Captura Y Muerte De Atahualpa 641u4c

LÁMINA DE HISTORIA N° 20 PIZARRO EN CAJAMARCA – CAPTURA Y MUERTE DE ATAHUALPA VIAJE DE PIZARRO A CAJAMARCA En 1549 Pedro Arias Dávila (Pedrarias) funda la ciudad de Panamá, la cual se convirtió en la base de las expediciones hacia el sudeste. En este lugar Francisco Pizarro escuchó de la existencia de una tierra rica en oro y, asociado con Diego de Almagro y Hernando de Luque, decide buscar y conquistar ese reino. En 1524 realiza un primer viaje y llega hasta Pueblo Quemado, donde, después de combatir con los naturales regresa a Panamá. En 1526, realiza un segundo viaje, luego del incidente de la Isla del Gallo llegan a Tumbes y después hasta la desembocadura del Río Santa. Ante la negativa del nuevo gobernador de Panamá, don Pedro de los Ríos, de otorgarles permiso para un nuevo viaje, Pizarro parte a España en 1528 para gestionar el permiso ante la corte. El 26 de julio de 1529 obtiene la capitulación de Toledo, firmada por la Emperatriz Isabel de Portugal; otorgándole la autorización y el apoyo estatal para la conquista. De esta manera, el 20 de enero de 1531 parte en su tercer viaje definitivo hacia la conquista del Perú. Después de pasar por diversos lugares y de unírsele los refuerzos de Sebastián de Benalcázar y Hernando de Soto llegan a la isla de Puná donde permanecen un tiempo. En abril de 1532 parten rumbo a Tumbes y encuentran la ciudad destruida como consecuencia de los enfrentamientos entre Huáscar y Atahualpa. Luego de combatir con los tumbesinos parten el 1 de mayo rumbo al sur en busca del Imperio Incaico. En el Valle de Tangarará fundan la primera ciudad española con el nombre de San Miguel, el 15 de julio de 1532. Enterados de la guerra civil entre los hermanos por el trono se hicieron pasar por Viracochas que venían a poner orden. Explorando los territorios Pizarro se enteró que Atahualpa se encontraba en Cajamarca y decide ir en su busca. Tras más de dos meses de marcha y de cruzar la cordillera divisaron el valle de Cajamarca desde las alturas de Shicuana; quedando asombrados por el inmenso campamento del Inca, descendieron a la ciudad el 15 de noviembre de 1532. O DE ATAHUALPA CON LOS ESPAÑOLES Atahualpa se había retirado a Cajamarca para cuidar su retaguardia de alguna sublevación de los pueblos y, según cuentan, para esperar a los españoles de quienes ya tenía noticias; a los cuales subestimó y tomó por poca cosa. Cuando las fuerzas de Pizarro entran a la ciudad ésta se hallaba desierta y temieron sufrir una emboscada. Por versiones de los aborígenes se enteraron que el Inca se hallaba cerca de los baños termales de Cunoc. Pensando atacar inmediatamente al soberano, Pizarro envió una embajada de 20 jinetes con armadura, comandados por Hernando de Soto, para invitarlo a acercarse a la ciudad. Atahualpa, en actitud soberbia, no se dignó a recibir a Soto y sólo lo recibió tras larga espera. Por medio de un intérprete Soto explicó que su intención era saludarlo e invitarlo a comer en nombre de Francisco Pizarro; pero el Inca le demostró su desprecio no dirigiéndole la palabra y expresándole, mediante un intermediario, que por su alto linaje no podía hablar con una persona de rango tan inferior. En vista de la demora Francisco envía a su hermano Hernando Pizarro junto con un intérprete, Martinillo, príncipe Tallán. Esta vez Atahualpa lo recibe en su recámara al saber que lo visitaba el hermano del jefe de los Sungasupas (barbudos). Hernando le ofrece la ayuda de sus soldados y los españoles se retiran cuando el Inca ofrece su presencia en la plaza de Cajamarca para el día siguiente. Antes de partir Soto hace una demostración de sus habilidades a caballo; arremete directamente contra el soberano y frena su corcel a escasa distancia; mas el Inca no mostró el menor asombro; sino más bien, envió castigar a sus vasallos que habían retrocedido. FRAY VALVERDE OFRECE LA BIBLIA A ATAHUALPA En un principio la comitiva española