Boletín del Club de Lectura EL GRITO Temporada 8 / Mayo 2011. Número 127
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Matadero cinco Kurt Vonnegut La imposibilidad de narrar el horror
acerca de la posibilidad de la poesía luego del Holocausto.
El radical impacto de Matadero Cinco consistió principalmente, al momento de su publicación, no en la experimentación técnica sino la indagación de un evento especialmente controvertido: el bombardeo a la ciudad alemana de Dresde, ataque en el que, se especula debido a la falta de información, murieron más civiles aún que en Hiroshima y Nagasaki. La poca claridad en torno a este genocidio, al menos en la época en la que Vonnegut escribió el libro, se debió a una política de encubrimiento del gobierno de Estados Unidos para evitar mala prensa, ya que Dresde no era un enclave de almacenamiento bélico durante la guerra sino una ciudad civil, y militarmente el bombardeo resultó innecesario.
El narrador de la historia se empeña en encontrarle un sentido al ridículo de la guerra para lograr escribirlo, aunque siempre con la conciencia de que no existe una distinción bueno-malo en la contienda. Esta revelación quizá sea la más provocativa de la obra, considerando la marcada tendencia patriótica de la época en la que fue publicada.
Esta es una de las obras más autobiográficas de Vonnegut, sobre todo teniendo en cuenta que el novelista formó parte del ejército norteamericano y experimentó como prisionero de guerra el bombardeo a Dresde. Este dato resulta esencial a la hora de leer el libro para no caer en el menosprecio de la crudeza y el horror relatados, como si fueran conjeturas superfluas de la imaginación del autor y no hechos reales. Este posible descrédito orbita de alguna forma la obra, pues al narrador lo tildan permanentemente de nazi al querer revelar la verdad sobre el ataque norteamericano. La novela narra la historia de un joven literato quien desea escribir sus vivencias como prisionero durante el bombardeo de Dresde desde hace años pero jamás lo logra, puesto que cuando comienza a recordar queda paralizado, y se le plantea el siguiente problema: ¿Cómo decir el horror?, o más bien: ¿Se puede mencionar el horror?. El protagonista llega a la conclusión de que un libro sobre la guerra no tiene sentido porque “no hay nada inteligente que decir sobre una matanza”, y en la sobresaliente cavilación sobre estos escollos filosóficos se siente la huella del implícito debate intelectual sostenido entre Adorno y Celan
Una de las críticas más feroces a este respecto la traza Vonnegut cuando el protagonista mira una típica película estadounidense sobre la Segunda Guerra Mundial (los norteamericanos presentados como los héroes, los alemanes como villanos) aunque decide mirarla en reversa, donde la historia se presenta así: las balas salen de los cuerpos de los aliados hacia las metralletas de los nazis y parece que éstas fueran máquinas con las cuales se reviven soldados; posteriormente una explosión alemana de mayor a menor convierte unas ruinas en una próspera ciudad, y, gracias a esta feliz intervención nazi, los aviones aliados, volando hacia atrás, vuelven a sus países. En esta original y mordaz versión de la guerra, Vonnegut parecería indicar que la proclamación ficcional de los buenos o los malos siempre depende de quién y cómo cuente la historia. Por otro lado, Vonnegut compara y contrapone citas de la biblia con descripciones de la guerra en una suerte de reflexión acerca de la continuidad y unidad de sentidos en la cultura occidental que haría evocar, al lector contemporáneo, ciertas obras de León Ferrari. En relación a los aspectos técnicos, Matadero Cinco presenta algunas propuestas interesantísimas. La novela que escribe el protagonista trata sobre un soldado llamado Billy Pilgrim, que posee la habilidad de viajar a través del tiempo y es raptado por extraterrestres del planeta Tralfamadore. Lo fascinante de la presentación de esta estrambótica sinopsis consiste en que aunque el narrador, mientras piensa cómo escribir su nove-
