that there is a lack of sexual education because some of the of the focal group had some kind of fetish or a sexual inclination with a fetish type and they did not know it. KEY WORDS: Fetish, fetishism, sexuality.

Introducción

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Estudiante de 8º semestre de la Licenciatura en Psicología en la Universidad del Valle de México, Campus Veracruz. Correo electrónico: [email protected].

La sexualidad humana es tan diversa y extensa como la creatividad de las personas, dentro de esta diversidad se encuentran los fetiches, un tema tabú, muy discriminado por las sociedades independientemente de la cultura a nivel mundial por tratarse de algo que relaciona placer sexual con cosas o situaciones fuera de lo común o de aquello que es considerado socialmente aceptable hablando en el ámbito sexual. Un fetiche se da cuando una persona solo puede alcanzar el placer y la excitación sexual a través del uso de un objeto o por medio de una situación específica, independientemente de si hay o no coito o estimulación de cualquiera de los órganos sexuales. Cualquier persona puede tener un fetiche o tendencias fetichistas, ya que su definición es tan amplia que abarca cualquier tipo de conducta “anómala” o cualquier comportamiento diferente al preestablecido por las reglas convencionales del sexo, en especial porque le resta importancia al coito y la deposita en algún objeto o situación. Los fetiches sexuales se pueden dar tanto en hombres como en mujeres y, si bien pueden descubrirse o desarrollarse a cualquier edad, por lo general comienzan durante la adolescencia. Los fetiches son considerados como desviaciones sexuales vistas por muchos como algo tenebroso y que va en contra de las normas eclesiásticas; en realidad mientras no se convierta en un trastorno es simplemente una expresión más de la sexualidad humana. La palabra fetiche surgió a finales de 1800; proviene de la palabra portuguesa “feitiço”, que significa fascinación obsesiva. Un fetiche sólo es considerado un trastorno cuando la fijación sexual se vuelve patológica por que interfiere con la vida cotidiana de la persona, impidiéndole llevar su vida de manera normal porque toda su atención está centrada en el punto que le causa la excitación sexual

METODOLOGÍA Para la presente investigación se utilizó la técnica del grupo focal; este estuvo conformado por una muestra homogénea de 6 participantes a quienes, para proteger su anonimato conforme a lo acordado al proponerles tomar parte en el estudio, se han dato los nombres de María, Ana, Juana, Luisa, Andrea y Karla, todas ellas estudiantes de la Licenciatura en Psicología, alumnas de 8o. semestre, con un nivel socioeconómico medio-alto y de entre 22 y 23 años de edad. Si bien la memoria siempre es un elemento clave no se podía fiarle tanta información sobre todo por la cuestión de los detalles por lo cual se recurrió a más herramientas para la recopilación de datos, se utilizó una grabadora de audio para grabar todos los comentarios de las participantes y las moderadoras se turnaron para hacer notas de campo (mientras una preguntaba la otra escribía y viceversa).

