Don Celular 1y5r35

Don Celular Estoy sentado en un restaurante esperando a que llegue mi invitado cuando empiezo a escuchar al mismo tiempo sonidos de algo que parece una sinfonía de Beethoven, mezclada con el tema del chavo del ocho y el último éxito de Alicia Villarreal; En la mesa de junto una mujer en alta voz gira instrucciones a su cocinera acerca de lo que debe hacer con sus hijos ya que la "señora" no va a llegar a comer y a mi derecha un hombre le está gritando a su empleado reprochándole los errores que acaba de cometer que tuvieron el costo de un negocio perdido. El causante de este molesto fenómeno es uno de los grandes avances de la comunicación moderna: el teléfono celular. Recuerdo bien la primera vez que vi a alguien hablar por teléfono celular, fue en el mes de abril de 1989, trabajaba en Televisa y el señor Emilio Azcárraga Milmo venía caminando por el pasillo ¡hablando por teléfono mientras caminaba! Terminó su llamada, "colgó" y siguió su marcha con el teléfono, en ése entonces del tamaño de un tabique, en la mano. ¡Guáu! Qué apantallada me puso, era como haber estado expuesto a un momento de grandeza aspiracional, por lo que ya podrán imaginarse lo que sentí cuando un año después, la misma empresa televisora me dio en uso un aparato de ésos. Simplemente sentí que ahora sí había llegado a la cima de la importancia de mi trabajo como productor y conductor de televisión. Por supuesto que no perdía la oportunidad de que la gente en la calle me viera hablando por mi teléfono portátil y cuando llegaba a los restaurantes donde hacía mis citas de negocios, procuraba ponerlo encima de la mesa y pedir que me hablaran durante la comida. La mayoría de la gente se me quedaba viendo de la misma manera como yo lo había hecho con el finado Don Emilio. Sin embargo el tiempo ha pasado y las cosas cambiado: hoy nos encontramos catorce años después, los celulares ya se cuentan por millones, entre sus s ya están el plomero, el vendedor del tianguis, los niños de la escuela primaria y a nadie le llama la atención que traigas uno... al cabo que te los regalan con tal de que los uses. El teléfono celular o móvil, como le llaman los españoles de la compañía que acaba de iniciarse en el negocio de las telecomunicaciones en nuestro país, es por un lado un gran aliado para vencer las dificultades de los tiempos modernos y por el otro el más grande intruso que jamás haya llegado a nuestras vidas. Don celular tiene derecho de interrumpir nuestras comidas, nuestras citas de negocios y hasta nuestra atención en el punto culminante de una película, o en la fila del pésame que estamos a punto de dar, y la causa de que todo eso nos suceda es nuestra permisividad para que así sea. Hemos generado tal dependencia hacia el aparato que ya no podemos imaginar cómo resolvíamos la vida sin él y nos sentimos verdaderamente incomunicados, desprotegidos o incompletos si lo llegamos a olvidar en la casa o la oficina. Ni hablar, así es como las cosas están y no voy desde aquí a intentar cambiarlas, pero sí a sugerir algunas reglas de uso y cortesía que acoten su uso y contribuyan a mejorar su imagen pública personal. 

Como el celular ha dejado de ser un símbolo de status económico, ya no tiene ningún sentido exhibirlo, así que manténgalo tan oculto como pueda.

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Llegar a un restaurante y ponerlo sobre la mesa comunicará a los demás que está dispuesto a usarlo y a restar importancia a los asuntos que ahí se tratarán, es por esa razón que le conviene guardarlo en algún lugar oculto lo más cerca de su cuerpo, ya que lo correcto será que lo ponga en alerta vibratoria.

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No permita que la entrada de una llamada interrumpa una conversación y menos aún si ésta es de negocios.

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Si está esperando una llamada "de vida o muerte" notifique a su interlocutor de que deberá tomarla y literalmente pida su autorización para hacerlo cuando ello suceda.

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Al recibir una llamada en su celular aíslese para tomarla y hable en voz baja, los demás no tienen por qué enterarse de sus problemas domésticos, instrucciones de negocios o romances ilícitos.

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Si al hacer una llamada le contesta el servicio de mensajes, no cuelgue, transmita la información de manera concisa mencionando la fecha y hora de llamado.

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Apáguelo cuando se encuentre presenciando un espectáculo, participe de una ceremonia religiosa o esté en sitios que exijan guardar absoluto silencio.

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Recuerde que está prohibido su uso en los aviones, los bancos y las gasolineras, no se arriesgue a que le llamen la atención.

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En todo momento tenga presente que es usted quien controla al celular y no a la inversa.

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Resérvese el derecho de contestar o no a una llamada.

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Aproveche que ya todos tienen el servicio de recepción de mensajes de voz y de identificación de llamadas, así que permita que la electrónica tome el recado, usted no se perderá de la información y se reportará cuando quiera. Es imperioso que todos los s de teléfonos celulares contribuyamos a hacer de la convivencia comunicacional un acto más civilizado, de lo contrario pronto surgirán en los restaurantes y lugares públicos áreas de "no celular" en las que se proteja a los que pueden prescindir del teléfono de aquéllos que abusan de los mismos.