la, nos devela absolutamente todos los datos (hasta incluso citando textualmente el inicio y el final) de la trama, luego cuando se presenta su obra, ya despojada totalmente de cualquier intriga, el lector sin embargo se asombra ante la maestría de su composición y el efecto que causa la repetición anticipada de los fragmentos. La concepción del tiempo en la obra que escribe el protagonista es faulkneriana: se sabe lo que fue, es y será, y el narrador presenta paulatinamente y a su antojo retazos de la historia sin una cronología lineal. La diferencia con Faulkner consiste en que se utiliza un recurso fantástico para explicar las diacronías: Billy Pilgrim, el protagonista de la novela dentro de la novela, posee la capacidad de conocer el pasado y el futuro, y he ahí la razón de los movimientos espacio-temporales. Esta quizá sea, a grandes rasgos, la estructura de la obra de Vonnegut, pero la cantidad de sutilezas lingüísticas e innovaciones de composición se vuelven imposibles de resumir en una pequeña noticia. Posiblemente la única manera de medir y comprender la magnitud de la prosa de Vonnegut sea analizando su enorme influencia en las literaturas contemporáneas. http://www.solesdigital.com.ar/libros/vonnegut.htm
KURT VONNEGUT: DE LA FICCIÓN A LA REALIDAD
En la década de los 60 EEUU encabeza los principios capitalistas y debido a su política de intervención se ve involucrado en la Guerra del Vietnam. Kurt Vonnegut, que se opone a esta guerra, posteriormente a la de Irak, manifestando su desacuerdo con el presidente G. Busch en el ámbito cultural, está asociado a la contracultura donde el movimiento hippie se caracteriza por la anarquía no violenta, la preocupación por el medio ambiente o el rechazo al materialismo occidental. Estos aspectos tienen mucho en común tanto en la vida como en la obra de Vonnegut. En una entrevista Kurt declararía: “¡Hagan esto, hagan aquello, movilicen las tropas de reserva! ¡Privaticen las escuelas públicas! ¡Ataquen Irak! ¡Recorten el presupuesto de salud! ¡Intervengan los teléfonos de todo el mundo! ¡Bájenle los impuestos a los ricos! ¡Construyan un misil de un trillón de dólares! ¡Cáguense en el habeas corpus y bésenme el trasero!” En estas declaraciones observamos parte del pensamiento de Kurt, desmembrando la herencia que han dejado algunos críticos que únicamente lo consideraron un loco de-
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dicado a la ciencia ficción, no sabiendo apreciar uno de sus muchos propósitos, entre los que se encontraba cambiar el mundo. A mi entender es una de sus grandes preocupaciones y, al tiempo, una frustración que arrastrará toda su vida, motivo (dentro de la contradicción) de ese escritor humorista, jocoso, lacerante que sufre de continuas depresiones. A pesar de que tenía obra publicada anteriormente es con la novela “Matadero Cinco” (1969) cuando Kurt alcanza el reconocimiento, siendo nominado al Nobel. Un punto de inflexión que coincide con el suicidio de su madre, Edith Lieber Vonnegut, el 14 de mayo de 1944, cuando tras haber caído preso en la batalla de las Ardenas, vive la tragedia del bombardeo de Dresde, donde se verá obligado a enterrar cadáveres en una fosa, tras haber sido uno de los pocos supervivientes que soportó las bombas aliadas junto a otros siete compañeros. En este momento y a pesar de las consecuencias dramáticas de los hechos, Kurt adopta una actitud humorística, si bien durante toda su vida abusó del alcohol y tuvo una tentativa de suicidio en los 80, mezclando alcohol con somníferos, al igual que sucediese con su madre. A pesar de su complejo interior siempre muestra una sonrisa y tanto sus afirmaciones como su creación llevan consigo lo que muchos críticos han puesto en común. Su humor negro, su gran imaginación o su ironía. En efecto, poseía esas cualidades, a las que se pueden añadir muchas más como su estilo directo y sencillo o sus frases cortas rematadas con un punto. No obstante su obra fue calificada de ciencia ficción, como sucediera con autores como Octavia Butler, Robert Anson Wilson, Howard Fast o Paul Ander-