RESULTADOS

Es importante comenzar estableciendo que no todas las participantes tenían clara la definición de la palabra fetiche, por lo que hubo conmoción al hacer la primera pregunta: “¿Qué es un fetiche?”, ya que, si bien todas concordaban en que es una cuestión de excitación, algunas referían que podía ser una cuestión de excitación sexual y otras mencionaban que podía ser algo emocional incluso. María afirmó que “yo siempre pensé que era algo de excitación sexual pero ahora estoy confundida porque una maestra nos dijo que también podía ser de otras cosas”, por lo que una de las moderadoras les explico que un fetiche es una cuestión relacionada con la sexualidad en la cual, si la persona que tiene el fetiche con un determinado objeto o parte del cuerpo no tiene eso, simplemente no logra excitarse. La definición oficial dada por el DSM-V es la de aquello que “consiste en la dependencia de algún objeto inerte como estímulo para la excitación y la gratificación sexuales”3, añadiéndose que muchos fetiches son extensiones del cuerpo humano, tales como artículos de ropa o calzado, mientras que otros objetos frecuentes se caracterizan por alguna textura particular como la goma, el plástico o el cuero. Además es de comentar que la importancia de los fetiches varía según el individuo: en algunos casos sirven simplemente como refuerzo de la excitación sexual conseguida por medios ordinarios (por ejemplo, haciendo que la pareja lleve una determinada vestimenta). Se pudo observar que el tema, a pesar de ser bastante controversial y satanizado, al grado de que mucha gente se rehúsa a hablar, lejos de ocasionar respuestas de tipo tabú, causó mucha curiosidad, provocando respuestas abiertas, honestas y en muchas ocasiones elocuentes y divertidas. Al preguntar a las informantes si conocían a personas con algún fetiche, Juana dijo que ella no solo conocía sino que había estado sexualmente con dos personas fetichistas, una de ellas con el fetiche de ahorcar. Reconoció que esta cuestión, si bien no la excitaba, tampoco le desagradaba en la cama (con excepción de la primera vez que lo hizo, ya que no le avisó y ella se asustó); sin embargo, de manera curiosa, fue el mismo fetiche el que la llevó a terminar la relación, ya que el individuo era bastante agresivo y consumía algunas “cosas”, mayormente para hacer ejercicio, y tenía problemas para controlar su ira. Ella contó que “una de las razones por que nos dejamos de ver fue en parte porque él es de personalidad agresiva y él tiene problemas de la ira; entonces se enojaba y aventaba en teléfono y así, rompió mil teléfonos porque se enojaba, me gritaba…”. Todo eso la hizo replantearse su vida sexual, ya que le dio miedo que, en un arranque de enojo, mientras tenían sexo la ahorcara. Expresó que se puso a reflexionar sobre “y si después un día viene enojado y me ahorca y yo me quedo y me mata y ¿qué hago?”; por eso mejor decidió terminar con la relación, aunado a que “él aparte es muy fuerte y toma esteroides”, lo cual le provocaba mayor temor.

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ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (2010): Guía de bolsillo de la clasificación CIE 10, México, Editorial Panamericana, p. 77.

El otro individuo fetichista con el cual también tuvo intimidad tenía un fetiche por las mujeres gordas. La participante tenía unos kilos de más cuando se encontraba con él, por lo que el sujeto se mantenía contento. Sostiene que su cuerpo de entonces a él “le encantaba; tenía como una obsesión con mis nalgas y mi panza”. En esta ocasión la razón por la que terminaron nuevamente tuvo que ver con el fetiche sexual del sujeto: él se enojó cuando ella comenzó a bajar de peso; le reclamó y le dijo que volviera a subir, por lo que ella se molestó y terminó la relación, aparte de que, para rematar y aunque no entraba dentro de la categoría de fetiche, al tipo también le gustaba que le hablara como bebé en la cama. Después la participante itió que “tengo gente muy rara en mi vida”. Sin tenerlo como objetivo del grupo focal, a raíz de la experiencia relatada por la informante con el “ahorcador” y su relación con los esteroides, surgió el ahora aparente mito de que esos suplementos/medicamentos causan problemas de erección después de usarlos mucho tiempo, lo que Ana rebatió asegurando que “eso no es en todas las personas, porque yo estuve con una persona que tomaba ese tipo de cosas y la verdad…”, terminando la frase con tal gesto de placer y satisfacción que no hizo falta decir más. Rápidamente varias compañeras del focus group argumentaron que los resultados negativos quizá no se vean a corto plazo, pero que el problema de erección “es a la larga” y sobre todo si el hombre consume las sustancias “en abuso”. Laura, insistente, dijo que los efectos negativos son “a la larga; por eso a los cuarenta años a lo mejor ya va a estar...”. No pudo terminar de hablar porque otra participante comentó que ella había leído algo similar cuando investigo sobre el tema; y fue en ese momento cuando se obtuvo otra revelación no planeada ni buscada: Ana ha mantenido relaciones sexuales con un hombre mayor que entra en la categoría de “cuarentón” y que usa esteroides. Todo eso quedó sobre la mesa con un sutil “Por eso te estoy diciendo; a la larga no afecta”. Después de varias risas, concluyó asegurando que “tienes que verlo para poder creerlo…”. La sorpresa fue general dentro del grupo. Sin entrar mucho en detalles ya fuera por falta de tiempo o para intentar mantener un cierto nivel de discreción, María, que había comentado que investigó al respecto añadió que “dicen que sí les da, pero por mucho; o sea, realmente ha habido gente de 70 años que tiene hijos. Estas personas, al cumplir esa edad, ya no pueden; y, al contrario, hay gente de 70 años que a lo mejor no van a tener la fuerza física ni nada por el estilo; pero… o sea, tienen erecciones, le sigue excitando. En cambio esta gente [refiriéndose a los que consumen esteroides] aunque quieran ya no pueden tener erecciones…”. Por lo tanto, y en breve conclusión sobre esta primera parte de la discusión, se descubrieron dos cosas: Ana ha tenido sexo con un hombre mayor y al parecer fue muy satisfactorio y el tomar esteroides probablemente afecte al hombre alrededor de los 70 años, ya que, como “practica de campo” se ha comprobado que al menos en al sujeto “prueba” no le afectó ya entrado en la década de los 40.

