Pontificia Universidad Javeriana. Semiología y discurso. Edwin David Rubiano Pérez
Lo que no se dice, colinas como elefantes blancos. INTRODUCCIÓN. Este trabajo busca analizar el cuento “colinas blancas como elefantes” de Ernest Hemingway a través del estructuralismo, desde las afirmaciones de Gérard Genette. En la primera parte de este trabajo se realizará un acercamiento a los conceptos de modalización de la narración. Posteriormente se escogerán algunos apartes del cuento para analizarlos y lograr poner en práctica las afirmaciones del semiólogo. Finalmente para ampliar la perspectiva estructuralista se utilizara el modelo de Roland Barthes para identificar las funciones integradoras del texto gracias a los índices, para así entender el sentido implícito del cuento y lograr una apropiación más amplia de lo que este representa.
CONCEPTOS. Para lograr hacer un análisis lo más abstracto posible de la literatura, tarea casi imposible, es necesario entender los conceptos que da Gérard Genette, primero el concepto de modo, este que impera a lo largo de todo su trabajo, es definido desde Littré como el “nombre dado a las diferentes formas del verbo empleadas para afirmar más o menos la cosa de que se habla y para expresar… los diferentes puntos de vista desde los que se considera la existencia o la acción”. (Genette, 1989, pág. 219) Esto es, en palabras mortales, la habilidad del autor para cambiar el sentido del texto valiéndose del modo narrativo, es el poder de establecer la cercanía y la vista con la que el lector va a interpretar el texto. A partir de esto Genette establece dos categorías a las que el lector tiene gracias a las variaciones modales: “distancia o perspectiva (…) son las dos modalidades esenciales de esa regulación de la información narrativa que es el modo” (Genette, 1989, pág. 220)
Dentro de la distancia se establecen dos modos: la diégesis o relato puro y la mimesis o imitación. (Genette, 1989, pág. 220) Dentro de la perspectiva se encuentran tres tipos diferente de focalizaciones: focalización cero, focalización interna y focalización externa. (Genette, 1989, pág. 245)
ANÁLISIS DESDE GENETTE. El cuento abre con párrafo descriptivo introductorio: Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles. Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas. (Hemingway, s.f.)
Hasta este punto de la narración es prácticamente imposible responder las preguntas de Genette: ¿Quién ve? Y ¿Quién habla? No es posible determinar si un personaje es quien describe lo que está viendo o si un narrador que todo lo puede ver y percibir está al frente de la narración o si simplemente es un testigo de un evento ocasional. El cuento continúa y son más las preguntas que respuestas las que se manifiestan. El norteamericano y la muchacha que iba con él tomaron asiento en una mesa a la sombra, fuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía dos minutos en este entronque y luego seguía hacia Madrid.
(Hemingway, s.f.) Salen a escena dos posibles personajes: un hombre, del que sabemos que es norteamericano, y una mujer que lo acompaña. Aquí se podría decir, con cierta probabilidad de caer en el error, que hasta este punto es un relato de acontecimientos, un relato puro, una diégesis. No obstante la narración ha recortado su distancia, es decir, esa diégesis intenta mutar a una mimesis con cierta timidez, para el punto donde el narrador dice “hacía mucho calor” nos ubica en una sensación que facilmente puede ser asumida por un personaje o por el aun misterioso narrador, pero el describir la sensación junto a la referencia de tiempo crean impaciencia en todos los involucrados.
Lo siguiente es una conversación que irrumpe en la descripción, una conversación que aparece de la nada, que golpea al lector no por lo sorpresiva si no por la necesidad de que algo más suceda. -¿Qué tomamos? -preguntó la muchacha. Se había quitado el sombrero y lo había puesto sobre la mesa. -Hace calor -dijo el hombre. -Tomemos cerveza. -Dos cervezas -dijo el hombre hacia la cortina. -¿Grandes? -preguntó una mujer desde el umbral. -Sí. Dos grandes. (Hemingway, s.f.)
Aun sin verbo declarativo, la narración se modaliza, inicia una conversación en estilo directo, la narración pasa a ser una mimesis, un relato restituido, donde el narrador da un paso al costado para que los personajes puedan hacer lo suyo. Sin embargo el narrador aparece ocasionalmente para describir lo que sucede, pareciera que fuera un testigo más en el lugar y que se limitara a describir lo que sucede. No deja vestigios de sensaciones o de sentimientos, es más como si solo supiera lo que ven sus ojos. En lo siguiente del cuento se vuelve una constante, una continua conversación entre el norteamericano y la mujer, no es más la información que recibimos de ellos. No hay descripción de sus pensamientos, ni de sus alteraciones. El narrador se limita a describir que hacen con su cuerpo. La muchacha contempló las colinas. -Son preciosas colinas -dijo-. En realidad no parecen elefantes blancos. Sólo me refería al color de su piel entre los árboles. -¿Tomamos otro trago? -De acuerdo. El viento cálido empujaba contra la mesa la cortina de cuentas.