son quienes poseían virtudes comunes. Los viajes en el tiempo de Octavia, el tono satírico y filosófico de Stanislaw Lem o el trato irónico sobre la paranoia estadounidense acerca de las conspiraciones secretas de Robert Anson Wilson. La ciencia ficción no forma un todo como han querido vender con la obra de Kurt Vonnegut y se puede afirmar que dentro de ese género existen diversos campos. Además de la ficción Kurt emplea la crítica social, la filosofía y un estilo de escritura particular que no debiera llevar implícito un apelativo tan generalizado y en cierto modo desacreditado. A este respecto también se ha afirmado que existe un tono realista en sus obras sin que se le pueda considerar un escritor realista. Lo cual resulta una paradoja. En ocasiones los personajes de Kurt nos pueden parecer simplemente observadores, ajenos que a avanzan a la par que la frase, al tiempo en que el lector va pasa de página. Kurt determinó ocho reglas para escribir ficción, y sólo ficción. Así en la primera dice: “Utiliza el tiempo de un completo desconocido de forma que él o ella no sienta que lo está malgastando”. Lo que nos puede sugerir el ritmo de la acción sin obviar el argumento. En la segunda: “Dale al lector al menos un personaje con el que él o ella se puedan identificar”. Se trata de que en el argumento ha de ser el personaje quien conduzca las riendas de modo que el lector pueda conocer con la mayor precisión posible, e incluso buscar o indagar, qué sucede con él o ella. En la regla seis determina: “Sé sádico. No importa cuan dulces e inocentes sean tus protagonistas, haz que les pasen cosas horribles (para que el lector compruebe de qué manera están hechos” Es cierto que, como los seres humanos, el personaje o los protagonistas deben tener alguna carencia, debilidad o un secreto. Un personaje perfecto nos privaría de la porción necesaria para la imaginación, el suspense que nos conduzca a buscar todos esos defectos. Y en el caso de Kurt, se hace preciso mostrar esa realidad que tan
poco le gustaba. En este sentido Kurt en sus charlas daba consejos a su audiencia para que desarrollasen un pensamiento libre criticando mordazmente a las instituciones que deshumanizan al público. Cito la regla siete dado que suele ser una pregunta muy común, dentro de las entrevistas, a los autores contemporáneos. “Escribe para contentar únicamente a una persona. Si abres el ventanal del mundo, o lo mismo para hablarle, tu historia cogerá una neumonía”. Es determinante no escribir buscando la satisfacción de todos los posibles lectores pues supondría un condicionante, un peso añadido, y se perdería la idea original en miles de ideas ajenas. Pero el hecho de escribir para una persona (puede ser imaginaria) te convierte en el confesor de tu propia obra. Y esta afirmación puede ser más o menos compartida. Para no numerar todas las reglas de Kurt, concluiré con la quinta, pues me ha llamado la atención, ya que de esta manera en que él lo formula, uno puede pensar que todo puede estar dicho de antemano, pero no, si se consigue trazar ese comienzo que propone Kurt, del mismo modo se logrará que él o ella, entren de inmediato en la búsqueda de ese final que su regla dicta: “Empieza tan cerca del final como te sea posible”. La vida de Kurt no ha sido una contradicción, si bien tanto su obra como su vida han formado un todo. En cierta ocasión Kurt dejó un cigarrillo prendido en su estudio, atiborrado de papeles, novelas y notas, con lo cual se inició un incendio en su apartamento de Manhhatan y el humo le ahogó hasta el extremo de llevarlo un par de días a la clínica. Así era su vida. Con su ironía llegó a anunciar que demandaría a una cierta compañía de tabaco, porque en el exterior del paquete se leía que el cigarrillo lo mataría, y acababa de fallar. Kurt Vonnegut publicó su primera novela en 1952, Player Piano, y hay quien sostiene que en la tradición de Eugene Victor Debs, uno de los promotores del movimiento fundador del Partido Social Demócrata, que se transformaría en el