Volviendo al tema del fetichismo, Juana que tuvo dos parejas sexuales fetichistas, también comento que una amiga había estado sexualmente con un tipo que tiene un fetiche con los pies y que, desde que se enteró, ya no puede verlo igual. Compartió que “ella le mandaba fotos de sus pies por que él se las pedía… [esto ocasionó carcajadas de las otras participantes]. Así de cabrón, así de cabrón y… O sea, de hecho le preguntó si podía… así, en el sexting, si podía terminar en sus pies, que era una de sus fantasías…”. Las caras de las participantes denotaban sorpresa y hasta shock; parece que no podían creer que este tipo de cosas existan en la vida real. Un poco más adelante se descubrió que ese individuo tenía novia a la par que estaba sexualmente con la amiga de Juana; y la novia “subía muchas fotos a Facebook de sus pies”. Eventualmente la amiga y él terminaron de tener sexo casual, aunque el individuo es descrito como egoísta en la cama, ya que le gustaba que “lo masturbara con los pies, un footjob y pues obviamente mi amiga estaba así de esto…”, sintiéndose desplazada en una relación inequitativa porque ella pensaba que “para mí no me hace nada…”. Juana reconoció que, después de que se enteró de eso, al sujeto “ya no lo puedo ver igual”. Si bien sólo Juana itió haber tenido relaciones sexuales fetichistas directas, Karla dijo no conocer directamente a la persona con el fetiche; pero que una compañera del trabajo, precisamente ese mismo día, le había comentado que “al esposo de una amiga de ella le gustaba oler los calzones de ella” (de su esposa), a lo que otra chica reconoció que “también he escuchado de muchos que les gusta eso”. Por otros breves comentarios se llegó a la conclusión colectiva de que el fetichismo con oler los calzones usados de la pareja es relativamente común. María tenía duda sobre si el comportamiento de unos conocidos suyos podría o no entrar dentro de la categoría del fetiche sexual, ya que “antes de tener relaciones con el chavo se tienen que golpear”. Para aclarar a qué se refería, contó que si la pareja en cuestión está en un antro u otro lugar público, no es nada raro que comiencen a pelear; lo que a ella le parece extraño es que, después de golpearse (porque llegan a la agresión física), prácticamente corran a tener relaciones. Y, peor aún, María sostiene, refiriéndose a su amiga, que “a ella le encanta demasiado eso”. Algunos comentarios de las otras participantes parecen justificar, implícitamente, que si es a la chica a la que le gustan los golpes, la cosa estaba bien; pero si era a él, entonces no, quizá suponiendo que, si el varón es aficionado a golpear, puede llegar a ser demasiado agresivo con su compañera, causándole daños más graves de los que una mujer podría provocarle a un hombre al que golpeara para excitarlo sexualmente. Cuando se les pregunto a las informantes su opinión al respecto de las personas que tienen un fetiche sexual, la opinión en general fue de duda, algo así como “Pues no sé… Yo a este de los pies ya no lo puedo ver igual…” Pero Luisa, entrando más en el concepto científico, señaló que “obviamente sabemos que es una enfermedad lo que tienen”, dando a entender que el fetichismo, si se

