En Busca de la Santidad
20 de julio de 2013
Queridos Amigos del Camino: Es con profundo dolor que vemos caer a un amigo, colaborador y comilitante en los lazos de Satanás. Pensamos que nunca vamos a ser infieles en el matrimonio o llegar a ser esclavos del licor o dejar el llamamiento... pero sucede. Inmediatamente varias preguntas surgen: ¿Por qué? ¿Dónde fallamos nosotros sus amigos? ¿Quién será el próximo? ¿Seré yo? ¿No hay manera de evitar estas bajas de nuestras filas tan despobladas? ¿Qué podemos hacer ahora? No me toca a mí contestar todas estas preguntas, pero deberíamos estar estudiando este tema en cada obra local y a nivel nacional. Hay algunos pensamientos que sí, siento libertad para compartir con Uds., mis amigos, porque varios de Uds. ya me han confesado sus luchas con la carne y creo que parte de la respuesta de Dios es sacar el problema a la luz y tratarlo como debe de ser tratado, bíblicamente. Todo el asunto de la santificación tiene que ser visto como un aspecto presente de la salvación. Es salvación diaria de la carne, el yo, el mundo, las trampas del diablo, el pecado como principio o ley que opera en nuestros cuerpos. Si no se ve así, no parece ser tan urgente, sino algo opcional para cristianos muy avanzados. Este es un engaño terrible, y está robando a tantos cristianos del gozo, la efectividad, y los frutos y recompensas ahora, y después en el Reino cuando cada uno recibirá o perderá de acuerdo con lo que hizo en la vida (II Cor. 5:10; I Cor. 9:23-27; II Pedro 1:10,11; II Juan 8; Marcos 10:28-31, etc.). La pureza no es un tema muy popular hoy en día. Trae imágenes negativas de puritanos o fanáticos que parecen ser copias de los tres monos: uno se tapa los ojos, otro la boca, y otro los oídos. ¡NO! La pureza tiene que ver con la calidad de nuestra vida cristiana. Si hay pecado operando en nosotros, no somos puros. Pensamientos, actitudes, palabras o actos que no son como Cristo nos contaminan, y necesitamos purificación. Dios es puro, y debemos ser puros (I Juan 3:3; II Tim. 2:19,20; I Pedro 2:11; Tito 2:5,14; II Cor. 6:16-7:1; Judas 23). ¿Cómo podemos evitar la contaminación? Dos revelaciones de Dios en Su esencia nos ayudan a determinar lo que le agrada y lo que le entristece. La primera es: "Dios es amor." Andar en el camino del amor es no contaminarnos. Repasen I Cor. 13:4-7; I Juan 3:16-18; Rom.12:9-21; 13:8-10. William Law, escritor del Siglo XVIII, reduce el amor a cuatro características positivas: paciencia, humildad, mansedumbre, y sumisión a la voluntad de Dios. Luego marca cuatro características del YO que son lo opuesto del amor: ambición, envidia, orgullo e ira (odio). Con estas normas podemos evaluar y discernir nuestras acciones mejor. (Recomiendo el libro, COMO SER LIBRES DEL EGOISMO, por William Law con comentarios de Andrew Murray, Ediciones CLIE.) La segunda revelación es: "Dios es luz", de modo que debemos andar en luz (I Juan 1:5-10). Las tinieblas es el reino de Satanás (el mundo: I Juan 2:15,16; 5:19; Juan 14:30; II Cor. 4:4,6; Ef. 5:1-15; Juan 3:1721). ¿Cómo sabemos si estamos andando en tinieblas? Si hago algo que no podría hacer junto con o contar a mi esposa o mis mejores amigos, será algo vergonzoso que se realiza en un ambiente oscuro. Por el lado positivo, Cristo dijo, "Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas más tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Ser discípulo de Cristo, andar como El anduvo, y seguir Su ejemplo y mandamientos es el Camino de Luz. ¿Lo haría Cristo? sigue siendo una magnífica guía práctica. Si no queremos quedarnos descalificados, tenemos que aprender a vencer la carne, el YO que está entera y eternamente viciado y es incapaz de vivir en pura luz o en verdadero amor. Los amigos caídos no experimentaron esta victoria. Son víctimas de sus pasiones y autoengaños, y cayeron en las trampas de Satanás. El diablo no puede engañar al que tiene su YO crucificado juntamente con Cristo, porque ahora Cristo mismo vive en él y el diablo no puede vencer a Cristo (Gál. 2:20; 5:16-24; Rom. 6:3-13).
