En este canto los griegos se estaban acercando al palacio de Príamo, donde estaban resguardados los troyanos. Aquiles, que esta de camino al palacio de Príamo, es cuestionado por el Dios Apolo. Este quiere saber el por qué Aquiles quiere seguir tratando de matar a Apolo, aun sabiendo que este es un dios. Aquiles está molesto con Apolo por engañarlo, ya que él quería seguir matando troyanos y alcanzar la gloria pero el dios Apolo no se lo permitió. El padre de Héctor ve a lo lejos a Aquiles acercándose a la ciudad, y este le suplica a su hijo que no pelee contra Aquiles para que así no muera. Príamo le suplica con tanta tristeza porque ya ha perdido varios hijos y no quiere perder a otro. Su madre Hécabe también le suplica a Héctor que no se enfrente a Aquiles, ya que ella y su padre están consientes de que Aquiles es un gran guerrero y puede matar a su hijo. Héctor se encuentra afuera del palacio, escuchando las suplicas de su padre y madre, pero estos no lograron persuadirlo, este sigue en espera de que Aquiles llegue para enfrentarse con él. En estas “estrofas” del canto XXII se ve un gran efecto en la Ilíada y nos cambia nuestra perspectiva de varias cosas. Podemos ver a Héctor domador de caballos listo para enfrentar al pelida en combate. Pero rápidamente vemos una parte de Héctor que no se había visto anteriormente, el valiente guerrero empieza a huir y a escaparse del pelida. Hasta ahora en la Ilíada habíamos visto como Héctor no corría del combate aunque su madre le ofrecía vino y su mujer le rogaba que no fuera a pelear. Pero el temor de combatir al Aquiles, el de los pies ligeros, era demasiado grande. Pero también vemos otro dato curioso mientras Héctor el domador de caballos era perseguido por Aquiles podemos ver que ni el cazador puede atrapar a su presa ni su presa escaparse del cazador. Podemos tomar esto como que los guerreros tenían fuerzas similares y ninguno podía sobrepasar al otro. Entonces esta pelea tendría que ser decidida por los dioses que están activamente participando en esta guerra. Y podemos ver como los dioses también escogen su bando en la guerra, como Apolo está ayudando a Héctor dándole fuerzas a sus rodillas y como Atenea la de los ojos brillantes quiere que el pelida gané indicándole a Zeus que no todos los dioses estarán de acuerdo con que le salve la vida a Héctor. Al principio de este conflicto podemos darnos cuenta que Atenea era una de las diosas que se consideraba la más bella junto a Afrodita y Hera y deseaba la manzana de la discordia. Y al no ser escogida generó gran odio contra los troyanos. Aquí podemos ver como la decisión de Paris de favorecer a Afrodita no solo afecto a Troya si no al destino de su hermano. Por tal razón cuando Zeus empieza a pensar quien morirá y quien sobrevivirá Atenea rápidamente deja saber su opinión al respecto. Luego de Zeus poner en una balanza la vida de Héctor y de Aquiles, la parte de Héctor descendió hasta el Hades (o sea hacia abajo). Atenea rápidamente se dirige a donde el pelida y le indica la noticia y se encamina a engañar a Héctor para que empiece el combate frente a frente Héctor va al encuentro con Aquiles, el que comenzó el duelo, pero falló el tiro. Atenea sin que Héctor se diera cuenta le devolvió la lanza a Aquiles. Le toca el turno a Héctor, pero el gran escudo de Aquíles paró la lanza.
Al ver esto y que no recibió la ayuda de Deífobo Héctor comprendió lo que los Dioses querían. Luego de que Héctor falló su primer intento, se estudian nuevamente. Aquiles analiza cual parte del cuerpo de Héctor resistirá menos. Observando bien, solo tenía descubierto el lugar en que las clavículas separan el cuello de los hombros, la garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el alma. Y es por aquí donde Aquiles le envasó la pica a Héctor. Pero no le cortoó el garguero, para que pudiera hablar algo y responderle. Entonces Héctor cayó en el polvo y Aquiles se jacta del triunfo. Héctor le suplica, que no eche su cuerpo a los perros, junto a las naves aqueas. Le pide que acepte la recompensa que le dará su familia, para que velen por él todos los troyanos y luego quemarlo. Aquiles le contesta, que no le suplique. Y le deja claro que aunque le paguen 20 veces el debido rescate no va dejar de darse el gusto de ver su cuerpo destrozado por los perros. La muerte le cubrió con su mano: el alma voló de los y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven. Aquiles le quita la armadura y las armas. Todos los aqueos observan la figura de Héctor y a ninguno dejó de herirle. Entonces Aquiles le pide a los aqueos que se dirijan a la ciudadela a ver que quieren los troyanos, ya sabiendo que Héctor no existe. Entonces Aquiles dice: “Matamos al divino Héctor a quien dentro de la ciudad los troyanos dirigían votos cual si fuese un dios”. Aquí observamos la importancia de Héctor para los troyanos. Le ha horado los tendones detrás de ambos pies, desde el tobillo hasta el talón, introdujo correas de piel de buey y le ató al carro, de modo que la cabeza fuese arrastrando hasta llegar a Troya. En este acto lo único que busca Aquiles era humillar el nombre de Héctor frente a su pueblo. La madre de quien ha muerto llora al verlo. El padre al verlo también sufre junto al pueblo que lamenta la muerte de su héroe. Los guerreros sostenían al rey de Troya, Priamo, a pesar de su dolor, insistía en salir por las Puertas Dardanias. Así la cabeza de Héctor se manchaba de polvo. La madre, al verlo, se arrancaba los cabellos; y arrojando de sí el blanco velo, prorrumpió en tristísimos sollozos. El padre suspiraba lastimeramente, y alrededor de él y por la ciudad el pueblo gemía y se lamentaba. No parecía sino que la excelsa Ilión fuese desde su cumbre devorada por el fuego. Los guerreros apenas podían contener al anciano, que, excitado por el pesar, quería salir por las puertas, y revolcándose en el lodo, les suplicaba a todos llamándoles por sus respectivos nombres. Vemos que a pesar del sufrimiento que tiene por la pérdida de su hijo, dice que a perdido a más de un hijo en plena juventud. Pero ninguno le ha afligido tanto como Héctor. El dolor del padre es tanto que dice que como viviría luego de la muerte de su hijo. Héctor era visto como un dios ante los troyanos y troyanas y la pérdida era irreparable. La esposa que no sabía la muerte de su marido tenía todo preparado para la llegada de él, incluyendo un trípode grande para que se bañase. Mientras teje en lo alto del palacio y es ahí donde escucha las lamentaciones del pueblo. Esta se lamenta sintiendo el dolor de la pérdida de su marido, y pensando en el futuro de su hijo cabizbajo con las mejillas llenas de lágrimas. Esta es una escena de dolor en donde se ve a la familia sufriendo el dolor de la pérdida de Héctor y de un pueblo sumergido en la misma desgracia.
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