encuentra comprendido en la catalogación del DSM, es porque es considerado un trastorno. Esta joven no descalifica ni critica a los fetichistas; de hecho, añadió que “si le sirve y no llegan al grado del conocido de Juana, que pues, por ejemplo, va a estar con una pareja y realmente él nada más va a ser el que obtenga placer…”, para ella está bien que cada persona asuma su sexualidad en la vertiente que mejor le parezca. Las participantes llegaron rápidamente al consenso sobre que, en el sexo, ambas partes tienen que obtener placer, haya o no haya un fetiche involucrado; por lo tanto, se llega a la conclusión de que el sujeto con el fetiche de los pies, aparte de ser fetichista e infiel, es un egoísta en la cama. Tener un fetiche y ser egoísta en la cama no son sinónimos; o, al menos, así lo expresó Juana, que itió haber tenido parejas con dichas tendencias “con los que yo he estado, como el ahorcador, el que ahorcaba… Él no era egoísta; era bueno en lo que hacía y por algo pues…yo lo seguía viendo y así…” Cuando se les pregunto a las jóvenes si saldrían con una persona que tuviese un fetiche, sabiendo de antemano que lo tiene, todas las participantes contestaron que sí, aunque dependiendo de cual fuera el fetiche en cuestión, de lo que se desprende que ciertas prácticas fetichistas, como la fijación con los pies, con el peso, etc., pueden ser itidas por las informantes como “normales”, mientras que otras más raras, como envolver a alguien con plástico adhesivo o usar pañales, son demasiado extremas para ellas y no les gustaría tener o íntimo con alguien que las practicara. Algunas de las chicas expresaron que nunca han estado con alguien que tenga un fetiche sexual; Karla comentó que es algo que no ha experimentado, pero que le llama la atención. Reconoció que “la verdad si lo haría, pero donde el vato diga que ‘te voy a cachetear’ o ‘te voy a ahorcar’, ahí sí la neta no, zafo… Pero pos no sé… Podre intentarlo; ya si no me gusta, pos me da igual… Pero si me gusta, pos…” Luisa, por su parte, comenzó a relatar la experiencia con su novio, afirmando que lo que él practica con ella “no es fetiche porque realmente no es como que se necesite eso, ¿ajá?... Pero ocasionalmente, bastante, ¿eh?... No sé, me ahorca como a Juana, pero pos leve, ¿no? No así como morada, y jalarme el cabello y así como que pegarme; pero… o sea, que yo sienta, que me duela…”. Reconoció igualmente que esa práctica, si bien no era necesario para que se excitaran y obtuvieran placer sexual, era algo ya implícito en sus relaciones sexuales, al grado de que “me ha pasado que, si no lo hace, de repente se lo pido…”. Las participantes afirmaron que eso es normal y que todas han pasado por ahí; sin embargo, una dejó claro que para ella es bastante importante sentir dolor “en algún momento tengo que sentir que dejo de respirar (para alcanzar el orgasmo); pero no así de ahhh, pero sí tantito…Igual y para mí es diferente porque yo no puedo respirar igual que ustedes, tengo asma; entonces para mí con poquito ya es mucho…”. María, intentando salir en su defensa (como si el necesitar la falta de aire momentánea fuera algo aberrante), rápidamente mencionó que el permitir que alguien le haga eso a una chica también es un símbolo de confianza porque puede significar que esta muchacha y su novio ya llevan muchos años juntos.