-La cerveza está buena y fresca -dijo el hombre. -Es preciosa -dijo la muchacha. -En realidad se trata de una operación muy sencilla, Jig -dijo el hombre-. En realidad no es una operación. La muchacha miró el piso donde descansaban las patas de la mesa. -Yo sé que no te va a afectar, Jig. En realidad no es nada. Sólo es para que entre el aire.(Hemingway, s.f.) Desde el momento en que empieza la conversación la incertidumbre en el lector no cesa y la información que se va dando es mínima, solo se han presentado un par de datos que suman preguntas y restan respuestas: el nombre de la mujer, Jig, y el motivo de la conversación, una operación. El narrador sabe menos que los personajes lo que crea intriga e incertidumbre. “es el relato «objetivo» o «conductista», que Pouillon llama «visión desde fuera»”. (Genette, 1989, pág. 244) La focalización es externa. Casi al final del texto el autor se permite cambiar un poco el modelo que ha llevado hasta este punto, tal vez como un capricho o un desliz, la focalización cambia por un instante casi imperceptible: La muchacha se puso en pie y caminó hasta el extremo de la estación. Allá, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo largo de las riberas del Ebro. Muy lejos, más allá del río, había montañas. La sombra de una nube cruzaba el campo de grano y la muchacha vio el río entre los árboles. (Hemingway, s.f.)
Por un instante la focalización pareciese que intentara interiorizarse, Jig, la misteriosa mujer, sabe tanto como el narrador. Pues este ve y siente lo que ella, en solo 4 lineas pareciera que el cuento tomará otro rumbo, pero la realidad es diferente, el cuento continúa con la conversación misteriosa. Hasta que la focalización duda de nuevo, pero esta vez es el norteamericano quien protagoniza el intento de huida hacia la subjetividad. Él recogió las dos pesadas maletas y las llevó, rodeando la estación, hasta las otras vías. Miró a la distancia pero no vio el tren. De regresó cruzó por el bar, donde la gente en espera
del tren se hallaba bebiendo. Tomó un anís en la barra y miró a la gente. Todos esperaban razonablemente el tren. Salió atravesando la cortina de cuentas.
Un intento razonable, de nuevo el narrador y el personaje ven lo mismo, ven a la gente que espera en el bar e intentan divisar el tren en la lejanía. Pero todos estos intentos son en vano, la constante del cuento es la focalización externa, objetiva y dramática. Ahora es importante intentar, con más probabilidades de error que de acierto, descifrar el sentido de este cuento. Esto gracias a Barthes, en términos de Genett “Ese exceso de la información implícita sobre la información explicita es el fundamento de todo el juego de lo que Barthes llama los indicios que funciona también en focalización externa (…) el relato dice siempre menos de lo que sabe, pero a menudo hace saber más de lo que dice” (Genette, 1989, págs. 251-252) Los indicios a lo largo del texto son muchos, desde el titulo hasta el punto final que cierra el cuento, conforme avanza la conversación se torna tensiónate y compleja, aun sin que el narrador insista en las intenciones de las frases de los personajes, pero el lector puede interpretarlas. Desde el principio se plantea un juego entre lo fértil y lo infértil, gracias a la metáfora de los lados de las colinas. En un punto “La muchacha miraba la hilera de colinas. Eran blancas bajo el sol y el campo estaba pardo y seco.” posteriormente ella “se puso en pie y caminó hasta el extremo de la estación. Allá, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo largo de las riberas del Ebro. La sombra de una nube cruzaba el campo de grano y la muchacha vio el río entre los árboles.” (Hemingway, s.f.) La diferencia se trasmite a través de lo que significa un paisaje seco y otro, lejos y tal vez en el futuro, que es fértil. Todo esto mientras se habla de una “operación sencilla”, aquí se podría deducir que el narrador sin mencionarlo en absoluto intenta comentar algo acerca del aborto, de las dudas que acongojan a un pareja. Pero ¿por qué Hemingway quiere hablar del aborto? No lo sé, pues esto es un análisis estructuralista y los límites de este empiezan donde aparece la realidad del autor.
REFERENCIAS Genette, G. (1989). Figuras III. (C. Manzano, Trad.) Barcelona: Lumen. Hemingway, E. (s.f.). Ciudad Seva. Obtenido de Ciudad Seva: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/hemin/colinas_como_elef antes_blancos.htm