Dr. Kléver Silva Zaldumbide MEDICO ACUPUNTURISTA
Doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad Central del Ecuador Especialización de dos años de postgrado en la República de China en ACUPUNTURA Y MOXIBUSTIÓN
Adiestrar o educar Jorge Bucay, un psicodramaturgo y su hijo Demián en referencia a un grafitti que decía: “Con autoridad no se educa, se adiestra” nos cuentan que apareció en una pared y luego en otras ciudades, en otros países, y, aunque nadie sabía cuál es la intencionalidad del que hizo por primera vez, éste sirvió para una profunda reflexión. Adiestrar obviamente no es educar, educar significa brindar las herramientas que necesitan nuestros hijos para ser capaces de construirse la mejor de las vidas que les sea posible, y en este sentido la pregunta es: ¿es posible educar con autoridad? No hay ninguna duda de que es posible educar sin autoridad. Alguien contó un episodio que tuvo con su hija de 8 años, al llegar del trabajo, ella había hecho una travesura y el muy enojado la mandó a su cuarto; la hija fue cabizbaja, llorando. Él se quedó sentado pensando y al rato, cuando se le pasó el enojo, se le ocurrió una pregunta en la que jamás había pensado antes, fue hasta el cuarto de su hija y le preguntó: ¿hija tú entiendes porque te castigue? y la hija dijo la verdad que no, y él se dio cuenta en ese momento que no tenía ningún sentido el castigo porque lo que la autoridad puede conseguir, en todo caso, es que alguien obedezca, pero ahí no hay aprendizaje, si educamos a alguien, es cuando esa persona puede hacer algo por sí sola, pero si esa persona está sólo obedeciendo, siempre va a necesitar de un adulto para decirle lo que tiene que hacer, no hay autonomía, no hay aprendizaje, y, por supuesto entonces no hay educación. Los padres queremos educar a nuestros hijos tal y como venimos, con una estructura donde la autoridad y el autoritarismo era la norma. Aunque todos estamos en desacuerdo con la violencia física, sin embargo, sigue habiendo padres que creen que puede servir y como si fueran los dueños de la verdad, dicen: “esto es así porque te lo digo yo”, “los padres siempre sabemos más que los hijos”. Un hijo pregunta: ¿y por qué? y el padre dice: siempre fue así, sabemos más porque hemos vivido más, porque hemos leído más, porque hemos aprendido las cosas. El hijo le dice: ¿Quién inventó el teléfono? y el padre contesta: un señor que se llamaba Alexander Graham Bell, el hijo replica: ¿ah, y por qué no lo
inventó el padre de él que sabía más?... A veces es muy probable que a todos se nos escape un poco de actos autoritarios. Otro modo de ejercer la autoridad es la manipulación de la conducta tratando de darle premios o imponerle castigos de acuerdo a lo que los niños hagan, “sino tomas la sopa no hay postre” o “si no estudias te quito los videojuegos”, etc. Esto es más perjudicial y nefasto de lo que podría parecer, porque genera rencor en los hijos ya que se dan cuenta bastante rápido de que no hay una relación necesaria entre la sopa y el postre, que pueden perfectamente comer postres sin tomar la sopa o jugar a los videojuegos sin haber estudiado antes. Otra complicación es que esta estrategia tiene fecha de vencimiento, porque sólo funciona mientras estemos allí para restringir el premio o habilitar el castigo, así que de cara al futuro no hemos ganado absolutamente en nada de educación, hemos conseguido que haga lo que le decimos en ese momento, pero eso no es educar. Y la peor de todas las consecuencias de esto es que, sin percatarnos, estamos estableciendo una pauta de valores contraria a la que querríamos establecer, ya que nuestro hijo cree que los videojuegos son lo bueno, lo deseable y el estudio es tan sólo un mal necesario. Coincidiendo con las ideas del psicodramaturgo Jorge Bucay, comentábamos que, no hay ninguna duda de que es posible educar sin aquella autoridad de violencia, de amenazas, de imposición desencajada, de premios y adiestramientos con pautas de valores contrarias a la que querríamos establecer. El hecho de que no debe confiarse en la fuerza de esta autoridad no quiere decir que estemos a favor del desenfreno, del descontrol, de desentendernos de lo que los chicos hacen o que hay que dejarlos que hagan lo que quieran. Existe otra manera, casi opuesta que se puede llamar paternidad, porque mientras la autoridad impone ordena y amenaza, la paternidad lo que hace es guiar, enseñar y motivar, tres conductas que además de significar presencia y acompañamiento, pueden producir el cambio que queremos. Porque motivar, en educación, consiste en lograr que el otro quiera lo mismo que nosotros queremos, que lo elija como parte de su decisión, no consiste en torcer su voluntad para que termine haciendo lo que queremos, sino que, al contrario, que su voluntad sea libre y que él termine eligiendo lo mismo que nosotros sabemos lo que es bueno para él. Para conseguir eso, hay que hablar mucho, hay que explicar mucho y ser capaz de dar nuestras razones para pensar como pensamos, que nuestras razones sean también razones de nuestros hijos y entonces van a poder elegir el camino adecuado.
Comparando, para aclarar es que, la estructura de la autoridad es: “si haces A, yo te haré B”, mientras que la estructura de la motivación es: “si haces A, lo más probable es B”. Es decir que, si en los premios y castigos B era un capricho, en la motivación B es la consecuencia natural de A. Qué difícil y temido resulta ser cuando nuestro hijo pequeño dice que no tiene ningún problema con nadie, pero que tiene vaguería y ya no quiere ir a la escuela. La razón es un poco difícil explicárselos, se requiere tiempo, interés y creatividad, justo lo que no tenemos para nuestros hijos porque somos “muy ocupados”. A ver hijo, ¿qué cosas te gustan?, quizás responda: el fútbol, los videojuegos, mis muñecos, me gustaría ir a Disney… mira hijo, para todas estas cosas que ti te gustan, hace falta dinero, para tener dinero hace falta tener un trabajo y a mí me parece que el mejor modo de tener un buen trabajo es estudiar, ir a un lugar que se llama la universidad, y para ir a la universidad hay que ir al colegio, y para ir al colegio hay que ir a la escuela… es decir que si tú no vas a la escuela no puedes ir al colegio, y si no vas al colegio no puedes ir a la universidad, y si no puedes ir a la universidad es poco probable que tengas un buen trabajo, es poco probable que tengas dinero para comprar tus muñecos tu pelota, para viajar a Disney y todo lo que te gusta. Es decir que decida él ir a la escuela en lugar de obedecernos a nosotros que debe ir y punto. Aparte de múltiples trastornos mentales de personalidad y conducta que actualmente se han ido incrementando y que requieren tratamiento por los especialistas correspondientes, en caso de rebeldía, habrá que pensar en otras alternativas, por ejemplo, ante una mala costumbre en casa, permitir que nuestros hijos se equivoquen y luego, por experiencia propia, entiendan razonadamente que lo que les decimos que hagan no es para satisfacernos a nosotros como padres, sino que a ellos no les conviene hacer tal o cual acción. Pero claro, excepcionalmente, si las consecuencias de esa permisividad van a ser tremendas, de alto riesgo y perjuicio irreversible habrá que poner autoridad, pero tiene que quedar claro que, en esa circunstancia, que tiene que ser extraordinaria, en esa imposición no hay educación sino lo único que hay es cuidado para nuestro hijo.