Juana (la participante que tuvo dos parejas fetichistas) se sintió un poco identificada con esa experiencia, ya que ella tuvo una similar recientemente con una pareja sexual a la cual ve ocasionalmente y a quien se refiere como “sujeto B”. Este individuo no tiene un fetiche, aunque a veces le gusta ahorcarla durante el sexo (no es el mismo individuo que el “ahorcador”) Sobre él, Juana dice que “el sujeto B, que sigue ahí, que no lo voy a soltar… o sea, a él también le gusta ahorcar”, comentando que el sábado anterior al focus group estaba con el sujeto en cuestión y éste se emocionó demasiado, al grado de que “me agarró de una manera que me apretó aquí [señalo su tráquea]; entonces sentí así como ¡ihhhhh! [dramatizó brevemente que se ahogaba]… Y nunca me había pasado y sí, o sea, no lo empujé, pero sí lo agarré porque me espanté…”. Esta informante reconoce que, si bien sólo ha experimentado en una ocasión la falta de oxígeno y fue por accidente –según ella-, es algo que no le gustó, le dio miedo y no quisiera repetir; pero Ana, que ha llegado al punto en que lo necesita para poder tener un orgasmo, compartió que “al principio si me daba temor, pero ya después experimenté al punto hasta donde más podía llegar…” . Parece ser que a las jóvenes no les molesta sentir que les aprietan el cuello, siempre y cuando no les corten la respiración. Los fetiches que las participantes encuentran sexualmente aceptables son: el de dar nalgadas, aunque nada intenso ni con objetos, sólo con la mano; el del cabello y el de ahorcar, pero dependiendo de la intensidad. A las tres participantes que no habían compartido ningún tipo de experiencia suya de corte fetichista, se les exhortó a que confesaran si habían tenido una en algún momento, a lo María, con un poco de vergüenza, respondió que tal vez contara como tal el “sexo sucio” que mantenía con su actual pareja. Ante tal comentario se le pidió que describiera lo que ella consideraba “sexo sucio”. Las demás informantes sugirieron que quizá se trataba de sexo kinky4 o de usar esposas; incluso una de sus compañeras bromeó preguntando si tenían el fetiche de orinarse uno al otro5. Resultó que Para María había sido muy raro que “el otro día me confesó que le gustaba que le rasguñara la espalda”; esto causó sorpresa y risas entre las informantes, pues todas consideran que ello es muy normal. Una vez abierta la plática de las relaciones sexuales con toque kinky, más experiencias comenzaron a aflorar, Ana confesó que a su pareja le gustaba ser mordido, comentando que “a este señor, señor [hizo el énfasis para que nos quedara claro que hablaba del hombre “cuarentón” previamente mencionado] le gustaba que lo mordiera al punto de que ya moretones y así así casi casi yo de arrancarlo así!”. Cabe destacar que, en el caso de este individuo, al cual nos referiremos como “señor”, el ser mordido no entra dentro de la categoría de los 44

El concepto hace referencia a las prácticas sexuales poco usuales, fuera de lo que la pareja normalmente acostumbra, para lo cual se requiere una mente abierta, una excelente comunicación con el otro y estar dispuesto a experimentar. 5 A esto se le llama urolagnia o urolofília. Es un fetiche que consiste en sentir una gran atracción sexual por la orina, ya sea que la persona con el fetiche sea orinado o que orine a su pareja; también incluye diversas formas de juego con la orina e incluso beberla.

fetiches, ya que lo excitaba, más no era necesario para excitarlo, o un impedimento en caso de no tenerlo, para alcanzar el orgasmo. Sin embargo, sí hay un fetiche relacionado con las mordidas llamado odaxelagnia, la cual es la excitación sexual al ser mordido o morder a la pareja; en el caso particular de este señor sólo entraría como tendencia fetichista sin llegar a convertirse en un auténtico fetiche. El comentario sobre morder al punto de moretones a la pareja incitó a Karla a compartir una experiencia sexual que ella vive hasta estos momentos, donde a ella le gusta que le retuerzan la piel del antebrazo hasta generar dolor. A esto le llamaron “quemadura india” o “manita de puerco”. La joven añadió que con eso “no me excito sexualmente, pero… pues… se siente rico” y añadió que no le gusta que se lo hagan durante el sexo, aunque le parece tan placentero que es algo que incluso podría pedirle a sus amigas que le hicieran. Luisa, que había mencionado que le gusta que su novio le pegue, la ahorque y le jale el pelo durante la relación sexual, mencionó también que algo que le excita es que sus parejas “para empezar la cosa, que trabajen esta área” (refiriéndose a sus senos). Aunque, en general, eso se considera como algo normal dentro de los juegos sexuales, haya o no coito de por medio, dos informantes señalaron que a ellas las caricias en esa área no les causan gran excitación, reconociendo, en cambio, que “a mí lo que me excita es que me agarren las nalgas”, y explicando que probablemente eso se deba a que ambas tienen poco pecho y abúndate trasero. Al no haber acuerdo al respecto, se puede afirmar que cada cuerpo es diferente, de manera que el hecho de que a una mujer le estimulen un área del cuerpo considerada erógena no necesariamente significa que eso la excite sexualmente. Se consideró interesante cuestionar a las participantes sobre que, si fueran ellas quienes tuviesen un fetiche sexual, ¿de qué tipo sería éste? La pregunta causo momentos de reflexión e introspección en las participantes, quienes, al parecer, nunca se habían planteado esta interrogante. Juana itió que no sabía si llegaba ya a ser un fetiche; pero que “yo soy mucho de que… de que nos jaloneamos… o sea, no nos peleamos; pero sí nos agarramos muy fuerte… O sea, y me jala del pelo y me da nalgadas… y yo ya ya lo he golpeado…”, aclarando que sin llegar a los golpes con puño cerrado, aunque sí a otras formas de agresión. Esta participante confesó que necesita sentir agresión para excitarse y, después de pensarlo durante el desarrollo del grupo focal, comienza a pensar que su atracción por la violencia puede llegar a entrar en la categoría de fetiche. Si bien desde el principio del grupo focal todas se mostraron muy abiertas la tema, al preguntarles si le platicarían a sus amigas sobre una pareja fetichista que tuvieran o un fetiche propio, Luisa dijo que no, que se sentiría juzgada, si bien es cierto que “uno conoce a sus amigas sabes dentro de tus amigas a quién sí les puedes decir ciertas cosas y a quién no. Hay algunas que a lo mejor se espantarían si les contara…”; a ello habría que sumar “el mantener el secreto de tu pareja, la confidencialidad… A lo mejor por eso no lo contaría…”. El resto dijo