causó asombro entre los indios; pero los jefes de la tropa de Atahualpa, convencidos de que los invasores no eran hombres de guerra, discutían sobre la forma de darles muerte, separando algunos para su servicio y destinado los caballos para sacrificios al Sol. En realidad no les importa mucho el reducido grupo de barbudos, pues su meta era la posesión de todo el Tahuantinsuyo. Mientras tanto la embajada española informó a Pizarro de lo peligroso de atacar al Inca en Cunoc, por ser un lugar estrecho, lleno de canales y tanques termales; así como de estar rodeado de miles de recios y fornidos guerreros muy superiores a los que habían visto. El informe sobre el poderío de Atahualpa inquietó a los españoles y Pizarro diseñó un plan para apoderarse del monarca; ninguno de ellos durmió temiendo un ataque sorpresivo por la noche. En la mañana del 16 de noviembre de 1532 se puso en marcha la impresionante comitiva imperial. Su lento avance desesperó aún más a los españoles que veían frustrada la trampa de capturar al Inca. Muy avanzada la tarde el cortejo se detuvo cerca de la plaza de Cajamarca y Pizarro envió a Hernando de Aldana para persuadir a Atahualpa de entrar en la plaza. El emisario español regresó corriendo y asustado, causando la gracia en los jefes incaicos. Convencidos de sus superioridad numérica el séquito del Inca avanzó dejando gran parte de las tropas que lo acompañaban. Al ingresar a la plaza se dieron con la sorpresa que en aquel lugar no se encontraba ningún guerrero barbudo; creyendo que estaban escondidos de miedo. Luego de un largo silencio sepulcral apareció un extraño personaje de larga vestimenta, era fray Vicente Valverde, portando una Biblia en la mano y acompañado del intérprete Felipillo. Fray Valverde se acercó a Atahualpa, le ofreció la Bilblia y le leyó el Requerimiento, desconcertando al monarca. ATAHUALPA ARROJA LA BIBLIA AL SUELO Mientras Fray Valverde hablaba con Atahualpa, Pedro de Candia apuntaba con los cañones a las dos únicas entradas de la plaza. El resto de españoles se hallaba escondido esperando la señal para entrar en acción. Por medio del intérprete el fraile le comunicó al Inca que abandonara su religión para volverse cristiano y que se sometiera a la autoridad del rey Carlos V de España. Esta ceremonia era conocida por los españoles como el “Requerimiento”; mediante la cual solicitaban a los indios el sometimiento sin resistencia. Como era de esperarse Atahualpa no comprendía los conceptos teológicos y jurídicos; reaccionando violentamente arrojó al suelo la Biblia, diciendo: “¡Qué sé yo lo que me dais. Anda vete!”, agregando que los haría pagar por todos los desmanes que habían cometido. Valverde se retiró a toda

velocidad hasta llegar con Pizarro; mientras el Inca gritó enfurecido: “¡Que no escape ninguno!”. Al llegar el fraile, Pizarro agitó una toalla dando la señal para el ataque. Atacaron inmediatamente antes que los indios se agruparan y llegaran más. Los cañones dispararon causando el desorden, mientras las trompetas hacían un ruido infernal dispararon los arcabuces y mosquetes al mismo tiempo; saliendo los jinetes de su escondite para matar a cuanto indio podían en medio de una turba aterrorizada de nativos. ATAHUALPA OFRECE EL RESCATE El súbito ataque, el empleo de las armas de fuego y la velocidad de la caballería sembrando la muerte causó el pánico entre los aborígenes que, luego de quedar sorprendidos y petrificados, intentó huir desesperadamente. Pronto los cadáveres y la sangre de la carnicería espantosa causada por los españoles cubrió el suelo. Un grupo de soldados se acercó a las andas reales de Atahualpa y diezmó a su escolta y sus cargadores que se hallaban practicante desprotegidos. Sin embargo, no fue fácil la captura del monarca, pues sus cargadores se defendían con el propio cuerpo y una vez muertos eran reemplazados varias veces por otros guardias; exponiendo su vida y pugnando por morir en defensa del Inca. Miguel