Partido Socialista en 1901. Otro autor más que fue encarcelado bajo el cargo de sedición ante la oposición a la I Guerra Mundial. En este sentido Kurt, respecto de las manifestaciones antibélicas opina que “a la televisión no le interesan los manifestantes anteguerra a menos que hagan disturbios”, algo que todavía sucede hoy en día. Y concluye su opinión diciendo que “hoy como ayer, en lo que compete a la televisión, el derecho de los ciudadanos para reunirse pacíficamente y pedir a su gobierno una enmienda de las injusticias y errores que ha cometido, no vale nada”. Aspectos a tener en cuenta a la hora de hablar de Kurt, de quien siempre se ha venido repitiendo lo mismo sin dar importancia a su compromiso con la sociedad y la injusticia y su amarga lucha por solventar dichos problemas. Aunque muestre su desencanto porque en palabras suyas “la humanidad ha tirado a la basura cualquier solidaridad”. Todo ello queda plasmado en su obra aunque en muchas ocasiones no se haya sabido –o queridoprofundizar en el verdadero contenido mostrándonos sólo la cáscara, la cubierta de un libro más. Entre otros apelativos también se le ha situado en la vanguardia y el posmodernismo, junto a escritores como Thomas Pinchon, autor de novelas como Maxon y Dixon (1997) o El arcoiris de la gravedad (1973), quien fuera alumno de Navokov y al que nadie consiguió entrevistarle. Tras la guerra Kurt ejerció como periodista en Chicago, cubriendo la sección de sucesos, antes de retomar sus estudios de antropología. Su tesis Las fluctuaciones entre el bien y el mal en los relatos sencillos fue rechazada unánimemente por el jurado. No pudo obtener su diploma hasta 1971, cuando la universidad acepta su libro Cuna de gato, donde inventa la falsa religión llamada bokononismo. De ahí que en muchas ocasiones nos sorprenda con sus conocimientos sobre la ciencia, aplicada en muchas de sus novelas.
De ahí también su sincronización de la filosofía con la ciencia. El diario New York Times publicaría en una reseña que Kurt Vonnegut es George Orwell, el doctor Caligari y Fhahs Gordon fundidos en un solo escritor… un científico loco, que simula ser un bufón, pero que jamás olvida la ética. De entre sus catorce libros, además de cuentos y ensayos destacan Las sirenas del Titán (1959), Madre noche (1961), Mr. Rosewater (Dios le bendiga Mr. Rosewater), 1959 o Splapstick (Payasadas), 1977. Curiosamente su obra inspiró a un soldado estadounidense a escribir un relato sobre el triángulo suní en Irak (guerra que Kurt no aprobó) ganando el premio “Blooker” como mejor libro, que comenzó como un blog en internet, siendo uno de sus inspiradores Vonnegut. “Leí Matadero Cinco cuando estuve en Irak” dijo Buzzel, su autor, quien añadió: “Es un genio. El modo en que lidia las situaciones de humor negro en ingenio. Fue una inspiración enorme”. Ese laberinto interior de Kurt, del que tal vez no sepamos ni siquiera entrar, pero que ha dejado en sus libros algo más que ciencia ficción y en su persona algo más que humanidad. Murió como si fuese en uno de sus libros, de un golpe en la cabeza y no como pensaba, a causa del tabaco. Con una sonrisa, como indicándonos que también debíamos saber leer entre líneas. Un escéptico religioso y un librepensador humanista. Como testamento dejó el libro Un hombre sin patria y nunca pidió nada para él, sino para el planeta y la humanidad. Para el hombre dejó un epitafio: La vida no es manera de tratar a un animal; y para el planeta: A la gente no le gusta estar aquí. Y su epitafio, seguramente habría pedido que lo escribiesen con la ceniza que acumuló tras tanto cigarrillo, incluyendo aquella colilla que le llevó a la clínica. http://perrodelaluna.blogspot.com/2007/10/kurtvonnegut-de-la-ficcin-la-realidad.html