que ellas sí han contado y le seguirán contando cosas íntimas a sus amigas. Ana aclaro que para ella la confidencialidad de pareja también es muy importante; pero que sí le gusta compartir algunas intimidades con su mejor amiga para conocer su punto de vista, no porque vaya a hacer lo que ella le diga; pero si para tener otra opinión. Al preguntarles quiénes consideran que tienen más tendencia a mantener sus fetiches sexuales ocultos: los hombres o las mujeres. Llamó la atención que las informantes hayan dicho que las mujeres. Ellas argumentaron que hay una diferencia entre los sexos dado que, en cuestiones sexuales y de manera general los hombres son más abiertos y les resulta más fácil hablar del tema. Esto se ejemplificó con el asunto de la masturbación: sólo porque los hombres lo reconozcan con mayor facilidad no significa que las mujeres no se masturben. Simplemente son temas que por cultura se llevan en silencio. Para cerrar el grupo focal, y derivado de los comentarios de las propias informantes, se tocó el tema del “pegging” un fetiche que consiste en que la mujer penetre analmente a su pareja (un hombre). Esto puede ser con diversos objetos, pero por lo general se utiliza un arnés al cual le ponen un dildo, simulando un pene de plástico; y durante la relación sexual la mujer toma el papel “dominante” del hombre. Sin necesidad de pensarlo mucho, Ana dijo que ella sí lo haría, siempre y cuando su pareja estuviera de acuerdo y le resultara placentero. La razón de ello es que está comprobado que el punto G del hombre es accesible por medio de su ano, por lo cual, para algunas mujeres, no es nada descabellado “penetrar” a su pareja para ayudarla a alcanzar un orgasmo más fuerte; sin embargo otras, como algunas de las participantes del focus group, lo ven como algo que no saben si serían capaces de hacer. Juana, por ejemplo, dijo que “tendría que estar en esa situación para saber… A lo mejor digo que no y a la hora sí; o digo que sí y a la mera hora no y me espanto…”. Todas coincidieron en que tendría que haber mucha confianza y comunicación en la pareja y que podría tratarse de algo como de experimentación, para salir de la rutina después de haber estado mucho tiempo juntos, proponiendo que incluso no habría por qué llegar a usar un objeto grande; el juego sexual puede iniciarse con el dedo, lo cual es algo más común y de lo que prácticamente todas las integrantes del grupo focal han escuchado del amigo de una amiga o de alguien cercano.

