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Conferencia de Mamerto Menapace en Uruguay

Durante una hora y media el p. Mamerto Menapace, Abad del Monasterio de los Toldos de Argentina, supo brindar una exposición que conformó a un millar de personas que lo escucharon en la Universidad Católica (Montevideo), el jueves 6 de marzo. Con una sencillez particular Mamerto ayudó a que todos tuvieran un lugar en la platea y en el mismo escenario desde donde él brindaba la conferencia.

Así comenzó... como en la Eucaristía

Mamerto, rodeado de personas, no se resistió al humor innato que lo caracteriza; ni bien tomó el micrófono expresó: 'Se nos llenó la cocina de humo'. La gente comenzó a reír y poco a poco se dio un clima adecuadamente cristiano para iniciar una charla que fue en realidad una Celebración litúrgica. 'En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo', fue lo segundo que Mamerto expresó haciendo la señal de la cruz y con su mirada fija en el fiel público uruguayo (que no se esperaba que fuera tan numeroso). Los valores a través del humor

'El humor se ríe con el otro, no se ríe del otro. La ironía se ríe del otro, tiene una cuota de desprecio, de superioridad que humilla'. No todos los humoristas le dan protagonismo a los valores más que a lo chistoso que pueda ser el cuento o relato... Mamerto lo hizo de una manera humilde, serena y demostró ser un humorista que llega al corazón de la gente. 'El humor es uno de los medios que tiene la capacidad de encontrarle la parte ridícula a algo que está a punto de estallar, de hacerla saltar y a la vez le encuentra la solución a ese problema mediante el sentido común'. Cuando hay humor hay comunión

El humor -dijo Mamerto- se caracteriza porque una cosa o situación que se vive la lleva a un punto extremo y en ese punto extremo, dos personas que no están de acuerdo ideológicamente, pueden concordar por el absurdo o por el sentido común. Al menos por un instante esas dos personas que discrepaban, se unieron en una sonrisa, hubo comunión.

En el cuento de la madre y la hija, Mamerto mezcla el humor con los buenos consejos: 'La madre disgustada con su hija que recién llega, escucha decirle que tiene algunos pelitos blancos. ¿Sabés como se llaman esos pelitos blancos? -preguntó retóricamente la madre a su hija- canas se llaman. Y, ¿sabés de qué vienen las canas? -preguntó nuevamente- vienen por los disgustos que le dan las hijas. Entonces sin perder tiempo la niña le contestó: -¡Huy, los disgustos que le habrás dado a la abuela entonces!'. A veces -comentó Mamerto- nos olvidamos que también nosotros fuimos adolescentes, que también nosotros pasamos de un estado de humor al otro, pero qué lindo es cuando en esas circunstancias que por momentos se vuelven dramáticas estalla el sentido común y logra despertar esa realidad que de verdad existe, la comunión. Saber reírse de uno mismo

Entre reflexiones y relatos, Mamerto hizo un cuento que un rabino le contó a Landrisina, al terminarlo explicó: '... Qué irable es tener la capacidad de contar sobre su propia colectividad este tipo de cuentos, porque el rabino no lo hizo con ironía sino que tuvo sentido del humor. Yo creo que es lindo saber reírnos un poco de lo nuestro, porque el humor es como un cable a tierra que nos permite volver y cuando uno tiene humor, se ríe de las cosas que quiere'. Reírse cada día durante cinco minutos -decía Mamerto- es el primer consejo, para evitar hacer el ridículo el resto del día. 'El humor sabe reírse de sí mismo, decía Tomás Moro: 'bienaventurado el que sabe reírse de sí mismo porque siempre tendrá motivos para estar contento'. El dolor es cosa seria

Mamerto también habló de la importancia del dolor en la vida y puso ejemplos de su propia historia, donde él encuentra sentido en cada muestra de amor que 'Tata Dios' -como él dice- le regaló. En el cuento 'La Ostra Marina', Mamerto compara lo valioso que puede ser para las personas el dolor, el sacrificio, el trabajo y la paciencia. '... Mucho tiempo después bajaron los buzos y empezaron a sacar canastos y canastos de ostras, los llevaban arriba, al frente del barco y los abrían. En uno no encontraban nada, en otros tampoco ... y cuando abren la ostra de Marina, una hermosa perla rodó por el medio del barco y todo el mundo quedó con los ojos como flor de regadera. Frente a esa ostra preciosa, esa perla que erizaba con los colores. En ese momento nadie se pregunto si Marina había sido más o menos feliz que los demás, pero todos estuvieron profundamente seguros de una cosa: que había sido muy valiosa'. El dolor y la alegría profunda

Otro ejemplo es una anécdota de su propia familia. Cuenta que en una fiesta que estaban todos los parientes juntos en un clima de alegría, hace 5 años atrás, uno de los niños más chicos tiró del mantel y estalló contra el piso una botella de soda y uno de los vidrios chicos fue a dar en el ojo de un pariente y lo dejó ciego. 'A partir de ese momento -contó- tuvo que aprender a vivir ciego, con todo lo que ello significa: dolor, pena,

imposibilidad... Imagínense que hoy recuperara la vista, sería una inmensa alegría después de estar cinco años ciego.' Sin embargo, preguntó Mamerto: 'No es más motivo de alegría, para nosotros, el hecho de no haberla perdido nunca'. La oración fue el broche de oro

'Padre Nuestro, en esta noche que comienza mira a mis hermanos, a lo jóvenes, a los padres, a los abuelos, a los pequeños, mira a sus familias, mira su cariño, su profunda necesidad de amar y ser amado. Mira la buena voluntad de cada uno. Bendícelos en esta noche Padre Santo... derrama tu bendición sobre cada uno de estos hermanos y sus seres queridos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo'. Estas fueron las últimas palabras que Mamerto Menapace expresó al culminar su exposición, signo de constante oración al 'Tata Dios' y a todos quienes siguen a Cristo día a día con fe, fidelidad y compromiso.