Sólo saber esto no nos salvará. Hay que saberlo aplicar. Yo no puedo crucificarme. Sólo la cruz de Cristo y mi identificación con El allí mata al YO contaminado eternamente. El Espíritu Santo crucifica las obras de la carne en nosotros cuando andamos en El (Rom. 8:1-13; Col. 3:1-13; Ef. 4:20-32). La clave es reconocer cuando mi YO está en control - cuando no ando en amor verdadero o en luz pura - para dejar que Cristo en Su cruz mate ese YO efectivamente. Por años yo perdía la batalla de la mente, tratando de crucificar malos pensamientos. El diablo se reía de mí. Los pensamientos volvían y volvían. Mientras viva el YO, la raíz de mis problemas, sólo puedo cortar ramas, y dos o tres salen en el lugar de cada mala que corto. El hacha tiene que caer sobre la raíz, mi YO, en todas sus manifestaciones. Sólo así puedo tener victoria sobre mis ojos o pensamientos o pasiones. Si no crucificamos el YO, somos una bomba de tiempo que algún día va a explotar en adulterio, violencia, herejía, alcoholismo o cualquier otra obra de la carne. El día que me disgusté con el YO en todas sus manifestaciones - religiosas, intelectuales, sociales, culturales (eran "disfraces" aceptables) como también de las obras malas de la carne (obviamente pecaminosas), ese día empecé a tener una victoria nueva. Amigos, es la única victoria que nos permitirá llegar ilesos al final de la carrera, como Pablo (II Tim. 4:7,8; Fil. 3:10-14). Es sólo cuando el YO está efectivamente crucificado que el Espíritu de Amor producirá en nosotros Su fruto. El amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza son exactamente lo opuesto de las obras de la carne mencionadas antes (Gál. 5:16-24). La plenitud de Dios es la plenitud de amor (Ef. 3:16-19). ¿Cómo está tu vida a la par de ese "estándar"? No puedo medirme contra otros sino contra el amor personificado, Cristo mismo, el amor encarnado. Su nombre Emanuel lo dice, "Dios/amor con nosotros." Perfecto amor vence ambición, envidia, orgullo, ira (odio). Esta es la victoria verdadera sobre las bestias de lujuria, sensualismo, infidelidad, engaño, etc., que producen estas caídas estrepitosas de nuestros amigos porque entonces sólo vivimos para agradar y glorificar a Dios y no a nosotros mismos. Habiendo visto que es un tema muy necesario en el día de hoy, debemos aclarar que no es un llamado a volver a la santidad de la Edad Media que buscó la santidad con la formación de comunidades separadas en conventos y monasterios con disciplinas duras del cuerpo y el alma y largas listas de leyes y largos tiempos de ejercicios espirituales No es que no produjeron algunos santos ejemplares sino que los pocos que pudieran cumplir con todos los requisitos eran una minoría pequeña y la mayoría fracasaron, a veces cayendo en pecado gravísimos que dañó el testimonio de la Iglesia casi irreparablemente. Insisto que Jesús, el Hijo y el Hombre, Siervo incansable de los necesitados y a la vez libre de pecados, es el verdadero modelo de la santidad que agradó al Padre totalmente. Debemos seguir Su ejemplo y no reglas de hombres o grupos bien intencionados pero no realistas en lo que enseñan sobre la santidad... Nunca te equivocarás haciendo lo que El hizo ni lo que El enseñó. Es difícil hablar de estas cosas porque siento un gran pesar por los caídos, una preocupación por los espacios vacíos que han dejado en las filas, y un deseo de ayudar a Uds., mis amigos que están luchando en la arena de su coliseo personal con las bestias de su propio corazón. Espero que estos pensamientos sean de ayuda y que podamos seguir dialogando sobre estas cosas. Oremos los unos por los otros en esta área de nuestras vidas como en las áreas de servicio.
Abrazos,
Samuel PD Si alguien desea más ayuda sobre el tema, ofrecemos un buen resumen del libro “Cómo Ser Libres del Egoísmo”.