Conclusión Se encontró que todas las participantes tenían algún tipo de fetiche o tendencia fetichista y que varias conocen a personas con un fetiche llevado a nivel patología, también se encontró que una participante había tenido múltiples experiencias con tendencias fetichistas con diversas parejas sexuales. Dentro de los tipos de fetiches que se encontraron como más comunes en el grupo focal se encuentra la podofilia que consiste en sentir atracción sexual por los pies; este fetiche fue el más conocido, ya que todas las participantes habían oído hablar de él e incluso conocen gente que tiene dicho fetiche. También se encontró el

feederismo que es la excitación sexual por personas con obesidad; cuando se lleva el fetiche a nivel patología hablamos de parejas sexuales con obesidad mórbida. Está también la odexalagnia que es la atracción sexual por morder o ser mordido; se recordará que una de las participantes itió haber tenido esta experiencia con su ahora expareja al grado de dejarse moretones muy profundos o incuso llegar a sangrarse. Ninguna de las participantes itió haber practicado el infantilismo parafílico, práctica en la que la cual la excitación sexual se centra en vestirse y comportarse como bebé o que la pareja sexual lo haga; todas conocían el tipo de fetiche debido a un documental que vieron casualmente de manera individual. Una participante afirmo conocer a una mujer con agonophilia, consistente en luchar física y verbalmente con la pareja a manera de juego previo al sexo. Si bien, se han planteado los fetiches que más impacto le causaron a las participantes del grupo focal, de acuerdo al análisis hecho el fetiche que ellas consideran más común y que incluso varias participantes practican es el sadomasoquismo en diferentes niveles y expresiones. Ninguna llega a realizarlo a nivel patológico o, por llamarlo así, “profesional”; pero si lo hacen de manera “amateur” con sus parejas. Varias refirieron que les gusta ser sometidas y ahorcadas durante la relación sexual; y también reconocieron que les excita cuando su pareja les jala el cabello o les da nalgadas fuertes durante el coito. De manera general el objetivo de la investigación fue alcanzado. Se comprobó que todas las participantes habían tenido encuentros cercanos con fetiches por lo que se llega a la conclusión de que es una práctica común dentro de la sexualidad y sus expresiones, sin embargo ninguna de las participantes refirió tener un fetiche que llegue a nivel patología, ya que no afecta sus vidas cotidianas y no son situaciones que necesiten realizar forzosamente para alcanzar el orgasmo o excitarse sexualmente. Pero tan sólo el hecho de que estas conductas estén presentes de alguna manera en las relaciones sexuales de las universitarias plantea interrogantes dignas de ser exploradas con mayor profundidad: ¿Por qué existen los fetiches? ¿Cuáles son sus motivaciones intrínsecas? No cabe duda de que la sexualidad es muy diversa y que muchas cosas en ella pueden ser vista con doble moral; llevándolo al terreno especifico de los fetiches, aún hay muchas interrogantes por responder y conductas por explorar para conocer más a fondo sobre estas particulares conductas. Podemos concluir de todos los datos recopilados durante el grupo focal, que un fetiche es un acto de excitación sexual relacionado con una situación u objeto muy particular, sin embargo se pueden disfrutar de experiencias de tipo fetichistas en las cuales se da la situación particular pero no hay una necesidad física o psicológica de que esa situación se repita todo el tiempo. Asimismo se descubrió que algunas de estas experiencias fetichistas son mucho más comunes

de lo que se pensaba, ya que todas las integrantes del grupo focal las han tenido en repetidas ocasiones e incluso algunas las piden de vez en cuando. Si bien los fetiches son muy diversos, hay algunos que causan algo de morbo y curiosidad, como dar y recibir nalgadas; y otros que provocan rechazo general, como involucrar orina durante el acto sexual. Realizar estas prácticas o no depende exclusivamente de las personas que estarán involucradas en la relación, las cuales no deben ser juzgadas porque, si es de manera consensuada, lo que cada quien desee hacer con su cuerpo es solo decisión de ellos, por más extraño que pueda parecer a cualquier observador externo. Por último, del focus group se desprende igualmente que cada vez hay más apertura hacia la sexualidad femenina, por lo cual es probable que, en un futuro cercano, se pueda hablar de mujeres con fetiches aceptados y reconocidos por ellas mismas ante la sociedad en general, sin ningún tipo de rechazo.

Referencias 



LACAN, Jacques y Wladimir GRANOFF: “Fetichismo: lo simbólico, lo imaginario y lo real”. Philosophia, Santiago de Chile, Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Disponible en http://www.olavarria.com/ciudad/universitarios/biblioteca/descargas/l/Lacan%20 Jacques%20-%20Fetichismo%201957.pdf. ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (2010): Guía de bolsillo de la clasificación CIE 10, México, Editorial Panamericana, p. 77.