de Estete de Santo Domingo fue el primero en coger a Atahualpa y luego Alonso de Meza; Pizarro se interpuso ante un golpe mortal dirigido al monarca y resultó herido en la mano. Volteada el anda y caído en el suelo nadie pudo defender al soberano. La caballería continuó con la masacre y Atahualpa fue conducido prisionero a un cuarto construido totalmente de piedra. A los pocos días de su captura el Inca se dio cuenta que los españoles no eran enviados de ningún dios y que solamente codiciaban las riquezas. A cambio de su vida y su libertad ofreció entregarles un cuarto de oro y dos de plata hasta la altura donde llegara su mano; lo cual fue aceptado por Francisco Pizarro. EL CUARTO DE RESCATE SE LLENA CON ORO En un principio los españoles les mostraron gran consideración a Atahualpa, pues le permitieron vivir con todas sus comodidades y ser atendido por sus propios vasallos. Incluso se cuenta que llegó a entablar amistad con alguno de ellos, en especial con Hernando de Soto, por lo que ni siquiera imaginaba el verdadero propósito de sus captores. Al aceptar los españoles el fabuloso rescate ofrecido por el monarca, partieron inmediatamente los emisarios del Inca con la comisión de recolectar los tesoros prometidos. Los templos incaicos y las principales ciudades fueron despojados de sus preciados bienes, los cuales comenzaron a llegar a Cajamarca por distintos caminos, dejando atónitos a los conquistadores por su grandeza. Numerosas llamas y cargadores llegaban con los objetos preciosos y el oro y la plata empezó a acumularse en las habitaciones. Dos comisiones de españoles partieron para acelerar el envío, una al Cusco y la otra a Pachacámac. Desde su encierro Atahualpa mandó matar a su hermano Huáscar que había sido derrotado y se hallaba prisionero. Los españoles empezaron a ponerse impacientes por el reparto del botín y en esas circunstancias llega Almagro a Cajamarca trayendo refuerzos. Pizarro dispone el reparto del tesoro para poner fin al suspenso. Separando la quinta parte para el rey Carlos V lo demás fue fundido y repartido entre los 168 conquistadores que participaron en la captura del Inca, según sus rangos y servicios. Almagro y sus hombres sólo recibieron una pequeña cantidad por lo cual quedaron descontentos; pues los otros recibieron una fortuna. MUERTE DE ATAHUALPA Algunos españoles propusieron eliminar al resto de las tropas de Atahualpa para evitar una sublevación, pero Pizarro se opuso amenazando con matar al Inca ante el menor intento de rebelión de los indios. Asimismo se ordenó que los atahualpistas deberían de portar cruces para identificarlos. No liberaron al Inca después de repartirse el tesoro, pues tenían miedo que una vez libre éste reuniera a sus fuerzas y levantara al Imperio para eliminarlos. Decidieron darle muerte, mas Hernando de Soto y Hernando Pizarro se opusieron a la decisión. Para deshacerse de ellos Francisco los comisionó mandándolos fuera. Lejos los opositores se formó un tribunal presidido por Pizarro y Almagro, para juzgar al Inca. En el juicio sumario se acusó a Atahualpa de haber usurpado el trono, de mandar matar a su hermano Huáscar, legítimo heredero, y a toda la nobleza cusqueña; además, se le acusó de polígamo, idólatra y de estar conspirando contra los españoles. Por tales delitos fue condenado a morir aquella misma noche en la hoguera, o sea, ser quemado vivo. Encadenado y alumbrado por antorchas, el Inca fue conducido a la plaza de Cajamarca en medio de un impresionante cortejo. Fray Valverde le predicaba continuamente y, como a última hora decide volverse cristiano, recibe el bautismo con el nombre de Juan; cambiándosele la pena de la hoguera por la del garrote o estrangulamiento. Atahualpa posiblemente fue ejecutado el 26 de julio de 1533, en medio del dolor inmenso de sus súbditos y mientras los españoles entonaban el “Requiescat in pace”. Su ejecución produjo innumerables muertes voluntarias entre sus seguidores.